Lynne 14: Una noche en las sombras Parte 1
Para el que le guste saber quien es en realidad el autor, a ver si de esta forma cierto personaje deja de dar la vara, en la pagina web original, que por cierto es: http://www.entregas-sm.com/viewuser .php?uid=53 consta como su autor: Just Another Bloke
Lynne: CAPÍTULO 14.
UNA NOCHE EN LAS SOMBRAS. Parte 1
Durante el resto de la noche Lexy me usó para pagar deudas, conseguir algunos favores y hacer algo de dinero rápido. Fue una experiencia mucho más allá de lo que podía haber imaginado.
La seguí de regreso a Victoria St y al interior de una de las tiendas de juguetes sexuales que incluso yo sabía que era un sitio de concentración de drogadictos.
"¿Has visto al 'Sanguijuela' (Leach) o a alguien de su grupo?" Dijo Lexy al asiático bajito que estaba tras el mostrador lleno de vibradores y pinzas para pezones y todo tipo de cosas interesantes.
"Sí, el 'Sanguijuela' está dentro viendo una porno..."
"¿En qué sala?" Dijo Lexy mientras se dirigía hacia una entrada tapada con una cortina de terciopelo azul sucio.
"La tres." Dijo desinteresado el asiático.
Seguí a Lexy a la pequeña sala tras la cortina. Había filas y filas de vídeos porno realmente fuertes. Las cubiertas mostraban fotos de hombres meando en las bocas abiertas de lo que parecían mujeres ansiosas y mujeres atadas siendo flageladas de arriba abajo o con velas de cera goteando encima de ellas o con pinzas enganchadas a su coño y pezones.
"Probablemente tú estás en esto, ¿verdad?" Dijo Lexy mirando las cubiertas de los vídeos y luego a mí. Era difícil describir como sentaba que una fulana barata como Lexy te mirara con semejante expresión de asco en la cara. No le contesté, no necesitaba hacerlo.
La cara de Lexy estaba llena de desprecio hacia mí, se dio la vuelta como si no pudiera soportar mirarme. No entendía que era lo que me había hecho convertirme en lo que era. ¿Cómo iba a poder entenderlo ella si yo misma no me entendía?
Lexy abrió una puerta en la parte trasera de la pequeña sala de exhibición de vídeos y la seguí por un pasadizo poco iluminado. Los sonidos de mujeres gritando en éxtasis llenaban el aire. Pero solo eran los sonidos de actrices porno, que salían de las salas bajo el vestíbulo donde los hombres se sentaban y veían películas porno por 5 dólares y se hacían pajas.
Lexy se dirigió hacia una puerta con un viejo '3' grabado en latón y la abrió y entró. La sala no era mucho más que un armario. El espacio justo para una televisión contra una pared y un asqueroso sofá para dos contra la otra con una mesita de mierda junto a él, con una caja de pañuelos de papel y un tubo de lubrificante encima.
El hombre sentado en el sofá parecía viejo pero me di cuenta de que no era tan viejo como parecía. No se inmutó cuando entramos sin llamar. Se volvió y miró a Lexy y luego volvió a la pantalla de televisión donde aparecía un primer plano de una mujer comiéndose con frenesí el coño afeitado de otra mujer.
El hombre ni siquiera dejó de menearse su gran polla sin circuncidar.
"Hola, 'Sanguijuela'." Dijo Lexy intentando recabar su atención. Tenía una cara siniestra y demacrada con barba de dos o tres días. Su ropa parecía de una tienda de saldos. Una vieja rebeca gris sobre una camisa blanca sucia y unos pantalones negros alrededor de los tobillos mientras estaba allí sentado haciéndose una paja.
"Está en venta." Dijo Lexy señalándome con un gesto. Tuve que apartar la mirada cuando me miró con una especie de sonrisa. No tenía dientes y un ojo estaba un tanto desviado.
'No puedo follar con esta... cosa.' Me dije para mí. Sabiendo perfectamente bien que tendría que hacerlo si Lexy lo quería. Lexy me agarró del brazo y me empujó para que me acercara al 'Sanguijuela'.
Podía sentir sus ojos en mí aunque no le mirara. Podía ver sus manos con el rabillo del ojo, todavía moviéndose arriba y abajo mientras se masturbaba.
"¿Cuánto?" Tosió mientras hablaba.
"¿Cuánto tienes, 'Sanguijuela'?" Dijo Lexy. Realmente se lo estaba pasando bien.
"No sé." Dijo el 'Sanguijuela' mientras se metía la mano en el bolsillo de la rebeca y sacaba algunos billetes y unas cuantas monedas. Lexy cogió dos de 20 y le devolvió el resto.
"Cuarenta dólares. ¿Te parece bien, 'Sanguijuela'?" Dijo Lexy enseñándole los dos billetes.
"Sí... supongo."
Quería escapar de la apestosa y pequeña habitación y huir de este hombrecillo apestoso y patético. Pero sabía que nunca volvería a ver a la Mujer Rubia si lo hacía. No tenía elección. Iba a tener que follar con este... hombre. Iba a tener que follar con él por cuarenta dólares.
"Quítate las medias y las bragas, Lynne." Dijo con una voz que apestaba a desprecio y diversión. No valía la penar malgastar tiempo con evasivas. Cuanto antes pasara esto mejor.
Me quité los zapatos y me deslicé las medias y luego me quité las bragas. Todo el rato esperando a que Lexy me pasara un condón. 'Por favor, déjame la menos usar condón' Me decía para mí misma.
"Dale al 'Sanguijuela' tus bragas, Lynne." Dijo Lexy con una expresión extraña en la cara. Al principio no caí. El 'Sanguijuela' adelantó las manos y me quitó las bragas y empezó a restregárselas por la cara.
"Y las medias." Masculló el 'Sanguijuela'. "También quiero las medias..."
"Dale también tus medias, Lynne." Dijo Lexy y se las pasé. Al final lo pillé. No tenía que follar con él. Lexy solo le había vendido mi ropa interior. Pero sabía que yo pensaba que iba a tener que follar con él.
Me sentía mareada y débil para cuando volvimos a salir a la calle. Lexy se detuvo de repente y se volvió a mirarme. Ahora su rostro estaba lleno de confusión e incredulidad.
"Habrías follado con él, ¿verdad, Lynne?"
"Sí." Dije todo lo desafiante que pude. "Si lo hubieras querido lo habría hecho."
"¿Por qué?" La voz de Lexy reflejaba la incredulidad de su cara.
"Porque el Ama me dijo que hiciera lo que dijera, Señorita."
