Lynne 9: Luciendo a la nueva Lynne

Siguen las andanzas de un ama de casa hasta convertirse en una esclava. Reitero que no es de mi autoria, por lo que no me pidais que incluya una tematico u otra, por que ya esta todo redactado, son 35 capitulos, a cual más morboso.

Lynne: CAPÍTULO 9.LUCIENDO A LA NUEVA LYNNE

"Ponedla aquí." Dijo Kelly mientras abría la puerta de lo que solo podía ser descrito como una mazmorra. Los dos hombres me tiraron sobre una espesa cama de paja en la esquina detrás de la puerta. Kelly no dijo nada cuando los tres salieron y ella cerró la puerta tras ellos.

Me quedé allí tumbada un instante recuperando el aliento y repasando mis pensamientos. Debiera habérseme ocurrido algo mejor que intentar salir a escondidas de esa forma para procurar mi propio placer sin permiso. Y me di cuenta que todo esto era justamente el comienzo de mi castigo por ser una putilla egoísta.

Sabía que solo tenía que quedarme allí tumbada y esperar a ser castigada. Aunque yo...

Lynne soltó la pluma y miró por la ventana. Fuera estaba oscuro. Había estado escribiendo durante horas y había perdido toda noción del tiempo mientras revivía lo que le había ocurrido a través de las palabras del diario. Pero algo la había interrumpido, un ruido.

"¿Qué estás haciendo, Lynne?" La voz de su marido la sobresaltó y se dio la vuelta para mirarle.

"Has vuelto."

"Sí, pero hay cantidad de canguros que no volverán a casa esta semana."

Mientras miraba a su marido se dio cuenta de que apenas le había dedicado instantes de su pensamiento mientras pasaba por todo lo que había ocurrido esta semana pasada. Hacía tres semanas toda su vida giraba alrededor de él, pero no estaba segura de que papel haría él en su vida de ahora en adelante.

"Los amigos están aquí, sácanos algunas cervezas y prepáranos algo de comer."

"Sí, Señor." Dijo Lynne obediente, como se le había enseñado. De ahora en adelante se dirigiría a todos los hombres como Señor o Amo y a todas las mujeres como Señorita o Ama. Un fallo en esto la pondría en grave peligro.

"¿Qué quiere el Señor que me ponga?"

"Lo que llevas valdrá de momento, pero ponte algo de maquillaje y fijador en el pelo. Estaremos en el salón."

La bata de seda roja no era lo bastante corta, terminaba unas tres pulgadas (unos 7,5 cm) por encima de las rodillas. Pero debajo de ella estaba completamente desnuda. Podría presentarse ante ellos de una forma mucho más provocativa, y solo le llevaría unos minutos. Pero si esto era lo que su marido quería que vistiera para servir a sus amigos, entonces eso era lo que llevaría.

Fue al baño y se cepilló el pelo rápidamente, se aplicó un toque de maquillaje y algo más que una rociada de perfume Lou Lou. Se miró en el espejo mientras abría la parte delantera de su bata para descubrir un poco de su escote.

Los cuatro hombres estaban sentados en el gran sofá con forma de L cuando Lynne pasó entre ellos hacia el bar de la esquina del salón. Cogió cuatro botellas de V.B. (N.del T.: cerveza muy popular en Australia) del refrigerador del bar y regresó para dárselas a ellos.

"Vasos para el puto brindis, Lynne." Le soltó su marido.

"Perdón. Estaré en un minuto." Podía sentir los ojos de los cuatro hombres encima de ella mientras volvía a prisa tras la barra. Agarró rápidamente cuatro jarras de cerveza de vidrio de una estantería de la pared de espejo de detrás de la barra.

Estaba de espaldas a ellos mientras quitaba las tapas de las botellas y servía las bebidas, pero podía verles por los azulejos de espejo. La estaban mirando. Hablaban y aunque no podía oír lo que decían sabía que estaban hablando de ella.

Puso las jarras en una bandeja de caña trenzada y se las llevó a su marido y sus compinches. Sus pechos bailaban dentro de la bata cuando se inclinaba hacia delante y servía la bebida a cada uno de ellos. Todos disfrutaron de la vista tras la abertura de la bata de Lynne mientras retiraban sus jarras de la bandeja, todos excepto su marido. No se molestó en mirar.

"Creo que podría pedir unas pizzas si le parece bien, Señor. Realmente no hay..."

"Cualquier cosa mejor que tu jodida cocina, Lynne." La interrumpió su marido. Los otros se rieron nerviosamente. No estaban acostumbrados a que él tratara así a Lynne, ni al comportamiento sumiso de Lynne.

Volvió al bar, abrió cuatro cervezas más y un poco más la parte delantera de su bata, luego volvió para rellenarles las bebidas. Sus pechos casi se salían de la bata cada vez que se inclinaba para llenar alguna de las jarras.

Estaba inclinada rellenando la bebida de uno de los hombres cuando oyó decir a su marido.

"Creo que a los chicos les gustaría algo para picar, Lynne. Da algunas ideas."

"¿Ve algo que le guste?" Preguntó al hombre al que estaba sirviendo.

Sus risas fueron menos nerviosas esta vez. Pero ninguno dijo nada. Echó unas patatas fritas y unas galletitas saladas en unos cuencos, se aflojó algo más la bata y volvió al salón.

Los hombres podían ver el pezón de su pecho izquierdo cuando se inclinaba hacia delante ahora. Incluso su marido miró esta vez, y sonrió aprobadoramente cuando vio lo duro y erecto que estaba el pezón.

Encargó las pizzas y siguió sirviéndoles bebidas pero parecieron perder interés en ella y en mirar sus pechos. Lynne hubiera deseado que su bata fuera más corta para que pudieran ver que no llevaba bragas. Encontró multitud de excusas para doblarse ante ellos mientras les servía, pero sabía que no podían ver toda la parte de atrás de su bata.

Les sirvió la pizza directamente de las cajas y siguió rellenando sus jarras durante aproximadamente otra hora más. Alternaba el servirles la bebida y la comida con llevarles servilletas y platos y poner música, limpiar la cerveza vertida sobre la mesa, y recoger los trozos de pizza del suelo.

Su marido se dirigía a ella en términos cada vez más groseros y degradantes a medida que la noche avanzaba y las bebidas iban cayendo. Empezó llamándole zorra en lugar de Lynne cuando quería algo. Zorra pronto se convirtió en puta, que pronto pasó a furcia y finalmente se convirtió en chocho.

Los otros empezaron a llamarla zorra, una o dos veces alguno la llamó puta, pero para su disgusto ninguno de ellos la llamó chocho.

Se habían tomado siete u ocho cervezas cada uno y cada vez hablaban más alto y soltaban más palabrotas con cada bebida. Estaba llenando la bebida de uno de ellos cuando dijo.

"Asegúrate que la llenas lo bastante, Lynne. (N. del T.: juego de palabras, significa también 'Asegúrate que me la mamas lo bastante')" Ahora sus risas eran más bulliciosas.

"Te la llenará ('Te la mamará...') todo lo que quieras siempre que la puta de mi mujer esté por aquí, tío." Dijo su marido a voces.

