Lynne 15: Una noche en las sombras. Parte 2
Transcribo estos relatos aqui como justo homenaje a su autor Just Another Bloke (Solamente otro tio).
Lynne: CAPÍTULO 15.
UNA NOCHE EN LAS SOMBRAS. Parte 2
"Soy solo una fulana, Señorita." Dije en tono desafiante interrumpiendo sus risas y me quedé allí de pie manteniendo mi vestido levantado para mostrar mi coño afeitado.
"Sí. ¡Ya lo sabemos, zorra! Y por ahora eres nuestra putilla." Dijo Paul con una expresión arrogante en su rostro.
Me hicieron inclinarme contra la pared y tocarme con el dedo mientras David me filmaba con la cámara de vídeo.
Rachael se acercó y se dejó caer en la cama y observó como posaba para la cámara. Resultaba increíblemente excitante tumbada en la cama, con su camisón subido permitiendo atisbar su rubio vello púbico.
Se pasó la mano bajo el camisón y empezó a jugar con su cuerpo mientras observaba como me tocaba con el dedo. La habitación se llenó del sonido de mi dedo escurriéndose dentro y fuera de mi húmedo coño.
Miré a la cámara y luego a Paul y luego a Rachael mientras me tocaba con el dedo. Necesitaba llegar abajo y rozar mi clítoris con mi otra mano pero sabía que tendría que esperar a que Paul o Rachael me lo dijeran. No lo hicieron. Me aplicaba con frenesí, mientras observaba la pequeña luz roja de la cámara de vídeo. Paul tenía la cámara apuntando directamente a mi húmedo chocho y Rachael gemía escandalosamente mientras jugaba con su cuerpo. Era demasiado, no podía esperar, necesitaba frotar mi hinchado clítoris.
"¿Quieren que me frote el clítoris para ustedes?" Jadeé a Rachael y luego a Paul. "¿Quieren que frote mi hinchado clítoris para la cámara?"
"No, no lo queremos, puta." Dijo Rachael, con la cara sonrojada de pasión. "¡Date la vuelta y métete un dedo en el culo!"
Intentaba no hacer ruidos cuando me tocaba con los dedos para ellos pero no pude retener los roncos sonidos que hice cuando deslicé un dedo en el culo.
"Te gusta verdad putilla." Dijo Rachael con voz queda y sin aliento mientras se deslizaba de la cama y venía hacia mí.
"Sí... lo adoro..." Medio jadeé, medio gemí mientras la veía venir hacia mí.
"¡Mira a la cámara puta!" Chasqueó Paul mientras Rachael se acercaba a mí cada vez más. Volví la cabeza y miré a la lente de la cámara como Paul me había enseñado. Pensé que mis rodillas iban a hacerse camino por debajo de mí. Si no hubiera tenido la pared para apoyarme contra ella estoy segura que lo hubieran hecho.
"Te gusta eso verdad putilla." Dijo Rachael de nuevo. Estaba ahora de pie a mi lado. Podía oler su perfume, podía casi sentir su aliento en mi cuello cuando hablaba.
"Oh Dios, sí....." Grité cuando sentí que nuestros cuerpos casi se tocaban.
"Mira a la cámara putilla." Susurró Rachael. "Manoséate el agujero de tu culo de puta para la cámara."
Me observaron y me filmaron manoseándome el culo durante un rato. Estaba desesperada por frotarme entre las piernas, desesperada por dejar salir el orgasmo que me atormentaba. Estaba tan cerca.
"¿Quieres correrte para la cámara, putilla?" Dijo Rachael en tono burlón. Sabía que no iban a dejar que me corriera pero tenía que pedirles si podía en cualquier caso.
"Por favor, déjeme correrme para la cámara, señorita, por favor déjeme correrme para usted........ Haré todo lo que quieran, por favor, déjenme correrme..."
La cara de Rachael estaba roja de pasión y con los ojos casi enloquecidos de excitación mientras me veía meterme el dedo en el agujero del culo y me oía pedirle permiso para correrme.
"Harás lo que te digamos en todo momento, ¡putilla! ¿verdad?" La cara de Rachael estaba solo a unas pulgadas de la mía y su voz era apenas más que un susurro. Casi me corrí cuando vi la mirada de sus ojos.
"Sí, señorita." Contesté suavemente, desconsoladamente. "Soy su putilla y haré todo lo que quieran."
Nuestras miradas se cruzaron unos segundos. Pude ver el placer que mi tormento y sumisión le producían, y supe que podía ver cuanto placer me daba.
Rachael se dejó caer lentamente y se estiró sobre la cama. Estaba de espaldas con la cabeza descansando en unos cojines. Podía ver por debajo de su camisón. Su bello coño rubio brillaba con sus jugos.
"Ven aquí y haz tu trabajo, Putilla." dijo Rachael sin aliento.
Mi ano no quería separarse de mi dedo y mi coño ansiaba ser tocado. Pero estaba allí para su placer, no para el mío. Gemí ruidosamente y mi cabeza golpeó la pared mientras retiraba mi dedo.
Vi que la cámara me seguía mientras me movía hacia la cama y me arrastraba en ella. Besé a Rachael tiernamente en los pies y los dedos de los pies y suavemente recorrí sus piernas hacia arriba, hacia la suave piel de sus muslos. Gimió suavemente mientras la besaba y lamía por el interior de sus muslos, empujando su camisón hacia arriba mientras mi lengua bailaba sobre su cuerpo.
Mi boca estaba a solo unas pulgadas de su bello coño rubio. La miré a los ojos mientras movía mi lengua cada vez más cerca hacia los labios húmedos e hinchados de su coño. Estaba a punto de saborearla por primera vez cuando me agarró del pelo y me retiró.
"Aquí no, putilla. No quiero tu sucia lengua en mi coño. La quiero en algún otro sitio."
Se dio la vuelta y se levantó sobre sus manos y rodillas. Me arrastré de nuevo sobre ella y empecé a besarla y lamerla por la parte posterior de los muslos y empujé el camisón suavemente hacia arriba, sobre su espalda.
Besé y lamí los carrillos de su culo, acercándome lentamente cada vez más al sitio que quería.
"Eso es, putilla." Gimió calladamente.
Deslicé suavemente mis manos por sus muslos arriba y sobre sus nalgas mientras golpeaba el agujero de su culo con mi lengua.
"¡Oh sí, fóllame!" Gritó. "Lame mi culo, putilla."
Pude ver a Paul de pie detrás con la cámara de vídeo y la lucecita roja me pareció brillar aún más, se había acercado pero no me había dado cuenta. Ahora estaba sólo a unos pocos pies con la cámara apuntando al culo de Rachael mientras lo lamía ansiosamente.
