LVDO (75: ¿¡Y ahora qué pensarás de mí?!)

Carlos le pide a Juan que ayude a Rosa con la mudanza, una oportunidad genial para conocer mejor al nuevo novio de su madre, Eduard.

  1. ¿¡Y AHORA QUÉ PENSARÁS DE MÍ?!

-Toni está en su habitación, llegó ayer por la noche

-Me alegro ¿llegó solo?

-No, Paul ha pasado la noche aquí, aunque la verdad es que no sé cuáles son sus planes. Intentaré hablar con Toni antes de irme a Argentina

-Hazlo por favor, no veo como podré comunicarme con ellos cuando no estés tú… -respondí agobiado.

-Pues más vale que lo intentes pronto

-Ya

-Por cierto, le dije a Rosa que la ayudaríamos hoy con la mudanza, hemos quedado en Sitges dentro de una hora

-Jodeeeeeeeeeer… te dije que no contases conmigo

-Ostras Juan, mira que eres crío, yo me voy en dos días a Argentina y me he ofrecido igualmente a echar una mano… ¿tanto de cuesta?

-Carlos, una de las últimas cosas que me apetecen esta soleada mañana de domingo es ayudar a Rosa a hacer la mudanza… ¡tenía planes! –Mis planes consistían en verme con Marc ‘el juguetón’ y ayudarle a relajarse ante los inminentes exámenes de febrero.

-Pues cambia tus planes, Rosa cuenta contigo… tenemos que recoger la furgoneta en menos de 30 minutos o sea que vístete de una vez… -Carlos fue tajante, no hubo derecho a réplica.

Rosa ya nos había dicho que encargaría la mudanza a una empresa especializada, pero antes había que empaquetar las cosas y decidir qué servía y qué íbamos a tirar. La mañana del domingo tenía demasiadas cosas en la cabeza para colaborar en tan solidaria causa, pero no me quedó otra opción. Al menos evitaría tener que afrontar a Toni y a Paul ¿sabría el "Pájaro Loco" que Toni y yo nos habíamos liado?

Recogimos una impactante Renault New Trafic y nos pusimos de camino a Sitges. Carlos estaba muy callado, encendió la radio y sintonizó Hit Ràdio.

-¿Has hablado con Toni?

-Muy poco

-¿Qué tal está?

-Pues bien, que Paul le diese una oportunidad después de todo lo que pasó le ha animado… espero de una puta vez que se centre en Paul y se olvide de ti. No sabes cuanto aprecio le tengo a Toni, es casi como un hermano pequeño

-Joder, lo dices como si fuera lo peor que le ha pasado a Toni en toda su vida

-Eres mi hermano y no voy a sacarte los defectos, en todo caso tú ya sabes la parte de culpa que tienes en todo esto. Toni la ha cagado, pero es lo que tienen los sentimientos, que resultan muy difíciles de controlar

-Bien, prometo que hablaré con él… tengo que hacer un esfuerzo para que las cosas se calmen cuando tú te hayas ido, de lo contrario la situación puede ser de lo más desagradable

-Ya veo, siempre pensando en los demás

-No lo hago sólo por mí. Bueno, cambiemos de tema ¿ya estás preparado para tu viaje?

-Pues sí, todo listo.

-¿Te vas sólo?

-No, no… me voy con dos compañeros más.

-Muy bien ¿y qué ha dicho Valeria al respecto?

-Pues nada, no parecía preocupada –ha respondido Carlos sin demasiadas ganas.

-Vaya… ¿seguís sin formalizar las cosas?

-Me da la impresión que Valeria no quiere tener nada más serio de lo que ya tenemos… supongo que hablaremos de ello cuando vuelva

-Habrá tiempo para hablarlo, tranqui

Cuando llegamos a Sitges Eduard estaba cargando una caja en el maletero del Audi de Rosa. Aparcamos la furgoneta justo detrás de él. Eduard llevaba unas botas, unos tejanos ajustados bastante desgastados y una camiseta de manga corta perfectamente ajustada al torso… una imagen que parecía sacada de un relato porno de Internet.

-Buenas… -nos saludó cuando salimos de la furgoneta.

-Hola Eduard ¿cómo va todo? –Respondió Carlos mientras le encajaba la mano.

-Rosa y Mario están dentro empaquetando las cosas, vamos a buen ritmo, seguro que con la furgo terminamos en un par de horitas

-Hola Eduard… -añadí tendiéndole la mano.

-Hola, Juan… -respondió dándome la mano y sujetándome el brazo con la otra. Nos miramos a los ojos fugazmente.

Intenté centrarme y no dar a esos detalles más importancia de la que realmente tenían. Eduard estaba con Rosa y estaba convencido de que era heterosexual. "Juan, olvídalo", me repetí mientras entraba en casa. Dentro, Rosa y Mario vaciaban las estanterías del comedor y colocaban los libros en cajas de cartón. Miré con disimulo a Mario… le recordaba más… ¿crío?

-¿Os ayudo?

