Lynne 2: La cena

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Lynne:

CAPÍTULO DOS: LA CENA

Al principio lo que había ocurrido en la fiesta de la noche anterior parecía más un sueño que un recuerdo. Pero después de revivirlo todo a través de sus propias  palabras, mientras lo escribía en el diario, Lynne supo lo muy real que era todo.

Había querido hablar de ello con su marido, pero no sabía que decir, y él no había dicho nada excepto que escribiera en el diario lo que había pasado. Y se había follado a aquella zorra rubia, sabía que lo había hecho. Estaba tan confusa, más que nada por no sentir culpa ni vergüenza por lo que había hecho. Todos los recuerdos de los acontecimientos de lo que hizo la noche pasada hacían que se humedeciera muy rápidamente.

Lynne estuvo tocándose entre las piernas para jugar consigo misma mientras escribía. No tuvo que forzarse demasiado, nunca había sentido el deseo de masturbarse tan desesperadamente como ahora. Cuando terminó de escribir sobre lo que había pasado en la fiesta se inclinó sobre su mesita de noche y pasó la mano por la esquina del fondo a la izquierda. Una sensación de alivio la recorrió cuando pasó la mano alrededor del duro vibrador de plástico.

No solo quería masturbarse, tenía que hacerlo. Se soltó el cinturón de su bata y lentamente deslizó sus bragas empapadas piernas abajo, y las tiró sobre la cama a su lado. El vibrador ronroneó cuando apretó el botón del extremo, y se lo llevó a la boca. Lamió dos veces la punta y luego se la pasó por sus rígidos pezones.

Gimió suavemente mientras serpenteaba con el vibrador por la suave piel de su estómago y luego por el interior de sus muslos. Lo mantuvo contra los hinchados labios de su coño y volvió a gemir cuando empezó a deslizarlo dentro de ella.

Sentía el orgasmo inflarse en su interior mientras se masturbaba. De experiencias anteriores sabía como hacer más intenso su orgasmo. Llegaría hasta el borde follándose con el vibrador, luego, justo cuando empezara a correrse, lo sacaría y lo apretaría con fuerza contra su clítoris. Ese era casi el momento. "¡Que coño estás haciendo!"

La voz de su marido, teñida de enfado, la sacó del trance sexual en el que había estado. Le miró, la habitación silenciosa, excepto por el sonido del vibrador. "Um...  solo estaba..." Le arrebató el vibrador y lo miró con disgusto. "Solo estabas follándote a ti misma con un trozo de plástico, ¡como cualquier aburrida, frustrada y jodida ama de casa!" rugió.

"Lo siento yo..." No podía mirar a su marido.

"¿Dónde conseguiste esto?"

"En una reunión de presentación de lencería, en casa de Jana el año pasado... pero nunca lo había usado... Esta es la primera..."

"¡JODIDA MIERDA! ¡No me mientas, Lynne! ¿Con que frecuencia usas esto?"

Levantó la mirada hacia él, las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas. "No mucho, no lo uso mucho.... sólo algunas veces si estás fuera o..."

No podía entender por qué su marido estaba tan disgustado y furioso con ella. La noche pasada la había dejado sola con una docena de hombres. Sabiendo que todos ellos iban a irse sobre ella. Por lo que él sabía todos se la podían haber follado, no solo correrse en la boca o eyacular sobre ella. De modo que por qué estaba tan descolocado por haberla encontrado masturbándose en la intimidad de su propia cama.

"NUNCA usarás esto otra vez sin preguntarme primero, ¿entendido?"

Asintió con la cabeza, pero no lo entendía.

"¡Nunca te volverás a masturbar sin preguntarme primero!" Ahora su voz parecía más calmada.

"Sí, lo siento." Dijo suavemente. "Nunca lo volveré a usar sin preguntarte."

"¡Ni a masturbarte!" Exigió.

"No... no lo haré... Lo siento.. No me volveré a masturbar sin preguntarte primero."

Sus palabras llevaron la calma al rostro de él, y le sonrió cálidamente.

"Me alegra que lo entiendas, Lynne. Ahora lávate. He preparado algo de almuerzo para nosotros." Con esto tiró el juguete todavía vibrando cerca de ella sobre la cama y salió de la habitación. Ella deseaba desesperadamente acabar. Estaba tan cerca. Pero no quería que la pillaran otra vez. Sabía que tendría que esperar.

Se volvió a duchar, y se puso unos pantalones cortos ceñidos de algodón y una camisa blanca, atada con un nudo bajo sus pechos. A su marido siempre le había gustado que se vistiera así, y todo lo que quería en este momento era tenerle contento. Se sentía nerviosa mientras se ponía algo de maquillaje, nerviosa por almorzar con su marido.

Lynne deambuló por la casa buscando a su marido, oía su voz desde el estudio. "¡Llama antes interrumpir en una habitación, Lynne!" Le espetó, la mano sobre el micrófono del teléfono.

