M. W. Resort

Nada nos gustaba más a mi primo y a mí que pasar los veranos con nuestras madres.

M. W. Resort .

Llegaba el verano y mi madre empezó a hablar con mi tía María para preparar las vacaciones. Marta es el nombre de mi madre, una mujer que tenía cincuenta y dos años en aquel año en que, entre ella y mi tía, nos dieron el mejor verano a mi primo Eduardo y a mí. Mi nombre es Enrique, aquel año había cumplido los diecinueve años. Edu y yo no sólo éramos primos, sino además muy buenos amigos. Él ya tenía los veinte años. Ambos estábamos en la universidad, cada uno en una carrera, pero los fines de semana salíamos a disfrutar del ocio con algunos amigos. Mi tía María era una mujer de cincuenta y cuatro años, divorciada como mi madre, por lo que muchas veces nos reuníamos los cuatro para las celebraciones de fiestas.

Las dos, todos los veranos alquilaban algún piso en la costa para irnos los cuatro a descansar. Aquel año nos dijeron que nos iríamos a un resort, al M. W. Resort, un hotel en la sierra, un lugar paradisiaco, al que iríamos en un todo incluido. Mi primo y yo aceptábamos todas las decisiones de nuestras madres, pues no había ningún verano en el que no lo hubiéramos pasado realmente bien.

Y así, el dos de julio de aquel año llegamos al hotel. No era un hotel muy grande, apenas llegaba a las treinta habitaciones, pero las instalaciones y las opciones de ocio eran impresionantes. Mi primo y yo entramos como el que ve por primera vez el paraíso. Lo mirábamos todo, buscábamos todo lo que se podía hacer allí, a dónde ir, las noches de fiesta... Nuestras madres hablaban con los recepcionistas y demás empleados para coger las habitaciones.

-    ¡Buenas tardes señoras! - una mujer se acercó a presentarse a nuestras madres – Soy Margaret Waller, propietaria de este hotel.

-    ¡Hola, yo soy Marta! Y ella es María... - la saludó mi madre.

-    ¡Encantada! - saludó mi tía

-    Hablé con usted ¿no? - le dijo la señora Margaret.

-    ¡Sí! ¿Todo bien? - le preguntó mi tía.

-    ¡Desde luego señora María! - le sonreía mientras se estrechaban las manos para cerrar el acuerdo al que habían llegado - Aquí siempre estamos atentos a los deseos de nuestras clientas. - se giró y señaló a un joven que había tras ella – Juan les llevará a su habitación...

Y nos llevó, él nos guiaba y dos muchachos más llevaban las maletas. Entramos en la habitación y nos dejaron las maletas en el salón en el que a ambos lados estaban los dormitorios. Se marcharon los jóvenes y nos repartimos los dormitorios. Ellas se quedaron con uno y el otro fue para mi primo y para mí. Los dos dormitorios tenían camas de matrimonio, con lo que Edu y yo tendríamos que dormir juntos, al igual que nuestras madres en el suyo.

A los pocos minutos, Edu y yo habíamos ordenado todas las cosas en los distintos armarios y decidimos dar una vuelta por las instalaciones. Nuestras madres aún seguían ordenando sus cosas y charlando. Primero fuimos al bar para buscar unas botellas de agua y nos sentamos en una mesa para descansar un poco. Todas las personas con las que nos cruzábamos eran muy amables y, aunque en distintos idiomas, nos saludaban muy cordialmente.

-    Edu... - empecé a hablar mientras mi primo bebía - ¿Has visto que todas las mujeres que hay son mayores?

-    No le digas eso a mi madre. - contestó.

-    ¿El qué?

-    Eso de “mayores”. Son más o menos de la misma edad que nuestras madres, si te escuchan se enfadarán pues dirán que ellas no son mayores, en todo caso “maduras”.

-    ¿Y cuál es la diferencia?

-    Qué “mayores” se refiere a vieja y “madura” es lo mismo, pero ellas piensan que aún están para que les peguen un buen polvo...

-    Pues la verdad es que hay algunas que son maduras para echarles más de uno... - Edu mostraba una sonrisa malvada mientras le hablaba.

-    La verdad es que tu madre es muy “madura”, para echarle más de...

-    ¡Hola niños! - la voz de mi madre hizo que Edu callara de golpe - ¿Qué tomáis?

-    Agua... - le contesté mientras ella se sentaba a mi lado y mi tía junto a mi primo.

Mi madre pidió al camarero cuatro mimosas para celebrar el comienzo de nuestras vacaciones. Mientras charlábamos, empecé a fijarme, no sólo en que las mujeres de alrededor eran maduras, sino que mi madre y mi tía no desentonaban con ellas. Pero no sólo había mujeres allí, también hombres, la mayoría jóvenes como mi primo y yo, pero algún hombre mayor también, aunque pocos. Y, influenciado por la conversación con Edu, empecé a mirar el cuerpo de mi madre. Llevaba una camisa amplia y casi transparente que mostraba sutilmente la parte superior de un bikini que a duras penas podía contener sus redondas tetas. Mi tía llevaba otra camiseta que no dejaba ver nada, pero sus tetas eran más grandes que las de mi madre y se notaba en el abultamiento que producían en la fina tela.

-    ¡Señoras, el bufet queda abierto en el salón comedor en este momento! - sonó por la megafonía - Ladies, the buffet is open in the dining room at this time!

-    ¡Andad niños! - dijo mi tía - ¡Vamos a comer!

Ya eran las dos de la tarde y los cuatro caminamos por los pasillos del hotel hasta llegar al comedor. Aquello parecía una boda, había una lista a la entrada que indicaba en que mesa se tenía que sentar cada cual. Buscamos la nuestra y allí nos fuimos.

Nos sentamos y junto a nosotros se sentaron Bethany, una mujer de Australia que venía todos los años con su hijo Oliver. También estaban los O'Brien, una familia del sur de Inglaterra formada por Poppy, la madre; Charlie, el padre y el hijo Kyle. Mi inglés no era muy bueno, pero gracias a dios llevaban bastante tiempo yendo allí en vacaciones y su español no era malo, los entendía. Comenzamos a hablar y a presentarnos.

-    ¡Hola, buenas tardes! - empezó a hablar la señora Margaret – Gracias por estar otro año más con nosotros en este mes de julio. Ya os he ido saludando uno por uno a vuestra llegada, yo y mi hijo Antonio. - señaló al hombre que estaba sentado junto a ella - Queríamos dar la bienvenida, como hemos hecho años anteriores, a Marta, María, Eduardo y Enrique. Este año es la primera vez que vienen y esperemos que vengan más años. ¡Un aplauso para ellos! - cuando pararon los aplausos añadió algo que me extrañó - ¡Recordad nuestra primera norma!

Sentí un poco de vergüenza, era la primera vez que veía esa bienvenida en un hotel, pero mi madre y mi tía incluso se levantaron a saludar. Tras aquellas palabras, todos empezamos a comer mientras hablábamos con nuestros amigos de mesa.

Tras la comida, volvimos a nuestra habitación. Nuestras madres se marcharon a su dormitorio y mi primo y yo fuimos al nuestro. Descansamos un poco y la verdad es que los dos nos dormimos.

-    ¡Vamos perezosos! - la voz de mi madre nos despertó - ¡No estamos aquí para dormir! ¡Vamos a la piscina! - se marchó a su dormitorio.

-    Enrique. - me dijo mi primo - ¡Tu madre es una “madura”!

-    Y tú un pervertido... - los dos reímos.

Bajamos los cuatro hasta llegar a la piscina. Nuestras madres miraron alrededor hasta que decidieron tomar unas tumbonas junto a Bethany, la australiana que veraneaba con su hijo. Saludamos y nuestras madres comenzaron a charlar con Bethany. Mientras hablaban, nuestras madres iban quitando sus ropas para quedar en bikini. Edu se quedó boquiabierto al verlas, mientras que mis ojos no sabían a donde mirar. Aquellos bikinis eran más que pequeños, diminutos y dejaban sus cuerpos bien expuestos a los ojos de los que allí estábamos. Edu me miró y me dijo por lo bajini “maduras”. Yo lo entendí a la perfección, pues las tetas de mi tía rebosaban de la pequeña tela que quería contenerlas. Y entre las piernas de mi madre se marcaban los labios vaginales de su coño. “Muy maduras” respondí a Edu.