Cuanto más bebían más comentarios hacían sobre ella. Ninguno de sus pequeños comentarios era inteligente o divertido, aunque creyeran que lo eran. A Lynne le bastaba para estar feliz que hablaran de ella, que notaran su presencia.

Uno de ellos tiró de un golpe su posavasos de la mesita y dijo. "Recógemelo, zorra." Cuando ella estuvo delante de él y se inclinó para recoger el posavasos él dijo. "Tienes una bonita sonrisa, Lynne."

Los hombres volvieron a estallar en carcajadas, y Lynne siguió inclinada mucho más tiempo del necesario mientras disfrutaba de sus risotadas. Luego se irguió y volvió a colocar el posavasos en la mesa y dijo.

"¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por usted?"

"Puedo imaginar un par de cosas, sonrisitas." Dijo provocando otro aluvión de carcajadas.

"Discúlpeme, Señor." Dijo a su marido. "Tendré que traer alguna cerveza más del frigorífico de la cocina." Su marido no la miró ni dijo nada, se limitó a despedirla con un movimiento de mano.

Llenó la bandeja con las botellas de Carlton Crown y volvió al salón. Estaba de rodillas, reponiendo el frigorífico del bar cuando oyó a su marido. Les estaba contando como ella estaba siempre jugando con su cuerpo y alguno de los métodos que usaba para ponerse a tono.

"Eh, chocho, trae acá tu culo gordo."

Sonrió cuando oyó su voz. Él quería ponerla en apuros y degradarla algo más delante de sus compinches y a ella le encantaba la idea. Abrió aún más el frontal de su bata y se dirigió hacia allí quedándose delante de su marido.

"Precisamente les estaba contando a los muchachos la jodida putilla que eres."

Lynne sonrió a los amigos de su marido, la cerveza les había relajado ahora, y disfrutaban de la forma en que su marido la trataba.

"Diles que tienes que hacer si quieres masturbarte, Lynne."

"Tengo que pedirle permiso para masturbarme." Dijo Lynne mirando a su marido. Luego paseó la mirada por cada uno de ellos.

"Me encanta jugar con mi cuerpo, lo haría tres o cuatro veces al día si se me permitiera, pero no se me permite. Si quiero masturbarme cuando él está trabajando tengo que llamarle por teléfono y pedírselo, si está fuera, como ha ocurrido esta semana, tengo que esperar."

"Si lo pides amablemente, te dejaré masturbarte ahora, Chocho."

Lynne ya estaba húmeda, y podía sentirse aún más húmeda con esta conversación delante de estos hombres a los que conocía desde hacía tiempo. Y sabía que mostrar a esta gente lo que era, en que se había convertido, era un paso importante para alcanzar su objetivo final. Especialmente mostrarlo a la gente que la conocía.

Tenía que mostrar a la gente que la conocía como la antigua Lynne, que clase de mujer era la nueva Lynne. Estaba totalmente comprometida con la nueva vida que la Mujer Rubia le había ofrecido y quería mostrar a la gente en que tipo de mujer se había convertido. Y los amigotes de su marido eran una buena ocasión para empezar.

"Por favor, Señor, puedo masturbarme, puedo jugar con mi cuerpo."

Sonrió cuando su marido dio su aprobación. Ninguno de los otros emitió ningún sonido ni se movió de su asiento. Se limitaron a seguir sentados y observar, sorprendidos por lo que estaba ocurriendo.

"Gracias, Señor." Dijo Lynne mientras bajaba lentamente las manos por los muslos y las subía hasta el estómago. Miró a los otros hombres mientras se cogía los pechos con las manos. Sus pezones estaban tiesos y cerró los ojos disfrutando de la sensación mientras se los apretaba con fuerza a través del suave material.

Una mano se deslizó por debajo de su estómago y soltó la bata. Se abrió permitiendo a los hombres una buena visión de sus grandes pechos y su vagina afeitada. Les miró a los ojos mientras se lamía el dedo medio de la mano derecha y separaba ampliamente los pies.

"Estoy tan húmeda." Murmuró.

"Siempre estás húmeda." Replicó sarcásticamente su marido. "Y tu coñito pelado está goteando ahora, después de haber estado toda la noche paseándote por aquí con esa batita ligera mostrando tus tetas y tu culo a todo el mundo que quisiera mirarlo. ¿No es verdad, putilla?"

"Si Señor, así es." Gimió suavemente mientras su dedo encontraba su clítoris.

"Estaba pensando." Dijo su marido a sus amigos que estaban sentados mirando a su mujer mientras se masturbaba. "Esa tía que íbamos a contratar para que se desnudara en la exhibición de machos, mañana en lo de Mick, va a costarnos trescientos dólares. Lynne lo haría por nada. Sé que Lynne no es ni de lejos tan joven y atractiva como ella, pero de todas formas todos los tíos estarán como cubas."

La respiración de Lynne se hacía más pesada mientras asimilaba la humillación de las palabras de su marido, y el hecho de jugar con su cuerpo delante de sus amigos.

"¿Te gustaría ser la tía que se desnudara en lo de Mick, Chocho?"

"Sí, me gustaría." Jadeó. "Me encantaría ser la putilla que se desnudara en lo de Mick."

Lynne miró los rostros de los amigos de su marido mientras la observaban masturbarse. Stephen era un tío guapo, grande y rubio. Siempre le había gustado, pero nunca se había sentido particularmente atraída por él. Sus grandes ojos azules se encontraron con los suyos y él rápidamente miró hacia abajo, entre las piernas de ella. Era como sí Stephen estuviera cortado por lo que ella estaba haciendo. Pero siguió mirándola.

Darren era el único por el que siempre había sentido algo. Joven, fuerte, con cabello corto y oscuro, el hombre más excitante que hubiera conocido nunca. Le sonrió cuando sus ojos se encontraron, y gimió suavemente, con la cabeza desplomada hacia delante del placer que su sonrisa le producía. Cuando ella volvió a mirarle sus ojos estaban clavados en la mancha húmeda formada entre sus piernas mientras se acariciaba.

Ross era el único que no le gustaba. Era un guarro y un alcohólico medio tonto. Y aunque se consideraba un regalo de los dioses para las mujeres, no era un hombre atractivo.

Sintió su primera punzada de vergüenza cuando sus ojos se encontraron. Tenía una sonrisa lasciva en su rostro que mostraba los dientes manchados de nicotina. Se esforzó para devolverle la sonrisa y vio como sus ojos se movían hacia donde estaba enfocada la atención de los otros; su coño pelado y húmedo, con el dedo deslizándose dentro y fuera de él.

"¿Alguno de vosotros quiere follársela?" Preguntó el marido de Lynne como quien pregunta si querían otra cerveza o algo más de pizza. Todos movieron la cabeza mansamente.

"¿Y qué tal una mamada? Hace unas mamadas excelentes."

Otra vez los tres hombres menearon la cabeza.

"No hay interesados, Lynne. Vas a tener que perder algo de peso de ese culo gordo tuyo si quieres ser una putilla de las que se desnuda o tu audiencia

te abandonará."

