Lynne 29: UNA CELEBRACIÓN
No les queda ningún sentimiento de dignidad o respeto propio. Las dos han rendido su honorabilidad por completo. Harán cualquier cosa que les digamos."
Lynne:
CAPÍTULO 29. UNA CELEBRACIÓN.
El restaurante giratorio de la parte superior de la torre de Centre Point en el corazón de Sydney ofrece vistas panorámicas de la ciudad y los alrededores. Una pareja estaba sentada junto a la ventana y mirando hacia el sur por encima de la ciudad. Observaban como un Boeing 747-400 descendía de la oscuridad para aterrizar en el aeropuerto de Mascot.
"Entonces, ¿las dos son ahora sumisas incondicionales, puras criaturas sexuales?" Dijo el marido de Lynne mientras volvía la cara hacia la Mujer Rubia sentada frente a él.
"Sí. No les queda ningún sentimiento de dignidad o respeto propio. Las dos han rendido su honorabilidad por completo. Harán cualquier cosa que les digamos."
"Y las más repugnantes o degradantes son las que más les gustan."
"No, son las que más adoran. Las hemos roto y vuelto a construir de la forma que las queríamos."
El marido de Lynne dejó escapar un suspiro lento y agradable y miró afuera a las brillantes luces de Sydney por debajo de él. "Siempre estuvieron donde están ahora. Solo las hemos ayudado a realizar lo que eran, y a aceptarlo."
La Mujer Rubia le sonrió, le había escuchado antes estas mismas palabras. "Ninguna de ellas tiene ya límites. La competición está a punto, cualquiera podría ganar, pero no importa quien gane."
"Estoy de acuerdo." Dijo el marido de Lynne mientras volvía otra vez la cara hacia ella. "¿Dónde están ahora?"
"Luciendo su palmito en un club de striptease." Se sonrieron mutuamente.
"Me siento como en una celebración."
"Pensé que te lo parecería." Dijo la Mujer Rubia todavía sonriente. "Acabo de conseguir la mujer para ti."
"¿Está preparada?"
"¿Importa?" Volvieron a sonreírse mutuamente. "De todas formas estoy aburrida de ella. Pero ha sido divertido jugar con ella. Es una cosita tan confusa. Tiene todo ese poder y esa fama; es una mujer tan dominante en todos los aspectos de su vida pública; y es una putilla tan sumisa en su vida privada. Es una mujer muy excepcional."
"Y está destinada a conseguir grandes cosas en su vida pública." Añadió el marido de Lynne pensativo. "Será una aliada útil... Si le permitimos triunfar."
El ascensor descendió rápidamente y el chófer ya tenía la limusina esperándoles. El camino hacia St Ives les llevó por el puente Harbour y luego a los frondosos alrededores de uno de los más ricos barrios de Sydney.
"¿Nunca antes ha estado con un hombre?" El marido de Lynne sabía que no, pero todavía lo encontraba difícil de creer.
"Nunca." Replicó la Mujer Rubia mientras caminaban por el sendero adoquinado en piedra de la casa estilo Tudor. "Es inteligente, coeficiente de inteligencia de 143, así que no queremos darle mucho tiempo para pensar."
"No me importa su CI ni como crea que es de lista o de estúpida la zorra. Dale tiempo para pensar, solo hará que sea peor para ella y mejor para nosotros." Replicó el marido de Lynne con un rastro de dureza en la voz.
La criada sonrió cuando abrió la puerta. Como todas las sirvientes femeninas llevaba una falda negra corta, medias negras, blusa blanca ligera y zapatos bajos negros y brillantes.
"Buenas noches, Ama." Dijo tímidamente. La Mujer Rubia la echó a un lado y llevó al marido de Lynne a un porche enorme y brillantemente iluminado.
"¿Te has metido el tapón anal en el culo como te dije, Kim?"
"Sí, Ama." Contestó rápidamente con un rastro de desesperación en la voz.
"Bien." Dijo la Mujer Rubia tranquila pero firmemente. "¿Dónde está Cathy?"
"La señorita Thomas está en su estudio, Ama." Llevaba horas con el tapón anal colocado torturándola, excitándola. Todo lo que necesitaba ahora para correrse era el permiso de su Ama.
