Lupita la cincuentona re descubre el placer

Lupita se divorcia a los 50 años y trata de rehacer su vida, encontrándose con un chiquillo de apenas 19 años, compañero en la universidad, empiezan a tener sexo juntos.

Lupita la cincuentona re descubre el placer

Resumen:

Lupita se divorcia a los 50 años y trata de rehacer su vida, encontrándose con un chiquillo de apenas 19 años, compañero en la universidad, empiezan a tener sexo juntos.

+++++++++

Mi nombre es Lupita. Soy una mujer de 50 años, madura, divorciada, con dos hijos, ya mayores de edad. Mido 1.64 m, peso 56 kg, morena, bonitas piernas, torneadas, caderona, con nalgas paradas, muy levantaditas, hacia atrás y hacia arriba, senos pequeños pero aun muy bien puestos, que sus pezones aun responden a las caricias, respingándose erectamente al primer toque que sienten. Soy de ojos negros, muy grandes, bonitos, expresivos, boca ancha, grande, pulposa, y cara redonda, nariz chatita.

Estaba la temporada de calor, a finales de Mayo cuando todo se desató: me separé de mi esposo e iniciamos los trámites de divorcio. Mi esposo se fue a vivir solo a un depa y yo me quedé viviendo sola en la casa familiar, pues mis hijos ya vivían separados de nosotros, cada uno de los dos en su propio departamento.

En ese entonces, mi esposo tenía 55 años, yo estaba por cumplir los 50, mi hijo mayor tenía 27 y mi hijo menor andaba en los 23.

Yo andaba un poco ofuscada por la separación, luego de casi 28 años de casados, y decidí, ayudada por una psicóloga, que debía darme una “terapia ocupacional”, y me metí  a terminar mis estudios profesionales, que los había dejado inconclusos al momento de casarme.

Hice mis trámites en la Universidad y recomencé mis estudios a finales de agosto. Me revalidaron algunas materias que ya había yo cursado y tuve que pagar algunas otras, entre ellas una lengua extranjera: escogí el italiano, por facilidad.

Desde que se inició el semestre los organizaron en “equipos”; yo quedé en uno formado por 6 estudiantes: 3 hombres y 3 mujeres, entre ellos Juanito y Griselda, Gris, quienes rápidamente se hicieron muy amigos míos

Todos mis compañeros de “equipo” eran jovencitos, de entre 19 años, el más jovencito, Juanito, hasta 24 años, el mayor. Griselda, ya vivía con su “chavo”, en un depa, cerca de la universidad.

Como parte del curso de italiano, nos tocó montar una representación, en italiano y eso me hizo acercarme mucho a ellos dos, a Juanito y a Griselda, Gris.

Al estar montando esa representación, durante uno de los descansos, Juanito se sentó junto a mí y me empezó a abrazar y a fajar. Yo lo dejé, pues veía que los chicos así se llevaban con sus compañeras, y ellas lo admitían sin chistar, así que…, lo miré como “natural”.

Dejamos la representación lista y nos fuimos, cada quién a su casa. Juanito me acompañó hasta cerca de la casa y le dije que ahí me dejara; no lo dejé que me acompañara más cerca de la casa. Se despidió de mi con un beso.

Al otro día saludo de beso a todos, incluyendo a Juanito. Hicimos la representación y nos fue muy bien.

Juanito me acompañó hasta cerca de  la casa de nuevo, pero me llevaba abrazada e insistía en llevarme a la casa, pero le dije que no; le dije que mejor nos sentáramos a platicar en un prado que había y me invita a sentarnos y a platicar. Me comienza a interrogar: ¿eres casada?. Le digo que sí, que tengo 2 hijos, mayores que él, de 27 y 23 años; le digo que podría ser mi hijo:

= ¡serias mi mamacita…!, ¡porque estás rete buena…!.

Me dice él de manera espontanea, y luego él mismo concluye:

= ¿por eso es que no quieres que te acompañe a tu casa…?.

