Mada, mi diosa
Primera historia de Mada y yo, donde os hago partícipes de un polvazo que echamos con tintes de dominación light
El tren llegaba con retraso, como siempre, no demasiado retraso pero el suficiente para que se me antojara eterno. Llevaba más de veinte minutos esperando cuando la megafonía de la estación anunció la llegada del tren, ¡¡por fin!!; En breves minutos vería a mi chica...
Mada, mi novia, venía este fin de semana después de tres semanas sin poder hacerlo por culpa del trabajo... Pero, os pongo en antecedentes: Mada y yo (me llamo Dani) llevamos saliendo poco tiempo, concretamente cuatro meses, pero nos conocemos desde hace muchos años, somos amigos desde nuestra adolescencia y teníamos una buena relación de amistad, hasta que las circunstancias de la vida separaron nuestros caminos. Durante unos años no hemos sabido nada el uno del otro, tiempo que ambos hemos aprovechado, hemos hecho nuestra vida, e incluso ambos hemos mantenido sendas relaciones estables que luego no prosperaron. Y las mismas circunstancias de la vida que se empeñaron en separarnos, luego confabularon para volver a juntarnos, de la manera más simple: nos encontramos por casualidad en un centro comercial, tras los saludos y la sorpresa inicial llegaron los cumplidos: “que guapa estás”, “te veo fenomenal”, etc. y después de los cumplidos la promesa de vernos esa noche para echar una copa, noche, en la que no ocurrió nada, pero si que abrió la puerta a futuras citas y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos saliendo, el problema: que vivimos en ciudades diferentes y tenemos que conformarnos con vernos de fin de semana en fin de semana, y no siempre consecutivos, como es el caso. ¿Cómo se lleva la relación a distancia?, pues mal, sobre todo estando tan al principio de la relación, pero también tiene sus ventajas como es que durante todos los días que estamos separados no hacemos si no soñar con el cuerpo del otro, con su olor, con su tacto, con sus besos, y así pasa que cuando estamos juntos desatamos una pasión difícil de controlar, que nos ha llevado a vivir en el poco tiempo en que estamos juntos situaciones de lo más morboso. Estos acontecimientos son los que os voy a intentar contar en estos relatos, iré escribiendo algunas de las situaciones que ya hemos vivido, aunque algunas todavía sean fantasías que compartimos y aún no hemos llevado a cabo, ambas se mezclarán, y en vuestra imaginación estará el saber cuales son ciertas y cuales son proyectos... Que las disfrutéis.
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La veo bajar los tres escalones del vagón mientras me busca con la mirada, yo que me encuentro en la mitad del andén, le saludo y voy hacia ella. La veo nerviosa, como cada día que voy a recogerla a la estación.
-¿cómo estás?,- me pregunta, y sin tiempo nada más que para responder un breve “ahora, muy bien”, le paso una mano por la cintura, le atraigo hacia mi, y le doy un profundo beso, nuestros labios se abren y nuestra lenguas se encuentran, los dos teníamos hambre de ese beso. El resto de pasajeros que se han apeado del tren pasan a nuestro lado y sonríen, y algunos más descarados se quedan mirando, cuando Mada se da cuenta se retira y me dice -¡para, aún me sigue dando vergüenza cada vez que hacemos esto!- lo sé, y por eso me gusta hacerlo cada vez que viene, y sé que a ella, aunque lo niegue, también le gusta que nos besemos y metamos mano en medio de toda esa gente...
-¿Qué tal el viaje?- le pregunto mientras recojo la maleta, -vamos, tengo el coche ahí cerca.
-Vale, pero dejamos la maleta y nos tomamos un café en una terracita, tengo ganas de echarme un cigarro-
Mientras avanza un par de pasos por delante de mi la observo descaradamente, me encanta su cuerpo: Mada tiene 30 años, es morena con el pelo liso, mide 1,67 con un cuerpo lleno de curvas para perderse en ellas: un culo respingón que me tiene loco y un pecho generoso: talla 105 y copa C. Aprovecho para presentarme también yo: tengo 33 años, mido 1,65 soy moreno, y tengo unas piernas y una espalda muy musculadas, que sin llegar a ser las de un atleta, me dan cierto aire de “deportista”.