Catherine Anne Thomas era la propietaria de la casa. Era solo una niña cuando su padre las había dejado, a su madre y a ella, por una modelo de bañadores de 18 años con su madre embarazada de siete meses de Catherine. Su padre dejó a su madre con un buen acuerdo de divorcio y un odio recocido contra los hombres: Catherine heredó las dos cosas de su madre. Y justo con 31 años estaba a punto de ser nombrada para una importante cartera ministerial.
Era una típica política de derechas. Predicaba las virtudes de 'la familia', y lamentaba el declive en los 'valores morales'. Era antiabortista, se oponía a la igualdad de derechos para las parejas homosexuales y muy decidida defensora de la censura. Como la mayoría de los que son como ella su mayor fuerza era la hipocresía.
Era una mujer atractiva e inteligente; razonablemente esbelta, con pelo castaño hasta los hombros y pechos pequeñitos. Tenía cuatro pasiones en su vida. El poder, la riqueza, las bellas mujeres y el someterse a su 'Ama', la Mujer Rubia.
Las dos primeras las perseguía bajo la luz y con la adoración de la opinión pública y los medios. Sin embargo sus otras pasiones las perseguía con un grado obsesivo de secretismo y discreción. Afortunadamente no hay escasez de lesbianas de ordenador en el Parlamento Federal o en la Galería de Prensa de Canberra que estén tan paranoicas con el secretismo y la privacidad como ella misma.
Muy pocas personas conocían la otra vida de Catherine, desgraciadamente para ella la Mujer Rubia era una de ellas. Catherine la había conocido hacía dos años en una cena de recogida de fondos. Catherine quedó prendada de ella desde el momento en que la vio. El aura sexual que rodea a la Mujer Rubia había sido tan intoxicante y adictiva para Catherine como lo había sido para Lynne y Kristy y otras. La Mujer Rubia jugó con ella toda la noche.
Era tarde cuando Catherine estaba delante del espejo en el baño de señoras ahuecándose el pelo y repasando el maquillaje. La Mujer Rubia entró tras ella y suavemente dejó descansar sus manos sobre la suave piel de los hombros desnudos de Catherine y se miraron mutuamente a los ojos a través el espejo. Nadie habló, no era necesario. A los pocos minutos estaban en la cama, en la habitación de Catherine en el piso 17. Sus cuerpos entrelazados en un caliente frenesí de pasión y lujuria.
Catherine y la Mujer Rubia compartieron varias noches de placer en los meses siguientes. Catherine nunca había disfrutado tanto del sexo en su vida como lo hacía con la Mujer Rubia. No estaba enamorada de ella, no se permitiría amar a nadie, pero había noches en las que ansiaba el suave toque de sus manos y su lengua.
La Mujer Rubia percibió el lado sumiso de Catherine la primera vez que hicieron el amor, y lentamente cambió la forma en que lo hacían. Cada vez que estaban juntas la Mujer Rubia hacia a Catherine bajar otros cuantos escalones por un camino que aún no sabía a donde la llevaba.
Catherine había sido tan fácil de manipular como Lynne o Kristy y cuando llegó el momento la Mujer Rubia le enseñó a Catherine aquello sobre lo que solo había fantaseado.
La había llevado a que las esclavas les sirvieran la cena y las entretuvieran. Catherine vio las jaulas donde estaban las esclavas; y vio sobrecogida como flagelaban con violencia a una mujer en la mazmorra. En cuestión de pocos días era Catherine la que estaba atada al poste de flagelación mientras la Mujer Rubia la azotaba y la maltrataba.
Durante los siguientes dos años Catherine se sometió a la Mujer Rubia cuando se presentaba la oportunidad; pero siempre solo con la Mujer Rubia; nadie más conocía esta faceta suya; y nadie la conocería nunca. Lo llamaban 'jugar' pero nunca fue un juego para la Mujer Rubia.
Pero últimamente la pasión de Catherine por el poder y el éxito era más importante para ella que el placer físico y emocional que recibía de las manos del 'Ama'. Catherine tenía límites sobre cuándo y cómo se sometería a su Ama; y a la Mujer Rubia no le interesaban las mujeres con límites.
