Lynne 11: El Castigo
Siguen las andanzas de un ama de casa hasta convertirse en una esclava.
Lynne:
CAPÍTULO 11. EL CASTIGO
"Lo siento." Sollozó patéticamente Lynne. "Por favor Amo... Por favor, no me deje así por favor..."
"Nos pone enfermos oírte decir que lo sientes, Lynne." Puso el vibrador en la mesita de noche junto al reloj. Todavía ronroneaba, provocándola. "Podías haber tenido un orgasmo, Lynne, si hubieras hecho lo se te dijo. Te estarías revolcando en la cama corriéndote ahora si hubieras sido obediente."
Lynne empezó a llorar suavemente mientras su marido salía de la habitación y cerraba la puerta.
Miró al vibrador que aún hacía ruido, justo fuera de su alcance en la mesita de noche, como si se estuviera burlando de ella. La frustración tanto emocional como física la había agotado y la hizo caer en un sueño inquieto.
Se despertó de repente a la mañana siguiente, cuando su marido la arrastró al lateral de la cama y le soltó las esposas. Le dijo que se diera una ducha, un baño largo y otra ducha. Quería que eliminara toda huella del perfume de Ross y lo que él había depositado en su cuerpo.
Se tambaleó hacia el baño, aturdida y aún medio dormida y completamente excitada. "No te toques ahí, puta." Dijo su marido amenazador.
"No señor... Amo... no lo haré..."
Al principio el agua caliente le sentó bien mientras corría sobre su cuerpo. Pero chorros de agua empezaron a deslizarse entre sus piernas provocándola. Se levantó y dirigió los chorros directamente a su entrepierna y gimió suavemente mientras le rociaban entre las piernas.
Miró nerviosa hacia la puerta, su marido podía entrar en cualquier momento pero le sentaba tan bien el agua allí abajo. Decidió desobedecerle. Realmente no tenía opción, su cuerpo decidió por ella.
Abrió los grifos al máximo y sujetó la alcachofa de la ducha, mientras el agua la regaba fuertemente entre las piernas. Sentía como su clítoris había estado hinchado toda la noche y empezó a mecer su cuerpo contra la corriente de agua.
De repente abrió los ojos. "Oh, mierda." El agua había perdido toda la presión y estaba fría. Eran finales de agosto y las mañanas ya eran frías y el agua que salía de la ducha estaba gélida.
"Oh, mierda" gritó de nuevo mientras intentaba apartar el cuerpo del camino de la helada corriente de agua. "Métete de nuevo bajo el agua, Chocho."
Su marido estaba de pie en el marco, con un aspecto de total disgusto en la cara. "Tu Ama no querrá verte de nuevo cuando le cuente esto. Estás jodida sin remedio."
El pánico se apoderó de su cuerpo, podía sentir su corazón golpeando el pecho.
"Por favor, no se lo diga. Lo siento. Prometo que no volverá a ocurrir."
Se metió de nuevo bajo el agua suplicando a su marido. El agua estaba tan fría que hacía daño cuando le golpeaba la piel. Pero no retrocedió. Cayó de rodillas y miró a su marido con aire de sumisión completa.
"Por favor, se lo ruego. Por favor, no se lo diga. Haré cualquier cosa, por favor Amo, por favor."
La miró de rodillas mientras el agua fría corría sobre su cuerpo. Respiró hondo casi con placer y soltó el aire lentamente. Esto era mejor que cualquier orgasmo que hubiera tenido nunca. Una mujer de rodillas en completa sumisión, rogándole patéticamente misericordia mientras el dolor del agua helada le recorría el cuerpo. Y no era cualquier mujer, era su esposa.
Se quedó allí mirándola a sus pies, saboreando la visión y los sonidos. Tras lo que a Lynne le pareció una eternidad volvió a respirar profundamente y dijo. "Soy demasiado blando contigo, Lynne. Pero créeme, esta es tu última oportunidad."
"Se lo agradezco amo, gracias." Lynne sollozó en voz alta mientras le daba las gracias una y otra vez hasta que tuvo bastante y le dijo que se callara.