Le digo que sí, que es por eso. Me acompaña hasta cerca de la casa, y se despide de beso.

El viernes hay una función de cine italiano en el cine club de la escuela y Juanito me invita. Es “La Luna”. Vamos a verla y ahí Juanito se me pega y me empieza a abrazar en el cine. Cuando ya casi acaba la película, me acerca la cara y me da un beso cerca de la boca y me dice:

= ¡Te quiero Lupita…!.

Me toma de la mano y nos salimos tomados de la mano. ¡Hacia tanto tiempo de esto…!. Me acompaña hasta cerca de la casa, y me quiere dar un beso en la boca, pero yo me muevo de lado, y me lo da en la mejilla.

El lunes nos volvimos a ver; me saludó de beso en la mejilla; nos vamos a clase. Ahí la maestra nos dice que hay una película italiana en el centro italiano de cultura, “Due Moglie”; nos dice que la pasan en la tarde y nos ponemos de acuerdo para irla a ver.

Entramos juntos, nos sentamos juntos y me abraza mientras vemos la película. Yo no protesto, hasta que me quiere besar en la boca, y me hago de lado. Ya no insiste, pero saliendo nos vamos a tomar un café, a una plaza cercana. Ahí me pregunta porque no me dejo besar:

  • no está bien, Juanito. Está bien que seamos compañeros de clase y que tengas

confianzas conmigo, como saludarme de beso, tomarme de la mano, abrazarme,

pero todo es de compañeros; ya un beso en la boca es otra cosa…,

= pero yo te quiero Lupita, ya te lo dije la otra vez, y no me pelaste…

  • es que no es correcto Juanito…, yo también ya te lo dije la otra vez,

que soy casada, que podría ser tú mamá…, mis hijos son más grandes que tú…,

y no me pelaste…

La conversación llegó hasta ahí; pagamos y nos salimos de ese café. ¡Íbamos otra vez por la calle, de manita sudada!. Me acompañó hasta cerca de la casa, y ahí nuevamente quiso darme un beso en la boca, pero solamente quedó en un “pico”, al que yo respondí  con un beso en la mejilla, pero de inmediato Juanito me dio de nuevo otro “pico”, pero ahora me detuvo la cara, para que no me volteara y…, ahora sí me dio un pico en los labios, en donde se estuvo por algunos segundos, hasta que yo me quité, me eché un paso atrás, me di media vuelta y me fui caminando a la casa. ¡Llegué excitadísima y me tuve que masturbar para calmarme!.

¡Hasta hoy me di cuenta del juego de Juanito, en el que estaba yo cayendo sin darme cuenta, hasta hoy!. ¡Se me estaba metiendo, muy poco a poco!, y yo me estaba comprometiendo con él, como con una tarjeta de crédito!.

Al día siguiente, martes, volví a saludar a mis compañeros en clase, de beso en la mejilla, y también a Juanito, aunque este se me pegó todo el tiempo. A la salida de clase me acompañó hasta cerca de la casa; nos fuimos tomados de la mano y ahí, luego de despedirnos unas 10 veces, estiré mi cuello para darle el beso de despedida y el condenado Juanito me detuvo mi cabeza y terminó dándome otro pico en la boca, y con eso nos despedimos. ¡Tuve que llegar de nuevo a la casa para masturbarme!, ¡me sentía adolescente de nuevo!: los paseos de manita sudada, los besitos que si te doy que no te doy, y, terminando con las masturbadas, encerrada en el baño de la casa.

El miércoles me volvió a invitar al cine, allá en el centro italiano de cultura; pasaban “Malizia”. Ese día yo iba vestida con un vestido blanco, de manta, ligero, no muy ajustado a mi cuerpo, aunque sí algo pegado. Entramos y en cuanto apagaron la luz, de inmediato me abrazó, mientras vemos la película, la cual era muy maliciosa y erótica. Yo no protesté, al contrario, luego de un rato sentí que Juanito me jalaba hacia él y yo me dejé ir, colocándole mi cabeza en su hombro derecho, y así seguimos viendo aquella película erótica, hasta  que Juanito hizo como que me iba a dar un “piquito” y…, lo dejé que lo hiciera, pero Juanito no se me despegó de mis labios; sentí que su lengua insistía contra mis labios, tratando de abrirse paso a mi boca.