"La cámara está grabando todo lo que haces, putilla." Gimió Rachael. "Lámeme el agujero del culo para la cámara, putilla....."
Rachael gritó de nuevo mientras penetraba su agujero con mi lengua. Aparté sus nalgas y deslicé la lengua todo lo que pude en su culo. Rachael enterró su cara en los cojines.
"¡Clávale la lengua en el culo, puta!" Gritó muy alto su marido. Rachael también decía cosas pero no podía entenderlas.
Sentí que el cuerpo de Rachael se ponía tenso mientras le follaba el culo con la lengua. "Sí... Sí... Sí..." Empezó a cantar y de repente se empezó a revolcar en la cama mientras se corría.
Los almohadones apagaban los gruñidos que emitía Rachael mientras las oleadas de placer le recorrían el cuerpo. Varias veces pensé que había llegado al pico de su orgasmo y que se estaba dejando ir, pero cada vez gritaba de nuevo mientras se corría otra vez.
No sé cuantas veces se corrió Rachael, pero finalmente se derrumbó sobre la cama exhausta y Paul me retiró de ella.
"¡Lárgate de la jodida cama, zorra!" Me gruñó.
Me deslicé de la cama y caí al suelo. Intenté levantarme pero me temblaban las piernas y la cabeza me daba vueltas. No podía quedarme de pie. Me tumbé en el suelo mientras veía a Paul y Rachael besarse y acariciarse mutua y tiernamente.
Rachael empezó a desvestir a su marido y observé como hacían el amor. Era tan suave, tan tierno. Se miraban mutuamente a los ojos mientras Paul yacía sobre su esposa y lentamente se deslizaba en su interior. Ella le rodeó con sus piernas e hicieron el amor lenta y apasionadamente. ¡Deseaba tanto hacer el amor de esa manera!
Lentamente la intensidad de su acto de amor creció y oí a Paul susurrar a su esposa que iba a correrse.
"Córrete para mí, corazón." Jadeó Rachael.
Paul sacó la polla de su interior y Rachael y yo observamos mientras cubría su estómago con su esperma y luego se dejaba caer sobre ella.
Estuvieron juntos de esa forma unos pocos minutos disfrutando mutuamente del reflujo de su amor y lujuria. Luego Rachael besó a su marido dulcemente en los labios una vez más antes de que él se deslizara fuera de la cama.
Se miraron uno al otro, con los rostros encendidos por el amor y la pasión que sentía cada uno por el otro. Pero sus expresiones se hicieron muy distintas cuando miraron hacia mí.
"¡Levántate y ven aquí a limpiar esto, puta!"
Me levanté arrastrándome hasta la cama y trepé por encima de Rachael. Paul movió la cámara a una posición mejor para filmarme lamiendo el resultado de su corrida del estómago de su esposa.
"¡Cada gota, puta!" Me ordenó ella, y la obedecí gustosamente.
Pensé que querían filmarme fuera de mi ser, de alguna forma humillante y desagradable. Oí ladrar un perro en el patio trasero y pude verme a mi misma atada sobre el suelo mientras su perro lamía mi húmedo chocho. Pude ver a Rachael mirándome con desprecio mientras Paul me grababa diciendo a su perro lo bien que sentía su lengua, diciéndole a su perro que me lamiera más rápido.
Pude ver la mirada de disgusto en sus caras mientras le decía a su perro que iba a hacer que me corriera. Y pude ver la luz roja de la cámara de vídeo mientras me corría en la gran lengua babeante de su perro.
Pero ellos habían conseguido lo que querían. No estaban interesados en ver a la puta correrse. Tenían aquello por lo que habían pagado y querían a la puta fuera de su casa lo antes posible.
Antes de que pudiera pensarlo estaba vestida y de pie en una esquina con Lexy, a unas manzanas de la casa de Paul y Rachael. No querían que sus vecinos vieran a dos putas esperando un taxi cerca de su casa.
Mi húmedo coño aún ansiaba ser tocado. Estaba aún increíblemente excitada y desesperada por conseguir algún alivio, pero el frío aire de la noche aclaró un poco mi cabeza y un sentimiento de vergüenza y repugnancia me recorrió el cuerpo. ¿Cómo pude pensar lo que pensé con respecto a utilizar su perro para descolocarme?
¿Cómo podía haber fantaseado sobre ello mientras lamía la corrida de su marido del estómago de Rachael? No podía mirar a Lexy. Nadie sabía nada de la fantasía enfermiza que había tenido. Pero sentí como si Lexy lo supiera. La culpa que sentía solo por haber pensado en hacer eso me hacía avergonzarme de lo que era, fuera lo que fuera en lo que me había convertido.
Lexy y yo montamos en silencio en el taxi, mientras viajábamos por The Cross y bajábamos por la calle Oxford. Lexy me había dicho que me sentara frente a ella. No podía soportar el pensamiento de tenerme sentada a sus espaldas. ¿Qué habría pensado de mí si supiera realmente de mis fantasías?
Para cuando el taxi paró frente al bloque de apartamentos de la calle Oxford, la culpa y la vergüenza habían desaparecido. Me había dicho a mí misma que era solo una fantasía. Una fantasía extraña y enfermiza pero eso era todo. No lo había hecho y nunca haría algo así.
Intenté convencerme a mí misma de eso, pero sabía que lo haría si mi Ama me lo dijera. No había posibilidad de negarse. Y no hubo sentimientos de culpa esta vez mientras las imágenes de la fantasía bailaban de nuevo en mi mente.
Seguí a Lexy por las escaleras del edificio.
"¿Es esto donde vives?" Pregunté sin pensar.
"¡No es para nada asunto tuyo, zorra!" Gruñó Lexy.
"Lo siento.... lo sé..... lo siento realmente...."
Lexy ignoró mis disculpas y abrió la puerta empujando. Subimos un tramo de escaleras y fuimos hacia una puerta detrás de la cual salía una música fuerte.
Lexy abrió la puerta con su llave y el ruido y el olor de la fiesta se extendió por el recibidor.
"¿Qué tenemos aquí Lex?" Dijo una mujer alta y poco atractiva de pelo negro corto, mientras se dirigía a nuestro encuentro. Pasé la vista por la habitación y supe como debía haber parecido a todas las caras que me devolvían la mirada.
Había 15 o 20 personas mirándome. Creo que todas eran mujeres. La mayoría en vaqueros y camiseta, muchas con aros en la nariz o tatuajes.
Siempre había supuesto que Lexy era lesbiana por alguna razón, no parecía en absoluto una mujer a la que gustasen los hombres. Pero pensaba de ella como la "Hombruna". Estos pensamientos cambiaron cuando la mujer alta y Lexy unieron sus bocas en un beso apasionado y profundo.