-    Nice bikinis! - dijo Bethany.

-    Oh thanks! - respondió mi madre.

Parecía que a nuestra amiga le gustaban nuestras madres con aquellos bikinis. El hijo de Bethany que estaba recostado en la siguiente tumbona, miró a mi madre y sus ojos recorrieron su cuerpo sin perder detalle de ninguna de sus curvas, se notó.

-    My son also liked it. - aquello no lo entendí. Maldije el no haber aprendido más ingles en la escuela - Here you have him if you need him...

-    It's our first time. We don't really know how to do it... - contestó mi madre mientras mi primo y yo la mirábamos sin saber qué pasaba.

-    No te preocupes querida. - contestó Bethany - If you want, swim in the pool and he will talk to you...

-    I also want to swim. - Edu y yo nos miramos pues no sabíamos que mi tía supiera hablar inglés.

-    Don't worry, Maria, he can talk to both of you at the same time. - Bethany sonrió de una forma rara tras decir estas palabras y nuestras madres se marcharon a la piscina.

Edu se levantó para ir a buscar algo para beber, mientras que Bethany y Oliver hablaban junto a mí en su idioma del que no entendía nada de nada. Miraba a mi madre y mi tía ducharse para entrar en la piscina y después, bajaron por la escalera hasta desaparecer de mi vista bajo el agua. Pensé en ir a bañarme con ellas. Dudaba y estaba a punto de levantarme cuando la voz de Bethany me distrajo de mis pensamientos.

-    Enrique. - me dijo aquella mujer que tenía unos ojos preciosos – Tienes una madre muy bonita.

-    Gracias... - contesté y no sabía muy bien a que venía aquella afirmación. Oliver se levantó de su tumbona y se marchó a la piscina – Perdona si no hablo bien tu idioma...

-    Perdona tú también, no hablo inglés... - ella me sonrió.

-    Entonces podré decir cualquier barbaridad sin ofenderte. - rio divertida y dijo algo que no entendí - When I can, I will put you between my legs so that you can push me… - siguió riendo – No te has enterado.

-    No... - contesté.

-    Es una burla. - agarró mi mano en señal de afecto – Mi hijo se ha ido... ¿Te importaría echarme crema para tomar un poco el sol? – me sentí avergonzado.

No me guastaba el tacto de la crema en las manos y no le echaba crema ni a mi madre, pero aquella mujer a la que apenas conocía, me dio el bote de crema, se puso en pie y se quitó la camisa y pude ver sus tetas sujetas por aquel bikini, que como parecía ser norma en aquella piscina, era mínimo. Mis ojos quedaron fijos en ellas, en sus tetas. Tenían que ser operadas. Por muchos movimientos que hacía, apenas se movían, tersas y turgentes, marcando sus pezones en la fina tela que los ocultaba. Se giró y me dio la espalda, su culo quedó delante de mi cara. Los ajustados vaqueros cortos que llevaba empezaron a bajar y su redondo y prieto culo aparecía ante mi vista. Una erección empezaba a brotar en mi polla. El tanga que llevaba como bikini dejaba sus redondos y prietos cachetes a la vista. Se inclinó y su culo en pompa estaba a pocos centímetros de mi boca, deseé morderlos y acariciarlos. Se giró tras despojarse de aquella ropa y delante de mi vista aparecía su pubis. La diminuta tela tapaba sólo lo necesario para no tener su coño al aire. Mi mano acomodó mi polla en el bañador instintivamente y ella se percató.

-    Me acuesto en la cama y me echas la crema. - sabía lo que quería decir, pero mi imaginación calentada por su cuerpo la imaginó tumbada en una cama mientras yo la regaba con la crema de mi polla.

-    Sorry Mrs. Bethany. Remember what the first day rules are... - Margaret había llegado y se puso a hablar con ella - They don't know yet what their mothers have hired.

-    I am sorry! I just wanted to go preparing him to be the first with him when possible. - Bethany parecía preocupada.

-    No problem, but don't attack him too much. - Margaret se marchó tras aquellas palabras.

-    Échame crema sólo por la espalda...

Mientras.

Marta y María se ducharon antes de entrar en el agua de la piscina. Habían comprado aquellos bikinis que eran pequeños, más pequeños de los que a ellas les gustaba, si bien no eran unos tangas como los que llevaban la mayoría de las mujeres que estaban en la piscina, se sentían desnudas ante las lascivas miradas de los jóvenes que allí estaban. Sabían a qué habían venido, el hotel no tenía aquel nombre por nada y menos por el nombre de la propietaria. No se llamaba Margaret Waller Resort, no, era Mature Women Resort, un hotel exclusivo para mujeres maduras que daban rienda suelta a sus deseos de sexo con jóvenes. Algunas solteras iban a buscar satisfacer sus deseos con los empleados que allí trabajaban, que estaban informados de la finalidad del hotel y podían sacar un sobresueldo prostituyéndose con ellas. Otras, casadas o divorciadas, iban con sus hijos para tener sexo incestuoso en un lugar seguro, o para practicar el intercambio de hijos. Todo estaba permitido siempre que fuera voluntario por parte de las mujeres y los jóvenes. El caso más raro que tenían allí era el de la familia O’Brien, ellos iban los tres, madre, padre e hijo, pues ella tenía sexo con su hijo mientras su marido disfrutaba mirándolos. Muchos dirían que aquel era un lugar de perversión, pero en realidad era un lugar para que madres e hijos pudieran dar rienda suelta a su amor, como la propia Margaret hacía con su hijo Antonio.

-    ¿Hemos hecho bien? - preguntó María a su cuñada.

-    Ya está hecho, para bien o para mal.

-    Y si ellos se enfadan ¿qué haremos?

-    Pues nos vamos, aunque perdamos el dinero que hemos pagado. - María pareció tranquilizarse.

-    Good afternoon, ladies! - Oliver llegó por detrás de ellas y las saludó.

-    ¡Hola Oliver! - dijo Marta.

-    A mi madre le ha gustado tu hijo. - le dijo el joven a Marta.

-    Ya lo veo. - ella le sonrió - A mí también me ha gustado su hijo...

-    Parece que nuestros gustos se encuentran. - Oliver pasó su mano por su cintura y la acarició - Does your friend also like my mother's son? - pasó la otra mano por la cintura de María.

-    ¡A mí no! - dijo María de forma cortante y retiró la mano de Oliver de su cuerpo.

-    She has come here to try to woo her son Eduardo. - Marta retiró la mano del joven de su cuerpo - Remember the rule of the first day...

-    Ok, si me necesitáis aquí estaré. - Oliver se marchó nadando.

Llevábamos un buen rato por la piscina, mi madre y mi tía estaban charlando junto a mí. Bethany seguía tomando el sol al otro lado y no podía dejar de mirar su redondo culo. Tenía que hacerlo disimuladamente, pero parecía que ella me ofrecía aquellas vistas de su voluptuoso cuerpo de forma voluntaria. Nunca había tenido sexo con una mujer mayor que yo, pero aquel verano podía ser en el que yo pudiera tener esa oportunidad. Mi primo llevaba todo el tiempo bebiendo y charlando con la camarera, que como parecía norma en ese hotel, era mujer madura con unas tetas impresionantemente grandes, como las de su madre de las que tantos elogios había escuchado por su parte.

-    ¡Señoras, la cena y el baile de inauguración será a las diez! - dijo la megafonía - Ladies, dinner and the opening dance will be at ten!

-    ¡Uf, es tarde! - dijo mi madre - ¡Ve a buscar a tu primo y vamos a la habitación a prepararnos! ¡Tenemos que hablar!

La obedecí. Me despedí de la señora Bethany y fui hasta Eduardo que aún hablaba con la adorable mujer de la barra. Me costó separarlo del bar y se le notaba un poco achispado.