Sentía que me jalaba de la nuca hacia su cabeza y su boca; yo no quería abrir mi boca, pero…, finalmente le correspondí. Nos dimos un beso…, y luego de unos cuantos minutos un segundo beso, un poco más prolongado, y así, vino un tercero, más largo, y ahí comencé a activar yo mi lengua, respondiendo a la lengua de Juanito, que buscaba adentrarse en mi boca, y yo lo dejé.

Primero lo besaba con los ojos abiertos, pero luego de que sentí su lengua penetrar en mi boca, cerré yo mis ojos, y me concentré en disfrutar ese beso: ¡Hacia muchos años que no disfrutaba de un beso apasionado, en mi boca, con intercambio de saliva, de lengüita!, y mucho menos dado por un chiquillo de apenas 19 años, más de cuatro años más joven que mi hijo el menor y casi 8 años más joven que mi hijo el mayor!.

Me abrazó de mis hombros y me atrajo hacia él; me devoraba la boca, y yo le correspondía; ¡nuestras lenguas estaban completamente enroscadas…!. ¡Era un beso verdaderamente erótico, desbordante de malicia!, que me hizo venirme estando ahí sentada en esa sala de cine. ¡Lo sentí rete rico ese orgasmo!. ¡Me hacía mucha falta!. ¡Tenía ya mucho tiempo que no disfrutaba un orgasmo de aquella manera!.  ¡Tenía ya mucho tiempo que no disfrutaba un orgasmo!.

Se terminó la película, prendieron la luz; nos paramos y saliendo de la sala me fui para el baño, ¡a orinar!, de lo caliente que estaba, a arreglarme el cabello, a pintarme los labios.

Al estarlo haciendo, me miré en el espejo y me sonreí con malicia: ¡me sentía adolescente estrenando novio!.

Salí y Juanito ya me estaba esperando, de pie, enfrente de la puerta del baño:

= ¿Quieres ir a tomar un café?.

Vi el reloj; no era muy tarde, pero…

  • ¡No…, otro día…, gracias…, acompañarme a casa…, quieres…?.

Nos fuimos para la casa. Llegamos hasta una distancia prudente. La calle tenía arboles a los lados y tapaban la luz de los faroles, por lo que…, a la orilla de un árbol, nos dimos el beso de buenas noches. Juanito me tomó de las manos, me acercó su cabeza y su boca a mi boca y comenzamos a darnos lengua de nuevo.

Yo me recargué contra el árbol y Juanito se me pegó. Le puse mi mano derecha por detrás de su cabeza y jalé su cabeza y su boca contra mi boca, mientras Juanito comenzaba a besarme con mucha pasión y yo no dejaba de jalarlo de su nuca contra mi cabeza y mi boca, hasta que terminamos, en un beso muy largo, que me hizo sentir de nuevo otro orgasmo:

= ¡Te quiero, Lupita…!,

me dijo ese chico, creo que más excitado que yo.

Yo ya no le contesté; me separé de su lado y me seguí hasta la casa, hasta el baño, en donde me tuve que masturbar nuevamente, y luego después, nuevamente en mi cama.