Alguien quitó la música y otra voz dijo:
"Bienvenida Lex. ¿Quién es la princesita?"
La amiga de Lex la agarró del pelo y retiró su cara de la suya. "Vamos Lex, ¿quién es?"
Lexy sonrió de una manera que no le había visto nunca antes. Disfrutaba exhibiéndome ante sus amigas tortilleras machorras.
"Es mi putilla para la noche. Y hace todo lo que le diga."
Hubo una mezcla de vivas y risas y aplausos. Las manos me palparon y agarraron mientras Lexy me conducía a la mitad de la concurrida sala.
Me pasaron por toda la sala haciendo turnos para bailar conmigo. Me palpaban y me daban besos de lengua y se restregaban contra mí mientras bailábamos. La mayoría de ellas no eran tan poco atractivas de cerca. Solo mal encaradas y hombrunas.
Estaba bailando con una mujer razonablemente atractiva de pelo corto rojizo. Creo que se llamaba Karen. Tenía una cara bastante guapa y no era tan ruda y tosca como las otras que habían hecho su turno conmigo. Era un baile lento, nuestros cuerpos estaban cerca, nuestras entrepiernas se restregaban mutuamente, nuestros labios y lenguas unidos.
No quería que ocurriera de esta forma pero no podía detenerlo. Mi cuerpo había llegado a estar desesperadamente necesitado de alivio desde que Paul y Rachael me habían dejado tan agonizantemente cerca, hacía como una hora. Y después de pasar de mujer en mujer por toda la sala de la forma en que lo habían hecho no podía retenerlo más tiempo.
Empecé a besarla más apasionadamente y a clavarme contra ella cada vez más fuertemente. "Me voy a correr." Le susurré al oído mientras enterraba mi cara en su cuerpo y me preparaba para ello.
Sentí que una mano me agarraba del brazo y me separaba de ella y me hacía girar. "Todos queremos ver como te corres, Lynne." Dijo Lexy con su novia masculina de pie cerca de ella rodeándola con el brazo.
"¡Jódete Lexy!" Chilló Karen. "Era mi turno con ella."
"¡Sí, jódete tu también Karen!"
Gimoteé suavemente de frustración mientras discutían sobre de quién era el turno. Estaba tan cerca que casi podía paladear el orgasmo que estuve a punto de tener con Karen. Me sentía débil y ligeramente mareada, tenía que correrme.
Lexy y Karen y alguna otra discutían y juraban unas contra otras sobre quién tenía la vez sobre mí. A mí no me importaba de quién fuera el turno, solo quería enroscarme con alguna de ellas y frotarme contra ellas y disfrutar del orgasmo que necesitaba tan desesperadamente.
Más voces se unieron a la discusión. Estaba casi aturdida y no oía ni entendía apenas lo que se decía de mí. De repente sentí manos por todo mi cuerpo. Bajaron la cremallera de mi vestido y me lo quitaron. Las manos agarraron el broche de mi sujetador y me lo desabrocharon y quitaron.
Antes de que pudiera darme cuenta estaba allí de pie desnuda mientras las mujeres circulaban a mi alrededor. Decían todo tipo de cosas sobre mi húmedo chocho afeitado y mis grandes tetas y que si vaya zorrita caliente y cachonda era.
Estaba a punto de correrme de oír todo lo que decían de mí. Luego más manos y dedos me agarraron de nuevo. Una de las mujeres me tocó entre las piernas y gemí y eché la cabeza para atrás sacudida por el placer.
"Túmbate en el suelo, Lynne." Oí que decía Lexy. Y obedecí inmediatamente y me dejé caer sobre la gruesa alfombra que había en el suelo. Miré hacia arriba y vi a las mujeres agolpadas a mi alrededor mirándome. Algunas tenían bebidas o cigarrillos en sus manos, y todas con miradas lujuriosas en sus caras.
Puse la mano entre las piernas y deslicé un dedo en mi interior gimiendo en voz alta mientras lo hacía. Alguien me retiró la mano. Intenté tocarme de nuevo, pero de nuevo alguien me retiró la mano. Lloriqueé en voz alta cuando me di cuenta de que no iban a dejar que me corriera todavía.
Entonces vi a la amiga de Lexy. La mujer alta de pelo oscuro y cara casi cruel. Llevaba en sus manos un gran consolador negro con correa.
"¿Quieres que te folle con esto, Lynne?" Dijo con una voz más profunda de lo que debería ser la voz de una mujer.
"Oh Dios, sí, por favor." Jadeé.
"Venga Cindy." Dijo Lexy. "La traje a casa para ti, fóllatela."
Con lo caliente y baqueteada que estaba me encontré pensando que Cindy era un nombre muy femenino para una mujer tan masculina. Pero estos pensamientos resultaron pasajeros cuando vi a Cindy meterse en las correas y atarse el consolador a su alrededor. Ni siquiera se quitó los vaqueros.
Se puso de rodillas entre mis piernas y mantuvo la punta del consolador contra la abertura de mi húmedo chocho.
"¿Quieres que te folle, Lynne?" Preguntó en tono provocador mientras las otras mujeres nos miraban.
"¡Oh Dios, sí por favor! ¡Fóllame con eso por favor!"
Escuché un revoltijo de voces diciendo "¡Fóllate a la puta!" y "¡Clávaselo!" y "¡Empújalo para arriba!"
"¡Haz que te lo suplique!" Dijo Lexy mientras la punta del consolador tocaba mi clítoris haciendo que me arqueara y gimiera ruidosamente.
"¡Suplícalo zorra!" Dijo Cindy mientras me excitaba con el consolador.
"Me pondré sobre mis manos y mis rodillas y te rogaré que me folles con eso si quieres que lo haga." Jadeé desesperada. "Haré todo lo que quieras que haga para que me folles con eso, por favor..."
Cindy sonrió y lo empujó con fuerza entre mis labios hinchados y profundizó en mi interior. Grité cuando sentí que casi me rasgaba.
"¡Oh dios, sí!" Jadeé. "Fóllame con eso."
Gruñí sonoramente cuando lo sentí deslizarse fuera de mí. Era tan largo y estaba tan dentro de mí y me sentía tan bien mientras se deslizaba lentamente fuera de mí. Cuando casi estaba fuera del todo lo empujó rápida y bruscamente de nuevo dentro y luego lo sacó otra vez lentamente.
"Quizás te gustaría que te follara el culo con él." Dijo Cindy mientras empezaba a follarme más deprisa.
"¡Oh dios, sí!" Gemí. "Fóllame el culo con tu gran consolador."
Mire arriba a las caras de las mujeres que me miraban una vez más y luego cerré los ojos, mientras el orgasmo brotaba en mi interior. El cuerpo de Cindy azotaba el mío mientras me metía y me sacaba el consolador.
