LVDO (70: ¿Qué tienen en común la Navidad...)

La cena de Nochebuena será de lo más surrealista y divertida, pero el fin de fiesta lo marcarán Juan y Toni con un inesperado dúo.

  1. ¿QUÉ TIENEN EN COMÚN LA NAVIDAD, EL AMOR Y LA NECESIDAD SEXUAL?

Abro los ojos con dificultad y miro a mi alrededor. La luz se cuela por los agujeros de la persiana. Siento el estómago pesado. Hago un esfuerzo por desperezarme, estiro lentamente cada una de mis extremidades. Estoy de vacaciones, afortunadamente. Eso sí, aún queda la fiesta de esta noche: la gran Nochevieja. ¿El plan? Fiesta privada y exclusiva en casa de unos amigos de Carlos. Demasiadas fiestas seguidas han causado estragos en mi estado físico, especialmente si son tan moviditas como la Nochebuena pasada.

Cuando el timbre sonó yo estaba sentado en el sofá mirando la televisión, tuve un déjà vu que me trasladó literalmente a la noche en que dimos la fiesta de inauguración del piso, aunque esta vez había un rasgo diferencial fundamental: era Navidad. Carlos respondió en el portero automático. Luego volvió al comedor.

-Son Ruth y Jesús, al final han podido venir

-Pensaba que pasarían la Nochebuena en familia.

-Eso dijeron, pero parece ser que ha habido algún problema con la familia de Jesús

-Vaya, mala época para pelarse –respondí yo.

-Cierto, es época de pasar buenos momentos junto a la familia ¿no? –Dijo Carlos con una pícara sonrisa. Sin duda pensaba en lo que había sucedido momentos antes.

No hubo tiempo para una réplica, el timbre nos interrumpió. Carlos acudió raudo y veloz a abrir la puerta. Casi como en un programa de TV, la puerta de la casa de los Lafarge se abrió esa noche para recibir a: ¡Raquel y Jesús! Besos de rigor a una estupenda Ruth vestida con un mínimo traje seguramente de Cavalli y un abrazo heterísimo a Jesús.

-¿Todo bien? –Le pregunté a mi amigo mientras colgábamos las chaquetas en el perchero de la entrada.

-Sí, bueno… mal rollo con mis padres, pero bien

-¿Puedo preguntar por qué?

-Pues porque mañana nos vamos a pasar el resto de vacaciones de Navidad con los padres de Ruth a Ginebra y mi familia no lo aprobaba, así que he preferido pasar esta noche sin ellos también… -En la cara de Jesús se apreciaba un gesto de agobio.

-Vaya, lo siento.

-Tranquilo… estoy con quien de verdad me importa –Jesús me abrazó por sorpresa-. ¡Y estoy muy feliz! Ruth va a producir nuestro primer disco… ¡por fin triunfaremosss!

-Jejeje… enhorabuena, nen –le dije mientras le devolvía el abrazo. Deseé que su sueño de ser una estrella del pop se hiciera realidad, Jesús se lo merece, es un tío legal.

Justo cuando Jesús y yo nos reuníamos con Carlos y Ruth en el comedor la puerta del piso se abrió de nuevo, Eduard y Rosa llegaban con Toni.

-Nos hemos encontrado en el portal… -dijo mi compañero de piso con una sonrisa.

Tardé unos instantes en responder. No sé donde coño se había cambiado de ropa y peinado, pero Toni estaba espectacular. Llevaba unos pantalones tejanos ajustados y desteñidos que le marcaban un culito impresionante y una camisa negra con marcas desteñidas con unas grandes letras de pana cosidas en el pecho donde se podía leer por duplicado la palabra: RESPECT. Cuando me recuperé de aquella visión tan tentadora, saludé a Rosa y a Eduard. Es curioso como alguien al que ya conoces e incluso te resulta familiar puede sorprenderte al verlo peinado y vestido para la ocasión. Toni pasó junto a mí, casi rozándome… un dulce aroma a Le Male de Jean Paul Gaultier se apoderó de mí.

Los siguientes en llegar fueron Roberto y Ángel. Les abrió la puerta una Ruth que empezaba a desinhibirse por el efecto de la cuarta o quinta copa de cava. Roberto la miró con tanta atención y detenimiento que pensé que empezaba replantearse su orientación sexual. Sonreí… Ruth, Toni y yo habíamos compartido una gran noche.

-¿Cómo va todo? –Dijo Eduard al entrar en la cocina.

-Muy bien gracias, en cuanto llegue mi padre y su… su… y Sara serviremos la cena.

-Vaya, Carlos debe estar nervioso

-Supongo, esta debe ser la primera vez que ve a Sara desde que cortaron

-Seguro que estará bien –añadió Eduard con una sonrisa. Rosa era afortunada, menudo ejemplar de catalán.

-¿Y Mario? –Pregunté.

-Está con su madre, es lo que tiene la custodia compartida

-Ya… -nuestra conversación era algo complicada, no habíamos tenido mucho tiempo para estrechar lazos, Eduard parece majo pero es poco más que un extraño para mí.

