Lynne 30: LA COMPETICIÓN 3ª

Sigue la competición entre las dos aspirantes a esclava, ¿quien ganará?

Lynne:

CAPÍTULO 30. LA COMPETICIÓN III.

"Bien, mis fulanillas. ¿Cuánto dinero habéis ganado para mí?"

Le pasamos al Ama nuestros sobres y ella hizo que Mónica contara el dinero. "Kristy tiene 240 dólares más que Lynne, Ama." La cara de Kristy se iluminó.

"Otro punto para ti, Kristy." Dijo el Ama palmeándole afectuosamente la cabeza.

Luego agarró un puñado del pelo de Kristy y tiró de ella hacia sí. Kristy gritó tanto del susto como del dolor.

"¿Cómo conseguiste tu dinero, fulanilla?"

"Como 'lap dancer', Ama y ..."

"¿Y cómo se te dijo que consiguieras el dinero? ¿Qué se te dijo que hicieras?" La voz del Ama era grave y airada.

"Camarera Ama, camarera en 'topless'..." El Ama la arrojó al suelo. "Putilla desobediente."

El punto era mío. Por lo que podía estimar, Kristy estaba todavía un punto por delante de mí. Pero esta competición estaba lejos de acabarse. Si Kristy seguía cagándola como esta vez ganaría fácilmente. El Ama estaba completamente furiosa con ella, otra vez. Nos duchamos en baños distintos, nos cambiamos a nuestros minúsculos uniformes de esclava blancos y nos llevaron a nuestras jaulas. Era madrugada temprano y mientras estaba tumbada en mi litera se me ocurrió que las mujeres como nosotras éramos criaturas nocturnas, dormíamos durante el día y nos sacaban por la noche para que nos usaran. Estaba cansada; demasiado cansada para meterme en otra puta sesión con Kristy. "Eres una estúpida y jodida puta, Kristy." Dije despectivamente, y me di la vuelta para no tener que verla. Me quedé dormida oyendo sollozar quedamente a Kristy acurrucada en su litera. Me desperté de nuevo con el aguijón de la fusta de Mónica. "Levántate, puta." Gruñó mientras me golpeaba en los muslos y el culo. Luego se fue a la jaula de Kristy. Kristy estaba despierta y sentada en su litera, disfrutando del sonido de la fusta sobre mi culo; disfrutando al verme retorcerme y oírme gritar.

"Hola, Mónica." Dijo Kristy, con los ojos llenos de lujuria. La expresión apasionada en la cara de Kristy era algo que conocía muy bien. Era la forma en que acostumbraba a mirarme cuando éramos amantes; pero todo eso parecía ahora haber pasado hacía mucho tiempo.

"Al suelo, puta estúpida." Le dijo bruscamente Mónica.

"¿Qué...?"

Mónica levantó a Kristy de la litera por los pelos y la tiró al suelo. "Ponte de rodillas cuando se te diga, jodida fulana?"

"Sí, Señorita..." Dijo Kristy, asustada por la expresión de los ojos de Mónica. Mónica hizo que Kristy se arrodillara en el suelo y levantara el culo al aire. Kristy gruñía cada vez que la punta de cuero de la fusta mordía la suave piel de su culo.

"La cagaste otra vez, estúpida y jodida puta." Gritó Mónica mientras la azotaba. "No me vuelvas a joder, Kristy."

"No lo haré, Señorita, lo siento." Gritó Kristy mientras la fusta la golpeaba 15 ó 20 veces en rápidos golpes aguijoneantes. "Gracias por castigarme, Señorita. Merezco que me castiguen." La fusta había dejado su marca por todo su culo. Kristy sintió la punta de cuero correr suavemente por su piel. Golpeó una vez más con un golpe sonoro y lacerante; luego Mónica la mantuvo amenazadora delante de su cara.

"Bésala." Kristy pasó la lengua por la punta de cuero y se la metió en la boca. "Pasarás mucho tiempo de rodillas con el culo al aire si la vuelves a cagar, Kristy."

"No la volveré a cagar, Señorita." Dijo Kristy mientras su lengua chasqueaba la punta de cuero. "Prometo que no lo volveré a hacer... Y si gano la competición y el Ama me mantiene seré siempre suya también. Lo prometo y sé lo que digo, Señorita. Seré suya para que haga conmigo lo que quiera si gano. Tendrá su propia esclava personal cuando el Ama no esté usándonos."

"Cierra la boca, puta estúpida." Dijo Mónica con brusquedad mientras golpeaba a Kristy en el exterior del muslo. Kristy maldijo de dolor. "No la volveré a cagar, Señorita, lo prometo, no la volveré a cagar..." Vi a Kristy suplicar que la perdonara y que dejara de azotarla.

Se había ofrecido para ser esclava de Mónica 'en horas extras' si ganaba. Mi primera intención fue decírselo al Ama; pero las dos lo negarían y sería castigada. No había nada que pudiera hacer al respecto. Pero me hizo pensar en que otros trucos estaría usando la muy puta para ganar la competición.

Nos dieron de comer: arroz y agua; y nuestras píldoras anticonceptivas y luego fuimos a baños separados a ducharnos y prepararnos según nos ordenaron. Se nos darían tres oportunidades más para demostrar al Ama cuanto dinero podíamos conseguir para ella; pero antes tenía algunas otras cosas pensadas para nosotras.

Nos vistieron a las dos con los minúsculos uniformes blancos de esclava y en la garganta collares de perro rojos con incrustaciones plateadas. Mónica nos ató juntas con una cadena que enganchó a nuestros collares.

La cadena que nos unía tenía solo unos pies de largo de modo que no teníamos más remedio que estar juntas en la parte trasera de la furgoneta quisiéramos o no. Era extraño como el amor y la pasión que había sentido por Kristy se habían transformado tan rápidamente en un odio apasionado. Nos dijimos poco la una a la otra durante el camino, aparte de algunos insultos intercambiados y afirmaciones atrevidas respecto a que cada una de nosotras era mejor que la otra e iba a ganar la competición.