El jueves hubo examen; a mí me fue bien y a Juanito muy bien. A Griselda no tanto. Nos pusimos a platicar y nos invitó al día siguiente, viernes, a que fuéramos a ver una película a su departamento, donde vivía con su novio. Le dijimos que sí, y nos fuimos a las islas. Nos sentamos en el pasto y terminamos acostados. Juanito comenzó a besarme en la boca y yo se lo contesté. Empezó a darme lengua y yo a enroscármele en ella, nuestras lenguas enroscadas, intercambiando saliva. Él estaba encima de mí, aunque solamente de su torso, su pecho contra mi pecho; sus piernas se salían y caían fuera de mi cuerpo, sobre del pasto. Esos besos fueron muy ricos; me sacaron de nuevo un orgasmo, y luego de ello, le pedí que nos fuéramos. Juanito se me quedó viendo a mis ojos y volvió a repetirme un:

= ¡Te quiero, Lupita…!,

Que se me hizo muy lindo. Nos dimos un beso muy rápido y luego de ello otra serie de besitos seguidos, ya no cachondos, pero si tiernos. Nos tomamos de la mano, y me acompañó hasta cerca de la casa, en donde nos despedimos.

Al día siguiente, viernes, a  la salida de clase nos fuimos con Griselda, a su depa. No estaba su chavo, pero nos pusimos a ver la película italiana los tres. Era una película ya viejita, de Lando Busanca, divertida, picara, con algo de erotismo. ¡Todo el tiempo que vimos la película, Juanito se la pasó abrazándome, y dándome de besitos en el cuello y en mi mejilla!. Nos despedimos de Griselda y cuando ya nos íbamos bajando la escalera de su edificio, tan sólo nos dijo, pícaramente: ¡Se portan bien!.

Nos reímos y nos fuimos caminando hacia mi casa, que no estaba lejos del edificio de Griselda. Llegamos cerca de la casa, tomados de la manita, nos dimos un cuantos “picos” y nos despedimos.

  • ¡Te portas bien…, nada de hacer travesuras…!,

le dije a Juanito, como broma de despedida.

= ¡Tu también…, nada de travesuras…, dile que no a tu marido…!,

Me dijo, mitad en serio, mitad borneando, sin saber que ya nada de nada con mi marido, que tenía más de un año sin nada de nada.

Esa noche, viendo la tele, una telenovela trataba de que una pareja se separaba, y una amiga de la chica de la pareja le decía que “tirara las fotos de su ex, y que se deshiciera de todo lo personal con lo que había convivido con su ex, especialmente las cosas intimas, pues si no, no fluía la energía intima nuevamente”, algo así.

Consideré que tenía razón y al día siguiente me fui a comprar algo de ropa nueva, y especialmente prendas íntimas: me compré un estuche de ocho pantaletas, de diferentes colores, con los días de la semana bordados a un lado, excepto tres, que no decían nada y que eran: una negra, una blanca y una violeta. Las otras eran: rosa, azul, roja, amarilla y verde. En fin, estaba yo íntimamente provista.

El Lunes siguiente, esperando a la maestra, Griselda me jaló discretamente y me preguntó:

% ¿cómo te fue con el Juan…?.

Le dije que tranquila, que no había nada entre nosotros, aparte de algunos besitos.

Empezó la clase, entramos, salimos y Juanito me fue a acompañara hasta cerca de la casa, llevándome de la mano, en donde solamente nos dimos algunos besitos, casi apenas “piquitos”, y luego nos despedimos.

Igual nos fue el martes y miércoles, pero el jueves Griselda nos invitó de nuevo a su casa, a ver otra película, y fuimos. Puso la película y Juan me abrazó, igual que la vez anterior hasta que de repente comencé a sentir que me comenzaba a deslizar sus dedos entre las piernas, que tenía yo cruzadas. Andaba ese día con una falda azul cielo, de mezclilla, amplia, con un largo que me daba hasta las rodillas; arriba llevaba una blusita sin mangas, abotonable por el frente, y le detuve las manos, pero creo que Griselda se dio cuenta de ello y a los pocos instantes detuvo la película y llamándome aparte me dijo que tenía que salir un instante, una media hora, para ir por un encargo de su chavo; que ahí nos dejaba, que nos sintiéramos en confianza y, me regresé a “ver la película”.

Juanito de inmediato me abrazó y me dio un gran beso en la boca, que recibí con mucho placer. Nos separamos un poco, nos miramos, nos sonreímos:

= ¡Te quiero, Lupita…!,

me dijo nuevamente Juanito y nos volvimos a besar en la boca, ahora con más pasión que hacía rato.