Cuando se dio la vuelta para recoger unas bandejas de aperitivos posé instintivamente mi vista sobre su culo. Bajo unos pantalones del algodón negro se intuía un culito perfecto. Eduard no llegaba a los 40, pero cada uno de esos años estaban perfectamente colocados en aquel cuerpo mezcla de explorador y reportero de guerra.

-¿Juan?

-¿Qué? –Pregunté volviendo de nuevo a la realidad. Eduard me había pillado con los ojos clavados en su trasero.

-Llaman a la puerta

-Voy… -dije yo con una sonrisa.

Lo cierto es que con esa, iban ya dos veces las que el futurible de Rosa me pillaba regodeándome en su anatomía. La primera fue el día que nos conocimos mientras Eduard se ponía el bañador frente a mí. Recordé el nada despreciable tamaño de su herramienta. Mi polla se sacudió. ¡Juan, que es el novio de tu madre, joder!

-¡Hola hijastro! –Gritó Sara mientras me clavaba dos besazos en las mejillas muy cerca de mis labios ¿casualidad? Me pregunté por qué coño había abierto la puerta.

-Hola hijo, traemos algo de postre

-Vaya, ¿turrones? –Dije sospesando la forma y el peso del objeto regalado no identificado.

-De los buenos –dijo Sara con una sonrisa-. Pero los regalos de verdad están en el coche… jijiji

-¡Sara! Era una sorpresa… -farfulló Ricardo.

-¡Ay! Es que como ha puesto esa carita de decepción

-No es de decepción, es de hambre… -bromeé yo.

Una noche más, volví a flipar con Sara. Tanta bondad y tanta tontería juntas eran realmente insoportables. Lo curioso es que Ricardo seguía encantado con ella y cuando Sara metía la pata mi padre se limitaba a dejarle ir unas palabras socarronas y la contentaba con más mimos. El amor es ciego, sí, no hay duda.

Entramos en el comedor. Carlos se acercó rápidamente y saludó a Sara y a Ricardo, en su celeridad me pareció ver el deseo de pasar cuanto antes por aquel mal trago. Carlos perdonó a Ricardo, pero que nuestro padre pasee su felicidad por su cara no es plato de buen gusto para nadie. Pero aquella noche parecía existir una tregua no escrita para que reinase un aparente buen rollo. La Navidad es ciega, sin duda.

El encuentro entre Rosa y Ricardo fue menos efusivo. Un breve saludo y unas miradas inquisidoras sirvieron de principio y fin a una conversación que no existió como tal aquella noche. Ricardo no perdió detalle durante la cena del hombretón que acompañaba a Rosa. Ricardo era mi padre, pero joder, Rosa había ganado con el cambio. ¿Es incesto montártelo con tu padrastro? ¿Aunque bien pensado, me importa mucho el incesto? ¡Juan, contrólate! La necesidad sexual es ciega, sin duda.

-Bueno, ¿sirvamos la cena no? –Dije yo tratando de imponer mi voz en la algarabía reinante (cada vez hablo con un lenguaje más propio de los informativos de Antena 3TV que de un diario personal).

-No, aún no… -respondió Carlos casi al instante-. Aún falta

El timbre sonó de nuevo. Es curioso que mi mente hubiese olvidado por completo la persona que faltaba para completar aquella fiesta amigo-familiar. Pensé y pensé, intenté hacer memoria, pero una oscura laguna de autoprotección me impedía llegar a su nombre

Cuando Carlos abrió por enésima vez aquella noche la puerta de nuestra casa, sonaba en el equipo All that she wants de Ace of Base. Como si de Matrix se tratara, la imagen se ralentizó de golpe y casi con la precisión del bullet time vi entrar paso a paso a aquel ejemplar de gata salvaje mejicana dispuesta a comerse a todo el que se interpusiese entre ella y Carlos aquella noche. Sus pasos eran de una seguridad absoluta. Un breve vestido negro resaltaba sus poderosos encantos, subrayados por unas piernas kilométricas sobre unos tacones que hubiesen podio atravesar las baldosas. Sus ojos se clavaron en mí. Sentí su mirada atravesarme con la misma intensidad con que las balas atraviesan a sus objetivos en Matrix. Su expresión fue de reto: ‘esta noche ganaré yo’. Mis ojos le devolvieron una mirada aniquiladora: ‘ganarás porque yo ya no compito. La guerra ha terminado.’ Rematé la escena con una sonrisa victoriosa… y culminando con un plano circular alrededor de ella, la acción volvió a su ritmo normal. Sara, Ricardo, Jesús y Eduard tuvieron serias dificultades para superar la triunfal entrada de la gata salvaje.

-¿Es muy guapa, no? –Me susurró al oído Sara.

-Bueno, es cuestión de gustos… -dije yo sin saber demasiado bien que decir.

