Madre zoo
Si bien esto que narraré es de alguna forma algo reiterado de mis anteriores relatos, y que por razones personales había decidido que no fuesen integradas a las narraciones antepuestas.
Madre zoo
Corresponde a la saga de Diario íntimo de mi vida sexual
Si bien esto que narraré es de alguna forma algo reiterado de mis anteriores relatos, y que por razones personales había decidido que no fuesen integradas a las narraciones antepuestas.
Dado la cantidad de lectores que me han escrito para que continúe con esta saga, trataré de complacerlos, de todas maneras gracias por vuestro mail.
No estoy arrepentida por lo que hice, todo lo contrario fue una agradable experiencia que si bien estoy ferizmente casada y con dos hijas, de presentarme algún tipo de aventura, no dudaría en aprovecharla, por supuesto las cosas deberían estar acorde con la situación, la persona y esa especie de piel que pueda existir entre las partes.
Continuaré con la narración anterior, que por supuesto será la última, por consiguiente trataré de no caer en la reiteración, y de hacerlo les pido disculpas.
Un mes antes del nacimiento de primera hija abandoné las relaciones con mi perro, por determinados motivos. No por eso me seguía atrayendo, no fue un corte fácil de realizar, se termina creándose un vinculo muy fuerte, por lo menos eso me sucedió, el animal te busca, sabes que te desea, quiere de alguna manera descargar su necesidad fisiológica, le atraen los olores que produces, en definitiva has sido su hembra y de alguna manera quedas supeditada a esos requerimientos, que por otra parte te apetece complacerlo ( o complacerme).
El hecho que cuando regrese de la maternidad a casa, Kim parecía molesto, diría que estaba celoso de la criatura, no fue algo que me haya agradado, simplemente temía por la bebita que podría llegarle a hacer algo, aunque no fue tan así, pues cuando mi niña dormía él se acurrucaba cerca de su cuna como cuidándola. Pero no me caben dudas que debía de estar, molesto conmigo, claro, hacia bastante tiempo que no teníamos ningún tipo de contactos.
Recién en la tercer semana o mas tuve relaciones con mi esposo, si bien tuve un buen desahogo, no fueron uno de nuestros mejores encuentros.
No sé si me parecía pero el perro me buscaba, saltándome, tratando de meter su hocico entre mis piernas, y todo tipo de demostraciones como tratando de manifestar su necesidad o su deseo sexual ante su “hembra”, tratando en lo posible de evitarlo.
Era muy evidente su intensión, a la que de alguna manera, a pesar de sentir su atracción, frenaba esos impulsos, pero el nacimiento de mi hija era la principal y única excusa para cortar con esa, digamos aberrante correspondencia. Me causaba la impresión que el animal detectaba mi estado, lo que lo hacía más insistente en su pretensión de apareamiento y hasta algo agresiva. Me producía la impresión que con el avenimiento de mi hija, estaba como celoso, como que había pasado a segundo lugar, era algo que intuía, sin poder comprobarlo.
Mi producción de fluido materno era bastante excesiva, cuando pasaba bastante tiempo sin darle de mamar a mi hija, evacuaba la leche de mis glándulas mamarias de una manera bastante copiosa y seguida, que era bastante incomodo, y debía cambiar mis corpiños bastante seguido.
Mis tetas habían crecido bastante, y mi bella hija disfrutaba y tomaba con bastante apetencia. A veces Kim nos observaba mientras alimentaba a la beba, le hablaba al perro, mientras mi pequeña lactante se prendía a mi pezón, succionando incansablemente.
Una tarde, esas de un calor húmedo y sofocante, mientras amamantaba a mi hija, Kim nos observaba, sentía una cierta morbosidad al tenerlo con su fija mirada. Como consecuencia de la pesadez del día me había quitado el corpiño, y generalmente llevaba un vestido abotonado que me permitía desprenderlo rápidamente para aplacar el apetencia de mi hijita.
Al cambiarla de pecho, prácticamente mi dorso quedo totalmente al descubierto, Kim me observaba, y sentía que su mirada disfrutaba de mi semidesnudo cuerpo. Sin pensarlo demasiado desabroche el resto, abriendo mi vestido, como para incitar al perro mostrándole el resto de mi cuerpo, solamente cubierto por unas bragas blancas, con una aureola, producto de mi secreción vaginal..
Sin reflexionar, golpee mi rodilla, para alertar a Kim, que como comprendiendo mi gesto, se me fue acercando, mientras abría lentamente mis piernas, como en señal de estar ofreciéndole mi sexo.
El can se levanto, y lentamente se fue aproximando con cierta cautela, como consecuencia de las veces que lo había rechazado, veía como lentamente su hocico se venía avecinando a la unión de mis piernas, mi corazón palpitaba aceleradamente, mientras las succiones de mi hija se sumaban a mi estimulación.. Como pude, desplace mi braga descubriendo mi sexo humedecido, a la espera del contacto de su hosca lengua.