Nos llevaron a una enorme casa de tres plantas en algún sitio. Había 60 ó 70 personas de aspecto muy normal celebrando una fiesta muy normal en un recinto con ventanales panorámicos de la parte trasera de la casa; tenía vistas impresionantes sobre el puerto. Todo el mundo vestía de modo informal: vaqueros, pantalones, camisas de cuello abierto, faldas de algodón. Todo era muy normal: música alta, gente bailando, otros en grupos que reían y hablaban.

Era una fiesta con servicio contratado; tres mujeres de aspecto muy normal con uniformes amarillos hasta las rodillas y el pelo recogido en una cola de caballo servían bebidas y comida preparada a los invitados.

Lo único poco habitual en esta fiesta eran las dos mujeres situadas en una esquina del recinto acristalado. Kristy y yo estábamos de pie lado contra lado en pesadas bandejas de acero de 4 x 4 pies (1,20 x 1,20 metros) y 6 pulgadas de espesor (15 cm). Teníamos los tobillos enganchados a los lados de las bandejas forzándonos a estar con las piernas muy separadas. Los brazos estaban esposados a las muñecas y levantados por encima de nuestras cabezas mediante cadenas roñosas enganchadas a una viga del techo. Estábamos todo lo estiradas que era posible sin cortar la circulación de nuestras manos; y todavía seguíamos unidas por la cadena enganchada a nuestros collares. Ninguna de las dos podíamos movernos.

El Ama se deslizó por la sala hacia nosotras. Estaba impresionante con un par de vaqueros negros ceñidos y una blusa negra cortísima, sin sostén, y zapatos negros de tacón alto. Su largo pelo rubio ondeaba a uno y otro lado mientras caminaba. Me sentí húmeda solo de mirarla. Es la mujer sexualmente más impactante que haya visto nunca.

"¿Se divierten mis putillas?" Dijo sonriendo mientras daba un sorbo a un vaso de champán.

"Sí, gracias, Ama." Replicó Kristy, tan sobrecogida por el intenso aura de sexualidad del Ama como lo estaba yo. La sangre había desaparecido del rostro de Kristy solo de mirarla.

"¿No me contestas, Lynne?" Dijo el Ama, sabiendo la razón.

"Lo siento Ama, pero está tan bella que yo..."

"No me interesa la opinión de una fulana barata como tú, Lynne. Pero me produce placer saber que vuestros dos maridos me encuentran atractiva. Mucho más atractiva que las mujeres con las que se casaron."

Tenía razón, y Kristy y yo lo sabíamos. No merecíamos ni estar bajo el mismo techo que ella. Las mujeres como nosotras solo podíamos estar al servicio de una mujer como ella.

"Estáis aquí esta noche por dos razones. Una: proporcionar un espectáculo divertido para los invitados a esta fiesta. Y dos: intentar ganar un punto en la competición que os ha hecho enemigas." Se detuvo un momento y se pasó los dedos por el pelo. "¿Cuál de vosotras aguantará más por mí?" "¿Cuál de vosotras aguantará más por mí?"

Dos de las camareras con cola de caballo se acercaron y se colocaron delante de nosotras. "¿Tenéis sed?" Preguntó el Ama en tono sarcástico.

"Sí, Ama." Dijimos, casi a la vez. Las dos camareras llevaban vasos de plástico con pajitas rojas. Sujetaron los vasos delante de nuestras bocas y chupamos por las pajas hasta que quedaron vacíos. El Ama nos sonrió y se alejó; Kristy y yo la miramos con pasión en los ojos, mientras veíamos de que forma movía el cuerpo.

Las camareras tiraron los vasos vacíos a nuestros pies sobre las bandejas de metal en las que estábamos. Volvieron con regularidad con vasos de agua fría y pajas; cada vez Kristy y yo chupamos por las pajas hasta dejarlos vacíos y tiraron los vasos vacíos en nuestras bandejas.

La gente de la fiesta había demostrado poco interés inicialmente en Kristy y yo. Era como si estar viendo dos mujeres con faldas blancas minúsculas y partes de arriba de seda transparentes, encadenadas a un viga del techo y subidas en bandejas de metal fuera una cosa habitual. Quizás lo fuera para esta gente.

Pero para cuando había en nuestras bandejas 4 vasos vacíos empezamos a atraer mucha más atención. La gente se acercaba y nos miraba y hablaba de nosotras. A algunos les gustaba más Kristy que yo, otros me preferían a mí. Pero todos acababan preguntando a los otros cual de nosotras se mearía antes.

Dos hombres habían estado delante de nosotras bebiendo cerveza, mirándonos, hablando de nosotras y manteniendo una discusión amistosa sobre cual de nosotras "llenaría la bandeja antes." "La más grande aguantará más, obviamente." Dijo uno de ellos señalándome a mí. "Tiene una constitución ligeramente mayor, así que puede aguantar más."

"Oh, mierda." Dijo el otro. "Mírala. Parece como si estuviera lista para mearse en las bragas ahora."

"No creo que lleven bragas." Añadió riendo su amigo. Levantó la parte delantera de mi falda y el otro la de la de Kristy. "Esta no tiene bragas." Dijo el hombre que levantaba la falda de Kristy. "Espero que eso sean los jugos de tu chocho goteando." Añadió volviendo a reír.

"Sí, Señor." Dijo Kristy rápidamente. "Es solo jugo de mi chocho, Señor."

"Esta tampoco tiene bragas." Dijo el que me estaba levantando la falda. "Pero mira el tamaño de su chocho. Va a ser un verdadero manantial. Sugiero que todo el mundo se eche atrás cuando esta se mee." Los dos se echaron a reír en alto.

"Todavía opino que esa llenará antes su bandeja." Dijo el hombre que estaba delante de Kristy mirándome. "Te digo que voy a hacer, apostaré 1000 dólares a que esa se mea antes."

"Acepto." Dijo el otro. "No me dejes mal, zorra." Me dijo en tono amenazador.

"Lo haré lo mejor que pueda, Señor." Fue todo lo que pude decir y que deseé no haber dicho nunca. Los dos se rieron de mí y repitieron lo que había dicho con voz de burla.

"Disculpe, Señor." Dijo una de las camareras de la cola de caballo. "Es hora de que les demos otra bebida." Hablaba como una esclava.