-    ¡Vamos Edu! - tiré de su brazo para llevármelo - ¡Nuestras madres nos esperan!

-    ¡Adiós guapo! - le dijo Estefanía, la camarera.

-    ¡Has visto cómo se parece a mi madre! - su lengua estaba suelta por el alcohol.

-    Ya he notado que hace tiempo que tu madre te trae caliente, pero esta trabaja aquí y no creo que quiera tener un jaleo con un huésped pesado y tan niño como tú.

-    ¡Porqué yo no quiero! - dijo altivo - ¡Si yo quisiera me follaba hasta a mi madre!

-    ¡Baja la voz que estás diciendo muchas tonterías y te van a escuchar! - recriminé a mi primo.

-    Perdón... - ya no dijo nada más.

Cuando llegamos a la habitación, nuestras madres nos estaban esperando. Los dos dormitorios se comunicaban con un salón que era común para todos. Las dos estaban allí sentadas, algo nerviosas, esperándonos para hablarnos. Edu se sentó junto a su madre y yo en otro sillón. Mi madre estaba de pie y parecía no saber que decir.

Mi madre comenzó a explicarnos que era aquel lugar y las prácticas que allí se llevaban. Yo no podía asimilar tanta información turbadora de golpe y la miraba con la boca abierta. Miré para Edu y en su boca había una sonrisa de placer, el alcohol lo había inhibido un poco, pero su deseo por su madre podía hacerse realidad si ella quería.

-    ¡Oh mamá! - empezó a hablar Edu - ¡Siempre soñé con un lugar así para decirte lo que te quiero! - estaba un poco afectado por la bebida, pero era verdad lo que decía. Abrazó a su madre.

-    ¡Yo también te quiero! - le dijo su madre y sin esperarlo, Edu la beso en la boca.

Mi madre y yo quedamos paralizados, mirando como madre e hijo se besaban apasionadamente. Eduardo empezó a echarse encima de su madre y la tumbó en el sofá sin dejar de besarla.

-    ¡Para hijo! - mi tía frenó el ansia de Edu - ¡Ya tendremos tiempo!

Tranquilizados un poco por la situación que habían protagonizado Edu y su madre, acabamos de hablar. Aclarados todos los puntos, los cuatro nos dispusimos a prepararnos para ir a la cena. Ellas se prepararon en su dormitorio y nosotros en el nuestro. Edu estaba eufórico ante la situación. Había deseado en secreto por mucho tiempo a su madre y ella un momento antes le había correspondido a su amor. No lo podía creer. Pensé que tal vez mi madre quería lo mismo conmigo... Tenía que hablar con ella.

Casi era la hora de la cena, los cuatro nos reunimos en el salón que comunicaba nuestras habitaciones. Ellas estaban preciosas, las dos estaban demasiado excitantes. Nosotros nos pusimos un traje de chaqueta que ellas nos habían traído en secreto para aquella noche. Salimos de la habitación y Edu agarró la mano de su madre para caminar por el pasillo. Mi madre y yo los mirábamos desde atrás.

-    Mamá. - le dije - ¿Tú también quieres eso? - ella rio levemente.

-    ¡No hijo! - me dio un beso en la mejilla – Tu tía insistió en venir aquí y la verdad es que no me importa tener sexo con jóvenes, pero nunca se me ha pasado por la cabeza tenerlo con mi propio hijo... - apoyó la cabeza en mi hombro y me susurró - ¡Pero quién sabe cómo puede acabar la noche! - siguió riendo - ¿Te gustaría intercambiar a tu madre por una tal Bethany? - sabía cuál era mi deseo - ¿Darías a tu madre para que la poseyera Oliver?

-    Si quieres... - le sonreí - Bethany tiene un cuerpo de infarto.

-    ¡Y de mucha cirugía!

Cuando llegamos al salón para la cena, todos los huéspedes nos estaban esperando. Nos aplaudieron para darnos la bienvenida a aquel lugar tan exclusivo para las mujeres que deseaban a los jóvenes y a sus propios hijos. Nos llevaron hasta nuestra mesa, donde estaba Bethany y su hijo y la familia O’Brien. Todos estaban felices por poder mostrar sus sentimientos sin ningún pudor. Durante la cena hablábamos y Edu y su madre se daban tímidas muestras de cariño. Cuando acabamos la cena, todos nos marchamos al salón adjunto que habían transformado en una discoteca. Bajo una tenue luz, tenían sofás y mesas distribuidas por toda la superficie. Una barra de bar al fondo surtía de bebidas a las maduras mujeres y sus parejas.

Entramos en aquella sala. Edu y María fueron a la barra y después desaparecieron en un rincón oscuro donde había una especie de reservado bastante íntimo. Mi madre y yo caminábamos junto a Oliver y su madre. Buscamos dos sillones junto a una mesita baja. Oliver y yo fuimos por bebidas.

En el oscuro reservado.

Eduardo sentía temblar todo su cuerpo. Estaba muy excitado. Hacía unos minutos que había descubierto que su madre sentía el mismo deseo que él. Siempre lo había llevado en secreto y sólo había confiado en su primo. Pero ahora no podía ser demasiado brusco con su madre. Allí, en aquel pecaminoso hotel, podría mostrar sin tapujos lo que la sociedad tomaría como la mayor infamia que pudieran hacer un hijo con su madre. La miró mientras ella caminaba delante para sentarse en el sofá. Siempre le había parecido excitante, pero aquella noche sentía que se iba a correr con sólo mirarla.

-    ¡Ven hijo! - le dijo María a su hijo al sentarse en el sofá.

-    Sí mamá. - dejó las dos bebidas en la mesita y se sentó. La miró a los ojos y besó sus labios con suavidad - ¡Te deseo desde hace mucho tiempo!

-    ¡Yo también te deseo! - ahora ella besaba a él - ¡Mi dulce niño!

No dijeron más. Allí no podían verlos bien y los dos se fundieron en un apasionado beso mientras sus manos se acariciaban sus cuerpos. Su incestuoso deseo había estallado y nadie podría pararlos.

En los sillones.

Los demás huéspedes se habían distribuido por toda la sala. Muchos yacían sentados en los sofás y sillones, otros estaban bailando en la pista al ritmo de la música. Marta observaba como la familia O’Brien disfrutaba de la música y de la libertad que daba aquel maravilloso lugar. La señora O’Brien bailaba con su hijo, ella le daba la espalda mientras sus brazos en alto acariciaba su joven cabeza; el hijo besaba su cuello y acariciaba las curvas del cuerpo de su madre que se contoneaba al ritmo de la música. El señor O’Brien estaba sentado sin quitar ojo de lo que hacían madre e hijo, frotándose la polla de vez en cuando, excitado por la escena que le ofrecían. Marta estaba sentada en el regazo de su hijo mientras Bethany estaba sobre Oliver.

-    Marta, would you like to exchange our children? - dijo Bethany.

-    Of course! I was waiting since we were in the pool! - respondió Marta.

-    Enrique, prepárate a sentir el tremendo culo de mi madre. - dijo Oliver y cogió descolocado a Enrique.

-    ¿Qué pasa? - Enrique no entendía el inglés.

-    ¡Qué me voy a sentar sobre ti! - Bethany esperó que Marta dejara libre a su hijo y ella ocupó su lugar - ¿Te gusta? - le preguntó a Enrique que sólo pudo mover la cabeza para afirmar.

Enrique se sintió excitado al tener el cuerpo de Bethany sobre él, pero ver a su madre sobre otro, le produjo una sensación de excitación e ira que no lograba comprender.

En el oscuro reservado.

María y Eduardo estaban abrazados y tumbados en el sofá. Se besaban, se acariciaban y gimoteaban excitados por cumplir por fin con sus fantasías más lujuriosas.

-    ¡Te quiero hijo!

-    ¡Y yo a ti mamá!