"Lo siento." Jadeó Lynne. "Intentaré tener mejor aspecto la próxima vez. Le prometo que lo intentaré y perderé..."

"Cierra la puta boca y quítate la bata para que puedan tener una buena vista de ti."

Lynne deslizó la bata de sus hombros y se la quitó rápidamente. Sus dedos no perdieron tiempo en regresar a su clítoris hinchado y a sus pezones.

"Supongo que en realidad no está tan mal." Continuó su marido haciendo comentarios respecto a su cuerpo. "Su estómago está todavía bien plano, y sus muslos no son tan grandes como los de muchas mujeres de su edad. Pero podría perder un par de libras (1 kg aprox.) del culo. ¿Verdad Chocho?"

"Sí, Señor. Se me ha puesto el culo un poco gordo. Lo siento. Pondré todo mi empeño en mejorar."

"Pero al menos no tiene celulitis en el culo ni en los muslos. No la hubiera dejado quitarse la bata si la tuviera. Date la vuelta para que puedan verlo."

Lynne se dio la vuelta lentamente para que los amigos de su marido pudieran verla entera. Pero siguió jugando con su cuerpo mientras lo hacía.

"Pero tenéis que admitir que tiene unas tetas estupendas." Se inclinó hacia delante y la giró para que se pusiera de cara a ellos otra vez y le agarró el pezón de su pecho izquierdo.

"Y mirad que grandes son sus pezones."

"¿Y mi clítoris, Señor? Siempre dice que tengo un clítoris realmente grande."

"Sí que lo tienes, Chocho. Enséñales lo grande que es."

Se bajó la mano que había estado retorciendo su pezón al coño y separó los labios para enseñar a los amigos de su marido lo grande que es su clítoris.

Su marido tenía razón, Lynne tenía un clítoris inusualmente grande. Cuando estaba hinchado, como ahora, sobresalía entre sus piernas como un pequeño pene. Los amigos de su marido estuvieron obviamente de acuerdo.

Lynne había estado varias veces al borde del orgasmo y separar los labios para enseñarles el clítoris la dejó desesperada por correrse.

"¿Puedo correrme, por favor, Señor?" Gimió. Su marido dejó las palabras y a su mujer colgando unos instantes antes de decir.

"Bueno, nadie quiere follarte así que hazlo tú."

"Gracias, Señor." Dijo y rápidamente se lamió los dedos unas cuantas veces y empezó a acariciarse con más fuerza.

"¿Puedo tumbarme en el suelo, por favor, Señor?"

Ahora estaba a punto, pero tener un orgasmo de pie no era tan agradable para ella como si estuviera tumbada y su marido lo sabía. Por eso dijo que no.

"Avísanos cuando te vayas a correr, Lynne." Dijo casi con sarcasmo, mientras observaba como sus amigos miraban a su esposa.

"Casi." Jadeó. "Ya casi estoy."

La mano de Lynne era casi borrosa mientras se acariciaba más aprisa cuanto más cerca estaba.

"Me viene... Me viene... Me estoy co..."

"¡Alto!" Le gritó su marido, y Lynne obedeció, gruñendo sonoramente mientras retiraba la mano de entre sus piernas. Su cara estaba sonrojada y respiraba pesadamente, una expresión de desesperación le cubrió el rostro.

"Creo que deberías preguntar a mis huéspedes si puedes correrte o no."

"Sí, Señor, debería hacerlo." Jadeó. Se sentía ligeramente mareada cuando se volvió a cada uno de los tres hombres por turno.

"Puedo correrme, por favor... Puedo hacer que me corra por favor... Por favor..."

Estaban tan interesados en ver a Lynne tener un orgasmo como ella estaba desesperada por tenerlo. Stephen asintió pero sin mirarla a la cara. Darren dijo "Sí, Zorra." Y Ross dijo. "Sí, puta, puedes correrte para nosotros."

"Gracias... Gracias..." Dijo Lynne con una voz que apenas era más que un susurro. "Dicen que puedo correrme, Señor." Dijo volviendo a mirar a su marido. "Dicen que puedo hacer que me corra ahora."

"Vale, Chocho. Déjate ir entonces."

Los dedos de Lynne se volvieron a enterrar entre sus piernas.

"Aggg, Sí." Gimió. "Me viene... Ya casi está... Me viene."

"Corta un minuto, Chocho." Le volvió a gritar su marido. Lynne no pensaba que pudiera retenerlo ese tiempo. Sus rodillas se doblaron y se agarró a la mesa para evitar caerse al suelo.

"Oh mierda..."

Había dejado de tocarse como su marido le había ordenado, pero pensaba que iba a correrse de todas formas. Le había dicho que cortara un minuto y acababa de cortar.

"¿Te gustaría hacértelo con tu vibrador, Chocho? ¿Te gustaría enseñarles como te metes tu gran vibrador dentro de ti?"

"Oh, sí, por favor, Señor, me gustaría." Lynne de repente recuperó el control de sí misma. Su orgasmo sería mucho más intenso con su vibrador. "Me encantaría enseñarles como me folló a mi misma con el vibrador."

"Sé que te gustaría, por eso no te voy a dejar que lo uses."

La cabeza de Lynne se desplomó hacia delante. Su marido estaba jugando con ella de la forma en que lo hizo la Mujer Rubia, y le encantaba. Él disfrutaba luciendo a la nueva Lynne, y ella sabía que esto sería solo el principio.

Esperó el permiso para terminar con sus dedos, pero su marido se limitaba a mirarla, con la cara radiante. Cuando no pudo esperar más dijo suavemente.

"¿Puedo seguir masturbándome ahora con la mano, por favor, Señor?"

Su marido siguió callado. Tuvo que morderse el labio para evitar volver a preguntar. Finalmente su marido dijo "Sí, puedes."

Lynne dejó escapar un gemido largo y casi lastimero.

"Pero si te vuelvo a decir que te pares y te corres de todas formas te haré chupársela al perro. ¿Entendido?"

"Sí, Señor. Entendido." Dijo poco convincentemente. Entendía lo que quería decir, pero sabía que no sería capaz de evitar correrse la próxima vez.

Tuvo una visión de sí misma en el suelo de la lavandería haciendo una mamada al gran Rottweiler. Echó la cabeza atrás intentando apartar la visión de su mente. Su marido y la Mujer Rubia sabían lo efectivas que eran sus amenazas de obligarla a hacer cosas con perros. Y usaban bien las amenazas.

Lynne volvió a poner su mano derecha entre las piernas suavemente, con cautela. Sabía que en cuanto empezara a tocarse de nuevo no habría posibilidad de detenerse esta vez. Sabía que si él le decía que parase de nuevo acabaría en el suelo de la lavandería haciéndole una mamada al perro.

Se lamió los dedos de la mano derecha y los deslizó por debajo de su estómago hacia su coño húmedo y pelado. Se había sentido mareada y con debilidad en las piernas desde que su marido le mandó parar la segunda vez. El miedo a lo que tendría que hacer en la lavandería solo empeoraba las cosas.

