Madre sumisa

Mi madre es una señora voluptuosa de 52 años que se conserva estupendamente, de pelo negro piel muy blanca y hermosas caderas, con unos ojos grandes y un pecho de escándalo, grande y llamativo. Conserva sus curvas pues aún marca figura bien formada. Es una señora educada y muy tímida, una buena madre, y caliente por lo que ví, pero a su manera

Mi madre es una señora voluptuosa de 52 años que se conserva estupendamente, de pelo negro piel muy blanca y hermosas caderas, con unos ojos grandes y un pecho de escándalo, grande y llamativo. Conserva sus curvas pues aún marca figura bien formada. Es una señora educada y muy tímida, una buena madre, y caliente por lo que ví, pero a su manera.

Loa días de verano de aquel mes de agosto eran insoportables. El aire acondicionado apenas enfriaba y hasta que finalmente pudo arreglarse del todo, pasamos unos cuantos días de verdadero calor, en todos los sentidos.

Una mañana vino cargada de bolsas la compra mientras yo me preparaba para salir con unos amigos. Tras dejarlas en la cocina se fue a su cuarto a cambiarse y salió al rato a continuar sus tareas con un vestido playero que acentuaba sus curvas. Ese vestido desgastado y ceñido se le ajustaba y trasparentaba de tal modo que no pude dejar de mirarla sin que ella se diera cuenta. La excitación me subía por momentos, hasta que en un acto instintivo me acerqué por detrás a ella y posé mis manos sobre su cintura.

-mamá, te veo cansada, ¿estás bien?

Mis manos seguían en su cintura, y ella actuó como si no se percatara de ello, sin darle importancia

-hacer mucho calor mi niño

-Estás cansada, pero te veo estupenda

Ella me miró y sonrió. Siguió con sus tareas y me marché

Pasada la hora de comer, ya entrada media tarde, el calor aumentaba. Mi madre estaba en la cocina y yo acababa de darme otra ducha fría para aliviarme el calor. Tras ponerme mi pantalón corto busqué a mi madre en la cocina quedando tremendamente asombrado por lo que vi. Mi madre estaba con una camiseta blanca algo holgada e iba en bragas. No había que adivinar nada a través de su vestido. Unas bragas limpias, también blancas, las más normales pero las más bonitas del mundo, que se ajustaban en su aprisionado trasero que luchaba por liberarse de esa prisión de licra. Me puse al lado y me preparaba un café frío mientras veía como su pecho se balanceaba al compás del movimiento de sus brazos fregando los platos de la comida.

No podía evitarlo, su belleza y su inocencia me encendían. Me acerqué a ella con mi café en la mano y mientras pasaba un dedo inocentemente sobre el borde sus bragas le dije:

-mamá, te pongas lo que te pongas se te ve siempre una mujer muy guapa

Ella se limitó a sonreír mientras seguía con sus quehaceres domésticos. Parecía que me había oído pero no le había dado importancia al roce de mis dedos con su trasero de escándalo.

-En silencio, tras su sonrisa, seguía pasando el dedo por las bragas, ambos en silencio. Yo actuaba lentamente, ella seguí fregando enérgicamente.

Esos segundos que duró mi dedo sobre sus bragas se me hicieron eternos. Mi excitación subió a unos límites tales que pensé que no podría contenerme y abalanzarme sobre ella. El corazón me latía tan fuerte que en el silencio de ambos pensé que ella podría oírlo. Me contuve y me marché.

Al día siguiente, cuando entré al salón, esa bella mujer e infatigable trabajadora que es mi madre, estaba subida a un pequeño peldaño descolgando unas cortinas para lavarlas después. No puedo saber si lo hizo premeditadamente a sabiendas que no tardaría en entrar al salón y verla allí subida, con su camiseta y con su culo prácticamente descubierto por un tanga de color crema. Visiblemente nervioso, con el corazón acelerado y sin poder dejar de mirarle el culazo, me fui hacia ella.