"Lo siento..." Replicó rápidamente, nerviosa. "Te volveré a llamar." Dijo tranquilamente por el teléfono y colgó. "Esta es otra cosa que no volverás a hacer, ¿verdad Lynne?" Asintió dócilmente. "No, no lo volveré a hacer."

Almorzaron al sol en el patio trasero. La atmósfera era tensa, la conversación forzada y trivial. Él no quería hablar de la noche pasada, y ella no iba a forzar el tema. "Pensé que saldríamos a cenar esta noche." Dijo él. "Eso sería maravilloso, cariño." Una agradable cena romántica era justo lo que necesitaban. La noche pasada había sido un gran error, ahora lo sabía. Había herido a su marido, y quería hacer las paces con él. La cena sería un buen comienzo.

La fiesta donde había actuado de un modo que nunca hubiera pensado que fuera posible había sido la noche del viernes. Su marido la había pillado masturbándose el sábado por la mañana, y ella había pensado que una cena romántica la noche del sábado ayudaría a empezar a poner en orden las cosas entre ellos.

Ahora era domingo por la mañana y estaba tumbada sola en la cama, recién duchada y con su albornoz blanco, leyendo de nuevo el diario.

No sé que me había ocurrido desde la noche de la fiesta del viernes. Todo es distinto ahora. Pensaba que solo se trataba de un error. El vino, la hierba, las cosas habían ocurrido ¿no es cierto? ¿O es que mi marido se había casado con un putón?

Después del almuerzo del sábado mi marido sugirió que me echara la siesta. Me quedé dormida enseguida, todavía agotada por la noche anterior. Pero mi sueño se pobló de evocaciones de la mujer rubia. Me hacía cosas. Cosas que nunca hubiera soñado un día antes. Me levanté con la mano entre las piernas, con el coño otra vez empapado.

Mi marido entró en la habitación en cuanto me levanté y me retiró la mano de la entrepierna como quien pilla "in fraganti" a un ladrón. "Te he preparado un baño." Dijo indiferente. Me remojé en el agua caliente con burbujas durante una hora, bebiendo el champaña que mi marido me había traído. Me dijo que me pusiera mi mejor vestido, "ese negro tan bonito".

Pasé una hora preparándome. Bragas tipo tanga, sostén y ligas de encaje negro, medias negras muy finas y zapatos de tacón negros. Estuve una eternidad asegurándome de que el maquillaje fuera adecuado, de que la cantidad de perfume fuera correcta. Finalmente me puse en pie y me miré en le espejo. Tenía buen aspecto. Nada que ver con el de aquella mujer del garaje de la fiesta de la noche pasada.

Charlamos y nos reímos felices mientras conducía hacia la ciudad. No me diría donde íbamos a cenar. Quería sorprenderme. Admiré a mi marido bajo la luz de los coches que pasaban y las de la calle. Siempre había sido un hombre guapo. Pero esa noche parecía aún más atractivo y excitante de lo que le había visto antes con su ropa deportiva y corbata. Había visto esa ropa antes pero el hombre que la llevaba parecía distinto de alguna forma.

Pasamos la señal de Coca-Cola de Kings Cross y nos dirigimos hacia Elizabeth Bay. Me sorprendí cuando nos paramos frente a una casa renovada en Roslyn Gardens. Seguí a mi marido escalones arriba y estaba a punto de preguntarle que pasaba cuando la mujer rubia abrió la puerta.

Besó a mi marido en la mejilla. "¿Te acuerdas de Lynne?" Dijo sin mirarme, ella me miró pero no dijo nada.

Mi cabeza iba a toda prisa, no entendía nada. ¿Qué pasaba? ¿Por qué estábamos aquí? ¡Por qué estaba Ella aquí! Caminaron del brazo y les seguí hasta una enorme sala de estar. La casa y todo en ella casi apestaba a dinero.

Se sentaron en un gran sofá de piel, con uno idéntico enfrente, con una enorme mesa de café de madera labrada en el centro. Un pequeño fuego crepitaba en una chimenea ornamental a su derecha. Yo estaba tras el sofá frente a ellos intentando imaginar que demonios pasaba allí. Desde donde estaba podía ver un comedor con una gran mesa redonda de roble de Tasmania en el centro. La mesa estaba puesta, con vajilla, cubertería y cristalería cara. Un magnífico candelabro estaba, apagado, en medio de la mesa. Había ocho puestos preparados. Seguramente no íbamos a tener aquí nuestra cena romántica. ¡Con Ella!

"¿Qué es...?" Empecé a hablar, pero una mirada de la mujer rubia me enmudeció de inmediato.

"¿Siempre hablas así a tu marido?" Dijo como si regañara a un niño. "No... Lo siento... Solo me preguntaba si..." La expresión de sus ojos me hizo callar. Tenía una presencia, un aire de autoridad que no podía evitar someterme.