"Solo puedes usar la mano izquierda, chocho." La niebla empezó a despejarse de su mente cuando oyó lo que su marido había dicho. "Pon la mano derecha tras la espalda. Si te tocas con la mano derecha tendrás una cita en la lavandería con el perro. ¿Entendido?"

Volvió a mirar a sus tres amigos. Eran como muchachos púberes que se hubieran colado en una película R por la forma en que la miraban.

Su cabeza cayó hacia atrás con una enorme sonrisa en la cara y dejó escapar un sonido que parecía una carcajada.

Estaba flotando en un cóctel de emociones y sensaciones físicas. El placer de ser humillada delante de estos hombres a los que conocía, el miedo a tener que satisfacer al perro, la frustración de que le fuera ofrecido y luego negado el vibrador, y ahora la frustración de que solo se le permitiera usar la mano izquierda, mezcladas con las sensaciones físicas que se aferraban a su cuerpo a partir de la entrepierna.

Mientras estaba allí en pie absorbiendo todas las sensaciones deliciosas se dio cuenta de lo adecuado de haber sido elegida para convertirse en puta.

De repente el temor a servir al perro se convirtió en parte del placer que consumía su cuerpo y que pronto tomaría el control de él. La mano derecha de Lynne golpeó contra su espalda cuando hizo lo que se le había dicho y se agarró entre las piernas con la mano izquierda.

Los dedos palparon su carne húmeda mientras intentaba separar los labios y alcanzar el clítoris. Pero no podía conseguir que los dedos de su mano izquierda hicieran lo que ella quería que hicieran. Los húmedos pliegues de los labios de su coño se escurrían de sus dedos.

"¡Oh, mierda!" Gritó entre dientes, mientras los labios se le volvían a escurrir entre los dedos. Cerró los ojos mientras la mano tanteaba entre las piernas. Separó ampliamente las piernas, se dobló ligeramente por las rodillas y se echó hacia atrás en un intento desesperado por llegarse mejor. Casi perdió el equilibrio y tuvo que cerrar un poco las piernas.

"¿Puedo tumbarme en el suelo, por favor, Señor?" Suplicó a su marido pero él la ignoró.

Se limpió la mano en el estómago esperando secar lo bastante los dedos para poder tocarse de la forma que necesitaba. "¡Ah, Sí!" Gimió suavemente cuando finalmente consiguió separar los labios con los dedos índice y anular de la mano izquierda. Enterró más profundamente los dedos en los pliegues húmedos de los hinchados labios de su coño, asegurándose de que no pudieran escurrirse de su agarre otra vez.

Ahora su clítoris estaba al descubierto, y su dedo medio flotaba sobre él.

"Oh, sí." Jadeó de nuevo aliviada de que al fin sus dedos hicieran lo que ella quería.

"¿Puedo arrodillarme en el suelo, Señor?" Sabía lo patética que debía parecer y sonar, y eso le lanzó una oleada de placer por su cuerpo, pero su marido la ignoró nuevamente.

Miró los rostros de los hombres que la observaban, y gruñó mientras apretaba su dedo con dureza contra su clítoris. Miró a Darren y empezó a restregar y agitar la mano que estaba empalada entre sus piernas. Dio un traspiés mientras perdía ligeramente el equilibrio.

"¿Puedo recostarme contra la pared, por favor, Señor." Suplicó a su marido, pero siguió ignorándola.

Gimoteó frustrada y volvió a mirar a Darren cuando su cuerpo empezó a adelantarse y agitarse contra sus dedos mientras intentaba frenéticamente acariciarse a mayor velocidad.

Su respiración se hizo más pesada y ruidosa mientras se acercaba más y más al orgasmo que su cuerpo exigía desesperadamente. Sintió como se iba formando en su interior. Jadeaba salvajemente cuando su marido habló.

Giró la cabeza en dirección a él. No había oído lo que había dicho. Pero no le importaba. No podía parar, si tenía que chupársela al perro, entonces lo haría. Pero tenía que correrse.

"Me corro... Me corro... Me corro..." Canturreó. "Ahora... Ahora... Me corro..."

Sus palabras se convirtieron en ruido mientras se corría. Su cuerpo embestía  salvajemente mientras se clavaba contra su mano cada vez más deprisa. Echó la cabeza hacia atrás y gruñó y gimió y chilló como un animal, mientras las oleadas del orgasmo se abrían camino a través de su cuerpo.

Había estado mirando a los ojos de Darren cuando se presentó su orgasmo y sus ojos fueron lo primero que vio cuando el orgasmo empezó a diluirse lentamente y volvió a la consciencia.

Se estaba acariciando con fuerza en los últimos momentos de placer cuando su marido le retiró la mano y dijo.

"Bueno, hemos visto suficiente."

Su cabeza se hundió hacia delante y murmuró ruidosamente mientras sentía que su orgasmo se esfumaba mucho antes de lo que debería.

"Tráenos unas cervezas y empieza a limpiar este puto revoltijo."

"Sí, Señor." Contestó sin aliento mientras se tambaleaba al recoger la bata. Pequeñas oleadas de placer todavía recorrían su cuerpo procedentes de la entrepierna.

Tenía la mano cubierta con sus jugos y usó la bata como toalla para limpiarse las manos antes de volver a ponérsela. Su cuerpo todavía resentido de que se le hubiera privado de los últimos momentos de placer. No costaría mucho hacer que se volviera a correr.

Estaba aturdida mientras se dirigía tambaleante hacia el bar, pero no era la única. Stephen, Darren y Ross estaban sentados en el salón en asombrado silencio.

Nunca habían visto nada como lo que Lynne acababa de hacer ante ellos. Habían visto a alguna de las chicas que hacen strip-tease meterse a si mismas botellas de cerveza y tubos. Las habían visto follarse unas a otras con consoladores con arnés de sujeción. Pero nunca habían visto un espectáculo como el que Lynne había representado para ellos.

Habían visto a sus novias y esposas tener orgasmos, habían visto furcias gritando y gimiendo mientras fingían orgasmos. Pero nunca habían visto que una mujer tuviera un orgasmo tan intenso y total como el orgasmo que acababan de ver como se había provocado Lynne.

Cuando oyó la voz de su marido tras ella se vio sacudida a un nivel de consciencia mayor.

"No escuchaste lo que te dije justo antes de que llegaras al clímax, ¿verdad Lynne?"

"No, Señor." Tartamudeó, temerosa de darse la vuelta, temerosa de mirarle.

"¡Mírame cuando esté hablando contigo, Chocho!" Dijo enfadado mientras la agarraba del pelo y la forzaba hacia él.

"No sabes si tienes que hacérselo al perro o no, ¿verdad Lynne?" Tenía una sonrisa engreída y casi depravada en la cara.

"No Señor, no lo sé." Cuchicheó. Él se rió de ella y se dio la vuelta para alejarse.

El miedo a tener que hacerlo había empezado a crecer en lo más hondo de su estómago. Pero la ansiedad, la sensación de pavor por no conocer su destino era todavía peor.

Intentó apartar la visión de sí misma tumbada en el suelo de la lavandería con el gran Rottweiler, pero la visión volvía, más gráfica, más repugnante cada vez.

