M de amante

Dos desconocidos, sueños de por medio, fácil confundir la realidad

Fin de la jornada. Recojo mis cosas y marcho para casa, tras un día duro  sólo quiero salir de allí, que me toque el aire y desconectar. Me dirijo hacia los ascensores, como ausente, espero. Suena el timbre y entro sin más, me quedo a un lado para dejar paso a otros compañeros, se cierran las puertas. Empieza el descenso, sólo se oyen bajos murmullos entre los ocupantes, no me interesan pero hay algo que me inquieta. Un cosquilleo en la nuca, no cesa, me pone nerviosa pero no en el mal sentido.

Disimuladamente me giro pero no veo nada ni nadie que me observé, cada uno va a lo suyo, deben ser imaginaciones mías. Vuelvo a mirar al frente y al instante vuelven esas sensaciones, es como si alguien me observase. Sólo quiero llegar a la planta baja para ver quién es pero se hace eterno el corto trayecto.

Por fin de nuevo el timbre, dejo salir a los demás para poder ver quien era. Todos pasan por delante de mí sin siquiera darse cuenta de que estoy allí. Me saco la idea de la cabeza y me dispongo a salir pero, justo cuando iba a avanzar, sale él. Algo me detiene y no puedo evitar mirarle directamente a los ojos, él corresponde igual. Aquel cosquilleo aumenta y una sensación de calor me invade. Aquel corto instante parece prolongarse pero son solo unos segundos.

- Hasta luego

Sólo dos palabras, las primeras que cruzamos. Él desaparece entre la marea de gente y yo, como estatua, aún permanezco dentro del ascensor. Consigo salir de mi letargo, empiezo a caminar y al levantar la mirada veo que él me está observando, me ruborizo sin saber por qué y él me obsequia con una maliciosa sonrisa. Bajo la cabeza y emprendo mi camino rápidamente. ¿Pero qué me sucede?

Decido pasear en vez de coger el transporte público, no puedo sacarme lo sucedido de la cabeza, nunca reacciono así por costumbre, es es uno más en la empresa, ni siquiera estamos en la misma planta, apenas nos cruzamos… pero es imposible no fijarse en él.

Voy sin rumbo fijo, paseando sin más. Paso delante de un centro comercial y me adentro, por mirar no pasa nada. Dando vueltas acabo donde siempre, en la sección de lencería.  No puedo resistirme, ver todas esas piezas preciosas me puede. Esas transparencias, los finos encajes, los increíbles detalles… son una verdadera joya. Tras observar durante un rato me decido a probarme algunos conjuntos, sé que no me los voy a quedar pero a nadie le va mal verse y sentirse sensual por un rato.

Paso a probadores y empiezo a desnudarme.  Es una tontería pero el solo hecho de probarme esa ropa me excita, mi imaginación vuela y pienso como sería estar allí dentro acompañada, me resulta morbosa la idea. Empiezo por probarme un conjunto negro, semitransparente, de copas triangulares, con discretos encajes que tapaban los justo y necesario. Era ideal para una velada romántica. Pasé al siguiente. Un conjunto sin tirantes de raso en verde esmeralda envolviendo mis pechos, esa tonalidad era pura lujuria. Me cambié y pasé al último, un conjunto rojo rubí con encaje negro, envuelta en aquella joya me sentía atractiva. En fin, era hora de volver a la realidad pero me resistía a dejar de verme con aquello. Casi había olvidado aquel día horroroso pero aquella sensación de cosquilleo volvió a mí. Me cambié rápidamente y salí de allí, pero la excitación había invadido mi cuerpo, era como si alguien me hubiese observado, pero allí no había nadie.

Marché hacia casa tan rápido como pude, necesitaba llegar lo antes posible, necesitaba calmar toda aquella excitación. Tras cerrar mi puerta, me deshago de todas mis prendas y caigo en mi cama. Mis manos recorren mi cuerpo, recuerdo todas las emociones de aquellas últimas horas, imagino que es alguien quien me acaricia. Imagino que es él quien me lleva al máximo placer. Es demasiado tarde, no puedo evitarlo, mi cuerpo estalla en mil y una sensaciones y quedo rendida en la cama.

Despierto con el timbre del despertador, ando un poco desorientada pero intento comenzar con mi rutina. Me siento bien, relajada, el sueño me ha resultado reparador. Llego a las oficinas, como siempre pasando desapercibida por los demás. Ocupé mi lugar y empecé con mi jornada.

Todo transcurría normal, como cada día pero pasadas unas horas me piden que lleve unos informes a dirección. Me resulta raro pero sin más cumplí con la tarea. Por no esperar subo por las escaleras, voy distraída y casi no me doy cuenta de que voy a chocar con alguien. Sin hacer mucho caso me disculpo.

- Lo siento, culpa mía.

- Tranquila. Veo que te gusta pasear, ¿no?

Ante aquella pregunta inesperada me giro y lo veo a él, mi cuerpo reacciona y recuerda la pasada noche. El rubor me invade y pierdo el habla, él sonríe pícaramente y marcha. Reacciono y retomo mi camino, llego a dirección y le comunico a la secretaria que me había enviado a realizar la entrega de los informes pero ella me comunica que no está el director. Sin darle más vueltas, tras su permiso, dejo dichos papeles sobre el escritorio del despacho y vuelvo a mi escritorio. Antes, por eso, paso a refrescarme un momento al baño.

La jornada pasó sin más, recogí mis cosas y marché.  Hoy no di ningún paseo, emprendí el camino a casa y al llegar, el portero me sorprendió.

- Señorita, han traído un paquete para usted.

No esperaba nada de nadie, pero lo cogí sin darle más importancia. Subía a mi piso, en el ascensor repasé el correo. Tras entrar dejé la correspondencia sobre la mesa, me cambié y me preparé un baño relajante, me apetecía. Me relajé y tras un buen rato salí, me cambié. Me coloqué una bata ligera y fui a la cocina a por una copa de vino, a veces me apetecía darme aquellos caprichos. Cuando estaba por sentarme en el sofá vi sobre la mesa el paquete que había recibido. Me picó la curiosidad, lo llevé al sofá y me acomodé para abrirlo.