Empezamos a intercambiar la saliva, a meternos la lengua, a enriscárnoslas hasta que, en uno de esos besos cachondos, sentí que Juanito comenzaba a acariciarme los senos, por encima de mi blusita. ¡Me puse tremendamente cachonda!, y sin dejar de besarlo, le permití que me acariciara mis senos.

Seguimos con esos besos, apasionados y sentí que las manos de Juanito dejaban mis senos y migraban hacia mis piernas, sin medias y comenzaban a infiltrarse por debajo de mi faldita y comenzaban a recorrerme mis piernas, desnudas, mis muslos, hasta llegar a mi pantaleta, a mis nalgas. ¡Me sentí muy caliente!; ¡me vine de tan sólo sentir sus caricias!, más intimas cada vez.

¡Yo me dejaba tocar!. ¡Lo estaba deseando!, deseando que me tocara, que no se detuviera en la barrera de mis pantaletas, unas verdecitas, color pistache, semi-transparentes, bonitas: las del día “jueves”, como así lo anunciaban.

Sentí que me acariciaba mis nalgas, por encima de mis pantaletas y, jalándolo de su nuca hacia a mí, tan sólo le dije:

  • ¡Bésame mucho Juanito…, bésame…!,

Y el muchacho se pegó con más fuerza y pasión a mi boca y me besó apasionadamente, mientras seguía toqueteándome mi trasero.

No pude contenerme de hacerlo: comencé a meterle la mano por debajo de su playera y me puse a acariciarle su pecho, muy liso, imberbe, sin vellos.

Juanito se me echó por encima y terminó por zafarse su playera, al tiempo que me levantaba la falda hasta por encima de mi cintura, acariciando de inmediato mis nalgas, por encima de mis pantaletas; luego de eso, y sin dejar de besarme con pasión en mi boca, me hizo girarme, y me dejó montada por encima de él, para seguirme toqueteando el trasero, todavía por encima de la pantaleta. ¡Estaba encima del chico, de ese muchacho compañero de escuela, pero 31 años más jovencito que yo!, ¡más jovencito que el más joven de mis dos hijos!, ¡cuatro años más joven que él!, y me estaba acariciando el trasero, por encima de mis pantaletas pistache!.

Yo lo continuaba besando, con pasión, en su boca. ¡Me encanta mucho el besar!. ¡Me excita mucho el besar en la boca, que me inyecten saliva, que me perfore su lengua!, ¡enroscarnos la lengua!, mientras me acariciaba mis nalgas, y le acariciaba su pecho.

Nos seguimos besando, me siguió recorriendo mis pompas,  hasta que después de algunos minutos así, comencé a deslizarle mi mano hasta  su pantalón, de mezclilla y comencé a acariciarle su pene, por encima del pantalón. ¡Me había traicionado mi instinto!, buscaba su sexo, su miembro masculino, que me diera satisfacción!.

El chico comprendió de inmediato mis intenciones y se desabrochó el pantalón, liberando su miembro hacia arriba, para dejarlo en el aire…, apuntando hacia el techo.

Me la quedé mirando un instante, tan rígida, tan erecta, ligeramente encorvada hacia el pecho de Juan, pero de verdad ¡desafiante!.

La tomé entre mis manos y comencé a pelarle su glande, a bajarle el prepucio: ¡se le miraba su cabezota morena!. Lo vi, la volví a ver, y comencé a chaquetearlo…., de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. ¡Me encantaba mirar ese pene…, acariciarlo…, masturbarlo…!, aunque fuera el pene de un jovencito, más jovencito que mis dos hijos.

= ¡Lupiiitaaa…!,

Me dijo el muchacho, con los ojos desorbitados, extasiado, en el preámbulo de su eyaculación, lanzando los primeros chorros pres-seminales, anunciando su culminación, pero antes de terminar, todavía alcanzó a quitar sus manos de mi trasero y llevarla a la parte lateral de mi pantaleta, a la altura del elástico. Comenzó a jalar, hacia abajo hasta dejar mi chochito a la vista, mis vellos públicos y comenzó a jugar con mi rajadita, con mis labios, mojados, batidos, y con mi clítoris, a acariciármelo con sus dedos, mientras que yo continuaba masturbándole su camote.