Stephen, Darren y Ross, todos vivían a distancias de paseo y dos de ellos salieron sin decir casi nada en cuanto Lynne llegó al clímax. Pero ella no se dio cuenta hasta que volvió al salón llevando temblorosa la bandeja con las botellas.

Su marido y Ross se sentaron en el salón a beber sus cervezas, hablando de los ruidos que había hecho cuando se corrió mientras ella empezaba a limpiar el desorden que los hombres habían provocado.

"Es más que un aullido y un chillido..." Oyó que decía su marido mientras los dos hombres intentaban encontrar las palabras adecuadas para describir los ruidos que había soltado cuando se corrió.

"¡Qué me jodan si lo sé." Dijo Ross. "Pero nunca había oído a un mujer emitir esos sonidos. Suena más como un animal salvaje que como una mujer."

"Lynne es más un puto animal salvaje que una mujer, tío." Ambos la miraron y se rieron.

Lynne estaba limpiando la mesa con un paño húmedo cuando oyó a Ross decirle a su marido.

"Oye, tío, ahora que los otros se han ido, ¿sigue en pie tu oferta de follar con ella?"

"Por supuesto." Dijo su marido. "Llévala al dormitorio y fóllate el culo de la putilla."

Lynne intentó no oírlo. Quería follar con Darren, incluso con Stephen podía estar bien. Pero realmente no quería follar con Ross.

"Lynne, Ross quiere follarte." Miró a su marido y se esforzó en sonreír y luego dijo.

"Esperaba que lo hiciera." Miró a Ross que tenía otra vez aquella mirada bobalicona y enfermiza en su rostro. "He querido follar contigo desde hace siglos. A menudo pienso en ti cuando me masturbo. Te estaba mirando todo el tiempo mientras me corría..."

"Lleva tu culo gordo al dormitorio, Lynne. Quiere follarte no tener una conversación contigo." Dijo su marido cortante.

Ross disfrutaba de la forma en que su marido hablaba a Lynne, pero no tanto como la propia Lynne. Fue hacia él y tomó su mano en la suya con suavidad mientras él se ponía en pie tambaleándose.

"¿Estás seguro de que está bien, tío?" Dijo Ross dubitativo. "Quiero decir, hemos sido amigos durante mucho tiempo y ella es tu mujer..."

"Claro, tío, pero tú estás pensando en Lynne como una esposa normal, como Debbie. Hay una gran diferencia entre una mujer como la tuya y el tipo de puta con la que me he unido."

"Sí, lo sé, pero..."

"Mira tío, si no quieres follártela se escapará más tarde y encontrará a otro tipo que se la folle."

Lynne acarició la mano de Ross con su pulgar mientras le escuchaba compararla con la mujer de Ross.

"No le dirá nada a Debbie, ¿verdad?"

"Por supuesto que no. Sabe lo que le haría si lo hiciera. Y además, sabe que no podrías volver a follártela nunca más si lo hace."

Lynne sintió como Ross se relajaba, el último comentario había apartado de su mente las últimas dudas que tenía sobre si debía o no follársela.

"¿Quiere follarme ahora, Señor?" Preguntó Lynne con suavidad. Ross la miró con expresión confundida en la cara. Chilló cuando su marido la agarró bruscamente del pelo y la hizo mirarle.

"No le llames Señor." Susurró. "No entiende lo que significa, y quiere oírte llamarle por su nombre."

"Sé que has esperado mucho tiempo a que Ross te follara, Lynne." Dijo esta vez en alto. "Pero te follará cuando esté preparado. ¿Entendido?"

"Sí Señor." Dijo en medio del dolor mientras su marido le tiraba del pelo.

"Lo siento, Ross. Perdóname por ser una putilla tan impaciente. Yo..."

Pegó un respingo cuando su marido la empujó. "No esperes demasiado, Ross." Dijo su marido mientras ella conducía a Ross al dormitorio. "A pesar de toda su experiencia es una jodida inútil."

Lynne no esperaba que Ross fuera el tipo de hombre hábil en los preámbulos y estaba en lo cierto. Cuando le preguntó como quería que se pusiera dijo.

"De espaldas y con las piernas abiertas."

Lynne hizo lo que le dijo, se quitó la bata y se colocó en la cama de la forma que él quería. Ross se quitó la camiseta de Shooters Party ("Fiesta de Tiradores"), se soltó el cinturón y se arrodilló en la cama, entre sus piernas.

Se bajó los pantalones y calzoncillos lo justo para dejar salir su polla. Ya estaba empalmado, se la agarró, la apretó contra el coño de Lynne hasta que encontró su abertura y se la metió dentro.

Se movió para colocarse encima de ella. Puso un brazo a cada lado de su cabeza para sujetarse y empezó a follársela.

Mientras estaba allí tumbada con su polla deslizándose dentro y fuera de ella, Lynne pensó en todas las veces que Ross había intentado tirársela. Siempre le había repugnado solo pensarlo.

Recordó una vez en una barbacoa, Ross estaba borracho y había estado intentando hablar con ella toda la noche. A medida que la noche avanzaba Ross estaba más bebido y la acorraló en el patio e intentó meterle mano. Le pasó las manos por todas partes mientras ella luchaba por quitárselo de encima. Todo esto ocurría mientras una docena de personas, incluida su mujer, Debbie, miraban avergonzados.

Stephen había tenido que acercarse y arrastrarlo lejos de ella. Lynne sabía que si hubieran estado solos la habría violado.

Más tarde Debbie de había acercado a ella y le había dicho. "Desearía que le hubieras dejado que te follara Lynne. Así no tendría que follar con él cuando volvamos a casa."

Debbie no tendría que preocuparse por sus deberes de esposa con Ross esa noche.

La mente de Lynne se había despejado pero su atención volvió de repente al hombre con el que estaba haciendo sexo cuando Ross gruñó sonoramente y expulsó su corrida dentro de ella.

Hizo una última embestida a fondo, luego le sacó la polla y se volteó sobre la cama quedando a su lado. Respiraba pesadamente, Lynne pasó sus dedos por el vello de su pecho y lamió las gotas de sudor de sus carrillos.

"¿Te gustó?" Preguntó, sonando a satisfecho consigo mismo. Lynne estuvo a punto de reírse.

"Sabes que sí." Le susurró mientras le mordisqueaba la oreja.

"Entonces pónmela dura otra vez y te daré algo más."

"Mmmm, Sí por favor." Dijo Lynne mientras recorría lamiendo su pecho velludo y su estómago hasta que llegó al nivel de su polla. Estaba flácida y cubierta de la corrida y de sus jugos, la lamió unas cuantas veces y se la metió en la boca.

No se había dado cuenta de lo grande que era cuando él la había follado. Había ocurrido todo tan rápidamente, y se sorprendió de lo bien dotado que estaba Ross.

"Te gusta mi gran polla, ¿verdad?"

"Mmmm, me encanta tu gran polla. Me encanta tenerla dentro de mí. Me encanta chuparla."

