Madre Consentidora (3)

Ultima parte de este apasionante relato. (Revisado)

Madre consentidora

III

Ni ese día, ni los siguientes volvieron a hablar de lo sucedido entre ellos aquella noche, un hielo cortante se había establecido entre ambos y hasta en los dos primeros días, Teresa acercó solo la mejilla y tomó distancia con su cuerpo cuando Beto la besó para irse al colegio. Al pasar la semana, la propia dinámica hogareña no les dejó mucho margen para la "no colaboración" entre madre e hijo, asi que la relación se normalizó un poco, pero la tirantés de parte de Teresa al contacto físico con su hijo era evidente.

Una tarde fría, en que compartían la estancia en el living, Teresa tejía serenamente, abstraída en su titánica lucha en lo profundo de su conciencia por erradicar los recurrentes recuerdos de la noche de sexo con su hijo y Beto en sus taréas escolares, la observaba sin perder ni un milimetro del cuerpo de su madre, imagiándola desnuda y más…, él pensaba en lo placentero que resultaba eyacular dentro de su culo.

El caliente jovencito intentó un nuevo asalto.

-¿Mamá…?

-¿Qué querés? -, contestó con desdén .

-¿Me dejás volver a dormir contigo ? Por favor…, dejame estuvo lindo… , me gustó

-¿Quéeeee…? –, respondió Tere con cara desencajada apresurando el tejido hasta dar puntadas nerviosas e incoherentes.

-Me gusta mucho hacerte eso…, en la cola… ¿A vos no te gusta que te lo haga?

-Estas loco !! Callate !!

-No, quiero hacerlo

-¿Beto podés callarte…? -, Teresa dejó caer el tejido al piso e inició una fuga por el living, al tiempo que Beto se incorporó de su silla y se le acercó, cortándole el paso. Ella, sin mirarlo se detuvo frente a la ventana, dándole la espalda.

-¿Si o no? -, apremió Beto.

-Estoy segura que si te dejara estarías todo el día dando y dando en mi trasero… ¿no? -, refunfuñó nerviosa, murmurando y rumiando las palabras sin apartar la vista de la ventana y del mundo que pasaba frente a ella.

-¿Y por qué no? -, le respondió Beto abrazándola y depositando temerariamente ambas manos en sus nalgas. Al comienzo por sobre la tela y al instante las deslizó por debajo de la falda, intentando colarlas por dentro de la bombacha.

-Te dije que estoy segura de "eso", pero es imposible… No !!

-¿Qué, no te gusta? Yo estoy seguro de que te gustó

-No, no me gusto

-No me mientas, mamá !! -, le increpó con firmesa su hijo mientras las manos habían traspasado el elástico y los dedos ya invadían las nalgas de la mujer.

-Esto es una locura…, claro que me gusta "eso" , pero…, bueno si, pero no…, no debemos…, no, no… Noooo !!

-Quiero culear, quiero meterla otra vez, echarte la leche adentro, está buenísimo !!

-¿Meterla…? Jajajajajaj… Ni lo sueñes…"Debut y despedida" cariñito, no puede ser

-Pero

-Te dije que no !! No debemos hacerlo más !! Nunca Más… !!

-Mamá lo necesito… ¿No entendés?

-El que no entiende sos vos…Nunca más, lo lamento

-Vos me dijiste que las mujeres también acababan…, se mojaban , y yo te vi acabar dos veces esa noche…te salió tanto que me mojaste toda la panza

Sentiste tan lindo como yo sentí…te gustó, yo lo sé

-Basta Beto !! -, con un rápido movimiento se libró de las manos que le acariciaban morbosamente el culo, éstas ya habían llegado temerariamente a su entrepierna, a los tirones se fue a sentar al sillón.

-Es que… -, replicó Beto siguiéndola.

-Basta !! Y no me toques nunca más el culo !! ¿Entendiste? !!

Me voy a volver loooocaaaa… !! -, sollozó.

-Pero

-Bastaaaaaaaa… !!

Teresa se puso de pie y esgrimió la mano para pegarle, pero se contuvo…, la mirada y el grito fueron brutales. El hambiente se tensó al máximo y ya no hubo más que decir, pero en el fondo, su hijo decía la verdad.