Catherine confiaba en muy poca gente, pero la intimidad y el éxtasis que compartía con la Mujer Rubia la habían llevado a confiar en ella por completo. Había contratado a Kim por recomendación de la Mujer Rubia.
Los rebuscadores de fango habían escudriñado su pasado y no había salido nada que arrojarle. Catherine había cometido pocos errores en su vida; todavía no sabía que confiar en la Mujer Rubia era un error; y mucho menos el gran error que era.
Estaba sentada tras una enorme mesa de roble de Tasmania viendo una cinta de una entrevista que le habían hecho previamente en 'Asunto de Actualidad' ('A Current Affair'). Su habilidad para debatir, su inteligencia, su habilidad para tener los pies en la tierra y la forma cruel de perseguir a los que se le oponían eran casi atemorizadores. A veces durante un debate Catherine se colocaba todo lo cerca que era posible de hacer sangrar a un oponente usando solo palabras. No tenía tiempo para los puntos de vista distintos del suyo.
Pero tenía dificultades para concentrarse; había acordado encontrarse más tarde con la Mujer Rubia. Se retorcía sin descanso en la silla anticipando lo que la esperaba.
Kim llamó suavemente a la puerta. Esta vez no lo necesitaba, su Ama estaba allí, pero se sentía todavía intimidada en presencia de Catherine.
"¡Qué quieres!" Catherine no apartó los ojos de su imagen en la tele.
"Um... Disculpe Señorita." Dijo Kim mansamente.
"No es lo que ella quiera lo que importa, Cathy." Dijo fríamente la Mujer Rubia.
La cabeza de Catherine giró en dirección a la voz familiar.
El comportamiento de Catherine no presentó indicios de sorpresa o preocupación cuando vio a la Mujer Rubia y a un hombre que no conocía entrar en su estudio. Se puso en pie con garbo; su cara resplandeciente con la mueca de una sonrisa que había aprendido a temprana edad.
"Has venido antes." Dijo con calma, luego miró recelosa al hombre que no conocía. Sabía que algo iba mal pero no estaba segura de que era. "¿Y quién es este caballero que te acompaña?"
"Cierra la puta boca, Cathy." Dijo bruscamente la Mujer Rubia mientras soltaba de golpe sobre la mesa un maletín.
"Sal y cierra la puerta tras de ti, Kim." Dijo Catherine, aparentemente todavía sin alterar por lo que estaba ocurriendo.
"Se te ha dicho que cierres la boca, jodida tortillera viciosa." Le soltó Kim. Había estado meses esperando para decirle algo semejante a aquella zorra estirada. Exteriormente Catherine permaneció tranquila. Sus ojos iban de Kim al marido de Lynne y luego a la Mujer Rubia.
"Bien." Dijo Catherine en tono mesurado. "¿Qué es exactamente lo que queréis?" Su cara todavía mostraba la falsa sonrisa.
La sonrisa desapareció en un grito entrecortado cuando el marido de Lynne la agarró por la garganta y le acercó la cara a la suya. Nadie la había tratado así antes, excepto la Mujer Rubia cuando estaban jugando. Por primera vez en mucho tiempo Catherine se sintió asustada. El marido de Lynne podía ver el miedo en sus ojos, y le gustaba.
"Si no cierras la jodida boca te la cerraré yo. ¿Entendido?"
Todo en la sala quedó en silencio, pero la sala estaba todavía llena de la voz de Catherine Anne Thomas. Su voz salía de la TV; la cinta con su entrevista seguía reproduciéndose.
"El declive de los valores morales en este país debería ser una preocupación para todos los australianos decentes. La familia es la piedra angular sobre la que..."
"Esta jodida habla un montón." Dijo el marido de Lynne mientras agarraba el mando de la mesa y pulsaba el botón de apagado. "Todo lo que haces es decir mierdas, comer coños y suplicar que te azoten ese culo gordo."