No era tan grande como la de Tony o Desmond, pero tuvo que estar de acuerdo con él, tenía una polla muy grande y ahora estaba flácida.

"Pero tener una gran polla es una cosa, Ross, saber que hacer con ella es otra." Se dijo Lynne para sí misma.

Lynne sabía que con todo lo que había bebido ponérsela dura otra vez y conseguir que estuviera disponible de nuevo tan pronto no iba a ser fácil. Podía quedarse en el dormitorio chupándole la polla durante horas.

Solo pensar en ello fue suficiente para hacer que le chupara la polla con más fuerza y más rápidamente. Lynne se sintió aliviada cuando sintió que empezaba a hincharse en su boca. Le bajó los vaqueros y los calzoncillos un poco más y empezó a lamerle los huevos. Sintió la forma en que reaccionaba su cuerpo, le gustaba que le lamieran los huevos.

Empezó a meneársela con la mano mientras seguía lamiendo y chupándole los huevos. Su polla se puso tiesa y dura en su mano.

"Ve y tráeme una cerveza antes de que te lo haga de nuevo, Lynne."

"¡Jesús! Eres un puto cerdo." Se dijo Lynne para sí misma.

"Por supuesto Ross, no vayas a ninguna parte, volveré en seguida. Me has puesto otra vez toda húmeda y dijiste que me volverías a follar, recuérdalo."

"¿Os lo pasáis bien?" Preguntó su marido cuando entró al salón.

Lynne se detuvo y le miró. "Sí Señor, nos lo pasamos muy bien." Contestó cortésmente.

"Está colgado como un caballo, ¿verdad?. Me encantaría ver la expresión de tu cara si decide darte por el culo."

Pilló a Lynne con la guardia baja durante un instante. No se le había ocurrido la idea de que pudiera querer darle por el culo. Su polla era demasiado grande, demasiado gruesa para que pudiera recibirla en el culo.

"¿Puedo irme ahora, Señor? Quiere una cerveza antes de volver a follarme." Su marido asintió y ella se apresuró a ir a la cocina.

Estaba pensando en cuanto le dolería si Ross decidiera darle por el culo mientras tomaba una botella del frigorífico y le quitaba la tapa.

No era solo el tamaño de su polla, es que era tan rudo. Sabía que él no le daría tiempo a ajustarse a su tamaño, se la clavaría directamente. Y quien sabe cuanto tiempo le llevaría volverse a correr tan seguido y después de todo lo que había bebido.

Luego pensó en el hombre que había tras la polla. Ross era un hombre de postura del misionero y mamada. No era verdaderamente el tipo de hombre que valoraría el sexo anal.

Para cuando volvió a pasar por el salón no estaba preocupada porque Ross quisiera follársela por allí.

"Tal vez se lo sugiera." Dijo su marido cuando apareció delante de ella. Al principio la asustó, pero se recompuso rápidamente y permaneció delante de él sumisa.

"Como quiera, Señor."

Él vio la expresión de sus ojos y una sonrisa malévola se extendió por su cara.

"Sí, creo que lo haré."

"Puedo irme ahora, Señor, me está esperando." Lynne casi corrió hasta el dormitorio después de que le dieran permiso para irse. Quería hacérselo con Ross antes de que su marido le sugiriera hacerlo por detrás.

Ross estaba tumbado en la cama con los pantalones y los calzoncillos en los muslos y su gran polla tendida a lo largo de la pierna. Estaba otra vez flácido.

"Eh, Rossco." Gritó su marido mientras entraba en la habitación. Lynne estaba tumbada sobre la cama junto a Ross con su gran polla flácida en la boca haciendo todo lo que podía por ponérsela dura todo lo rápidamente que pudiera.

"¿Por qué no te la follas por el culo. Es su forma preferida."

"Sí, bueno, no es la mía, tío." Dijo Ross mientras se tragaba la mitad de la botella que le había traído Lynne.

"Dile cuanto te gusta que te la metan por el culo, Lynne."

Lynne sabía que el sexo anal con este hombre-cerdo sería una experiencia muy dolorosa. Pero iba a tener que hacer lo que pudiera para convencerle de hacerle justamente eso a ella.

Se sacó su polla semierecta de la boca y le miró a los ojos inyectados en sangre.

"Realmente adoro sentirla en el culo. Me encantaría sentir tu polla en mi culo, Ross. Es tan grande." La apretó mientras hablaba. "Y te encantará. Tengo el agujerito del culo realmente prieto. Por favor, Ross. Déjame que te la vuelva  a poner dura y me puedas follar mi agujerito con tu gran polla."

Su polla ya se había puesto dura mientras hablaba, le gustaba la idea.

"Limítate a ponérmela dura de nuevo y ya veremos." Dijo engreído mientras le pegaba otro trago a la botella. Realmente pensaba que ella disfrutaría follando con él, creía realmente que ella deseaba su fea polla dentro de su culo.

"Tráeme otra cerveza, zorra." Dijo Ross mientras tiraba la botella vacía en la cama junto a ella.

"Por supuesto Ross. No te vayas a ningún sitio, volveré para que puedas clavar esa gran polla tuya en mi culo." Le besó la polla mientras hablaba y luego se excusó mientras rodeaba a su marido.

Ross estaba otra vez flácido para cuando regresó. Le pasó la cerveza y se volvió a arrastrar por la cama hasta que su cara estuvo otra vez al nivel de su polla.

Lynne miró a su marido de reojo mientras levantaba la polla de Ross de su estómago. Estaba sin circuncidar y la cabeza se había escondido tras el prepucio. Chasqueó la lengua a través de los pliegues del prepucio y lamió la cabeza y el ojo de su polla flácida.

"Necesito mear." Dijo Ross mientras apartaba a Lynne de su camino y se ponía en pie.

"Lynne te ayudará, Ross, le encanta sujetar las pollas de los hombres mientras hacen pis."

La cabeza de Lynne giró hacia su marido, pero no pudo evitar sonreírle. Adoraba que la humillaran y degradaran de formas tan imaginativas.

"Eres un puto bromista." Dijo Ross mientras se subía los calzoncillos y los vaqueros y se subía la cremallera y se abrochaba el cinturón.

"¿Por qué te vuelves a poner los pantalones, Ross. Creía que ibas a hacer pis y luego a metérsela en el culo a Lynne.

Ross se miró los vaqueros. "Ni puta idea." Se rió.

"Porque estás bebido y eres un gilipollas." Se dijo Lynne para sí misma.

"Por favor ¿puedo sujetarte la polla mientras meas, Ross? Por favor." Suplicó Lynne.

"Em... vale, supongo..."

"Gracias Ross." Dijo como una muchachita excitada. Le besó en la mejilla y le tomó de la mano y le llevó hacia el baño.

"Los compañeros del trabajo nunca se creerán esto." Murmuró Ross mientras Lynne se arrodillaba en las baldosas.

"Mándamelos." Dijo Lynne. "Cuando se vayan creerán todo lo que les cuentes."

Le bajó la cremallera y pasó la mano por la abertura de la bragueta. Revolvió la mano dentro de sus calzoncillos consiguiendo finalmente sacar su polla grande y flácida por debajo del elástico de la pernera de los calzoncillos y a través de la bragueta. La tomó en la mano y apuntó hacia la taza.

