Lynne 3: El alma

Repito, para mentes susceptibles, no es de mi autoria aunque no me importaria que lo fuera es una serie muy buena para dejar que caiga en el olvido. Trata de la evolución de un ama de casa muy puta hasta convertirse en una esclava.

Lynne:

CAPÍTULO 3. EL AMA

"He hecho sonar la campana cuatro veces antes de que respondieras. Si vuelve a ocurrir aprenderás a que sabe la orina caliente de Kelly. ¿Entendido?"

"Sí... Sí Señorita... Em Señora... Lo siento... no volverá a ocurrir Señora..."

Balbuceaba de forma casi incoherente. Y fue un alivio cuando me cortó.

"Me alegro de que lo entiendas, Lynne. Y de ahora en adelante me llamarás Ama."

"Sí, Ama." Repliqué rápidamente, agradecida. "Gracias, Ama."

Lynne releyó las últimas líneas que acababa de escribir en el diario. Su relación con la Mujer Rubia había cambiado en ese momento. La Mujer Rubia era ahora su Ama. Había bajado otro escalón en el camino en que de repente se encontraba. No sabía dónde la conduciría; pero quería continuar el viaje; lo necesitaba.

Al principio, escribir lo que le había ocurrido en el diario era como escribir sobre lo que le había ocurrido a algún otro. Era como si estuviera escribiendo sobre cosas que había visto y oído, no sobre cosas que había hecho y sentido. Pero el diario era realmente su historia y esa realidad empezaba a resultarle clara con el paso de los días y cada nueva experiencia. Lynne tomó la pluma y empezó a escribir de nuevo.

"Tomaremos champán los dos." Dijo mi Ama, despachándome con un movimiento de mano. Me temblaban todavía las manos mientras servía el champán. Estaba jugando a un juego y no conocía las reglas. Realmente no entendía en lo que me había metido. Pero ahora era demasiado tarde. Quería seguir jugando, era tan simple como eso. Sabía que cumpliría su amenaza, y sabía que me sometería a ello si tenía que hacerlo.

Ninguno de ellos se dio por enterado de mi presencia mientras recogían el champán de la bandeja de plata. Me retiré silenciosamente después de servirles, puse la bandeja tras la barra y regresé a la cocina.

Una mujer que aparentaba estar en el inicio de la treintena estaba colocando una bandeja en el horno. Tenía el pelo rojo, largo y recogido en una cola de caballo con una pinza negra. Vestía de camarera; falda negra larga muy modesta; blusa blanca de algodón de manga larga; medias de nailon negro y zapatos de tacón plano negros. No era fea pero no era del tipo de mujer que haría que se volvieran muchas cabezas.

Parecía tan fuera de lugar en este pequeño mundo pervertido con el que había tropezado o en el que me habían metido. Parecía tan... normal. Parecía como cientos de otras mujeres que trabajan de camareras. No era distinta de la mujer que había servido el asado en la fiesta del 21 cumpleaños de mi hermano hacía dos semanas. Incluso llevaba una de esas etiquetas de plástico barato con el nombre, que llevan las camareras; decía 'Desley'.

Se volvió y me miró de arriba abajo, en su rostro una expresión de desprecio, casi de repugnancia. No sabía si decir algo o no. El silencio era ensordecedor; me ponía nerviosa, ansiosa. No sabía que se suponía que tenía que hacer. El tintineo de la campana fue una intervención bienvenida en este momento embarazoso. Me apresuré al salón, no iba a tardar de nuevo en responder a la campana.

"Sí Ama, ¿en qué puedo servirla?" Mientras salían las palabras me di cuenta de que el juego, o lo que fuera esto, había entrado en una nueva fase. La palabra 'Ama' era mucho más expresiva de mi sumisión a ella que 'Señorita' o 'Señora'. Me gustaba. Casi hacía del solo hecho de dirigirme a ella un acto erótico o sexual.

"Los invitados llegarán pronto." Dijo, apartando apenas los ojos de mi marido mientras hablaba. Entendí lo que tenía que hacer, Kelly me lo había contado antes. Tenía que permanecer en el vestíbulo y recibir a los huéspedes cuando llegaran.