"Y no es muy buena comiendo coños, en cualquier caso." Dijo la Mujer Rubia con sarcasmo. "Estoy aburrida de ti, Cathy. Pero he pensado que jugaría contigo una vez más; en honor a los viejos tiempos... Kim." Kim se colocó en el centro de la sala. "¿Puedes sentir ese gran tapón de plástico apretado en tu pequeño ojete, Kim?"
"Sí, Ama." Contestó con suavidad Kim, cerrando los ojos un instante mientras hablaba. "Puedo sentirlo metido en mi culo, Ama."
"¿Te gusta como se siente, putilla?"
"Me encanta como se siente, Ama. Está ensanchando mi ojete." La voz de Kim temblaba levemente mientras hablaba y miraba con sumisión a los ojos de su Ama.
"Aprieta tu ojete a su alrededor, Kim, aprieta el agujerito de tu culo alrededor de esa cosa que tienes clavada dentro."
Vieron como Kim echaba hacia atrás los hombros y tensaba el cuerpo mientras apretaba el ojete alrededor del consolador anal de plástico. La expresión de su rostro mostraba el intenso placer que se estaba produciendo a sí misma.
"Más prieto, putilla, aprieta tu agujerito con más fuerza."
"Sí, Ama..." Gimió suavemente Kim.
"Ahora haz que tu ojete lo agarre. Apriétalo y suéltalo y apriétalo de nuevo." Vieron como el cuerpo de Kim se tensaba y se relajaba mientras su cuerpo agarraba la cosa de plástico que tenía dentro. "Sigue haciéndolo, Kim. Cierra los ojos y concéntrate en tu prieto agujerito con ese gran tapón clavado en él."
"Sí, Ama..." Gimió suavemente Kim.
"A Kim le encanta tener cosas metidas por el culo." Dijo la Mujer Rubia a Catherine. "Pollas, velas, lenguas, vibradores. Puede correrse solo por tener un consolador anal metido en el culo. ¿Verdad Kim?"
"Sí, Ama." Jadeó Kim, el rostro sonrojado, las bragas de seda chorreando los jugos que ahora fluían de su chocho afeitado.
"Muestra a Catherine como te excitas, Kim."
"Sí, Ama. Gracias, Ama."
El marido de Lynne vio la expresión de la mirada de Catherine. Era una expresión que conocía bien. Una expresión que había visto muchas veces en muchas mujeres. Dejó que siguiera y vio como miraba a Kim.
"Ni siquiera tendrá que tocarse, Cathy. Es algo... obsesa analmente, pero es una buena putilla."
La sala estaba en silencio a excepción de la pesada respiración de Kim. Catherine se limitaba a mirarla. Su cuerpo se tensaba y relajaba mientras apretaba el ojete alrededor de la cosa de plástico que tenía dentro. "Se siente tan bien, Señorita." Gruñó Kim suavemente. "Hago que mi ojete lo agarre así... Y luego lo suelto y lo vuelvo a agarrar. Es como si alguien me estuviera tocando el ojete."
Su respiración se hizo más pesada, más rápida. "Lo he tenido en el culo durante horas, Señorita; ensanchando mi ojete; moviéndose dentro de mí mientras andaba; apretándose dentro de mí cuando me sentaba. Y cuando me doblaba..."
Kim no habló más después de eso, no podía. Allí estaba, haciendo que su cuerpo lo agarrara, sintiéndolo dentro, gimiendo más sonoramente a medida que se acercaba su orgasmo.
El rostro de Catherine estaba sonrojado, su respiración también era pesada ahora, mientras observaba como se excitaba Kim. Kim gemía sonoramente mientras su cuerpo lo agarraba cada vez más deprisa. Juntó más las piernas y gruñó sonoramente. Ahora sentía más grande lo que llevaba dentro; estar así hacía que se ensanchara más su ojete. Tenía las manos en los costados, cerrados los puños, los nudillos poniéndose blancos.
"¿Puedo correrme, Ama?" Jadeó desesperadamente. "¿Puedo correrme, por favor?"
"Tendrás que pedírselo a Catherine. Todavía eres su criada."
"¿Puedo correrme, por favor, Señorita ... Por favor?"
La voz de Catherine tembló mientras contestaba: "Sí."