Fue una nueva y deliciosa sensación, sentir la boca de mi pequeña succionando mi pezón y la lengua de mi amante canino incursionando en mi intimidad, mi respiración se entrecortaba ante cada frote de su lengua, llevándome a un estado de total estimulación. Pero lamentablemente al sentir una puerta abrirse, tuve que claudicar en mi lujurioso propósito. Me arregle como pude, eché al perro, cuando apareció mi esposo, que pretendiendo no demostrarle mi fastidio le di un beso de bienvenida.
Si bien no pude negar, que este tipo nuevo tipo de práctica me produjo una sensación distinta, me pareció que no era prudente repetirla, no me parecía adecuada. Una tarde estaba por ducharme cuando la beba comenzó a llorar, así me envolví con el toallón y acudí a aplacar su llanto, me di cuenta que tenía hambre, así que me senté en mi mecedora, mientras descubría mis pechos para alimentarla mientras me hamacaba lentamente, le di de mamar. Era algo muy placentero sentir su boquita succionar de mi pezón, no dejaba de producirme una cierta excitación y su vez descargaba mi pecho algo abundante de leche.
Kim surgió en la habitación, seguí amamantándola, mientras le dirigía algunas palabras al perro, esta vez enfilo hacia mis piernas, que de una manera automática las abrí, y como esperando esa actitud, su hocico se dirigió a mis entrepiernas, desplace el toallón que las cubría, abriéndolas para dejar al descubierto mi vagina, sin ninguna indicación su lengua fue a la búsqueda de mi sexo, estuvo varios minutos estimulándome de una manera alocada, sumada a las succiones de mi hija, terminé viniéndome de una manera perturbadora.
Me estaba dando cuenta que estaba cayendo nuevamente en las garras de mi perro, por decirlo de alguna manera, era algo muy tentador y placentero. No llegaba a concebir que era lo que me hacia volver a reiterar lo que pretendía de alguna manera descartar de mi vida. Que poder de atracción existía para que ese perro terminara siendo una pasión, sin llegar a importarme ni mi embarazo en su momento ni el hecho de tener una hija, a la que de alguna manera estaba involucrando en esta morbosidad. Pensé de consultar algún siquiatra o alguien que pudiese explicarme o ayudarme a terminar con esta práctica. Por supuesto que no hice nada en absoluto, haciéndome a la idea de que por mis propios medios lo dejaría.
Habrán transcurrido 4 o 5 días, y sentía mis tetas algo doloridas, en parte por la cantidad de leche que se me había acumulado, me despojé de mi blusa tratando de apretar mis tetas para sacar algo de liquido, que fue cayendo sobre el piso, Kim siempre atento y pendiente de mi, se acercó a lamer el suelo donde estaba el blanco liquido. Pensé en ese momento que pasaría, si me las chupara, idea que me atrajo, aunque sabia que era imposible.
Me arrodillé junto a él, desnudando la totalidad de mi dorso, y continúe con mi labor, diseminándose el liquido, sobre mi abdomen, mi clara intensión llevó a mi mascota a lamer ese néctar, al refregar su lengua en mis erguidos pezones, que se fue acrecentando, evacuando chorritos, que mi adorado perro no desperdiciaba..
Me tiré sobre la alfombra, oprimiendo mis tetas para mantener a Kim friccionando mis tetillas. Estaba muy excitada, fui bajando mis jeans, disfrutando de esa intensa lamida tosca pero a su vez excitante, desplace mis bragas mientras mis dedos buscaban mi exasperado sexo, húmedo y latente, preparándome para hacerme estallar en cualquier momento..
El olfato de Kim, pareció destacar mis olores vaginales, pues cambio mis pezones algo irritados, por la abertura de mi entrepierna. Mi cuerpo estaba totalmente estremecido, llevándome lentamente a nuevamente entregarme a ese animal, además saber que le apetecía, aceleraba mi deseo de ser poseída.
Rápidamente me quité mi última prenda para ofrecerme a su intuitivo apetito sexual, terminó de lamer mi sensible y aspirada vagina, y con su hocico me empujaba sobre mi dorso derecho, como para que me girase, entendiendo de inmediato su demanda, me volteé para colocarme en la posición de perrita, como una obediente hembra se entrega a su macho..
Fue instintivo, me montó rápidamente buscando mi cavidad vaginal para introducir su aparato reproductor, pocas enviones fueron suficientes para implantarla de manera violenta y sin demasiado preámbulos. Rápidamente sentí como se dilataba en mi útero afirmándose en las paredes de mi sensible membrana. Sus patas se aferraron a mi cintura fuertemente, estableciendo su dominio, demostrando su apetito sexual después de tanto tiempo de abstinencia, de una manera bastante impetuosa intentaba descargar ese periodo de contención.
Sentí clavarse una de sus uñas, mientras sacudía su pelvis contra mi trasero, grité por el dolor pero no se detuvo en su alocado bombeo, no tenias dudas que volvía a ser su hembra, dispuesta a gozar de ese animal, sin importarme nada. Su penetración había sido bastante violenta, mi cuerpo se zarandeaba ante cada impetuoso sacudón que me propinaba, sacudiendo mis tetas al unísono de mi cuerpo.