Se lavó el cabello y terminó su ducha con agua fría y luego se empapó en un baño caliente durante casi una hora. Sintió el agua del baño como si le estuviera restregando entre las piernas pero ignoró las necesidades de su cuerpo.
Se duchó de nuevo y se enjuagó la boca y se limpió los dientes hasta que su boca y su garganta estuvieron limpias de lo que había hecho la noche anterior.
Las bragas que habían dejado para ella sobre la cama se le clavaron entre las piernas y observó como una mancha húmeda se extendía rápidamente por su entrepierna. No sabía como podía negar a su cuerpo el alivio que reclamaba, todo lo que sabía es que tenía que hacerlo.
Le dijo que terminara de escribir lo que le había ocurrido a lo largo de la última semana en el diario. Se lo había dejado en la mesita de noche con el vibrador encima.
Lynne cogió el vibrador y lo retuvo en su mano unos instantes antes de obligarse a dejarlo en la mesa. Agarró el diario y lo abrió por la parte donde estaba cuando fue interrumpida.
"Ponedla aquí." Dijo Kelly mientras abría la puerta de lo que solo podía ser descrito como una mazmorra. Los dos hombres me tiraron sobre una espesa cama de paja en la esquina detrás de la puerta. Kelly no dijo nada cuando los tres salieron y ella cerró la puerta tras ellos.
Me quedé allí tumbada un instante recuperando el aliento y repasando mis pensamientos. Debiera habérseme ocurrido algo mejor que intentar salir a escondidas de esa forma para procurar mi propio placer sin permiso. Y me di cuenta que todo esto era justamente el comienzo de mi castigo por ser una putilla egoísta.
Sabía que solo tenía que quedarme allí tumbada y esperar a ser castigada. Aunque yo...
Mientras Lynne leía las últimas pocas líneas que había escrito antes de que hubiera sido interrumpida se dio cuenta de lo poco que había aprendido. El lunes pasado se había escabullido sin permiso para dedicarse a su propio placer. Y a pesar de ser castigada por ello, había vuelto a hacer lo mismo en la ducha seis días más tarde. Lynne comprendió de repente por qué estaban perdiendo la paciencia con ella.
Se tumbó en la cama y esperó que pudiera escapar del tormento de negar a su cuerpo lo que necesitaba, perdiéndose en los recuerdos de lo que había experimentado la última semana.
Leyó de nuevo la última línea y empezó a escribir.
Sabía que tenía que tumbarme allí y esperar para ser castigada. Aunque yo no tenía ni idea de cual pudiera ser mi castigo. La habitación estaba poco iluminada pero no cabía duda de que estaba preparada como una especie de mazmorra.
Había cadenas en las paredes de hormigón, postes y cruces que obviamente se usaban para atar a la gente en ellas, y todo tipo de armazones y jaulas y cosas que no podía ver con la suficiente claridad para describirlas. Pero podía suponer para que eran utilizadas. Una pared tenía todo tipo de látigos y cadenas y cosas colgando de ella.
No sé cuanto tiempo estuve tumbada allí, caí en un sueño y me desperté cuando Kelly estaba desatándome los brazos. No habló y me miró de una manera que me dio a entender que no me iba a hablar.
Cogió mi mano en las suyas y las apreté con fuerza, intentando decirle lo que sentía con respecto a ella. Me sentí tan bien cuando ella también apretó mi mano y me miró con aquella preciosa sonrisa en su cara.
Me llevó abajo, a un recibidor y a un gran cuarto de baño. Cuando estábamos dentro me di cuenta de que llevaba de nuevo el atuendo de Doncella Francesa. Era todavía la pequeña sirviente de la Mujer Rubia.
Kelly me ayudó a meterme en un gran baño de esquina rebosante de agua perfumada y burbujas. Era tan tierna la forma en que me lavaba con la suave esponja. Por los hombros, brazos abajo, a través de mi pecho. Mis pezones estaban duros y palpitantes, mientras ella pasaba suavemente la esponja sobre ellos.
