Lynne 4: La puta

No es de mi autoria aunque no me importaria que lo fuera es una serie muy buena para dejar que caiga en el olvido. Trata de la evolución de un ama de casa muy puta hasta convertirse en una esclava.

Lynne:

CAPÍTULO 4. LA PUTA

Mi suave orgasmo solo duró unos segundos. Abrí los ojos y vi a todos mirándome. Todavía me estaba meando pero el chapoteo se había vuelto un chorrito, y finalmente solté lo que me quedaba dentro. Golpeó el periódico empapado otra vez con ruido, unas pocas últimas gotas cayeron sobre el periódico desde entre mis piernas, y acabé. Mi humillación casi había pasado. Pero me encontré a mi misma deseando que no pasara.

Los siguientes veinte minutos los pasé limpiando el revoltijo que había formado. Estaba sobre las manos y las rodillas restregando el suelo con un cepillo y un cubo de agua caliente con desinfectante. Les oía hablar sobre sus distintas versiones respecto a mi meada mientras restregaba el suelo.

Luego me dijeron que me diera una ducha y las dos rubias se ofrecieron voluntarias para vigilarme y asegurarse de que no me masturbaría en la ducha. "La putilla no puede tener las manos retiradas del cuerpo." Había dicho Kelly.

Sabía que el Ama se había dado cuenta de que me había corrido mientras me mojaba, pero no creía que ningún otro lo sospechara. Estaba segura de que pensaban que mis suaves gemidos se debían simplemente al embarazo. Pero el leve orgasmo me había dejado más desesperada que antes por correrme adecuadamente.

Las dos mujeres me observaban a través del vapor mientras me duchaba. Se aseguraron de que mis manos estuvieran entre mis piernas durante mucho rato. Me sequé mientras me vigilaban, haciendo comentarios de vez en cuando. Entonces una de ellas agarró mi toalla y me la quitó. Me quedé allí con las manos en los costados mientras discutían sobre mi cuerpo. Les gustaban mis grandes tetas, con grandes y tiesos pezones, y mi trasero también estaba bien. Pero mi coño necesitaba alguna atención, decidieron.

Hicieron que me tumbara en el suelo y me enjabonaron el coño con crema de afeitar, y luego, con una maquinilla cada una, empezaron a afeitarme.

"No te corras, putilla." Seguían diciendo mientras las maquinillas se deslizaban por mi coño. Gemí ruidosamente cuando afeitaron los labios de mi coño. Y otra vez cuando lo hicieron con el área que rodeaba mi clítoris. Hice girar las caderas un par de veces y gruñí como un animal pero no me corrí.

Cuando terminaron mi coño estaba pelado, como el de Kelly. Hacía que mi clítoris pareciera aún más grande, sobresaliendo entre los húmedos labios.

Me llevaron al dormitorio donde había estado antes. Un uniforme de doncella limpio, sostén, medias, todo me esperaba sobre la cama. Cuando me estaba aplicando el maquillaje decían continuamente que me pusiera más.

"La putas llevan montones de maquillaje." "Las putas se ponen cantidad de lápiz de labios." Y así.

Querían que pareciera la puta barata que era, y así lo hice.

Me llevaron de vuelta al salón y me dijeron que me quedara de pie sobre la mesa del café.

"Mirad todos, hemos ayudado un poco a la puta a hacer algunas mejoras."

Me dijeron que me subiera el vestido para que todo el mundo pudiera verlo. Me habían dicho que no me pusiera bragas. "Las putas no llevan bragas." Decían. "En todo caso no las putas baratas como tú."

Todos se turnaron para inspeccionar mi coño pelado, pasando los dedos por él. Todos excepto Jacqueline.

"¡No voy a tocar ese sucio chocho de puta!" Dijo.

El Ama estaba muy satisfecha, incluso me acarició el clítoris muy suavemente, una vez.

Mi marido miró mi coño pelado y se dio la vuelta poco impresionado con lo que había visto. "Prefiero con mucho tu dulce coñito, Kelly." Dijo mientras la besaba en la mejilla y le pasaba la mano por encima del vestido.

Seguí allí en la mesa, sujetando mi vestido para que todos pudieran ver mi coño. Mi coño recién afeitado. La sala quedó en silencio de repente. Luego oí la voz de mi Ama. "Mírate, Lynne. Ahí de pie mostrando tu coñito húmedo. ¿Qué tipo de mujer eres, Lynne?"

Volví el cuerpo para darle la cara, subí más arriba mi vestido y abrí más las piernas. "Soy una puta, Ama." Dije con orgullo. "Soy su puta."

"Sí, lo eres." Dijo mientras me hacía gestos para que me diera la vuelta lentamente y que todos pudieran echarme otro vistazo a mí, a la puta.

Cuando todos hubieron terminado de inspeccionarme y de discutir sobre mi coño, bajé de la mesa del café y les serví algunas bebidas más. Alguien bajó las luces y la voz sensual de Kate Ceberano inundó la sala saliendo de los altavoces de alguna parte del techo.