"Te preguntabas si íbamos a cenar aquí, ¿verdad?" Asentí humildemente. "Pues sí." Dijo con una sonrisa casi malvada en la cara. "Y tú nos servirás la cena. Ven conmigo." Miré a mi marido pero estaba mirándola a ella.

No quería seguirla hacia el recibidor pero lo hice. "Entra aquí." Dijo bruscamente, mientras me llevaba a un dormitorio. Como el resto de la casa estaba profusamente decorado, con techos muy adornados. Contra una pared había una cama grande con dosel, frente a ella un vestidor a juego.

La mujer rubia se movió hacia un canapé de estilo isabelino con una mesa baja frente a ella. Me senté donde me indicó y ella se sentó junto a mí. Había una botella de champaña en una cubitera con hielo sobre la mesa frente a nosotras. La misma marca que la que mi marido me había ofrecido para que me relajara en el baño.

"Sirve copas para las dos, Lynne." Dijo suavemente la mujer rubia. Mi mano temblaba mientras servía el champaña y tuve que esforzarme para no derramarlo. "Bébetela y sírvete otra." Dijo con voz exigente que parecía obligarme a obedecer. Los ojos se me aguaron mientras pugnaba por beberme el gran vaso de un golpe, pero lo hice, y me serví otro mientras ella hablaba.

"Te divertiste la pasada noche ¡verdad Lynne!" Iba a hablar pero levantó la mano y permanecí en silencio. "Te divertiste mucho la pasada noche. Y yo me divertí contigo, como todos aquellos hombres. Pero tu marido se sintió un tanto... desplazado. Lo mismo que esta mañana cuando te pilló masturbándote." Casi se me cayó el vaso. Se lo había contado a ELLA.

"Eres una putilla egoísta, ¿verdad Lynne?" La miré y contesté con dureza. "¡No soy una puta!" Una sonrisa le iluminó la cara mientras decía. "No, desde luego que no. Eres toda clase, ¿verdad Lynne?" Tomó un sorbo de su vaso y dijo firmemente. "¡No vuelvas a interrumpirme, Lynne!" Se detuvo dejando que su orden flotara un momento en el aire.

"¿Quieres a tu marido, Lynne?" Quería contestar pero no sabía si debía. ¿Cómo podía mi marido no saber lo mucho que le amaba?

"¡Todo lo que tu marido y yo esperamos de ti esta noche es que hagas lo que se te diga! No tuviste ningún problema en hacer lo que todos aquellos hombres con sus grandes pollas te dijeron que hicieras la noche pasada, ¿verdad Lynne? Le dije a tu marido que pensaba que eras una putilla egoísta que solo se interesaba en ella misma. Es por eso por lo que te tiraste a todo el que quisiste la noche pasada y es por eso por lo que te follaste a ti misma como una colegiala salida con tu gran juguete esta mañana. Pero tu marido no estaba de acuerdo. Cree que compartirás tu diversión con él esta noche, haciendo lo que nosotros queramos. Él cree en ti. Te ama. Pero veremos quién tiene razón."

"¡Haré todo lo que él me pida!" Dije desafiante.

"Espero por tu marido que lo hagas." Dijo ominosamente. "Y eso significa hacer lo que se te diga, sin vacilaciones."

"Ella no me dejará mal." Dijo mi marido desde la puerta. "Confío en ella."

Le miré, quería agradarle, hacer las paces por las cosas que habían hecho que se enfadara.

"Haré lo que tú quieras, lo que ella quiera. Nunca más te defraudaré." Me sonrió y se fue, cerrando la puerta tras él.

La mujer rubia me explicó lo que se esperaba de mí. Había ocho para cenar incluidos ella y mi marido. Tenía que servir la comida y las bebidas, y hacer cualquier otra cosa que se me dijera. Tenía que dirigirme a todas las mujeres, incluida ella, como 'Señora', y a todos los hombres, incluido mi marido, como 'Señor'.

Toda la charla sobre servir a la gente, y hacer todo lo que se me dijera empezaba a agitar algo en mi interior. Algo que había encontrado dentro de mi misma en la fiesta de la pasada noche. Me gustaba hacer lo que me dijeran. Me gustaba que se me exhibiera. Me gustaba ser humillada. Y sabía que era eso lo que me iban a hacer. Y mi coño empezaba a humedecerse al pensar en ello.

"No defraudaré a mi marido, y no te defraudaré." Dije. Y era lo que quería decir. La otra cosa que había aprendido de mi misma era que quería agradar a la mujer rubia casi tanto como quería agradar a mi marido. Lo que había ocurrido en la fiesta lo había cambiado todo. No era posible intentar negarlo ahora.

La mujer rubia me miró de arriba abajo, estaba satisfecha con mi respuesta, y la sinceridad con la que la había dado. "Es un vestido precioso" dijo. "Pero no lo necesitarás esta noche. Bébete lo que te queda del champán y quítatelo." Dudé solo un instante pero sentí su descontento, así que me esforcé en tragar el champán y me levanté abriendo la cremallera de la parte trasera de mi vestido. Ella bebía el champán mientras miraba como me deslizaba fuera del vestido. "Déjalo en la cama y quítate todo lo demás."