En ese momento la mujer se dejó caer furiosa en el sillón donde momentos antes estuviera para ocultar su culo de las activas manos de su hijo y se hechó a llorar. Luego de un instante de angustioso llanto y justo cuando Beto intentó disculparse, Tere emprendió una huída hacia su cuarto, cerrando con llave la puerta tras de sí, repitiendo :

-Disculpame hijo, disculpame por favor…Todo es mi culpa

A la mañana siguiente, luego de una noche insufrible de desvelo, Teresa comprendió que entre ella y su hijo todo había cambiado, él quería hacer sexo, meterle la verga, y ella, en callado deséo, quería lo mismo.

Con que cara lo iba a reprender, si Beto tenía sobradas pruebas de su goce esa noche

Ella había tenido dos fuertes y evidentes orgasmos, ella también, le enseñó lo de "culear" y ella permitió que ambos fueran muy lejos con el asunto… ¿y ahora qué…? ¿Intentaría volver atrás proponiéndole que solo lo masturbaría para aliviarlo? Estúpido. Si ella misma ardía de deséo, y por más que intentaba torcer en su mente las intenciones de su vástago, nunca podría negar que le encantó que le diera duro por el culo. Beto, que con su creciente enojo y rebeldía hacía que la vida fuera imposible para ambos, le confirmaba que tenía que ceder y darle al jovencito lo que quería, así había sido siempre, nunca se había negado a sus infantiles deséos y berrinches. ¿Por qué ahora? Beto aplicó todo el hielo que pudo generar desde su calentura, suena loco pero fue así y para dos personas que convivían juntas y se tenían la una a la otra, se hizo difícil.

Teresa lo único que hizo fue retrasar lo inevitable, y calladamente se fue preparando. Ante todo tenía que evitar el inesperado embarazo, sabía que no faltaría mucho para que en los revolcones Beto se la hincara en la concha…Teresa era muy conciente que desnuda y caliente se transformaba y se entregaría a lo que fuera, todavía era una mujer fértil y suponía ciertamente, por las lechadas espesas, que su hijo ya podría engendrar. Por ello empezó a tomar anticonceptivos.

Luego fue acercándose poco a poco a él, tratando de volver a ganárselo con mimos y cariñitos. Beto notó el cambio, pero sabiamente se hizo el difícil, hasta que ella cedió.

Una noche, cuando ambos miraban la televisión Teresa le habló y rompió el hielo :

-Beto, sé perfectamente por qué estás enojado conmigo, pero debes entender que lo que hicimos fue algo indebido, ¿lo entendés?, tener sexo entre familiares, o peor aún, entre madre e hijo, como tú y yo, es algo antisocial, prohibido, algo que va contra la moral y la ética, ¿comprendés? No, no creo que puedas entenderlo…, lo único que sentís es el irrefrenable deséo, ese deséo profundo, animal que te hace vencer barreras y tabúes… Pero eso no disculpa nuestros actos hijo mio, sabés que yo nunca te he negado nada, siempre nos hemos llevado bien y te quiero mucho... no sabés cuánto…, eres mi único tesoro… Además convivimos juntos y solos

Beto escuchaba el sermón con atención, pero sin dejar de acariciar las piernas de su madre, lo lejos que llegara con las caricias le darían la pauta de que tanto su madre hablaba en serio.

Teresa continuó con aplomo en la voz y decidida, cuando la mano franqueó la bata de noche y se adentró por la cara interna de su muslo llegándo hasta su íntima prenda. Dio un respingo cuando sintió el suave tacto en el monte de Venus.

-…Por eso te voy a dar lo que querés, haremos sexo, no se como va a terminar esto, pero quiero que entiendas muy bien que lo hago porque te quiero mucho, vamos ya… , metela si lo deseás…meté la mano por debajo de la bombacha…tocame bien… -, le dijo abriendo las piernas mientras lo miraba cariñosa, sonrojándose sin querer al descubrir la mirada de sorpresa y de lujuria de su vástago, pero al estar sentados frente a frente se le hacía incómodo abordar la bombacha. Teresa lo besó tiernamente en la mejilla y se atrevió también a un dulce beso en la boca. Con una amplia sonrisa lo tomó por los hombros y se acomodaron en el sillón, siguieron con la vista fija en el televisor, viendo sin ver, Teresa callada y nerviosa, Beto ansioso ya se había acurrucado al cuerpo de la mujer, y como sin querer queriendo una de sus manos volvió por entre las piernas de su madre.

-¿Me vas a dar todo lo que quiero? -, preguntó Beto.

-Si

-¿Desnuda en la cama?

