Lynne 36 : EPILOGO

Aqui acaba la serie, con una gran sorpresa para Lynne, a lo Alfred Hitchcok. Gracias a todos por leerla.

Lynne: EPÍLOGO.

Lynne supo que algo iba mal en cuanto entró al salón.

"¿En qué puedo servirla, Ama?" Dijo a Kate que estaba sentada junto a Peter en uno de los sofás que rodeaban la mesa de café.

"Tu minúsculo uniforme no deja mucho a la imaginación, ¿verdad, Lynne?" Dijo la Mujer Rubia desde el sofá opuesto al que ocupaban sus propietarios.

"No, Señorita." Contestó cortésmente Lynne, recorriendo rápidamente la sala con los ojos, nerviosa.

"La estás alimentando demasiado bien." Dijo la Mujer Rubia llevando la mirada de Lynne a Peter y luego a Kate, y luego de vuelta a Lynne. "Tiene tendencia a engordar con facilidad. Arroz y agua es todo lo que yo le daba a esta puta."

La ansiedad de Lynne se incrementó sustancialmente, sabía que algo iba muy mal. Oyó pasos detrás de ella, y luego vio a Trevor llevando tras él, de una correa, a una mujer de piel oscura. Solo llevaba un taparrabos de seda negra. Trevor colocó a la mujer junto a Lynne, y le soltó la correa.

"Esta es de la que te hablé, Kate. Se llama Tamara." Dijo la Mujer Rubia mirando a Tamara y luego a Kate. "Exquisita, ¿no es cierto?"

"Es increíble." Masculló Kate mientras sus ojos devoraban el cuerpo de la joven. Tamara era más que exquisita, o increíble o hermosa. Era el tipo de mujer que te quita el aliento la primera vez que la ves. Esbelta, con piel oscura suave, piernas largas torneadas, grandes pechos firmes, largo pelo negro y ojos de los que te resultaba difícil apartar la mirada.

"Tiene un cuerpo magnífico." Dijo la Mujer Rubia mirando a Kate, que estaba mirando a Tamara. "Sus pechos, su culo, todo en ella es perfecto. Y tiene el coño más dulce que hayas visto nunca." La Mujer Rubia dejó flotar un momento en el aire sus palabras. "Y tiene un aura a su alrededor que es a la vez inocente y seductor, pasivo y atrayente, puro, casi virginal, pero excitante y vicioso al mismo tiempo. Es una de las mujeres más asombrosas con las que me haya cruzado."

"Nunca he visto nada como ella." Susurró Kate perdida en los encantos de la joven.

"Tiene solo 21 años pero he estado entrenándola los últimos seis meses para atender específicamente a tus necesidades, Kate."

"¿Cuánto quieres por ella?" La voz de Kate tenía un deje casi de desesperación , un susurro tembloroso lleno de lujuria.

"Un simple intercambio. Tamara por Lynne." La Mujer Rubia sonrió a Lynne mientras hablaba. Pero era una sonrisa que no tranquilizó a Lynne. Era una sonrisa siniestra y amenazadora.

Lynne miró a Kate, pudo ver la expresión de sus ojos. Sabía que esta vez no habría competición.

*          *          *          *          *          *

Una sensación de completo terror se apoderó de Lynne y se le colocó en la boca del estómago cuando se sentó en la parte trasera de la furgoneta. Kate ni siquiera la había mirado cuando la Mujer Rubia le ofreció a Tamara a cambio de ella. Era como si no hubiera estado allí, como si nunca hubiera estado allí.

De repente la furgoneta se detuvo, la puerta corredera se abrió y Trevor la sacó fuera. Lynne había tenido todo lo que deseaba y la Mujer Rubia se lo había quitado. Odiaba a la Mujer Rubia con una pasión que no había sentido nunca antes.