Gemí con suavidad cuando bajó la esponja por mi estómago. Abrí ampliamente las piernas para ella, esperando que me lavara allí abajo. Pero se detuvo justo encima de donde yo quería que fuera. Sonrió y pasó suavemente la esponja por el interior de mis muslos y por las piernas abajo y luego, lentamente, arriba, de nuevo a mis muslos.
En las últimas semanas había follado con mujeres y hecho cosas a ellas y ellas me habían hecho cosas a mí, pero todavía no le había hecho el amor a una mujer. Y quería desesperadamente hacerle el amor a Kelly ya. Y podía decir, por el aspecto de su cara, que ella me deseaba también.
Luego sentí la esponja moverse lentamente por los muslos arriba y frotar suavemente la delicada carne entre mis piernas. Nos estábamos mirando a los ojos mientras me acariciaba suavemente con la esponja.
Se abrió la puerta y entró en la sala una mujer que no había visto antes y los ojos de Kelly se llenaron de repente de temor. Soltó rápidamente la esponja y me hizo una seña para que me levantara.
La mujer era alta, con pelo negro largo y tenía una expresión dura, casi cruel. Llevaba botas negras de cuero, medias negras y una falda corta de látex negro, y un sostén negro con incrustaciones metálicas. Adoraba su aspecto, era el que veía a la Mujer Rubia de mis fantasías.
"¿Necesita que la afeiten?" dijo fríamente.
"No, Ama Rebecca." dijo Kelly nerviosamente. "No lo necesita."
Ama Rebecca se encaminó hacia nosotras y metió su mano rudamente entre mis piernas. "No, no lo necesita." Dijo mientras me apretaba fuerte entre las piernas. "Voy a disfrutar contigo, puta."
Las lágrimas empezaban a manar de mis ojos mientras ella aumentaba el dolor que me estaba infligiendo. Pero no me moví. No grité. No aparté mis ojos de los suyos. Me mantuve en pie allí y la dejé hacerme lo que quisiera.
Ama Rebecca parecía contenta conmigo, y lentamente liberó su agarrón. No sé por qué pero sonreí. Pensaba que le gustaría pero el aspecto de su cara cuando sonreí me transmitió un temblor frío por mi espina dorsal.
"Oh... ¿Te crees un chochito listo?"
Miré hacia Kelly pero estaba allí de pie con la cabeza inclinada mirando al suelo. De repente me puse a gritar, las lágrimas rodaron por mis mejillas. El Ama Rebecca me había agarrado los pezones y estaba tirando con fuerza de ellos levantando mis pechos mientras pellizcaba y retorcía mis pezones con sus dedos.
¿Qué fue de tu estúpida sonrisa, Chocho." Dijo mientras tiraba y apretaba aún más.
"Lo siento, Ama Rebecca, lo siento Ama Rebecca,..." Fue todo lo que pude decir desde mi dolor. De repente se fue y caminó hacia Kelly.
"Date prisa y prepárala." Kelly nunca levantó la mirada del suelo hasta que Ama Rebecca salió de la habitación. Después Kelly no volvió a mirarme. Terminó de bañarme, me pintó las uñas de las manos y los pies con un rojo fuerte y roció mi cuerpo con un perfume de aroma agradable.
De vez en cuando sus ojos tropezaban con los míos mientras me aplicaba algo de maquillaje en la cara, pero estaba obviamente aterrorizada con Ama Rebecca. Demasiado aterrada para ser pillada mirándome a los ojos.
Me arrolló a la cintura una falda corta blanca de borde desigual y me la ató con un nudo cerca de la cadera izquierda. Tenía profundas rajas a cada lado y Kelly había atado el nudo de tal forma que podía deshacerse tirando de un extremo. Más tarde me dijeron que era para permitir un acceso fácil a mí para cualquiera que lo quisiera.
Luego Kelly me pasó un pañuelo de seda pura por la parte de atrás del cuello cruzado sobre mi pecho, cubrió mis pechos con el suave material y me lo ató con un nudo a la espalda.