"No hay problema." Dijo el hombre y se echaron atrás y miraron como chupábamos de las pajas hasta que los vasos estuvieron vacíos y tirados en nuestras bandejas.

Los hombres se alejaron sin rumbo. "Las dos habéis estado antes en situaciones similares ¿verdad?" Dijo una mujer cuya voz sonaba familiar desde detrás de nosotras. Kelly parecía distinta cuando se colocó delante de nosotras. Estaba desnuda a excepción de una pesada cosa de cuero con candados que le rodeaba la entrepierna y el culo.

"Kelly. ¿Qué haces aquí?" Preguntó Kristy, que parecía muy contenta de verla de nuevo.

"Esta casa es de la mujer a la que pertenezco." Contestó Kelly con un destello en los ojos mientras miraba a Kristy. "Te he echado de menos, Kristy."

"Yo también te he echado de menos." Hubo una pausa mientras ambas mujeres se miraban.

"¿Qué es eso?" Preguntó Kristy mirando a la cosa que rodeaba el cuerpo de Kelly.

"Es un cinturón de castidad. Mi Ama hace que lo lleve todo el tiempo. No me deja que me corra. No he tenido un orgasmo desde que me compró." La voz le temblaba cuando lo decía. "Pero a mi Ama le encanta negarme el placer, y mi obligación es contentar a mi Ama."

La expresión de Kelly cambió de repente y sonrió. "Pero estaba limpiando los zapatos de tu Ama cuando llegó ella y me dijo que mi Ama no está satisfecha conmigo. Ya no le resulto atractiva. Piensa que soy demasiado tortillera, una bollera demasiado evidente. Quiere venderme y conseguir otra mujer más femenina. Y resulta que tu Ama va a vender a Colleen. Aparentemente desobedeció al Ama y se masturbó sin permiso. Alguna zorra se chivó al Ama." Kelly no demostró reconocerme mientras lo decía. Me ignoró todo el tiempo. Su atención estaba centrada en Kristy.

"Así que..." Dijo Kelly con una sonrisa. "Van a intercambiarnos. Tu Ama dice que me dará una oportunidad más. He aprendido la lección. No volveré a defraudarla. Así que, si no se trata de un juego al que estén jugando conmigo, mañana volveré y Colleen ocupará mi puesto aquí.

"Espero que no estén divirtiéndose solo con todo esto, Kelly." Dijo Kristy. "Espero que vuelvas a la sala de jaulas con nosotras, mañana."

"Yo también, Kristy." Dijo Kelly pasándose la mano sobre el pesado cinturón de castidad. "Colleen puede soportar la agonía de que no le dejen nunca correrse. Yo no puedo aguantar mucho más."

"¿Qué estás haciendo Kelly?" Preguntó el Ama enfadada desde detrás de ella.

"Nada, Ama." Contestó Kelly nerviosa. "¿Qué puedo hacer para darle gusto, Ama?" Añadió inclinando sumisa la cabeza.

"Puedes hacer lo que se te ha dicho. Quedarte allí, vigilar a estas dos fulanas y avisar a todo el mundo si crees que alguna de ellas está a punto de mearse.

"Sí, Ama. Gracias Ama." Kelly retrocedió con la cabeza gacha y se colocó delante de nosotras para vigilarnos.

Las dos camareras volvieron a aparecer y bebimos agua fría a través de las pajas; los vasos vacíos fueron arrojados a nuestras bandejas. Ahora había siete vasos en cada una de ellas. Decidí no volver a mirar hacia abajo para ver cuantos había. Pensé que sería mejor no saberlo.

Kelly nos vigilaba en busca de cualquier signo de que una de nosotras no pudiera aguantar más, y las camareras de las colas de caballo seguían dándonos vasos de agua. La gente de la fiesta nos observaba más de cerca ahora. Un grupo pequeño estaba delante de nosotras discutiendo cual de las dos se mearía antes.

"Esta parece que podría mearse en cualquier momento." Dijo una joven pelirroja atractiva mirando a Kristy. "Lo está diciendo por todas partes." Añadió, paseando un dedo por el estómago de Kristy. "Lo necesitas, ¿verdad putilla?"

"Sí, Señorita." Dijo Kristy con suavidad.

"¿Qué es lo que necesitas hacer, putilla?"

"Necesito mearme, Señorita." La expresión de la cara de Kristy era de desesperación. Yo no sabía si ella podría aguantar mucho más. La forma en que nos habían atado, con las piernas muy separadas y los brazos estirados hacia arriba, por encima de nuestras cabezas, hacían aún más difícil contenerse.

No había mirado cuantos vasos vacíos había en nuestras bandejas. Había intentado pensar en otra cosa; en cualquier otra cosa. Cualquier cosa que apartara mi mente de lo que tan desesperadamente necesitaba hacer.

Había estado fantaseando con que ganaba la competición; que era la esclava del Ama, arrodillada a sus pies con mi minúsculo uniforme rojo de esclava. En mi fantasía el Ama me escogía para llevarme a su habitación a darle placer en privado. Pero la pelirroja que estaba torturando a Kristy me devolvió del lugar al que mi mente me había llevado. La necesidad de ir se hizo de repente mucho más urgente, y la tensión para contenerme mucho más difícil. Cada músculo de mi estómago y entrepierna estaba visiblemente tenso para intentar controlar mi cuerpo, para intentar impedirle hacer lo que necesitaba hacer. No pensaba que pudiera aguantar mucho más.

Dos de las camareras de cola de caballo y uniformes amarillos se disculpaban mientras atravesaban la multitud frente a nosotras. Llevaban en cada mano grandes cubos de plástico. No nos miraron mientras derramaron uno de los cubos en las bandejas de metal sobre las que estábamos Kristy y yo. Escuchar el sonido del agua golpeando el metal era una tortura, casi una agonía. Estaba abrumada por la urgencia de escapar de lo que me estaban haciendo soportar.

Intenté cerrar los ojos para bloquear cualquier salida pero solo conseguí que el sonido del agua vertiéndose en la bandeja pareciera aún más alto. No podía soportarlo, miré hacia abajo y vi el agua formando pequeñas olas que cruzaban la parte de abajo de mi bandeja. Emití pequeños lloriqueos cuando el agua pasó por encima de mis pies; estaba tan fría. Luego vi los vasos de plástico cabalgando en la cresta de la ola; había tantos vasos vacíos.