-buenos días mamá

Darle los buenos días fue lo único que se me ocurrió decirle, no dije nada más, me sumí en el silencio mientras mi mano se fue a tocarle el culo directamente, lo acariciaba con una mano muy suavemente, allá donde la tela no cubría. Ella callaba, me miraba inocentemente y sonreía, o eso creía yo. Mi mano se abrió y enganchó su trasero a una, y luego dos manos, sobé su trasero sin prisa, pero sin pausa.

-Ten cuidado a ver si me caigo- Fue lo único que salió de su boca, y ni un solo reproche a mi actuación. Un silencio que interpreté como permisivo, como tolerante a mi actuación. Debía haberse enfadado, girado, gritado que parara, pero no. Calló.

Y allí seguía ella, descolgando las cortinas, mientras le magreaba el culo muy suavemente a dos manos, con a mi madre a la altura de mi cara. Mis manos amasaban su precioso y gran trasero. Mi desbocamiento llegaba al punto que me atrevía cada vez a más, llegando a meter mis manos bajo los bordes de la tela, rozando su ano. Sorprendentemente mi madre callaba, actuaba como si yo no existiera, como si no tuviera importancia. Era algo que me confundía.

En un acto instintivo acerqué mi boca a su trasero y lo besé. Ella seguía quitando cortinas de un modo tan pausado que podría pasarse allí arriba toda la mañana, en silencio. No abrió la boca en ningún momento, ningún mal gesto, ningún reproche. Era todo dejarse llevar, en silencio. Mi madre era toda tolerancia, su actitud permisiva me excitaba aún más. No podía dejar de pensar hasta donde llegaría esa situación. Había besado y sobando su culo a dos manos, sin pudor y el silencio y excitación invadía el salón.

Seguía tocando, sobando, acariciando y agarrando suave pero firmemente ese culazo y me dijo sonriendo, -que me voy a caer-. Sus palabras me despertaron del embrujo que me atenazaba y reaccioné retirándome.

Durante la noche no podía dormir de la excitación. Mis pensamientos sobre la actitud tan condescendiente de mi madre hacía que me retorciera en la cama. Estaba tan excitado que no sabía si masturbarme o irme a su habitación a seguir con algo que aún no sabía qué.

No pude evitar acercarme a su habitación. Allí estaba ella acostada, con una la luz que entraba por la ventana y que era suficiente para verla claramente vestida con sólo la parte de arriba de una combinación de raso para dormir que apenas podía contener sus contundentes pechos. Creía adivinar que iba sin bragas.

Me acerqué lentamente hacia ella y me senté en la cama mientras ella yacía de lado con su trasero hacia mí. Se percató de mi presencia, giró su cabeza me miró, sonrió y volvió  a su postura simulando seguir durmiendo. Mis manos fueron a su trasero a acariciarlo, a sobarlo, a ir más allá que la tarde con las cortinas. Ella no reaccionaba nada, como si no existiera, simulando estar sumida en un sueño muy profundo del que no parecía fácil despertar.

En un alarde de valor, mis manos tocaron su culo y su ano pero apenas llegaban a su coño que permanecía prácticamente atrapado entre sus muslos. Su trasero parecía suplicarme que lo poseyera. Lo toqué varias veces mientras tocaba con mi mano sus hermosos glúteos.

Estaba tan sumamente excitado que me levanté de la cama y en un alarde de valor me bajé los  calzones y quedé desnudo en pie detrás de ella. Me fui directamente a por mi madre. Me subí de rodillas en la cama y apunté con mi polla a punto de reventar hacia el trasero de mi madre.

Mi madre seguía sin reaccionar, y era difícil que con tanto movimiento no se percatara perfectamente de la situación, de lo que iba a ocurrir. Así que no me anduve con tanto cuidado y levantando las carnes de su trasero, empuje mi polla sobre su ojete introduciendo levemente mi glande en su ano. La sensación era indescriptible. Sentía como mi polla palpitaba dentro de su trasero.