*          *          *          *          *          *         *          *          *          *          *          *

La sensación de pánico que había estado amenazando con envolver a Lynne se acrecentó aún más cuando Trevor la condujo a la sala de espera de la casa de la Mujer Rubia. Estaba desnuda a excepción de un collar con remaches. Las manos esposadas tras la espalda y los tobillos encadenados juntos.

Trevor señaló el suelo y Lynne se puso de rodillas. Trevor la empujó y ella cayó pesadamente de costado. Enganchó la cadena de sus tobillos a la cadena que sujetaba sus muñecas tras la espalda y la dejó allí en el suelo, lloriqueando como una niña asustada.

La puerta se abrió a sus espaldas. No podía verlos, pero podía escuchar sus pasos en el suelo embaldosado. El sonido de los tacones altos de una mujer, y luego el pesado sonido de unos zapatos de hombre.

La Mujer Rubia y el exmarido de Lynne se sentaron en el sofá frente a ella.

"¿Disfrutaste el tiempo que estuviste con Kate y Peter, Lynne?"

"Sí, Amo."

"Disfrutó siendo el 'Ama Lynne'. ¿Verdad, puta?"

"Sí, Ama."

"No quieres volver a ser mi esclava. No quieres volver a ser esclava de nadie. ¿Verdad, Lynne?" Lynne supo que tenía que afrontar la verdad.

"Quiero ser las dos cosas, esclava y ama."

"No tienes esa elección, puta." Lynne miró a su exmarido esperando que todavía sintiera algo por ella, que hiciera algo para ayudarla, pero estaba mirando a la Mujer Rubia, de la manera en que solía mirarla. Hundió la cabeza derrotada, no había nada que decir.

*          *          *          *          *          *

Las cosas se precipitaron después de eso. Cherie llevó a Lynne a un dormitorio donde la vistió con unos vaqueros negros ceñidos, una blusa corta negra, y zapatos negros de tacón alto. Cherie le dio a Lynne una carpeta con documentos sobre inversiones y luego la escoltó hasta la puerta. Cherie cerró la puerta sin decir una palabra.

Lynne se dio la vuelta y miró una vez más la casa de la Mujer Rubia, mientras se alejaba, sin saber adonde iba ni que le reservaba el futuro.

*          *          *          *          *          *

La vista desde el restaurante giratorio de la parte alta de la Centre Point Tower era desoladora, oscura y deprimente, mientras la lluvia se estrellaba contra la ventana. Una pareja se sentaba junta mirando la ciudad a sus pies, los dos ensimismados en sus pensamientos.

"Gracias por reunirte conmigo. Necesitaba verte, decirte adiós en condiciones." La voz de Lynne era la de una mujer cuyo espíritu había sido doblegado.

"¿Qué vas a hacer ahora, Lynne?" Dijo su exmarido en un tono carente de sentimiento o compasión.

"No lo sé." El rostro de Lynne reflejaba la sensación de indefensión y soledad que la consumía. "No puedo volver a ser como era antes, han pasado demasiadas cosas, ahora soy una persona distinta. Quiero..." Su voz se desvaneció y hubo un largo silencio. "Te he fallado, ¿verdad? No puedo ser lo que querías que fuera. Lamento que las cosas no hayan salido como querías..."

Hablaron un buen rato. Por primera vez Lynne encontró como era realmente el hombre con el que se había casado, y el tipo de hombre que era realmente. Y le amaba aún más que antes.

Por un momento pensó que él sentía lo mismo. Hubo una expresión en su mirada, un brillo que pensó que había visto antes, pero la expresión que había reconocido no estaba dirigida a ella. La Mujer Rubia se sentó junto a él y le besó dulcemente en la mejilla. El giró la cara de forma que el siguiente beso fue en los labios.

"¿Se lo has dicho ya?" Dijo la Mujer Rubia sin ni siquiera darse por enterada de que Lynne estaba allí.

"No. Pensaba dejar que lo viera por sí misma."