Aún fue peor cuando las mujeres vertieron otros cuatros cubos de agua heladora en cada una de nuestras bandejas. El sonido del agua golpeando contra el agua era aún más torturante; como lo era la sensación del agua corriendo entre mis piernas. Me llegaba a la altura de los tobillos cuando terminaron de volcar el último cubo.

Miré a Kristy. También estaba pasando por aquella agonía; mental a la vez que física. Las cosas sencillas pueden ser tan crueles. Esta gente sabía como ser cruel. Creo que todos los asistentes estaban ahora formando un arco a nuestro alrededor; mirándonos; discutiendo cual de nosotras se mearía primero. Obviamente notaban que alguna de nosotras iba a hacer el ridículo muy pronto.

"Son tercas las zorritas." Dijo una mujer alta de piel oscura. Tenía un bonito pelo negro azabache que le caía por debajo de la cintura. "Creo que necesitan más bebida. Mucho más." Un mar de rostros nos observaron mientras bebíamos tres vasos más de agua fría, uno después de otro.

"Contad los vasos." Dijo la mujer de piel oscura.

"Sí, Señorita." Replicamos Kristy y yo con voces jadeantes y desesperadas. Nos miramos la una a la otra. Era una noche fría pero Kristy tenía gotas de sudor en la frente y en los carrillos; su cara estaba roja. Era obvio que estaba luchando de verdad para retenerse. Yo estaba tan desesperada como ella por dejarlo salir; pero estaba decidida a aguantar más de lo que pudiera ella.

Miramos hacia abajo y empezamos a contar los vasos vacíos que flotaban y se balanceaban en el agua.

"20, Señorita." Mi voz era poco más que un susurro.

"22, Señorita." La voz de Kristy temblaba.

"Una de estas putas ha contado mal." Dijo la mujer de piel oscura, disfrutando con cada instante de humillación y sufrimiento. "Contadlos de nuevo."

'¡Quién coño eres tú, Zorra!' Me dije para mí. "Sí, Señorita." Le dije. Era tan difícil el solo hecho de no dejarme ir y mearme, como para además intentar contar los vasos. Esta vez conté 21, Kristy contó 22.

"Estas putas estúpidas no saben ni siquiera contar." Dijo alguien en la multitud. La mujer de piel oscura sonrió y nos miró. "Creo que están un poquito... distraídas en este momento."

Dos de las camareras de las colas de caballo y uniformes amarillos aparecieron de nuevo delante de nosotras. Kristy hizo un ruido extraño y todo el mundo la miró. Casi me meo en ese instante, a duras penas pude retenerlo. El rostro de Kristy se contorsionaba con una expresión casi orgásmica.

"Va a reventar." Dijo alguien entre la multitud y todos se rieron.

"Retenlo, jodida putilla." Dijo algún otro. "He apostado cinco mil dólares por ti. Me voy a cabrear si te meas (N. del T.: juego de palabras con el doble significado de 'piss')".

Todo el mundo volvió a reír. Realmente estábamos proporcionando el espectáculo divertido del que había hablado el Ama. Los invitados se lo estaban pasando en grande con nosotras. De alguna forma Kristy se las apañó para recuperar el control de sí misma y algunas personas del público aplaudieron, otras abuchearon. Kristy se volvió hacia mí y me lanzó una mirada desafiante.

"¿Les gustaría a las dos señoras aliviarse?" Preguntó la mujer de piel oscura. "Sí, Ama." Contestaron cortésmente las dos camareras de cola de caballo y uniformes amarillos. "Muy bien, pues adelante."

Las dos mujeres se quitaron los zapatos de sendas patadas, se pasaron las manos bajo los vestidos, deslizaron sus bragas amarillas hasta los tobillos y se las quitaron. Luego se subieron los vestidos por encima de la cintura.

Las dos tenían los coños recortados con esmero y anillos de oro en sus clítoris.

La mujer que estaba frente a mí era rubia natural. La que estaba frente a Kristy tenía el pelo rubio pero su estrecha franja de vello púbico era negra.

La sala quedó repentinamente en silencio; los únicos sonidos eran suaves sonidos de chapoteo mientras las mujeres se metían en nuestras bandejas y se agachaban delante de nosotras, manteniendo sus vestidos levantados y fuera del agua fría.

"¿Ahora, Ama? ¿Podemos hacerlo ahora, por favor?" Preguntó la rubia de mi bandeja. Me estaba mirando; sus ojos clavados en los míos, su cara al nivel de mi entrepierna.

"Sí, podéis hacerlo ahora."

"Gracias, Ama." Replicaron a la vez.

Las dos mujeres suspiraron y el sonido de su orina caliente chapoteando contra el agua fría de nuestras bandejas llenó la sala. La rubia agachada en mi bandeja tenía una expresión casi de dicha en la cara.

Los sonidos aumentaron de nivel cuando las mujeres se esforzaron en hacerlo más rápido. Era un sonido tan torturante de soportar que parecía que nunca se pararía.

"Oh, dios." Oí como Kristy gemía con suavidad para sí misma.

Todo resultaba excesivo. El sonido que producían las mujeres agachadas en nuestras bandejas; la expresión de la cara de la mujer que tenía delante; el desesperado gemido de Kristy. Miré a Kristy esperando que perdiera el control de su cuerpo, pero no lo hizo. Tenía los ojos inyectados en fuego mientras miraba y escuchaba a las mujeres agachadas en nuestras bandejas. Podía ver lo tensos que estaban los músculos de su estómago mientras luchaba por retenerse. Yo ya no podía más.

Kristy me devolvió la mirada; lo sabía. Una sonrisa arrogante se dibujo en su rostro torturado. 'Perdiste.'

Fue la suficiencia de la expresión de Kristy la que me dio la determinación y la fuerza para aguantarme. 'Esta vez no, zorra.' Le respondí.

Los ojos de Kristy apuntaron entre mis piernas; no estaba llenando la bandeja como ella hubiera asegurado. La suficiencia y la arrogancia desaparecieron de su rostro; la expresión de desesperación que tenía antes se hizo ahora más intensa.