Lo primero que vi fue una pequeña nota, escrita a mano pero no me resultaba conocida.

“ Ayer hiciste buenas elecciones pero creo que esta sería mucho mejor para ti. Espero que no te moleste mi indiscreción y que lo disfrutes.

M. ”

No le encontraba ningún sentido ¿Elecciones ayer? ¿Mejor para mí? ¿M? Mientras aquellas dudas rondaban mi cabeza abrí la caja negra que acompañaba aquella nota. Dentro de la otra caja había otra nota.

“ Sé que estarás intrigada pero en ningún momento dudes que es para ti, Lucía. No puede ser para nadie más.

M

Parecía que quien quiera que fuese me estaba leyendo la mente. Sin más dilación saqué el suave papel de seda rojo que ocupaba la caja y lo que encontré me dejó sin palabras. Ante mis ojos tenía un conjunto de lencería precioso, quizás uno de los que más había visto nunca. Sólo podía acariciarlo, dejé la copa de vino y lo saque con sumo cuidado de la caja. El sujetador era balconette, en un tono morado precioso, con transparencias y bordados negros muy finos que lo embellecían aún más si cabía. Se completaba con unas bragas brasileñas y un liguero a conjunto. Nunca en mi vida había recibido regalo como aquel.

Sin poder resistirme me deshice de la bata y me lo probé. No sabía quien podía ser M pero, si algo no dudaba, es que me conocía bastante bien. Era justo mi talla, me quedaba como hecho a medida. No podía presumir de un cuerpo de modelo pero me gustaba como era, con curvas donde debían estar. Fui a observar como me quedaba ante el espejo y, sinceramente, no me reconocía. La imagen que me devolvía el espejo era puro sensualidad, lujuria, la de alguien que pedía guerra. Las bragas se amoldaban a mis caderas como hechas a medid y el sujetador parecía acariciar y ofrecer mis pechos. La copa me llegaba a la mitad del seno pero alzaba mis pechos, dejaba entrever mis pezones y su roce en ellos me excitaba mucho.

Me cambié de nuevo pero no logré sacar mi sonrisa de mi cara, mi humor había cambiado, y todo gracias a alguien desconocido. Descansé un poco en el sofá, cené algo ligero y me acosté. Seguro que la noche sería agradable.

Sonó de nuevo el despertador, me levanté resignada pero fue volver a ver aquel paquete y mi humor cambió. Por fin era viernes, se acercaba el fin de semana y me sentía genial. Decidí estrenar aquel conjunto, me gustaba como me hacía sentir. Como hacía buen tiempo me decanté por vestido, americana y tacones, todo negro, raro en mí pero hoy me apetecía. Coleta alta, ojos marcados y un poco de color en las mejillas. Parecía mentira que el simple hecho de llevar aquellas prendas me transformase.

Me sentía distinta, mejor conmigo misma y los demás también lo notaban. Crucé más “buenos días” y más sonrisas  a modo de saludo que nunca.  Me sentía con ánimos para enfrentar la jornada. A media mañana me dirigí a buscar un café a la sala de descanso. Estaba preparándolo cuando entro alguien, supe de inmediato quién era. El aire estaba cargado. Aun así su voz me sorprendió.

- Buenos días.

- Buenos días.

Me giré para saludar correctamente pero de inmediato me volví para buscar algo en que entretenerme. Busqué alguna taza pero no lograba encontrar ninguna por los nervios.

- Aquí tienes una taza

- Oh, gracias

Me sentía tan tonta por reaccionar así. Tomé la taza que me ofrecía y me eché el café.

- ¿Hay para dos?

- ¿De qué?

- De café, ¿te importa si tomo un poco del que has preparad?

- Oh, no, para nada, disculpa, estaba distraída

Nuestras manos se rozaron al pasarle la cafetera y gracias a que él la tenía sujeta porque mi torpeza incrementaba proporcionalmente a su cercanía.  Tenía que alejarme de allí así que me despedí y me dispuse a marchar hacia mi escritorio.

- Bueno, regreso al trabajo, que aproveche.

- Veo que a quien le aprovecha el cambio es a ti. Que vaya bien la jornada.

- ¿Cómo?

- Disculpa mi atrevimiento, pero el cambio te sienta muy bien.

- Ah… gracias, supongo

- Supones bien

Acompañó aquellas últimas palabras con otra de sus pillas sonrisas que, sinceramente y sin poder evitarlo, me derretían. No sé bien como pero conseguí que mis piernas respondieran.  Llegué a mi escritorio, me senté y era como si fuera la primera vez que estaba allí, no sabía qué hacer. Dejé el café e intenté concentrarme ante el ordenador. Estaba absorta y el teléfono me sobresaltó.

- ¿Diga?

- Hola, Lucía, ¿Cómo va el día?

- Ah, eres tú, Isa. Bien, por el momento.

- Genial, entonces esta noche salimos.

- ¿Esta noche?

- Sí, ¿tenías algún plan?

- Pues no, nada en especial

- Perfecto, porque esta noche hay fiesta de despedida de Ramón

- ¿Ramón?

- Sí, ¿qué te pasa hoy? Te lo tengo que repetir todo. Ramón, el de administración. Se marcha y hoy hace una pequeña celebración.  Al salir del trabajo nos esperan.

- Bueno, ya veremos

- Ya veremos que te espero abajo en recepción a la salida.

- Pero tendré que pasar por casa para arreglarme

- No mujer, es informal, seguro que vas genial

- En fin, no te puedo llevar nunca la contraria

- Exacto, tienes las de perder. Hasta luego.

- Adiós

Isa siempre se salía con la suya y, pensándolo bien, ¿por qué no divertirse un poco? Total, no había nada más emocionante en el planning del día. Me tomé el café para despejarme y empezar a trabajar cuando vi un pequeño paquete negro. Tenía un post-it pegado con una pequeña nota, aquello ya me tenía intrigada.

“ Te irá bien para esta noche, deslumbrarás más aún.

M.”