La mano de María buscó un lugar entre sus cuerpos por el que llegar hasta la polla de su hijo. Pasó su mano por encima y la sintió dura e inflada bajo el pantalón. Con dificultad, consiguió deshacerse del cinturón y desabrochar los botones, metió la mano y encontró el glande de la polla de su hijo que sobresalía del filo de sus calzoncillos.

-    ¡Qué grande la tienes!

-    ¡Es por ti mamá!

Sus lenguas se agitaban en sus bocas mientras la mano de María acarició suavemente toda la longitud de la polla de su hijo.

-    ¡No, no, no! - empezó a decir Eduardo.

-    ¡¿Qué te pasa?!

María comprendió todo cuando sintió en su mano los cálidos chorros de semen de su hijo que no podía evitar vaciarse con las caricias de su madre.

-    ¡Tranquilo mi niño! - ella siguió acariciando su polla para que soltara todo su semen - ¡Dale todo a mamá! - lo miraba a los ojos mientras su cuerpo daba espasmos de placer - ¡Sí, córrete hijo!

Eduardo acabó de lanzar todo lo que contenían sus huevos en la mano de su madre. La miró a los ojos y ella sonreía feliz por el regalo que le había hecho. Sacó la mano y se la mostró a su hijo. Estaba empapada del blanquecino semen. María deseaba tanto a su hijo, le provocaba tanta lujuria que sacó la lengua y lamió el semen delante de los ojos de su hijo para que supiera que estaba dispuesta a todo por él. Eduardo sintió que su polla empezaba a ponerse dura de nuevo.

-    ¡Mamá, vamos a la habitación para limpiarme!

-    ¡Sí hijo, allí te limpiaré por completo y no te dejaré nada de semen!

En los sillones.

Las dos madres y sus hijos hablaban. Las manos de Oliver acariciaban suavemente el cuerpo de Marta, por su cintura y subiendo para rozar descuidadamente su pecho. Enrique lo veía y se excitaba, haciendo que su polla se pusiera dura bajo la presión del hermoso culo de Bethany, pero por algo no le gustaba que aquel tipo metiera mano a su madre.

-    ¡Marta! - apareció María y le habló al oído.

-    ¡Ah, vale! ¡Toma! - le entregó la llave de la habitación y los cuatro vieron pasar a paso ligero a madre e hijo para dirigirse a la habitación.

-    Tal vez estaríamos más tranquilos en nuestra habitación. – dijo Bethany.

-    ¡Sí, vayamos! – dijo Oliver y le habló a Marta al oído – Allí te mostraré todo el amor que guardo para ti…

En el oscuro reservado.

Poppy observó cómo la pareja que ocupaba el reservado se marcharon rápidamente. Tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta el lugar. De pie, abrazó a Kyle y miró a su marido que se acercaba hasta donde estaban. Ella se sentó en el filo del sofá y puso a su hijo delante de ella.

El señor O’Brien supo qué quería su mujer. Se aproximó y se colocó junto a su hijo. Poppy bajó la cremallera de su hijo y sacó su polla. Estaba medio erecta y ya mostraba un buen volumen.

Charlie dejó en el sofá el bolso de su mujer y liberó su polla. Apenas tenía una erección. Poppy acariciaba la polla de su hijo que poco a poco tomaba más volumen y dureza. Charlie los miraba y la escena conseguía que su polla despertara levemente.

-    ¡Buenas noches! – se escuchó la voz de una mujer que se acercaba a donde estaban.

Era Magdalena, una viuda de unos setenta años que todos los años pasaba julio en el lugar, y que otras veces se había unido a la familia O’Brien para disfrutar del espectáculo que ofrecían madre e hijo.

-    ¿Puedo unirme? – preguntó. Con la mano, Poppy le indicó que se sentará junto a ella.

Magdalena y Charlie miraban como Poppy jugaba con la polla de su hijo, la acariciaba y acercó su boca al endurecido pene, sin dejar de mirar a sus dos espectadores su lengua comenzó a acariciar toda la longitud de la polla.

Magdalena buscó en su bolso y sacó un pequeño objeto. Subió su falda hasta dejar su sexo cubierto por las bragas al aire. Puso el objeto sobre las bragas y el zumbido dio paso al placer de sentir el vibrador sobre su clítoris.

Charlie levantó la mano e hizo una señal a uno de los camareros que por allí pululaban. Roberto, un fornido joven que trabajaba allí durante el verano para sacar dinero para sus estudios, llegó hasta ellos.

-    ¿Sí señor O’Brien?

-    ¿Cuánto? – preguntó Charlie.

-    Son cuatro personas… - quedó el joven Roberto pensando – cuatrocientos.

Charlie miró a su mujer que, agarrada a la polla de su hijo le devolvía la mirada. Ella movió la cabeza en señal de afirmación.  Charlie sacó la cartera y le dio el dinero al joven.

-    Sí me siguen, por favor, los llevaré a un lugar más cómodo. – Roberto esperó que todos se levantarán y los siguieran.

En la habitación.

María y Eduardo llegaron lo más rápido posible a la habitación. Estaban muy excitados en aquella situación y nada más entrar, en el salón, María se detuvo, se colocó en cuclillas delante de su hijo. Vio el bulto que formaba su polla bajo el pantalón. Lo desabrochó rápido y lo bajó, liberando la presión que sentía su hijo. La endurecida polla botaba delante de los ojos de María. Un torrente de flujos brotó de su coño al imaginarse esa polla incrustada en su vagina. Los espasmos de aquella polla que tenía vida propia, le indicaba a la madre que estaba a punto de estallar otra vez.

No lo pensó, su boca se tragó casi por completa el endurecido mástil de su hijo para darle fuertes succione que provocaron que temblaran las piernas de Eduardo. María sintió en su cabeza las fuertes manos de su hijo. Sus caderas se agitaron y la polla empezó a follar frenéticamente su boca. Estaba enloquecido y ella casi no podía respirar.

María, desesperada, consiguió agarrar la polla con una mano y controló la cantidad de polla que su hijo metía en su boca. Eduardo se tensó, su cuerpo se contrajo e intentó meter su polla entera. María sentía la presión que las manos le hacían en la cabeza y con su mano controló la penetración. El cuerpo de su hijo dio un espasmo y un gran chorro de semen entró directo a su garganta. Lo tragó y siguió esperando más. Colocó la lengua delante del glande y sintió cada fuerte chorro que su hijo le lanzaba.

-    ¡Perdona mamá! – dijo tras acabar de correrse y, tambaleándose, se dejó caer sobre un sofá.

María tenía la boca repleta de semen. Se lo tragó todo y saboreó a su hijo. Se colocó de rodilla delante de su hijo y, delicadamente, acabó de limpiar su polla con la boca.

Caminaba por el pasillo con mi madre y nuestros amigos Bethany y Oliver. Me sentía raro y como en una nube de ensueño. Había fantaseado mucho con mi tía María y con mi madre, pero que mi primo y su madre comenzarán una especie de relación incestuosa y, peor aún, que mi madre y yo fuéramos a practicar intercambio con otros, eso me nublaba el sentido y me tenía totalmente excitado.

Caminábamos por el pasillo hacia la habitación de nuestros amigos, de frente apareció un joven trabajador del hotel seguido de la familia O’Brien y otra mujer.

Antes de llegar a ellos, el joven abrió una puerta y todos entraron. Cuando pasamos por la puerta, pude leer en la puerta un pequeño letrero: habitaciones auxiliares. Quedé con la duda de para qué serían esas habitaciones en la que habían entrado la familia O’Brien.

Oliver iba delante de nosotros. Mi madre y Bethany hablaban en inglés mientras caminábamos. Yo iba detrás contemplando los cuerpos de aquellas dos maduras madres. Oliver abrió la puerta de la habitación y entramos. Nos sentamos en el salón y Bethany sacó unas botellas y unos vasos por si nos apetecía tomar algo mientras hablábamos.

En la habitación de María.