Los ruidos sonoros de chapoteo que provocaban las mujeres agachadas en nuestras bandejas se disiparon lentamente. Observé la expresión de la mujer de mi bandeja mientras apuraba la última gota. Las emociones poderosas pueden ayudarte a hacer cosas que normalmente no harías; el odio que tenía a Kristy me había ayudado a retenerme.

No sé cuánto tiempo nos vimos forzadas Kristy y yo a soportar nuestro tormento después de eso. Pareció una eternidad. La gente siguió mirándonos, esperando que una de nosotras hiciera el ridículo, no sé cómo pero ninguna lo hizo. El Ama cruzó entre la multitud y se colocó delante de nosotras, la mujer de piel oscura estaba a su lado. "Parece que hay empate. Tus esclavas tienen una voluntad extraordinariamente fuerte, puedes estar contenta de ellas."

"Ya veremos." Dijo el Ama sonriendo. Luego nos miró y dijo: "Cuando os lo diga quiero que empecéis a mear; cuando os diga que paréis lo haréis. ¿Entendido, mis putillas tozudas?"

"Sí, Ama." Jadeamos.

"Largaos con vuestras patéticas excusas, putas." Las dos mujeres que estaban agachadas en nuestras bandejas se largaron rápidamente, dejando un rastro de huellas de pies mojados en el suelo de baldosas.

"Eres tan deliciosamente cruel." Dijo la mujer de piel oscura, sonriendo con admiración al Ama.

La gente que estaba delante de nosotras otra vez se reía y hablaba; y parecieron acercarse. Se hicieron más apuestas de cual de las dos sería incapaz de parar. Pronto llegaría el momento de que los ganadores recogieran sus apuestas. El Ama se echó a un lado para que la multitud tuviera una buena vista de nuestra humillación y ridículo. No sabía si podría parar una vez que empezara; pero lo intentaría con cada gramo de fortaleza y voluntad que pudiera reunir.

La espera era un tormento tan increíble. La gente volvió a quedar en silencio. Mis ojos recorrieron la sala; del Ama al mar de rostros que nos observaban y luego a Kristy. Tenía los ojos cerrados, cada parte de su cuerpo tensada para retenerlo y preparándose para detenerse cuando ella lo indicara.

Era una escena extraña. Todos esperando a que el Ama nos ordenara mearnos; pero ella estaba allí, en pie, mirándonos. Oí a Kristy sollozar; alguien entre la gente tosió; luego otra vez el silencio. "Ahora."

No tuve que hacer nada, solo ocurrió en cuanto el Ama habló. Kristy y yo gemimos sonoramente mientras chorreábamos por debajo de las faldas, chapoteando ruidosamente en el agua fría de nuestras bandejas. Nos miramos mutuamente y luego a la multitud mientras nos meábamos encima para su diversión. El alivio era tan placentero que era casi orgásmico en su intensidad. "Alto."

La voz del Ama provocó un estremecimiento frío que me recorrió el cuerpo. Apreté todo lo que pude los músculos de mi estómago intentando cortar el torrente de orina caliente que me salpicaba entre las piernas. Cerré los ojos y apreté los dientes y gruñí sonoramente mientras luchaba para que mi cuerpo dejar de hacer lo que necesitaba, pero no podía, seguía saliendo a chorro. Miré a Kristy mientras todo el agua que había bebido seguía saliendo de mí. Me había dado por vencida en lo de intentar pararlo. La corriente de orina caliente que estaba salpicando entre sus piernas empezaba a debilitarse; casi la había parado; ahora solo quedaba un chorrito salpicando ligeramente en el agua entre sus piernas. Su cara reflejaba el trauma que su cuerpo y su mente estaban soportando. Ahora solo habían gotas cayendo rápidamente por debajo de su falda.

De repente la expresión de su cara cambió, el rastro de una sonrisa, y luego una mirada de pánico mientras volvía a chorrear por debajo de la falda. Vi los músculos de su estómago relajados. Se había dado por vencida también. Allí estábamos las dos dejando que la multitud disfrutara de nuestra humillación.

Cuando todo acabó la gente volvió de nuevo a la vida. Se reían y hacían todo tipo de comentarios groseros y degradantes. Luego parecieron aburrirse de repente de nosotras. La música volvió a sonar y la multitud se dispersó rápidamente mientras la fiesta seguía a nuestro alrededor.

Ninguna de las dos obtuvo ningún punto de esta parte de la competición, pero sé que el Ama estaba contenta con nosotras. Habíamos dado un espectáculo interesante para los invitados en la fiesta de sus amigos. Para eso, después de todo, era para lo que estaban las mujeres como nosotras. El resultado de la competición era irrelevante para todos excepto Kristy y yo.

Las dos camareras que se habían agachado en nuestra bandejas para atormentarnos nos quitaron las faldas manchadas y nos limpiaron con trapos húmedos y toallas secas. Nos sacaron a la furgoneta que estaba aparcada en la calle desnudas a excepción de los finos pañuelos que soportaban nuestros pechos; y la cadena que nos enganchaba juntas por nuestros collares. No se dijo ni una palabra en la parte trasera de la furgoneta mientras nos llevaban de regreso a la casa del Ama. ¿Qué había que decir?

Nos duchamos y bañamos en baños separados y me preparé como se me ordenó. Me cepillé el pelo, me puse algo de maquillaje y me miré al espejo. Estaba desnuda excepto por unas cadenas decorativas que me rodeaban la cintura, las muñecas y los tobillos.

Estaba lista para lo que quisieran que hiciese a continuación y esperé que alguien me recogiera. Así estuve un buen rato. Sabía que una esclava tiene que ser paciente; pero estaba muy impaciente por lo que fuera en lo que me iban a usar a continuación.

Finalmente Mónica entró en la sala y bajé los ojos al suelo. "Tienes unas bonitas tetas y un chocho grande, Lynne." Dijo mientras sus ojos vagaban por mi cuerpo. "Pero eso es todo lo que tienes; y no es bastante."

"Siento no resultarle atractiva, Señorita."

"Tu marido no te adiestró para disfrutar con el dolor, ¿verdad, Lynne?"