-Hola hijo, sí por favor… que ya empiezo a tener punzadas en la espalda de cargar peso

-¿Peso? Jejejeje… sólo son libros

-Ya, pero tu madre tiene una edad complicada para estas cosas

-Eso no lo niego, tienes una edad, desconocida para muchos, pero la tienes

-Jejejeje… -Mario rió divertido.

-¿Qué tal Mario?

-Bien, aquí echando un cable –respondió sin levantar la vista de los libros. Le había crecido le pelo sin llegar a formar una melena. Un amplio flequillo le llegaba a la altura de los ojos. Llevaba un jersey ancho, un pantalón con grandes bolsillos en los laterales y unas zapatillas deportivas… si no era todo de Quiksilver, casi.

-Debería darte vergüenza –li dije a Rosa con un rictus de desaprobación que la dejó helada-. Esto es explotación infantil… supongo que luego le pagarás, ¿no?

-Juan, mira que eres tonto… te pareces tanto a tu padre. Anda calla y termina de embalar esto mientras Mario me ayuda en la cocina.

-Jejejeje… yo también te quiero –respondí antes de que Rosa saliese del comedor.

-Explotación puede ser –dijo Mario guiñándome un ojo- pero infantil… tengo 14 años… -le miré sorprendido

-Pensaba que tenías más… -no recordaba su edad, pero con un cuerpo tan desarrolladito no le echaba menos de 16 años.

-La juventud de hoy crece muy rápido

-Será el Cola Cao… jejeje

-O la leche

-Jajajaaja

Antes de que pudiese dejar de reír, Mario se fue a la cocina a buscar a Rosa. Para tener 14 años se acaba de quedar conmigo, qué cabrón. Tenía pinta de ser un chico listo, aunque lo cierto es que le recordaba más modosito y callado el día en que mi madre nos presentó a Eduard. Terminé de embalar los libros mientras Rosa y Mario hacían lo propio en la cocina.

Cuando lo tenía todo listo saqué las cajas a la calle. Eduard y Carlos cargaban el baúl de la buhardilla. Les eché una mano y terminamos de colocar las cajas en la Trafic.

-Creo que voy a ir llevándome todo esto al piso… ¿me acompaña alguien para ayudar a descargarlo? –Eduard nos miró esperando respuesta, Carlos iba a decir algo cuando me avancé.

-Yo mismo, así me siento un rato –dije con una sonrisa.

-Jejejeje… que perro eres, chaval… -bromeó Carlos.

-Nos vamos pues –respondió Eduard mientras subía a la furgoneta.

-Colócamelo todo muy bien –le dije a Carlos en tono de burla antes de cerrar la puerta.

De camino a Barcelona otra vez, Eduard seguía en maga corta a pesar de estar en febrero. Claro que siendo corresponsal de guerra debía estar acostumbrado a ciertas inclemencias meteorológicas.

-¿Y cómo es que ahora no viajas? –Pregunté para romper el hielo.

-Pues no sé, supongo que he empezado una nueva etapa en mi vida

-¿Y no lo echas de menos?

-Uffff… claro, me cuesta estar tan ‘quieto’, pero también he aprendido a valorar esta relativa estabilidad

-Supongo que Rosa ha contribuido a ello

-Por supuesto… conocerla a ella y pasar más tiempo con Mario son dos de las mejores cosas que me pasaron en 2003.

-¿y no te irías otra vez a cubrir una guerra o a hacer una corresponsalía en el extranjero?

-No sé, quizás… depende del proyecto que me ofreciesen. Hace unos meses surgió la posibilidad de ir de periodista empotrado en el bando aliado en la guerra de Irak pero me pareció una experiencia poco enriquecedora profesionalmente… no me gusta formar parte de ningún aparto propagandístico

-Cierto, esta guerra dio una vuelta de tuerca más en la manipulación informativa

-Totalmente de acuerdo, pero parece que el común de la gente se ha instalado en un conformismo absoluto respecto a estos temas… a veces la única diferencia entre la televisión de hoy y la de hace unas décadas es que la de hoy se emite en color

-Por eso supongo que debe ser una experiencia fantástica estar allí para contarlo

-Exacto, de momento no he encontrado nada que me aporte tanta satisfacción

-¿Nada? Eso es que has buscado poco… jejejeje –bromeé.

-Jejejeje… me refería a satisfacción intelectual

-Ya, y yo –respondí con una sonrisa burlona

-Me da la ligera impresión que de otro tipo de satisfacciones tú sabes mucho más que yo

-Jejejeje… no creas -respondí-. Tú has recorrido medio mundo, conocido gente de lo más variada, seguro que has hecho de todo… -la ofensiva había empezado

-No, no he hecho de todo… aunque no me puedo quejar, siempre he hecho lo que me apetecía

-Porque puedes

-¿Porque puedo?

-Claro… con ese físico seguro que lo has tenido muy fácil… -disparada artillería pesada. Juan no sabes lo que estás haciendo.