Pedimos los cafés al camarero y mientras esperamos que nos sirvan iniciamos una conversación para ponernos al día sobre lo que pasa en nuestra vidas, realmente es contarnos lo que nos contamos todas las noches por teléfono, pero mirándonos a los ojos...
-¿Sabes una cosa?- la interrumpo en mitad de una frase sobre no sé qué del vestido de boda de su amiga, -tengo muchas ganas de ti.
-Lo sé, y yo también, peque.
-No, no lo sabes. Llevo muchos días esperando con tenerte delante, con besarte, tocarte, olerte... mi imaginación ha volado cada vez que pensaba en ti, se me han ocurrido mil maneras de hacerte el amor- dejo unos segundos antes de continuar, quiero disfrutar de su reacción, sus pupilas se iluminan, sus labios me dibujan media sonrisa, y sus mofletes se colorean de un tono escarlata de lo más picantón, -quiero follarte Mada, y después de muchas noches echándote de menos ya sé como lo voy a hacer.
-¿Cómo, que “como lo vas a hacer”?, a ¿qué te refieres?
Ahora soy yo el que sonrío y disfruto con su desconcierto.
-Mira Mada, el tiempo que estamos “perdiendo” en esta cafetería, es una tortura para mi y mi deseo, pero no va a ser nada comparado con la tortura que te espera...
-¿Qué tortura?- me pregunta, más curiosa que indignada.
-En cuanto entremos en mi casa, vas a ser mía: te voy a desnudar, te voy a atar, y voy a disfrutar de tu cuerpo, porque durante un tiempo va a ser de mi propiedad, tú no tendrás ningún control sobre él, si quiero que disfrutes, lo harás; Si quiero hacerte esperar, esperarás; Si quiero azotarte el culo, lo sufrirás; Pero en ningún momento controlarás que voy a hacer en cada ocasión- la miro fijamente, no me dice nada, ha desaparecido la sonrisa de su cara, pero no el brillo de sus ojos, al contrario, se ha acentuado, -claro que puedes negarte a jugar, basta con que me lo digas antes, ahora mismo por ejemplo: dime “Dani, no quiero que hagamos el amor así, no me apetece” y yo me olvidaré del tema. Tú decides.
-Me... me apetece mucho, quiero sentir todo lo que me acabas de dibujar con tus palabras- mientras acababa la frase levanté el brazo para llamar al camarero y pagarle.
Durante el trayecto en coche, no volvimos a sacar ningún tema con connotación sexual, no hacía falta, la tensión y el deseo ya estaban en el ambiente. En cuanto llegamos a casa dejé la maleta en el recibidor, la tomé de la mano y la llevé a la habitación.
Mis brazos la rodearon, mientras el brazo derecho bajaba hacia su culo y lo empujaba contra mi cadera, mi brazo derecho ascendía por su espalda hasta aferrarse a la nuca y sujetarla con firmeza mientras mi lengua exploraba toda su boca. Mada respondía a mis besos, a mis caricias, a mi olor, estaba más excitada que yo. Pero cuando empecé a meter mi mano por dentro de su pantalón, se separó y me dijo:
-Espera, Dani, tengo que asearme un poco, llevo un viaje de tren de más de tres horas, déjame unos minutos para que me lave.
Mi respuesta fue muy distinta a la que ella esperaba: la giré con un movimiento brusco y de un empujón la aprisioné contra la pared, metí una rodilla entre sus piernas, mientras que mi mano izquierda buscaba y le apretaba su pecho izquierdo, la otra mano cogía su brazo derecho y se lo elevaba por encima de su cabeza, entonces acerqué mi boca muy lentamente hasta su nuca, despacio le eché el aliento y a continuación se la mordí, pude sentir su estremecimiento mezcla de la sorpresa, la excitación y no sé si algo de miedo...
-No sé si recuerdas que acordamos que ibas a ser mía, así que sólo harás lo que yo te diga.
-Lo sé peque, pero es que necesito lavarme un poc...- la interrumpí con mi lengua recorriendo su oreja, en ese momento lo único que podía emitir por su boca eran gemidos, mientras mi mano izquierda abandonó su teta, aferró su brazo y lo subió junto al otro.