No se dijo nada más. Lynne vio su anillo de compromiso en el dedo de la Mujer Rubia. Pensó que había sido entregado a los tíos de la tienda de neumáticos para los que había desfilado con su vestido de boda. Pero habría reconocido su anillo de compromiso en cualquier parte. Su exmarido la había invitado a una pequeña reunión, una celebración en casa de la Mujer Rubia. Lynne supo ahora lo que iban a celebrar. No había necesidad de decir nada más.

'Se les ve tan bien juntos.' Pensó Lynne para sí mientras les veía alejarse, del brazo, sonrientes. Disfrutando de la mutua compañía. Luego Lynne se dio la vuelta y volvió a mirar por la ventana hacia fuera, la visión deprimente de Sydney en una tarde fría y oscura de otoño.

*          *          *          *          *          *

Lynne intentó permanecer al margen, intentó con todo su cuerpo olvidar a la Mujer Rubia y a su exmarido y todo lo que había ocurrido. Tenía que encontrar una nueva vida para ella, pero antes tenía que ver por sí misma el final de su vida anterior.

Tal vez había un elemento de desear castigarse por no ser lo que él quería que fuera. Por no ser lo que era la Mujer Rubia.

Cherie abrió la puerta con su minúsculo uniforme de doncella francesa, el borde era un poco más corto de lo que solía ser.

"Buenas noches, Señorita." Dijo Cherie con frialdad, como si ni siquiera conociera a Lynne.

"Me están esperando, Cherie."

"No creo que sea así, Señorita." Cherie empezó a cerrar la puerta.

"Me alegro de que hayas venido." Dijo el exmarido de Lynne, apareciendo tras Cherie. Esta abrió rápidamente la puerta de nuevo y se apartó dócilmente a un lado. Lynne siguió a su exmarido al porche donde había unas 25 ó 30 personas en grupos, hablando y riendo. Se escuchaba una suave música de fondo mientras Cherie y Kelly servían bebidas y facilitaban ceniceros y atendían a las necesidades de los invitados. Lynne vio a John, su abogado y amigo, él la vio, pero no la reconoció. David y Michelle también la vieron, Lynne pensó que Michelle le había sonreído pero no estaba segura.

Lynne reconoció la mayoría de las caras a su alrededor de otras fiestas en otro tiempo. Pero nadie parecía reconocerla. Tenía un aspecto muy distinto del que estaban acostumbrados en el pasado.

La música se detuvo y los invitados se callaron educadamente, mientras el exmarido de Lynne y la Mujer Rubia se dirigían al centro de la sala. "Todos conocéis a mi exmujer, Lynne." Dijo señalándola, pero nadie la miró. "Creo que todos en esta sala se la han follado al menos una vez." La sala explotó en carcajadas. Lynne deseó salir corriendo, huir de ellos y no volver nunca. Sabía ahora por qué estaba allí. Era la humillación final.

*          *          *          *          *          *

Cuando las risas se aplacaron continuó. "Mi adorable exesposa es una puta, y una fulana, y durante un tiempo fue una esclava muy buena. Y como todos sabéis para que una mujer sea una buena Ama, tiene que haber sido antes una buena esclava."

"Tenía todo lo que deseaba hasta que conocí a Lynne. Después, ella era todo lo que deseaba. La amaba de una manera que no podía creerme, con una pasión que no entendía."

"Pero no podía cambiar lo que soy, ninguno de nosotros puede. Así que vivía dos vidas. Una como marido amoroso. Una como Amo que poseía y vendía mujeres como si fueran sellos raros o monedas. Pero todo el tiempo seguía esperando que un día Lynne pudiera unirse conmigo en el otro mundo en el que vivía, el mundo que hemos hecho para nosotros.

"Me llevó cuatro años de engatusarla y de sembrar pensamientos en su mente y de exponerla a situaciones a las que de otro modo nunca se hubiera visto expuesta. Finalmente, cuando pensé que ya estaba preparada, la llevé hasta un acantilado y la empujé, esperando que aterrizara sana y salva en este mundo. Esta noche comprobaré si ha sido así."