"Cuando quieras, Ross." Dijo excitada.

Desplazó los ojos de la polla a la cara y luego de nuevo a la polla cuando oyó el ruido.

Ross se sentía incómodo de que Lynne le sujetara la polla mientras meaba. Para sorpresa suya, Lynne sintió que su coño se humedecía mucho y muy rápidamente.

"Oh, dios. Eres una putilla repugnante." Se dijo Lynne a sí misma mientras observaba. Cuando terminó le volvió a dejar la polla bajo los calzoncillos.

"¿Te gustaría verme mear, Ross?" Preguntó mientras se arrodillaba delante de él y le miraba.

"No, para nada jodida zorra chiflada. Limítate a hacer volver tu culo gordo al dormitorio."

"Como tú quieras, Ross." Dijo Lynne mientras le seguía de vuelta al dormitorio. Su marido se había ido pero la puerta todavía estaba abierta. Sabía que estaba allí fuera en alguna parte de la oscuridad observándoles, escuchándoles.

"¿Me vas a follar por el culo ahora, Ross?"

"Lo haré. Vuelve a ponérmela dura."

Lynne podía sentir el asco de Ross hacia ella. Había deseado follársela durante tanto tiempo, y ahora que la tenía y podía hacer lo que quisiera con ella no estaba disfrutando tanto como había pensado que lo haría.

Cuando había fantaseado sobre follarse a Lynne la había imaginado como una mujer normal, como Debbie o las otras mujeres con las que había tenido relaciones sexuales durante años. Pero nada era normal con Lynne. Incluso las prostitutas a las que había pagado por follar eran más normales que ella.

Como todos los hombres Ross había soñado con tener una sucia putilla con la que jugar. Ahora que tenía una a su disposición no sabía realmente que hacer con ella.

Lynne se arrodilló en el suelo frente a él, le soltó el cinturón y la bragueta y le bajó los pantalones y los calzoncillos hasta debajo de las rodillas. Su polla colgaba recta encima de sus huevos y abrió mucho la boca y subió la cabeza entre sus piernas y la polla cayó dentro de su boca.

Chasqueó el prepucio con la lengua, había un sabor amargo, casi agrio, que no eran ni sus jugos ni su corrida. Le levantó la polla y estaba lamiéndole los huevos cuando entró su marido.

"Aquí hay otra cerveza para ti, Rossco."

"Gracias, amigo."

"Lynne hace todo tipo de cosas raras, Ross. ¿Verdad, Lynne?"

"Si estás más tiempo conmigo, Ross, podré enseñarte la putilla rara que soy." Dijo Lynne mientras le lamía los huevos.

"¿Por qué no te la quedas un fin de semana, Ross? Llévala a algún motel barato en algún sitio. Le diremos a Debbie que tú y yo estamos pescando."

"Pagaré el motel." Dijo Lynne. "Me encantaría pasar un fin de semana contigo y tu gran polla, Ross."

"Voy a ser honesto contigo, tío." Dijo Ross entre tragos de cerveza. "Lynne es demasiado jodidamente tirada y rara para mí." Miró hacia abajo a Lynne arrodillada en el suelo lamiéndole los huevos y chupándole la polla. "No lo tomes a mal, tío. Sé que es tu mujer y disfruto follando con ella, y quiero volver a hacerlo. Pero con eso bastará. En todo caso Debbie tiene un mejor polvo."

"Debbie es mejor en todo, tío." Dijo el marido de Lynne de pasada. "No puedes comparar a una mujer con clase como Debbie con un putón como Lynne. De todas formas diviértete Ross. Y asegúrate de darle por el culo. Se pone como loca."

Lynne sabía que una de las razones de su marido para interrumpirles era ponerle más difícil conseguir que Ross se volviera a empalmar y había funcionado. Llevaba chupando y lamiendo su polla y sus huevos durante diez minutos y todavía la tenía flácida.

Lynne sonrió para sí misma mientras se pasaba la mano entre las piernas y empezaba a jugar con su cuerpo.

"Oh dios, Ross." Jadeó. "Me pones tan mojada, me excitas tanto. Y tu polla es tan grande que podría correrme de solo mirarla." Empezó a menearle la polla con una mano y a jugar con su cuerpo con la otra mientras le miraba.

"Chupar tu gran polla hace que me corra, Ross. Haces que desee correrme, Ross. Oh, dios, estás tan jodidamente caliente que vas a hacer que me corra."

Lynne sintió que su polla se ponía gorda y dura en su mano mientras fingía un orgasmo. No puso mucho empeño en ello. Dudaba que Ross hubiera provocado nunca un orgasmo de verdad en una mujer. Se preguntaba cuanto se esforzaría Debbie en simularlos con Ross.

Ahora su polla estaba totalmente erecta y no podía rodearla con los dedos. "¿Me vas a dar ahora por el culo, Ross?"

"Sí, vale."

"Gracias, Ross." Dijo Lynne con tono de excitación pero sabiendo lo mucho que le iba a doler. Empezó a desplazarse hacia la mesita de noche donde guardaba su KY. "Voy a lubrificarme para ti."

"Olvídalo." Dijo Ross. "Súbete a la puta cama."

A Lynne no se le había ocurrido que Ross no le permitiera usar lubrificante. Pero lo que hacían y como lo hacían le importaba un bledo. De momento era su putilla y haría lo que le dijera. Pero se daba cuenta de que le iba a doler aún más de lo que se había temido.

Se subió a la cama a cuatro patas y levantó el culo al aire para él. Sintió sus manos rudas sobre la suave piel de sus nalgas, luego su polla entre los carrillos de su trasero, luego la cabeza de su gran polla apretándose contra su prieto agujerito.

"Oh, dios, Ross, Sí. Méteme tu gran polla en el culo."

Sus palabras le metieron prisa y gruñó de dolor cuando intentó forzar su polla dentro de ella. Le sintió moverse tras ella intentando encontrar una postura que le permitiera penetrarla.

"Esto no marcha." Se quejó él.

"Déjame ayudarte." Dijo Lynne. "Déjame ayudarte a metérmela."

Se pasó la mano entre las piernas, agarró su polla y la guió hacia su agujero. "Ahí... ahora empuja suavemente."

Lynne sintió que su agujero se estiraba mientras le metía la cabeza de la polla dentro de ella. "Oh, mierda." Gritó de dolor y de una sorprendente cantidad de placer.

Ross estaba deslizando la cabeza dentro y fuera y podía sentir como se abría para él. A cada embestida se deslizaba un poco más de su polla dentro de ella.

"Oh, dios mío." Chilló y enterró la cabeza en el colchón y agarró un puñado de edredón con las manos mientras su cabeza se agitaba adelante y atrás.

"Oh, cabronazo, está dentro." Jadeó. "Está dentro de mi culo. Oh, Ross, cabronazo, tu gran polla está en mi culo." Ahora no estaba fingiendo.

Después de eso todo lo que Lynne podía hacer era jadear, gruñir y gritar.