Hice lo que me decía y estaba dejando las bragas en la cama cuando se abrió la puerta y entró en la habitación una mujer joven y atractiva con pelo negro muy corto.

Mi primera reacción instintiva habría sido cubrirme, pero no lo hice. En vez de ello me volví para que pudiera tener una mejor vista de mi persona. Llevaba un uniforme de doncella francesa, completado con la cofia blanca, y llevaba otro en la mano.

"He traído el uniforme de Lynne como usted me indicó, Ama." Dijo tímidamente.

"Ayúdala a ponérselo, Kelly." Dijo la mujer rubia. Y Kelly se arrodilló a mis pies con unas bragas tanga negras. Pronto, con la ayuda de Kelly, estuve vestida con el pequeño uniforme de volantes, cuyo dobladillo no estaba muy lejos de mi entrepierna.

Ambas permanecimos en pie ante la mujer rubia, sus ojos vagaban por nuestros cuerpos mientras hablaba. "Kelly sabe todo lo necesario, y seguirás sus instrucciones. Te dirigirás a ella como 'Señorita'. Tiene autoridad sobre ti, y harás también todo lo que ella te diga. ¿Entendido, Lynne?"

"Sí Señora, entendido." Contesté respetuosamente. Solo obedecerla y llamarla 'señora' ya me excitaba.

"Gracias Ama." Dijo Kelly cortésmente, antes de llevarme hacia el recibidor.

"Y Kelly." Dijo la mujer rubia detrás de ella. "No le hagas daño."

"No Ama." Dijo Kelly con una expresión de culpa en su rostro.

Mientras bajábamos del recibidor hacia la cocina me encontré admirando las piernas y el trasero de Kelly, algo que no habría hecho solo 24 horas antes. Pero había cambiado tanto en tan corto espacio de tiempo. O tal vez no había cambiado nada. Quizás lo que pasó en la fiesta solo había sacado afuera algo en mí que siempre había estado allí. Tal vez mi marido se había casado con una puta.

Cuando llegamos a la cocina Kelly empezó a dar vueltas a mi alrededor mirándome con una expresión en su cara que me inquietó.

"¡Así que... tú eres el nuevo juguete, eh!" Dijo con un rastro de celos.

"No soy ningún juguete, Kelly, estoy aquí con mi marido, solo nos estamos divirtiendo un poco. Ahora..."

"¡No me llames Kelly jodida putilla!" Me chilló.

"Yo... lo siento." Balbuceé.

"Puede que yo solo sea la sirvienta, pero tú solo eres un juguete. Tú eres la sirvienta de las sirvientas. Por eso tienes que llamarme 'Señorita'. ¡Entendido puta!"

"Sí, Señorita." Me esforcé en decir.

Volvió a dar vueltas a mi alrededor. "¡Si me tumbo en este banco y te digo que me metas la lengua en el trasero hazlo! Si te digo..."

"¡Qué está pasando aquí!" Demandó mi marido desde la puerta.

"¡Lo siento Señor!" Dijo Kelly inquieta. 'Este es mi marido jodida zorra' Pensé para mí. Disfruté viendo que la sangre se iba de su bonita cara mientras esperaba inquieta a ver que le haría mi marido.

"No va contigo, Kelly." Dijo suavemente. "Se te dijo que te dirigieras a ella como 'Señorita', ¡no es así Lynne!" Mi marido se estaba poniendo rojo de ira conmigo.

"¡Se te dijo que hicieras cualquier jodida cosa que ella te dijera que hicieras!... ¡No es así Lynne!"

Su expresión mudó a la de sentirse defraudado. "Supongo que estaba equivocado, solo eres una putilla egoísta. Llamaré a un taxi..." Su voz se desvaneció mientras se daba la vuelta para irse.

"No. Por favor, Señor. ¡Lo siento!" Pensé que le gustaría que le llamara Señor. Mostrarle que realmente haría cualquier cosa que quisiera que hiciera. Pero su cara estaba vacía cuando se volvió a mirarme. Desprovista de emociones.

Realmente no entendía lo que me ocurría. Solo sabía que me gustaba. Me gustaba mucho. Kelly tenía razón, yo era un juguete. Y muy pronto mi marido, la mujer rubia y seis extraños se sentarían alrededor de aquella mesa y yo les serviría. Y sabía que iban a humillarme, degradarme de todas las formas posibles, hacerme todo tipo de obscenidades y pensar en ello hacía que me mareara de gusto.

Sencillamente era que quería ser su juguete. Mi marido y la mujer rubia ya lo sabían, y pensar en que me devolvieran a casa en un taxi ahora hizo que me diera cuenta yo también. Nunca había estado tan excitada en mi vida. Esto no podía terminar yendo de vuelta a casa en taxi.