Empecé a dar vueltas por el suelo y a gritar debido a la intensidad de un orgasmo que sentía como si no tuviera fin.
Pero lentamente las oleadas de éxtasis se hicieron más suaves y menos frecuentes. Pude abrir los ojos y mirar las caras de las mujeres mientras los últimos espasmos de placer sacudían mi cuerpo. Cuando finalmente terminó quedé tendida en el suelo, exhausta de todo lo que había atravesado mi cuerpo.
No sentí que Cindy retirara el consolador. De repente la vi delante de mí con el consolador todavía atado alrededor de ella y cubierto con mis jugos.
El espectáculo había terminado y las mujeres perdieron interés rápidamente y se dispersaron. Volvieron a poner la música y la fiesta continuó mientras yo yacía exhausta en el suelo.
Aunque Lexy no me dejó allí tendida mucho rato. Pronto estuve en pie de nuevo bailando con sus amigas. No me dejaban vestirme así que tenía que bailar desnuda con cualquiera que quisiera bailar conmigo.
La mayoría de las mujeres me llevaron al dormitorio y me hicieron ponerme debajo de ellas y yo disfruté de estar debajo de la mayoría de ellas. Disfruté observando y escuchando como se corrían en mi lengua, pero como más disfruté fue poniéndome bajo Karen. Tenía un coño realmente bonito que estaba goteando incluso antes de que la tocara y fue muy escandalosa cuando se corrió.
Todas las mujeres me llamaban puta o zorra cuando las lamía y cuando se corrían, todas las mujeres excepto Karen. Ella me llamó Lynne. Dijo "Me estoy corriendo, Lynne." mientras deslizaba mi lengua más dentro de ella.
Estaba de rodillas en el suelo del cuarto de baño con la cara enterrada entre las piernas de una mujer joven que se llamaba Michelle cuando oí que Lexy me llamaba.
Michelle tenía un pelo rubio muy corto, una bonita figura y un coño prieto. Disfrutaba haciéndola retorcerse, escuchando como su respiración se hacía más profunda y viendo como se contraía su cara mientras le lamía el clítoris y los labios.
Estaba recostada contra la pared del baño con los vaqueros y las bragas en los tobillos. "Tengo que irme." Le dije mirándola a la cara.
"¡Todavía no puta, estoy casi lista!" Me abofeteó y volvió a empujar mi cabeza en su chocho húmedo. "Aquí Lex."
Oí como se abría la puerta del baño y pude sentir a Lexy allí de pie mirándome. "Date prisa y haz tu trabajo, Lynne, tenemos que irnos."
Agarré y separé los labios de Michelle con los pulgares de modo que podía acceder mejor a su clítoris. "Oh, sí, eso es puta." Gimió.
Metí la lengua a fondo dentro de ella y sentí que su cuerpo respondía.
"Lámeme el clítoris." Jadeó frenéticamente. "Lámemelo... Lámemelo..."
Saqué la lengua de dentro y ataqué su clítoris con fuerza y luego lo lamí de la manera en que ella quería. Se restregaba contra mi cara y supe que se iba a correr.
"Más deprisa... Lámeme más deprisa..."
Me agarró del pelo y soltó un largo gruñido mientras se corría.
Cuando Michelle terminó Lexy me tiró el traje y el sostén y me dijo que me vistiera. Fue entonces cuando me di cuenta que todavía tenía puestos los zapatos.
Apenas estaba vestida y ya estábamos de nuevo en Oxford Street buscando un taxi. De nuevo Lexy me dijo que me sentara delante. Fue entonces cuando me di cuenta de que no había hecho nada para darle placer a Lexy hasta entonces. Había pasado por debajo de todas sus amigas, incluida Cindy, pero no de Lexy. Quizás no quería usarme de esa forma con ella misma. ¿Tanto la disgustaba que no quería que le diera placer en absoluto?
Oí las campanadas de un reloj durante el recorrido. Eran las 5 de la madrugada. Pronto amanecería y tendría que devolverme a la casa de la Mujer Rubia. La gente del mundo en el que vivía Lexy era nocturna. Vivían en las sombras durante el día y salían a jugar por la noche.
El taxi nos dejó en Bayswater Road. Lexy pagó y se dirigió hacia la calle Kellet. Un callejón oscuro y sórdido lleno de basura y agujas usadas y burdeles baratos. Lexy entró en uno de los burdeles y yo fui tras ella.
Había una sala de espera en penumbra con tres sofás usados y de mala muerte y una TV. Tres prostitutas feas estaban sentadas esperando al próximo cliente.
"Podría ser una larga espera." Pensé para mí misma.
"¿Qué cojones quieres, zorra?" Dijo un voz detrás de mi. Pertenecía a un hombre alto y delgado de apariencia asiática. Debía creerse que quedaba bien con sus pantalones y chaqueta caros, pero era un hombre muy poco atractivo.
"Un cambio. De 6 a 6 los sábados por la noche..."
"Ya hemos hablado antes de esto, zorra. Si quieres trabajar aquí pues perfecto, pero el mismo trato que a las otras zorras. A medias y cuando te lo diga yo, no cuando se te antoje." Encendió un cigarrillo con lo que parecía un encendedor de oro mientras hablaba.
"Trabajo por mi cuenta, H.J. No quiero trabajar aquí todo el tiempo, solo algunos turnos, ya lo sabes."
"¿Por qué me haces perder el tiempo, zorra. Ya hemos pasado por esto. No contrato prostitutas ocasionales. O trabajas para mí o lo haces fuera, en la calle. No hay otra jodida forma."
"Pero tengo un trato distinto para ti esta vez, H.J. El resto es lo mismo, de 6 a 6 los sábados por la noche, partes al 70/30, pero..."
Lexy me agarró del brazo y me colocó delante de H.J. Él me había visto pero no se había fijado en mí.
"Pero..." Siguió Lexy. "Consigues además una mamada de aquí La Princesa. Sin condón. Puedes añadirla a tu colección..."
H.J. me miró ahora. Más tarde supe que su alias, H.J. era la abreviatura de Head Job (mamada). Las paredes de su oficina estaban cubiertas con fotos polaroid de mujeres con la boca llena de su corrida. Las mujeres firmaban la foto y H.J. escribía la fecha y el número de foto bajo su firma. Su burdel era un pequeño y sórdido basurero, pero todo el mundo en la Cross conocía a H.J. y había visto las paredes de su oficina.
Alardeaba de que tenía fotos de 311 mujeres que se la habían chupado, pude ver en sus ojos que veía una oportunidad de hacer la 312.