= ¡Lupita…, Lupiiita…, Lupiiitaaa…!,

Comenzó a gritar el muchacho, metiéndome un dedo en mi sexo, y haciendo que levantara la cabeza, con los ojos cerrados, comenzando también a venirme:

  • ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Me vine encima del chico, encima de mis pantaletas. La venida de Juanito fue tremendamente abundante también y cayó por encima de mis pantaletas, de mi mano, de su estomago y pecho.

No empezábamos ni a reponernos cuando tocaron el timbre: ¡Griselda!. Nos apuramos a medio arreglarnos y, cuando Griselda hizo su entrada, yo estaba con mis cabellos alborotados, con los labios sin pintar y tremendamente acalorada; Juan se notaba también bastante acalorado.

Griselda en un dos por tres se dio cuenta de la situación, y tratando de bromear, nos dijo:

% ¿Cómo se portaron, pillines…?.

  • ¡Tenemos que irnos…, ya se me hizo tarde!,

le dije, tomando de la mano a Juanito, pero antes de irnos, Griselda, muy buena onda, nos dijo:

% si quieren venirse a quedar todo el fin de semana…, nosotros nos vamos a ir a

acampar…, nos vamos mañana viernes, por la noche…, pueden llegarse

después de las seis.

¡Nos salimos casi brincando de ahí!, de con Gris. Nos fuimos abrazados, besándonos casi cada dos metros, contentos, emocionados, hasta llegar cerca de la casa. Nos despedimos con unos “piquitos” y luego me fui para casa, emocionada por todo lo sucedido.

Esa noche me dormí muy feliz, y al día siguiente me fui a la escuela; iba con unas mallas rojas, entalladas a mi cuerpo, y una blusita blanca, abombada, abrochable por el frente.

Salimos de clase, hablamos con Griselda, que nos dio una copia de las llaves de su departamento y sonriéndonos nos dijo “pásensela bien”. Me acompañó hasta cerca de la casa y, luego de pedirme que me llevara la faldita de mezclilla, nos quedamos de vernos en el depa de Gris, en la noche, a las 8. Llegué desde las 7:20, con una maleta de ropa, para lo que quisiera Juanito que yo me pusiera.

Llevaba mi faldita azul, como Juanito me había pedido. Me la puse con una blusita azul cielo, arremangada por arriba de mi ombligo, y abajo me había yo puesto la pantaleta violeta, con vivos negros. Arriba me puse un brasier blanco.

Juan llegó alrededor de las 8:15. Venía con sus jeans. De inmediato nos besamos en la boca, con mucha pasión, y comenzó a meterme mano por todos lados; por debajo de mi blusita, por debajo de mi faldita, a tocarme las nalgas, mi sexo, hasta que yo lo detuve.

Me dijo que nos fuéramos a cenar unos tacos y nos fuimos. Cenamos y luego nos fuimos a un bar danzante. Había música en vivo, de un grupo que amenizaba. Pedimos unas cubas y comenzamos a bailar. ¡Nos la pasamos besando todo ese tiempo, a ritmo de aquella música.

Nos salimos de ahí no muy tarde, quizás a las 11, pues yo no soy muy buena para desvelarme. Nos fuimos al depa de Gris, entre risas y besos.

Llegamos; apenas entramos y Juanito se lanzó sobre de mí. A mí me dio un ataque de risa y nos fuimos para la cama de Gris. Caímos sobre de ella, yo abajo y Juanito por encima de mí. Comenzamos a besarnos con muchísima pasión y deseo: ¡estaba deseando a Juanito, que me poseyera, que me penetrara, que me hiciera sentirme mujer otra vez!, ¡aunque fuera un chiquillo!, era un hombre también, y yo una mujer.