Lynne no estaba muy segura de lo quería decir, entonces vio la expresión de la cara de la Mujer Rubia. "¿Qué es lo que...?" La compostura y dignidad que formaban parte de la Mujer Rubia habían desaparecido. Su rostro se había puesto repentinamente pálido.

"Cierra el pico, puta." Dijo en alto y con dureza el exmarido de Lynne. Luego echó a andar hasta donde estaba Lynne y la cogió de la mano. "Siento que hayas tenido que pasar tanto para llegar a donde estamos ahora, pero era la única manera."

Se miraron mutuamente a los ojos durante un instante. Como hicieron el día que se casaron, ese día que era toda una vida ahora, en otro tiempo, en otro mundo.

"Esta es mi casa, Lynne, las esclavas son mías, todo es mío, y todo es tuyo también si lo deseas. Cásate de nuevo conmigo. Sé mi esposa, mi esclava, y el Ama de mi casa."

"Esto no es lo que se suponía que iba a pasar..." La Mujer Rubia estaba frenética, confundida. "Me prometiste, dijiste..."

Se volvió y la miró, en su rostro una sonrisa fría y cruel. "Te he estado jodiendo el coco durante cuatro años. Pero ya sabes como funciona esto."

"¡Cabrón! Jodido cabrón." Levantó la mano para golpearle pero Trevor la sujetó desde atrás. Luchó, presa de un ataque de histeria, durante un instante, luego se dejó someter lentamente hasta que dejó de luchar por completo. Una sala llena de gente a la que conocía era testigo de su humillación.

El exmarido de Lynne adelantó la mano y deslizó el anillo de compromiso de su dedo.

"Sacadla de aquí."

"Por favor, no puedes hacer esto... por favor..." Sus palabras dieron paso a las lágrimas mientras Trevor se la llevaba.

*          *          *          *          *          *

El nuevo Amo y futuro marido de Lynne se la folló con una pasión que nunca antes había experimentado Lynne. Llegaron juntos al clímax y luego él observó como Lynne lo alcanzaba de nuevo mientras Cherie lamía su corrida del interior de ella, a la vez que Kelly se follaba el culo de Lynne con la lengua.

Las dos esclavas fueron despedidas y el Amo y el Ama se quedaron juntos en la cama durante un buen rato, disfrutando de la sensación de bienestar y charlando.

Lynne reía cuando su futuro marido le contaba los trucos y técnicas que había usado a lo largo de los años para sembrar en su mente ideas, para poner las semillas que habían dado lugar a lo que ahora compartían. No lo consideraba 'modificación de conducta'. No pensaba que hubiera hecho nada para cambiarla, todo lo que había hecho era ayudarla a que supiera como era realmente.

La llevó por un sendero que ella ni siquiera sabía que existía. Le sonrió amorosamente cuando le dijo que habría parado en el momento en que supiera que era un sendero por el que no deseaba pasar. Habría mandado todo a la mierda si hubiera tenido que elegir.

"Pero seguías respondiendo." Le devolvió la sonrisa. "Creo que fui demasiado despacio contigo."

Ella le golpeó juguetona con una almohada. "Bien, soy una puta, como esperabas. Deberías haberme llevado a un burdel en nuestra luna de miel en lugar de a Noumea."

Se miraron un instante en silencio. "¿Cómo lo supiste?" Dijo Lynne con voz suave. "¿Cómo supiste que estaba preparada aquella noche de la fiesta en el garaje? ¿Cómo supiste que daría el siguiente paso con Kate?" Había tantas preguntas.

"Es solo que te conozco, Lynne. Te conozco de una forma que no puede expresarse con palabras. No eres solo mi compañera, eres parte de mí. Realmente no puedo explicarlo." No hacía falta, Lynne lo entendía.

