Madre e hijo. Analmente juntos

Esta vez es mi ano lo que reclama mi hijo, y claro, no puedo, ni quiero decirle que no... Contiene: sexo anal, amor filial (madre-hijo), fingering anal, masturbación, irrumación, male buttplug.

Madre e hijo 2.

Víctor crece, cada vez es más hombre, más duro, más adorablemente sexual. Me pone y me enciende, tanto que casi no siento que otros hombres me atraigan tanto. Les falta algo, una conexión, quizás, más profunda e intensa.

Esta mañana escucho al niño salir de la ducha y no puedo evitarlo voy hacia él, lo intercepto en mitad del pasillo, lo miro, desnudo como está, mientras mis manos vuelan hasta su polla y la agarro. Suavemente al principio, y él me mira, ya desde arriba, alto, espigado, fibroso. Su polla crece y una sonrisa malvada aparece en su rostro. Mi mano lo empieza a masturbar pero él me mira fijamente, haciendo que me pierda en sus ojos.

—Usa la boca, mamá…

Y dice ese “mamá” con un tono que no puedo negarle nada. Me arrodillo delante suya, sacándome las tetas porque sé que le gusta verlas, hinchadas, con los pezones duros y algunas venas azuleando hacia el pezón, incluso una, pequeña, marcada dentro de la areola que sé que le encanta recorrer con la lengua.

Empuño bien la polla dura de mi hijo y me la meto en la boca, fresca, con algunas gotas de agua todavía. Le recorro los huevos con los labios y tiro de ellos sacándomelos, golosa, de la boca por su propio peso. Y estiro su piel hasta que descapulla totalmente (tiene un poquito, muy poco, de fimosis, pero no le molesta para nada; sin embargo sé que le enloquece sentir este tramo más estrecho de piel deslizarse por el glande hasta descaupllarlo), y me la meto en la boca. Saboreo su glande y me calzo toda la polla hasta que me choco con su pubis. Él me pone las manos en la cabeza, enreda los dedos en mi pelo.

—Ufff… sí, mamá… joder… cómete la polla de tu hijo… eso… entera…

Empiezo a hacerle una mamada en profundidad, lo llevo hasta el borde del orgasmo, me aferro a sus caderas con las manos mientras mis labios aprietan su polla con fuerza. La polla no tarda en palpitarle y querer inundarme la garganta de semen, su joven semen… pero no. Me aparto despacio.

—Si quieres correrte tendrás que ganártelo…

Me mira con los ojos borrachos de deseo y sexo. Lo llevo hasta su habitación y busco algo en un cajón que había dejado allí. Un pequeño plug. Hago que se ponga de rodillas en la cama y una vez más, como algunas mañanas, lo ordeño. Mi mano experta recorre su polla empapada de mi saliva mientras mi lengua le acaricia el ano, empuja, lo provoca hasta que percibo que está en su punto. Entonces uso el plug, pequeño pero justo lo que necesita ese culo. Se lo meto dentro despacio pero sin pausa y él gime, combinado con mi mano masturbándolo, recorriéndole el frenillo y el glande con el pulgar, acariciándole los huevos, recorriendo su perineo con mi lengua, sus huevos y bajando, ya penetrado, hasta su polla para volver a chupársela. Él toma el control, y me irruma, es decir, se folla mi boca. Empuja, la usa, otro orificio más para su placer. Es entonces cuando uso lo otro que he cogido. Un pequeño círculo de acero que se cierra con un pequeño candado. Se lo coloco en la base de la polla y en los huevos, lo que hace que su erección se duplique en dureza, congestionada, con las venas marcadas exageradamente y haciendo que casi me corra solo de sentirla entre mis labios.

—Dios, cómo me la has puesto, mamá…

—Pues no la soltaré hasta que cumplas —le digo, mirándolo del revés, con su polla zumbando y palpitando ante mi cara.

—Pues ponte a cuatro patas, que cumplir, cumpliré, pero te voy a destrozar el culo.

Mi vientre arde, me estaba tocando, clavándome los dedos todo lo profundo que puedo y haciendo rápidos círculos sobre mi clítoris erecto, pero cuando menciona mi culo me congelo. No tengo mucha experiencia anal y al volver a mirar esa polla palpitante, me inunda una sombra de duda.

—Víctor, yo…

Él se mueve y me coge del pelo, me chupa los dedos llenos de mis flujos, con sabor a mi coño, y me mira, con los ojos ardiendo.

—Me has metido un plug por el culo, me has puesto triplemente cachondo, tengo la polla congestionada por tu culpa… exijo tu culo en pago —se acerca, se coloca a dos centímetros de mi cara, me da un beso breve—. Te lo voy a destrozar. Es mío.

Me coge del cuello y me siento desfallecer, sintiendo cómo ha tomado el mando. Me coloco como me pide, después de pellizcarme los pezones. Escucho el clac del bote de lubricante abrirse. De pronto, sin previo aviso, su polla entra entera en mi coño y por la pura excitación me sobreviene un orgasmo rápido, breve e intenso. Y mientras lo hace, mientras Víctor me folla despacio y alevosamente, mientras se está follando a su madre, noto las gotas frías del lubricante en mi ano. Caen grumosas, suaves. Su dedo, mientras su polla dura e hipervenosa me penetra hasta el fondo sin perder el ritmo, penetra en mi esfínter con decisión. Noto cómo se abre, la sensación de urgencia de mi culo pero de pronto, mientras mi coño es machacado por su polla inclemente, la polla de mi hijo (siempre me deleito en ese pensamiento), otro dedo más entra y noto cómo se me dilata el culo con facilidad.