-Desnuda, donde quieras

-¿Y vos?

-¿Y yo que? -, contestá Tere.

-¿Vos querés o solo lo vas a hacer por mi?

-Shhhhhhhhhh…, vos ya lo sabés…, no preguntes…, no seas tonto… -, por respuesta Beto recibió la suave mano de su madre buscándole la verga dentro del joggin, para acto seguido estrechar su abrazo, hasta hacer que el rostro del jovencito quedara pegado a sus tetas, más bien a su teta izquierda. Así estuvieron cosa de momentos, quietos ambos, nerviosos los dos, hasta que los dedos de la juvenil mano empezaron a subir los carnosos muslos blancos, la prenda siguió descubriendo más cosas a los abiertos ojos del mocoso, quien sentía como su miembro se ponía bien erecto, en la mano de Tere. Su madre, incapaz de contenerse, maniobró hasta colocar su mano dentro del slip, aferrandose en aquella carne prohibida, la mujer sofocada sentía temblar todo su cuerpo, cerró los ojos con fuerza, como si con ello alejara de su pensamiento aquellas sensaciones que poco a poco iban apoderándose de ella, como si con aquel gesto eliminará de su mente aquella jovén mano que llegaba impunemente a meterse por su bombacha.

Desde su posición Beto miraba extasiado el bajo vientre de su madre, ya que la bata se abrió de par en par, observó la comba del monte de venus bajo la blanca bombacha de algodón, los muslos inmaculados y carnosos que se abrían a su antojo, sentía la respiración agitada de su progenitora, pero sobre todo sentía pegada a su cara la tibia carne, la suave calidéz de las tetas de Teresa.

Por su parte la madre, que sentía arder su cuerpo, a la vez que se percataba de los intentos de su hijo por explorar su sexo, exhaló un profundo suspiro, en señal de aceptada rendición, y sus piernas se aflojaron lentamente, abriéndose a pleno a la inquieta mano que insistentemente trataba de llegar al sexo; cuando lo hizo, inmediatamente Beto pudo recorrer la protuberancia que abultaba la bombacha de su madre, sintió la mullida carne de la concha, pero sobre todo los rebordes del felpudo piloso de su progenitora. Cuando el jovencito perfiló sus dedos a la vulva húmeda la mujer suplicó:

-Betito, suavecito, por favor

-Quiero ver ahí, quiero tocarte, se siente tan lindo...

Oir aquello derrumbó las últimas barreras de la mujer, se sentía caliente, excitada, sumamente cachonda, como nunca lo había estado, recordaría después.Por ello separó el trasero momentáneamente del sillón, alzando su cuerpo con delicadeza para con ambas manos despojarse de su prenda íntima, la que fue bajando hasta quedar hecha un grotesco rollo bajo sus rodillas; de esa forma pudo abrir completamente los muslos y recargándose sobre el respaldo del sofá orilló su cuerpo como para que Beto pudiera explorar a sus anchas sus más secretas intimidades

Así colocada se dispuso a ser juguete erótico de su nene que con los ojos abiertos miraba el ansiado sexo materno, la prolija y recortada mata de pelos cortitos cubriendo la raja; y más allá entre las nalgas, donde se perdían pelos más largos.

Esa carne parecía más oscura que el resto, y entre esa pelambre de vellos largos, apenas vislumbrando, el anillo anal que tanto placer le había dado anteriormente. Volviendo la vista al frente, la secreta boca por la que años atrás él hubo de haber salido, se ofrecía abierta como una flor y brillosa por sus jugos derramados.

De inmediato la mano derecha del precoz jovencito fue a meterse entre aquellas carnes hasta alcanzar la húmeda y caliente raja, aunque tal vez por falta de práctica arrancó un inesperada queja.

–Aaay !! Betito, despacio nenito, me lastimas… , despacito mi calentón… -, él se refrenó un poco, sintiendo cómo sus dedos se empapaban de aquella viscosa carne, la sintió caliente, grande, gorda y de penetrante olor; parecía que le faltaba mano, que necesitaría más dedos para abarcar todo aquello; en tanto que la sofocada mujer emitía apagados gemidos, como si Teresa disfrutará de aquello, eso le dio la inesperada idea.

-¿Me dejas besar tus tetas…?