¿Quién era “M”? Tan rápido como pude abrí el pequeño paquete, no sabía que esperar pero una barra de labios seguro que no.  La abrí para descubrir que era un rojo pasión, precioso, aunque yo no era de ponerme esos tonos. Lo guardé en el bolso sin más y trabajé como pude.

Cuando quedaban 10 minutos para terminar la jornada sonó de nuevo el teléfono.

- Nena, ¿estás lista?

- Sólo me queda recoger, tranquila que no me escapo.

- No te dejaría jaja por cierto, pásate por el baño que andaré dándome un pequeño retoque

- De acuerdo, termino y bajo

- Hasta ahora

Por 10 minutos decidí cerrar ya por hoy, ya había realizado las tareas pendientes del día y estaba avanzando unos correos.  Pillé la chaqueta, el bolso y marché. A aquellas horas ya no quedaba casi nadie en la oficina así que estaba bastante solitario el edificio. Esperé el ascensor y cuando se abrieron las puertas vi que estaba casi vacío. Casi, porque había una persona. Él. Era inevitable que mis nervios aparecieran así que, intentando controlarlos, entré, saludé y me giré para mirar hacia las puertas. El dejó el móvil y saludó. Aquel silencio era muy tenso pero no me atrevía a abrir la boca, no era capaz de articular frases coherentes.

- Bueno, por fin ya es viernes.

- Ah, sí.

De nuevo silencio. Nunca había cruzado muchas palabras con él, casi ni éramos compañeros de trabajo, pocas veces coincidíamos.

- ¿Planes para el fin de semana?

- No, no tengo planes.

- Vaya

- ¿Vaya?

- Sí, no me interpretes mal, creí que alguien como tú tendría los fines de semana ocupados.

- Siento decepcionarte pero no

- No me decepcionas, para nada.

- Ya… ¿y tú, tienes planes?

- Nada definido por el momento, sobre la marcha

- Vaya

- ¿Vaya? Jajaja

- Sí, supuse que tú sí que tendrías planes

- Tengo varias opciones pero ninguna definitiva por el momento

- Eres de decisiones a última hora

- Si se me presentan mejores ofertas a última hora es el mejor modo de no dejarlas perder

Touché. No supe que responder pero justo en aquel instante el timbre indicó que llegamos a la planta baja.

- Las damas primero

- Gracias

- No me las des aún. Que disfrutes del descanso.

- Gracias… perdón, tú también

- Todo lo que pueda.

- Bien

- Puede ser mucho mejor, a veces va bien soltarse el pelo.

Con aquellas palabras desapareció por la puerta de recepción.  Siempre me dejaba “tocada” pero al menos había podido tener una pequeña conversación sin decir incoherencias. Me dirigí hacia los baños y allí me encontré con Isa frente al espejo retocándose.

- Buenas tardes.

- ¿Cómo que buenas tardes, Isa?

- Lucía, no te reconocía. Pero vaya, ¿te has ido antes y vienes de casa?

- No, para nada, ¿por?

- Pues vaya modelito me traes hoy, ¿A quien te querías camelar?

- A nadie, simplemente, me apetecía

- Pues vaya, me parece genial, vas perfecta para la despedida

- Gracias. Veo que tú también te estás arreglando par ir perfecta

- Ya sabes, un poquito por aquí, un poquito por allí… nunca se sabe que puedes encontrarte ¿tú no te retocas?

- No lo tenía pensado

- ¿Quieres mi labial para darte un retoque?

La miré y en aquel momento pensé “¿por qué no?”

- No, gracias, tengo aquí el mío.

No era uno de los tonos que más utilizaba pero, ya que hoy era día de cambios, también cambiaría aquella costumbre. Minuciosamente me pinté los labios y, al contrario de lo que pensaba, me gustaba como me quedaba aquel rojo. Era elegante, no quedaba vulgar. Y me hacía sentir más sexy aún.

- ¿Estás seguras que hoy no sales de caza?

- Pero qué dices, Isa, ¿a quién quieres que cace?

- Tal y como vas, a cualquiera que te propongas

- Mira que llegas a ser

- Un último detalle

Se puso tras de mí y tiró de mi coleta para dejarme el pelo suelto.

- Isa

- Nena, así mucho mejor sin duda. ¡Estás para comerte! Deberías sacarte más partido, guapa. Toma, retócate el colorete un poco.

Desistí en llevarle la contraría pero, tras echarme una ojeada en el espejo, no pude negar en que algo de razón llevaba. Me di los últimos retoques y nos dispusimos a salir.

Nos dirigimos hacia el local donde se celebraba la despedida dando un paseo, no estaba muy lejos.  Cuando llegamos dejamos nuestras pertenencias en el guardarropía y nos adentramos a la multitud. Empezamos a saludar a compañeros y nos dirigimos a la barra para tomar algo.

- Vaya, Isa, al final te has animado a venir y además acompañada.

- Ramón, ¿cómo me lo iba a perder? Una fiesta así… tengo celebrar que te pierdo de vista, ¿no?

- Tan amable como siempre, bonita. Si me echarás de menos y todo.

- Jajajaja ya me conoces guapo, pero no sé yo si te echaré en falta

- Pobre de ti que no. Bueno, ¿no nos presentas?

- ¿Es necesario que te presente?

- No estaría mal, aunque lo que me sabe peor es marcharme cuando llega una novedad tan bonita a la empresa.

- ¿Novedad?

- Ramón, no creo que sea necesario presentarme, si no me conoces con el tiempo que llevo en la oficina

- Es Lucía, Ramón. ¿No la reconoces o qué?

- Vaya, Lucía, ¡qué cambio!

- No es para tanto

- Mira si lo es que no te reconocí

- No pasa nada. Aprovecho para desearte suerte en la nueva etapa.

- Gracias guapa, pero no me perderéis de vista del todo eh.

- Eres demasiado pesado jajajaja

- Ay Isa… un día te haré tragar tus palabras, ya verás cuando te pille y te la devuelva

Ramón marchó y vi como Isa lo miraba apenada.

- Isa, no me lo puedo creer

Cambió su mirada en un segundo.

- ¿Qué no te puedes creer?