Las cuatro parejas empezaron a besarse y tocarse. Pronto los sonidos del sexo llenaron la habitación. Kelly y Jacqueline se habían arrancado mutuamente las ropas y hacían el 69, lamiéndose entre sí febrilmente.

"¿Dónde está la putilla?" Gritó Jacqueline.

"Estoy aquí, Señorita." Dije sin pensar, porque estaba junto a ellas. Ella estaba encima. Su bello trasero desnudo elevándose en el aire, mientras se follaba la cara de Kelly. Volvió la cabeza para mirarme, la cara inundada de pasión.

"Ponte detrás de mí, putilla. Lámeme los carrillos del culo, y cuando empiece a correrme méteme tu sucia lengua en el agujero del culo." Jadeó.

"Sí, Señorita." Dije ansiosamente y me coloqué tras ella. Al fin me dedicaba alguna atención, al menos me usaba para algo. Puede que solo fuera meterle la lengua en el culo, pero al menos había algo que yo podía hacer para darle placer.

Lamí la suave carne de su trasero. Ella y Kelly estaban follándose mutuamente sus caras, y lamiéndose los coños cada vez más rápidamente. Empezaron a correrse a la vez.

"Estoy a punto." Gritó Kelly. "Estoy a punto de correrme."

"Espera Kelly." Gritó frenética Jacqueline. Volvió la cabeza y nuestros ojos se encontraron por encima de su adorable culo. "Lámeme la parte externa del agujero del culo, puta." Me gritó con los dientes apretados. Gruñó ruidosamente cuando mi lengua bailó sobre su agujero. Kelly todavía estaba gritando que estaba a punto de correrse.

"¿Estás lista, Jackie... estás lista para correrte conmigo?" Resopló Kelly desesperadamente.

"Lámeme el agujero, sucia putilla." Me gritó Jacqueline.

De repente sentí que su cuerpo se tensaba, iba a correrse. "Ahora, Kelly." Gritó y deslicé la lengua todo lo que pude dentro de su culo. Gritaron cada una el nombre de la otra y Jacqueline gritó para que la puta le lamiera el agujero mientras se corrían.

Mientras la intensidad del orgasmo se desvanecía de sus cuerpos Jacqueline echó la mano hacia atrás y me tiró del sofá, y caí al suelo. Vi a Jacqueline y Kelly abrazarse y besarse tiernamente, disfrutando del bienestar de después del amor.

"¡Ven aquí, putilla!" Dijo la más alta de las rubias mientras me agarraba del pelo para llevarme hacia ella. Estaba a cuatro patas sobre el sofá y la estaban follando por detrás.

"A Todd le gusta dar por el culo a las mujeres." Dijo mientras sacaba de ella su gran polla. "Y solo las putas reciben por el culo."

No necesitaba que ella dijera más. Yo era una puta, ella lo sabía, y yo también. Me doblé sobre el brazo del sofá y levanté mi vestido por la parte de atrás. Ella estaba tumbada sobre el sofá, con las piernas colgando sobre el brazo en el que yo estaba inclinada cuando Todd se puso detrás de mí y empujó su polla contra el agujero de mi culo. Ella deslizó su cuerpo hacia delante y empezó a tocarse.

"Métela en el culo de la puta." Le gritó. "Fóllate a la puta por el culo."

Su polla todavía estaba mojada en sus jugos y se deslizó por mi culo arriba gracias a un agradable y doloroso empujón y empezó a deslizarla dentro y fuera de mí. Mi agujero se agarraba a su polla mientras me follaba. Ella me agarró la cabeza y la empujó hacia su coño húmedo. "Lámelo puta, lame mi coño." Gritó.

Clavé la lengua dentro de ella y lamí su clítoris enérgicamente mientras su novio me daba por el culo. Gritó que se estaba corriendo y sentí que su polla explotaba dentro de mí. Le chupé el clítoris y me agarró la cabeza mientras se corría en mi lengua.

Todavía se estaba empujando contra mi cara cuando sentí que la polla se deslizaba fuera de mí. Me echó a un lado y se echó sobre su novia, y ella se volvió a correr.

La atmósfera era intoxicadora, necesitaba correrme. Pero nadie estaba interesado en lo que necesitaba la puta. Una mano me agarró del brazo y me tiró al suelo. La otra rubia estaba agachada frente a su novio chupándole la polla.

"A Brad le gusta ver a las mujeres tragarse su corrida." Dijo mientras le meneaba la polla. "Pero solo las putas se tragan las corridas." Me puse de rodillas y coloqué la cara cerca de ella y abrí la boca. Le volvió a chupar la polla, le lamió los huevos y luego se la volvió a chupar.

"Me voy a correr." Dijo él gruñendo en voz baja. Ella se sacó la polla de la boca y la empujó en la mía y sentí como su cálida corrida me llenaba la boca; me la tragué toda. Cuando acabó le limpié la polla con la lengua. Su novia se estaba masturbando cuando él se corrió en mi boca pero todavía no se había corrido.