María terminaba de limpiar la polla de su hijo. En su boca sentía el sabor del denso semen. Su coño estaba empapado por los fluidos que había lanzado de forma incontrolada mientras mamaba a su querido hijo. Levantó la vista y miró la cara de cansado que tenía, le sonrió mientras su mano acariciaba suavemente su polla que empezaba a menguar. Eduardo movió las piernas y se deshizo de la ropa que le molestaba para moverse. Después se quitó la camisa y quedó totalmente desnudo, sentado y con su madre entre las piernas.

-    ¡¿Cansado cariño?! – le preguntó María.

Eduardo no contestó, la miró fijamente a los ojos. De golpe se levantó, cogió a su madre por un brazo y la hizo levantar. María lo miraba extrañada. La llevó en volandas hasta la habitación y la arrojó contra la cama. María quedó tirada sobre el mullido colchón, bocarriba y excitada por la explosiva violencia en el trato de su hijo.

Eduardo miraba a su madre que se mostraba indefensa y excitada. Cogió las piernas de su madre y las elevó para después apartarlas una a cada lado. Estaba desnudo, delante de su madre que no se resistía a que le mantuviera las piernas bien abiertas, mostrándole su coño tapado por las empapadas bragas.

-    ¡Oh sí, sí!

Fue lo único que pudo decir María cuando su hijo se agachó para lazar su boca contra el maduro coño. Podía sentir sobre la tela de sus mojadas bragas la boca de su hijo. Sus labios se agitaba sobre los labios vaginales y en poco tiempo empezó a correrse mientras sujetaba la cabeza de Eduardo contra su coño.

Su madre no quería que apartara su boca. Apartó a un lado la tela y su lengua exploró la entrada al placer de su madre. Cuando la lengua de su hijo frotó con ganas su clítoris, otro torbellino de placer nubló su mente. Se agarró con las dos manos a su hijo y su cadera se agitaba incontrolada. De su vagina brotaban chorros de flujos que él tragaba con placer. Los gemidos de María llenaban toda la habitación. Tenía un orgasmo y se lo mostraba a su hijo.

Eduardo se levantó con la boca brillante por todos los líquidos que había saboreado en el coño de su madre. Cogió el filo de las bragas y se las quitó. Las piernas se abrieron y el depilado coño de su madre apareció ante su vista. Ella aún estaba sintiendo los últimos espasmos de placer cuando sintió en su coño la presión de la polla de Eduardo. Estaba tan mojada, con tantas ganas de recibir a su hijo en su vagina, que la polla entró por completo en ella, arrancándole chillidos de placer cuando comenzó a darle embestidas para follarla, clavando tan endurecido miembro hasta lo más hondo de su vagina.

María se retorcía de placer. Cada embestida de su hijo le arrancaba un alarido de placer. Se sentía totalmente llena de su hijo. Lo miraba y disfrutaba al ver a su niño que se había convertido en todo un hombre, un hombre que le daba el amor que ella necesitaba. Se agarró a su cuerpo con fuerza, sentía sus jóvenes músculos tensarse mientras la follaba. Estaba a punto de tener otro orgasmo, sus uñas se clavaron en la piel del hijo mientras sus maduras piernas empezaban a temblar por el placer. No podía más, se iba a desmayar con el frenético follar de Eduardo. Una profunda e intensa penetración la hizo desfallecer. En lo más profundo de su vagina sintió el cálido semen de su amado hijo. Se convulsionaba mientras su coño rebosaba de semen. El placer la tenía rendida. Su hijo cayó sobre ella, su polla aún se agitaba en el interior. Quedaron rendidos de placer.

En las habitaciones auxiliares.

Roberto llevó a sus clientes por el pasillo hasta llegar a una puerta con un pequeño cartel: habitaciones auxiliares. Tras aquella puerta había otro pasillo, corto y con dos puertas a cada lado. Sobre la puerta, una luz verde indicaba cuál estaba libre. Todas las puertas estaban cerradas con llave y sólo los empleados tenían la llave para usarlas en momentos especiales.

Entraron los cinco y Roberto puso la luz en rojo y cerró con la llave. Encendió unas luces indirectas que mantenían la intimidad, pero podían verse perfectamente.

-    ¿Alguien quiere una copa? – preguntó Roberto.

-    Yo tomaría un poco de champán… - dijo Magdalena.

-    ¡Por supuesto  señora! – respondió el joven - ¡Vamos Poppy, desnude a su hijo!

Poppy miró a su marido y este le indicó que hiciera lo que el joven le había dicho. Ella, un poco dubitativa, le quitó la ropa.

-    ¡Venga joven! – Roberto llamó al joven – Suba a la barra y póngase de rodillas mirando hacia ellas - ¡Acérquense señoras! ¡Poppy, mama un poco la polla de tu hijo! – ella lo obedeció - ¡Vale! Magdalena, ponte aquí y prepárate a beber…

Poppy entendió. Sostuvo la polla apuntando hacia abajo, Magdalena se puso delante y abrió la boca debajo del glande de Kyle. Roberto abrió una pequeña botella de champán y la empezó a derramar por lo alto de la polla de Kyle. Magdalena disfrutaba de aquel tragó.

-    Ahora vamos a la cama…

A un lado había una cama. Kyle se tumbó esperando que su madre subiera y le comiera la polla.

-    ¡Ustedes dos quietas… - dijo Roberto agarrándolas con suavidad del pelo - ¡Ahora sois mis putitas! ¡Para eso ha pagado Charlie! – el señor O’Brien tenía una sonrisa de placer al ver a su mujer con otro y tratada como una esclava - ¡Ven aquí Charlie! Frente a mí… - el marido se colocó  y Roberto hizo que las dos mujeres se arrodillaran – Magdalena, saca su polla. – obedeció y una flácida polla colgaba – Poppy, saca la mía… - ella también obedeció.

-    ¡Dios, es enorme! – dijo Magdalena.

-    ¡Juega con mi polla y mira a tu marido! – ordenó el joven Roberto.

Poppy se acercó a la gruesa polla y pasó su lengua por toda la longitud de aquel hermoso miembro. Charlie la miraba y sentía excitación al verla allí debajo, de rodillas, obedeciendo las órdenes de aquel joven. Su polla empezó a crecer.

-    ¡Magdalena, acércate a Kyle! – la madura obedeció y se colocó de pie delante del otro joven – Inclínate y deja tu culo en pompa… - lo hizo y la polla de Kyle quedó al alcance de su boca - ¡Mámalo!

Magdalena empezó a trabajar la polla del hijo de Poppy mientras la madre lamía los huevos de Roberto y miraba a su marido.

-    Thank you young man, you made me get up! – Charlie le agradeció que hubiera conseguido una erección.

-    ¡De nada! – respondió y Roberto siguió ordenando – Ahora bájele las bragas a Magdalena y aproveché esa erección para follársela… Poppy, you give me a good blowjob!

El señor O’Brien se puso detrás de Magdalena, levantó su falda y bajó sus bragas hasta las rodillas. Poppy intentaba tragarse la polla de Roberto, nunca había tenido una tan grande para ella y tenía que aprovecharla.

-    ¡Oh sí señor O’Brien, fólleme! – gemía Magdalena mientras Charlie la follaba agarrado a su cadera.

-    ¡No dejes de mamar a Kyle! – le ordenó Roberto y ella aquella noche tenía dos pollas dentro de su cuerpo.

El joven empleado levantó a Poppy y la llevó por la habitación para que viera como su marido y su hijo hacían gozar a la otra mujer. La detuvo junto a su hijo.

-    ¿Te pone caliente verlos? – le susurró Roberto al oído mientras una de sus manos se colaba por sus bragas y comprobaba que su coño estaba bien mojado - ¡¡Sí, ya estás lista para tu hijo!

Roberto le quitó la falda y las bragas. La hizo subirse en la cama.

-    ¡Vamos Poppy, frota tu coño contra la boca de tu hijo! – ella obedeció al joven y al momento Kyle estaba saboreando el coño de su madre - ¿Te gusta Charlie?

-    ¡Sí, sí, la tengo bien dura! – embestía a Magdalena que gemía suavemente.

-    ¡Vamos Poppy, clávate a tu hijo en el coño! – ella obedeció y Charlie podía ver la polla de su hijo entrando y saliendo del coño de su mujer - ¡Vamos Charlie, sube a la cama y dale tu polla a tu mujer!