- Ramón te gusta

- Pero qué dices

- Lo que oyes, estás coladita por él

- Anda, déjate de tonterías

- Tonterías ninguna, a ti te gusta y mucho

Isa tomo un trago largo de su copa y me miró de nuevo.

- ¿Sería tan malo que me gustase?

- No, para nada, no me malinterpretes. Pero no pensé que fuese así

- Pues sí y ahora se marcha

- ¿Y por qué no se lo dices?

- ¿No ves como nos llevamos?

- Sí, metiéndoos el uno con el otro pero eso no me parece una mala señal

- Déjalo, no hay nada que hacer

- ¿Y eso me lo dice la persona que me quiere lanzar a cazar?

- Es diferente

- Cobarde

- Le dijo la sartén al cazo

Dejamos el tema a parte y seguimos disfrutando de la fiesta. El ambiente cada vez estaba más animado, las copas iban y venían y las risas no cesaban. Hacía mucho que no me divertía así. Sin preocupaciones, sin pensar en nada más, disfrutaba con Isa. Bailábamos, reíamos, disfrutábamos,… de nuevo empecé a sentir el cosquilleo de días anteriores y sin dudarlo empecé a buscar el culpable de ello por la sala. Lo descubrí en el extremo opuesto de la sala pero me observaba. Sin darme cuenta me estaba mordisqueando el labio, vi su maliciosa sonrisa y como me saludó con su copa. Una risita se me escapó y le correspondí. Tras ese gesto, seguí a mi rollo.

La noche transcurría y cada vez estaba más desinhibida. Había gente que seguía sin reconocerme pero le empecé a pillar el gusto a aquello. Seguía sintiendo las miradas furtivas de él, cada vez iban a más y ya no me molestaban, me agradaban, me sentía admirada. Al poco rato se nos acercó Ramón de nuevo.

- ¿Cómo van por aquí las dos señoritas?

- Hasta que llegaste tú, genial

- Isa, no te pases

- Tranquila, Lucía, su boquita le traerá problemas algún día

- Uy, ¿debo tener miedo de tu amenaza?

- Empieza a tenerme miedo, bonita

- ¡Ja! Mira como tiemblo

- Te la estás ganando a pulso

- ¿A si? ¿Me vas a castigar?

- Pues mira, como regalo de despedida, por el momento vas a sufrir mi compañía durante un rato más.

La agarró de la mano y la llevaba hacia la pista

- Que te crees tú que voy a bailar contigo

- Claro que sí, si no te importa Lucía, te la robo un rato

- Toda tuya, Ramón

- ¡Traidora!

- Te lo has ganado, nena

Ella refunfuñaba pero no se resistía a él, con una sonrisa en los labios los observé y pensé en el dicho “los que se pelean, se desean”. Ellos eran el claro ejemplo. Me giré y me dirigí a la barra, me senté en un taburete y pedí otra copa. Disfrutaba de ella cuando tuve visita.

-          Vaya, parece que te han dejado sola

Sin girarme contesté

-          Tampoco busco compañía

-          Vaya, desmelenarte hace que muerdas

Me giré y me quedé sin habla, él se había acercado y yo le había escupido de aquel modo.

- Lo siento, creí que serías otra persona.

- ¿Esperabas a alguien?

- A nadie, pero ya me han confundido muchas veces esta noche y algún que otro pesado se ha acercado.

- Mujer, entiéndelos

- ¿Que los entienda?

- Es totalmente comprensible

- No veo por qué, me ven cada día en la oficina.

- Pero hoy estás distinta, te lo dije antes

- Soy la misma de siempre

- Sí y no, algo ha cambiado

- Perdona, pero no creo que me conozcas tanto como para conocerme

- Cierto hasta cierto punto. Pero incluso tu amiga te ha notado diferente

- Chorradas

- Como quieras llamarlo. Pero bueno, no quería que te enfadases, parecías disfrutar de la fiesta

- Sí, lo hacía

- Hasta que te molesté, quizás sea mejor que me marche

- No, no quería decir eso. No me molestaste

- ¿Puedo acompañarte, pues?

- No veo por qué no, no sé cuanto tardará Isa en volver

- Me parece que tardará un poquito aún

El tono de sus palabras hizo que volteara a ver a Isa. Parecía ser que por fin se había decidido a dar el paso porque se estaban comiendo el uno al otro.

- Vaya con Isa, por fin se ha lanzado

- Y tú, ¿Eres tan lanzada?

Lo encaré sin darme cuenta antes de la poca distancia que nos separaba, estábamos demasiado juntos, más de lo que recordaba hacia un instante.

- ¿Qué decías?

- Quería saber si tú eras tan lanzada como tu amiga

- No

- Ujumm

- ¿Y eso que quiere decir, te decepciono de nuevo?

- Nunca me has decepcionado

- No he tenido muchas ocasiones, ¿no crees?

- Si tú supieras

- Muéstrame pues

- Mejor te invito a otra copa

- ¿Quieres emborracharme?

- No es mi intención

- Vaya, ¿debo empezar a tenerte miedo?

- Tampoco, por el momento no te he hecho nada que pudiese lastimarte

Tras aquello llamó al camarero y pidió dos copas. Mientras nos las servían nos observábamos mutuamente pero sin decirnos nada. Me ofreció la mía y se lo agradecí. Seguimos igual con los primeros tragos, hasta que él soltó una pequeña risilla mientras me miraba.

- ¿Qué?

- Nada

- No, dime, ¿Qué pasa?

- Nada, no sucede nada

- No me tomes el pelo, ¿tengo algo mal?

- No hay nada absolutamente mal en ti

- Entonces ¿por qué te ríes de mí?

- No me río de ti, no es m intención, tan solo me hacía gracia ver que me hiciste caso

- ¿En qué te hice caso?

- En muchas cosas, aunque no lo sepas

- No te pillo, ¿por qué no nos dejamos de misterios y me lo dices?

- Porque el misterio es lo que hace esto mejor aún

Seguía sin entender nada pero no quería darle vueltas a la cabeza. El ritmo de la música cada vez me llevaba más, sonaba salsa y aquello me perdía. Sin darme opción él me sacó mi copa y dejó la suya en la barra, me cogió la mano y me llevó hacía la pista.