Con una mano me apañé para sujetarle ambas muñecas, mientras que un pie me las arreglé para separar un poco sus piernas, y con la mano que tenía libre empecé a jugar con su entrepierna, solamente le apretaba por encima del pantalón, pero al sentir la presión ella misma inició un movimiento adelante y atrás buscando el roce de mis manos. Al verla así entregada ya, no a mi “buen hacer” sino a su propia lujuria, entendí que era hora de pasar a la siguiente fase:
La solté y me separé de forma brusca, se giró y se abalanzó sobre mí con los brazos abiertos para besarme. Estaba preparado para ese momento: le aparté los brazos de forma casi maleducada, me miró extrañada y antes de que tuviera tiempo para preguntar, le dije:
-¿Aún no has entendido?, soy yo quien manda aquí, no te corresponde a ti hacer nada que no te mande yo- guardé silencio unos instantes, los suspiros que escapaban de su boca entreabierta me dijeron que estaba conforme –desnúdate- le ordené mientras me separaba un paso más para poder observarla.
Ambos conocíamos nuestros cuerpos, ya no hay ningún pliegue de nuestra piel que guarde secretos para el otro, pero ante la situación de estar desnudándose mientras yo permanecía completamente vestido, impasible, a dos pasos de ella, le produjo un rubor que inundó sus mejillas de un bonito color rojo, pero no fue esa la única reacción de su cuerpo: cuando se quitó el body aparecieron sus bonitas tetas coronadas por unos pezones desafiantemente erectos. Se me fueron los ojos hacia esos pezones, y tuve que hacer uso de mi fuerza de voluntad para dejarla terminar.
Cuando lo hizo, cuando un último y antiestético calcetín salió de su pie para caer al suelo, me acerqué a ella, y lentamente comencé a dar una vuelta alrededor de ella. Ya había entendido perfectamente su papel en ese juego, y en ningún momento intentó tocarme o decir nada, pero aún así su nerviosismo y su excitación eran evidentes, aunque no sabría decir si a partes iguales o la segunda superaba a la primera.
Al terminar el giro, me planté delante de ella y consumé mi deseo cohibido instantes antes: agarré con ambas manos sus pezones y se los retorcí, suavemente pero con firmeza, forzando esa frágil frontera entre el placer más insoportable y el dolor más exquisito, Mada cerró los ojos y gimió de placer, sus rodillas temblaron tanto que por un momento pensé que podía llegar a caer.
-Ven, túmbate en la cama boca arriba- le ordené, mientras le ayudaba a acomodarse.
Teniéndola así tumbada y expuesta, comencé a acariciarla por todos los rincones de su cuerpo donde yo sabía que era especialmente sensible: la parte interior de los muslos, los pies, los antebrazos... pero dejando fuera del recorrido de caricias las zonas erógenas, éstas las estaba guardando para más tarde. Cuando todos los síntomas indicaban que estaba a mil, llegó el turno del siguiente paso...
-Espera aquí, sin moverte ni decir nada- y la dejé hay con su calentón mientras iba al armario a por un complemento que tenía preparado para la ocasión: no era otra cosa que un cinturón, una correa de pantalón normal y corriente, con la única peculiaridad de que está hecha con tiras de cuero de colores trenzadas entre sí, lo que permite cerrar la hebilla en el punto de la correa que se prefiera, ajustando así la distancia en la que lo cierras.
-No, con eso me vas a hacer daño- medio gritó cuando lo vio.
-No es para golpearte con él, es para atarte, o no recuerdas lo que te dije en la cafetería- su respuesta fue un débil sí, y un rubor más intenso en sus mejillas.
Quise prolongar más la situación y comencé a pasear la punta de la correa por su cuerpo, dejando que se arrastrara por su piel: por sus pezones, su barriguita, la línea alba, hasta llegar a pasar la punta del cinturón entre sus labios mayores, y al salir de estos pude comprobar como brillaba una mancha de humedad que el cinturón se había traído consigo, estaba muy, muy húmeda, a mi me estaba poniendo la situación a tope, pero ella estaba más caliente que yo.
