Macho Prostituto (7)

Continuacion de la serie

Luego de finalizada la enculada de don Gerardo me dirigí al baño en donde me duché, quite el sudor y lavé mi culo que aún escurría semen.

Tras la ducha el viejo me contó sus planes para la noche.

  • Te voy a llevar a la discoteque, vamos a ir a bailar… y luego a una fiestecilla de un amigo. Como veo que no tienes mucha ropa vamos a ir a comprarte algo para la noche.

Salimos nuevamente en su auto, yo vestido con mi pantalón y zapatos de vestir que me había dado en la playa y cubierto con una camisa prestada de su chofer que a todas luces me quedaba angosta.

Llegamos a la tienda a eso de las 6 de la tarde….era una bastante exclusiva en donde el viejo comenzó a elegir el mismo las ropas que quería que yo usara, con la ayuda del vendedor comenzaron a discutir cual atuendo me vendría mejor

  • A ver…pruébate esta camisa…pero acá mismo que es más rápido me dijo cuando comencé a caminar hacia el probador.

Con la mirada viciosa de él como del vendedor clavada en mi cuerpo me desprendí de la camisa con rapidez y me probé la que me habían pasado.

  • Hmmm no, no te queda….a ver esta otra.

Así comenzó un jugueteo en el que el viejo me hacia probar camisas mientras el vendedor se acercaba, comprobaba estuviese bien puesta y de paso aprovechaba de tocarme.

Tras eso llevo un buen número de pantalones al probador y me los probé uno tras uno… en el mismo ritual fetichista que al viejo parecía encantarle.

Luego de varios minutos salimos de la tienda ya con mi atuendo listo para la juerga de la noche.

A eso de las 11.30 pm salimos de su casa rumbo a una disco gay en un barrio bohemio de la capital… a los pies del cerro san Cristóbal.

Las ropas que me había elegido se ceñían estupendamente a mi anatomía. Los pantalones lograban que se marcara mi paquete de manera espectacular, resaltaban la forma de mi culo y piernas y al mismo tiempo brindaban cierta holgura. La camisa por su parte marcaba muy bien mis bíceps… la llevaba arremangada por expresa orden de don Gerardo para mostrar también mi antebrazo y entreabierta hasta la altura del esternón para mostrar la línea que se dibujaba entre mis pectorales.

El viejo me llevó rápidamente hasta la pista de baile en donde pasamos largos minutos bailando ante las miradas de todos. Muchos se veían sorprendidos, otros miraban con recelo pero muchos otros lo hacían con calentura y morbo tratando de averiguar quizás la forma en que el viejo había conseguido llevar al musculoso a bailar.

Terminado el espectáculo que habíamos dado el viejo me llevó de nuevo a su auto y nos dirigimos al norte de Santiago a la casa de un tal Daniel, su amigo y socio.

La casa resultó ser un edificio de tres pisos, muy grande y lujoso….y la fiesta una pequeña reunión de empresarios…todos de la misma edad y todos gays.

Entramos en la casa, en ella estaban a parte de Daniel, cinco hombres más. Los nombres de todos ya no los recuerdo… pero sí como lucían. Todos de edad madura…entre 50 y 60 años, de traje, casi todos con sobrepeso y todos con ese acento típico de la clase acomodada chilena.

Don Gerardo me hizo pasar y me presentó con sus amigos uno a uno, todos me miraban con calentura, examinando cada rincón de mi cuerpo. Una vez pasadas las formalidades don Gerardo sugirió que les bailase para entretenerlos. Como el viejo sabia de mi trabajo como stripper no dudó en pedirme un baile erótico.

Con los viejos acomodados en un sillón semicircular comencé a bailar de manera sensual, pasados unos minutos me quité la camisa y me acerqué a don Gerardo quien me tocaba por todos lados mientras me besaba y lamia el pecho y la espalda. Con sus manos recorría mi torso y desabrochando el pantalón me metía sus manos en el trasero.

  • Vamos que traje para todos

A su invitación los demás hombres e acercaron a mí, no sabía quién me hacía qué, el hecho es que siete pares de manos me recorrían el cuerpo tocando cada rincón. Yo no paraba de hacer movimientos sensuales, tratando de bailar pero el manoseo no me dejaba moverme mucho.

Todo mi torso era manoseado, sentía manos en mi pecho, en mi abdomen, en mis brazos, en mi cuello. Rápidamente sentí labios por todo mi torso que me lamian por todos lados. Mis pectorales eran lo más deseado al parecer, pues sentía como me besaban y mordían aquella zona.

Poco a poco fui siendo dominado por esa verdadera manada de hombres hambrientos de sexo. De mi torso pasaron a todo mi cuerpo. Uno de ellos me quitó el pantalón, dejándome rápidamente completamente desnudo entre esos siete hombres de traje que me tocaban, besaban y succionaban cada parte de mi cuerpo disponible.

Me fui dejando llevar por lo caliente de la situación, uno de los hombres me tomó por la cintura y comenzó a lamerme el culo. Podía sentir su lengua húmeda recorriéndome el hoyo que don Gerardo me había abierto hacía poco.

Mi cuerpo a esas alturas estaba separado de mi mente. El pensamiento aun se resistía a aceptar lo que el cuerpo sentía. Supongo que fue este el momento en que acepté que el ser penetrado me causaba muchísimo placer. Me hacía sentir como un objeto sexual, un pedazo de carne con un orificio listo para satisfacer el deseo de los hombres.

De pronto, don Gerardo temándome de un brazo me arrebató del grupo de hombres que me comía por todas partes. Me llevó a la mesa del comedor y subiéndome sobre ella, se bajó las pantalones y comenzó a follarme mientras todos los demás hombres miraban.

La enculada fue rápida e intensa, en pocos minutos don Gerardo se vino nuevamente dentro mío y una vez que sus últimos chorros de leche salieron de su verga, salió de mi culo y con un gesto hizo pasar a sus amigos a "servirse", según sus propias palabras.

Así, uno a uno los 5 amigos de don Gerardo fueron pasando a la mesa a follarme. Mi estado de calentura y descontrol era tal que para mí todos se sintieron igual. A pesar de las diferencias entre cada uno, la mente me nublaba el pensamiento y solo sentía el placer de sentirme un objeto, un pedazo de carne destinado a entregar placer.

Ya follado y con los hombres completamente satisfechos fui al baño, me duché y vestí. Don Gerardo me llevó gentilmente hasta su auto y de su traje sacó los 2 millones de pesos pactados. Me los entregó y le dio instrucciones a su chofer para que me llevara de vuelta a mi departamento.

  • Espero que sigamos haciendo negocios juntos

Me dijo con una sonrisa pícara en su cara y con un beso se despidió de mi.