Kim cerró los ojos y gruñó sonoramente mientras el orgasmo sacudía su cuerpo. Sus gruñidos se hicieron más ruidosos a medida que aumentaba la intensidad de su orgasmo; echó la cabeza atrás y gritó cuando llegó al pico y lloriqueó suavemente mientras se disipaba lentamente."
"Gracias, Señorita." Jadeó mientras las últimas oleadas de placer se abatían sobre ella.
La expresión de la cara de Catherine era ahora diferente de la que tenía unos minutos antes. El desafío había desaparecido; tenía una mirada vidriosa casi insensible. La entrepierna de sus bragas de seda blancas estaba manchada, podía sentir la humedad al filtrarse.
El Ama abrió el maletín que había soltado antes sobre la mesa y le tiró un uniforme rojo de esclava y un collar de perro y la correa sobre la mesa delante de ella.
"¿Quieres jugar una vez más, Catherine?" Pregunto el Ama tentándola. Vio que Catherine miraba al marido de Lynne y a Kim, nerviosamente. "Esta gente es de fiar. Podía haberte 'sacado a la luz' hace mucho tiempo si hubiera querido, Catherine, tu secreto está a salvo. ¿Quieres jugar una vez más, Catherine? Nunca antes has jugado con otra gente delante... Nunca antes has jugado con un hombre. Sabes que lo deseas."
"No. No puedo..." Quería decir que sí tan desesperadamente. "¿Por qué no podemos seguir como antes?" Suplicó suavemente. "Siempre te lo habías pasado bien jugando conmigo antes, ¿por qué tenemos que dejarlo ahora...?"
"Porque estoy aburrida de ti, puta. Eres una fulana barata que desea fingir que es alguna otra cosa. Tengo mujeres más interesantes que tú con las que jugar, Catherine. Mira a Kim, es mejor puta que tú. Es más atractiva y tiene un cuerpo mucho mejor que el tuyo; y tiene un chocho bonito, tú no."
"Nunca me ha gustado tu chocho peludo, Catherine. Tu chocho debería ser afeitado; todas las putas deberían tener los chochos afeitados." Catherine se lamía los labios nerviosamente mientras el Ama la insultaba.
"Por favor no..." Dijo Catherine en voz baja, pasando los dedos por el tenue y sedoso material del pañuelo de su mesa. El pañuelo que se ponía alrededor del cuerpo cuando su 'Ama' jugaba con ella. "Por favor, no te vayas."
Catherine necesitaba estar una vez más con su 'Ama'. Sería su última oportunidad de dejar salir las fantasías que la habían perseguido durante tanto tiempo. Había tenido las fantasías bajo control hasta que conoció a la Mujer Rubia; y las controlaría otra vez cuando la Mujer Rubia estuviera fuera de su vida; pero necesitaba esta última vez con ella.
Catherine se echó de rodillas delante del Ama. "Por favor, quédese Ama, por favor quédese y déjeme ser su esclava." Ahora era suya para hacer con ella lo que quisiera.
Kim vistió a Catherine con el uniforme de esclava rojo y la llevó a la sala de estar por la correa enganchada al collar de perro que le rodeaba el cuello. La hizo dar la vuelta a la sala, haciéndola desfilar para el Ama y el marido de Lynne, sentados juntos en un sofá de cuero.
"Es muy plana." Dijo el marido de Lynne mirándola decepcionada. "No es nada guapa, su tetas son demasiado pequeñas y pesa más de la cuenta."
"¿Estás pensando solo en su culo?" Dijo el Ama haciendo gestos a Kim para que la acercara. "Tiene el culo gordo, pero el resto del cuerpo no está tan mal."
"No es solo el culo, está gorda; es una puta gorda. ¿Verdad?"
"Sí, Amo, soy una puta gorda." La voz de Catherine temblaba. Nunca antes había sido exhibida a un hombre de esta manera. Nunca antes había llamado Amo a un hombre. Hacía que se le humedeciera su chocho peludo.