"Eres una zorra lista para ser prostituta Lexy." Dijo H.J. con una sonrisa en la cara. "¿En todo caso, quién es esta zorra con pinta de mamaíta?" Dijo mirándome de arriba abajo. "Parece como si la zorra fuera de camino a una fiesta de Tupperware. ¿Tienes algo para el plástico, zorra?"
Pensaba que tenía buena pinta y que era divertido. Y ni lo uno ni lo otro. Sabía que a Lexy le fastidiaría si no llegaban al acuerdo que quería. Sabía que esperaba que yo la ayudara a 'venderme' a él.
"No, pero tengo algo para las pollas grandes y duras, H.J." Dije con la voz más sexual que pude conseguir para hablar con este hombre horripilante.
"¿Quieres chupar la polla de H.J. zorra?" Dijo mientras me pasaba los dedos por los labios. Le agarré suavemente la manos y empecé a chuparle el dedo medio.
"Me encantaría chuparte la polla, H.J., pero soy la puta de Lexy, y no querrá dejarme hacerlo si no llegáis al acuerdo que ella quiere." Le lamí el dedo y luego le retiré lentamente la mano. Veía a Lexy con el rabillo del ojo. Podía decir que estaba contenta conmigo.
"Vale Lexy. Un turno. De 6 a 6 como dices, pero 60/40 a tu favor. No puedo aceptar 70/30. Tengo gastos, zorra."
"Trato hecho, H.J." Dijo Lexy rápidamente mientras la polla y el ego hacían la negociación por él.
"Ven con H.J., zorra." Dijo mientras me tomaba la mano y me llevaba a un recibidor y me metía en su oficina.
"Mira, zorra." Dijo señalando las fotos de las paredes. "311."
Era una habitación extraña con 311 fotos de mujeres con corridas en sus bocas, cubriendo las paredes. Pronto H.J. iba a necesitar una oficina más grande. Apenas había un espacio en las cuatro paredes que pudiera contener una foto.
La mayoría de las mujeres que vi en las fotos eran poco atractivas o francamente feas. Y supuse que la mayoría de ellas, si no todas, eran prostitutas.
"Mira. Aquí está Lexy." Dijo H.J. orgullosamente dirigiéndose a una de las fotos.
Se la veía diferente en la foto. Un poco más joven, con la cara un poco más dulce. Había firmado en la esquina inferior derecha y la fecha era de hacía justamente un año. No podía creer lo mucho que había envejecido en ese tiempo. Y había otra cosa distinta respecto a ella en la foto. Me llevó un tiempo darme cuenta de qué era. Estaba sonriendo. Tenía la boca llena con la corrida de H.J. pero parecía contenta. Nunca antes había visto que Lexy pareciera contenta. Supongo que un año o así en las calles de la Cross no te dejan mucho con lo que ser feliz.
No me había dado cuenta de que H.J. había dado la vuelta y estaba sentado tras su mesa.
"Venga zorra." dijo impaciente.
Rodeé la mesa y me arrodillé en el suelo a sus pies y le bajé la cremallera de los pantalones.
"Ahora toma a H.J. con alegría y fuerza y cuando me corra en tu boca no te lo tragues hasta que te haya hecho la foto. ¿Entendido zorra?" Sacó una cámara Polaroid de su mesa mientras hablaba y me la enseñó. Obviamente estaba muy orgulloso de aquella cámara.
"Sí, H.J. Entendido." Dije, mientras le sacaba la polla de los pantalones. Estaba fláccido pero su polla era apreciablemente grande. Larga pero delgada.
Me incliné hacia delante y tomé su polla en mi boca y empecé a chuparla y a lamerla.
"Oh, eso es, zorra. Haz que H.J. esté a gusto y se ponga duro." Sentí que su polla empezaba a crecer y ponerse tiesa en la boca. La saqué y la lamí desde el dardo hasta la cabeza. Emitió una especie de gruñido y dijo. "Oh, sí, esta es una buena zorrita."
Luego, de repente, me retiró y se puso en pie para bajarse los pantalones y los calzoncillos de manera que pudiera manejarle mejor. Su polla tenía buen aspecto, apuntando al aire y brillando con mi saliva. Seguía larga y delgada como cuando estaba fláccida. No era un hombre atractivo pero tenía una bonita polla.
Cuando se sentó de nuevo en su silla giratoria de respaldo alto, le tomé la polla con la mano y pasé la lengua por sus huevos y luego la subí lentamente de nuevo por el largo dardo.
"¡Métetela en la boca y chúpala, zorra!" Dijo mirándome en el suelo a sus pies. Hice lo que quería. La rodeé con los labios y la deslicé en la boca todo lo que pude. Me agarró del pelo y empezó a empujarme la cabeza arriba y abajo haciendo que su polla entrara y saliera de mi boca mientras la lamía.
"Recuerda no tragártelo hasta que haya hecho la foto, zorra." Jadeó mientras empujaba mi cabeza arriba y abajo cada vez más rápido. Pensé que debía estar a punto de correrse pero no lo hizo, se limitó a follarse mi cara.
Mi cabeza se movió arriba y abajo por su polla durante lo que pareció ser un buen rato antes de que empezara a decir que iba a correrse. Me soltó el pelo y yo deslicé su polla dentro y fuera de mi boca todo lo rápidamente que podía.
"Eso es, zorra. Más rápido... Hazlo más rápido...."
Dejó escapar un largo y sonoro gruñido y sentí su corrida caliente llenándome la boca. Intenté no tragar nada, pero era tanto que algo se deslizó por mi garganta y se desbordó por las comisuras de mi boca.
Gradualmente su polla dejó de bombear en mi boca llena de su corrida y soltó un último gruñido y la sacó de mi boca.
"No te lo tragues todavía, zorra." Dijo en tono enfadado mientras alcanzaba su cámara Polaroid de la mesa frente a él. Yo todavía estaba de rodillas en el suelo intentando evitar que algo más de su corrida se deslizara por mi garganta o rebosara por mis labios mientras se levantaba y me apuntaba con la cámara.
"Vale, ahora inclina la cabeza hacia atrás y abre la boca y muestra a H.J. lo que has recibido en ella. Eché la cabeza para atrás y abrí la boca como había dicho. Algo de su corrida empezó a escaparse por las comisuras de mi boca en cuando la abrí. Podía sentir como se escurría por mis carrillos y goteaba en mis hombros.
"Mira a la cámara, zorra." Dijo y mis ojos se deslumbraron por el flash.
"Sigue así." Dijo mientras disparaba otras dos veces, haciendo que el flash volviera negro todo durante uno o dos segundos cada vez.
"Vale, zorra. Puedes tragártelo ahora."
Dejé la boca abierta para que pudiera ver como su corrida desaparecía por mi garganta abajo mientras la tragaba. Luego lamí lo que había escapado por mis labios y carrillos.