- No, no, no me saques a bailar

- ¿Por qué no? Te mueres por bailar

- No se meda bien

- Eso no lo crees ni tú, llevas el ritmo y antes estabas bailando, no hay escusas que valgan

- Pero

- Nada de peros

No me pude negar y, sinceramente, tampoco es que quisiera. Como él sabía yo me moría de ganas por bailar pero no sabía si sería capaz de enlazar dos pasos con él. Me quedé sorprendida cuando él empezó a llevarme, sin dificultad, como si no fuera la primera vez que bailábamos juntos. Aquello me colocó una gran sonrisa en los labios y empecé a disfrutar. Casi ni nos conocíamos pero no era esa sensación la que tenía.

- Por fin sonríes

- Sonrío muy a menudo

- No he podido disfrutar de ello hasta ahora

- No hemos tenido ocasión antes

Fue a contestarme pero simplemente sonrío y se me quedó mirando como si me quisiera decir algo pero se lo guardó. Las canciones pasaban y seguía con la misma energía que en el primer baile, la única diferencia era que cada vez bailábamos más pegados, el mundo había desaparecido para nosotros y la temperatura iba aumentando. Al menos era esa la sensación que yo tenía.

- Hiciste bien en soltarte el pelo

- Fue cosa de Isa

- Sabe lo que te conviene

- Según ella, ir de cacería

- Y según tú ¿hoy salías a cazar?

- No

- Lástima

- ¿Qué quieres decir con eso?

De nuevo volvió a omitir su respuesta, seguimos bailando, nuestras miradas no se separaban ni perdían un solo detalle del otro. Seguíamos sin cansarnos, sin querer parar, parecía que la música cada vez era más decadente. Aquello cada vez se caldeaba más, era una locura. Como pude me separé de él, su expresión denotaba como tristeza y, hábilmente, me volvió a acercar aún más a él.

- ¿Quieres escaparte?

- No era esa mi intención

- ¿No estás disfrutando?

- Demasiado

- ¿Eso es malo?

- No sé qué decirte

- Me gustaría que esta vez la respuesta fuese no

- No

- Me gusta

- Sólo quería ir a por otra copa, estoy sedienta

Sus ojos acariciaron mis labios y no pude evitar relamerme. Su mirada, algo distinta, retornó a mis ojos.

- Vamos a por esa copa. Creo que no me vendría mal a mí tampoco.

Me colocó ante él, su mano en la mía y la otra en mi cadera mientras me guiaba entre el gentío. Sentía como quemaba, parecía traspasar la tela de mi vestido. En aquel momento, por si la cosa no estaba ya bastante caldeado, recordé la situación de días anteriores en los probadores. Me detuve sin querer y su cuerpo se pegó al mío.

- ¿Todo bien?

- Sí, disculpa

- No hay nada que perdonar

Eché atrás la cabeza y lo miré, él también me miraba, fue solo un instante pero aun así me afectaba del mismo modo su mirada penetrante. Llegamos a la barra y no abandonó su posición en mi retaguardia. Con la escusa de evitar a la gente se pegó bastante a mí y a ambos a la barra.

- ¿Que quieres tomar?

- Algo me quite esta sed que tengo

- ¿Quieres decir que aquí tendrán lo que necesitas?

Tras dudar qué respuesta darle opté por lo que me pedía el cuerpo.

- Creo que no, pero tendré que conformarme.

- Interesante respuesta, por el momento me sirve.

Nos atendió el camarero, pedimos y esperamos. En esta ocasión tardaba algo más que las anteriores, la multitud había aumentado considerablemente y con ella el trabajo también. Lejos de molestarme, me gustaba. Disfrutaba de su compañía, cosa que horas antes no tenía ni en mente, era impensable. Me giré un poco a ambos lados buscando a Isa pero no daba con ella.

- Marchó hace un rato.

- ¿Quién?

- Isa

- ¿Por qué no me avisaste? Íbamos juntas y

- Creo que hoy serías, no me entiendas mal, un estorbo

- ¿Perdona?

- Dos son compañía, tres son multitud

- Se ha ido con

- Sí, marchó con Ramón

- Vaya, me alegro por ella pero podría haberme avisado

- Déjala que disfrute, que ambos disfruten

- Es lo que quería

El camarero nos sirvió nuestras copas y me giré para volver a la pista pero él no cambió su posición.

- ¿No quieres bailar ahora?

- No lo dudes, pero prefiero un lugar algo más alejado de la multitud.

No dije nada y dudé por un momento pero pasó rápidamente ese momento.

- No tienes que tenerme miedo, Lucía.

No contesté tampoco, tenía miedo de mi misma que de él. Me dejé llevar hacía un rincón apartado del bullicio de la gente. Estaba aún un poco tensa pero las copas ayudaban a que el ambiente entre nosotros fuera algo más distendido. Charlamos un poco de todo en general, sin intimar demasiado, cosas del trabajo y poco más, hasta que terminamos las copas.  Volvió a acercarse a mí y, tras dejar los vasos, empezamos de nuevo a bailar. Hasta que alguien nos interrumpió.

Una rubia despampanante no interrumpió, echándome a mí una mirada mortífera. Sin entender que sucedía me separé un poco de mi acompañante pero observé que su cara era de pocos amigos.

- Qué sorpresa tan agradable encontrarte por aquí.

- No puedo ahora, Candela.

- ¿No tienes tiempo para mí?

- No, estoy con alguien por si no lo ves.

Noté que su tono era duro, totalmente contrario al que usaba conmigo.

- Por mi no te preocupes, ve con ella, lo entiendo

- No hay nada más que entender que no quiero perder el tiempo inútilmente

Aquellas palabras no me las tomé bien en un principio y la rubia demasiado bien.

- Ya has oído bien, bonita, déjanos, ya estoy yo para hacer que lo pase bien

Aquello era lo máximo que soportaba, me giré pero no me dio tiempo a caminar mucho. Él me cogió de la mano y me dejó pegada a él, mi espalda y su pecho estaban unidos de arriba abajo. Aquello me sorprendió pero más a la otra chica.