"Oh, mierda." Gritó frustrada mientras se restregaba con los dedos. "¡Ven aquí, putilla!" Dijo mientras yacía en el suelo con las piernas muy abiertas y se metía dos dedos dentro de ella. Bajé la cabeza para ir hacia ella, pero me rechazó.

"¿Qué crees que estás haciendo, puta?" Preguntó mientras se follaba con los dedos. Me echó la otra mano y me agarró del pelo. "Solo eres una puta ¡verdad!" Dijo mientras me empujaba al suelo con ella. Nuestras caras estaban a solo unas pulgadas.

"Solo eres una puta ¡verdad!" Dijo de nuevo, gimiendo mientras lo decía.

"Sí, Señorita." Dije con suavidad. "Soy solo una putilla barata." Gimió más ruidosamente. "Las putas como yo no son lo suficientemente buenas para comerle el coño. Pero podría lamerle el agujero de su culo. Las putas como yo adoran meter sus lenguas en los culos de las señoras." Sus gemidos se hacían cada vez más ruidosos mientras le hablaba. "¿Por favor, puedo lamerle el agujero de su culo, Señorita."

"Sí, putilla." Jadeó. "Eso es todo para lo que vales, beberte corridas y lamer culos." Se dio la vuelta rápidamente y se puso de rodillas y clavó el culo en mi cara; pero los dedos siguieron todo el tiempo dentro de ella.

"Ahí lo tienes, putilla. Eso es lo que querías ¿verdad?. Mi culo en..." No pudo terminar lo que quería decir, así que lo hice yo por ella.

"Oh, sí, Señorita. Gracias. Eso es lo que yo quería. Su precioso culito en mi cara."

Ahora jadeaba con fuerza, y agarré y separé los carrillos de su culo, y empujé mi lengua contra su agujero rosado. Gritó y se corrió con mi lengua lamiendo la parte externa de su agujero. Enterró la cara en la alfombra y gruñó sonoramente mientras alcanzaba el clímax. Bajó las manos y me retiró la cabeza mientras completaba su orgasmo. Vi como se retorcía en el suelo. De repente me di cuenta de que el Ama me estaba llamando. Miré, estaba follándose a mi marido. Estaban tumbados en el otro sofá, mi marido encima, perforándola con su polla.

Me arrastré, demasiado aturdida para levantarme, y me arrodillé en el suelo junto a ellos, con la cara a solo un pie (30 cm) de la polla de mi marido mientras la bombeaba dentro y fuera de ella.

Se estaba acariciando el clítoris mientras él la follaba y se acarició más rápido cuando empezó a correrse. Mi marido siguió follándola hasta que ella terminó de disfrutar cada segundo del orgasmo que le provocaba. Cuando se dio cuenta de que ella había terminado sacó la polla y su corrida se extendió por todo su estómago.

Siguieron tumbados juntos un minuto, compartiendo besos ocasionales, luego mi marido se quitó de encima. Había un charco de corrida en su estómago, y miró hacia abajo y me dijo. "Limpia todo eso, Lynne."

"Sí, Ama." Me incliné y lamí la corrida de mi marido hasta que quedó limpia. Algunas gotas habían caído sobre sus pechos y las recogió con los dedos y se los limpié con la lengua.

Me apartó y dijo. "Vete a la cocina y mira si el café está preparado." Me puse de pie. Sentía las piernas sin fuerza, las rodillas y las manos me temblaban. Pero a pesar de todo me las arreglé para hacer lo que me había dicho.

Mientras me tambaleaba en dirección a la cocina vi a la camarera pelirroja, Desley, de pie, silenciosa, en un rincón oscuro del salón. Me miraba directamente. Me pregunté cuánto tiempo llevaría allí.

Tan pronto estuve en la cocina agarré la botella de whisky y me pegué tres buenos tragos. Cerré los ojos y respiré profundamente intentando recuperar el control de mi misma.

Mi cuerpo todavía imploraba la liberación sexual que se me había negado toda la noche; mi coño estaba todavía empapado con mis jugos; mi clítoris todavía dolía cuando se le tocaba; pero me estaba acostumbrando a la negación del placer que había soportado toda la noche. Tenía que correrme pronto, tendría que correrme pronto tanto si me dejaban como si no. Pero por ahora había recuperado un aspecto de compostura. Cuando lo hice noté el aroma del café recién hecho. Había una olla de rico café negro descansando en la encimera.

Desley pasó a mi lado ignorándome, y abrió la puerta de la lavandería y encendió la luz. Se quedó allí manteniendo la puerta abierta, mirando como si estuviera esperando algo con impaciencia. No estaba segura pero me moví lentamente hacia la puerta, no me estaría mirando pero obviamente quería que yo entrara en la lavandería.

Me siguió de cerca y cerró la puerta con llave. Luego abrió la puerta de persiana de un armario de pino y sacó algo y me lo pasó. Era un látigo. Tenía una especie de mango de cuero negro y muchas tiras gruesas de cuero colgando de un extremo. En uno de los laterales estaba escrito 'THE CAT' (EL GATO).