La respuesta de la mujer llegó enseguida, sus temblorosas manos deshicieron el cordel y terminaron de abrir la bata, descubriendo las rotundas tetotas aprisionadas por el insuficiente sostén, hecho esto, Teresa volvió a cerrar los ojos y a gemir, a sollozar murmurando bajito.

-Betito, por favor, excitame bien… -, en tanto que Beto, que tenía ya metidos todos los dedos dentro de la ardiente caverna materna y con su boca pegada a la teta izquierda, por sobre el sostén.

-¿Te hago daño?, ¿te duele ?

-Ayyyyy Betito, lo haces muy bien, siempre, siempre tenés que calentarme bien antes de culear…, quiero que me cojas de vuelta por la cola

Ayyyy, por todos los Santos !! Estoy reloca

-¿Vas a enseñarme más…?

-Claro que si…!! Callate, no hables por favor… !! Seguí, seguí

-¿Lo hago bien?

-Siiiiiiiiii…Si, si, si, si, siiiii…, hacéme lo que quieras…-, murmuró.

Teresa, abandonó su cabeza sobre el respaldo del sillón, cerró de nuevo sus ojos y volteó el rostro como para ver lo que hacía su hijo; esa actitud dejó el campo libre para el calenturiento jovencito, que ya removía los dedos, dentro del sexo materno, descubriendo cada parte, cada recoveco de la vagina de Teresa, Beto aprendió de inmediato, había dado con la secreta abertura de la vagina, ahí donde sus dedos parecían ser succionados por una ardiente fuerza interior, ahí sus dedos eran tragados por completo; pero arriba, donde apenas iniciaba la concha y los vellos eran más ralos, ahí había otra cosa, la pequeña carnosidad, algo duro, muy sensible, pues al pasar por ese lugar sus dedos Teresa casi brincaba sobre el sofá, a la vez que gemia entrecortadamente.

No supo cuantas veces recorrió la raja abierta de su madre, pero si se percató de la abundante humedad que le pegoteaba los dedos, y de los apagados gemidos de su madre; hizo algo más, en tanto seguía con su caliente pasatiempo, con su mano restante fue bajando el corpiño, liberándo un seno de Teresa, su teta izquierda y ahí se pegó el mocoso con boca succionante, el efecto fue inmediato.

-Aayyy, chiquito !! , ¿ qué hacés… ?, No parés, hijo de mi vida que me vengo !! Me vengo… Acaaaaaaboooooo !! -, entonces todo el cuerpo de la mujer brincó sobre el sofá, una y otra vez, - Ya..., ya..., me viene hijito de mi alma..., me sacas..., me sacas la vida, me voy..., acaaaaaboooooo, siiiiiii..., al cielo..., seguí papito lindo..., seguí matando a tu mamita puta, vamos Beto chupa más fuerte..., mueve tus lindos dedos en la conchita que..., ay madre, por todos los Sannnnnnn… tooooooooos… Aaaacaaaaboooooo…!!

El jovencito apenas era capaz de mantenerse pegado al cuerpo de su madre, la teta brincaba en su boca, Teresa, toda ella, brincaba sobre el sofá, gimiendo, gritando, aprisionando entre los muslos la mano del hijo que le estaba sacando un orgasmo fabuloso, uno o varios, no lo supo, pero los estremecimientos, las pulsaciones de su vagina al venirse fueron intensas, intermitentes, deliciosas, hasta que poco después la respiración de la madura mujer fue apaciguándose, relajándose.

Beto se quedó quieto, pensando qué lo que le había ocurrido a su madre, era que había acabado, como cuando él eyaculaba leche.

Todavía con el pezón erecto de su madre dentro de la boca, ella fue aflojando el cuerpo dejando libre la mano del crío, que al sacarla se fascinó por qué la tenía empapada de líquido viscoso y sumamente oloroso, a la vez que sentía dentro de su pantalón la dolorosa erección de su verga, esperó algunos minutos, mientras le lamía los pezones con suavidad, antes de pedirle lo que deseaba.

A sabiendas del efecto que causaría se bajó presto los pantalones y su slip, y en instantes blandió su verga ante sus ojos.

-Mami, tengo ganas de largar leche, y la quiero meter…, quiero meterlo ahí adentro, en tu cosa, tengo muchas ganas de acabar…Enseñame todo, como en las revistas… Quiero culear como en las revistas !!