Lexy se quedó allí mirándome. Tropecé con su mirada y me negué a retirarla. Al rato Lexy agitó la cabeza lentamente y apartó sus ojos de los míos. No lo entendía y no lo quería entender. Me tenía durante la noche y me usaría mientras pudiera. Al final eso era todo lo que realmente le importaba.
Después del asunto con el 'Sanguijuela' Lexy me llevó por Macleay St abajo hasta lo que parecía un bonito bloque de apartamentos donde un hombre de mediana edad y aspecto razonablemente bien parecido le pagó 200 dólares a Lexy por mirarme mientras estaba en la ducha y orinaba, mientras él estaba sentado en el retrete y se la meneaba. Tuve que separar las piernas y los labios del coño para que pudiera tener una buena vista mía. Y tuve que orinar justo cuando se corría.
Luego Lexy me volvió a llevar a The Cross y bajamos por Roslyn St hasta una pequeña tienda venida a menos que parecía vender artículos generales de ultramarinos. Un gran hombre de mediana edad con pelo negro aceitoso y un grueso mostacho negro empezó a gritar a Lexy en cuanto entramos. No entendía mucho de lo que decía, hablaba con marcado acento del medio este y no todo lo que decía parecía estar en inglés. Pasó la mano bajo el mostrador y sacó un papel y empezó a balancear el papel y los brazos.
"¡Ciento Veintisiete Dólares!" Empezó a gritar una y otra vez. Obviamente Lexy le debía dinero.
"Ella deja que le den por el culo." Dijo Lexy, y de repente el hombre se tranquilizó y se volvió a mirarme. No me gustó la mirada de sus ojos. Parecía uno de esos partidarios fanáticos de Saddam Hussein que ves en los periódicos. Esta es la mejor manera que se me ocurre de describir la mirada de sus ojos. Irracional, peligrosa.
"Tú. Ven aquí." Su inglés era mucho mejor cuando se dirigió a mí.
Antes de que pudiera darme cuenta estaba tras el mostrador, doblada sobre un taburete con el vestido levantado por la espalda mientras me examinaba el culo. "Muy bien, muy bien." Dijo unas cuantas veces mientras me pasaba las manos por las nalgas y pinchaba con rudeza mi ojete con su dedo.
Oí el cascabeleo de las cuentas que colgaban en la puerta de entrada a la tienda. Un tío joven con vaqueros sucios y chaqueta de cuero entró en la tienda.
"¡Hola Asiff! ¿Qué es lo que pasa tío?" Echó un vistazo a fondo a su alrededor. Al principio quise taparme pero disfruté sabiendo que no podía.
"¿Te gusta?" Dijo Asiff orgulloso mientras me palmeaba el culo.
"Sí... Buen trozo de coño, Asiff." Dijo el tío joven mientras miraba como Asiff me separaba las nalgas.
"Danos una papelina, ¿quieres, Asiff?"
"¿Traes dinero?"
"Sí, sí, traigo dinero." El habla del joven era dificultosa y buscó a tientas en el bolsillo de su chaqueta y tiró dos de cincuenta en el mostrador. Asiff metió la mano bajo el mostrador y lanzó una pequeña dosis envuelta en papel de aluminio sobre el mostrador.
"Disfrútala, disfrútala." Dijo Asiff sonriendo.
"Tú también, Asiff." Dijo el tío joven mientras me miraba y luego retiró el paquete de heroína del mostrador y salió a deambular por las calles.
La pequeña tienda quedó en silencio un instante mientras Asiff admiraba mi culo y pasaba sus manos por él. El silencio lo rompió el sonido de la cremallera metálica de los vaqueros de Asiff al bajar.
Asiff me dio la vuelta hasta que estuve en la posición que él quería. Miré hacia la puerta de la tienda. Lexy se dio cuenta.
"Esa es la menor de tus preocupaciones, Lynne. Asiff no es precisamente delicado."
Salté al sentir algo frío en mi trasero. Era algún tipo de crema. 'Al menos me lubrifica antes.' Pensé para mí. Luego sentí su polla empujando con dureza contra mi agujero. No me parecía que llevara condón pero no quería darme la vuelta y mirarle.
Dolía un poco al principio cuando deslizó su polla en mi culo pero mi cuerpo pronto se acomodó a su tamaño. Lexy tenía razón, no era delicado en absoluto. Pero me gustaba de esa forma. No tenía vergüenza, ya no me quedaba dignidad. Allí estaba mirando a la puerta esperando que alguien entrara y viera lo que estaba haciendo. Mi cuerpo empezó a moverse al compás del suyo. Me pasé la mano entre las piernas y empecé a acariciarme el clítoris mientras Asiff me follaba más rápido y con más fuerza. Me corrí cuando él lo hizo. Ni siquiera intenté luchar esta vez. No podía soportar lo bien que me sentaba la polla de Asiff en mi culo y no podía detener mi mano que me acariciaba entre las piernas, en todo caso no lo quería. Hice más ruido que el propio Asiff cuando nos corrimos.
Solo había pasado un poco de tiempo desde que había tenido el orgasmo con el gordo de Garry y otro en las cabinas con el hombre que me conocía. Pero parecía no haber límite para la cantidad de placer que mi cuerpo quería y necesitaba ahora. Cuanto más me corría más deseaba y necesitaba correrme.
Creo que el puro placer físico del que he disfrutado en las últimas semanas es parte de mi adición a la Mujer Rubia y parte de mi obsesión por ser su esclava. Hay mucho más que eso en ello, pero la intensidad y la frecuencia del placer físico que recibo de mano de la Mujer Rubia es definitivamente parte de ello.
Asiff me dio una toalla para limpiarme cuando terminó y rompió la cuenta de Lexy de 127 dólares. Me enderecé sin mirar ni a Asiff ni a Lexy. Ninguna mujer se habría corrido siendo usada de esa manera, pero yo lo hice. No es que me avergonzara pero sabía que ellos pensaban que debía hacerlo.
Lexy no me dirigió la palabra mientras volvíamos a Victoria Rd. Cuando llegamos al Fitzroy Gardens Park me dijo que esperase en una zona muy poco iluminada cerca de la fuente.
Los bancos del parque estaban llenos de los viejos que antes se llamaban vagabundos pero ahora se les llama 'sin techo'. Me estaba poniendo cada vez más nerviosa e histérica a medida que pasaba el tiempo desde que Lexy se había ido.
Luego escuché pasos que venían hacia mí. Me di la vuelta y me alivió el ver a dos policías caminando en mi dirección.
"Síguenos, Lynne." Dijo uno de ellos cuando pasaron a mi lado. Miré ansiosa a mi alrededor mientras les seguía como un perro obediente. Sin preguntas, sin vacilaciones me limité a hacer lo que me habían dicho los dos hombres.