"Me gustan bastante sus tetas. Tienen una forma poco corriente, y sus pezones son mucho mayores cuando se excita, como puedes ver." Dijo el Ama mientras avanzaba la mano y estrujaba los tiesos pezones de Catherine. "Pero tiene el chocho más feo que he visto en mi vida." Hizo una pausa y la miró a los ojos. "Enséñaselo." Las manos de Catherine temblaban mientras levantaba la parte delantera de su minúscula falda de esclava. Nunca antes había mostrado su chocho a un hombre. El marido de Lynne la miró con una expresión de asco en la cara.
"Tienes un chocho feo, puta." Pasó levemente los dedos por los labios húmedos. Catherine gimió suavemente. "Sí, Amo, tengo un chocho feo, un chocho peludo y feo." Su voz revelaba excitación, la cara llena de lujuria. Volvió a gemir, ahora más alto, cuando su dedo le tocó el clítoris.
"Se la puede echar un polvo." Dijo el marido de Lynne mirándola. "Pero tendrá que estar afeitada antes. Llévatela y prepárala para mí."
"Sí, Amo." Dijo Kim inclinando la cabeza.
Catherine estaba de nuevo ante ellos a los pocos minutos. "¿Se portó bien mientras la afeitabas, Kim?"
"No, Ama. Estuvo todo el tiempo tocándose. Es una puta tan salida."
"Ella quería que me tocara." Dijo enfadada Catherine. "Quería que me arrodillara en el suelo y le lamiera los zapatos y me tocara."
"Considérate afortunada de que Kim te considere de valor para lamerle los zapatos, putilla. ¿Debo tomarlo como que no hiciste lo que te dijo?"
"No, Ama. Solo es una criada. Yo..."
"Crees que eres demasiado buena para lamerle los zapatos, ¿verdad, puta?" La cabeza de Catherine se hundió. "Sí, Ama."
"Bien, pues no lo eres. Échate al suelo y lámele los zapatos y dile que sientes haber sido una puta tan estirada."
Catherine se echó al suelo y empezó a lamer los zapatos de su criada. "Lo siento, soy una zorra tan estirada." Dijo mientras la lengua dejaba un rastro de saliva sobre los brillantes zapatos negros de Kim. "Lo siento soy una jodida puta tan estirada."
"Eso está mejor." Dijo el Ama. "Ahora, enséñanos otra vez el chocho."
Catherine gimió suavemente mientras estaba allí sujetándose la minúscula falda con el marido de Lynne y el Ama mirando su chocho recién afeitado. "Sigue siendo feo." Dijo el marido de Lynne pasándole otra vez el dedo por encima de los labios y del clítoris. Catherine gruñó sonoramente y se le doblaron involuntariamente las rodillas.
"Tranquila, puta." Le chilló el Ama mientras deslizaba un dedo dentro del húmedo chocho de Catherine. El dedo del marido de Lynne todavía estaba rozando su clítoris; Catherine nunca había sido tocada antes de esta manera por un hombre, aún menos tratada así. Solo había hecho el amor con mujeres, solo se había sometido a la Mujer Rubia.
"¿Puedo correrme, por favor, Ama." Jadeó desesperadamente. Todos se rieron de ella.
"No, no puedes correrte, sucia putilla. ¿Veis lo que decía de ella? La putilla quiere correrse ya." Dijo el Ama despiadadamente. "Es una putilla tan salida; una putilla tan egoísta."
"Soy una putilla salida. Soy su putilla salida, Ama."
Catherine cayó de rodillas y empezó a lamer los zapatos del Ama. "Soy su sucia putilla, Ama, soy su fulana, soy su esclava." Su lengua trazó un camino ascendente por la pierna del Ama. El Ama la retiró y se colocó sobre ella.
"Cómeme, putilla."
Catherine gateó por ella y le levantó la parte delantera del vestido, no tenía bragas. "Oh, dios, Ama. Tiene un coño tan bonito." Catherine lamió desde los muslos del Ama hacia arriba y hasta el coño. El Ama miró a Kim. "Ya sabes lo que tienes que hacer."
"Sí, Ama." Kim se arrodilló detrás de ella y levantó la parte trasera de su vestido. El marido de Lynne observó como el Ama disfrutaba de la sensación de tener la lengua de Catherine en su coño y la de Kim en su culo.