Al escuchar la incestuosa petición la mujer sintió renacer sus ganas, de nuevo sintió al aguijón picante y caliente del deséo, lo tomó por la verga, tironeó y lo acercó a su regaso, una ves entre sus piernas lo beso suavecito en la boca y Beto respondió a los besos. Sin dejar de pajearlo, Teresa se liberó de todas sus ataduras sociales y le enseñó en el acto el morboso jueguito de los besos de lengua.

-Me preguntaste si te voy a enseñar… -, y su respuesta la sorprendió, o más aún a su hijo, o bien a ambos, - por supuesto…claro que te voy a enseñar. Vamos vení, conmigo… Vamos a mi cama. -, dijo ella al momento de levantarse del sillón y caminar unos pasos vacilante, sosteniendo con una mano la bombacha subida a medias por sus piernas, cosa muy incómoda, que la llevó a realizar algo impensado meses atrás.

Levantó la bata hasta la cintura y con felino movimiento se agachó para sacarce la prenda completamente, exponiendo su carnoso culo a la libre contemplación de Beto, que al momento se pegó al lujurioso trasero acomodando la verga entre los labios vaginales de su madre.

-Epa chiquito…!! No te apures… , vamos a la cama…en la cama me la metés… -, le dijo Tere con un gesto provocador del rostro y meneándole el culo atormentando su verga un instante. Ella lo sintió seguirla tocándole la babosa concha todo el camino.

Cuando la mujer llegó hasta la cama y empezó a quitarse la bata y descubrió a su hijo parado junto a la puerta, como esperando, con aquella ostentosa erección entre su mano masturbándose con suavidad, disfrutando al verla quitarse el corpiño. Entonces ella con dulzura lo aleccionó :

-¿No vayas a largar leche eh?, guardala para cuando me la metas

Ella, que sentía arder de nuevo todo su cuerpo, coqueta le siguió el juego sin dejar de verlo, se fue despojando poco a poco del brassiere, y fijando su vista en la de él, vió el creciente deseo del adolescente.

Ya sin ropa, de pie junto a la cama se expuso ante su hijo, con las pendulantes tetas de rosadas aureolas, que casí cubrían la mitad de cada una de sus senos, la comba del vientre, la pelambrera que le cubría el sexo, y las redondas y bien formadas piernas llenaron la mente y los ojos del jovencito; y más cuando lentamente

Teresa giró su cuerpo para mostrale su trasero, ese par de suculentas nalgas, redondas, llenas; luego volvió a estar frente de él, como esperando… Inmutable tomó asiento en la orilla de la cama.

Las miradas fijas de ambos se comunicaban el mismo irrefrenable deseo, el insano y caliente deséo, aunque tal vez la mujer rememoraba otros eventos sexuales con su difunto esposo, naturalmente, la primera noche de bodas, la realidad es que se sentía deseada mirando aquel infantil cuerpo con aquel voluminoso tronco en la entrepierna; en tanto que para el jovencito el incestuoso agijón carnal había transformado a su amorosa madre en una hembra en quien podía satisfacer sus nacientes e impulsivos deseos carnales.

Los instantes se alargaron, se hicieron más intensos hasta que Beto con paso vacilante fue acercándose a la madre, pero se detuvo al escuchar la leve voz.

- Apaga la luz por favor -, eso hizo el adolescente en ciernes, en tanto que la madura encendía las dos lámparas de los buroes de su cama; la atmósfera se hizo más sensual, lo miró caminar y detenerse de pie frente a ella, lo miró despojarse de su ropa, primero la remera y luego el pantalón, que para poder quitarse tuvo que forcejear con las zapatillas; toda esa operación sin que los dos despegaran los ojos entre si, por fin fue bajando el calzoncillo de algodón y cuando el muchacho sostenía en su mano la prenda la mirada ansiosa de la madre había cambiado: de la expectante mirada llena de sensualidad al asombro al descubrir la enorme erección de su hijo, que ahora estaba parado frente a ella, luciendo el parado miembro frente a sus ojos, a escasos centímetros.

Teresa temblando toda, miraba lo que tenía frente de sí, asombrada miraba como el pene de su hijo en máxima erección casi oscilaba frente a su cara, sentía además el suave aroma a macho y la cristalina humedad que escapaba ya por el meato, signo inequívoco de la casi irrefrenable excitación de Beto.

Como autómata la madre llevó su mano derecha hasta agarrar aquello que la atraía y esta vez se escucho con claridad su admiración.