Los seguí a través del parque hasta la Comisaría de Kings Cross.
"¿Qué salas de interrogatorios están disponibles, Mick?" Dijo uno de ellos al policía que estaba tras el mostrador.
"Coged la C." Contestó Mick con una sonrisa cómplice.
La sala C tenía una mesa en el medio con unas pocas sillas alrededor y un sofá contra la pared bajo lo que supuse que era un espejo transparente. Fue sobre el sofá donde los dos policías y otros tres hicieron turnos para follarme. Ninguno se puso condón y mi chocho y muslos acabaron cubiertos de corridas para cuando terminaron conmigo. Ahora Lexy no iba a ser molestada por la policía del estado en un tiempo.
Mick fue el último en follarme y le pedí algo para limpiarme cuando terminó pero se limitó a reírse y me dijo que me vistiera y saliera antes de que me arrestaran y me retuvieran unos cuantos días.
No entendía por qué no me daban un trapo o algo con lo que limpiarme. Lo sabría unos minutos más tarde.
Lexy me estaba esperando cuando salí de la comisaría y rápidamente me hizo bajar los escalones y me llevó a Ward Avenue en cuanto me vio. Podía sentir las pegajosas corridas entre las piernas y bajando por mis muslos mientras seguía a Lexy. Me llevó al vestíbulo de lo que antes era 'The Camelot Inn' pero que había sido reconvertida en apartamentos caros.
Pulsó el timbre del 4B y contestó una voz femenina grave.
La mujer que abrió la puerta del 4B fumaba un cigarrillo y parecía estar al final de los cuarenta o principio de los cincuenta. Vestida con una bata de seda blanca y montones de joyas caras. Solo unos de los anillos de sus dedos habría valido más que mi coche, el coche de la antigua Lynne.
Era razonablemente atractiva, para una mujer de su edad. Montones de cremas faciales caras y montones de tiempo pasado en el salón de belleza. Pero se había decolorado demasiadas veces su pelo rubio hasta los hombros.
Sus ojos se clavaron en mí con excitación mientras Lexy le contaba sobre los cinco hombres que acababan de follarme y cómo ninguno de ellos había usado condón. Podía ver la pasión incrementándose en sus ojos mientras escuchaba.
"Muy bien, Lexy. Muy, muy bien." Dijo con aquella voz profunda. Luego pasó a Lexy un rollo de billetes, pero no pude ver cuanto había pagado por mí." Espera fuera, Lexy. Tú.... Ven conmigo."
La seguí al dormitorio y luego al baño adjunto. Me hizo quitarme la ropa y tumbarme sobre el frío suelo de baldosas, con la cabeza junto al retrete y me dijo que abriera las piernas. Luego se arrodilló entre mis piernas y empezó a lamerme la corrida reseca de los muslos.
Deslizó una mano dentro de su bata y empezó a jugar con su cuerpo mientras me limpiaba ansiosamente con la lengua. Gemí suavemente la primera vez que su lengua penetró en mi chocho.
"¡No te corras sucia putilla!" Me gritó mientras su lengua volvía a lamerme entre las piernas y en los muslos.
¿Cómo podía esperar que mi cuerpo no respondiera? ¿Cómo podría no correrme si iba a seguir lamiendo y chupando mi chocho de esa manera?
Su respiración se iba haciendo más pesada mientras su mano se movía más rápida bajo su bata y enterraba la lengua más dentro de mí. Deseaba gritar, dejarme ir y disfrutar de lo que me estaba haciendo pero alguien tenía que luchar contra las ansias que crecían en mi interior.
Miré su cabeza subiendo y bajando entre mis muslos e intenté pensar en alguna otra cosa. Intenté pensar en lo patética que resultaba esta mujer. Cómo era incluso una puta más rastrera que yo. Cómo era incluso más patética que yo. Pero estos pensamientos solo conseguían humedecerme más.
Pareció llevarle una eternidad limpiarme a lamidas. Retirar a lametones hasta la última gota de corrida de mi cuerpo, pero de alguna forma conseguí soportarlo. Cuando hubo lamido hasta la última gota y todo lo que quedaba era el brillo reluciente de su saliva, se enderezó y se quedó mirándome el chocho.
Su mano era casi un borrón mientras se acariciaba cada vez más rápidamente y se relamía los labios y se pasaba la lengua alrededor de la boca.
De repente gruñó sonoramente y enterró su cara entre mis piernas mientras se corría. Su orgasmo seguía y seguía. Oleada tras oleada de placer hacían que su cuerpo palpitara y se estremeciera.
Su orgasmo acababa de empezar a decaer cuando me gritó que me fuera. "Lárgate putilla asquerosa, lárgate..." Me gritó volviendo la cabeza para que no pudiera verle la cara.
Agarré mi ropa y zapatos y salí casi corriendo al salón.
"Realmente es una jodida enferma, ¿verdad, Lynne?" Dijo Lexy mientras cerraba la puerta del 4B detrás de mí. "Es casi tan jodidamente rara como tú."
Lexy pensaba que su comentario me heriría pero no lo hizo. Pero me hizo pensar. "¿Es en esto en lo que me convertiré en veinte años?"
Me quedé sorprendida y confusa cuando Lexy apretó el botón de subida del ascensor. Me miró esperando que le preguntara por qué subíamos en lugar de volver al vestíbulo. Pero no pregunté. Obviamente tenía a alguien o algo más para mí.
Lexy llamó al timbre del 6C y la puerta se abrió inmediatamente.
"Llegas tarde." Dijo una mujer alta con largo pelo rubio cereza. Parecía un poco nerviosa, a tope.
"Si, bueno, pasan cosas puñeteras, Señora Stevenson." Dijo Lexy de pasada mientras entraba al apartamento y me hacía señas de que la siguiera. Lexy obviamente había hecho acuerdos con esta gente. Me pregunté cuántas citas me habría preparado.
"Esta es Lynne, señora Stevenson. ¿Qué le parece?"
La señora Stevenson me miró un buen rato antes de contestar.
"No está mal, Lexy... No es una reina de la belleza pero no está nada mal..."
La señora Stevenson tampoco estaba nada mal. Estaba probablemente al comienzo de los treinta. Llevaba un bonito vestido de verano de flores hasta la rodilla. Su pelo largo y brillante caía sobre la suave piel de sus hombros y la parte superior del vestido le apretaba estrechamente sus grandes pechos.
Parecía el tipo de ama de casa normal, pero lo mismo me pasaba a mí. Pasó a Lexy un sobre y me tomó de la mano suavemente y dijo.