"Oh, cabronazo, Si... Oh cabronazo Si..."

No podía esperar más, se pasó la mano entre las piernas, se acarició el clítoris y se corrió.

Ross nunca había visto a una mujer revolverse y gritar y jurar y chillar de la forma en que lo hacía Lynne mientras oleada tras oleada de placer y dolor le abrasaban el cuerpo.

Las cosas que Lynne hacía y decía y los ruidos que emitía llevaron a Ross más allá del borde y se corrió. Pero Lynne estaba perdida en la intensidad de su propio orgasmo. No le sintió eyacular en su interior. No se enteró de que se había parado y desplomado sobre ella.

Lynne no sabía que pasaba a su alrededor. No sabía lo que hacía o decía. Sentía como si su orgasmo no fuera nunca a irse de su cuerpo. Pero gradualmente la fuerza de su orgasmo empezó a decaer y pudo escucharse.

"Fóllate a tu putilla por el culo, Ross... Gracias Ross... Gracias..."

Hacía unas pocas semanas pensar en Ross solo rozándose con ella al pasar le repugnaba. Ahora estaba retorciéndose en la cama, gritando su nombre mientras le daba por el culo. Agradeciéndole una y otra vez que se lo hiciera. Tanto había cambiado en unas pocas semanas.

Todavía le recorrían el cuerpo escalofríos de placer cuando Ross retiró su polla. Gruñó y cayó sobre la cama, todavía acariciándose entre las piernas, todavía diciendo entre jadeos "Gracias, Ross" una y otra vez.

Miró al hombre al que solía referirse como "El Cerdo" y dijo.

"Fue jodidamente increíble, Ross. Eres jodidamente increíble, Ross."

Ross nunca había visto a una mujer con un frenesí sexual como el de Lynne. Ninguna mujer había gritado su nombre con una pasión tan desmedida y ninguna mujer había demostrado semejante gratitud aduladora, casi patética, como había hecho Lynne.

Todavía tenía una expresión salvaje en los ojos. "Oh, dios, adoro tu gran polla."

Se lanzó sobre él y devoró su polla. "Déjame que haga que te vuelvas a correr." Suplicó. "Déjame que haga que te corras en mi boca."

Ross se había empalmado de nuevo de verla y oír las cosas que decía. De escuchar la manera en que le agradecía una y otra vez lo que le había hecho. Pero no había manera de que se corriera de nuevo.

"No, ya he tenido bastante." Dijo mientras la apartaba. Pero ella se arrastró directamente sobre él, le agarró la polla y empezó a lamerle los huevos.

"He dicho que ya he tenido bastante." La apartó otra vez y otra vez se arrastró sobre él. Ross sabía que no podía volver a correrse, no tres veces en una noche, pero no quería que ella lo supiera.

"Por favor." Le suplicó mientras pasaba la lengua por toda su polla y huevos. "Puedo hacer que te vuelvas a correr. Quiero que te corras en mi boca. Quiero saborear tu corrida. Por favor."

"Bueno, está bien." Dijo sin mucho interés. "Pero me estoy cansando de ti, Lynne." Añadió preparando su excusa por no ser capaz de volver a correrse.

"Gracias, Ross." Sonaba casi lastimera mientras le volvía a dar las gracias una y otra vez. Se tiró al suelo a sus pies y le chupó la polla mientras intentaba bajarle más los pantalones y calzoncillos. La empujó y aterrizó pesadamente de espaldas. Pero todavía tenía aquella mirada en los ojos, todavía seguía acariciándose entre las piernas.

"Eres una jodida puta." Dijo con desdén mientras se quitaba los pantalones y calzoncillos y se los tiraba.

"Sí, lo soy, Ross. Soy una sucia putilla. Soy tu sucia putilla."

"Bien, entonces vamos, puta." Dijo mientras se tumbaba en la cama.

Lynne volvió a tomar su polla en la boca antes de estar de vuelta en la cama con él. Se colocó entre sus piernas y le lamió y chupó los huevos y la polla como una salvaje. Se sentía bien, parecía bien, pero sabía que no podría correrse de nuevo. Y sería culpa de ella.

Al cabo de un rato la agarraría del pelo y la volvería a tirar al suelo. Le diría que era una puta inútil. Que ya estaba harto de ella. Le diría que su culo gordo le había aflojado. Le diría que su mujer tenía un culo mucho más bonito, que siempre se corría dos o tres veces cuando follaba con su mujer, y llevaba cerca de veinte años follando con ella.

Lynne se sacó su polla de la boca y empezó a meneársela con la mano mientras tomaba sus huevos con la otra y los levantaba para poder lamer la sensible piel de debajo. Luego hurgó en el agujero de su culo con la lengua.

"¡Mierda bendita!" Gritó Ross. "¿Qué coño estás haciendo?"

Lynne chasqueó de nuevo la lengua sobre su agujero y sintió que su cuerpo se ponía rígido.

"Oh, mierda." Gritó.

La lengua de Lynne lamía y apretaba contra el agujero y sintió que su polla se ponía aún más tiesa en su mano y se la meneó más y más rápidamente.

Gimió ruidosamente cuando le deslizó la lengua dentro del culo, y siguió gruñendo cuando la movió circularmente dentro de él. Cuanto más rápidamente movía ella la lengua más alto gruñía él, más pesada se hacía su respiración y más rápidamente se la meneaba con la mano.

El primer chorro de su corrida salió al aire y cayó en su estómago, el segundo se estrelló en la cara de Lynne, pero ella había rodeado su polla con sus labios a tiempo para que el resto de su corrida le llenara la boca.

Chupó hasta la última gota, y siguió chupando hasta que la agarró del pelo y la retiró. Ella se levantó y se arrodilló de nuevo entre sus piernas y abrió orgullosamente la boca para mostrarle que aún la tenía llena de su corrida.

Cerró los ojos mientras la sentía deslizarse por su garganta. Se limpió la corrida de la cara y la lamió de sus dedos. Descubrió el pequeño grumo de corrida de su estómago y lo lamió como si tuviera hambre.

"Déjame que te limpie la polla." Jadeó. Ross no tuvo fuerzas para volver a retirarla. Había tomado demasiada cerveza y demasiada Lynne. Se quedó dormido mientras Lynne le limpiaba la polla con la lengua.

"No le habrás matado ¿verdad?" Dijo su marido mientras entraba en la habitación. Lynne le sonrió mientras seguía limpiando la polla de Ross.

"¿Puedes notar su corrida goteando de tu coño y tu agujero del culo?"

"Sí, Señor." Dijo Lynne cerrando los ojos para concentrar su mente en aquellas partes de su cuerpo.

"¿Y puedes saborear su corrida en tu boca?"

"Sí, Señor." Dijo relamiéndose los labios.

"No te vas a duchar esta noche. No te vas a lavar los dientes o enjuagar la boca esta noche. Quiero que saborees y sientas su corrida en todos tus agujeros toda la noche. Levántate."

Agarró la bata del suelo y la limpió entre las piernas con ella, luego se la tiró y dijo. "Ponte esto. Tienes una visita."