Comenzó a desabrocharme mi blusa, pero yo lo detuve, diciéndole:

  • ¡Apaga la luz, por favor…, me da pena…!.

Juanito se levantó, la apagó, se desvistió por completó, dejándose solamente el calzón. Yo había hecho lo mismo; me había quitado mi falda y zapatos y me había metido a la cama, por debajo de aquellas sábanas, tan sólo con pantaletas, brasier y mi blusa.

Juanito se metió debajo de aquellas sábanas, al lado mío, tan sólo con su calzón. Volvimos a besarnos con pasión en la boca, y pasando mis manos por detrás de mi espalda, me desabroché mi brasier.

Él me retiró la blusa y el brasier y en medio de risas de deseo, se lanzó a devorarme mis senos:

  • ¡Juanito…, despacio…, chúpalos…, despacio…, Juanitooo…!.

Me los mamaba muy rico, me mordía los pezones, me los lengüeteaba, me acariciaba mis senos, con sus dos manos, por un rato largo, hasta que comenzó a deslizarme su mano hacia abajo, a acariciarme mis piernas, mis rodillas, mis muslos, hasta meterme las manos en los laterales del elástico de mis pantaletas. Me las trató de deslizar hacia abajo, pero tuvo que hacerlo despacio. De un primer jalón me las bajó hasta las ingles, luego de otro a la mitad de mis muslos, luego un tercero hasta las rodillas y después las sacó y las aventó por ahí.

Sentí que se quitaba el calzón y que se me colocaba por encima de mi cuerpo; me colocó su pene por encima de mi panocha y…, me quiso penetrar, pero no lo logró y sí me dolió:

  • ¡aaayyy…, despacio Juanito…, aaayyy…, me duele…!.

¡Me estaba doliendo!; ¡la falta de uso, la falta de sexo!.

Soy estrecha de por sí y en aquel tiempo lo era  aún más – por la falta de uso – además de  los nervios del  momento...,  que me hacían apretarme en lugar  de aflojarme.

Juanito insistió nuevamente:

  • ¡Aaaaggghhh…, suuuaaaveee…, Juanito…, deeespaaaciooo…!.

¡Hace mucho que no me la meten, Juanito…, lo tengo muy cerradito…!,

¡despacio Juanito, despacio…!.

Le estaba susurrando al muchacho, pero el silencio de la noche hacía que aquellos susurros parecieran gritos y que se enteraba casi todo el edificio de lo que estaba pasando:

  • ¡aaayyy…, aaayyy…, aaayyy…, despacio Juanito…, aaayyy…, que me duele

mucho, aaayyy…, métemela poquito a poquito…, Juanito…, aaayyy…!.

= ¡ya está entrando la puntita, Lupita…, ya te va entrando…, todita…!.

  • ¡despaaaciooo…, aaaggghhh…, aaayyy…, aaayyy…, aaayyy…, para…, para…,

paraaa…, vete despacio Juanito, que me estas rompiendo todita…,

aaahhh, aaauuuhhh…, despacitooo…!.

= ¡Lupita…!, ¿qué pasaaa…?, ¡tengo que empujarte con fuerza sino no te entra…!,

¡compréndeme, estás muy cerrada…!, tú misma me lo estabas diciendo…,

¡hace mucho que no te la meten…!.

  • ¡Házmelo despacito, Juanito…, házmelo con cariño…!.

= ¡Ya pude meterte la cabeza del pene…, ahora va lo demás…!,  ¡tomaaahhh…!.

  • ¡aaauuuhhh…, no…, me duele, Juanito…, me dueleee…!; ¡para ya de empujar!.

¡Deja que me acostumbre a tu pene, Juanito…, me duele…, tengo mucho sin

tener relaciones…!, ¿me entiendes…?. ¡Estoy muy cerrada…, me duele…!.