"Ven conmigo corazón, es la hora de tu baño."
"Sé una niñita buena con la señora Stevenson, Lynne." Dijo Lexy antes de salir del apartamento.
"Sí, seré una niñita buena." Dije esperando que fuera lo que debía decir. A juzgar por la expresión de la cara de la señora Stevenson lo era.
Me llevó al cuarto baño donde estaba esperándome un gran baño de burbujas. Se puso detrás de mí y lentamente me bajó la cremallera del vestido y lo dejó caer por mi cuerpo.
"¿Dónde están tus bragas, Lynne?" Dijo con firmeza cuando vio mi culo desnudo. "Las niñitas buenas siempre llevan bragas, Lynne."
"Lo siento, señora Stevenson. Debo haberme olvidado de ponérmelas."
"Está bien, Lynne. Te puedo prestar un par de las mías."
"Gracias, señora Stevenson." Dije más confiada mientras me ayudaba a desprenderme de mi ropa. No tenía ni la menor idea de lo que esta mujer quería de mí.
"Tienes unos pechos muy grandes para una niñita, Lynne." Dijo la señora Stevenson mientras se ponía detrás de mí y me soltaba el sostén. Me pareció oírla gemir suavemente mientras me quitaba el sostén y sus manos rozaban débilmente mis pezones.
Me ayudó a entrar en el baño espumoso y cálido y me lavó tiernamente toda entera con una suave esponja rosa. Era yo quien gemía suavemente mientras ella seguía pasando la esponja por mis muslos arriba y entre las piernas.
Todo mi cuerpo estaba brillante y sonrosado por el agua caliente cuando me ayudó a salir del baño y me secó dulcemente con una esponjosa toalla blanca.
"Ven conmigo, Lynne." Dijo la señora Stevenson mientras me tomaba de la mano y me llevaba al dormitorio adyacente. Me sentó en una silla delante de una mesa de vestidor con espejo. El asiento de mimbre blanco resultaba frío contra mi piel desnuda y pegué un ligero respingo.
Observé a la señora Stevenson en el espejo mientras me cepillaba el largo cabello y lo ataba en coletas. Podía ver la pasión en sus ojos marrón oscuro mientras pasaba tiernamente el cepillo entre mi pelo. Cada vez más a menudo se le escapaba una mirada hacia mi entrepierna así que abrí las piernas un poco para ofrecerle una mejor vista.
Cuando tuvo las coletas de la forma que deseaba dejó el cepillo y pasó los dedos entre mi cabello mientras me admiraba en el espejo.
"Vamos, Lynne, es hora de que dé de comer."
Me llevó a una gran silla de mimbre blanco con respaldo en forma de hoja, colocada en la esquina cerca de la ventana. Me soltó la mano y se sentó y me hizo señas para que me sentara en su regazo.
Abrió ligeramente las piernas para que mi peso descansara sobre la silla y me acunó en sus brazos. "¿Tienes hambre, Lynne?"
"Sí, señora Stevenson. Tengo mucha hambre. ¿Podría darme de comer, por favor?" Contesté. Cerró los ojos y gimió suavemente como si mis palabras la hubieran acariciado entre las piernas. Era lo que quería que dijera.
"Ya sabes lo que tienes que hacer, Lynne." Dijo la señora Stevenson señalando sus pechos con los ojos.
"Gracias, señora Stevenson." Dije mientras subía las manos y soltaba lentamente las cintas de su vestido y enrollaba la parte de arriba por debajo de sus grandes pechos. Ella se relamía los labios con excitación nerviosa mientras lo hacía.
"Eso es, niñita buena." Susurró.
Llevaba un sostén maternal. Había visto a amigas mías usarlo y alcancé y solté los pequeños broches y sus pechos cayeron fuera de las copas.
Gotas de leche se escapaban de sus pezones. Los tenía duros e hinchados y de un color rojo oscuro, casi púrpura.
"Eso es ser una buena niña, Lynne." Me susurró de nuevo mientras tomaba el pezón izquierdo en mi boca y chupaba dulcemente la leche de sus pechos. Gemía suavemente mientras yo mamaba. Su leche era ligeramente amarga, pero sabía bien.
De repente sentí que su cuerpo se ponía tenso. "Nunca he hecho daño a nadie, Lynne. Solo que siempre pago a mujeres para que me hagan esto. Mujeres adultas."
La señora Stevenson obviamente cargaba con un sentimiento de culpa sobre su afición particular. Pero podía decir que nunca hacía daño a nadie, sabía que siempre había pagado por satisfacer sus necesidades antes de que lo dijera.
Pero obviamente quería que supiera que nunca hacía daño a nadie para satisfacer sus deseos. Y no iba a hacer daño a nadie ahora. Yo disfrutaba alimentándome con la leche caliente de su pecho, y disfrutaría con cualquier cosa que quisiera que hiciese por ella.
"Lo sé, señora Stevenson." Dije con suavidad mientras la miraba a los ojos. "Pero todavía tengo hambre. ¿Puede darme un poco más, por favor?"
Me sonrió y cerró los ojos expectante. "Sí, Lynne. Te daré un poco más."
Gimió de nuevo suavemente cuando rodeé con mis labios su hinchado pezón y chupé la leche de sus pechos.
"Eres una buena chica, Lynne." Susurró. "Eres un niñita muy buena."
Gimió cuando trasladé mi boca de un pezón al otro. Sus gemidos se hicieron cada vez más sonoros a medida que llevaba más tiempo chupando. De repente se estremeció en su asiento.
"¡Me estás mordiendo, Lynne, niña mala!" Dijo enfadada mientras me miraba. No la había mordido pero sabía que era lo que tenía que decir.
"Lo siento, señora Stevenson, no lo volveré a hacer."
"Será mejor que no lo hagas o tendrás que ser castigada. Las niñas malas tienen que ser castigadas."
"Lo sé, señora Stevenson. No la volveré a morder, lo prometo." Levanté su pecho derecho hasta mis labios y rodeé con ellos de nuevo su hinchado pezón y chupé un poco más de su leche caliente con la boca.
La señora Stevenson gemía sonoramente y se retorcía en su asiento. Tomé el pezón entre mis dientes y mordí con fuerza.
"¡Niña mala!" Gritó mientras sentía el dolor. "Ahora voy a tener que castigarte."
"Lo siento, señora Stevenson. Se que tengo que ser castigada. He sido una niña mala por volverla a morder."
La señora Stevenson me dijo que me tumbara sobre el estómago en su regazo para que pudiera castigarme. Me sujetó la cabeza por las coletas que me había hecho en el pelo y empezó a pasarme la mano por los muslos y el culo.