"Sí, Ama." Dije obediente, y me encaminé hacia el vestíbulo. Mientras andaba me preguntaba si a mi marido le gustaría lo que veía cuando estaba delante de ellos. Una punzada de celos me recorrió cuando me di cuenta de que no me había prestado ni la más ligera atención desde el incidente con Kelly en la cocina. Era obvio que la Mujer Rubia, mi Ama, era el centro de su atención. Los celos se desvanecieron cuando me di cuenta de que era ella también el centro de mi atención.

Me planté en la puerta, preparada para recibir a los invitados cuando llegaran. El estar allí con mi pequeño uniforme de criada me estaba poniendo húmeda de nuevo. El Ama tenía razón. Me encantaba que me humillaran, me encantaba que me hicieran hacer cosas obscenas y repugnantes, me encantaba obedecerla. Mi marido se había casado con una puta.

Sonó la campana de la puerta y saludé a la mujer joven como se me había instruido. "Buenas noches, Señorita."

"Así que tú eres Lynne." Dijo mirándome de arriba abajo, inspeccionándome. Pareció defraudada con lo que veía. Yo estaba tan distraída con la mirada de descontento de su cara que ni me había dado cuenta de que sabía mi nombre.

"Estoy aquí para servirla esta noche, en todo lo que desee."

"Sí, lo sé." Dijo sin interés. "Pero dudo que haya algo que puedas hacer para satisfacer ninguno de mis deseos." Sonaba casi aburrida. Obviamente no había nada de mí que la atrajera. Una sombra de pánico cayó sobre mí.

"Por favor, Señorita, si hay algo, cualquier cosa que pueda hacer por usted dígamelo. Estoy aquí para hacerle la noche agradable." Ni siquiera pareció escucharme. Se encaminó hacia el salón y la seguí. "¿Está Kelly?

"Sí, Señorita. Está..." "Bueno," me interrumpió. "Tal vez la noche no se desperdicie, después de todo. Tráeme una copa de champán."

Le serví el champán y se lo llevé en la bandeja a donde se había sentado, en el gran sofá de piel situado frente al Ama y mi marido. "¿Qué opinas, Jacqueline?" Dijo la Mujer Rubia mientras yo me inclinaba para colocar la bandeja delante de Jacqueline.

"Lleva escrito 'puta' por todo su ser, estoy segura que nos divertiremos mucho con ella."

Podía decir que estaba siendo amable. No quería ofender al Ama diciendo lo que realmente pensaba de mí. Sentí su mano subir por mi pierna, y luego bajo mi vestido. Cerré los ojos mientras sus dedos rozaban suavemente la entrepierna de mis bragas.

"¿Siempre tiene el coño tan húmedo?" Retiró la mano y se limpió los dedos en mi vestido, tomó la copa de champán y me indicó que me retirara.

"¿Necesitas cambiarte otra vez de bragas, Lynne? Preguntó el Ama, riéndose mientras hablaba. Luego escuché la voz de Kelly tras de mí.

"Creí que necesitaría otro par de momento." Kelly parecía tan distinta con su vestido de noche negro y sus joyas caras.

"Ponte estas." Dijo, pasándome un tanga nuevo negra mientras se sentaba cerca de Jacqueline. Se lo cogí, justo cuando las dos se devoraban mutuamente en un beso profundo y apasionado.

"Estoy tan contenta de que cenes con nosotros esta noche, Kelly." Dijo Jacqueline mientras me echaba una mirada desaprobadora. Entonces volvió a sonar la campana de la puerta.

"Tendrás que cambiarte las bragas después de ir a la puerta, Lynne." Dijo Kelly.

"Sí... Señorita." Repliqué confundida ante su aparición como invitada para la cena.

Mientras me dirigía a la puerta me envolvió una sensación de terror. ¿Qué había hecho? Todas esas horribles cosas que le había hecho hacer, la cerilla encendida, la forma maliciosa en que la había tratado. El placer perverso que había obtenido al usarla. Y mi promesa de que lo peor estaba por venir. Ahora ella era una invitada a la cena y tendría que servirla y someterme a ella. Un escalofrío de excitación y terror me recorrió el cuerpo mientras evaluaba como podría materializar su venganza.