-Qué grande, qué hermosa es… -, con delicadeza sus dedos rodearon el tronco de la verga, Beto tembló, y más cuando Teresa recorría sus dedos hechos anillo sobre la longitud del miembro, apretando ligeramente, presionando, yendo arriba, casi hasta el glande cubierto de piel; yendo hasta abajo, donde el tronco se unía con la carne del bajo vientre de su hijo, repitió la operación de nuevo, pero ahora hasta la cabeza, donde sus dedos desplegaron la suave piel que cubría el mojado glande, lo descubrió suavemente, disfrutando del excitante aroma, del amoratado color y el olor a macho.

Beto sólo miraba desde arriba cómo sin querer la cabeza de su madre se inclinaba hasta casi tocar con su cara el miembro, pero no alcanzaba a ver el rostro que con la boca abierta trataba de reprimir los deseos de llenar de besos la verga erecta, o de llenar su boca con esa dura carne, o ambas cosas.

Esas eran las intensiones que la mujer trataba de reprimir, deseaba besar la verga de su hijo, meterla en su boca y mamar, disfrutar del sabor y olor de un miembro, hasta que temblando su cabeza se pegó en el vientre de Beto y como de pasada Teresa besó el tronco heniesto de su hijo, quien sólo sintió y oyó gemir a su madre.

El jovencito no hizo nada, no lo entendía, sólo disfrutaba sin comprender como desde lo más hondo de su ser nacía un desconocido sentimiento por su madre, se quedó tieso como su pene; sus manos acariciaron el pelo de su madre, como consolándola, como tratando de compartir lo que la mujer sentía en esos momentos, en tanto que Teresa sintiendo el amoroso gesto, sin soltar el erecto palo, trató de reprimir su llanto y resignándose a su papel de puta del hijo alzó la vista

-Te quiero Beto, quiero ser toda tuya !!

De lo que siguió ambos recuerdan poco: Teresa dijo que se levantó de la cama para besar a Beto a boca abierta en sus pequeños labios; Beto recordó que ella se prendió de su verga y la chupó como poseida, la madre confesó que se tiró en la cama, con las piernas abiertas, llamándolo -Betito, vení mi amor, montame…!! -, él la defendió diciendo que cuando estaban de pie besándose, fue él el que le metió un dedo entre las carnosas nalgas hasta acariciarle el ano y penetrarlo. Eso, fue luego que ambos cayeron en la cama entrelazados; la madre consentidora insistió en que fue ella quien le pidió que se la metiera en el culo, en fin así fue, o casí, así me lo contaron ellos; primero lo dijo Beto, o Tere, o ambos

Sólo trato de reconstruir la historia, Alberto era, y es mi amigo

Lo seguro fue que cuando ella estaba sobre la cama, todavía sin hacer, o sea todavía con el cubrecama, Teresa estaba de espaldas, Beto entre sus piernas, ella aferrada al miembro, como jalándolo para que la clavara, como urgiéndolo para que la poseyera; él de rodillas entre los blancos muslos de la mujer, que sostenía en su mano derecha el garrote que la volvería a hacer mujer, luego el calenturiento cayó sobre su madre, que soltó la verga para abrazar el cuerpo de su hijo, sintió la estocada, imperiosa, casi violenta, pero el pene no entró, sólo resbaló por la raja carnosa de la vulva de Teresa.

-Betito, espera papito, me lastimas, hummm, espera, dejame a mi...

Y así fue, la amorosa mano se metió entre los cuerpos para dirigir el erecto garrote al sitió correcto, Beto sintió la maravillosa sensación de penetrar esa caliente caverna, lentamente, toda, completa, con la exacta perfección de una funda que apretara su verga de forma justa y cerrada; así se quedaron, pegados. La mujer sintiendo la masculinidad de su hijo completamente dentro de su vagina, Beto recreándose de la deliciosa sensación de poseer a su progenitora, él con su cara pegada a las buenas tetas suaves de su madre, ella agarrada con ambas manos a las nalgas diminutas de su hijo, como urgiéndolo a que la penetrara más.

Luego él se movió un poco, ligeramente, sólo un instante, sacando parte del miembro de la cueva ardiente de su madre, quien sólo gemía quedamente. Luego Beto se metió dentro, sacó su verga y volvió a meterla, tal vez con torpeza, pero con fuerza, con urgencia; fueron sólo tres arremetidas, el chico no pudo más, a su pesar sentía que su palo se vaciaba, se le salía la leche, ella sintió el miembro palpitar dentro de su vagina, luego los chorros intermitentes y exhaló un profundo suspiro.