- Candela, no entiendes cuando te hablo, no ahora ni nunca. No voy a perder el tiempo con alguien como tú ni loco. Déjanos en paz y vete a divertir con cualquiera, no notarás diferencia.

Las palabras fueron como un jarro de agua fría para la muchacha. Dio media vuelta y despareció entre la multitud.

Estuvimos unos segundos en aquella posición, en silencio. Poco a poco nos dejamos llevar por el ritmo de la música, los cuerpo se movían al unísono.

- Creo que le sentó mal lo que le dijiste a la chica, no se fue con muy buena cara.

- Me da igual, no creas que realmente le ha importado. Sencillamente no se ha salido con la suya.

- Si querías ir con ella podías haber ido sin problemas

- Como bien dices, si hubiese querido. La cuestión es que no era lo que quería.

- No tienes que quedar bien conmigo

- No quiero quedar bien contigo, únicamente no quiero perder de vista esos labios rojos que luces

Sus palabras me dejaron atónita. Le miré y él me miro.

- Estoy donde quiero, Lucía. Te dije antes que siempre me quedaba con la mejor oferta.

- Vaya, por el momento soy la mejor oferta.

- No me conformo con cualquiera, debes saber eso de mí, y pocas veces me equivoco en mis elecciones.

No dije nada más, simplemente me dejé llevar por él. La cosa se caldeaba cada vez más, parecía que flotase. Se acercó a mi oído, lentamente, hablándome cerca con la escusa del ensordecedor ambiente.

- Me gusta ese color de labios, deberías ponértelo más a menudo.

- Fue un regalo, hoy mismo me lo dieron

- Acertó de pleno,

- No sé quien fue

- Interesante ¿no crees?

- Puede, pero me gustaría saber quién ha sido

- ¿Para darle las gracias?

- Principalmente

- ¿Y que más querrías hacer cuando lo conocieras?

- Preguntarle por qué lo ha hecho

- Quizás para disfrutar de esos labios

- Creo que querría disfrutar de mucho más

- Totalmente lógico

- ¿Tú crees?

- No lo dudo

Sus manos estaban en mis caderas, acariciándolas, pero poco a poco fueron subiendo por mi torso. Me derretía, no podía resistirme a él. Siguieron subiendo hasta la altura de mis pechos pero los rodearon y descendieron acariciando la piel de mis brazos para llegar a mis manos y así voltearme cara a él. No podía apartar mi mirada de él, era hipnotizante. Colocó una mano en la parte baja de mi espalda y la otra, aún junta con la mía, la dirigió a mi muslo.

- No dudes que me gustaría poder estar disfrutando de tu cuerpo únicamente vestido con el conjunto que llevas debajo. Sólo imaginarme el contraste que hace con tu piel

- ¿Cómo sabes que qué llevo debajo?

La mano en mi muslo empezó a subir dubitativa pero al  no encontrar objeción por mi parte siguió subiendo.

- Lo sé porque ahora mismo llegaré donde reposa el liguero en tu muslo, ves.

Sus palabras relataron lo que sucedió.

- Si siguiese subiendo me encontraría con unas bragas que abrazan tus caderas, moradas, preciosas en ti

Su mano seguía subiendo y yo no pude evitar que se me escapara un leve gemido

- Has sido tú todo este tiempo, jugabas conmigo

- No he jugado contigo, cariño.

Sus palabras más que enojarme me calentaron aún más si cabe, me acerqué lo máximo posible a él e incité a su mano para que siguiera subiendo.

- Lucía, si no paramos ahora, no me hago responsable de lo que pueda pasar

- Hoy no tengo intención de ser responsable. Además, tú iniciaste esto.

- No seré quien te lleve la contraria.

Lentamente y sin saber como me encontré contra la pared, su mano seguía acariciándome mientras la otra me sujetaba por la espalda. No separé su mano explorado de la mía, recorríamos juntos mi piel. Coloqué la otra en su nuca y le indiqué que bajara su cabeza. No podía estar más sin besarle. Nuestros cuerpos ya no parecían bailar, aquello era mucho más. Suerte que estábamos en un rincón oscuro y no llamábamos mucho la atención pero no podíamos parar.

Abandonó mis labios y atacó uno de mis puntos débiles, mi cuello. Estaba perdida. Nuestras manos llegaron al borde de mis bragas, siguiéndolo hasta acabar entre nuestros cuerpos. Necesitaba que me acariciara más profundamente, sentir por todas partes.

- Estás muy caliente, nena.

- Es tu culpa, no pares ahora

- ¿Estás segura?

- No vuelvas a preguntarlo, ahora no puedes dejarme así

- No es mi intención, preciosa

De nuevo volvió a juntar nuestros labios, incluyendo ahora la penetración de su lengua en mi boca y yo aceptándolo gustosa, parecía anunciarme lo que acabaría pasando entre nosotros. Él tampoco podía esconder su reacción ante aquella situación, un bulto en sus pantalones lo delataba. Separé nuestras manos y la dirigí sobre su paquete, acariciándolo por encima de la tela.

- Parece ser que no soy el único excitado aquí.

- Eso parece, creo que no te puede quedar ninguna duda

- Me gusta… aaahhh

Llevaba unos instantes acariciando mis labios pero justo en aquel momento acarició mi clítoris que ya estaba deseoso de que le dieran atención.

- Veo que te gusta también esto

- Mucho, sigue

Durante unos momentos me dejé llevar por aquella increíble sensación, sin dejar de tocarlo a él también, pero no pude resistirme más. Necesitaba notar su pene directamente, piel contra piel. Me deshice de sus botones e introduje mi mano. Un gemido se me escapó al tocar lo que allí me encontraba.  Allí había un pene de tamaño considerable, bien caliente y duro. Mi mano se aventuró ella sola, acariciándolo de arriba abajo, sin parar. Nos encontrábamos los dos llevándonos al borde de la locura mutuamente.