La miré con temor e incredulidad. Realmente no había disfrutado cuando Kelly me había azotado y no creía que disfrutara de que me flagelaran con esta cosa. Pero si era lo que quería hacerme, le dejaría gustosamente. Si la satisfacía podría follarme con el mango, pensé para mi misma.

Me había dado la espalda y se echó mano a la cremallera de la parte trasera de su falda. La bajó hasta abajo y su falda cayó al suelo. Solo llevaba medias de nailon, sin bragas. Se volvió hacia mí mientras se soltaba los botones de la blusa. La deslizó por sus hombros y cayó a sus pies. No llevaba sostén y admiré sus pechos grandes y firmes, pero mi atención se centró en los brillantes anillos de plata de sus pezones rosados e hinchados. "Arráncame las medias." Fueron las primeras palabras que me dijo. Me pilló por sorpresa y me limité a mirarla.

"Arráncame las medias." Dijo de nuevo, su voz temblaba mientras hablaba.

Gimió suavemente cuando hice un agujero en el nailon que cubría su entrepierna. El sonido que emitía el nailon mientras lo arrancaba de su cuerpo era delicioso. Se dio la vuelta mientras mis manos agarraban y rasgaban sus medias.

Me eché atrás y la miré, allí de pie, desnuda, con trozos de lo que habían sido sus medias tirados por el suelo a su alrededor. Se volvió a dar la vuelta lentamente y vi el brillante anillo de plata que colgaba de su clítoris.

"Tengo que ser castigada." Dijo con voz suave, sensual. Mientras se pasaba la mano y soltaba la cinta de su larga cola de caballo de pelo rojo. El cabello cayó sobre sus hombros, cubriendo sus pechos. Se pasó los dedos entre el pelo mientras se daba la vuelta una vez más, de espaldas a mí ahora, y abría las piernas. Se dobló hacia delante y se sujetó a los lados de la lavadora que había delante de ella.

"Tengo que ser castigada." Dijo de nuevo. "Estaba mirándote. De pie en la oscuridad, jugando con mi cuerpo como un sucio viejo verde, mirándote. Tengo que ser castigada."

Chasqueé el látigo contra ella, y las tiras de cuero bajaron por su trasero desnudo.

"Más fuerte," gimió, mientras se pasaba la mano entre las piernas y empezaba a jugar con ella misma.

Lancé el látigo hacia atrás y lo chasqueé sobre ella con más fuerza. Se estrelló en los blancos carrillos de su culo. "Más fuerte." Medio exigió, medio suplicó. Cuanto más fuerte la golpeaba más ruidosamente gruñía.

"Oh dios, ¡Sí!" Siguió gritando mientras azotaba su trasero y sus piernas y su espalda, dejando pequeñas marcas rojas donde las groseras tiras de cuero del látigo habían mordido su cuerpo.

"...jugando con mi cuerpo como un sucio viejo verde." Jadeó. "...haciéndome una paja como una pequeña y sucia pervertida... Castígame... Lo merezco... Es para lo único que sirven todas las pervertidas como..."

Yo estaba entrando en un frenesí mientras la azotaba cada vez más fuerte, su espalda y su culo cubiertos de franjas rojas. "¡Date la vuelta pequeña pervertida!" Grité.

Su cara era un mosaico de expresiones. Lujuria, dolor, pasión. Pero por encima de todas ellas había una mirada de éxtasis total y completo. Se separó los labios de su coño exponiéndolos a mí. Era una de las cosas más eróticas, más excitantes que había visto nunca. Mi coño estaba ahora aún más mojado que el suyo, y ansiaba enterrar mi cabeza entre sus piernas y saborearla. Pero no era eso lo que ella quería.

"Azótame el sucio coñito." Dijo sin aliento, su mente perdida en el placer que la consumía.

Azoté la suave carne entre sus piernas con dureza, y gritaba cada vez. La azotaba, y a ella le encantaba. Sus pechos y su estómago eran una maraña de líneas rojas donde las tiras de cuero se habían estrellado en su piel.

Se corrió mientras el látigo la mordía entre las piernas, y se dejó caer al suelo, con los dedos enterrados dentro de sí. Yo me puse sobre ella y la azoté salvajemente mientras se retorcía en el suelo, perdida en la euforia del placer y el dolor que devoraba su cuerpo.

Yo estaba presa del frenesí encima de ella, azotándola mientras se corría. Algo en mí se dio cuenta súbitamente de que ahora ella estaba solo acobardada por el dolor mientras el látigo azotaba su cuerpo. El orgasmo que se había adueñado de ella de forma tan viciosa la había abandonado. Ahora la única sensación que sentía era dolor. El dolor que yo le infligía mientras estaba encima de ella, flagelando todavía su cuerpo rojo, dolorido, exhausto. Me detuve.

La miré desde arriba, contemplando lo que le había hecho. Respirando con dificultad a causa del esfuerzo de hacerle daño. Deseaba tirarme al suelo con ella y tocarla, sostenerla, hacerle el amor.

"¡Fuera!" Dijo con desprecio. Sin levantar la cabeza para mirarme.