No sabía a que se refería. Había tenido un orgasmo increíble el día en que Rebecca me había azotado. Aquella vez había disfrutado del dolor. Pero aparte de unos azotes ocasionales a modo de juego, mi marido nunca me había producido dolor.

"No, Señorita." Contesté cortésmente.

"Bien." Dijo sonriente. "El marido de Kristy le enseñó a disfrutar con el dolor. Eso le da a ella una nítida ventaja." Diciendo eso Mónica me golpeó en el muslo con la fusta y me sacó por la puerta y por el corredor hasta la mazmorra. Kristy estaba vestida igual que yo y estaba de rodillas a los pies del Ama, lamiéndole las botas. Sentí que mi cuerpo respondía ante la visión del Ama. La había visto tan raramente así en la vida real; pero la veía así siempre en mis sueños y fantasías.

Estaba vestida con botas rojas ceñidas hasta los muslos; una falda corta de látex rojo y un minúsculo sostén de látex rojo con agujeros por donde asomaban sus tiesos pezones. Mónica me empujó hacia ellas y caí al suelo e instintivamente empecé a lamerle las botas como hacía Kristy. Nos empujábamos y apartábamos mutuamente como perros hambrientos alrededor de un cuenco de comida, para conseguir la mejor posición para lamer las bonitas botas rojas del Ama.

"Besaos." Dijo el Ama mirando a las dos mujeres que la adoraban. Levantamos la cabeza y pronto nuestras bocas se engancharon entre sí. Odiaba a la mujer que estaba besando pero el beso era tan apasionado como cualquiera de los que había dado. El Ama quería que besase a esta mujer, el Ama me estaba viendo besarla. Era el Ama quien ponía el calor y la pasión en el beso. No la mujer a la que estaba besando.

"Basta." Dijo el Ama cuando nuestras manos empezaban a recorrer el cuerpo de la otra. A regañadientes nuestras bocas se separaron y nuestras manos se fueron de la otra. Nos hicieron estar dándonos la cara a solo unos pies. Mónica enganchó una cadena al pezón derecho de Kristy con una pinza que atornilló a fondo sobre la suave carne rosada. Luego enganchó el otro extremo a mi pezón derecho, atornillando la pinza hasta que me provocó una mueca de dolor.

De la misma forma enganchó otra cadena a nuestros pezones izquierdos. El peso de las cadenas tirando de mis pezones mientras se cruzaban y colgaban delante de mí se añadía al dolor. Los pezones de Kristy se habían puesto rojos oscuros por la presión de las pinzas, pero no mostraban signos obvios de dolor o incomodidad.

"¿Cuál de vosotras aguantará más dolor por mí esta noche?" Preguntó el Ama pasando su mano delicada y suave por la cadena que se entrecruzaba delante de nosotras y que nos unía por los pezones.

"Echaos hacia atrás lentamente." Dijo el Ama y la obedecimos. La cadena se levantó suavemente entre nosotras hasta que estuvo tensa y tirando con fuerza de nuestros pezones; la cara de Kristy no mostraba todavía ningún signo de dolor pero había un rastro de placer en sus ojos.

Mónica se arrodilló y dibujó unas gruesas líneas negras sobre el cemento justo delante de nuestros pies.

"La primera que pase la línea pierde." Dijo el Ama mientras se sentaba en una gran silla de madera muy recargada. Me pareció más como un tirón para mí. El dolor era bastante intenso pero tolerable. Miré a Kristy. Tenía en la cara y en los ojos una expresión que me asustó. De repente echó la cabeza hacia atrás y la parte superior de su cuerpo retrocedió. Las dos gritamos. El dolor de las pinzas en mis pezones fue brutal.

"Me decepcionas, Lynne." Dijo el Ama con frialdad. Mis dos pies estaban claramente sobre la línea negra.

"Lo siento, Ama... No..." Olvidé todo lo que se refería al dolor en mis pezones. No tenía ni idea de que me hubiera movido, debía haber saltado hacia delante pero no recordaba haberlo hecho. El dolor fue tan súbito y violento. Todo lo que recuerdo era el dolor.

Mónica me soltó las pinzas de los pezones que me estaban mordiendo y me tiró en una sala que no era más grande que un aparador. Cuando cerró la pesada puerta de roble todo quedó a oscuras. Los pezones todavía me daban punzadas, pero mi chocho estaba húmedo. Sabía que podía aprender a disfrutar del dolor. ¿Por qué mi marido no me había enseñado el placer del dolor antes de lanzarme a este mundo de ellos?

Me dejaron sola en la oscuridad durante un buen rato. Podía escuchar débiles sonidos desde el otro lado de la pesada puerta de roble; Kristy chillando; el chasquido de un látigo y otros sonidos que realmente no puedo describir.

Luego mis ojos fueron heridos por la súbita exposición a la luz cuando Mónica me arrastró fuera de la sala y me tiró a los pies del Ama.

"Túmbate en mi regazo, puta."

"Sí, Ama." Nunca había tenido el honor de colocarme en su regazo antes. Había fantaseado al respecto, había soñado con ello. Pero la sensación de estar tumbada en el regazo del Ama, con su mano recorriendo mi culo, y mis tetas colgando delante de mí era aún más emocionante de lo que había imaginado en mis sueños y fantasías.

"Oh, Ama." Gemí suavemente mientras su mano acariciaba mi culo. Esto era lo que quería. Aquí era donde quería estar. Esto era lo que quería ser.

"Lo hiciste muy mal antes en la competición, pero tendrás otras oportunidades para demostrármelo. De momento quiero jugar contigo."

"Sí, Ama." Gemí. "Juegue conmigo, soy su juguete."

"Quiero que cuentes cada vez que la pala te golpee, y luego que me supliques que te dé más. Si no puedes aguantar más me dices 'piedad, Ama, por favor'. Pero no esperes que vuelva a jugar nunca contigo si lo haces.

"Por favor, golpéeme con la pala, Ama."

El dolor era delicioso cuando la pala aguijoneaba los carrillos de mi culo. "Uno, gracias Ama. Por favor azóteme de nuevo."

Mi marido no me había preparado para disfrutar con el dolor, pero me encantaba el dolor que el Ama me estaba produciendo. El culo me ardía y me escocía y me sentía tan bien. Cada golpe dolía más que el anterior y se sentía mejor que el anterior. El dolor era estimulante.