La palmada de su mano en el carrillo de mi culo me hizo estremecer.
"Esto es lo que les ocurre a las niñas malas, Lynne."
"Sé que he sido una niña mala, señora Stevenson. Sé que tiene que castigarme."
Me azotó mucho más fuerte que lo que pensé que lo haría. Para cuando terminó de castigarme, el culo me daba punzadas y estaba rojo brillante y su cara estaba tan roja como la mía.
"Ahora será mejor que te demos unas bragas y te metas en la cama." Dijo y me levanté de su regazo y vi como iba al vestidor que había al lado de su cama. Sacó un par de sus bragas de algodón. Tenían pequeñas margaritas amarillas y me observó mientras me las ponía.
"Ahora es el momento de tu siesta, Lynne." Dijo mientras me tomaba de la mano y me llevaba a la cama.
"¿Quieres que me acueste contigo un rato, Lynne?" Dijo la señora Stevenson mientras me acariciaba tiernamente la cara.
"Sí, por favor, señora Stevenson. Tengo miedo."
La señora Stevenson se quitó el vestido y se puso delante de mí. Llevaba un par de las mismas bragas de algodón con margaritas que me había prestado.
Disfrutó algunos minutos de verme mirando su cuerpo y luego se tumbó en la cama a mi lado y me rodeó con sus brazos.
"¿Todavía tienes hambre, Lynne?" Dijo después de unos minutos.
"Sí, señora Stevenson, ¿podría darme más, por favor?"
Se incorporó y dejó descansar su espalda contra algunos cojines y yo me tumbé en su regazo y agarré ansiosamente uno de sus pezones con la boca.
"Eres una niñita hambrienta, ¿verdad, Lynne?"
"Sí, señora Stevenson." Dije mientras succionaba de nuevo su leche. "Gracias por darme más. Me encanta su leche, señora Stevenson."
Se metió los labios en la boca y gimió suavemente cuando lo dije.
"Me alegro de que te guste mi leche, pero sé buena chica, no me vuelvas a morder."
La señora Stevenson deslizó una mano por debajo de mí y se bajó la parte de arriba de sus bragas.
"Realmente me encanta su leche, señora Stevenson. Y hay tanta." Cambié la boca a su otro pezón y chupé con fuerza llenándome la boca con su leche. Su mano se movía con rapidez entre sus piernas y sentí que su cuerpo se tensaba mientras se acercaba el momento.
"¿Qué está haciendo, señora Stevenson?" Pregunté inocentemente mientras miraba su mano moverse con frenesí dentro de sus bragas.
"A la señora Stevenson le duele ahí abajo, Lynne. Solo me estoy dando unas friegas." Contestó sin aliento.
"¿Quiere que le dé yo las friegas, señora Stevenson?"
"Oh dios..." Gimió sonoramente. "Sí, Lynne, dame las friegas mientras te alimento."
Pasé la mano bajo el elástico de la parte superior de sus bragas y enterré mis dedos entre los pliegues húmedos de la carne entre sus piernas. Le separé los labios con mis dedos índice y anular y le restregué el clítoris con el dedo medio.
"Oh, eres un buena chica, Lynne." Jadeó la señora Stevenson mientras tomaba su pezón de nuevo con la boca y bebía su cálida leche.
"Eres una buena chica, Lynne... Eres muy buena chica... Dame esas friegas, Lynne..."
"Gracias por amamantarme, señora Stevenson. De verdad que me gusta su leche. Es mucho mejor que la de mi mamá."
Gruñó sonoramente y se corrió cuando le dije cuanto me gustaba su leche. Le restregué más deprisa mientras se corría y chupé con más fuerza su pezón hinchado. Su orgasmo duró mucho tiempo y ella saboreó cada uno de sus momentos.
Cuando finalmente se aplacó su orgasmo retiró mi mano de sus bragas y nos quedamos allí tumbadas un rato, conmigo todavía tomando leche de su pecho.
"Ahora tendrás que vestirte y marcharte." Dijo la señora Stevenson de repente y de forma abrupta. Se bajó de la cama y desapareció en el vestíbulo. Me vestí, me apliqué algo de maquillaje que encontré en el baño y me dirigí a la puerta.
"¿Podías devolverme esas bragas, por favor, Lynne?" Dijo la señora Stevenson desde la entrada de la cocina. Tenía un aspecto realmente atractivo con un kimono rojo brillante. Pero también parecía muy nerviosa y cortada.
"Por supuesto, señora Stevenson." Dije y avancé hasta colocarme delante de ella. La miré a los ojos mientras me levantaba el vestido y me bajaba las bragas de algodón por las piernas. Los ojos de la señora Stevenson seguían mirándome entre las piernas, así que me tomé mi tiempo para quitarme las bragas.
Me salí de ellas y se las pasé. Las arrugó en su mano en una pelota apretada.
"Gracias, Lynne."
"¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por usted, señora Stevenson?"
"No, gracias, Lynne." Dijo sonriendo un instante antes de desaparecer en la oscuridad de la cocina.
Lexy me estaba esperando en el recibidor.
"Había bastante que beber, ¿verdad?" Dijo sarcástica.
No me molesté en contestarla. La señora Stevenson era una mujer agradable que tenía una necesidad especial. Lexy no lo entendía y yo tampoco pero no iba a condenar a la señora Stevenson por ello o a hacer bromas a su costa.
Esta vez no me sorprendí cuando Lexy apretó de nuevo el botón de subida en el ascensor. Pero me pasó por la mente que había unas cuantas personas interesantes viviendo en este edificio.
El hombre del 7A estaba muy nervioso cuando abrió la puerta. Miró arriba y abajo al recibidor varias veces antes de casi arrastrarnos dentro. Era un juez del tribunal del distrito que atendía algún caso en el que de alguna forma estaba envuelta Lexy. Por lo que se dijeron el trato era que podría usarme y el caso contra Lexy sería desechado por alguna razón técnica.
Era un gran favor el que le estaba haciendo a Lexy. Me preguntaba que tendría que hacer por él a cambio, mientras le veía acompañar a Lexy a la puerta.
Se detuvo un instante mientras recuperaba el aliento después de cerrar la puerta tras Lexy. Luego se dio la vuelta lentamente y se quedó allí mirándome. Era un hombre de aspecto muy distinguido, al final de los cincuenta, pelo oscuro moteado en gris. Iba vestido informalmente pero con gusto, con pantalones marrones y una camisa de manga larga azul pálida.
"¿Le dijo Lexy lo que se esperaba de usted, joven señora?" Dijo en tono muy formal.