Todo mi cuerpo temblaba y me daba vueltas la cabeza. Tiré el látigo al suelo, pasé por encima de ella y salí. No me volví a mirarla, si lo hubiera hecho no habría podido irme.

Fui tambaleando hasta un rincón de la cocina, me apoyé en la pared y sentí como me deslizaba hasta el suelo. Empezaron a correrme las lágrimas por las mejillas. Cerré los ojos y sollocé en silencio.

Por mi cabeza pasaban tantos pensamientos. Este juego, si es que esto lo era... este juego no tenía reglas. No sabía nada sobre como jugar a este juego. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿En qué me había convertido? Y ¿por qué todo esto me excitaba de una forma tan increíble? ¿Por qué mi cuerpo ansiaba todavía más de este juego?

Me sentía completamente perdida y confundida. Aún más  porque al estar así, acurrucada en el rincón llorando, los jugos se me escurrían por los muslos desde entre las piernas. Los pezones todavía me palpitaban casi dolorosamente, todo mi cuerpo todavía dolorido por el orgasmo que se me había negado toda la noche. La emoción que todavía me controlaba era la Lujuria.

Escuché un sonido de tacones altos en el suelo de la cocina. Miré hacia arriba, con las lágrimas todavía en las mejillas. Kelly estaba agachada junto a mí. Me pasó la mano y me retiró suavemente las lágrimas de la cara.

"¿Estás bien, Lynne?" Preguntó con una ternura en la voz que nunca le había escuchado antes.

"Le he hecho daño." Sollocé quedamente. Kelly me sonrió, y me pasó los dedos por la cara con suavidad. Era tan dulce, su sonrisa tan cálida.

"No se lo has hecho, Lynne." Susurró. "Le diste exactamente lo que quería... No le diste dolor, le diste placer. Es solo que tú no has experimentado los deseos y placeres de Desley, por eso no puedes entenderlos." Me besó en la mejilla y luego en los labios. Un beso lleno de más amor y afecto de lo que nunca había conocido. Nos mirábamos a los ojos, acariciándonos mutuamente las caras, cuando Desley entró en la cocina desde la lavandería. La miré humildemente.

Era como si no hubiera ocurrido nada. Estaba vestida como antes, la modesta falda negra, la blusa de algodón, las medias negras, el largo pelo rojo recogido en una cola de caballo con una cinta negra. Y me miraba con la misma expresión en la cara de desprecio y repugnancia con la que me había mirado toda la noche.

Solo que esta vez, y solo durante un instante fugaz, su cara resplandeció con la sonrisa más hermosa, sentí como le devolvía la sonrisa. Pero tan rápida e inesperadamente como apareció su sonrisa, se esfumó; y en su cara se quedó esa otra expresión. Soltó con estrépito una bandeja con tazas de café y una cafetera sobre la encimera junto a mi, me miró con desprecio y se fue.

La linda cara de Kelly también me estaba sonriendo. Dios, era adorable. Acerqué mi cara a la suya y nos besamos apasionadamente. Me pasó los dedos por el pelo y dijo "Hay tantos placeres que te has perdido, Lynne. Tantas nuevas fuentes de dicha, tantas experiencias distintas de éxtasis puro con las que ni siquiera has soñado. Pero están ahí si las quieres. Eres una mujer asombrosa y bella, Lynne, y hay tantos placeres asombrosos y bellos esperándote si los quieres."

Me incliné y la besé de nuevo. Puse su mano suavemente sobre mi cuerpo y la guié bajo mi vestido hasta mi húmeda entrepierna. Le besé el cuello, y le mordisqueé la oreja, mientras sus dedos me acariciaban con suavidad entre las piernas.

"¡Oh, dios, Kelly. Sí!" Gemí ruidosamente. "Sigue tocándome así, por favor..."

Me besó en los labios, luego retiró la mano de mi entrepierna y me empujó contra el suelo.

"¡Tienes que servir el café, putilla egoísta!" Su rostro era de nuevo frío y duro.

"Sí, Señorita." Jadeé frustrada y excitada. Este mundo en el que me había metido era tan cruel, tan impredecible. Pero, dios, me encantaba.

Todos estaban vestidos y sentados en los sofás cuando les serví el café. Era como si la pequeña orgía no hubiera ocurrido nunca. Se estaban riendo de mí mientras les servía. Hablando de mi encuentro con Desley en la lavandería. Riéndose de cómo había podido pensar que Kelly haría el amor con una puta como yo.

Mientras la servía, Jacqueline dijo "En el estado en que está la putilla salida en este momento, se follaría al perro de su Ama si le dijeran que podía."

El hombre que estaba con la más alta de las rubias casi había hecho que me corriera cuando le había servido el café. Había pasado la mano bajo mi vestido mientras le servía y había rozado su pulgar contra mi clítoris un par de veces, pero había notado lo que me estaba ocurriendo y retiró la mano.

Estaba en pie y en silencio junto a la chimenea, soportando la agonía del rechazo con la que seguían torturándome. Estaba en el mismo punto donde me había meado parecía que hacía días. Kelly se acercó asintiendo hacia la repisa. Llevaba un cigarrillo en la mano. Se puso cerca de mí y sujetó con los dedos el cigarrillo sin encender entre los labios.