"93, gracias, Ama." Jadeé, mi chocho estaba goteando. Quería desesperadamente pedirle si podía jugar con mi cuerpo mientras me azotaba, pero sabía que no. Se me diría que jugara con mi cuerpo si el Ama quería que lo hiciera. No me correspondía preguntar si podía.

Mientras contaba 200 y suplicaba más, estaba en un estado de éxtasis incontrolado.

"Pégueme más rápido, por favor, Ama... Pégueme más fuerte... Oh, dios, por favor, azóteme, Ama." Sabía que podría correrme si me azotaba con la fuerza suficiente y la velocidad suficiente. Me echó de sus rodillas y caí al suelo a sus pies. Mi mano se agarró instintivamente a mi chocho húmedo; tres dedos se deslizaron fácilmente en mi interior.

"Déjalo solo, sucia putilla." Se burló el Ama.

"Lo siento, Ama." Gemí mientras me esforzaba por dejar de tocarme.

"Kristy estaba lista para el clímax cuando llevaba 150." La mención de su nombre me aguijoneó más de lo que lo hacía la paleta. Mónica me agarró y me ató a un gran poste de madera; un poste de flagelación. El Ama daba vueltas a mi alrededor, un gato de nueve colas colgaba amenazadoramente de su mano.

"Oh, dios, sí." Gruñí. "Flagéleme, castígueme, hágame daño..." Conté en alto cada vez que los dedos de cuero del látigo mordían la piel de mi espalda y mi culo, y supliqué que me flagelara de nuevo. El dolor puede ser la última herramienta del placer. No necesitaba que mi marido me enseñara para saber eso.

"47. Gracias, Ama. Gracias por flagelarme el chocho, Ama. Flagele mi gran chocho húmedo. Soy su fulana, Ama..." Estaba frenética. Deseaba más dolor, más placer. Quería el látigo en mis tetas y mi chocho.

Me estaba follando el poste de madera como una salvaje; como la puta salvaje y enloquecida que soy. Suplicándole que me flagelara más rápidamente y con más fuerza. Había perdido la cuenta y no me importaba. Le supliqué que me castigara por haber perdido la cuenta. "Oh, mierda, Ama. Me voy a correr." Grité mientras me follaba el poste de madera cada vez más rápido. "Por favor, deje que me corra, Ama. Haga que su puta se corra con su látigo..." Mónica me tiró un cubo de agua fría. El agua fría me sorprendió y me paralizó un instante. Aturdida, confundida; pero aún desesperada por correrme. Instintivamente empecé a restregar otra vez mi chocho contra el poste.

"Te lo vas a llenar de astillas, puta estúpida." Dijo Mónica después de tirarme por encima otro cubo de agua fría.

"Disfrutas con el dolor, putilla." Dijo el Ama sonriéndome.

"Sí, Ama." Jadeé. "Me encanta."

"Las fulanas como tú siempre pierden el control de sí mismas cuando las azotan o flagelan. Es parte de lo que eres. Costó tres cubos de agua calmar a Kristy." Otra vez su nombre. El Ama vio como reaccionaba a la mención del nombre de Kristy.

"El marido de Kristy la enseñó a disfrutar del dolor. Tu disfrute es mucho más instintivo. Eres una mujer muy primitiva, Lynne. Pero hay muchos tipos de dolor que una esclava debe soportar y disfrutar."

El Ama estaba ahora detrás de mí. El agua fría y su voz me habían calmado pero mi chocho estaba todavía ansioso por ser tocado o flagelado o... Hubo un ruido sonoro tras de mí como si algo silbara en el aire. Luego sentí la vara correr suavemente por mi culo.

"Lo hiciste muy mal con las pinzas de los pezones, Lynne." Dijo el Ama mientras deslizaba la vara entre mis piernas. Rápidamente las abrí para que pudiera rozar mi chocho con ella.

"Lo siento, Ama." Gemí mientras la vara rozaba atrás y adelante mi chocho y luego se deslizaba entre la carne hinchada y húmeda de mis labios. Gruñí sonoramente cuando la fusta se deslizó sobre mi clítoris e intenté agacharme para que la fusta me rozara con más fuerza.

"Kristy ganó ese punto muy fácilmente, Lynne."

"Sí, Ama." Gemí. "Lo haré mejor por usted, Ama."

"Quieres decir que lo harás mejor por ti misma, putilla egoísta. No intentes fingir que estás intentando ganar esta competición por mí. Está intentando ganarla por ti misma; eres la única interesada en satisfacer tus deseos pervertidos." No contesté. El Ama tenía razón, pero no quería tener que admitirlo a menos que me obligara. Se colocó delante de mí y me sujetó la vara para que pudiera lamer mis jugos de ella.

"La vara ofrece un tipo muy distinto de dolor, Lynne. Su mordisco es mucho más intenso que el del látigo o la paleta; realmente estos no son más que juguetes. ¿Cuántos golpes de la vara aguantarás por mí? ¿Aguantarás tantos como Kristy? La que aguante más se llevará un punto en vuestra pequeña competición."

Se colocó detrás de mí; escuché chasquear la vara en el aire; sentí el susurro del aire encima de mi culo y la vara pasó silbando sin tocarme; luego la sentí sobre mi culo cuando me golpeó suavemente con ella; luego lo volví a escuchar silbando a través del aire. Grité cuando golpeó la carne. Este dolor no era en absoluto placentero.

"Uno, gracias Ama. Por favor, golpéeme otra vez." El segundo golpe parecía como si hubiera roto y abierto la piel de los carrillos de mi culo. El dolor era brutal. Aguanté 13 golpes de la vara; cada uno más insoportable que el anterior. Quería aguantar más, quería ganar el punto de nuestra competición, pero estaba aterrada por el dolor. Una sensación de pánico se extendía a mi través, mientras pensaba como sentiría el próximo golpe, cuanto dolería. "Piedad, por favor, Ama." Sollocé. "Por favor, no me haga más daño, Ama... Lo siento..." Por mis mejillas se deslizaban las lágrimas, mientras le suplicaba que no me volviera a golpear. Se puso delante de mí y me pasó suavemente los dedos por las mejillas, enjugándome las lágrimas.