Siento la excitación de Víctor. El plug de su culo es como ponerle el “turbo”, y su polla sale de mi coño empapada en flujos arrastrándome hacia oleadas de orgasmos y se apontoca en la entrada de mi dilatado ano. Se enristra el aparato hinchado y venoso y entra decididamente sin pedir permiso. Me tira, me escuece, pincha, pero en dos movimientos, después de dejar que mi esfínter tiemble a su alrededor y se adapte, me empieza a sodomizar. “Sodomizada por mi hijo” pienso y el sentimiento es tan potente que me hace un nudo en el vientre. Su mano derecha me tira del pelo, me hace elevar la cabeza mientras me destroza el culo a su ritmo, buscando su placer, usando a su madre como depósito de su semen y su deseo de sexo, carne de mujer y sus más oscuras fantasías… y me corro. Mi culo se corre, más bien y tiembla y tiene espasmos alrededor de su rabo. Mientras tanto, él no pierde el ritmo, aguanta mucho más con el aro de acero pero llega un punto en que me agarra del cuello, hace que me incorpore, su mano se aferra a mi teta como una garra y lo dice entre dientes.

—Toma… mamá… todo el semen… de tu hijo… por el culo… aaaagggh… todo…

Se corre en cada palabra, me llena, me salpica, empuja su semen ardiendo dentro de mis intestinos mientras su excitación estalla y se pega más a mi cuerpo, unidos, su polla clavada en lo más profundo de mi culo a rebosar de esperma filial, chorreando por mi ano y cayendo al suelo. Es el único hombre en mi vida que me ha hecho eso, que me ha sodomizado y no ha podido gustarme más.

Nos vamos a la ducha tras descansar un poco. No puedo evitar tocarle incluso después de haberse corrido. Le suelto la anilla de acero y él suspira. Nos besamos despacio, sin prisa, lujuria y deseo nos rodean… En la ducha lavo a mi hombre. Le paso el agua y lo enjabono. Saco el plug, el gime mientras yo lo acaricio. Un poco de aceite en el ano para que no acuse su uso y la dilatación. Aprovecho y le meto un dedo entero y su polla vuelve a endurecerse.

—Hay que ver lo que te gusta esto —le digo mientras le beso el cuello mojado.

Él se limita a gemir y mi otra mano viaja hasta su polla, acariciándola despacio, está muy sensible y le cuesta empalmarse, pero unas caricias en los pezones, un dedo hábil acariciándole la próstata, dos dedos ahora, bien metidos en su culo, y mi mano de madre, amorosa y lujuriosa acariciando toda esa polla, los huevos, masturbándolo despacio, la polla bien llena de aceite, resbaladiza pero caliente, venosa como a mí me gusta.

—¿Te gusta follarte a mamá?

—Me encanta follarte, mamá… —me dice entre suspiros.

—Quieres más de esto…

—Quiero más de mucho —me dice llevando la mano atrás para atraer mi cabeza y hundir su lengua en mi boca.

Lo sigo masturbando, le prometo que haremos todo lo que él quiera y él me dice lo mismo, que siempre follaremos, que siempre estaremos para gozar de nuestros cuerpos únicos porque somos la misma sangre. Lo masturbo con fuerza y le digo que me cuente cómo se folló a la chica del otro día. Me lo cuenta. Me dice que ella le chupó la polla, despacio al principio y luego entera. Que le comió los huevos y que él se lo devolvió. Me cuenta que hicieron un 69 y que ella se corrió en su cara, cómo él la puso a cuatro patas y se la folló, con condón, y cómo se acabó corriendo en su cara, que ella limpió con la lengua y las manos.

Mis dedos, profundamente anclados en su ano empiezan a reclamarle un orgasmo más y mi mano le trasladó la exigencia a su preciosa polla y pronto su orgasmo lo sacudió entero y puse mi mano en su punta para recoger todo ese semen. Sin dejar de abrazarlo, se lo enseñé, todo blanco, delicioso, caliente, en mi mano, y luego, dándole la vuelta, sin dejar de mirarle, me lo bebí, lamí mi mano, bajé a limpiarle el sensible glande. Acabó él primero la ducha, saliéndose y yendo hasta el sofá, desnudo. Yo seguía cachonda. No sé cuántos orgasmos había tenido, pero desenrosqué la ducha y con la manguera aplicada en mi clítoris volvía correrme un par de veces antes de salir, borracha de hormonas hasta el salón. Me quedé dormida, recuerdo, en su regazo.

—Vamos a hacer muchas cosas, mamá —recuerdo que dijo mientras yo me dormía, poniendo la calefacción y tapándome con una manta mientras la tele hablaba de sus tonterías.

—Lo que desees —susurré mientras me dormía, oliéndolo.