Me pasó cadenas doradas alrededor del estómago, muñecas y tobillos y me puso un collar de cuero negro con incrustaciones metálicas alrededor del cuello. Me miró un momento y me llevó a un espejo y vi lo que tan desesperadamente estaba esperando ver. Una pequeña esclava vestida y decorada para disfrute de sus propietarios.
Kelly miró hacia la puerta nerviosamente y luego susurró.
"Estás preciosa, Lynne. Te deseo... Haz todo lo que te digan y lo superarás." Dijo las últimas palabras rápidamente y luego me besó tiernamente en la mejilla.
Kelly enganchó una cadena brillante al collar de mi cuello y me devolvió a la sala que me había parecido una mazmorra en la oscuridad. Ya no estaba a oscuras, luces brillantes caían desde los elevados techos, y ya no pareció por más tiempo una mazmorra, era una mazmorra.
Pude ver a la mujer rubia sentada en una silla de madera estilo medieval con el Ama Rebecca de pie a su lado. Es difícil describir los sentimientos que me recorrían la mente y el cuerpo mientras Kelly me llevaba hacia ellas y me ayudaba a arrodillarme pasando mi correa a la Mujer Rubia.
"Bueno, Lynne. ¿Te gusta que te vistan como mi pequeña esclava?"
Tenía la voz más sensual y erótica que había oído nunca. Sólo oírla hablar me excitaba.
"Sí, Ama. Adoro que me vistan como su pequeña esclava. Soy su esclava, Ama, si lo desea."
"Aún no eres mi esclava, Lynne. Eres sólo una putilla caliente que piensa que quiere ser mi esclava. Pero eres una puta estúpida. Se supone que has estado fuera en la calle haciendo dinero para mí, demostrando que buena prostituta eres. ¿Verdad Lynne?"
"Sí, Ama. Y soy una buena prostituta, saqué..."
Dejé de hablar cuando Ama Rebecca caminó al frente y se puso delante de mí. La Mujer Rubia levantó la mano y Ama Rebecca volvió a su lado.
"Sé cuanto dinero has sacado, Lynne. Lo estabas haciendo bien hasta que te salió la putilla egoísta que llevas dentro."
"Lo siento, Ama."
"No tanto como lo vas a sentir, Lynne."
Ama Rebecca se dirigió a la pared y descolgó un pequeño látigo negro y lo mantuvo delante de mi cara. Tenía tiras de cuero colgando del extremo de una empuñadura en forma de pene de madera negra.
"Creo que cien azotes con esto te harían sentirlo mucho." dijo la Mujer Rubia mientras yo miraba horrorizada como Ama Rebecca azotaba el aire con él, demostrando lo que estaba destinado para mí.
Sabía que me iba a castigar y sabía que ser flagelada era uno de los castigos posibles. Y pensaba que lo aceptaría, pensaba que incluso lo disfrutaría. Mis pensamientos fueron muy distintos cuando vi el látigo y a la zorra de cara endurecida y sádica que lo empuñaba.
"Pero todavía no estás preparada para ser flagelada, ¿verdad Lynne?"
No hablé, no podía. Sólo meneé la cabeza y me mordí el labio como una muchachita atemorizada.
"Entonces alguien va a tener que recibir el castigo por ti." La voz de Ama Rebecca tenía un tono desapacible. "¿No es así, Kelly?"
Giré la cabeza y miré a Kelly. Sus manos se agitaban y se puso pálida. Miró a la Mujer Rubia rogando a su Ama con los ojos.
"Sí, Ama Rebecca." dijo Kelly con un susurro.
Me hicieron desvestir a Kelly y atarla entre dos postes de madera, con pesadas cadenas, que fijé a sus muñecas y tobillos con anchas correas de cuero.
No podía mirarla. Iban a hacerle esto por mi culpa, por lo que yo había hecho. Sabían lo que Kelly y yo sentíamos la una hacia la otra. Mi castigo iba a ser ver como Kelly era castigada. Quería decirles que me azotaran a mí, no a Kelly, pero no lo hice. Dejé que Kelly recibiera mis azotes por mí.
Allí estaba Kelly desnuda, sus brazos y piernas extendidos ampliamente entre los dos postes mientras Ama Rebecca caminaba lentamente hacia ella.