-Beto, ay Betito, estas acabando, lo siento… Ayyyy papito lindo me estás dando leche, Huuuuuuyyyy !! Hijito dame leche, la quiero toda, toda, toda, sigue, sigue...

Pero Beto ya no podía, desfalleciente sobre su madre dejó que su verga terminara de palpitar, sintiendo sobre su cara el caliente aliento de Teresa al gemir y los involuntarios movimientos de la vagina, que lo apretaba, que lo succionaba, que trataba de sacarle más semen.

Tal vez fueron minutos o segundos, pero cuando la mujer abrió sus párpados con ojos amorosos vió a su hijo mamarle las tetas, primero una, luego la otra, las dos con los pezones duros, erectos, como de piedra, volvió a gemir quedamente acariciando el pelo de Beto con su mano, alentándolo y sintiendo como dentro de ella el miembro todavía conservaba su fuerza, todavía estaba metido totalmente dentro del pasadizo viscoso de su raja jugosa, entonces se abandonó a la cogida, abriendo más sus piernas, formando ahora un compás, semiflexionadas, facilitando las arremetidas, sollozando

-Así Betito, culeáme, dame toda tu linda verga, lléname toda, la quiero toda, más, más, dame más, más verga, toda tu verga hijito de mi vida…dame fuerte… -, los intermitentes gemidos estertóreos de Teresa se mezclaban con el incesante chapalear del miembro al entrar y salir de la vagina abierta y anegada de jugos y semen, y cuando por fin su hijo volvió a sentir que estallaba su miembro, los gemidos de su madre se hicieron gritos

-Ay, ay Betito, me..., me..., me vengoooo, me vengo papito de mi vida, me sacas el..., me la das, uuuuuuuhhhhhhh…, me llevas al cielo hijito, más, quierooooooo lech…eeee, to…da… tu lech…eeeeeeee… -, entonces Beto acabó como un potro, eyaculó chorros, sincronizando sus lechadas con los vivaces gritos de su madre, orgasmo perfecto, simultáneo y perfecto…Cuando las palpitaciones de miembro y concha se espaciaban, aún se la escuchaba a Teresa balbucear en estertores

-Má…aaaassss, todaaaaa, tooooooda, tod… , todoooo tuuu sem…eeeeen, dámmmm…eeeeeloooo ttttt… odo

Luego ambos quedaron desfallecidos, ahítos de placer, semi dormidos, todavía entrelazados, todavía pegados los cuerpos, uno dentro del otro, verga flácida dentro de esa carne aguada y llena de semen.

Sería de madrugada cuando Teresa fue sacada del pesado sueño, estaba boca abajo sobre la cama, desnuda, mostrando a la penumbra del cuarto sus carnosas y suaves nalgas. Beto estaba sobre ella, sigiloso y ardiente, se montó sobre su espalda. Teresa se sobresaltó solo una milésima de segundo, luego recordó y gozó… , y lo gozó más todavía, cuando escuchó las palabras de su hijo susurrándole al oido:

-Quiero cojer mamá… , ¿ puedo ? -, el apagado -Siiiiii… por donde quieras…Dale !! -, le salió a Teresa desde lo más profundo de su ser. Sintió la dura poronga de su hijo resbalar entre sus nalgas; aflojó el cuerpo, la verga llegó a la raja de la vagina, pero se metió y salió, volvió a intentar y sólo resbaló entre los gordos labios de la concha, para ir más arriba, comprendió Teresa entonces que su hijo quería su cola, quería meterle el miembro en el culo.

Suspiró, tal vez por la torpeza de Beto al no acertar en el sitio correcto, pero esa torpeza también la excitaba, entonces lo ayudó pasando su mano bajo su cuerpo, hasta alcanzar el inició de sus nalgas, agarró entre sus dedos la cabeza de la verga y la colocó sobre su ano, duro, cerrado.

-Cariñito todavía no… mojame el culo… ¿Recordás lo que te dije?

Hay que lubricar primero

-La leche en tu "cosa" esta seca… -, murmuró Beto.

-Escúpe un poco justo en el agujero…inúndalo de saliva…untalo bien con un dedo… adentro… asiiiiii siii…, y no es "cosa" es "concha", llámala como corresponde… -, el chico entendió, y realizó lo que se le pidió, luego volvió a encaramarse a su espalda.