Había cuatro personas en el porche cuando abrí la puerta. Dos mujeres rubias encantadoras y guapas, y sus acompañantes llamativamente guapos. Las mujeres podían haber sido hermanas del Ama, pensé para mí misma mientras me rozaban al pasar. "No está mal." Dijo la más alta de las dos rubias mientras sus ojos recorrían mi cuerpo. "¿Ya necesitas cambiarte de bragas, Lynne?" Dijo la otra rubia al notar el par de bragas limpias arrugado en mi mano.

"Sí, Señorita." Dije con una sorprendente ausencia de embarazo.

"Entonces hazlo, Lynne." Dijo la otra mujer con voz sensual.

Empezaba a entender como se jugaba a este juego, o lo que fuera en lo que me había metido. Querían que me cambiara de bragas con la puerta abierta. Cualquier coche o persona que pasara por la bulliciosa calle del interior de la ciudad me vería claramente a la luz brillante del vestíbulo.

Me quedé ante la puerta abierta, de cara al bullicioso ruido de la calle, y me bajé las bragas por las piernas quitándomelas. Uno de los hombres levantó la parte trasera de mi vestido exponiendo mi trasero todavía rojo para que lo inspeccionaran. "Veo que te han presentado a Kelly." Dijo con voz profundamente masculina.

"Sí, Señor." Dije mientras pasaba los pies por las bragas tanga limpias, y me las subía por las piernas. La suave entrepierna de seda se ajustó entre mis piernas y la parte de encaje trasera se introdujo excitantemente entre los carrillos de mi trasero.

Me volví a la mujer que me había dado la orden y dije. "¿Hay alguna otra cosa que puedo hacer para complacerla, Señorita?" Tomó las bragas húmedas que acababa de quitarme y me las metió en la boca. "Hablas demasiado." Dijo indiferente. Todos se rieron quedamente y echaron a andar hacia el salón.

Esperé hasta que desaparecieron dentro de la casa antes de quitarme las bragas sucias de la boca. Y luego, por alguna razón, las tiré a la calle. Una pareja joven pasaba caminando, las manos cogidas, disfrutando de su amor, cuando mis bragas húmedas pasaron volando y aterrizaron delante de ellos.

Me miraron como una especie de bicho raro. "Uf, que asco." Dijo la joven. "¡Jodida loca!" Me gritó su hombre mientras se alejaban deprisa. Cuando cerraba la puerta me pregunté quien recogería mis bragas sucias y que harían con ellas.

Durante la media hora siguiente más o menos les serví champán y entremeses. El Ama les contó en detalle mis hazañas en el garaje durante la fiesta de la noche antes. Las manos se pasearon por mis piernas y bajo mi vestido mientras les servía, manteniendo un flujo continuo de humedad corriendo entre mis piernas.

Desley, la pelirroja de la cocina, todavía no me había dicho ni una palabra, apenas se había dado por enterada de mi presencia. Se limitaba a señalar diferentes bandejas de comida de la encimera para que las sirviera a los invitados.

Yo estaba en silencio al lado de los dos grandes sofás de cuero esperando que alguien indicara que deseaba algo. Era una sensación extraña observar a las cuatro parejas. Las dos rubias con sus hombres. Kelly y Jacqueline, y mi ama con mi marido.

Kelly chasqueó los dedos y respondí inmediatamente. "Sí, Señorita." Dije. Una parte de mí esperaba que este no fuera el comienzo de su venganza, la otra parte esperaba que lo fuera.

"Tengo algunas manchas en los zapatos, Lynne. Ocúpate de ellas." Sentí sobre mí todos los ojos. No iba a darle la satisfacción de que me vieran vacilar.

"Sí, Señorita." Dije con toda la sinceridad que pude reunir. Me puse frente a ella y lentamente me arrodillé, y luego me puse a cuatro patas a sus pies y empecé a limpiarle los zapatos con la lengua. Mi coño estaba otra vez goteando, los otros hacían todo tipo de comentarios groseros sobre mí, y no pude resistir. A hurtadillas deslicé una mano por mi vestido para poder tocarme.

"¡Deja de jugar con tu cuerpo, putilla!" Me dijo groseramente Kelly.

"¡Zorra!" Pensé para mí mientras decía "Perdone, Señorita" y seguí lamiéndole los zapatos.

Mi marido empezó a contarles como me había pillado masturbándome con un vibrador aquella mañana. Mi coño goteaba mientras se reían de mí y hacían bromas a mi costa.

"Espero que no te importe." Dijo Kelly al Ama. "Pero no puedo esperar hasta después de cenar."