Cogí rápidamente la caja de cerillas de la repisa para encenderle el cigarrillo. Fue solo cuando se inflamó la punta de fósforo rojo que me di cuenta de lo que había hecho. Le encendí nerviosamente el cigarrillo.

"No apagues la cerilla." Dijo después de que se lo encendiera. Me hizo sujetar la cerilla ardiendo delante de mí mientras la llama bajaba hacia mis dedos. No había nada que pudiera hacer salvo esperar al dolor. Empezó con una sensación cálida y rápidamente se transformó en ardiente agonía. No pude soportarlo tan bien como ella había podido. Gruñí y grité como un animal mientras la llama me rodeaba los dedos y se apagaba lentamente. Pero aún así me las arreglé para mantener la mano donde ella me había dicho.

Todavía me ardían los dedos de dolor después de que la llama hubiera desaparecido.

"No sabía que fumaras, Kelly." Oí que Jacqueline decía sarcásticamente.

"No fumo." Dijo Kelly, desagradable en su victoria sobre mí, mientras tiraba el cigarrillo a la chimenea y empezaba a alejarse.

"Discúlpeme, Señorita." Dije en medio del dolor que todavía subía por mi brazo. "¿Qué quiere que haga con esto, Señorita?" Dije mostrándole lo que había quedado de la cerilla y que todavía sujetaba con mis dedos aguijoneados por el dolor.

"Me da igual, Lynne. Tú eres la putilla salida que quiere correrse a toda costa. ¡Por qué no te follas con eso!" Los otros rieron con fuerza mientras tiraba la cerilla apagada a la chimenea.

"Así que ¿vas a dejar que la putilla se corra esta noche?" Oí que Jacqueline preguntaba al Ama. Sentí que el corazón se detenía mientras esperaba a escuchar la respuesta del Ama.

"No lo sé." Dijo el Ama como si tuviera que pensarlo a fondo. "¿Qué piensas tú, Kelly?"

Oh dios, por qué tenía que preguntárselo a ella. "De ninguna manera." Dijo Kelly rápidamente. "Creo que deberías atarla para que no pueda jugar con su cuerpo, y hacerla dormir a los pies de tu cama mientras haces el amor con su marido toda la noche."

"O por qué no se la das a Desley durante la noche." Dijo una de las rubias.

"Podías hacerla que follara con tu perro. Estoy segura que no sería el primer perro con el que haya follado la putilla." Sugirió Jacqueline.

La idea de que el Ama me dijera que follara con su gran pastor alemán me repugnó. Me repugnó porque me excitaba. Estaba aterrada de que decidiera decirme que follara con el pastor alemán. Aterrada porque sabía que lo haría si me lo decía.

Durante los siguientes minutos hablaron entre ellos sobre si deberían permitir o no que me corriera, y cómo debería permitírseme.

A medida que pasaban los minutos dejó de preocuparme lo que decidieran, siempre que se dieran prisa. Mi necesidad de correrme iba más allá de la desesperación, más allá de lo que pueda describir. Eso era todo lo que importaba.

Estaba casi delirante. Sus voces se habían convertido en un ruido de fondo, las propias personas eran solo figuras difusas en la distancia. Luego oí al Ama llamarme. Su voz sacó a mi mente del sitio dónde estuviera fuera cual fuera.

"Sí, Ama." Dije caminando rápidamente hacia ella, la esperanza de que finalmente me dejaran correrme me había despejado la cabeza.

"A uno de los hombres le gustaría follarte sobre la mesa del café." Casi me corrí solo de pensarlo. "Quita enseguida las cosas de la mesa."

Todos se rieron de lo rápidamente que podía limpiar de cosas la mesa. Realmente no lo había notado pero era una mesa de café muy grande. El menos del tamaño de una cama sencilla, a unos dos pies (60 cm) del suelo, y muy sólida. Lo suficientemente sólida para permitir que me follaran mucho rato y con dureza.

"La mesa está lista, Ama." Dije rápida y ansiosamente.

"No tan lista como tú, Lynne." Añadió Kelly, y todos se rieron de mí de nuevo. No me importaba que se rieran de mí. Todo lo que me importaba era que me follaran sobre esa mesa de café.

Me quedé esperando que el Ama dijera algo. Pero estaba enfrascada en una conversación con mi marido..

"Discúlpeme, Ama. La mesa está lista." Se volvió y me miró.

"¡Ya te oí la primera vez, putilla impaciente!" Me gritó.

"Lo siento, Ama..." "Lo sentirás si vuelves a hacerlo." Me interrumpió.

"Ahora vete y date una ducha e intenta ponerte presentable. Hay ropa limpia para ti sobre la cama." Se dio la vuelta y continuó la conversación con mi marido.

Las rodillas casi se me doblaron. Pensaba que uno de los hombres me derribaría y me follaría, pero no, la tortura de la espera aún no había concluido.