"Por favor..." Supliqué a mi marido. "Lo siento, no le volveré a defraudar. Lo prometo." Me dirigí a Kelly.

"Lo siento, Señorita. Haré lo que usted quiera." Una sonrisa de gusto se dibujó en su bonita cara, estaba disfrutando de su victoria sobre mí.

"Por favor, dígame que puedo hacer para arreglarlo, Señorita." Le supliqué. "Haré cualquier cosa."

"¡No vuelvas a defraudarme, Lynne!" Fue todo lo que dijo mi marido mientras salía de la cocina.

...

"Ahora putita" dijo Kelly con una mirada asquerosamente vanidosa en la cara "levántate el vestido y dóblate sobre ese taburete."

Hice lo que me decía sin vacilar. Ser obediente empezaba a resultarme sencillo, más natural. Mientras me inclinaba sobre el taburete con el vestido levantado agarró la cintura de mi tanga y tiró de ella con fuerza hacia arriba por la raja de mis nalgas.

"Eres una putita mala." Dijo amenazante. "Y las putitas malas deben ser castigadas."

Respiraba entrecortadamente cada vez que su mano azotaba los carrillos de mi trasero desnudo. Abusó de mí de la forma más vulgar, mientras su mano se estrellaba repetidamente contra la suave piel de mi trasero. Pero mezclado con el dolor había un rastro de placer mientras me castigaba.

"Hola Kelly." Dijo una voz que no había oído antes. Un estremecimiento de vergüenza me recorrió el cuerpo, reemplazado rápidamente por el dolor mientras su mano me golpeaba aún más fuerte.

"Hola Nathan." Replicó Kelly indiferente, mientras me miraba.

La voz era de un hombre joven, realmente más bien un muchacho, de no más de 16 ó 17 años. Llevaba bandejas con algo, sus ojos se clavaron en mi trasero y en mi cara y luego volvieron al trasero.

"Aquí, en el banco, gracias, Nathan." Dijo Kelly mientras su mano azotaba de nuevo con dureza los carrillos ahora rojos de mi trasero. Él no retiró en ningún momento sus ojos de mí mientras dejaba las bandejas en el banco junto a mí. Me estaba poniendo la entrepierna tan mojada que podía sentir gotas de mis jugos escurriéndose por los muslos mientras veía como me observaba. Y gemí quedamente cuando vi como crecía el bulto en la delantera de sus vaqueros.

"Esto te dará un motivo para que te la menees esta noche, Nathan." Dijo Kelly mientras volvía a golpearme con la mano en el trasero.

"¡Kelly!" Protestó el joven.

"Se llama Lynne. Y ha sido una putita mala." Dijo Kelly. "Dile hola a Nathan, Lynne."

"Hola Nathan." Jadeé.

Kelly me azotó con fuerza una vez más y luego dijo. "Está bien Nathan, mejor que te vayas antes de que te corras en los pantalones." Nathan me miró un poco más y se fue. Kelly me metió la mano entre las piernas y sintió lo mojada que estaba. Gemí de nuevo, esta vez más alto mientras sus dedos me restregaban el coño.

"Eres una putita salida, ¿verdad?" Dijo como si le asqueara el modo en que mi cuerpo respondía. "Te gusta que te castiguen, ¿verdad? Jodida..."

"¿Y qué estáis haciendo las dos zorritas?" Dijo la mujer rubia mientras entraba en la cocina. Se la veía absolutamente divina en mi costoso vestido negro.

Kelly y yo nos quedamos calladas, respetuosas tanto con su presencia como con su belleza. "¿Te gusta Lynne?" Preguntó con voz casi seductora. "Tu marido dice que me queda mejor a mí que a ti." Tenía razón.

"Me encanta la sensación de estas bragas, aprietan en todos los sitios adecuados, ¿verdad? El sostén queda un poco suelto, pero es que tus tetas son demasiado grandes."

Llevaba todo lo que me había puesto para cenar con mi marido. No solo mi vestido sino también mis bragas, mis medias, mi liguero, mis zapatos.

"¿Qué estás haciendo, Kelly?" Preguntó ominosamente.

"Yo... yo solo... Ella fue..." Pude sentir el miedo en su voz.

"Solo estabas abusando de mi confianza, otra vez, ¡verdad Kelly!"

"Sí, Ama." Confesó Kelly a regañadientes.

"Esa es la razón por la que solo eres una sirvienta, y por la que nunca serás otra cosa. Estás ansiosa e impaciente por satisfacer tus propios deseos, ¡te muestras como la putita que eres!"

Podía oler mi perfume en la mujer rubia mientras se inclinaba hacia abajo para poner su cara al mismo nivel que la mía. "¿Disfrutabas con los azotes que Kelly te estaba dando, Lynne?"

"Bueno, un poco..."

"¡Di la verdad!" Dijo al notar mi vacilación.

"No Señora, realmente no. No disfrutaba..."