"Queda algo en tus hombros, zorra."
Miré hacia abajo y había un pequeño grumo de su corrida en el hombro derecho de mi vestidito de ama de casa. Alcé el tejido hasta la boca y lo chupé hasta limpiarlo. Pero dejó una mancha oscura y húmeda en mi vestido.
Las fotos salieron por la parte de debajo de la cámara y HJ las dejó sobre su mesa y observó excitado como aparecían lentamente las imágenes mías con la boca llena de su corrida.
"Ahora... ¿Cuál irá a la pared?" Masculló para sí mismo.
Me levanté y miré mis imágenes. En las fotos estaba yo pero no me reconocía. Había cambiado tanto en las últimas semanas. Incluso parecía que estaba empezando a tener un aspecto distinto.
"Ésta." Dijo HJ mientras cogía una de la mesa y la miraba con admiración.
Era una foto clara, sin "ojos rojos" y había el asomo de una sonrisa en mi cara. La boca estaba muy abierta y llena de su cremosa corrida que había empezado a gotear por las comisuras de mi boca.
HJ agitó la foto durante unos minutos para asegurarse que estuviera seca y luego me la pasó y me dijo que la firmara. Puse la foto en la mesa delante de mí y firmé "Lynne" con escritura fluida en la esquina inferior derecha con el rotulador azul que HJ me había pasado.
Me quitó la foto y el rotulador, escribió la fecha y el número 312 debajo de mi firma y se trasladó a la pared a su derecha y clavó la foto en ella con una chincheta, a la derecha y cerca de la 311.
La 311 era una mujer de aspecto muy joven de pelo rojizo. Bastante guapa. Había firmado como Sarah y estaba fechada como una semana antes. Me pregunté por qué se habría rebajado Sarah a hacerlo.
Miré alrededor de la habitación a todas las fotos de mujeres con las bocas abiertas, llenas de la corrida de H.J. Ahora había 312 pero algo en mi foto me parecía que destacaba de las demás. Sé que no le pasaría a nadie más. Solo era una de las 312 sucias putas con su foto en la pared.
H.J. llamó a Lexy y a sus prostitutas a su oficina para mostrarles mi foto. Las putas no parecieron particularmente interesadas pero Lexy pareció tan feliz como no la había visto antes cuando vio mi foto en la pared de H.J.
Pronto volvimos a estar caminando por el sórdido callejón llamado Kellet Street. Lexy se detuvo frente a una casa vieja y destartalada que supuse era otro burdel barato. No tenía luces de calle, solo el brillo de una bombilla roja sobre la puerta.
"Espera aquí." Dijo Lexy sin mirarme mientras abría la puerta. La luz se derramó en el sendero durante los pocos segundos en que la puerta estuvo abierta, pero desapareció con Lexy cuando entró y cerró la puerta tras ella.
Sentí que el pulso se me aceleraba cuando miré de un lado a otro el oscuro y desierto callejón. La neblina matinal brillaba en rojo alrededor de la puerta debido a la bombilla que había sobre ella. Era una sensación inquietante.
El Ama me había dicho que confiara en ella, que nunca pondría a una esclava en situación de peligro real. Pero ella no tenía control sobre lo que pudiera ocurrirme aquí. No era sitio para una mujer, incluso para el tipo de mujer en que me había convertido.
La tasa de delitos en el interior de la ciudad estaba fuera de control. Violaciones, apuñalamientos, asesinatos. Ocurrían con regularidad en calles transitadas y bien iluminadas de la ciudad, que pensar de un callejón oscuro y desierto en una calle trasera de Kings Cross como éste.
Una sensación de pánico había empezado a adueñarse de mí. Quería entrar pero sabía que no podría hasta que Lexy me lo dijera. Miraba a la puerta deseando que se abriera.
"Tienes pinta de ser un cacho de coño caliente."
Pegué un salto del susto y giré la cabeza hacia la voz.
"Tiene unas tetas jodidamente grandes." Dijo otra voz mientras sentía que una mano me agarraba el brazo. No les había oído acercarse, resultaba como si acabaran de aparecer de las sombras.
Eran cinco y se acercaron a mí, tocándome.
Todos eran jóvenes, de dieciséis o diecisiete años, pero sus caras parecían casi depravadas al reflejo de la luz roja de la neblina de la mañana.
Grité cuando uno de ellos metió la mano bajo mi vestido y me agarró entre las piernas.
"No tiene pelos en el chocho." Dijo la voz juvenil.
"Por favor no..."
"Por favor no ¿qué?" Dijo otro de ellos mientras me agarraba las tetas con las manos y me las retorcía bruscamente.
Quería empujarle y gritar pero no podía moverme, no podía hablar. Me limité a quedarme allí helada de miedo, mientras me agarraban y me metían mano, y hacían chistes sobre lo que iban a hacer conmigo.
"Vosotros, chicos, ¿no deberíais estar en casa en la cama, abrazados a vuestros ositos?"
Dijo una voz familiar baja y profunda. Todos los chicos se volvieron hacia la voz y sus caras palidecieron rápidamente cuando vieron a Desmond.
Su enorme estructura se destacaba sobre ellos amenazante. Era como si Desmond hubiera también aparecido de las sombras.
Uno de los chicos se echó mano al bolsillo trasero de sus vaqueros y sacó una navaja con un chasquido y la apuntó hacia Desmond. La hoja plateada reflejó la luz roja de la bombilla de encima de la puerta mientras se agitaba en la mano del muchacho.
"Eres un jodido imbécil, niño." Dijo Desmond mientras alguien agarraba al muchacho por detrás y le lanzaba contra la pared.
"¡Ni se te ocurra ponernos la navaja encima a ninguno de nosotros, pedazo de mierda!" El hombre era grande y de piel oscura, como Desmond.
Los chicos se dispersaron rápidamente en todas direcciones pero se detuvieron tan súbitamente como habían empezado a moverse.
Dos hombres grandes de piel oscura caminaban sin prisa pero amenazantes desde los dos extremos del callejón. Los chicos no tenían a donde huir. Sus rostros mostraban el miedo que recorría sus cuerpos.
"¡Mierda!" Dijo uno de ellos mientras se paraba y veía como se aproximaban los hombres. Pero eso fue todo lo que dijo cualquiera de ellos. Era su turno de quedarse helados de miedo.
¿Habían estado, Desmond y sus compinches, vigilándome toda la noche? ¿Era esto lo que el Ama quiso decir cuando dijo que confiara en ella, que nunca pondría a una esclava en situación de peligro real?
"Así que ibais a hacer turnos para follárosla." Dijo Desmond mientras los chicos le miraban con el pánico reflejado en sus rostros y sus ojos.