"Tienes que compartir su dolor, Lynne. Levántate." La mujer rubia sonrió mientras ella hablaba. Mientras me ponía en pie Ama Rebecca deshizo el nudo de mi falda de esclava y cayó al suelo, luego tiró del nudo del pañuelo que envolvía mis pechos que también cayó al suelo.
"Ponte frente a Kelly y empuja tu cuerpo contra el suyo y mantén su cara levantada para que puedas ver su dolor." dijo la mujer rubia y yo me moví lentamente hacia Kelly.
Sentí placer mientras nuestros cuerpos se tocaban y luego se apretaban el uno contra el otro. Sus pezones contra los míos, su estómago y piernas contra los míos y su entrepierna contra la mía.
Envolví sus mejillas con mis manos y la miré a los ojos. Pronuncié las palabras "Lo siento." Y Kelly me sonrió un instante y luego cerró los ojos y su cara hizo una mueca cuando el primer golpe del látigo la alcanzó cruzando los suaves carrillos de su culo.
"Gracias Ama Rebecca." dijo Kelly entre el rechinar de dientes.
"Mejor que ayudes al Ama Rebecca a llevar la cuenta, Lynne. No querríamos perder la cuenta y tener que empezar de nuevo."
"Sí, Ama." Dije nerviosamente sin estar segura de que hacer. "Va uno, Ama."
"Muy bien Lynne. Aprendiste un poco de las películas que viste con tu marido."
Volví la cabeza hacia ella. Como la mayoría de las parejas mi marido y yo habíamos visto películas porno juntos en la cama, incluso algunas de sadomasoquismo, de hecho mayoritariamente de sadomaso en el último año. Era parte de mi entrenamiento, parte del proceso de prepararme para ser lo que era ahora.
En todo caso no tuve tiempo de pensar en ello. Ama Rebecca había golpeado a Kelly varias veces mientras estaba pensando en cosas del pasado que no tenían nada que ver.
"Por favor, no pierdas la cuenta." Me susurró Kelly.
"Van dos, Ama." Dije volviendo a mirar ansiosamente a la Mujer Rubia. "Realmente iban cuatro, Lynne, pero tú eres quien lleva la cuenta."
Me volví hacia Kelly y pronuncié de nuevo las palabras. "Lo siento."
Sentí que su cuerpo se endurecía y empujaba más fuerte contra mí mientras el látigo la golpeaba de nuevo cruzándole el culo.
"Gracias, Ama Rebecca." Jadeó Kelly.
"Van tres, Ama." Dije inquieta, mientras todos esperábamos el sonido del siguiente. Se convirtió casi en un ritual. Ama Rebecca pegaba con el látigo cruzando el culo o la espalda de Kelly y yo sentía su cuerpo tensarse mientras la sujetaba y empujaba mi cuerpo contra ella.
"Gracias, Ama Rebecca." Decía Kelly.
"Van 33, Ama." Decía yo, y el castigo seguía.
Los ojos de Kelly se habían mostrado llenos de amor y deseo cuando nos habíamos mirado antes. Para cuando el látigo había golpeado su cuerpo cincuenta veces tenía una mirada muy diferente en sus ojos.
Para cuando el látigo la hirió setenta veces, estaba sollozando en voz alta y las lágrimas rodaban por sus mejillas. Yo lloraba con ella. Pero cuando le golpeó ochenta veces, las lágrimas se habían ido y me miró fijamente, con los ojos llenos de odio hacia mí. El dolor ya no la hacía gritar o llorar, cada golpe sólo la hacía odiarme más.
La Mujer Rubia sabía como nos sentíamos respectivamente. Habló a Kelly justo cuando el látigo cruzaba su espalda con sus colas de cuero.
"¿Qué sientes por Lynne, Kelly, te gusta?"
"La odio, Ama." Jadeó y murmuró Kelly a través del dolor. "Es un pequeño chocho egoísta. Odio a la jodida zorra de culo gordo y feo."
Las palabras de Kelly me hirieron más de lo que habría podido hacer el látigo. Porque eran sentidas. Y la manera en que me miró mientras luchaba contra los últimos latigazos me dijo que sentía lo que decía.