Charlie sacó la polla aún erecta de Magdalena y se subió a la cama, colocándose frente a su mujer que botaba para clavarse a su hijo. Poppy sentía entrar las dos pollas de los hombres de su familia en su cuerpo, su hijo en su coño, su marido en su boca. Hacía tiempo que no veía en Charlie tal erección.

Magdalena quedó con el culo en pompa después de que Charlie la abandonará para subir a la cama. Estaba quieta, hipnotizada por el constante movimiento de la joven polla de Kyle que dilataba los labios vaginales de su madre. Veía como Poppy gimoteaba al tener para ella esas dos pollas, quería una, la necesitaba.

Sin previo aviso, Magdalena sintió las fuertes manos de Roberto que separaban los flácidos cachetes de su culo. Miró hacia él y le sonrió con un poco de miedo al ver su erecto falo amenazándola. El joven le sonrió mientras sus manos empezaron a untar un lubricante sobre toda su polla. Magdalena observó el redondo y grueso glande que había liberado de su envoltura y su vagina se estremeció ante la inminente invasión.

-    ¡Despacio por favor! – le suplicó al joven.

Roberto se inclinó y besó dulcemente la espalda de aquella mujer que a sus cerca de setenta años, iba a probar a ser follada por una enorme polla.

Magdalena sintió los labios de su amante que subían por su espalda poco a poco. Se sentía indefensa ante él en aquella postura. Su pecho sobre la cama, su falda levantada, sus bragas por las rodillas, el cuerpo de aquel joven aprisionándola… sabía que no podía escapar. Sintió el grueso glande colocarse entre sus cachetes, ya no podía volver atrás, ya no quería. Sintió como se deslizó entre sus carnes y chocó contra su ano. Dio un respingo y lo miró asustada. Él le lanzó un beso para tranquilizarla y su mano movió la polla.

Magdalena sentía como su vagina se iba humedeciendo cada vez más, aquel glande se deslizó hacia abajo desde su ano y se restregó por sus labios vaginales. La entrada de su vagina se dilató levemente para que él entrará. Tenía miedo del daño que le pudiera hacer una polla tan grande, pero a la vez deseaba sentirse completamente llena. Aquel glande separó sus labios vaginales y  estrujó su clítoris produciéndole tal placer que sus piernas perdieron fuerza. Las manos de Roberto, agarrado a su cadera, la colocaron y sujetaron para que el grueso glande empezara a empujar para entrar en su vagina.

Mientras los ojos de Magdalena veían la polla de Kyle que entraba y salía del coño de su madre, el suyo recibía el ataque de la polla de Roberto. Una placentera presión empezó a forzar la dilatación de su vagina. Había follado con muchos jóvenes, pero nunca con uno que tuviera tal tamaño ni tal delicadeza al penetrarla.

-    ¿Te sientes bien Magdalena? – le preguntó Roberto.

-    ¡Me siento completamente llena! – dijo ella al se penetrada.

-    ¡Sólo te he metido un poco! – le susurró al oído - ¡Ahí va más polla!

-    ¡Aaaah! – protestó con placer al sentir el empuje de aquella polla en el interior de su vagina - ¡Sigue, así, así! – su coño siguió lanzando flujos para recibir toda aquella polla.

Roberto siguió empujando e iba introduciendo cada vez más polla en el coño de Magdalena. Ella lo recibía con gemidos de placer, chillando de gusto cuando con una fuerte embestida, Roberto clavaba su polla hasta el fondo. Entre gemidos y temblores, ella tuvo el primer orgasmo. Roberto sacó su polla y le ordenó que no se moviera. Ella lo miró y reconoció lo que había cogido del cajón: un dilatador anal. Hacía tiempo que le daban por el culo, y deseaba esa erecta polla partiendo el suyo, su viejo culo. Su mano acariciaba su clítoris, estaba muy cachonda con las cosas que les ordenaba aquel joven. Delante de ella madre, padre e hijo tenían sexo, guiados por las ideas del hombre que en breve le partiría el culo. Él se acercó por detrás, ella puso su culo más en pompa para ofrecerle su ano. De un solo golpe sintió como la polla de Roberto llenaba por completo su vagina. La penetró varias veces y quedó completamente hundido en ella.

Roberto empujaba su polla para mantener a Magdalena totalmente penetrada, cogió el dilatador y lo embadurnó con lubricante. Con una mano frenó el culo de Poppy que botaba sobre su hijo. La polla de Kyle se salió de la vagina de su madre.

-    ¡Mámala Magdalena! – ordenó a ella que seguía totalmente penetrada, pero sin follarla.

Separó los cachetes del culo de Poppy y el oscuro ano se agitaba por la excitación que le producía follar con su hijo y su marido a la vez. La cabeza de Magdalena empezó a subir y bajar mientras mamaba la polla de Kyle. Roberto acercó el lubricado dilatador al ano de Poppy.

-    No, not the ass! – protestó Poppy - My ass has never been penetrated!

-    Yes, great whore!  Today is the day your ass gets busted for the first time! – dijo Charlie sujetando el culo de su mujer -¡Vamos chaval – animó a Roberto - ¡Métele eso y después tu polla!

Roberto empezó a empujar con el objeto en el ano de Poppy. Ella gruñía protestando por lo que su marido le obligaba a hacer. Un poco del dilatador entró y Roberto lo movió suavemente.

-    You like? – preguntó Charlie a su mujer.

-    It hurts a little, but I’m starting to like it … - el ano de Poppy se dilataba y Roberto le metía más aquel objeto.

-    Suck me while Roberto dilates your anus! – Charlie le metió su polla en la boca y su mujer siguió mamándolo mientras su esfínter se hacía más y más ancho.

Kyle podía ver como su madre se tragaba toda la polla de su padre. Hacía mucho tiempo que Charlie no conseguía una erección y hoy la estaba aprovechando. También podía ver, bajo el castigado culo de su madre, como la anciana Magdalena tragaba su polla arduamente. Su amo Roberto le ordenaba y ella obedecía sin cuestionar.

-    ¡Magdalena! – dijo Roberto - ¡Devuelve la polla de Kyle al coño de su madre! – ella sacó la polla de su boca y la dirigió a la dilatada entrada de la vagina de Poppy.

-    Oh my God!  What a great pleasure! – dijo Poppy en un gemido cuando las manos de Roberto empujaron su culo para que la polla de su hijo entrará mientras el dilatador aún estaba dentro de ella - Yes son!  Fuck your mother!

Kyle metía su polla con ganas mientras su madre daba grandes succiones a la polla de su marido.

-    Don’t take it out of me now!  I want more in the ass! – protestó Poppy cuando Roberto sacó el dilatador.

-    ¡Venga Charlie! – dijo Roberto - ¡Su culo está listo para tu polla!

El señor O’Brien corrió para colocarse tras su mujer. Se agachó un poco para llevar su polla al dilatado ano. Magdalena veía a pocos centímetros como Charlie intentaba clavar su polla en el culo de su mujer sin éxito. Ella agarró con una mano la polla y la dirigió al ano. Cuando Charlie sintió en la punta de su polla el tacto del ano de su mujer, empujó con fuerza y la penetró por completo. Padre e hijo se movían y llenaban por completo con sus pollas los dos agujeros de Poppy.

-    ¡¿Preparada para gozar?¡ - le dijo Roberto a Magdalena.

No dijo nada, lo miró con la cara más sensual que nunca había tenido y levantó su culo para prepararse a recibir las embestidas de su joven amante. Los movimientos de la enorme polla comenzaron suavemente a arrancar el placer en aquel dormido coño. Magdalena podía ver delante de su cara como el marido y el hijo de Poppy le daban placer hundiendo sus pollas a lo unísono en ella que no dejaba de lanzar gemido. Pronto se unió Magdalena al canto de su compañera de orgía. En la habitación se escuchaban los gemidos estremecedores de las mujeres y los alaridos de placer de los hombres que clavaban sus pollas sin piedad en los coños hambrientos de sexo de las dos.