-Ven te voy a atar. Acerca tu muñeca- ella se dejaba hacer, había hecho de la pasividad que yo le había otorgado como papel en nuestro juego, su mejor baza para recibir placer y para disfrutar.
Os cuento la postura en la que la até, doblé el cinturón en dos mitades y comenzando desde el doblez, lo pasé por su muñeca derecha, luego crucé los dos extremos de la correa apretando la muñeca (pero sin llegar a atarla, el cierre final inmovilizaría todo de golpe), a continuación lo pasé por su tobillo derecho, volviendo a cruzar los extremos de la correa y volviendo a pasar por el otro tobillo, de nuevo repito la operación del cruce y por último lo paso por su muñeca izquierda y ahí si que paso uno de los extremos por la hebilla del otro, tenso todos los cruces y cierro la hebilla, lo suficientemente fuerte para inmovilizarla, pero con la tensión justa para que no tenga problemas circulatorios.
El panorama era exquisito, las piernas flexionadas, las manos atadas a la altura de los tobillos por la parte de fuera, sin apenas movimientos libres... y yo allí, vestido, de pie mirándola, tenía la polla a reventar.
Comencé a acariciarla suavemente, pero esta vez sin excluir sus puntos claves, me recreé en los pezones, y fui bajando hasta llegar a su entrepierna, tan descubierta, tan expuesta, con su culo y su coño mostrándose impúdicamente sin posibilidad de ocultarlos. El coño estaba apretadito con los labios mayores muy juntos debido a la postura, pero aún así se escapaba entre ellos un fluido transparente y brillante que delataba lo caliente que estaba Mada.
-Te voy a girar, ayúdame- y nada más decirle esto la giré en bloque, dejándola boca abajo con su cadera como punto más alto de su cuerpo, mostrando y ofreciendo sus dos agujeros sin ninguna otra alternativa. Seguí acariciándola, pasando mis uñas desde su nuca hasta su culo, pasando mis dedos de forma especialmente lenta por la raja de su culo, hasta que mis dedos se introdujeron entre sus labios, no sabéis la humedad que me encontré allí, jugaba con sus labios menores y con su clítoris sin resistencia ninguna de lo mojada que estaba. Los gemidos de Mada iban acompañando mis caricias cada vez con más intensidad, pero no quería ponérselo tan fácil: con la mano que tenía libre le di un azote en su precioso culo, sonó más fuerte de lo que realmente le di, pero lo que más nos sorprendió a ambos fue el gemido de placer que emitió Mada, ese gemido fue el disparo de salida para una serie de azotes a intervalos alternando con mis caricias en sus genitales, rozando la entrada de su vagina pero, sin entrar en ella (no, aún no).
Me retiré de esa zona lo justo para bajar la cremallera de mi pantalón y sacarme la polla, para paseársela por su espalda, llegar a la altura de su cabeza, bajar hasta su cara y ofrecérsela, ella en una postura muy forzada, lo que añadía más morbo a la situación se la metió en la boca, por su inmovilidad no podía iniciar un movimiento de mete-saca, pero yo sí, le dije: “no te muevas, relájate” y empecé a meter y sacar mi polla de su boca, al principio lentamente hasta que encontramos el ángulo perfecto para que entrase bien en su boca sin incomodarla, y cuando teníamos ese movimiento calculado fui incrementando la velocidad.
-¿Te gusta que te folle la boca?, veo que lo estás disfrutando, respóndeme.
-Uhmmmmmm- era todo lo que acertaba a decir ella, en un intento de responder a mis demandas.
-¿Quieres que te folle el coño?, sé que lo estás deseando- y saqué la polla de su boca el tiempo justo para acertar a oír un sí rotundo.