Cuando terminó la flagelación me dijeron que la desatara. Kelly se dejó caer al suelo cuando le quité las cadenas que la mantenían en pie. Su espalda y sus nalgas estaban al rojo vivo y cubiertas con las marcas dejadas por el látigo, pero la piel no estaba rota en ningún sitio. Ama Rebecca sabía como flagelar a una mujer.
"Átala." Oí que decía la Mujer Rubia y Ama Rebecca me cogió y me ató donde Kelly había estado atada unos minutos antes.
La Mujer Rubia se sentó allí mirándome mientras Ama Rebecca ayudaba a Kelly a salir de la habitación. Luego la Mujer Rubia había dicho que necesitaba descansar y también se había ido, apagando las luces al irse.
Estuve allí en pie, atada a los postes durante lo que me pareció mucho tiempo pero no tenía forma de saber cuanto. De repente las luces se encendieron de nuevo y la Mujer Rubia caminó hacia su silla y se sentó mirándome y Ama Rebecca se arrodilló frente a mí.
No entendía lo que me iban a hacer. Entonces Ama Rebecca se inclinó hacia delante y empezó a lamerme a lo largo del interior de los muslos hacia arriba, hacia la entrepierna. Luego su boca se posó sobre mi coño y sentí su lengua en mis labios vaginales.
Ama Rebecca sabía como dar placer a una mujer además de cómo flagelarla. Sentí que mi clítoris se hinchaba y sobresalía entre mis piernas, gemí ruidosamente cuando su lengua pasó ligeramente sobre él. Absorbió mi clítoris en su boca y yo eché la cabeza hacia atrás al recibir la sacudida de placer.
Luego alcanzó mi parte de atrás y empezó a rozar mi ano con su dedo, tentó con dureza mi clítoris con la lengua en el momento exacto en que deslizó su dedo dentro de mi culo.
Yo jadeaba y gemía y agradecía al Ama Rebecca lo que estaba haciendo. Entonces se detuvo y caminó hacia la Mujer Rubia.
Mi coño estaba dolorido por aquella lengua y empujé mis brazos y piernas contra las cadenas que me mantenían abierta en cruz frente a ellas. La Mujer Rubia abrió las piernas y pude echar un vistazo a su coño. Sus labios hinchados brillaban con sus jugos.
Ver su coño me hizo gemir de nuevo. Ama Rebecca se arrodilló delante de la Mujer Rubia y enterró la cara entre sus piernas.
"Es buena comiendo coños ¿verdad Lynne?" Dijo mirándome directamente. "Su lengua está justo en mi clítoris. Adoro la forma en que me lame el clítoris."
Todo lo que podía hacer era estar allí y mirar como la Mujer Rubia se corría en la lengua del Ama Rebecca. Cuando terminó de dar placer a la Mujer Rubia Ama Rebecca volvió a mí y se arrodilló de nuevo delante de mí.
"Por favor, Ama Rebecca." le supliqué. "Por favor, cómeme."
Pasó ligeramente su lengua sobre mi clítoris unas cuantas veces hasta que sintió que estaba a punto de correrme y se paró de nuevo. Grité de frustración.
"Cierra la jodida boca, Chocho." Me soltó Kelly. No había notado que ella había vuelto a la habitación. Llevaba un atuendo de esclava, el mismo con el que me había vestido, sólo que el suyo era rojo brillante.
"Kelly, lo siento." Jadeaba fuertemente mientras pedía a Kelly que me perdonara.
Ama Rebecca se puso delante de mí y me agarró por los hombros mientras Kelly se arrodillaba detrás de ella. Ama Rebecca se inclinó ligeramente hacia delante mientras Kelly levantaba su falda de cuero y empezaba a lamerle el coño y el ano desde atrás.
Su cara estaba a pocas pulgadas de la mía y veía sus contorsiones mientras disfrutaba de la lengua de Kelly. Sentí que mis jugos goteaban por mis piernas abajo, mientras miraba correrse a Ama Rebecca. Me apretó los hombros y enterró su cara contra mi pecho mientras oleadas de placer se precipitaban a través de su cuerpo.