-Despacio Beto, sin lastimarme, que esto me gusta mucho, mucho, pero anda con suavidad… , despacito hijito lindo, sólo aprieta, me abriré sola, solita mi cola te comerá… Cómo me gusta por el culo… !!

Y así fue, el muchachito sintió sobre su glande la dolorosa sensación del culo al abrirse, sintió el anillo de carne ciñéndose sobre su miembro; la mujer gemía dolorosamente, sintiendo como su intestino se llenaba de dura carne, poco a poco, con lentitud eterna, hasta que quedó toda dentro. Beto estaba ya sobre su madre refregando con su vientre las carnosas nalgas maternas, luego se movió, adentro y afuera, ella también, pero a los lados, despacio; luego ambos, cuando el ano dio de sí, y el miembro entraba y salía, no todo, pero casi, en una danza a contrapunto, Teresa sintió la deliciosa placidez de la cogida anal.

El jovencito llenándose de placer anticipado en su mente, sin querer empezó a verter ríos de semen dentro de su madre, quien sólo gemía, sollozaba quedamente, hasta que el orgasmo concluyó y ella pudo protestar apenas.

-Espera Beto, tonto !! Me dejaste a medio camino… Si sos apurado, quítate por favor, suéltame por lo que más quieras. Desencúlame hijito…Quería acabar y me cortaste…,debés esperar que acabe yo primero… tenés que aprender !! Anoche te portaste mejor

Beto lanzó una sutil carcajada en el oido de su madre y con la fuerza de sus doce años le hizo sentir el rigor de su verga clavada en el acogedor ano, bombeándola suavemente y con renovada destreza.

-Mami, acaba cuando quieras… , no pienso volver a acabar hasta que vos lo hallas hecho muchas veces… Acaba mamita…No voy a irme jamas de adentro de tu culo…Lo hice para lubricarlo mejor, como vos me enseñaste

-Betito !! , mi vida…sigue, sigue… Me está viniendo…, me vieneeeeee

Cómo te quiero mi amoooorrrrr…!!

Cuando la entrada mañana los sorprendió ambos estaban todavía sobre la cama, abrazados, él con su cara sobre las caderas de Teresa, ella acariciandole el rostro infantil. Es que en la tórrida madrugada Tere le había enseñado a "limpiarle" la vajina y el ano con su boca y los últimos desvastadores orgasmos antes de rendirse al descanso, habían sido por las lamidas y chupadas de Beto. De tanto en tanto Teresa rozaba con su rodilla la dormida "daga" de su hijo, para serciorarse y estar atenta cuando ésta despertara y se irguiera, reclamando su funda. Lo atrajo a su pecho, entre sus tetas y Beto se acomodó complaciente para luego darle unos amorosos besos henchido de placer y de orgullo por haberla poseido, mimoso dormitaba apacible magreádole las tetas. A su vez, su madre dejaba que sus lágrimas resbalaran por su rostro y no terminaba de comprender lo que había pasado, se había convertido en la puta de su hijo, y le gustaba enormemente

Reflexionó sobre el inmenso placer que había sentido, ese placer que la subyugó por partida doble, por ella y por su hijo, era increíble !! Desde un poco más de las diez de la noche anterior hasta esa hora a mediamañana, Beto la había agasajado con cinco lechadas y ella misma había doblado olgadamente ese número de climax.

Jamás en su vida gozó tanto y tan intensamente y durante el raconto mental su mano inconcientemente buscó el cetro del placer, con marcada fascinación lo acariciaba con las llemas de sus dedos obsevándolo.

Para Beto su jóven edad le permitía tener erecciones vespertinas, aún después de haberse prodigado tanto, entonces el suave y delicado roce, se transformó en una plena masturbación para vigorizar aquel miembro que la hacía delirar de lujuria. Esta vez al requerimiento de la madre, el hijo una vez más, se acomodó entre sus piernas.

-Betito…amor , dame, metémela, vení a culear… , vamos… , vamos, cojeme fuerte…culeáme un ratito largo hijito… -, el ahora somnoliento pero aplomado amante, se hubicó y refregó su verga por la raja húmeda y dispuesta para hacer centro…, tres refregadas y adentro.

Se enterró bien en ella y Teresa sin dudar lo encerró con sus piernas por la cintura, clavándole los talones en su culito, para placer infinito de ambos. Después de todo era una madre consentidora