Madre y humillación

Primera parte en la que se relatan las humillaciones de mi madre a manos de su padre.

No sé como romper el silencio. Son demasiados años arrastrando una pesada carga que hoy me atrevo a contar gracias a vuestra página que de algún modo me permite proteger mi anonimato y esconder así la vergüenza que me produce mi propia historia.

Mi madre Antonia nació en el la región de Irpino, en Italia, en un hogar campesino y pobre en el que también habitaban, su hermana Isabella tres años mayor que ella, su padre y su madre, quien murió cuando mamá contaba con apenas 12 años.

Su hermana fue el único refugio y consuelo para su dolor, mi madre sólo calmaba su tristeza acurrucándose en sus brazos, sintiendo sus manos acariciar su pelo y su rostro hasta quedarse completamente dormida. Lo hacía con un dedo en la boca, en una especie de regresión infantil que la hacía sentir como un bebé en manos de su madre, soñando despierta que ésta saque uno de sus pechos generosos para amamantarla y calmar su angustia.

Como era costumbre por entonces Isabella, por ser la mayor, fue obligada a continuar con las tareas de la casa, limpiar la ropa, cuidar el pequeño huerto y cocinar los vegetales y hortalizas que cultivaba pacientemente. A mamá en cambio le tocaba ayudar a su hermana y surcir los remiendos tratando que la ropa dure para siempre.

Una noche, cuando ya había cumplido los trece, mamá despertó sobresaltada por los gritos de Isabella que la llamaba desesperadamente pidiéndole auxilio, corrió hasta el cuarto del padre y encontró a Isabella tirada sobre la cama, semi vestida, con una mano tratando de cubrir sus voluminosos pechos y con la otra intentando evitar que su padre , desnudo y con el pene totalmente erecto, terminara de quitarle la pollera y el calzón para poder penetrarla. Mamá corrió hacia el comedor – que también era su cuarto -, tomó un palo de amasar y golpeó a su padre furiosamente una y otra vez hasta dejarlo tendido en el piso totalmente inconciente.

Isabella no podía parar de gritar y llorar y entonces esta vez fue mi madre quien la abrazó fuertemente y secó sus lágrimas con pequeños besos bajo los párpados. El corazón de ambas palpitaba con fuerza y mamá se sintió especialmente turbada por la desnudez del torso de su hermana y particularmente por el tamaño de sus pechos y pezones que se apretaban desesperadamente contra los propios, que aunque apenas empezaban a desarrollarse ya tenían un considerable tamaño y firmeza. Había podido advertir sin embargo que mientras sus pezones eran grandes y rosados, los de Isabella eran de una tonalidad marrón oscuro. Así permanecieron abrazadas unos minutos, con los brazos y piernas entrelazados y mi madre enjugando las lágrimas de su hermana, quien, evidentemente agradecida, besó suavemente con sus labios los labios de mi madre. En ese momento mamá percibió que la pierna de su hermana se internaba entre su pollera y presionaba fuertemente contra su cuevita provocándole un placer desconocido, Aahhh ! suspiró mi madre ante ese primer roce, y respondió al estímulo sujetando la pierna de su hermana con las propias frotándose intensamente una y otra vez en un vaivén que deseaba fuera eterno; Isabella permanecía quieta mirando fijamente a los ojos de su hermana que ahora se entornaban y se ponían en blanco, Ah, ah, aahh, aahh,! suspiraba una y otra vez Antonia, hasta que sus propias piernas comenzaron a temblar y sintió un violenta descarga eléctrica en su vientre, expulsando una cantidad considerable de líquido que empapó sus calzones, ah, aahh, aahh , aaahhh, aaaahhh, aaaagggghhhhhhh !!!, arqueó levemente su espalda, cayendo luego contra el cuerpo de Isabella quien la estrechó fuertemente entre sus brazos. Antonia hubiera querido quedarse en esa posición toda la vida, pero al escuchar que su padre comenzaba a despertarse ambas saltaron de la cama y corrieron hacia el comedor, una, Antonia, para volver a su cama y la otra, Isabella, para colocarse un vestido, guardar algunos objetos personales en un bolso, partir y no volver jamás.

La frustración de Don Vito se desquitó en Antonia, quien además de recibir brutales golpes casi a diario se vio obligada a realizar sola todos los trabajos que antes compartían con Isabella.

Al tiempo Antonia dejó de lucir como una niña y su generoso busto sumado a las anchas caderas y el impresionante culo provocaron a Vito, quien pensó que felizmente tenía en su casa otra mujer para satisfacer sus necesidades.

Así fue que una noche mamá lo sintió acercarse a su cama sigilosamente, miró de reojo y pudo darse cuenta que su padre se estaba completamente desnudo, meneando su pene con una mano - habrá que reconocer que en su erección, el miembro de Don Vito metía miedo -, Antonia giró la cara y cerró los ojos haciéndose la dormida, con la esperanza de que su padre se contentara con pajearse delante de ella, pues sabía bien que algunas veces él se masturbaba cuando ella se bañaba. Lo había visto, lo había escuchado y además había tenido que limpiar más de una vez la abundante leche que quedaba en el piso. En otras ocasiones había tenido que limpiar sus bombachas cuando Vito se cascaba una paja en ellas y le dejaba su pegajoso semen de recuerdo.

Pero esta vez no fue así, Vito entró entre las sábanas de su hija y se colocó por detrás, puso una mano en su boca y con la otra sujetó el cuerpo Antonia intentó forcejear para evitar lo que presagiaba, sin embargo Vito era más fuerte y con su pierna izquierda logró separar ambas piernas de su hija, luego descendió una mano y bajó el calzón de Antonia hasta dejar su culo al aire y entonces con esa misma mano tomó su miembro y lo dirigió al ano de su hija que lloraba y gritaba llamando a Isabella. Pero Isabella no estaba y Don Vito presionó el culo virgen de su hija hasta que logró introducir la punta primero y todo el tronco después. El dolor hizo desmayar a Antonia quien ya no sintió más nada, sólo al despertarse un inmenso dolor en el recto y una mezcla de sangre y semen en su cuerpo le llamaron a la realidad, había sido violada por su propio padre y eso era sólo el principio.

Durante los siguientes 10 años mi madre fue continuamente sometida por su padre que la penetraba una y otra vez por cada agujero de su cuerpo. Aunque era evidente que prefería dársela por el culo mientras le sobaba las tetas, el dolor que esa penetración provocaba en mi madre la llevó muchas veces a ofrecer chuparle la pija y tragarse el semen, o lo que podía tragarse, porque el resto de la abundante leche de Vito salía por la comisura de sus labios y corría por su barbilla hasta caer sobre las tetas.

El odio y el asco que sentía Antonia por Vito eran idénticos y empezaba a quedar claro que ese sentimiento se extendería a todos los hombres para siempre.

A los 28 años ambos estaban seguros de que mi madre era estéril, sin embargo un día comenzó a engrosar su cuerpo y a crecer su busto hasta tomar dimensiones colosales de tal modo que no había corpiño ni vestido que lo pudieran sujetar, por lo que la carne desbordaba por sobre el escote provocando el deseo de Vito hasta dos veces al día. Recién al quinto mes cayó en la cuenta que lo suyo era un embarazo y sintió que ya no podía haber marcha atrás, no podía abortar el embarazo y no podía soportar la idea de que al crecer su niña también fuera sometida por su abuelo.

Juntó coraje, ropa y con los ahorros que había obtenido haciendo costura para otros a espaldas de Don Vito, se lanzó a otro continente.

Allí comienza mi drama