-Bueno, me ha cambiado por ella, por algo será

-Sara, le dejaste tú

-¡Anda! Jijijiji… es verdad

El icono de estupefacción del Messenger hubiese sido perfecto para describir mi cara en aquel momento. Nos dispusimos a cenar mientras me recuperaba de las salidas absurdas de Saritísima. Sentaditos todos mientras Carlos y yo servíamos el marisco me sorprendí de la capacidad que tenemos las personas para olvidar en determinados momentos nuestras desavenencias y parecer los más unidos del mundo. La Navidad es ciega, ¿lo había dicho ya?

Cenamos mientras una Ruth alcohólicamente simpática se deshacía en elogios y preguntas a cerca de las corresponsalías de Eduard en zonas en conflicto. Rosa observaba expectante los avances de mi rubia amiga en su extraña misión de hacerse visible ante Eduard. Jesús charlaba entretenidamente con Toni, ajeno a los avances de su novia. Visto lo visto, es lógico que Jesús nunca se enterara de nuestro trío.

-Bueno, yo prefiero trabajar por hacer algo desde la legalidad que arriesgar mi vida para formar parte de un circo informativo… -dejó caer Ricardo en una reacción más que previsible. Mi padre no está acostumbrado a ser menos que los demás.

-Informar, se trata de informar… -replicó Eduard.

-Radiar una guerra es formar parte de un circo mediático burdamente manipulado

-Personalmente me tomo mi trabajo con mucho rigor y objetividad, pero en todo caso siempre será preferible poner al alcance del espectador toda la información posible y que él escoja la que le parezca veraz. Me niego a pensar que no informar es mejor que intentarlo… eso es lo que hace la Derecha.

Tocado y hundido. Ricardo agachó la mirada sin saber muy bien que añadir. Claro que mi padre es de Derechas, pero últimamente no está muy de moda decirlo. Quizás por que avergüenza.

Cuando terminamos de cenar, los generosos y previsores que habían traído regalos los fueron a recoger y se organizó una improvisada ceremonia de entrega de paquetes frente a un árbol de espumillón verde y forma geométrica de Ikea. Sorprende que Sara y Ricardo trajeran regalos para todos, bueno, corrijo, para casi todos. Desde un bolso de Tous para Rosa hasta una cámara digital para Carlos ¿Y a mí? Pues a mí me cayó un… karaoke… sí, sí… un Karaoke… miré a Sara con una indignación imposible de disimular: ‘¡Perra! ¡Qué le digas a mi padre que me regale un karaoke cuando la última vez que me regaló algo (y tu no estabas en su vida) fue un Mercedes Sportcoupé!’

-Perdona, para ti no hemos comprado nada… no sabíamos que venías –le dijo Sara a Valeria en un ataque de hembra en celo.

-No te preocupes, yo tampoco traje ningún paquete para ti… -¿Paquete bomba quiso decir Valeria? Las mujeres no son ciegas, eso me quedó especialmente claro aquella noche, en todo caso muy cínicas cuando se trata de quedar bien entre ellas, por detrás vendrán las puñaladas.

Terminado el ritual, un Toni cuyo hígado pedía a gritos una pausa etílica, se acercó gritando:

-¡Enchúfalo! ¡Enchúfalo!

Dudé del sentido de sus palabras, primero pensé que quería que le enchufase a él, en cuyo caso le hubiese podido pasar mucha corriente, con lo caliente que iba a esas alturas de la noche. Luego caí en la cuenta que se refería al mejor regalo del año: ¡mi superkaraoke Canta tú! Embargado por la emoción, lo conecté al dvd, al televisor y al equipo de música. Hoy me sorprendo de cómo pude conectar tantos cables sin confundirme dada mi tasa de alcoholemia en sangre aquella noche. ¡Pero lo hice!

Mi familia y amigos cayeron a partir de ese momento en una espiral incontrolable de perdida de la vergüenza, tanto ajena como propia, así como en una búsqueda del desafine cada vez más evidente y doloroso. Sus manos peleaban literalmente para atrapar los micrófonos y se lanzaban a cantar con menos oído que Verónica de OT1 canciones que ni sus mismos autores recordaban ya. El alcohol siguió rodando aquella noche, y yo fui partícipe de aquella bacanal del grito desgarrado confundido con la música de refrito y los videos surrealistas de karaoke. Fue entonces cuando empecé a pensar que el Amor, la Navidad y la necesidad sexual tenían muchas cosas en común: las tres eran ciegas, especialmente si ibas ciego por el alcohol, las tres te hacían perder la cabeza y hacer el ridículo de una forma insospechada, y a partir de entonces, entendí que las tres eran sordas.

Eduard y Rosa fueron los primeros en marcharse, les siguieron Sara y Ricardo… hasta que perdí la cuenta de la gente que salía de casa. Totalmente alcoholizado, el último recuerdo lúcido que guardo de aquella noche, fue el momento en que un Toni con la camisa abierta se acerco mí, me agarró por la espalda y me arrastró frente al televisor para que cantase con él What Is Love de Haddaway. Cantando a grito limpio, Toni y yo nos abrazamos, no me importó quién quedaba en casa… sin más le miré fijamente y le besé en los labios. La música continuó de fondo, cada vez más lejana, mientras mi mejor amigo y yo nos enrollábamos en el sofá del salón.

Continuará