"No Señor, no me lo dijo." Contesté cortésmente, sintiéndome más preocupada ante lo que iba a tener que hacer por este hombre.
"Hay una nota en el banco de la cocina mediante la cual se le explicará todo." Dijo y se dirigió a un sillón antiguo situado en la esquina del salón. Me encaminé en la dirección que me señaló y encontré la nota.
Tenía que desnudarme y gatear por el suelo. Había un collar rojo con una campanilla que tenía que ponerme. Sonaba bastante extraño pero bastante inofensivo. Tenía que haber más que esto, pensé.
Me desnudé y me puse el collar y gateé hacia el salón, intentando maullar como una gatita lo mejor que podía. Al principio la parte más difícil fue no reírme.
Pero cuanto más gateaba desnuda por el suelo, con este hombre observándome, fingiendo que era su gatita, más me metía en ello.
La campanita de mi collar tintineaba mientras gateaba por la sala y me restregaba contra los muebles y las piernas del juez. Se levantó y salió de la habitación un minuto y puso algo en el suelo a poca distancia de la delantera de su silla, y se sentó de nuevo. Era más que lo que estaba escrito en la nota.
Me enrosqué en el suelo a sus pies. Intentando no pensar en lo que iba a hacerme y que otras sorpresas me tenía reservadas. Pero no podía dejar de pensar en ello. Y con todo lo extraño y tal vez enfermizo que era, pensar en ello hacía que me humedeciera.
La nota decía que tenía que lamerle los pies y noté mientras gateaba hacia el salón que ya se había quitado los zapatos y los calcetines.
Sus pies olían a limpio y las uñas estaban bien cortadas. Al menos en esto había tenido alguna consideración conmigo. Pero no lo encontré nada divertido cuando empecé a lamerle los pies.
Se inclinó hacia delante y me acarició la cabeza mientras pasaba la lengua por las plantas de sus pies. La campanilla de mi collar tintineaba suavemente mientras mi cabeza se movía de arriba abajo.
"Eres una buena gatita." Dijo mientras le oía bajarse la cremallera.
Se la meneó mientras le lamía los pies y le chupaba los dedos. Se inclinó hacia delante y me acarició el culo unas cuantas veces. Sus dedos se deslizaban de vez en cuando en mi raja y me rozaban ligeramente el ojete.
"Deberías usar tu cubeta de arena antes de que tengas un accidente, gatita."
Miré a la gran bandeja de plástico rellena con periódicos arrugados. Dudé un instante, pero solo un instante. Estaba aprendiendo a ser obediente, estaba mejorando en eso. Una buena esclava hace lo que le dicen cuando se lo dicen, me había enseñado el Ama, y estaba decidida a ser una buena esclava.
La campanilla de mi collar tintineó sonoramente mientras gateaba sobre la bandeja de plástico y me colocaba con el culo mirando al juez. Estaba a cuatro patas y abrí mis patas traseras para separarlas todo lo que pude.
Había un espejo en la pared frente a mí y vi al juez meneársela lentamente mientras me observaba y me escuchaba orinar sobre los periódicos arrugados.
Cuando terminé meneé el culo unas cuantas veces para sacudirme y volví a gatas junto al juez. Me acarició la cabeza y me pasó los dedos entre el pelo. "Eres una gatita buena."
La idea de que me obligara a hacerlo me había excitado, pero el hacerlo mientras él observaba me había excitado aún más. El coño me chorreaba y los pezones estaban tan duros que palpitaban.
Me acurruqué a sus pies y empecé a lamérselos de nuevo. Esta vez los lamía con pasión y entusiasmo. Esta vez deseaba lamerle los pies.
Hizo mucho ruido cuando se corrió. Pensé que sería mejor que siguiera lamiéndole los pies hasta que me dijera que parase.
"Ven aquí, esto es para ti gatita." Dijo mientras se inclinaba hacia delante y ponía un platillo en el suelo junto a sus pies. Había recogido su corrida en el platillo.
"Lame tu regalo especial, gatita." Su voz era grave y casi tierna. "Eres una buena gatita." Dijo cuando empecé a lamer su corrida del platillo. Mi campanilla tintineaba sonoramente mientras lamía ávidamente su corrida del platillo. Deseaba ponerme la mano entre las piernas y jugar con mi cuerpo pero hacía esto para buscar su placer no el mío. Esta era otra de las cosas que el Ama me había enseñado.
Observó como limpiaba el platillo y luego se levantó y salió de la sala. "Ahora puede irse, joven señora." Fue todo lo que me dijo.
Me vestí en la cocina y tomé un vaso de agua para enjuagarme de su corrida y salí del apartamento. Lexy estaba esperándome de nuevo en el vestíbulo.
Esta vez Lexy no dijo nada mientras bajábamos en el ascensor y cruzábamos el recibidor y la calle hasta un motel de la esquina.
Solo había una persona en el mostrador de recepción. Un tío de unos veinte años que no tenía ninguna mala pinta.
"¿Es esta, Lexy?" Dijo mirándome mientras entrábamos.
"Sí, esta es mi zorrita."
"Está muy bien." Dijo en tono un poco sorprendido. "Ven aquí y déjame que te eche un vistazo, Lynne."
Me pasó las manos por el brazo y las tetas y el estómago. Me miró a los ojos mientras bajaba la mano y me levantaba el borde del vestido.
"¡Uau!" Fue todo lo que dijo cuando vio mi coño pelado. "Vale, Lexy. Hay trato." Añadió, mirando todavía mi coño afeitado.
"¿Y esto supone?"
"Sí, esto cubrirá todo Lexy..."
Me dijo que me pusiera en el suelo bajo el mostrador y se la chupara.
No había mucho sitio bajo el mostrador y me golpeé la cabeza mientras conseguía bajarle la cremallera de los pantalones. Ya estaba empalmado cuando le saqué la polla de los pantalones y la rodeé con mi boca. Dejó escapar un gruñido apagado cuando sintió mi lengua bailando sobre su polla.
Mientras levantaba las manos para soltarle el cinturón pensé en lo espontáneamente que había hecho lo que me había dicho.
"Métete debajo del mostrador y chúpamela." Era todo lo que había dicho, un hombre al que no conocía antes, y lo había hecho. Lo hice sin pensarlo siquiera.
¿Habría sido siempre una putilla sumisa? Si no ¿por qué me había convertido en una de ellas tan rápidamente?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el pitido del ascensor. Seguí chupándole la polla mientras el sonido de las pisadas se acercaba al otro lado del mostrador. El hombre cuya polla tenía en la boca se acercó al mostrador de manera que la persona que estaba al otro lado no pudiera verme ni que estaba haciendo.