Cuando su aparato estaba totalmente empotrado en mi útero, a los pocos minutos la calidez y abundancia de su semen llenó mi claustro, al momento que esa descarga me llevó a un corto orgasmo, a pesar de estar totalmente atascados por su voluminosa pelota, intentó salirse con fuerza, hasta que lo logró. Sin impórtale mi situación, se fue a un rincón a lamer su verga aun erecta. Como una hembra necesitada me arrastré hasta el perro a mamar su aparato, que lo devoré de una manera desenfrenada, mientras mis dedos se deslizaban en mi sexo hasta concretar una serie de convulsiones.
No podía terminar con ese tipo de prácticas, copular con Kim me transformaba, era como una droga, día a día lo deseaba mas. El solo hecho de sentir el roce de su pelo sobre parte de mi cuerpo, era más que suficiente para entregarme a ese placentero apareamiento.
Una tarde después de alimentar a beba, cambiarla y acostarla, decidí tomar un poco de sol, era una tarde bastante cálida, para la época en que estábamos, así que me puse la bikini, que a pesar de los kilos adquiridos aun podía usarla, me embarduné con protector, y me acosté sobre la reposera.
Como noté que en el lugar que me ubicaba, estaba protegida de posibles miradas indiscretas, opté por quitarme el sostén, necesitaba ese momento de sosiego y relax, disponía de un buen rato para disfrutarlo, hasta que se despertase mi beba.
Después de un rato, la lengua de Kim, me sobresalto, traté de disuadirlo pero a los pocos minutos lo reinicio. Me dejé estar para ver que sucedía, aparentemente le atraía mi crema en parte mezclada por el sudor que emanaba, porque lo hacía en todas partes, le comencé a rascar la cabeza mientras disfrutaba del contacto de su lengua, que cada vez que rozaba mi piel, aumentaba mi estado de sensualidad. Al pasar por mis tetas, se me fueron alterando las hormonas, y automáticamente comencé a tocar mi vagina, lo hacía lentamente friccionando mi clítoris, y poco a poco aumentaba mi incitando. Mi respiración empezó a entrecortarse, a la medida que aceleraba mi masturbación, pero antes de llegar a un orgasmo, me quité mi tanga, abriendo mis piernas y llevando la cabeza de Kim a la unión de ambas.
A partir de ese momento mi mente ya no dominaba a mi cuerpo, me bajé de la reposera, me arrodillé, apoyando mi desnudo cuerpo en ella, ofreciendo a mi perro mi intimidad, sus lamidas inmediatas me sobrepasaron, sentir esa lengua friccionar mis cavidades me excedían, empecé a gemir, hasta que me montó, sus enviones eran bastante continuos, sus patas delanteras ya me tenían bordeadas mi cintura. En uno de sus empellones casi penetra mi recto, al que no tenía destinado, pero el hombre propone y dios dispone, el último intento fue decisivo, mi ano fue violado por primera vez por Kim, pegue un grito de dolor y de sorpresa, pareciendo que esa exclamación estimulaba al animal, al aferrarse más a mi cintura y a su vez penetrarme más profundamente agitando su miembro de manera incesante.
Volví a gemir de dolor, mientras percibía como mi recto, iba siendo oprimido, por el crecimiento de la verga del perro, a la vez que su bombeo disminuía.
Mi esfínter se debió de haber dilatado bastante, las paredes de mi recto percibían las dilataciones de su verga, hasta que sentí su cálida lechita lubricar mi interior, parecía que me partía en dos. A pesar del dolor, mi calentura se acrecentaba, traté de tantear la zona, y ahí me percaté que su bola estaba atascada en la salida de mi orificio anal.
En ese momento me sentí, totalmente entregada a mi perro, que Kim era mi macho, había una especie como de supremacía, que el animal ejercía sobre su ama. No sé porque pero esa relación me agradaba, esa degradación, esa morbosidad formaba parte de ese acto zoófilo, creo que en ese momento, no solo deseaba tener un orgasmo, sino ser dominada por un animal y a su vez ese dolor era parte de un escarmiento, algo así como que me cogía sin miramientos.. Mis pensamientos corrían de una cosa a otra, mientras permanecíamos acoplados, si mi hija se despertase, si algún vecino podría verme, si llegaba mi esposo, si bien no lloré pero me asusté. Los minutos transcurrían pero el acoplamiento continuaba.
Toda esa situación me llevó a tener un alocado orgasmo, hasta mis tetas largaron algo de leche, minutos después se contrajo su miembro y pudimos separarnos. Había sido una copulación anal, llena morbosidad y erotismo, sentía dolorido mi ano pero muy satisfecha de semejante penetración.
Al oír los llantos de mi beba me levanté rápidamente, mientras sentía los fluidos de Kim, evacuando de mi recto para chorrearse por mis piernas.