"¿Pensabais preguntarle si quería que os la follarais?"
"Solo es una puta." Dijo uno de ellos nerviosamente.
Desmond caminó lentamente hacia el que había hablado y se plantó delante de él.
"¿Cuánto te ofrecieron, Lynne?" Me dijo Desmond mientras miraba enfadado al chico.
"No iban a pagarme, iban a violarme." Dije cabreada.
"No es violación cuando se trata de una puta..." Dijo el chico con creciente desesperación en su voz.
"¿Cómo robar en una tienda?" Dijo Desmond riéndose.
"Sí, sí, como robar en una tienda." Dijo el chico riéndose nerviosamente con Desmond.
"¿Sabes lo que hacemos a la gente que roba en las tiendas de nuestros amigos?" Dijo Desmond con suavidad, la sonrisa borrada de su cara.
"No íbamos a hacerle daño, solo a follárnosla....."
"¿Quieres follar con ellos, Lynne?" Dijo Desmond cortando la voz agitada del muchacho.
"No. Son todos horrorosos. Mira los granos en esas caras... ¡Puaf! No podría follar con eso. Incluso aunque me pagaran."
Realmente disfrutaba humillando a estos mierdecillas. Seguí diciendo lo feos que eran y la birria de pollas que debían tener.
"¿Quieres que les enseñemos como tratar adecuadamente a una puta, Lynne?"
Los miré de uno en uno. Sus ojos me suplicaban que dijera que no.
"¡Sí!"
Vi terror en sus caras. Disfruté de como estos pequeños bastardos se cagaban encima de ellos.
"¡Te tendremos, Zorra!" Dijo uno de ellos.
"No lo creo muchachito." Dije con aire de suficiencia.
De repente la luz se derramó en la calle cuando Lexy abrió la puerta y se metió en el brillo rojizo y la neblina que nos rodeaba. "Creo que ella quiere follar con ellos."
Un estremecimiento frío me recorrió la columna, mientras todos miraban a Lexy con expresiones confusas y desconfiadas.
"Por favor, Lexy, he hecho todo lo que me has dicho, por favor, no me hagas esto a mí..."
"¿Por qué no iba a hacértelo?" Dijo con voz fría. Debía haberme odiado tanto.
Caminé hacia ella, con el corazón saliéndose del pecho, la piel cubriéndose de un sudor frío.
"Por favor, Lexy. No me hagas esto." Le supliqué con voz susurrante. "Déjame que haga algo por ti. Haré cualquier cosa que quieras que haga..."
"Tienes una buena lengua, Lynne." Me devolvió el susurro. "Tal vez me gustaría que me metieras esa buena lengua tuya en el culo."
"Me encantaría lamerte el culo, Lexy. Me encantaría meter mi lengua en tu culo..."
"Me gustaría eso, Lynne." Me susurró Lexy con una sonrisa en su cara. "Pero aún más me gustaría hacer que te follen estos mocosos."
Lexy y yo nos miramos cara a cara durante unos segundos. Pero ella ya había ganado y ambas lo sabíamos.
"De acuerdo, Lexy." Dije sumisa. "Sabes que haré lo que quieras."
"¿Cuánto dinero tenéis, chicos?"
Los chicos empezaron a buscar nerviosamente en sus bolsillos. Pero obviamente desconfiaban todavía de lo que estaba pasando. Tras unos minutos reunieron once dólares y ochenta centavos, entre billetes y monedas, entre los cinco.
Era una experiencia humillante estar allí viendo como los chicos contaban nerviosamente las monedas y le pasaban el dinero a Lexy.
"Once dólares y ochenta centavos." Dijo Lexy en voz alta. "Te follarás a cinco jovencitos por once dólares y ochenta centavos ¿verdad Lynne?"
No contesté, me limité a asentir mansamente.
"¿Estás segura, Lynne?" Preguntó Desmond con voz auténticamente confundida.
"Sí, lo estoy." Dije todo lo desafiante que pude. Desmond me miró con la misma expresión confundida y disgustada que me había dedicado en el pasado. Echó una mirada a los chicos y luego se alejó.
"Gracias Desmond..." le grité mientras se iba.
Miró hacia atrás y creí ver un indicio de sonrisa, luego desapareció en las sombras y en la neblina de la mañana junto con los otros.
"Traedla aquí." Dijo uno de los chicos y dos de ellos me agarraron por los brazos y medio me arrastraron, medio me llevaron en volandas, hasta una pequeña zona rectangular rodeada de paredes altas de ladrillo. Una luz fosforescente de la calle parpadeaba detrás de la pared del fondo.
"Ponedla aquí, bajo la luz, para que podamos echarle mejor un vistazo."
Los dos chicos que me habían sujetado por los brazos me empujaron contra la pared, bajo la luz, y luego se unieron a los otros tres para ver que es lo que se iban a follar.
"No está mal." Dijo uno de ellos. "Un poco vieja." Añadió otro.
"Te dijimos que te tendríamos, zorra." Dijo enfadado el que había hablado con Desmond mientras andaba hacia mí. "¿Qué vas a hacer ahora.... Eh, Zorra?"
"Lo que queráis que haga."
La luz que estaba encima de mí se encendió unos segundos y luego se apagó un instante, hundiéndonos en la oscuridad, y luego volvió de nuevo. Había una atmósfera horripilante.
Estaba aterrada cuando me arrastraron callejón abajo. Pero mientras estaban allí mirándome, haciendo comentarios sobre mí y lo que iban a hacerme, también tuve la oportunidad de echarles un vistazo mejor.
Todos eran jóvenes, dieciséis o diecisiete años, como había pensado cuando me asaltaron por primera vez en Kellet Street, pero no eran yonquis. Todos llevaban vaqueros y chaquetas caras y zapatillas Nike o Reebock, y el pelo cortado a la moda. No eran los malvados y drogados chicos de la calle que pensé que eran. Solo eran quinceañeros en busca de diversión.
Estaba segura que ninguno esperaba que fueran a tener tanta diversión como la que iban a conseguir cuando salieron de sus casas.
El que había hablado con Desmond parecía ser el cabecilla del grupito y dijo a los otros que hicieran un colchón para 'la Señora' con algunas cajas de cartón que había junto a un contenedor de basura cerca de la pared del fondo.
Vi como los chicos se afanaban en romper las cajas, abrirlas y hacer un colchón para mí, apartado de la vista, detrás del contenedor. Podía decir lo excitados que estaban pensando en lo que iban a hacer conmigo. Podía ver los contornos de su jóvenes pollas duras en sus prietos vaqueros.