"Le encantaba Ama." Dijo Kelly rápidamente, con un rastro de pánico en su voz. "Se empapó las bragas..."

"¡Y crees que eres tú la que hizo que se le humedeciera el coño!" La interrumpió la mujer rubia. "¡Estúpida putilla! Supones, con arrogancia, que tus azotes hacen que su dulce coñito se humedezca."

"Pero es así, ama. Toque sus bragas, están empapadas. La muy puta..."

"Sé que tiene las bragas húmedas, Kelly." La interrumpió de nuevo la mujer rubia." Pero no son tus azotes los que han convertido nuestro coñito en un coño húmedo. ¿Verdad Lynne?"

No me dio tiempo a contestar. "Lo que hizo gotear su adorable coñito fue el estar aquí de esta forma frente al joven Nathan." Empezó a acariciarme suavemente el pelo mientras hablaba. "Y ver su joven polla ponerse tiesa en los pantalones mientras él observaba tus azotes, hizo realmente palpitar a su pequeño clítoris, ¿verdad Lynne?" De nuevo no esperó mi respuesta. No la necesitaba. Me comprendía mejor que yo misma.

"¿Quieres que Kelly siga azotándote, Lynne?" Me preguntó la mujer rubia mientras me acariciaba tiernamente el cabello.

"No Señora. No quiero." Dije, esperando que realmente quisiera la verdad.

"Ves Kelly." Dijo la mujer rubia. "Lynne todavía no está preparada para que se la castigue de este modo. Cuando lo esté, no querrá parar. Suplicará más. Pero tú no puede ver si está lista o no, y aún peor, no te importa. Eres solo una machirula salida y egoísta que no puede controlarse cuando pone las manos en un bonito trozo de coño como este."

La mujer rubia me hizo una seña para que me levantase. "Enséñame tus bragas, Lynne." Obedecerla era ahora casi instintivo, mientras levantaba la parte delantera de mi vestido para enseñarle lo que quería ver, mis bragas empapadas.

"Enséñame tus bragas, Kelly." Kelly se levantó la parte delantera de su vestido, igual que lo había hecho yo. Había una pequeña mancha en la entrepierna de las bragas de Kelly.

"Intercambiaos las bragas." Dijo la mujer rubia. Dudé un momento, Kelly no. Obedeció de inmediato, deslizándose las bragas piernas abajo, ofreciéndome una breve visión de su coño pelado. Hice lo mismo rápidamente. Kelly se mordió el labio inferior cuando sintió mis bragas húmedas contra su coño afeitado.

Otra nueva sensación me recorrió el cuerpo cuando sentí la húmeda entrepierna de las bragas de Kelly acariciarme entre las piernas. La mujer rubia dijo algo a Kelly pero yo estaba demasiado distraída para oírlo. Luego me miró a los ojos y dijo:

"Lynne tiene ante sí una larga noche y necesitamos mantenerla despejada."

Luego Kelly se puso delante de mí con un gran vaso de agua fría y una botella de whisky escocés. Me bebí el agua, me sentó bien. Luego Kelly me pasó el whisky y di un largo trago de la botella, seguido de otro.

"¿Te sientes mejor?" Preguntó la mujer rubia. "Sí Señora." Dije. "Gracias."

El súbito frío del agua era refrescante, como bucear en una piscina de agua fría en un día cálido. Y el calor hirviente del whisky me ayudaba a tranquilizar los nervios.

"Kelly." Dijo con severidad la mujer rubia. "De ahora en adelante llamarás Señorita a Lynne, y harás también lo que te diga. Serás además su sirvienta."

"Sí Ama." Replicó Kelly con la cabeza gacha.

"Lynne." Dijo maliciosamente la mujer rubia. "Tienes unas cuantas manchas en los zapatos. Hay que ocuparse de ellas." Con esto se dio la vuelta y salió. Dios, resultaba bien con mi vestido, pensé para mi misma mientras la observaba.

Mis ojos vagaron sobre el cuerpo de Kelly mientras valoraba los encantos de la pequeña lesbiana con uniforme de doncella francesa.

"La mujer rubia, el Ama, ¿cómo se llama?" Pregunté mientras pasaba el dedo por el perfil de sus pezones hinchados.

"No lo sé, Señorita. Nunca me lo dijo y nunca lo pregunté." Su cuerpo se puso rígido cuando pasé la mano bajo su falda y la acaricié suavemente entre las piernas.

"¿Y qué es lo que eres tú?" Pregunté con desdén. "Su sirvienta... su esclava... ¡y qué jodida cosa hace ella con un putón machirulo como tú de todas formas!"

Separó los pies para abrir las piernas para mí, para hacerme más fácil el toqueteo.

"A veces soy su sirvienta, a veces su esclava, a veces solo su puta. Soy lo que ella quiera que sea. Y hago lo que ella quiera que haga." Dijo con la respiración más pesada cuando pasaba el dedo arriba y abajo por el bulto de su clítoris.