- Cariño, si no paras

- No quiero parar, quiero llegar hasta el final, quiero sentirte entero

- Yo también, Lucía, pero me estás llevando al límite

- Sigue, por favor

Nos miramos de nuevo y no se pudo resistir a seguir. Aumentamos ambos nuestros ritmos, llevándonos al máximo, sin evitarlo. Cuando estábamos a punto de explotar me besó ferozmente, fue el único modo de acallar nuestros gemidos. Era magnífico sentir como se corría en mi mano y como con sus mágicos dedos hacía que perdiese la cabeza. Nos perdimos el uno en el otro.

Nos separamos del beso para coger aire, ambas respiraciones estaban alteradas y nuestras miradas andaban perdidas en la del otro. Sin dejar esa conexión le introduje de nuevo su pene en los pantalones. No lo había podido controlar pero, por suerte, su corrida me había manchado poco del vestido, había quedado más en mi muslo. Instintivamente retiré los restos del vestido rápidamente pero, excitada como estaba, no pude resistir saborearla. Aquello me calentó aún más, creí que aquello me saciaría pero fue al contrario, quería aún más.

Él aún no había abandonado mi coño y, a traición, mientras me relamía acarició de nuevo mi sensible clítoris. Me apoyé en él y le miré maliciosamente.

- Creo que seria una buena opción marcharnos de aquí.

- ¿Estás seguro?

- De lo que estoy seguro es de lo poco que te va a durar la ropa puesta en cuanto desaparezcamos de aquí.

Tras esas palabras me agarró fuertemente dirigiéndome al guardarropía para recoger nuestras cosas y de allí marchar al coche. Todo aquello transcurrió en absoluto silencio pero sin poder evitar comernos las bocas a cada instante que podíamos. Al llegar al coche me arrinconó entre la puerta del copiloto y él y de nuevo empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos. Si no paraba no saldríamos de allí nunca.

- No puedo esperar a tenerte para mí solo, en la cama, saboreando tu cuerpo y haciéndote disfrutar.

- Para ello tendrás que dejar quietas tus manos o no salimos de aquí en toda la noche

- No puedo evitarlo, llevo demasiado tiempo esperándote

- No suena mal pero no tienes que adularme

Esas palabras lo detuvieron al instante y su mirada se volvió seria al momento.

- No es cuestión de un capricho pasajero, Lucía. Créeme cuando te digo que es de hace bastante.

- No nos conocemos a penas

- Eso es lo que tú crees pero ya habrá tiempo para demostrártelo

Sin esperar más me abrió la puerta del coche para dejarme entrar y después hacer él lo mismo. Sin preguntar nada puso rumbo a mi casa y aparcó cerca de la puerta. Sin darme tiempo a bajar él llegó y ejerció de caballero abriéndome la puerta y ayudándome a salir, con la simple escusa de arrastrarme a su cuerpo y enloquecerme con otro de sus besos.

- Abre ya la puerta o los vecinos disfrutarán de tus gemidos en menos

- Ya voy

Busqué las llaves en mi bolso pero la tarea estaba difícil ya que el no dejaba de besarme el cuello, acariciar mi cuerpo,… tras varios intentos conseguí abrir la puerta y entramos directos al ascensor. No se habían cerrado las puertas de este que de nuevo estábamos juntos besándonos furiosamente. Me sacó las llaves de la mano, llegamos a mi piso y salimos igual de juntos. Parecía que le gustaba arrinconarme contra paredes y puertas ya que no dejó que me volteara para abrir. Sin soltarme el culo ni separar su boca de la mía consiguió abrir y, sin darme cuenta, estaba en la misma situación pero esta vez dentro del piso.

Tiramos nuestros bolsos, chaquetas y otros que nos molestasen. Aún contra la puerta me elevó y rodee su cintura con mis piernas. Me volvía loca con su boca, no era capaz de pensar en nada.

- Tu dormitorio, rápido

- La última… la última habitación del pasillo

-

Su boca volvió al ataque pero esta veza jugaba con mis pechos. Estos se encontrabas llenos, los notaba duros y pesados, producto de la excitación, y los pezones rabiaban por ser acariciados por su lengua. Llegamos y aún sin despegarnos me tumbó sobre la cama. Tenía una mano colocada en mi espalda y consiguió bajar la cremallera del vestido. Separándose por un momento me levantó y con sus manos dirigió mi vestido hasta el suelo. Quedé ante el con el conjunto morado que él mismo había elegido.

- Dios, luce mejor en ti de lo que pude imaginar

Sus manos se dirigieron hacia mis pezones directamente, torturándolos, jugando con ellos.

- Así que te gusta lo que ves

- Demasiado

- ¿Y eso es malo?

- Hoy no, mañana cuando despiertes quizás sí

Dirigía su boca, tras esas palabras, hacía mis pezones y

Algún sonido lejano me despertó del sueño en el mejor momento y me sobresaltó sentándome de golpe en la cama, no podía pasarme esto de nuevo, justo en aquel instante que la cosa se ponía interesante. Mi respiración se encontraba agitada, estaba demasiado caliente, sueño como aquél se repetía demasiado a menudo últimamente, aquel hombre me alteraba demasiado y eso que solo habíamos cruzado pocas palabras. En esos sueños me veía capaz de cazarlo, de tomar lo que quería de él, de atreverme con cualquier situación por peligrosa que fuera.

Me levanté y me dirigí al baño para refrescarme un poco. Después de eso emprendí el pasillo hacia la cocina para tomar un café y acabar de despertarme, aunque seguí frustrada como siempre. Iba aún medio dormida cuando empezó a sonar mi móvil, seguí el sonido para encontrarlo y al llegar al salón vislumbre un desorden para nada habitual en la entrada de mi casa. Contesté al teléfono mientras inspeccionaba las prendas que allí había.

- ¿Diga?

- Perdona, perdona, perdona por dejarte sola pero

- Isa, ¿Qué pasa?

- Lucía, de verdad, perdona por dejarte sola en el local, ¿regresaste bien a casa?

- Es… estoy en casa, bien, sí

- Lo siento, se me fue la cabeza pero Ramón… yo

- ¿Isa, anoche te fuiste de un local con Ramón?