Las dos rubias vinieron conmigo para asegurar que no jugara con mi cuerpo en la ducha. Cuchicheaban y se reían por lo bajo mientras veían como me vestía y maquillaba. Una mancha de humedad se extendió por la entrepierna de las bragas de seda blanca tan pronto me las puse. Toda la ropa que habían dejado para mí sobre la cama era blanca brillante. Medias y liguero blancos; un sostén de encaje blanco, y un vestido blanco corto con la espalda al aire y un escote pronunciado que mostraba la parte superior de mis pechos.

No reconocí a la mujer del espejo al primer vistazo. Y aunque sabía que no era de ningún modo tan atractiva como ninguna de las tres mujeres rubias, pensaba que se me veía bastante bien con el vestido blanco brillante de virgen. Ciertamente parecía follable.

Me apliqué algo más de perfume en el cuello y tras las orejas, y me volví hacia las dos rubias que estaban esperándome. "No está mal para una puta barata." Dijo una de ellas. "Gracias, Señorita." Repliqué, un pensamiento parecido había cruzado mi mente. Me pasó un bolso blanco, todo lo que había dentro era un paquete de condones y un tubo de lubrificante K.Y.

"Vamos putita." Dijo la otra rubia. "Será mejor que no le hagas esperar, podría cambiar de idea." Hice una mueca ante esa idea.

Había casi un aire de ceremonia rodeando a lo que estaba ocurriendo cuando las dos impresionantes rubias me condujeron al vestíbulo. Había estado intentando imaginarme cuál de ellos querría follarme. Al principio pensé que sería mi marido, pero el quería follar otra vez con el Ama. Podía verlo en sus ojos. Así que tenían que ser Todd o Brad o los dos. Luego se me pasó por la cabeza que podían ser los dos jovencitos, Nathan y Trent. Luego se me ocurrió era más probable que el Ama saliera a la calle y consiguiera algún sucio y apestoso vagabundo borracho para que me follara.

Pero no me importaba quien fuera. Veinte minutos antes estaba preparada para follar con su pastor alemán. Mientras tuviera una polla no importaba. Pero probablemente serían Todd o Brad, me decía a mi misma por última vez cuando cruzamos el salón y vi al hombre con el que iba a follar. Estaba tumbado de espaldas sobre la mesa del café. Con la polla más grande que había visto en mi vida apuntando al aire, y enormes huevos peludos colgando entre las piernas.

"Este es Tom." Dijo el Ama con una sonrisa irónica mientras Kelly terminaba de inflarlo con una bomba de bicicleta. Los otros estaban sentados en los sofás de cuero a cada lado de la mesa, y se reían de mí sonoramente. Pero eran mi audiencia y sus risas solo me excitaban aún más.

Ellos veían a Tom cono un muñeco hinchable barato. Pero Tom era suficientemente real para mí. Le haría suficientemente real para mí. "Hola, Tom" dije suavemente mientras me acercaba. Puse el bolso abajo junto a la mesa y pasé la mano por la pierna de Tom, hacia su gran polla de plástico. Mi audiencia estaba en silencio ahora.

Acaricié su polla suavemente con la mano y luego la rodeé con los dedos y empecé a masturbarle. Su polla era de plástico duro, como mi vibrador, pero mucho más grande. Al menos 10 pulgadas (25 cm) y demasiado gruesa para que mis dedos se juntaran cuando la rodeaban.

Tom tenía una sonrisa permanente, y la boca abierta, esperando a que yo me sentara en su cara. Tenía pelo negro rizado en la cabeza, pecho y huevos.

Di la vuelta a la mesa y tomé su mano en la mía. Le ayudé a deslizar su mano por mi pierna, subir por mis muslos y levantarme el vestido, y finalmente hasta mi húmeda entrepierna.

"Oh, sí, Tom." Gemí suavemente mientras rozaba mi coño húmedo a través de las bragas.

Retiré su mano de entre mis piernas y salté sobre él sobre la mesa de café. Era vagamente consciente de los comentarios susurrantes intercambiados entre mi audiencia mientras me ponía en cuclillas sobre él. Tenía una rodilla a cada lado de su cuerpo, su enorme polla tras de mí rozándose contra mi trasero.

Bajé la cara hasta la suya y le besé. Luego, mientras le mordisqueaba las orejas y le lamía el cuello alcancé mi parte de atrás y me bajé la cremallera del vestido. Me senté y deslicé el vestido por los hombros y lo tiré al suelo. Me sobé las tetas y me pellizqué los pezones a través del encaje del sostén. Luego solté el enganche y tiré el sostén al suelo.

Ayudé a Tom a alcanzar mis tetas y jugar con ellas, le ayudé a retorcerme los pezones con fuerza entre sus dedos. A tirar de ellos hasta que doliera y a volver a tirar aún con más fuerza.

Me bajé de la mesa y me quité las bragas húmedas y las tiré. Luego me puse en pie con las piernas a cada lado de la cabeza de Tom y me agaché sobre su cara saltando por encima de la mesa en la que estaba mientras lo hacía. Chupé la gran polla de Tom mientras me restregaba el coño por su cara. Su nariz y su boca se rozaban con fuerza contra mi clítoris mientras me follaba su cara.