"¿Y desde cuando eres su... su lo que sea?" Le pregunté mientras deslizaba un dedo dentro de las bragas y restregaba su coño húmedo y pelado."

"Llevo aquí un poco más de un año, Señorita." Dijo, empezando a adelantar sus caderas contra mi dedo mientras le acariciaba su resbaladizo clítoris.

"Me pongo celosa de las chicas nuevas como usted, Señorita." Añadió voluntariamente. "Sé que un día ella se aburrirá de mí y me reemplazará por una chica nueva. Una chica como usted. Usted tiene grandes tetas, Señorita. Y al Ama le encantan las putas con grandes tetas."

Su voz se volvía más suave, apretaba los puños. Sabía que estaba a punto de correrse así que retiré la mano de entre sus piernas. Sus ojos me suplicaban que la hiciera correrse. Le metí el dedo en la boca y chupó ansiosamente sus jugos. "Por favor, Señorita." Gimió. "Por favor, no se pare ahora."

"Ningún sucio putón machirulo como tú va a correrse en mi dedo." Le espeté.

"Por supuesto, Señorita. Lo siento. No merezco correrme en su dedo." Su vocecilla patética provocó que me recorriera un escalofrío de excitación. "¿Puedo tocarme por favor, Señorita? ¿Puedo tocarme como la puta barata que soy?" Sus ojos me indicaban lo desesperada que estaba por correrse.

"Quizás más tarde." Dije con altivez.

"Gracias, Señorita." Jadeó, aceptando mi derecho a negarle el placer que había estado tan cerca de consumar.

"Discúlpeme Señorita." Dijo Kelly dócilmente. "¿Le gustaría que me ocupara de las manchas de sus zapatos ahora?" Kelly parecía entender algo sobre esto que yo no entendía.

"Sí Kelly." Dije intentando aparentar dominio.

No puedo describir la sensación que recorrió mi cuerpo cuando Kelly se puso de rodillas frente a mí, y luego bajó la cara hasta mis pies, soportando su peso sobre las manos a cada lado de mí, y empezó a limpiarme los zapatos con la lengua.

Había experimentado tantas emociones y sensaciones nuevas en las últimas 24 horas. Observar a esta preciosa joven, a cuatro patas, lamiendo mis zapatos era otra. Las bragas que ella había llevado unos instantes antes estaban ahora empapadas con los jugos que manaban de mi coño.

Realmente haría cualquier cosa que le dijera. Solo pensarlo hacía que el clítoris se me inflamara.

"¿Está bien así, Señorita?" Preguntó mirándome.

"¡No!" Le contesté groseramente. "Arrástrate hasta atrás y arregla los tacones." Hizo lo que le había ordenado. Le hice que me quitara los zapatos y me lamiera los pies y me chupara los dedos a través de las medias. Le hice que se tumbara delante de mí y se masturbara, mientras la llamaba putita barata y prostituta, pero hacía que se parara antes de correrse. Le hice que me lamiera el agujero del trasero, pero tuve que pararla porque sabía que yo haría demasiado ruido si me corría con su lengua en mi culo. Me quité las bragas y le hice que limpiara mis jugos de la entrepierna con la lengua. Disfrutaba con su sumisión. Disfrutaba siendo cruel con la pequeña tortillera.

"Hola Kelly, hola Lynne." Dijo Nathan tímidamente mientras entraba otra vez en la cocina. Venía otro jovencito con él, aún más joven que Nathan, llevando ambos bandejas de comida.

"Kelly ha sido un putita muy traviesa, Nathan. ¿Crees que debería castigarla." La emoción de obligar a la zorrita a hacer todas esas cosas desagradables desapareció en un instante de pánico cuando oí que la mujer rubia entraba en la sala.

"Hola Nathan, hola Trent." Dijo indiferente. Agarré el brazo de Kelly y la levanté. Sabía que mi cara delataba mi culpa, pero no pareció notarlo.

"¿Es esto lo último de la comida, chicos?" Dijo. Ambos asintieron nerviosos.

"Empezad a organizar la comida Kelly, Lynne, encended los candelabros y luego Kelly te enseñara lo que necesites saber. Se estaba yendo y de repente se volvió. "¿Le has dado la propina a los chicos, Lynne?" Meneé la cabeza, "Em... No, Señora, yo em... Iré a buscar el bolso."

Kelly y los dos chicos se rieron disimuladamente. "No necesitarás el bolso, Lynne." Dijo la mujer rubia. "Hazlo en la lavandería."

De repente entendí lo que quería decir. Una oleada de vergüenza se apoderó de mí. No por lo que estaba a punto de hacerles a estos dos chicos sino por haber sido demasiado estúpida o ingenua como para darme cuenta de lo que quería decir a la primera.

Kelly nos llevó a mí y a los dos chicos a una gran lavandería fuera de la cocina. "No le llevará mucho, Señorita." Dijo mientras los dos chicos se recostaban contra la pared. Me agaché delante del joven Nathan, le bajé la cremallera y saqué su joven y tiesa polla.