"No, desde luego que no me importa, Kelly. Es para eso para lo que está aquí." Replicó el Ama.

Kelly me cogió del pelo y me levantó hasta que mi cara estuvo al nivel de su entrepierna.

"¡Ahora haz un buen trabajo, putilla!" Dijo mirándome impúdicamente.

Pasé las manos bajo su vestido y le bajé las bragas. Abrió ampliamente las piernas para mí mientras le subía el vestido. Su coño pelado brillaba con sus jugos cuando empecé a lamerle los muslos en dirección a él. Kelly me agarró del pelo de nuevo y enterró mi cara entre sus piernas. Gimió suavemente cuando empecé a lamerle los labios del coño y más fuerte cuando mi lengua encontró su clítoris.

Kelly respiraba pesada, ruidosamente y empezaba a retorcerse en el sofá. Podía sentir todos los ojos fijos en mí, mientras descendía por la preciosa y pequeña lesbiana. La miré y vi que estaba besando de nuevo a Jacqueline. Besos largos y muy apasionados. "Lámeselo, putilla!" Ordenó Jacqueline cuando sintió que el orgasmo de Kelly estaba a punto de hacer presa en ella.

El sabor del coño de Kelly, la deliciosa humillación a la que me estaba sometiendo delante de esta gente resultaba demasiado. Empecé a adelantar las caderas, haciendo que mis prietas bragas me rozaran imperceptiblemente entre las piernas. Tenía casi encima mi propio orgasmo, me correría cuando lo hiciera Kelly.

"Será mejor que no te corras sin permiso, Lynne." Dijo el Ama en tono amenazador. "Recuerda la clase de castigo que te tengo reservada si me desobedeces."

Necesitaba correrme desesperadamente. Pero no podía evitar la imagen de Kelly agachada sobre mí y orinando en mi cara. De algún modo conseguí alejar mi orgasmo.

Kelly gruñó mientras se corría en mi lengua, empujando con sus caderas su coño contra mi cara. La intensidad de sus embestidas disminuyó gradualmente mientras su orgasmo se aplacaba. Sentí su mano en la parte de atrás de la cabeza, luego tiró con fuerza de mi pelo y caí de espaldas al suelo. Mis piernas muy separadas, mi cara cubierta por sus jugos.

Estaba mareada y exhausta por negarme a mí misma el placer que necesitaba. "¿Algún otro desea a Lynne antes de cenar?" Oí que decía el Ama.

Hubo un revoltijo de voces y comentarios, pero el único que escuché claramente fue el de Jacqueline. "No estoy tan desesperada, gracias."

Todavía estaba aturdida cuando les vi levantarse y dirigirse al comedor. El Ama me miró. "¡Límpiate! Es hora de servir la cena."

Luché para arreglarme, para recuperar el control de mí misma. Me lavé la cara en la lavandería, rehice mi maquillaje, y me tomé un gran vaso de agua fría y un par de tragos a la botella de whisky. Pero los entrantes estaban listos y tenía que servirlos.

La cena fue muy parecida a las bebidas previas. Mi marido habló de mí, les contó todas mis historias íntimas y los detalles mientras les servía. Y los constantes tientos de manos en mis piernas y bajo mi vestido mientras les servía la comida hicieron que sintiera mis piernas como si fueran gelatina. No podía aguantar mucho más.

Después de la cena volvieron a los sofás, serví oporto y licores y me quedé al lado de la chimenea mientras hablaban.

No había vuelto al baño desde que había estado allí, y con las copas de champán y agua fría que había bebido necesitaba ir desesperadamente. Intenté salir sin ser notada pero me detuvo en seco la voz sorprendentemente fría del Ama.

"¿Dónde te crees que vas, Lynne?" Todos se volvieron a mirarme.

No tenía otra elección que decirlo, tenía que ir. "Necesito ir al baño, Ama." Dije quedamente.

"No puedes salir cuando te apetezca. Eres nuestra putilla. Alguien puede desear tu lengua en su trasero. Ahora vuelve allí. Si quieres ir al baño, excúsate y pide permiso a tu ama." Dijo Kelly enfadada.

"Lo siento." Dije derrotada, y volví a mi puesto. Siguieron hablando y riendo. Cuando ya no podía esperar más dije suavemente. "Discúlpeme Ama."