"En el clítoris, puta." Gimió el Ama suavemente. Agarró a Catherine del pelo y le empujó la cabeza contra su húmedo coño mientras la lengua de Kim se deslizaba dentro y fuera de su ojete.
"Por el exterior de mi ojete, Kim, pasa la lengua por el exterior de mi ojete. Lámeme más rápido el clítoris, Cathy, más rápido... Sí, mis putillas. Eso es... Eso es lo que le gusta a vuestra Ama."
Ahora gemía ruidosamente, follándose la cara de Cathy mientras la sujetaba del pelo con las dos manos. "Ahora, clávame la lengua en el culo, Kim, hasta el fondo. Sí, eso es. Sigue lamiéndome el clítoris, Cathy, más deprisa. Lámemelo más deprisa, putilla... Ahora, clávame la lengua dentro, Cathy..."
El Ama se corrió mientras la lengua de Cathy se deslizaba dentro de su coño húmedo. Fue muy escandalosa cuando se corrió. Gritando a sus putas que clavaran sus lenguas en su interior. Las retiró cuando acabó con ellas y se arregló las arrugas del vestido antes de volverse a sentar junto al marido de Lynne en el sofá.
Catherine estaba tumbada en el suelo, con las manos entre las piernas, con los dedos sondeando su chocho húmedo y afeitado. "Deja eso, putilla." Dijo el Ama enfadada. "Nadie te dijo que te tocaras."
"Lo siento, Ama, no puedo soportarlo, tengo que correrme... tengo que hacerlo."
El marido de Lynne se puso en pie, se quitó el cinturón y azotó con fuerza a Cathy en el culo. Chilló sonoramente pero siguió tocándose. Volvió a golpearla.
"Déjalo, sucia putilla."
"Lo siento, Amo." Jadeó Catherine, después de sentir por tercera vez el aguijón del cinturón en el culo.
"Levántate, zorra." Catherine se arrodilló delante de él.
"Pónmela dura. Quiero follarte ahora."
"No sé como hacerlo, Amo. Nunca antes he estado con un hombre."
"Kim te lo mostrará." Kim rápidamente se arrodilló junto a Catherine y le desabrochó los pantalones, metió la mano y le sacó la polla.
"Así, Señorita." Dijo lamiendo suavemente la cabeza de la polla y luego sorbiéndola dentro de la boca. Catherine probó por primera vez el sabor de la polla. La lamió y la chupó, aumentando su pasión mientras la polla se hinchaba en su boca.
"Suavemente, Señorita." Susurró Kim. "Sea delicada."
Cuando ya la tuvo dura el marido de Lynne empujó a Catherine al suelo.
"Por favor, Amo, no puedo... No tengo ningún control de natalidad... yo..."
"Ese es tu problema." Catherine veía su polla desde donde estaba tumbada en el suelo, podría hacer lo que quisiera con ella. Agarró una pierna de Catherine, la arrastró hasta donde le pareció, se echó encima de ella y le clavó la polla dentro. Gimió sonoramente mientras sentía por primera vez en su vida una polla de verdad dentro de ella. Se la folló lentamente al principio y luego cada vez más deprisa hasta que Catherine estuvo a punto de correrse y entonces se salió.
"Quiero correrme en tu boca."
"Oh, dios, sí." Gruñó Catherine. "Haz que chupe tu polla. Haz que me trague tu corrida."
La agarró rudamente del pelo y le folló la cara hasta que le llenó la boca con la corrida. Se tragó hasta la última gota y luego le limpió ansiosamente la polla hasta dejarla limpia. Catherine había saboreado por primera vez la corrida de un hombre. Les vio arreglarse la ropa y caminar hacia la puerta.
"No pueden dejarme así, Ama. Por favor, no me he corrido todavía."
"No me interesa si te has corrido o no, puta. Te dije que estoy cansada de ti." Catherine estaba en el suelo restregándose su húmedo chocho mientras el Ama hablaba, intentando correrse mientras todavía tenía audiencia. "Disfruta de los frutos de la Alta Política, Cathy. Sé que tú siempre me recordarás, pero ciertamente yo no te recordaré."