Mi madre callaba, callaba, no reaccionaba, como si allí no hubiera nadie. Ese era el momento. Su silencio lo entendí como tolerancia. Ese era el momento. Su actitud decía fóllame ya. Así que sin miramientos empuje toda mi polla al interior de su culo y empecé un mete-saca que hacía tambalearse a mi madre hacia delante y atrás. Era imposible no despertarse. Follaba a mi madre el culo mientras ella callaba y otorgaba. Acabé echándome sobre ella que seguía en la misma posición tumbada de lado y las rodillas encogidas. Agarraba y amasaba sus tetas y la excitación me hacía decirle cosas al oído.

-mamá, te estoy follando el culo. Estás buenísima. Tienes un polvazo mamá.

Mi madre permanecía en silencio, acomodándose ligeramente a las embestidas que le estaba propinando. Recostado sobre ella, le follaba por el culo de manera bestial, chupaba sus pezones y le decía que me encantaba darle por el culo.

El ano de mi madre no ofrecía resistencia alguna, entraba y salía de su culo con la misma facilidad que un cuchillo caliente derrite la mantequilla. Mi cuerpo se estremecía sobre ella, se me nublaba la vista del placer, de tantos años contenidos. Mi rabo estaba duro como una piedra y su culo estaba a mi completa disposición.

Las acometidas ya eran bestiales. Agarraba las tetazas a mi madre como para no caerme de las embestidas que le estaba dando en su culo abierto y boca cerrada. Estaba a punto de estallar de gozo dentro de ella. Me incorporaba le gritaba lo buena que estaba y las tetazas que tenía y ella callaba y recibía y recibía.

Giré a mi madre boca arriba, sin miramientos. Allí apareció ese cuerpo orondo y perfecto de piel blanca. Sus enormes tetas buscaban acomodarse en el colchón por efecto de la gravedad. Le metí la polla en el coño de un golpe y me eché sobre ella diciéndole lo que me gustaba follarla, contenía los jadeos como si le hicieran daño, y de tanto entrar y salir mi polla de su coño, de metérsela hasta los huevos. Agarrando firmemente sus tetazas y bombeando continuamente su coño perdí la noción del tiempo, chupaba su cuello y olía su aroma hasta casi adormirlarme de placer de medio cuerpo para arriba, porque el otro medio seguía follando el coño chorreante de mi madre. Su flujo embadurnaba mi polla hasta hacerla resbalar en su coño con tremenda facilidad. Mucho coño para su hijo.

Aprovechándo mi polla impregnada de su flujo le dije –mamá, date la vuelta, ponte a cuatro patas- y ella obedeció, sin rechistar. Cuando estaba de espaldas con la espalda arqueada y sus enormes tetas tocando el colchón continué diciéndole –así… a cuatro patas que te voy a seguir follando por detrás-. Intenté sonsacarle alguna palabra pero era imposible no contestaba, no la oía. –¿te gusta cómo te da por el culo tu hijo mamí?- Nada. Sin respuesta.

Me dejé llevar y no pude más. Saqué el nabo de su culo, le ordené que se diera la vuelta y me fui a su cara directamente y para vaciarme sobre ella. Seguía en silencio aunque al notar el primer lechazo sobre su cara no pudo evitar un gesto de cerrar más los ojos y la boca. Le llené la cara de mi leche y cansado de su silencio le grité –abre la boca- y ella obediente la abrió y estuvo chupándomela hasta que recibió la orden de que parara.

Era evidente, mi madre era una mujer muy sumisa y obediente en el sexo y de ello estuve aprovechándome todo lo que quise. A la mañana siguiente, cuando volvió nuevamente de la compra y entraba a la cocina, le dije:

-deja esas bolsas mamá. Deja eso y súbete la falda

Mi madre se subió la falda y se apoyó en la encimera de la cocina. Me acerqué por detrás, la agarré bien las tetazas, le bajé las bragas, busqué su esfínter y le follé el culo en silencio durante un buen rato. Nunca comentó nada sobre lo que hicimos y seguimos haciendo mucho tiempo después. Pero eso es otra historia.