- Sí, lo siento, de veras pero

- Isa, te llamo más tarde

Colgué rápidamente. Flashes de la noche anterior empezaron a venir a mi memoria, a cuál más decadente. Regresé a mi dormitorio y allí encontré la respuesta a mi sospecha. La excitación recorría aún más mi cuerpo, el calor aumentó en un instante, esta vez el sueño no había sido más que la realidad.

Me encanté admirándolo, su cuerpo me tenía fascinada pero no resistía más. Me deshice de la bata y me lancé a por él. Mis manos fueron directas a sus piernas, acariciándolo suavemente hacia arriba. El empezó a ronronear pero sin más. Ante tenía la bella imagen de su erección, quizás el estaría durmiendo pero su subconsciente respondía muy bien a mi estímulos. No podía evitar relamerme y no esperé más.

Empecé lentamente, besaba su glande mientras con una mano lo acariciaba y la otra acariciaba sus testículos. Aquel masaje hacía efecto rápido, no tardó en empezar a endurecerse y yo me dejé llevar, estaba disfrutando mientras lo degustaba. Pasé de besar solo su vértice y empecé a introducirme, cada vez un poco más, su pene. Tan solo aquella acción me tenía demasiado caliente, notaba como mi entrepierna estaba húmeda y deseosa de atención.

No logré darme cuenta de que él se había despertado hasta que se me había echado él encima de mí, sujetándome los brazos a lado y lado de mi rostro. Su mirada pedía guerra, era lujuriosa.

- Bonita manera de despertarme, nena

- Buenos días a ti también… M

No pude pronunciar mucho más ya que empezó a besarme furiosamente. Mostraba las ganas que tenía de probar mi cuerpo y yo correspondí. Empezó a descender por mi cuerpo, enloqueciéndome cuando tomaba mi cuello pero aún más cuando por fin pude degustar conscientemente la sensación de su lengua y su boca torturando mis pezones.  Loca se quedaba corta para describir como me tenía, no podía dejar de retorcerme bajo su musculoso cuerpo. Mis manos le indicaban que no abandonase mis pechos pero, como por costumbre, me desobedeció y siguió descendiendo.

Aquello era insano para mi salud, me tenía a punto de estallar y me dejaba así. Siguió bajando y cuando llegó a la altura de mi coño me miró maliciosamente, sacando su lengua y acariciándome los labios lentamente. En aquel momento supe que aquello sería mi perdición.

Empezó a degustarme, jugando con mi clítoris, trastocándome, estaba enloquecida y aquello solo empeoró cuando empezó a introducirme dos dedos y simuló follarme con ellos. Permaneció unos minutos así hasta que no resistí más. Inconscientemente mis manos estaban pellizcando mis pezones, dándome más placer si aun cabe. Todo despareció en aquel instante, fue imparable que estallase mi orgasmo. Me dejé ir completamente, no tenía ningún control. Únicamente notaba que el seguía degustándome y subiéndome al séptimo cielo.

Me recupere mientras el me besaba delicadamente el rostro, los labios, el cuello, … mi respiración se acercaba a su ritmo normal y sin dudarlo me impulsé para girarlo y colocarme sobre él.

- ¿Aún tienes ganas de más, nena?

- No lo sabes tú bien donde te has metido, esto es culpa tuya

- Mmmm, delicioso, la gatita ha vuelto y saca las garras

- Gatita o no, voy a darte tu merecido

- A tu entera disposición, preciosa

- Deja de tomarme el pelo

No esperé más, agarré su polla y lentamente fui descendiendo sobre su mástil, cada centímetro que me llenaba me hacía delirar. Hacía tiempo que no disfrutaba de aquella sensación y necesitaba adaptarme. Permanecí unos segundos acostumbrándome a su tamaño, mientras él me incitaba jugando con mis pechos. Poco a poco empecé un movimiento de adelante hacia atrás, subiendo el ritmo paulatinamente.

- Dios, Lucía, no sé como he podido esperar tanto

- Ahora es momento de callar y follar

Estaba enloquecida, necesitaba más y más, no llegaba el punto de saciarme por completo. Me sorprendió de nuevo pero de nuevo me encontraba bajo su cuerpo. Permaneció quieto y yo no podía evitar moverme, intentando que me penetrase. Desesperada lo miré furiosamente y comprendió todo lo que quise.

- Callar y follar, ¿no?

- ¡Sí!

- Prepárate pues, cariño

Lo próximo que se oyó en el dormitorio fue el gemido que se escapó de mis labios. Las primeras entradas fueron lentas pero profundas, mi coño estaba húmedo y ayudaba a la labor, por lo cual no tardo en aumentar el ritmo al máximo. Ambos estábamos impregnados en sudor pero no nos importaba, nos desafiábamos el uno al otro con nuestras miradas, intentando ver quien resistía y podía más pero ambos sabíamos que estábamos perdidos. Los gritos y gemidos ya no cesaban, había añadido el juego con mis pezones para enloquecerme aún más, estaba a punto.

- Lucía… lucía, tengo que salir

- No, ahora no, por favor

- Lucía, sí… no estoy protegido

Lo miré con las pupilas dilatadas por la pasión y la lujuria, lo acerqué más si cabe a mi cuerpo y no dejé que se escapara de mi, enredé mis piernas en torno a su cintura y le susurré al oído que siguiera.

- Por favor, no pares ahora, te lo suplico… estoy protegida y me fio de ti

- Lucía, te juro que estoy limp

No dejé que terminase frase. Le incité con mis caderas mientras lo besaba con fervor. Aquello fue el punto culminante, ambos nos perdimos en aquella explosión de placer, sin límites

Caímos rendidos, él aún seguía en mi interior, lo notaba dentro de mí en todo los sentidos.

- Gracias, M… y confío en ti, no dudo de ti, no me lastimarías

Mis palabras se perdían en el sueño que me invadía.

- No lo haría, Lucía, no lo haría

- Lo sé, M, lo sé

- A partir de ahora no soy M, tu admirador, si no Miguel, tu amante

- Mmmm me gusta Miguel

Ambos caímos rendidos en el sueño, juntos. Morfeo nos llevó hacia un descanso largo pero no acaba aquí, esto solo es el principio de una larga… amistad.