Tom era un amante silencioso, pero yo hacía ruido por los dos. Bajé la mano y apreté sus grandes huevos peludos y me quedé boquiabierta cuando vi salir a chorros su corrida por el ojo de su polla. Limpié con la lengua su polla. La corrida de Tom estaba fría pero era dulce y sabrosa.

"Oh, Tom." Gemí. "¡Vas a hacer que me corra!" Me follé su cara como una salvaje. El orgasmo que había esperado durante tanto tiempo estaba a punto de llegarme.

"Oh, dios, sí, Tom... Me voy a correr en tu cara... Vas a hacer que me corra... ¡Haz que me corra, Tom!" Apreté sus huevos y su corrida fría salió a chorros sobre mi cara, y luego me golpeó. Un orgasmo tan intenso es casi doloroso. Si existía el éxtasis, era esto. Y parecía durar para siempre.

Lentamente el placer que me poseía me abandonó gradualmente. La cara de Tom estaba cubierta de mis jugos mientras seguía deslizando mi coño por ella, disfrutando hasta el último segundo de mi orgasmo mientras se esfumaba.

Tom y yo seguimos allí tumbados en silencio unos minutos, recobrándome de lo que mi cuerpo acababa de atravesar. Luego me senté y me giré y monté su gran polla de plástico duro. La restregué contra los labios de mi coño, y luego contra el clítoris, y la introduje en mi interior y me empujé hacia abajo sobre ella. Su polla se deslizó directamente dentro; toda ella.

Empecé a moverme arriba y abajo sobre ella, luego me incliné hacia delante de modo que nuestras caras se encontraran. Limpié mis jugos de su cara mientras me lo follaba, y me volví a correr.

Cuando desapareció el último espasmo de mi segundo orgasmo me senté y me levanté para sacar su polla. Estaba resbaladiza con el jugo de mi coño. Me situé donde debía y restregué la punta de la polla de Tom contra el agujero de mi culo.

"Oh, sí, Tom, fóllame." Grité. "Fóllate el culo de tu putilla."

Tras estas palabras su polla empezó a deslizarse por el agujero de mi culo. Sentí como me ensanchaba. Aunque era evidente que era más ancha que mi agujero el dolor era delicioso. Pero esta polla era demasiado grande para tomarla toda en el culo, desperdicié como unas cinco pulgadas (12,5 cm), cuando empecé a cabalgar sobre su polla, acariciándome el clítoris mientras lo hacía.

"Fóllame el culo, Tom." Jadeé. "Fóllate el culo de tu putilla."

Mis dedos acariciaban el clítoris con fuerza. "Soy una sucia puta... Soy tu sucia puta, Tom."

Me corrí de nuevo con su polla en mi culo. Este orgasmo fue casi tan brutal como el primero. Este dolía. Su gran polla metida en mi culo dolía, y me encantaba.

Aún me estaba corriendo cuando bajé la mano y agarré su polla, acabó en un último fogonazo de placer y dolor mientras retiraba su polla de mi culo en un movimiento rápido y desgarrador.

Rodé por encima de Tom, me caí de la mesa y aterricé pesadamente en el suelo. Me arrastré hasta mi bella Ama y me acurruqué a sus pies. "Gracias, Ama." Dije mientras sentía su mano acariciando mi pelo. Le besé los pies y subí hasta sus tobillos. Mi mano estaba de nuevo entre mis piernas. Me acaricié con fuerza mientras besaba y lamía sus pies. "Gracias, Ama." Seguía diciendo mientras un suave orgasmo barría mi cuerpo. Todavía me estaba corriendo cuando me desmayé.

Estaba todavía tumbada en el suelo, desnuda, acurrucada a sus pies cuando volví en mí. Besé sus pies y le di las gracias de nuevo. "Es hora de irse a casa, Lynne."

No quería irme a casa. Quería estar en el suelo a sus pies toda la noche. Pero era mi Ama, y quería obedecerla.

Kelly me ayudó a vestirme con la ropa con la que había llegado. Cuando salí de nuevo al salón mi marido estaba allí solo. Me senté junto a él y nos abrazamos durante unos minutos, y luego nos fuimos a casa.

Estaba física y emocionalmente exhausta, no recuerdo nada después hasta que me levanté de la cama esta mañana. Era tarde. Mi marido había salido a jugar al golf con algunos amigos; solo el diario estaba junto a mí, sobre la cama. Después de la noche pasada ya no había ninguna duda. Mi marido se había casado con una puta.

Lynne puso el diario sobre la mesita de noche y se volvió a tumbar mirando al techo. Estaba toda dolorida, pero satisfecha y plena de una forma que nunca había conocido.

Se preguntó cuáles serían los próximos planes repugnantes que tenían reservados para ella su nueva Ama y su marido. ¿Qué sería lo siguiente que le harían? ¿Cuál sería la siguiente cosa asquerosa y repugnante que obligarían a hacer a su putilla? Se quedó dormida con esos pensamientos bailando en la cabeza.