-    Fuck yeah, stick your cocks in me! – gritaba Poppy mientras sus hombres la embestían sin piedad - More, more, I'm cumming! – todo su cuerpo temblaba al sentir el enorme orgasmo.

-    ¡Sí, sí, más fuerte! – gritaba Magdalena al sentir como aquella polla llegaba a lo más profundo de su vagina. Los espasmos de placer hacían que sus piernas temblaran y no podían sostenerla - ¡No pares hijo, no pares! – le gritó a Roberto.

Las manos del joven empleado agarraron a su amante por la cintura y la penetró con todas sus fuerzas. Nunca había follado a una mujer tan mayor, pero gozaba sintiendo la presión que la vagina hacía en su gruesa polla, parecía que las convulsiones de las paredes del coño de aquella mujer quisieran devorar su polla.

La situación llegó al clímax. Kyle y su padre no podían más. El joven clavó su polla en el coño de su madre y empezó a lanzar semen mientras su padre lo miraba desde arriba y aún penetraba el destrozado culo de Poppy. Ver a su hijo correrse y los chillidos de su mujer, consiguieron que se corriera. Clavó su polla en ella y soltó todo su semen. Poppy cayó sobre su hijo, extenuada por el placer y permaneció quieta con involuntarias convulsiones mientras sentía dentro de ella brotar el semen de sus dos machos.

Magdalena se sentía en volandas, sujeta por su fuerte amante. Roberto la embestía sin piedad y su vagina hacía movimientos involuntarios  que ella nunca había sentido por el placer que le daba aquella polla. Y llegó el éxtasis cuando , con más fuerza de lo que ninguna mujer hubiera soportado, Roberto se clavó en su coño y la llenó de su blanco semen.

Todos quedaron exhaustos por el placer. Charlie sacó su polla del culo de su mujer y Magdalena pudo ver como el semen brotaba y formaba un hilo que bajaba hasta la dilatada raja de su coño y se mezclaba con el semen de su hijo que rebosaba de la vagina de Poppy.  Madre e hijo quedaron abrazados mientras descansaban, Charlie acariciaba amorosamente a su mujer mientras agradecía a su hijo el placer que habían conseguido los tres.

Roberto sujetaba a Magdalena que no controlaba los movimientos espasmódicos de su cuerpo. Ella se retorcía y sus manos lo empujaban y lo atraían hacia ella como si no supiera qué le daría más placer.  Miró el redondo culo de aquella mujer y sacó de golpe su polla. Magdalena se retorció de placer sobre la cama y sus piernas se abrían y cerraban. De su vagina salía la ingente cantidad de semen que su joven amante había arrojado dentro de su coño. Roberto la acariciaba recostado junto a ella y ella no podía controlar sus movimientos. Los cinco descansaron para reponerse del placer de aquella orgía.

En la habitación de Bethany.

Tenía la oportunidad de follar con la impresionante Bethany, pero por algún motivo, no estaba a gusto  entrado en aquella habitación con mi madre y nuestros nuevos amigos. Envidié a mi primo por tener tan claro que quería follar con su madre, y seguramente lo estaría haciendo mientras yo me sentía excitado por nuestra amiga y enfadado porque su hijo metiera mano a mi madre. No sabía qué pensar.

-    ¡Marta, ven un momento a mi dormitorio! – dijo Bethany y las dos entraron en ella mientras Oliver y yo permanecimos en el salón.

En el dormitorio.

Bethany se sentó en el filo de la cama y le pidió a Marta que se sentará junto a ella para hablarle.

-    Marta, ¿estás segura de querer hacer esto? – Marta la miró dubitativa – Sí no lo tienes claro, mejor no lo hagas.

-    Es que me resulta raro tener sexo junto a mi hijo.

-    ¡Ya, la primera vez es raro! – la tranquilizó Bethany – Hacerlo con otros y hacerlo con tu propio hijo…

Entonces Marta se imaginó teniendo sexo con Enrique. Si no se sentía tranquila con la idea de  follar con Oliver mientras Bethany follaba con su hijo, al imaginarse tener sexo con Enrique su coño empezó a mojarse. Su amiga hablaba y ella ya no la escuchaba. Una sonrisa de comprensión se dibujó en la boca de Marta. Bethany cayó y la miró, soló le dijo una cosa…

-    ¡Sí Marta! – le dio un pequeño empujón en la espalda - ¡Tu hijo también te desea! ¡Corre, no lo dejes escapar!

Intentaba hablar con Oliver, pero me resultaba muy difícil. Aquella situación no me gustaba, pero no sabía bien por qué.

-    ¡Tenemos que irnos! – mi madre salió de la habitación.

Casi me tira la bebida cuando me agarró del brazo y tiró de mí para salir de allí.

-    ¿Qué pasa mamá? – le pregunté nervioso.

-    ¡Tenemos que hablar en la habitación! – casi habíamos llegado a nuestra puerta y quedó paralizada - ¡Mierda, le di la llave a tu tía! No podemos entrar.

-    ¡Espera mamá! – me acerqué a la puerta - ¡Mira! La han dejado puesta…

Abrimos y entramos en la habitación. Mi madre cerró rápido y sin hacer ruido al escuchar los fuertes gemidos que daban María y Edu. Sin duda no habían perdido el tiempo. Con cuidado y sigilo, caminamos para ver qué nos encontrábamos. Miramos a l dormitorio de ellas y no pude resistir excitarme al ver a los dos desnudos, ella bocarriba y abierta de piernas mientras él, entre sus ellas, movía su culo arriba y abajo para clavar su polla entera en el coño de su madre. Estaríamos a unos cinco metros de ellos. Gemían mientras podíamos ver como la polla de Edu se perdía dentro del mojado coño de su madre.

-    ¡Vamos! – dijo mi madre en voz baja y entramos en mi dormitorio.

Ella cerró la puerta y echó el pestillo. Me pidió que me sentará en la cama e intentaba hablarme mientras se movía de un lado para otro nerviosa. Me levanté, la paré y tomé sus manos.

-    ¡¿Qué te pasa mamá?! – miré sus hermosos y preocupados ojos.

-    Hijo… - no sabía qué decir – Yo… Verás… Nos hemos ido de allí…

-    ¡Yo también te deseo! – le solté de golpe y ella me miró como asustada – De entre todas las mujeres que hay en este mundo, no puedo querer a otra más que a mi madre… ¡Y no sólo como madre! – besé sus labios suavemente - ¡También como mujer!

Nos abrazamos y nuestras bocas se juntaron en un lascivo e incestuoso beso. Por unos minutos nos acariciábamos y nos besábamos mientras a nuestros oídos, a pesar de estar la puerta cerrada, los gemidos de la otra pareja que no cesaban de follar en la otra habitación.

Excitado, me arrodillé delante de mi madre. Mis manos recorrieron su cuerpo hasta llegar al filo de su falda. Metí mis manos por debajo y acariciaba sus muslos mientas besaba su barriga como muestra de amor. Le levanté la falda hasta que apareció ante mis ojos el triángulo de tela de sus bragas que cubría su coño. Me lancé a besarlo desesperadamente. El olor al sexo de mi madre inundó mi mente y la excitación me volvió loco.

Ella levantó una pierna y la apoyó en el filo de la cama, me ofrecía todo su coño.

-    ¡Sí cariño, besa mis labios más íntimos!

Apartó las bragas a un lado y tenía sólo para mí el depilado coño de mi madre. Sus labios vaginales estaban hechos un gurruño. Con mis labios los besé y tiré suavemente de ellos.

-    ¡Sí hijo, bésame!

Mis labios jugaron con sus íntimos labios, como si besara su boca. Ella agitaba sus caderas por el placer. Lancé mi lengua para explorar la desconocida entrada de su vagina.

-    ¡Dios, qué bien mueves tu lengua!

Conseguí separar los labios y mi lengua recibió el sabor más oculto de mi madre. Su vagina me regalaba el líquido sagrado de su feminidad.

-    ¡Sí hijo, sí! – me levanté y besé su boca.