-Jejejeje… puede ayudar, pero a veces la necesidad sexual deja fuera cualquier tipo de consideraciones

-Totalmente de acuerdo –respondí con una sonrisa. Su respuesta sonaba tan… ¿evocadora?

Hubo un silencio algo tenso tras el que Eduard retomó la conversación, esta vez por temas más inocuos como su actual trabajo. Sus palabras me habían desconcertado, sonaban tan cercanas a una proposición… intenté calmarme y pensar en la situación, en su relación con Rosa, en su heterosexualidad aparente… pero para entonces mi polla empezaba a levantar un prometedor buto en mi entrepierna. Casi me temblaban las piernas de la tensión. Eduard debió captarlo, por sus disimuladas miradas al asiento del acompañante.

Llegamos al piso, en pleno barrio de El Raval cerca del MACBA, zona complicada aunque en constante regeneración. El aspecto exterior del edificio dejaba bastante que desear, pero en el interior las cosas cambiaban: desde el mismo portal se apreciaba un trabajo de reforma integral, el piso de Rosa, un tercero, era el resultado de unir los dos viejos pisos en uno. Cinco habitaciones, un salón-comedor gigante y bien iluminado, tres baños, una cocina generosa

-¿Cómo ha podido pagar esto Rosa?

-Bueno, lo cierto es que lo hemos comprado entre los dos

-No sabía que hubieses vendido tu piso

-Y no lo he hecho, pero tenía algún dinero ahorrado

-Pues vaya, espero que lo disfrutéis, es impresionante

-Gracias -respondió Eduard.

Empezamos descargar las cosas ya subirlas al piso. Aún faltaban los muebles de la casa de Sitges, pero estaba parcialmente amueblado, Rosa no se había resistido a la tentación de comprar algunas cosillas nuevas… algunas por no decir todas

Cuando dejé la última caja en el suelo del salón, me sequé el sudor de la frente con una toalla.

-Bueno, ¿nos vamos?

-Espera, vamos a beber algo para recuperar líquido, ¿no? –Dijo Eduard mientras se perdía en la cocina…- ¿Quieres una cerveza?

-No, no bebo alcohol (de baja graduación) mejor agua

Eduard entró de nuevo en el salón y me tendió un vaso lleno de agua. Se sentó en el único sofá que de momento había en el piso, yo tomé asiento en una caja, justo delante de él. Se recostó en el respaldo y abrió sus piernas dejando ante mi vista el bulto más grande de los que había visto aquella tarde

-¿Sucede algo? –Interrogó él algo incómodo cuando fue evidente hacia dónde se dirigía mi vista.

-No… no… es que me he quedado pensativo –mentí yo. Mi respuesta sonó más falsa que un telediario de Televisión Española.

-No está dura ¿eh? Jejejejeje… -bromeó Eduard con una sonrisa nerviosa, estaba incómodo.

-Perdona, es que me ha llamado la atención… jejeje –respondí totalmente rojo de vergüenza.

-Suele pasar… -dijo él en tono de burla.

-Jejejeje… que sobrado

-Jajajajaaja… ahora he quedado como un gilipollas… jejeje

-¿Seguro que no está dura? -Dije yo intentando provocarle.

-Te lo aseguro

-No me lo creo… jejeje… abulta mucho

-Mira –dijo Eduard mientras se acariciaba el paquete por encima de los pantalones y me mostraba que había bulto, pero no erección

-Va tío, no me líes… seguro que la tienes dura… -insistí.

-Joder, que no –dijo Eduard mientras se levantaba y se colocaba frente a mí-. Ya verás… -me cogió la mano y la posó en su entrepierna, su reacción me dejó K.O. Toqué su polla por encima de la ropa y efectivamente no estaba dura

-Bueno, no está dura

-¡Ves! –Respondió él con una sonrisa triunfal que fue modificando al ver que no le soltaba el paquete.

-Pero podemos hacer que lo esté

-¡Ey! –Dijo Eduard separando mi mano de golpe-. Creo que nos hemos confundido

-¿Por qué? –Dije yo con el gesto congelado

-Sólo estaba bromeando

-Joder, lo siento… pensé que… que… -no sabía como salir de aquella situación tan embarazosa.

-Tranquilo, no pasa nada

-¡Joder! Cómo que tranquilo, ¿y ahora qué pensarás de mí!

-Juan, tranqui, que ha sido culpa mía… no quería provocarte

-¿Provocarme?

-Sí, quiero decir, que ya me suponía algo

-¿Algo? –Yo no salía de mi asombro.

-Sí, me imaginaba que entendías

-¡Joder! ¿Lo llevo escrito en la cara?

-No, no… lo había deducido de tus comentarios y tus miradas

-Lo siento mucho Eduard –repetí sin mirarle a la cara.

-Juan, de verdad, tranquilo, este será nuestro secreto.

-Será mejor que volvamos a Sitges y terminemos con esto de una vez

-Juan, de verdad… soy una tumba.

Continuará