"Ya pasó, Lynne. Se acabó el dolor." Dijo con voz suave y amable. Su tacto era tan tierno; la expresión de su cara tan pendiente; nunca antes la había visto mirarme de esa manera.

Mónica me desató y me tiró al suelo. "Da las gracias adecuadamente a tu Ama." Me arrastré hasta el Ama y le lamí las botas. "Gracias, Ama." Jadeé mientras mi lengua lamía sus botas rojas de cuero. "Gracias."

"Has tenido una noche muy ajetreada, Lynne. Lo has hecho bien, pero Kristy lo hizo mejor. Al menos mereces una recompensa. Ponla a punto."

"¿Perdón, Ama?" Oí que decía Mónica.

"Escúchame, puta. Échate al suelo, lame el sucio chocho de esa puta y ponla a punto."

"Sí, Ama." Replicó rápidamente Mónica. Era la última mujer del mundo con la que Mónica querría acostarse, pero el tono del Ama era obvio que la había asustado. Todavía era solo una esclava, a veces parecía que Mónica había olvidado eso.

Me di la vuelta sobre la espalda con la cabeza entre las piernas del Ama. Sus grandes botas de cuero a cada lado de mi cara. Podía ver arriba de su corta falda de látex; podía ver su bello coño, brillando con sus jugos.

Luego sentí que la lengua de Mónica apuñalaba mi húmedo chocho. "Oh, dios." Grité cuando su lengua se metió directa dentro de mí. Luego me lamió los labios, luego chasqueó sobre mi hinchado clítoris.

"Te gusta que te laman el ojete, ¿verdad, Lynne?"

"Sí, Ama." Gruñí. "Me encanta que me laman el ojete."

"Métele la lengua en el culo, Mónica." Solo oír al Ama decirlo casi me lleva más allá del límite. Tenía los ojos fijos en el coño del Ama mientras sentía la lengua de Mónica en el exterior de mi ojete. Una sacudida de placer me atravesó; un placer tan intenso como la agonía de la vara.

"¿Puedo tocarme, Ama?" Supliqué cuando el orgasmo estaba a punto de tomar el control de mi persona. "¿Puedo tocarme mientras Mónica me lame el ojete?"

"Sí, Lynne. Puedes hacerlo. Métele la lengua en el culo, Mónica." Bajé las manos y me aparté los labios con una mano y me restregué el clítoris con la otra. Estaba tan mojada, tenía los labios tan resbaladizos. Luego la lengua de Mónica estaba dentro de mí, toda dentro de mí.

"¿Ahora, Ama?" Gruñí. "¿Puedo correrme ahora, por favor...?" Me revolcaba en el suelo pero con los ojos todavía fijos en el coño del Ama.

"No. Deja de tocarte. Mónica, sácale la lengua del culo." Lloriqueé sonoramente. Estaba tan cerca, tan desesperadamente cerca. "Por favor, Ama..."

"Date la vuelta." Dijo el Ama enfadada. "Es hora de que aprendas a disfrutar del dolor de la forma en que una fulana como tú debe hacerlo. Puedes correrte, Lynne, pero solo con la vara." Estaba en un frenesí de calentura, totalmente consumida por la pasión y la necesidad de correrme. Tenía que correrme. Me puse en pie y rodeé con los brazos el poste de flagelación y apreté mi chocho con fuerza contra él.

"Azóteme con la vara, por favor, Ama." Le supliqué desesperada. "Por favor hágame daño, Ama, hágame daño con la vara."

Esta vez el dolor se sentía de forma diferente. Esta vez era tan salvaje como para rasgarme el cuerpo, pero se sentía tan bien esta vez. Le supliqué al Ama que me azotara con ella una y otra vez. La vara me rasgaba la piel dejando su marca donde me golpeaba; pero el dolor era puro éxtasis.

"Golpéeme, Ama. Hágame daño..." Grité mientras el orgasmo explotaba en mi interior. Me retorcía dando vueltas incontroladamente; machacándome el chocho contra el poste y haciendo ruidos que realmente no puedo describir. El placer era tan feroz, rasgaba cada parte de mí con una intensidad que no puedo describir con palabras. Era como si la combinación de dolor y placer me hubiera llevado a un sitio donde nunca antes había estado; un sitio al que quiero volver. Solo puedo imaginar el aspecto que tenía que tener follándome el poste y gritando y lloriqueando y suplicando que me azotaran. Me dejé caer al suelo, magullada, marcada, exhausta; y luego todo se volvió negro.

El Ama se había ido, Mónica estaba de pie encima de mí, mirándome. Dijo algo pero no tenía ni idea de qué; todavía estaba perdida en una neblina erótica; todo tenía un halo casi surrealista. Nunca he 'viajado' bajo los efectos del LSD pero como me sentía tumbada en el suelo era como yo me imaginaba que debía hacer sentir el LSD. Pero no necesité drogas para sentirme así.

El siguiente recuerdo claro que tengo es el de estar en la litera de mi jaula, sintiéndome totalmente satisfecha y luego cayendo en un profundo sueño feliz.

Cuando me desperté, la espalda y el culo todavía me escocían y saboreé el placer que me proporcionaban esas sensaciones, y el recuerdo de lo que había experimentado con el Ama. Había sido completa y totalmente satisfecha sexualmente, pero todavía estaba increíblemente excitada, mi chocho todavía estaba húmedo; ansiaba más. Noté que Kristy dormía en su jaula, a través de la tenue luz vi otras mujeres tumbadas en las literas de sus jaulas. Tumbada allí en la oscuridad y quietud de la sala de jaulas tuve tiempo para pensar.

Todo había ocurrido tan rápido. De repente me di cuenta de que Kristy había ganado dos puntos en nuestra competición. Me maldije por dejar que me ganara tan fácilmente en la competición con las pinzas de los pezones. Podía haber mantenido mi terreno; podía haberlo hecho mejor. Y sabía que probablemente ella había aguantado más golpes de vara. Maldije a mi marido por no haberme enseñado a disfrutar del dolor; había tanto de lo que disfrutar. ¿Por qué no lo había hecho?