En cuanto la rodeé con mis labios la empujó dentro de mi boca y empezó a follarse mi cara. Su polla no era de las grandes, pero, dios, estaba tan tiesa. Se folló mi cara menos de una docena de veces antes de que su joven corrida llenara mi boca. La tragué ansiosamente, pero era tanto que algo se me escapó por las comisuras de la boca. La recogí con los dedos y me los limpié con lamidas.

Me agaché delante de su amigo más joven, Trent. No quería ni pensar en lo joven que sería. Su polla era pequeña, pero como Nathan, muy tiesa y dura. La deslicé en mi boca y lamí su extremo con la lengua. Se corrió inmediatamente. Tenía toda su pollita tiesa en la boca de manera que su corrida se escurrió con facilidad por mi garganta.

Cuando regresamos a la cocina Kelly me alcanzó mi bolso de mano y un paño húmedo. "Será mejor que se limpie Señorita." Dijo amablemente. "Quizás quiera también retocarse el maquillaje, Señorita."

Después de que me hube arreglado, Kelly me mostró lo que se requería de mí. Seguí siendo tan despectiva y repugnante con la pobre bollera como pude y disfruté cada minuto. Aún más porque ella odiaba cada uno de esos minutos. Odiaba ser la sirvienta de los juguetes. ¿Qué es lo que esto decía de ella?

Le estaba recordando esto mientras encendíamos los candelabros.

"¡Así que putilla tortillera!" Le gruñí a la zorra. "Si yo soy el juguete y tú eres mi sirvienta, ¿dónde coño te deja eso?"

"Me deja dónde usted quiera, Señorita." Dijo intentando esconder su desprecio hacia mí. Pero era obvio que me aborrecía. Podía verlo en sus ojos. Me odiaba por lo que le había hecho hacer desde que la mujer rubia me había dado autoridad sobre ella. Casi podía oír sus pensamientos.

"Si el ama no me hubiera pillado azotándote... jodida puta. Estarías metiendo tu lengua en mi culo. Si..."

Pero la habían pillado, y había pagado el precio. Y yo intentaba que siguiera pagando toda la noche. Estaba sorprendida de lo cruel que podía ser con Kelly. Y sorprendida de lo mucho que disfrutaba con ello.

Estaba encendiendo ella la última de las velas con una cerilla que sujetaba entre el pulgar y el índice de su mano derecha. Estaba a punto de apagar la cerilla soplando cuando le dije que no lo hiciera. Me miró con una mezcla de horror y odio. Observamos como la llama bailaba bajando por la cerilla hacia sus dedos.

Apretó los dientes mientras empezaba a notar el dolor. Casi me corro de verla retorcerse de dolor mientras la llama chisporroteaba entre las puntas de sus dedos. Mis bragas estaban otra vez empapadas.

"Hay alguna otra cosa que pueda hacer para darle gusto, Señorita." Dijo desafiante en medio del dolor, manteniendo todavía la cerilla apagada entre sus dedos palpitantes.

"Oh, sí, putilla tortillera." Me burlé. "Va a ser una larga noche para ti."

Estaba perdida en el placer casi surrealista del momento. Ella decía algo, pero era como si el mundo se hubiese quedado en silencio durante un instante.

"Excúseme, Señorita." Estaba diciendo. "Sí, putilla tortillera." Dije despreciativamente.

"Excúseme, Señorita, pero debería salir de aquí todo lo rápidamente que pueda."

No entendía lo que quería decir. Estaba todavía mareada por la emoción de haberla hecho mantener la cerilla encendida, pero lentamente la neblina se despejó de mi mente, y pude oír el tintineo de una campana proveniente del salón, y una sensación de pánico me recorrió. "No he terminado contigo todavía pequeña lesbiana." Le gruñí mientras me apresuraba hacia el salón.

Me quedé en pie frente al sofá en el que mi marido y la mujer rubia estaban sentados hablando. Mi marido tenía la mano en su pierna.

"¿En qué puedo servirla, Señora?" Dije, como Kelly me había enseñado.

"Dime Lynne. ¿Has estado alguna vez tumbada en el suelo con la boca abierta mientras una mujer se agacha sobre ti y te mea en la cara?"

Incluso si se me hubiera ocurrido algo que decir el terror que me envolvía me dejó incapaz de hablar.

"He hecho sonar la campana cuatro veces antes de que respondieras. Si vuelve a ocurrir aprenderás a que sabe la orina caliente de Kelly. ¿Entendido?"

"Sí... Sí Señorita... Em Señora... Lo siento... no volverá a ocurrir Señora..."

Balbuceaba de forma casi incoherente. Y fue un alivio cuando me cortó.

"Me alegro de que lo entiendas, Lynne. Y de ahora en adelante me llamarás Ama."

"Sí, Ama." Repliqué rápidamente, agradecida. "Gracias, Ama."