Estábamos desesperados por amarnos. Nos desnudamos impacientes por acariciar el desnudo cuerpo del otro. Nuestras ropas fueron arrojadas sin preocuparnos más que de quitarlas. Nos miramos. Su hermoso cuerpo, sus redondas tetas con aquellos oscuros pezones, su cuidado pubis con aquel pequeño triángulo de pelos que parecía indicar el camino hacia el placer. Mi polla estaba erecta, muy erecta, casi me dolía por la excitación que sentía. Mi madre se acercó a mí, su mano tomó mi polla y empezó a acariciarla. Nos besamos apasionadamente y mis manos agarraron su culo.

-    ¡Hijo, échate en la cama!

La obedecí al momento, no podía esperar. Ella subió en la cama desde mis pies, gateando, sensual… sus tetas se bamboleaban con cada movimiento que hacía. Mi polla apuntaba al techo, esperando deseosa que su cuerpo se frotara con ella. Sus manos abrieron mis piernas y se echó entre ellas. Mi erección quedó delante de su boca, botando  incontroladamente por el deseo de ser tocada por mi madre. Me sonrió sensualmente y acercó su boca a mi glande. Sopló ligeramente y mi polla dio un bote, chocando contra sus labios.

-    ¡Vaya, está polla quiere meterse en mi boca! – sus dedos acariciaron mis testículos – Hijo ¿qué crees que quiere que haga?

-    ¡No sé mamá! – le dije jugando con ella - ¡Pero mira lo caliente que tengo esto! – con una mano bajé la piel que cubría mi glande e incliné mi polla hacía ella. Acercó sus labios para tocarlo.

-    ¡¡Vaya! Está muy caliente…  ¡Tal vez sea bueno que lo enfríe con mi saliva!

Su boca se abrió y se tragó parte de mi polla. Su lengua jugueteaba con mi glande y sentía sus caricias. Le dio un beso en la punta.

-    ¡Aún está caliente!

Su boca se abrió y de nuevo se la tragaba. Unas fuertes mamadas hicieron que fuera irresistible mi necesidad de correrme.

-    ¡Mamá, para o me correré!

Ella parecía no escucharme y sus mamadas se hicieron más intensas. No le pude decir nada, aunque parecía saber lo que iba a ocurrir. Mi cuerpo se tensó y mis huevos empezaron a mandar semen a mi polla. Ella podía sentirlo en su boca. Dejó su boca cerrada sobre mi polla, con una succión constante que no me permitía retener mi semen. Me convulsioné con cada chorro de leche que lanzaba en su boca. Intentaba contener dentro toda la eyaculación, pero parte del blanquecino líquido se escapaba por las comisuras de su boca. Mi polla botaba dentro de su boca regalándole aquel líquido que ella parecía adorar. Cuando dejé de soltar semen, ella abrió un poco su boca y un torrente de semen cayó por mi polla hasta llenar mis huevos y la cama.

-    ¡Qué corrida más rica me ha dado mi niño! – dijo moviéndose hacía lo alto de mi cuerpo - ¿Quiere mi niño comer el coño de su mamá?

Se puso de rodilla, con una pierna a cada lado de mi cuerpo, se movía para acercar su coño a mi boca. Pasé mis brazos por debajo de sus piernas y la forcé a moverse hasta que su caliente coño estuvo encima de mi boca. Puse mis manos sobre su culo y mi lengua empezó a jugar con sus labios vaginales.

Ella restregaba su mojado coño contra mi boca, una y otra vez. De su vagina brotaba un río de líquido que inundaba mi boca y cuyo sabor me volvía loco.

-    ¡Mamá, siéntate sobre mi polla!

Ella me obedeció y encontró mi polla erecta de nuevo, empapada de mi anterior corrida, pero lista para darle placer. De rodillas se colocó de forma que su coño estaba sobre mi polla. Sus manos abrieron su coño y lo colocó sobre la polla, sí metérsela. Agitó suavemente su cadera y si clítoris se frotaba contra mi endurecida carne, provocando que su vagina volviera a lanzar flujos para facilitar la penetración. Miré como mi polla se cubría de una espuma blanca, fruto de la mezcla de mi semen con sus flujos. Nos miramos y sonreímos al escuchar de nuevo los gemidos de nuestros parientes que follaban en la otra habitación.

-    ¡Qué escandalosa es tu tía cuando se corre! – dijo mi madre y lanzó un leve gemido cuando mi glande chocó con su clítoris.

Ella buscó la mejor postura para hacer más intenso el contacto de nuestros sexos, de mi glande con su clítoris. Se agitaba cada vez más rápido, con más intensidad. Yo acerqué mi boca a una de sus tetas que agarraba con una mano y mamé su pezón. Sus gemidos se hicieron más fuertes y empezó a sentir Un nuevo orgasmo.

-    ¡Sí, sí, qué bueno! – empezaba a gritar cada vez más.

Se agitó y un gran gemido brotó de su boca al tener un orgasmo al masturbarse con mi polla. Escuchamos que intentaron abrir la puerta, sin duda mi tía no había notado que habíamos llegado y estaría asustada al escuchar a mi madre.

-    ¡Aquí también estamos follando! – le gritó mi madre.

Movió con habilidad su cadera y sentí en la punta de mi polla el calor de la entrada de su vagina. Me miró a los ojos y, moviendo su culo, sentí como su caliente vagina iba envolviendo mi polla.

-    ¡Oh hijo, qué bueno es esto!

Se agitaba y cada movimiento hacía que mi polla entrará más en su coño.

-    ¡Mamá, me gusta follarte! – la besé.

Levantó su torso y quedó sentada, empalada con mi polla. Miré su coño y tenía la mezcla de nuestros fluidos impregnado por toda su raja. Su cadera se agitó de forma que mi polla se movía dentro de su vagina.

-    ¡Ouf, me encanta sentirte dentro de mí!

Puse una mano en su culo y otra en su barriga de forma que mi dedo gordo tocaba el principio de su raja, acariciando su clítoris. La sujeté con fuerza y la moví de forma que su coño se restregaba contra mí, mientras mi dedo machacaba su clítoris. En poco tiempo empezaba a chillar al sentir otro orgasmo.

-    ¡Sí hijo, sí! ¡Folla a tu madre! ¡Me corro! ¡Me corro!

Seguí moviéndola aunque ella ya se había corrido y me suplicaba que parara.

-    ¡Dios hijo, acaba! ¡Me voy a desmayar de tanto placer!

La empujé para que se retirara de mí. De pie en el suelo intentaba ponerla en la posición que yo quería, pero ella se giraba con la boca abierta, creyendo que me iba a correr y esperando mi leche en su boca.

-    ¡Para ya y ven aquí! – le dije agarrándola del pelo.

La giré y la puse a cuatro patas, agarrando su culo con mis manos la puse al filo de la cama.

-    ¡Cariño, dime qué quieres follar a mamá por detrás!

No le dije nada. Separé sus nalgas y apunté mi polla a su vagina. Se la clavé entera de un solo golpe y le arranque un gritó de placer.

-    ¡Sí macho mío! ¡Dale fuerte a tu mami! – la follaba enloquecido por correrme - ¡Vamos cariño, mi vagina está preparada para recibir tu semilla! – nunca había pensado que tal vez podría dejarla embarazada si me corría dentro, me excitó la idea - ¡Venga, mamá quiere tú semen dentro para tener otro niño tan cariñoso cómo tú!

Ver el culo redondo de mi madre, mi polla que se perdía dentro de su coño y aquellas palabras de mi madre, hicieron que el placer llegará. Clavé mi polla en su coño y solté todo mi semen. Perdí las fuerzas y caí sobre ella. Los dos quedamos bocabajo, yo encima y con mi polla incrustada y lanzando semen dentro de su vagina. Unos pocos minutos después nos separamos y, abrazados, dormimos toda la noche, untados nuestros sexos con nuestros fluidos. A la mañana siguiente ya daríamos todas las explicaciones y compartiríamos lo vivido aquella noche con mi primo y mi tía.