Madre y esclava
Mi vida de madre soltera
MADRE Y ESCLAVA
1ª PARTE
Mi nombre es Silvia, hoy de 31 años, tez trigueña, pelo y ojos negros y el algún momento de mi vida un buen cuerpo. A los 22 años me enamore de Rolando, de 27, y nos fuimos a vivir juntos a un pequeño departamento alquilado. El decía estudiar medicina y yo, estúpida, le creí. Yo era la que aportaba la plata para el alquiler y la comida. Él siempre decía que cuando se recibiera, yo dejaría de trabajar y buscar de tener un hijo. No se como mordí ese anzuelo y hoy a distancia del tiempo transcurrido me decía a mi misma que era una estúpida total.
Los plazos se acortaron y un día, luego de 3 meses de convivencia comprobé que esta preñada. A la noche, después de regresar a casa le conté y se puso eufórico por la noticia. Esa noche hicimos el amor a pleno. A la mañana siguiente, me bañe, desayune y me vestí como de costumbre, sencillamente. Me acerque a la cama donde el remoloneaba.
SILVIA: chau, futuro papá, me voy a trabajar
ROLANDO: (respondiendo mi beso con pasión) adiós mamita, me hiciste muy feliz.
Nunca presentí que esa mañana era la última que lo veía. Al llegar a casa y no encontrarlo, fui a buscarlo a hospitales, comisarias y nada. Fui a la facultad y pregunte por su nombre y apellido y no había nadie con esa filiación.
Cuando regrese al departamento, recién ahí revise su placard y estaba completamente vacio y que faltaba, incluso, una valija vacía mía. Corriendo fui a la cocina y abrí la alacena donde tenia las cosas de almacén. Ahí guardaba yo en una lata vacía la plata que iba ahorrando de a poco. La lata estaba vacía. Con la lata en mis manos fui al dormitorio, me senté en la cama y me puse a llorar. Por pendeja boluda me había ocurrido eso, me decía a mi misma. Como me confié de todo los que me decía. Si le creí porque estaba enamorada, pero fui una boluda total.
Esa noche la pase de llanto en llanto y tomando mi panza, como charlando con un niño
SILVIA: tu papá no dejo solos, pero mamá te va cuidar muy bien y seremos felices los dos. Hare de padre y madre, pero saldremos al frente los dos, te lo juro hijo mío.
Al día siguiente falte al trabajo aduciendo estar enferma. Como nunca faltaba me creyeron. Tenia que pensar que hacer, como ir a trabajar, mantener sola mi hogar y embarazada. Tendría que dejar el departamento. Llame a mi madre que viniera.
MADRE: hola hijita, iba a venir igual a darte un beso. Nos has hecho, a tu padre y mi muy felices, con el anuncio que ibas a ser madre.
Como me largue a llorar, me miro y dijo
MADRE: que pasa amor, acaso fue una falsa alarma. No te preocupes ya vendrá mas adelante.
SILVIA: no mamá estoy preñada realmente.
MADRE: y entonces porque lloras. Debes estar feliz
SILVIA: mamá, esta mañana me fui a trabajar y cuando volví se había ido llevándose toda la ropa y unos pequeños ahorros míos.
MADRE: como? Que hijo de puta. Va a tener un hijo y se rajo. Es un mal parido
SILVIA: lo busque en hospitales, comisarias y fui a la facultad y en ningún lado aparece. En la facultad no hay nadie con ese nombre.
MADRE: maldito atorrante, lo mantenías, quedaste preñada y se fue. Yo te decía espera un poco mas eres joven. Bueno ya esta, no hay vuelta de hoja. Llamare a tu padre que venga y traiga unas valijas, cargamos todo y vamos a casa. Ahí vas a estar bien, no te va a faltar nada.
Tomo el celular y llamo a mi padre. Le pidió que viniera con dos valijas que yo volvía con ellos a casa, sin especificar el porque.
Cuando mi padre llego le contamos y fui cambiando de color su rostro, estallando en tremendas puteadas contra Rolando.
PADRE: bueno hija ya todo hecho. No te preocupes de nada, piensa en el bebe u nada mas. Vas a estar bien.
Juntamos la escasa ropa que tenia, guardamos algunos cacharros de cocina y salimos. Llorando cerré la puerta del departamento y salimos.
PADRE: mañana a la mañana iré a la inmobiliaria a cesar el contrato. No te preocupes.