*          *          *          *          *          *

Cherie les sirvió el desayuno bajo la cálida luz del sol de otoño que entraba por las ventanas del porche.

"Si Lynne decide quedarse contigo, Cherie, te sugiero que solo le sirvas zumo natural, que no quemes las tostadas y que el café no esté demasiado caliente." Lynne sonrió al hombre que amaba, Cherie miró a Lynne nerviosa.

"Solo le serviré zumo natural, Ama... nunca..."

"Cierra el pico, Cherie. Eres una mujer muy atractiva y con mucho encanto cuando está callada."

"Lo siento, Ama." Cherie retrocedió con la cabeza gacha. Ninguna de las esclavas sabía que sería de ellas ahora. No tenían ni idea de que la Mujer Rubia era solo una esclava como ellas. Que eso era todo lo que siempre había sido.

"Solo era el cebo." Dijo el marido de Lynne con desprecio. El cebo para atraer a Lynne al otro mundo en el que él vivía, el mundo en el que quería que Lynne se reuniese con él. "Hay algo respecto a ella." Dijo refiriéndose a la Mujer Rubia. "Las mujeres caen todas de rodillas y se les humedece la entrepierna cuando están a su alrededor. Lo mismo que tú, Lynne. Yo siempre la he encontrado un poco vulgar. Es una buena esclava, obediente, y adora el dolor, lo adora. Y es un Ama imaginativa y cruel, cuando la dejo hacer de Ama. Pero olvidó que todavía no era más que una esclava, todas lo hacen si les dejas hacer de Ama demasiado tiempo. Quizás haga demasiado tiempo que la tengo. Quizás solo esté aburrido de ella."

Cherie se estaba poniendo cada vez más nerviosa mientras oía como hablaba su Amo. Todas estaban preocupadas de lo que Lynne quisiera hacer con ellas, de tener que afrontar la incertidumbre de ser vendidas en una subasta. Cualquiera podría comprarlas. Sus nuevos propietarios podían tener todo tipo de 'aficiones' raras. Era el miedo a lo desconocido, y todas las esclavas estaban aterradas.

*          *          *          *          *          *

Después del desayuno Lynne y su futuro marido bajaron juntos las escaleras hacia la sala de las jaulas. Era hora de que Lynne decidiera cuales de las esclavas quería mantener, y de cuales quería deshacerse.

"La Mujer Rubia." Dijo suavemente Lynne. "¿Cómo se llama?" Lynne miró ensimismada hacia la sala de jaulas mientras escuchaba por primera vez el nombre de la Mujer Rubia. "No me gusta. No le va."

"Tal vez sus nuevos propietarios le den un nombre nuevo." Dijo sin darle importancia su futuro marido. "No la necesito realmente. Ahora tengo todo lo que quiero."

"Así que tengo..."

*          *          *          *          *          *

Las esclavas estaban todas de rodillas a las puertas de sus jaulas con sus minúsculos uniformes negros de esclava. El rojo era el color favorito de la Mujer Rubia. Ahora el Ama era Lynne y sus esclavas iban de negro.

Lynne se dirigió a la primera celda de su derecha. Mónica levantó la vista con expresión de resignación en su cara. Había sido tan cruel con Lynne que sabía que su suerte estaba echada antes de que Lynne hablara.

"¿Quieres que me quede contigo, Mónica?" A Lynne le encantaba el poder que tenía sobres estas mujeres. Sintió un ímpetu, una sensación de alegría, sensaciones que no podía describir y que nunca antes se había encontrado.

"Sí, Ama, por favor. Haré todo para complacerla, cualquier cosa." Suplicó Mónica pero su voz traicionaba su sensación de desesperanza.

"Muy bien, putilla. Me quedaré contigo por ahora." El rostro de Mónica se iluminó, sus ojos súbitamente llenos de vida.

"Gracias, Ama... Gracias..."

"No me des las gracias, Mónica. Para cuando haya terminado contigo desearás que te hubiera vendido."