Cuando terminó Ama Rebecca se arrodilló delante de mí de nuevo. Podía sentir su aliento en mi coño. Sabía lo que iba a hacer. Llevarme hasta el borde y parar de nuevo. Solo me lamió una vez y luego se apartó. Si me hubiera lamido una segunda vez me habría corrido.
Kelly y Ama Rebecca se pusieron tras de mí y me soltaron las correas que me ataban los brazos al poste y me ataron fuertemente las manos a la espalda.
"Ponte de rodillas, zorra." Me gruñó Ama Rebecca. Mis piernas seguían aún muy separadas atadas a los postes y las correas me cortaban los tobillos mientras caía de rodillas.
Dieron la vuelta y se plantaron delante de mí, Ama Rebecca soltó el nudo de la falda de esclava de Kelly y cayó al suelo. Kelly se acercó a mí y me cogió del pelo y enterró mi cara entre sus piernas. "Haz un buen trabajo, puta." dijo Ama Rebecca desde mi costado.
No imaginaba que ser flagelada hubiera excitado tanto a Kelly, su coño estaba empapado y se corrió tan pronto como mi lengua encontró su clítoris. Se clavó contra mi cara y me llamó puta y zorra y chocho mientras el orgasmo la consumía.
Mi cara estaba manchada con los jugos de Kelly mientras ataban de nuevo mis manos a los postes de madera. Luego Kelly se arrodilló frente a mí simulando lamer mi coño. "Oh, por favor Kelly, lámeme, por favor, lámeme." Le supliqué, pero no lo hizo. Se limitó a simularlo, haciendo como si me fuera a lamer directamente el clítoris y luego retirándose y soltando más insultos contra mí.
Dejé caer la cabeza delante de mí y lloriqueé "Por favor Kelly," de nuevo.
Entonces alguien me cogió del pelo y me levantó la cabeza. Era Ama Rebecca. Estaba de pie delante de mí sujetando el látigo de nueve colas de cuero que había usado con Kelly.
"Desgraciadamente no estás preparada para ser flagelada todavía, Chocho." Dijo burlona y chasqueó el látigo entre mis piernas. "Oh, dios." Grité. La sensación era increíble.
"Estoy preparada para ser flagelada, Ama Rebecca. Por favor azóteme."
"¿Está preparada para ser azotada, Ama? Preguntó la Mujer Rubia.
"Quizás."
"Oh, lo estoy, Ama." Dije mirándola. "Estoy preparada para ser azotada, lo merezco." Volví a mirar al Ama Rebecca. "Por favor, azóteme... por favor."
"Azota a la putilla, Becky." Oí que decía la mujer rubia y gemí suavemente con esperanza.
Ama Rebecca me miró, sus ojos me recorrieron el cuerpo mientras pasaba las colas de cuero del látigo a través de sus dedos y decidía donde azotarme primero.
Luego caminó lentamente tras de mí. El sonido de los tacones de sus botas de cuero en el hormigón provocaba ecos en la mazmorra. Podía sentirla detrás de mí. "Por favor, azóteme, Ama Rebecca" le supliqué.
Apoyó las colas de cuero del látigo sobre mi hombro y las paseó espaldas abajo. Luego escuché el sonido del látigo silbando por el aire. Me preparé para sentirle pegar contra mi carne. Oí el sonido de las colas de cuero golpeando el poste al lado de mi cabeza y miré a tiempo de verlas desenrollarse del poste de madera y caer.
Gemí suavemente con una gran sonrisa que me llenaba la cara. Luego grité cuando sentí el mordisco del látigo en la suave piel de mi culo.
"Gracias, Ama." Grité. El látigo me golpeó cruzándome la espalda y yo di las gracias de nuevo. Luego lo sentí 2, 3, 4 veces cruzar mi culo desnudo y gruñí en voz alta y lo agradecí suavemente.
La mazmorra estaba silenciosa salvo el sonido de mi respiración que se hizo rápida e irregular. "Por favor, más Ama Rebecca." Le imploré. Y luego le di las gracias cuando me golpeó con golpes rápidos y duros en la espalda y el culo.