Me sentía extrañamente tranquila mientras me subía el vestido y me tumbaba en los cartones cuando me dijeron que lo hiciera. Miré sus jóvenes rostros cuando me miraban. No eran ángeles pero tampoco eran basura. No iban a hacerme daño, como todos los quinceañeros solo querían alguien para follar. Y de alguna manera estaba contenta de ser ese alguien para ellos.
Tumbarse en los cartones era mejor que tumbarse en el asfalto frío y negro, pero no mucho mejor. Todavía resultó duro para mi espalda cuando el primero de ellos saltó encima de mi y empujó su polla joven y tiesa en mi interior. No se había quitado los vaqueros, solo se había desabrochado el cinturón y la cremallera y se los había bajado los suficiente como para dejar salir su polla. La cremallera dolía un poco cuando rozaba contra la piel tierna del interior de mis muslos, pero en todo caso no iba a durar mucho. Se corrió enseguida.
El siguiente me bajó la parte de arriba del vestido y me quitó el sostén antes de follarme. Duró un poco más que el primero y realmente disfrutó mordiendo y chupándome los pezones.
El tercero me dijo que me pusiera sobre las manos y las rodillas para que pudiera follarme estilo perro. Tardó bastante más y su joven polla se notaba bien mientras me follaba con fuerza y velocidad, con el entusiasmo que da la juventud. El cuarto también me folló a lo perro, pero se corrió casi en cuanto me metió la polla.
Las corridas se salían de mi coño y goteaban por mis muslos abajo cuando le llegó el turno al último de ellos. Era el que había hablado. Aunque era obvio que era el cabecilla del grupito, era también el más joven. No tendría más de dieciséis años pero era bastante más maduro que uno de dieciséis normal.
Me dijo que se la chupara, y me puse de rodillas y le solté el cinturón y la cremallera y le cogí y saqué la polla joven y tiesa. Los otros miraban con envidia mientras chupaba y lamía su polla palpitante y dura como una roca.
Me agarró del pelo y tiró de mi cabeza hacia él, mientras se corría forzando a su polla y a su corrida a bajar por mi garganta. Cuando hubo terminado limpió su polla en mi pelo y me dijo que me tumbara de nuevo.
Estaba tumbada sobre la espalda, mirándole, cuando dijo:
"¡Te dije que te tendríamos, Zorra!"
Me apuntó con su polla, semierecta ahora, y los otros muchachos le jalearon mientras su orina caliente golpeaba la piel de mi estómago y empezaba a hacer un recorrido serpenteante hacia mi cara.
"Méala en la cara." Gritó uno de ellos pero él no necesitaba que le animaran. Cerré la boca y los ojos mientras la sentía sobre mis tetas y luego mi cuello y luego en la cara y en el pelo. Cuando terminó abrí los ojos y le miré. Sacudió la polla unas cuantas veces y las últimas gotas se soltaron y aterrizaron en mi cara y en los cartones donde estaba tumbada.
De repente el cielo empezó a encenderse y los muchachos se escaparon rápidamente. Eran también nocturnos, criaturas de la noche. Me pregunté como serían durante el día cuando estuvieran en casa con sus padres o en la escuela con sus amigos.
Oí los tacones de Lexy sobre el asfalto mientras la noche se convertía repentinamente en día. Se quedó delante de mí mirándome mientras recogía el sostén de los cartones y me limpiaba la cara con él.
La expresión de su cara me dijo que era lo que estaba pensando.
"Ahora puedes volver con esa mujer." Dijo despectivamente.
"Gracias, Lexy. ¿Estás segura de que no hay nada más que quieras que haga?"
Lexy no me contestó, me miró una vez más y se dio la vuelta y se alejó. La miré hasta que desapareció de mi vista. Me puse en pie arrastrándome y me coloqué el vestido lo mejor que pude y tiré el sostén al contenedor. Estaba peinándome con los dedos cuando oí pasos y un extraño sonido chirriante que bajaba por el callejón, ahora brillantemente iluminado. El sitio no parecía tan intimidante a la luz del día y seguí aseándome lo mejor que pude, pero mi vestido estaba sucio y manchado de corridas y orina.
No sabía que diría mi Ama cuando me viera. Pero era ella la que me había entregado a Lexy por una noche. Yo solo había hecho lo que se me había dicho que hiciera. Como lo que se supone que tiene que hacer una buena esclava.
El sonido que oía era de una anciana que arrastraba un carrito de supermercado lleno de sus 'posesiones'. Era una vieja que se encorvaba ligeramente al andar. Pero noté que llevaba reloj.
"¿Podría decirme la hora por favor?" Le pregunté cortésmente. Mientras otras tres viejas bajaban por el callejón.
"Los zapatos." Contestó con voz profunda y temblorosa. Me diría la hora si le daba los zapatos.
"Olvídelo." Le dije mientras me encaminaba al callejón.
"Los zapatos." Me chilló a mis espaldas. Me detuve y miré hacia atrás, a la patética vieja. Mis viejos zapatos de ama de casa podrían probablemente proporcionarle algo de comida y, en todo caso, no los necesitaría más.
"Está bien." Dije mientras me quitaba los zapatos y ella me los arrebataba de las manos. "Las 7:32." Dijo mirando al reloj.
"Gracias." Había estado con Lexy más de 14 horas.
Subí por el callejón y bajé por Kellet Street. No conocía las calles traseras como Lexy, así que tuve que bajar por Victoria Street que sabía que estaría llena a estas horas de la mañana cuando la gente vuelve a casa tras una gran noche y otros empiezan el día.
Todos con los que me cruzaba me echaban miradas extrañas y se aseguraban de no chocarse contra mí mientras nos cruzábamos. No podía culparles, me había echado un vistazo en unos cuantos escaparates.
Estaba física y emocionalmente exhausta cuando me arrastré por los escalones hacia la casa del Ama e hice sonar el timbre de la puerta.
Kelly abrió vestida con su pequeño atuendo de doncella francesa.
"Parece como si hubieras tenido una gran noche." Dijo sarcásticamente mientras me miraba de arriba abajo. "¿Dejaste los zapatos en algún sitio, Lynne?"
"¿Puedo entrar? por favor, señorita."
"¡No! Vete por detrás, tendré que darte un manguerazo antes de que puedas entrar dentro.
"Sí, señorita." Contesté educadamente mientras bajaba los escalones y me dirigía al callejón trasero de la casa del Ama, con la mente llena de imágenes de lo que había hecho esa noche.
La gente habla del lado asqueroso de Sydney o del lado oscuro de la sociedad. Nunca supe realmente que querían decir hasta esa noche. Era como si hubiera echado un vistazo a otro mundo.
Quizás era por eso por lo que el Ama me había entregado a Lexy por una noche. No me sentía tan horrible o tan extraña como me había parecido antes. No después de lo que vi y experimenté cuando pasé una noche en las sombras con Lexy.