Lynne se dio la vuelta y se dirigió a la primera jaula a su izquierda. Una mujer delgada y atractiva con pelo marrón hasta los hombros y pechos pequeños miró desde el suelo a su nueva Ama. Catherine Anne Thomas ya no tenía ningún aire de autoridad. Parecía tan atemorizada, tan vulnerable. Ahora era solo una esclava más. "Nunca te voté cuando eras política." Dijo Lynne con rencor.

La cabeza de Catherine se dobló, pensaba que Lynne la mantendría, había sido famosa en su otra vida, pero ahora sabía que eso ya no importaba.

Lynne se dirigió a la segunda jaula de la derecha. Therese, la mujer que había sido la 'Perra' estaba de rodillas a la puerta de su jaula. "Abre su jaula."

Therese gateó y se arrodilló a los pies de Lynne, esperando escuchar el destino que le esperaba. "Quiero que me ayudes con las esclavas. Harás de Ama, sé que nunca olvidarás que solo eres una esclava más."

"Gracias, Ama." Dijo Therese humildemente. Sus palabras y su expresión no daban ninguna pista de la sensación de alivio que sentía. Con todas aquellas hermosas mujeres para tenerlas como esclavas estaba segura de que Lynne se desharía de ella. Pero Therese era la sumisa más innata de todas ellas. No habría habido escenas dramáticas si Lynne hubiera decidido no mantenerla. Therese aceptaría cualquier cosa que su Ama decidiera.

Lynne se dirigió a la segunda jaula de la izquierda, continuando con su recorrido por la sala. "No quiero ser su esclava... Ama." Le soltó Paula. Estaba de rodillas en su jaula, con un minúsculo uniforme muy corto de esclava, pero el desafío de su voz y de su cara eclipsaba su actitud sumisa.

"Véndame para que pueda alejarme de usted. NUNCA seré SU esclava."

Lynne le sonrió. "Ya eres mi esclava. Harás cualquier jodida cosa que te diga que hagas. No tienes elección, putilla arrogante."

La actitud desafiante de Paula se tambaleó un instante, no había esperado que Lynne dijera que no, pero pronto retornó el desafío. "Tengo una opción." Se levantó y miró a Lynne. "Le pido que me libere, Ama."

Era la frase clave que la liberaría para siempre si la repetía. "Le pido que me libere, Ama." Sus ojos se llenaron de desprecio mientras la decía por segunda vez.

"Muy bien, Paula." Dijo Lynne sonriendo con suficiencia. "Saluda a Lexy de mi parte."

La actitud de desafío desapareció rápidamente del rostro de Paula, reemplazada por una expresión de terror total cuando asimiló la significación de lo que había hecho. Acabaría como Lexy. ¿Qué otra opción le quedaba, a que otro sitio podía ir? Su arrogancia la había vencido. Había seguido el impulso de sus sentimientos respecto a que Lynne la controlara. Los sentimientos son un lujo que una esclava no puede permitirse.

Trevor abrió la puerta de la jaula de Paula mientras una sensación de pánico la inundaba. Se tiró de rodillas a los pies de Lynne. "Lo siento, Ama. No quería decir eso, por favor... Puede hacer que lamente la manera en que la he tratado... Puede hacerme sentir que me haya retenido..."

Lynne la miró sin expresión. "¿Puedes ladrar como un perro, Paula?"

Paula sabía lo que Lynne quería decir. Se convertiría en 'La Perra', la esclava de las esclavas, como había sido Therese. Miró a Lynne.

"Sí, Ama. Guau."

"Más alto."

"Guau."

"Más alto."

"Guau, guau."

Lynne se rió en alto. No podía creer lo patética que resultaba y sonaba Paula. Cuanto más se reía Lynne con más fuerza intentaba Paula ladrar como un perro.

"Vete a tu jaula y levanta la pata contra los barrotes, ya sabes, como hace un perro."