"¿Puedo ayudarle?" Dijo con voz sorprendentemente controlada.
"Sólo que anulase nuestra petición de desayuno." Dijo una mujer con acento inglés.
"Gracias, Señora. Muy bien." Dijo, esta vez con algo menos de control.
La oí volver al ascensor, luego la apertura de las puertas. Él dejó escapar un gemido apagado mientras se cerraban las puertas.
"Lámemela, Lynne." Dijo viéndome en el suelo bajo el mostrador mientras cogía el teléfono de su lado izquierdo. Hice lo que decía y me saqué la polla de la boca y pasé la lengua a todo lo largo y le lamí la cabeza.
"Hola, corazón, ¿cómo estás?" Dijo por teléfono. "Sé que es tarde pero solo quería llamarte para decirte que te echo de menos y te quiero."
Llevaba anillo de casado, así que supuse que era con su esposa con quien hablaba mientras se la chupaba.
Siguió hablando con su esposa mientras se la lamía y se la chupaba. Le dijo cuanto la echaba de menos y lo impaciente que estaba por llegar a casa, justo antes de correrse en mi boca.
Tapó el micro con la mano pero no emitió ni un sonido mientras me soltaba su cálida corrida en la boca y la garganta. Me la tragué ávidamente sin siquiera pensarlo. Era solo lo que hacía ahora.
Le limpié la polla mientras se ponía flácida y le volvía a decir a su mujer cuanto la quería y cómo la echaba de menos.
"Eso estuvo muy bien, Lynne." Dijo mientras sacaba de mi boca su polla y la volvía a sus pantalones.
"¿Quieres que me vaya ahora?" Pregunté.
"Sí." Dijo casi cordialmente. No tenía mucho interés en lo que hiciera, ahora que ya tenía lo que quería. Pero eso era lo correcto. Era su placer lo que importaba.
Salí de debajo del mostrador y me encaminé hacia el recibidor donde Lexy estaba sentada fumándose un cigarrillo.
"Gracias, Lexy." Dijo el hombre. "Ahora estamos en paz."
Lexy me llevó de vuelta a The Cross y por Roslyn St. Casi me había olvidado de David y las fotos hasta que vi la tienda con el cartel de "Juguetes para adultos y Novedades". Había un indicador en el escaparate anunciando salvapantallas que incluía un monitor de ordenador con alguna de las fotos más sosas de las que David me había sacado en la pantalla.
"Vas a ser famosa." Dijo Lexy en tono de burla. "¡Una puta célebre!"
La fulana de una fulana, puta célebre. Me pregunté qué otros nombres usaría la gente cuando hablara de mí.
Lexy me llevó al baño de señoras de un bar en Victoria St para que pudiera lavarme, retocar mi maquillaje y peinarme.
"Mejor que te enjuagues también la boca." Dijo sarcásticamente mientras me pasaba una botellita de plástico de Listerine que llevaba en el bolso.
"Tu aliento apesta a corrida..."
Me arreglé, incluido el lavado de boca pero Lexy no estaba satisfecha. Hizo que me peinara de nuevo y me pusiera más maquillaje.
"Qué le vamos a hacer." Dijo al fin. "Probablemente esto es lo mejor que puedes resultar."
Alquiló un taxi en Victoria St que nos llevó, bajando por Lindsay Avenue, a una parte muy cara de Darling Point. El taxi se detuvo delante de una casa de aspecto muy impresionante. La luz del porche estaba encendida y vi que se movían las cortinas. Alguien había estado observando, esperándonos.
Un hombre atractivo, al final de la veintena, abrió la puerta antes de que Lexy llamará al timbre de la puerta. "Llegáis tarde." Dijo en tono molesto. "De prisa, entrad."
Miró nerviosamente a la calle arriba y abajo unas cuantas veces antes de cerrar la puerta. "De modo que tú eres Lynne." Dijo mientras sus ojos recorrían mi cuerpo.
"Entra aquí para que pueda verte mejor." Me agarró del brazo y casi me arrastró a un salón con muebles costosos que estaba lleno de juguetes de niño.
Me colocó en medio de la sala bien iluminada y pasó un dedo por mi brazo mientras daba vueltas a mi alrededor, evaluándome.
Yo también le había estado evaluando. Tenía un aspecto bastante bueno, unos 5 pies y 10 pulgadas (aproximadamente 1,80 m), cabello oscuro y corto. Nada especial pero realmente tenía un polvo. Parecía un tío muy normal. Vaqueros negros, calzado Nike y una camisa a cuadros de manga larga.
Llevaba anillo de casado y había fotos suyas y de una mujer y tres niños repartidas por todo el salón. La casa y los muebles eran caros, pero tenía un aspecto auténticamente 'familiar'.
Mujer, hijos, probablemente habría un perro y un gato en el patio trasero con columpios, y piscina, por supuesto.
"No es tanto como decías que era por teléfono, Lexy." Dijo con tono un poco desilusionado con lo que veía cuando me miraba.
"No intentes joderme el trato ahora que estamos aquí, Paul."
Me levantó la parte delantera del vestido y sonrió cuando me vio el coño afeitado. "No es tanto como decías, pero valdrá."
"¿Vale, Paul?" Dijo una voz de mujer nerviosamente desde algún sitio en el recibidor.
"Hemos tenido muchas mejores, Rachael, pero por una vez valdrá." Replicó Paul con el vestido todavía levantado y mirando mi coño afeitado. "Pero no vale lo que pides, Lexy."
"Qué te den por el culo Paul, teníamos un trato..."
"Sí, y el trato se basaba en tu descripción de ella. No es ni de lejos tan buena como decías por teléfono y también es mucho más vieja de lo que se suponía."
Tenía que limitarme a estar allí con este hombre levantándome el vestido mientras discutía con Lexy cuanto valía yo.
"¿Cuántos años tiene, Lexy?" Dijo llevando los ojos de mi coño a mi cara. "¿35? ¿36?"
"No. Tengo 32." Dije todo lo amablemente que pude.
Lexy había estado renegando y moviendo los brazos en todas direcciones pero Paul seguía muy tranquilo.
"¡He hecho todo el puto camino hasta aquí y ahora intentas joderme con el precio!"
Paul me soltó el vestido y sacó un sobre de su bolsillo superior.
"Es la mitad del precio que acordamos por teléfono. Lo tomas o lo dejas. Todavía es más de lo que vale esta puta y tú lo sabes."
Paul sostuvo el sobre en alto para Lexy. Pude ver la silueta de algunos billetes de cincuenta dólares a través del sobre pero no tenía ni idea de cuánto había allí. Quería saber cuanto estaba dispuesto a pagar por mi pero sabía que nunca lo sabría.