Metimos todo en el baúl del auto y salimos. Mi padre conducía en silencio y mi madre sentada atrás conmigo. Yo apoyaba mi cabeza en su pecho y ella, dulcemente me acariciaba. Llegamos a casa y fui a mi antigua habitación. Estaba tal cual la había dejado. Como era única hija, siempre había sido como una princesa para mis padres. No quise cenar nada, pese a los pedidos de mi madre, pero tenia nada de apetito. Después de estar charlando largas horas me fui a mi dormitorio. Sola en mi pieza me sentía fracasada y triste. Me había ido con mucha ilusión con Rolando y regresaba sola y embarazada de un padre fugado. Mi madre, presintiendo no iba a dormir se acostó conmigo en la cama. Luego de varias horas dormí plácidamente. Mi padre no quiso que volviera a trabajar por el momento, por lo que renuncie, dedicándome a mi hijo. Mi panza fue increcendo y ya tenia 7 meses de embarazo. Me tenía que acostumbrar a ser una madre soltera. En las ecografías iba con mi madre o sola y siempre preguntaban si mi marido vendría al parto y los ejercicios de parto. Dije que era madre soltera y al principio no solo me costo decirlo sino que también me costaba asumirlo. Las viejas comentaban “pobrecita, tan joven y madre soltera”
Lo que pasaba es que antes se ocultaba todo, paria en un lugar y lo daban al niño en adopción, regresando a la casa como si nada hubiera ocurrido. Conmigo eso no ocurriría, yo quería tenerlo y mis padres me daban su apoyo.
Fui sola casi siempre a clases de futura mamá y de pre parto. Hacia los ejercicios sola. Una noche llame urgente a mi madre, pues tenía muchas contracciones y seguidas. Mi padre nos llevo al sanatorio. El parto parecía adelantarse más de una semana. Mi dieron una inyección para dilatar al tiempo que rompía la bolsa. La doctora me recibo y me envió arriba para parir. Era mi primera y estaba sola, aunque estaban mis padres, no es lo mismo. A mi madre no la dejaron entrar, así que solita tirada en la camilla.
La doctora me abrió bien de piernas y empezó a hacerme pujar. Yo respiraba y pujaba. Mis caderas parecían desprenderse de mi cuerpo, produciéndome un dolor intenso. Yo ya había elegido el nombre de la beba, se llamara Camila y rogaba que sea mas viva que yo.
La doctora seguía haciéndome pujar, que ya faltaba poco. A ella le parecería poco a mi me parecía una eternidad. Puja, respira, puja decía constantemente hasta que por fin dijo
DOCTORA: ya esta, veo la cabecita, el último esfuerzo mamita, vamos ahora. Ya
Y nació Camila. La limpiaron y luego la pusieron sobre mi pecho. Fue una emoción tan intensa que llore. Luego la llevaron a la nurse y limpiaron y acomodaron a mí. Y me llevaron a la habitación donde me esperaban mis padres y Raquel una prima hermana. Estaban todos chochos, ya habían visto a Camila cuando la llevaba la enfermera y ellos estaban delirantes. Mi madre me besaba constantemente.
Luego de unas horas trajeron a Camila un rato a la habitación más que nada para darle la teta. No tuve problema de alimentarla las veces que la trajeron, tenia leche suficiente para ella.
A los dos días volvía a casa con la nueva integrante de la familia Mi Hija Camila. Antes, durante y después del parto ya no pensaba mas en Rolando, solo era pensar en mi hija, mis padres y yo.
En casa con mi hija estaba recontenta. La bañaba, cambiaba los pañales, todo yo sola. Estaba hecha una madre hecha y derecha. Camila era de mamar mucho, pero siempre quedaba satisfecha. Dormía en una cunita a mi lado o a veces conmigo en la cama. Tenia un dormir muy placido y solo despertaba cuando tenia que comer. Pasaron los días y yo feliz con mi hija. Mis padres locos de alegría con su nieta.
Yo salía y hacia los mandados sola dejando a mi madre al cuidado de ella. No quería sacarla mucho a la calle por el frio y solo salíamos los fines de semana en coche a algún parque o cuando iba a pediatra a control. Yo quede bastante bien después del parto con unos dos kilos de mas, que bajaría enseguida. Un día, sola, tenía que ir al centro y tome el subte. Venia repleto de gente pero entre igual. Cuando bajamos todos los pasajeros en la terminal, comencé a caminar hacia la salida y sentí un pinchazo en mi brazo. Pegue un ahogado grito y se me nublo la vista. Un muchacho que venia a mi lado me sostuvo para evitar me cayera. Enseguida un policía se acerco y dijo de pedir una ambulancia, pero este muchacho dijo que su esposa y que eran pequeños desmayos que ya estaba medicada. Yo no estaba totalmente inconsciente, sentía todo a mí alrededor, las conversaciones, todo, pero no podía articular palabra ni razonar. Que tendría la aguja del pinchazo para estar así. Ese muchacho ya ayudado por otro me llevaron por la escalera mecánica. Yo no tenía fuerzas para nada, mi cabeza daba vueltas.
Salimos a la superficie y me metieron en un auto que estaba esperando, saliendo raudamente. Lejos del centro me bajaron y trasladaron a una camioneta cerrada, dejando abandonado el coche. Uno de los que me metió en la camioneta puso mis manos atrás y me esposo, poniendo forzosamente una mordaza en mi boca. Entre las cosas que vi en esa camioneta era dos mujeres en las mismas condiciones mías, pero ya despejadas.