"Sí, Ama." Paula gateó hasta su jaula y levantó una pata. Apretó los músculos de su estómago y meó sobre las barras de su jaula. "Mire Ama. Puedo ser un buen perro... mire..."

Lynne miró el caliente líquido que chorreaba entre las piernas de Paula. "Podrías ser muy buen perro, Paula. Pero realmente ahora ya nunca lo sabrás, ¿verdad?"

"No... Por favor..." Paula dejó un rastro de orina en el suelo de cemento mientras Trevor se la llevaba.

"Trae algo para limpiar esto."

"Sí, Ama." Therese inclinó la cabeza y salió deprisa.

Lynne se dirigió a la tercera jaula de la derecha, la jaula de Cherie. "Eres una mujer sorprendente, Cherie. Con mucho la más atractiva de todas las esclavas que poseo ahora." Cherie levantó la vista hacia Lynne. Sus ojos estaban llenos de pasión por su nueva Ama. "El problema contigo es que lo sabes, Cherie. Necesitas que te bajen los humos. ¿Puedes ladrar como un perro?"

Cherie miró nerviosa a su alrededor. Pensaba que era demasiado guapa, demasiado excitante para ser la 'Perra'. Pero había visto lo fría, lo despiadada que Lynne había sido con las otras, se puso a cuatro patas y empezó a ladrar con toda la fuerza que pudo. "Levanta la pata contra la jaula, Cherie."

"Sí, Ama." Cherie se acercó a los barrotes de su jaula y levantó la pata. Lynne pudo ver la franja de pelo rubio entre sus piernas. Vio como los músculos de Cherie se tensaban y relajaban, y luego se volvían a tensar.

"Lo siento, Ama no puedo... Acabo de ir hace un momento. Yo..."

"Si no hay un charco allí cuando termine con las otras harás el camino de las subastas, Cherie." Lynne le dio la espalda a Cherie mientras ella seguía intentando hacer lo que sabía que tenía que hacer.

Kim estaba en la tercera jaula de la izquierda. Lynne solo la había visto unas cuantas veces. Era una mujer atractiva, delgada, al final de la veintena, pelo corto negro y piel suave aceitunada con tetas grandes y firmes.

"Enséñame tu chocho, puta." Kim se levantó la falda y se separó los labios para su nueva Ama. Lynne miró pero no se quedó muy impresionada. "¿Hay alguna razón en particular por la que debiera quedarme contigo, Kim?"

Kim miró a su Ama. Los húmedos labios de su coño se escurrían entre sus dedos. No podía pensar en nada que decir. Que sería una buena esclava, pero todas dirían eso. Que haría todo lo que Lynne quisiera que hiciera. Pero todas dirían eso. Que le encantaba tener cosas metidas en el culo. Pero lo mismo le pasaba a todas las otras mujeres. No podía pensar en nada especial sobre ella misma.

"No, creo que no." Dijo Lynne mientras se daba la vuelta y se dirigía a la cuarta jaula de la derecha. La jaula que solía ser la suya. Kristy levantó la mirada hacia Lynne con una extraña combinación de miedo y afecto. Luego su mirada se distrajo un momento mientras veía como se llevaban a Kim. Volvió a mirar a Lynne y lo supo, supo que no sería la siguiente que se llevarían.

"Tú serás mi criada, además de mi esclava, Kristy. Me servirás, te ocuparás de mi comida cuando se me antoje. ¿Entendido?"

"Sí, Ama. Gracias, Ama." Su voz era suave, pero llena de pasión y convicción.

La siguiente jaula por la izquierda era la de Kelly. Estaba allí desde el principio. Estaba allí la noche de la Cena, cuando Lynne cayó por primera vez bajo el embrujo de la Mujer Rubia, y a Lynne le gustó Kelly desde el principio. Era joven, delgada, atractiva, y su pelo oscuro y corto le daba un aire de lesbiana-camionero que excitaba a Lynne. "He visto más que suficiente de ti, Kelly. Es hora de que entren caras nuevas aquí."