Lexy miró al sobre a solo unas pulgadas de su cara. Podía ver lo cabreada que estaba pero sabía que lo tomaría. Aunque fuera la mitad era mejor que marcharse sin nada.
"Nunca la hice parecer mejor de lo que es. Es solo otra jodida fulana, por los clavos de Cristo, ¿importa realmente eso?" Le espetó Lexy mientras agarraba el sobre.
"Espera fuera, en el porche trasero, Lexy." Dijo Paul mientras hacía señas para que le siguiera a la parte de atrás. " Tú limítate a esperar y no hagas ni un jodido movimiento." Dijo señalándome con el dedo.
"¿Por qué coño..."
"Porque no nos fiamos de ti dentro de la casa si no estamos nosotros delante."
Lexy renegó aún más mientras seguía a Paul a la parte trasera. Cuando volvió Paul me dijo que le siguiera. Subimos al recibidor del que había venido la voz femenina y entramos en un gran dormitorio.
Cuando entré vi un cuarto de baño anexo delante de mí. Pude ver a una mujer moviéndose por allí a través de la ligera abertura que dejaba la puerta de corredera que no estaba cerrada del todo.
Había un cama enorme, tamaño gigante, con un edredón blanco contra una pared y una cámara de vídeo sobre un trípode en un rincón.
"Ponte esto." Dijo Paul tirándome un vestido de noche de seda y encaje.
"¿Has controlado a los niños, Paul?" Dijo la mujer desde el baño.
"Sí, Rachael, están todos dormidos y cerré las puertas y también la del recibidor. Replicó David mientras se adelantaba y cerraba la puerta del dormitorio.
"¡Vamos, Puta!" Me gritó. "¡Ponte el jodido vestido de noche como te he dicho! ¡No me jodas más!"
Me asustó la forma en que me gritaba. No era precisamente lo que decía, o lo alto que lo decía, era la manera de decirlo.
"Lo siento..." Farfullé. Me asustaba la forma en que me miraba.
Me observó mientras pasaba mis manos a la espalda y me bajaba la cremallera y me quitaba el vestido. Su expresión se suavizó un poco cuando estuve desnuda, salvo el sostén. Sonreía cuando me quité el sostén y las tetas se derramaron delante de mí.
El vestido de noche era de color rojo fuerte. Muy transparente, muy excitante y muy corto. Me gustaba sentirlo contra mi piel.
Paul se colocó delante de mí y movió las pequeñas tiras del vestido en los hombros y me atusó el cabello unas cuantas veces con las manos. Tenía un toque muy suave casi tierno.
Me gustaba la sensación de sus manos en mi piel. Me gustaba que estuviera cerca de mí, nuestros cuerpos rozándose suavemente el uno contra el otro. Deseaba tocarle, acariciar sus mejillas y besarle suavemente en los labios.
Nuestro ojos se cruzaron y los míos le dijeron lo que estaba pensando, cómo me sentía.
"Venga, tenemos cosas que hacer." Se echó atrás y me miró como si no estuviera totalmente satisfecho de lo que había pagado y luego se dirigió al otro lado de la cama donde estaba la cámara de vídeo.
Sentí una punzada de vergüenza cuando dijo eso. No le interesaban besos suaves ni tiernas caricias. Al menos no conmigo. Solo era una fulana por la que había pagado.
"Estás absolutamente preciosa." Dijo Paul.
Giré la cabeza para mirarle. No podía recordar la última vez que alguien me había dicho algo así. Pero Paul no me estaba mirando. Miraba a su esposa, de pie en la entrada del cuarto de baño con un traje de noche rojo corto, exactamente igual que el que llevaba yo.
Rachael estaba absolutamente preciosa. Era esbelta, con pelo rubio rizado hasta los hombros, que caía sobre una piel suave y pálida. Estaba probablemente en la mitad de la veintena y sus grandes pechos colgaban un poco por haber tenido ya tres niños. Sus pezones estaban tiesos y sobresalían contra el tenue material de su vestido de noche.
Sin embargo el haber tenido niños no había afectado a sus piernas. Rachael tenía piernas esbeltas y largas que atraerían la atención en cualquier sitio al que fuera.
"¿Qué opinas, corazón?" Preguntó su marido.
Los ojos verdes pálido de Rachael bailaron nerviosamente sobre mi cuerpo mientras los míos lo hacían sobre el suyo. Se la veía tan guapa, casi tan inocente. Era una señora con clase y estilo. La clase de señora que solía pensar que quería ser yo.
"¡Muéstrame ese chocho tuyo afeitado, puta!" Dijo con voz suave pero hiriente.
Me gustaba lo que veía cuando la miré, y le había sonreído esperando que le gustara lo que veía cuando me miró. Pero no había esperado que dijera nada así. Me pilló con la guardia baja y me quedé allí mirándola.
"¡Haz lo que se te dice, puta!" Me gritó su marido.
"Lo siento..." Tartamudeé mientras me levantaba la parte delantera del vestido para enseñarle a Rachael lo que quería ver.
"¿Y bien, cariño? ¿Qué opinas de nuestra putilla"
"Es bastante normal. Hemos tenido fulanas mucho mejores que ella." Dijo Rachael en un tono casi malicioso mientras se movía hacia mí.
"¿Crees que eres guapa, putilla?" Me preguntó sarcásticamente mientras se detenía cerca de mí.
"No, Señorita. No creo que sea guapa." Dije suavemente sujetando todavía la parte delantera de mi vestido.
"Tampoco yo lo creo." Añadió Rachael con una sonrisa satisfecha en su cara inocente. "¡Pero tienes un chocho grande y húmedo! ¿Verdad, Lynne?".
"Sí, señorita. Tengo un chocho grande y húmedo."
"¿Cuánta gente te ha follado esta noche, Lynne? ¿Cuántas pollas has tenido en esa boca de furcia que tienes?"
"No lo sé, Señorita, tendría que pensarlo." Era un estupidez decir aquello y ambos se pusieron a reírse de mí y a hacer comentarios despectivos sobre lo difícil que debía ser para una puta barata como yo seguir la pista de cuánta gente la había follado en una noche. Pero realmente no sabía con cuanta gente había follado exactamente y a cuanta se la había chupado esa noche.
"Soy solo una fulana, Señorita." Dije en tono desafiante interrumpiendo sus risas y me quedé allí de pie manteniendo mi vestido levantado para mostrar mi coño afeitado.
"Sí. ¡Ya lo sabemos, zorra! Y por ahora eres nuestra putilla." Dijo Paul con una expresión arrogante en su rostro.