Todavía estuve jadeando "Gracias, Ama Rebecca," tiempo después de que el látigo hubiera parado de agarrarse a mi piel. Mis palabras se desvanecieron en un susurro cuando escuché el sonido de sus tacones a mi lado y luego delante de mí.
Apenas podía mantener la cabeza levantada, mi cara estaba cubierta de sudor y mi culo y espalda me escocían deliciosamente. "Azóteme, por favor Ama Rebecca." Mi voz era tan suave que dudo que la pudiera oír.
La observé mientras se acercaba y se paraba delante de mí. "¿Qué dices putilla?" Daba vueltas al látigo amenazadora y provocativa mientras intentaba contestar. "Más, por favor, Ama Rebecca, azóteme más, por favor."
Apenas había terminado de gritar estas palabras cuando sentí al látigo golpearme con dureza cruzándome los pechos. Eché la cabeza hacia atrás justo cuando las colas de cuero mordían de nuevo la carne de mis pechos. Mis pezones estaban hinchados y palpitantes y apuntó los siguientes cuatro golpes hacia ellos y alcanzó el blanco con precisión en cada ocasión.
Luego empezó a chasquear el látigo en mis pechos y estómago de una forma casi suave y tierna. Las puntas de las colas de cuero arañaron mi cuerpo y gemí sonoramente cada vez.
Ama Rebecca se acercó a mí hasta que nuestras caras casi se tocaron. Me incliné hacia adelante y la besé apasionadamente. Nuestras bocas se engancharon mutuamente, nuestras lenguas chasquearon salvajemente una contra la otra.
De repente se retiró y se quedó allí de pie mirándome de nuevo mientras daba vueltas al látigo suavemente en el aire. Quería pedirle que me azotara pero no podía hablar. De modo que simplemente cerré los ojos y esperé a que me golpeara de nuevo.
Gruñí de dolor cuando me golpeó en los pies fuerte y rápidamente, primero uno y luego el otro. Entonces sentí la sensación punzante en los tobillos y luego más arriba cerca de las rodillas y luego de nuevo más arriba cuando el látigo se clavó en la tierna piel del interior de mis muslos.
Gemía cada vez más fuerte, mientras las colas de cuero recorrían su camino por mis piernas arriba. Avancé mi entrepierna cuando azotó mis muslos y me quejé intentando pedirle que me azotara entre las piernas.
Luego cesó el dolor. Cesó el sonido del látigo sobre mi cuerpo. El único sonido eran los patéticos ruidos sollozantes que yo hacía.
Conseguí levantar la cabeza para mirarla. Cuando lo hice chasqueó el látigo contra los pliegues húmedos de carne entre mis piernas. Grité del placer que me produjo el dolor.
Dejé caer la cabeza hacia delante y escuché el sonido. Ama Rebecca estaba dando vueltas al látigo con un movimiento circular acercándolo cada vez más a mi entrepierna.
Podía sentir las ráfagas de aire sobre mi coño húmedo cuando el látigo soplaba sobre él en su balanceo ascendente. El sonido que hacía el látigo cuando giraba a través del aire producía estremecimientos de placer a mi cuerpo.
Y entonces el látigo me golpeó duramente entre las piernas, las colas de cuero se clavaron en los labios de mi coño y en mi clítoris. Giró el látigo unas cuantas veces más sin alcanzarme. Luego, de repente, me golpeó de nuevo el coño y luego otra vez y pronto el cuero duro me mordió la suave piel de mi coño en cada ascenso.
Avancé la entrepierna todo lo que pude para hacer más fácil a Ama Rebecca azotar mi chocho. El látigo giraba cada vez más rápido cruzando el aire y golpeándome cada vez más fuerte en el chocho y el orgasmo estalló dentro de mí. Al principio chillé ante las oleadas de placer que se estrellaban entre mis piernas y a través de mi cuerpo, pero el placer era tan intenso y duraba tanto que me vi reducida a la sollozante, sudorosa y patética putilla que soy.