"Sí, Ama." Susurró Kelly, la cabeza inclinada.

"Ponte esto, creo que vas a necesitarlo en el sitio al que vas." Kelly miró hacia arriba con la mente ausente al principio. Había pasado ya por tanto. Entonces vio a Trevor sujetando el cinturón de castidad para ella.

"Gracias, Ama." Kelly hizo un esfuerzo para decirlo, mientras adelantaba la mano para tomar el cinturón de castidad que tanto la había atormentado en el pasado, y podía atormentarla de nuevo.

Debbie estaba en la última jaula de la derecha. Era la mujer que Lynne temió en una etapa que tomara a su marido para ella. Él nunca intentó convertir a Debbie en esclava. Pero no pudo deshacerse de ella desde que se fue Lynne. Hacía todo lo que él le decía desde la primera noche que se la folló.

Había pasado de ama de casa frustrada con un cerdo por marido, a puta y fulana, y luego a esclava, en cuestión de semanas. Su conversión y sumisión habían sido un regalo inesperado. Era una mujer bastante atractiva, excitante. Esbelta, largo pelo marrón claro, tetas pequeñas, y tenía un aura como de puta. Y por lo que le había dicho a Lynne su futuro marido era una esclava extremadamente sumisa y obediente.

Pero su voz tenía un irritante tono alto. La Mujer Rubia le había prohibido hablar y la hacía llevar a todas horas una mordaza de bola roja. Lynne la miró. Debbie no tenía ninguna experiencia en esto y el temor y la ansiedad se reflejaban en su cara y sus ojos.

Lynne la miró sin interés. "Como decía, Debbie, necesitamos caras nuevas aquí, y también algunas voces nuevas." Debbie intentó protestar, suplicar por su caso al Ama, pero con la mordaza en la boca no podía decir nada, solo podía hacer ruidos, ruidos patéticos.

Lynne miró a la mujer arrodillada en la última jaula de la izquierda. La Mujer Rubia vestida de negro. Tenía 28 años, con hermoso pelo rubio largo, y un cuerpo que había que verlo para apreciarlo. Aunque ahora tenía un aspecto diferente. Era solo otra esclava.

"Sacadla aquí." Dijo Lynne, y Therese abrió rápidamente la puerta de la jaula. Todos los ojos de la sala de las jaulas vieron a la Mujer Rubia gatear hasta donde estaba Lynne y arrodillarse a sus pies.

"Su venganza será mucho más dulce si se queda conmigo, Ama. Hay tantas formas en las que puede torturarme, humillarme, castigarme. Hay tantas cosas que puede hacerme, Ama. Nada hay más dulce que la venganza, Ama. Podría conseguir su venganza si se queda conmigo como esclava."

"Eres una putilla astuta, ¿verdad? Pero siempre pensé en mantenerte. No necesito que una puta como tu me hable sobre lo dulce de la venganza. Pero la venganza tiene dos lados. Vas a saber todo sobre el otro lado."

"Gracias, Ama." Dijo la Mujer Rubia con una voz susurrante y desesperada llena de alivio. Bajó la cara hasta el suelo delante de los pies de su Ama.

El futuro marido de Lynne miraba con admiración a la mujer que amaba. Era exactamente como él sabía que sería. "Dale las gracias adecuadamente a tu Ama." Dijo con desdén. La Mujer Rubia rápidamente empezó a lamer los pies de Lynne. Su lengua se deslizó entre las correas de los zapatos negros de Lynne y entre sus dedos.

"Hay tantas cosas que puedes hacerle, Lynne. ¿Qué va a ser lo primero que harás con ella?" Miró a la Mujer Rubia agachada a los pies de Lynne y lamiéndole los dedos.

Lynne miró a su futuro marido y luego a la Mujer Rubia.

"Sé exactamente que es lo primero que voy a hacer con ella."

FIN