Todos se volvieron otra vez a mirarme. "Sí, Lynne."

"Siento molestarla, Ama, pero necesito ir al baño."

"¿Cómo cuántas ganas tienes de ir, Lynne?" Jugó conmigo.

"Es urgente, Ama." Todos rompieron a reír, y sé que debió haber sonado tan estúpido pero no importaba. Tenía que ir.

"¡No! La putilla tendrá que esperar." Interrumpió Kelly.

"Te diré lo voy a hacer por ti, Lynne." Dijo el Ama. "¿Ves ese reloj de la pared?" Se trataba de un gran reloj antiguo situado sobre la chimenea en el que no había reparado antes." Ahora son las 11 en punto. Te dejaré que vayas al baño a... digamos... las 11:30."

"¡No! ¡Es demasiado pronto!" Interrumpió de nuevo Kelly.

"Está bien, Kelly." Dijo el Ama, "Te dejaré que decidas cuando puede ir Lynne."

"¡A las 12 en punto!" Dijo Kelly con una sonrisa casi diabólica.

"Lo siento, Ama." Dije patéticamente. "Pero no creo que pueda esperar tanto..."

"Entonces será mejor que pongas algún periódico viejo en el suelo por si estás en un aprieto." Dijo Kelly mientras caminaba hacia mí, tomando dos ejemplares viejos del Sydney Morning Herald de debajo de la mesa de café.

Había hecho un montón de cosas humillantes para mí misma en las últimas 24 horas más o menos, pero extender periódicos por el suelo para el caso de que me meara era más humillante que cualquier otra cosa de las que había hecho... Hasta ahora.

Allí estaba yo, sobre una cama de papel de periódico observando a la aguja de los segundos del reloj moverse lentamente y lentamente alrededor de la superficie. El reloj parecía ser tan ruidoso ahora que era todo lo que podía oír.

Por eso no me di cuenta de que Kelly se movía hacia mí. Su cara estaba a solo algunas pulgadas de la mía cuando me susurró. "Así que si yo soy una putilla tortillera ¿qué es lo que eres tú?" Dejó flotar las palabras un momento y luego me pasó un gran vaso de agua fría. "¡Bébetelo!" Exigió, y lo hice de mala gana. Luego me ordenó quitarme las bragas.

"No queremos que te mees en las bragas, ¿verdad?" Dijo con presunción.

Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso para intentar retenerme. Para las 11:30 había tres vasos vacíos alineados sobre la peana como pequeños trofeos. A las 11:55 eran seis. Pero ya casi estaba, cuatro minutos y medio para acabar.

Sabía que si centraba mi mente en el reloj, podría soportar otros cuatro minutos. Pero ahora la aguja parecía detenerse en cada una de los trazos de la superficie del reloj. Cada segundo parecía más largo que el anterior. Pero se hicieron las 11:59 y observé como la aguja segundera daba su última vuelta al reloj antes de que pudiera ir.

Retenerme había llegado a ser casi doloroso, pero sabía que podía hacerlo. Los invitados a la cena hicieron la cuenta atrás de los últimos diez segundos. 5, 4, 3, 2, 1. "Excúseme, Ama." Dije tomando aire. "Son las 12 en punto, ¿puedo ir ahora al baño?"

El Ama miró a Kelly. "Kelly, ¿puede ir ahora?" Kelly miró al reloj y luego a mí.

"¡No! He cambiado de idea. Podrá ir a la una en punto."

La sala quedó en silencio, salvo por el sonido de mi orina golpeando sobre el periódico mientras me meaba.

La humillación de mearme encima delante de esta gente, y la estimulación mientras salía entre mis piernas, hicieron que me corriera. No un orgasmo abrasador, solo una liberación breve pero deliciosa de la frustración y tortura a la que había estado sujeta. Cerré los ojos y gemí suavemente mientras me corría.

Mi suave orgasmo solo duró unos segundos. Abrí los ojos y vi a todos mirándome. Todavía me estaba meando pero el chapoteo se había vuelto un chorrito, y finalmente solté lo que me quedaba dentro. Golpeó el periódico empapado otra vez sonoramente, unas pocas últimas gotas cayeron sobre el periódico desde entre mis piernas, y acabé. Mi humillación casi había pasado. Pero me encontré a mi misma deseando que no pasara.