Me incorporé y me desnudé mientras la contemplaba expuesta y entregada a mí. Una vez desnudo me coloqué enfrente de su magnífico culo, y comencé a acariciarle de nuevo, pasando mis dedos de arriba a abajo por la raja de su culo, haciendo especial énfasis cuando pasaba por la entrada del ano, viéndolo palpitar con esas caricias; Hasta llegar de nuevo a su coño, esta vez con el dedo índice y anular le separé los labios y con el dedo corazón empecé a jugar con la entrada de su vagina, notaba como Mada intentaba en su escasa movilidad echar su cuerpo para atrás para aumentar la presión de mis caricias contra su cuerpo, pero estos vanos intentos no hacían sino aumentar su calentura. Hasta que por fin le introduje el dedo de golpe, entró sin ninguna resistencia como si lo hubiera metido en un vaso lleno de agua, lo saqué de golpe, y de nuevo lo introduje pero esta vez acompañado de un segundo dedo, repetí la operación otra vez con un tercer dedo, entraban sin ninguna resistencia, pero en esta ocasión sí que notaba las paredes vaginales dilatando al paso de mis dedos. Los gemidos de Mada iban creciendo con cada metida que le hacía.
-¿Te gusta?, ¿te gusta que te folle sin que puedas hacer nada más que gemir?
-Sí, continúa por favor- fue su respuesta
Entonces saqué los dedos y se los acerqué a la boca, “prueba tu sabor” le dije, no hubo que insistirle, y relamió dejándomelos limpios de su flujo vaginal y cambiando éste por su saliva. Entonces volví a su cueva, introduje de nuevo los tres dedos arqueados un poco hacia abajo, buscando su punto G, y comencé un vaivén intenso, no me estuve con chiquitas de comenzar flojito, directamente empecé por un ritmo rápido, duro, casi frenético, pero con el que acerté porque los gemidos de Mada fueron en aumento tanto de cantidad como de intensidad, su espalda empezó a arquearse todo lo que la atadura le permitía y en menos de un minuto desde que comencé el mete-saca se corrió...
Los gemidos dieron paso a los jadeos, y los jadeos a los gritos. Dejé que se corriera a gusto, porque mi chica cuando se corre parece un terremoto, primero viene el orgasmo fuerte e intenso y luego vienen las réplicas, que la hacen estremecerse casi tanto como el primero.
Cuando pareció tranquilizarse, le dije:
-Espero que hayas cogido fuerzas porque no te voy a dejar descansar- e inmediatamente le di un cachete en el culo, cogí un preservativo que tenía a mano, me lo puse y la penetré de golpe, mi embestida la acompañó de un intenso gemido, comencé a follarla a un ritmo constante con penetraciones profundas que en esa postura alcanzaban lo más hondo de su vagina, ella intentaba acompañar, de la manera que podía, mis empujones, pero era más el esfuerzo físico que hacía que lo que realmente ayudaba, me encantaba hacerla sufrir así. Cada cinco o seis embestidas le pegaba un azote en el culo, que no hacían más que incrementar su placer.
-Méteme un dedo por el culo, por favor- a pesar de nuestro pacto no escrito, de que hoy mandaba yo, ninguno pusimos pegas a esta “infracción”, y sin dudarlo le metí el dedo corazón de la mano derecha en el culo, con él presionaba hacia abajo buscando incrementar la presión de la pared vaginal contra mi polla que seguía con sus embestidas, esto fue demasiado para Mada, que se volvió a correr de una forma espectacular,
-No te relajes, que yo todavía no he acabado- y sacando el dedo de su culo le agarré de las caderas y me la traía hacia mi para ayudar a mis embestidas, mis caderas golpeaban contra su culo, cada vez que mi polla llegaba a lo más hondo de su vagina, y con este ritmo de penetración he de decir que no tardé en llegar yo al orgasmo, de hecho, Mada aún estaba disfrutando de su orgasmo cuando yo exploté...
Grité, me estremecí, y me derrumbé encima de su cuerpo dejando salir de dentro de mí toda la energía que llevaba acumulada tras estas tres semanas y estas dos últimas horas tan intensas.
Me eché a un lado, desaté la correa y dejé que poco a poco se desentumeciera y volviera a una postura más cómoda.
-¿Estás bien cariño?- le dije, recuperando el tono de conversación normal.
Su respuesta fue un impresionante morreo, acompañado de un tierno abrazo.
-Me ha encantado, no me esperaba esto de ti- me confesó.
-Pues vete acostumbrando, porque tenemos que seguir explorando nuestras fantasías juntos, no hemos de dejar ninguna sin probar...
-Acepto el trato...
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Continuará.