Y Juanito se quedó quietecito, un ratito, tratando que me acostumbrara a su pene, para después continuar:

= ¿Le seguimos Lupita…?. ¡Lo que sigue ya te entra más fácil…!, así que…,

¡vamos a abrirte hasta el fondo…!.

  • ¡pero despacito, Juanito…, házmelo con cuidado, Juanito…!.

¡Métela más despacio…, que me sigue doliendo…!

= ¡Aguanta Lupita…, aguántala un poco más…!,

  • ¡No Juanito…, ya no…, ya no me la metas más…, por favor…, aguántala así…!,

¡Espérame otro ratito…, deja que me acostumbre a tu pene…!.

Pero Juanito volvió a moverse de nuevo, a empujarme su pene otra vez, y…,

= ¡Ahí te va…, para que ya no te duela…, de volón…, va de golpe…!.

  • ¡Aaaaggghhhh…, buuufff…, buuufff…, aaahhh..., paraaa…, detenteee…,

yaaayyy, juanito…, ya paraaa…, por favor…, ya no máaas, paraaa, buuufff…,   me sigue doliendooo…, yaaa…, por favooor…!.

Abrí yo mis piernas lo más posible, tratando de aminorar ese roce pero, ¡era imposible!.  Juanito no se detuvo, y me la metió hasta llegar hasta el fondo:

= ¡Lupita…, qué apretadita que estáaas…!. ¿ya ves como sí te entra toda…?.

Me dijo.

Traté de sonreírle, pero me continuaba doliendo, sin embargo, Juanito, completamente emocionado de estar todo adentro de mí, me anunció:

= ¡ahora vamos al mete y saca…!.

¡Me la había clavado ya toda, completamente, hasta el fondo…, y ahora iba a comenzar a bombearme!, ¡ al mete y saca…!, como acababa de referirse.

  • ¡Oooohhh Juan…, no…, por favor,  poco a poquito, juanito , házmelo con cariño!.

Pero Juanito se puso a bombear:

Ricki…, ricki…, ricki…,

rechinaba la cama, con los meneados del Juan.

  • Suave Juanito…, más suave…, despacio…, me estas abriendo…, toooditaaa…!

Ricki…, ricki…, ricki…,

rechinaba la cama, con los meneados de ambos.

A pesar del dolor, poco a poco comencé a experimentar nuevamente el placer de sexuar: ¡y un inmenso deseo de sentir su semen dentro de mí!. ¡Sentía un leve cosquilleo que pronto fue  aumentando hasta convertirse en una  verdadera ansia!.

  • ¡Juanito…, la siento…, Juanito…, te siento…, Juanito…, no pares…, no pares…!

¡No pares…, que me voy veeeniiir…!, ¡me vengo…, me vengo..., me vengooo…!.

= ¡Lupita…, Lupita…, Lupitaaa…!.

¡Nos llegó el orgasmo en el mismo momento, a Juanito y a mí…!. ¡Me aferré a su cuerpo y creo que hasta le clavé yo las uñas!.

  • ¡Juanito, Juanito, Juanitooo…!.

¡Me estaba viniendo muy rico!; ¡con ese chiquillo…, con ese muchachito…, que podía ser mi hijo…!, ¡que era más de cuatro años más joven que mi hijo menor y casi 8 años más joven que mi hijo el mayor!.

El recorrido de un líquido tibio que me invadía y me  llenaba mis entrañas me hizo vibrar de alegría. ¡Juanito se había venido en el interior mi vientre!. ¡Estaban irrigando mi plantita…, después de muchísimo tiempo!.

Nos quedamos dormidos. Desperté con un ligero sobresalto; ¡era la cabeza de Juanito sobre mis senos desnudos!.

Le acaricié sus cabellos, mientras me seguía mamando mis senos, pero luego de eso, comenzó a besarme mi vientre, y fue bajando por él hasta llegar a mi monte de Venus: ¡Me puse muy rígida!. ¿Qué estaba tramando Juanito?.

Comenzó a besarme la pelambrera de mi sexo, y siguió deslizándose hacia la parte de abajo, hacia la unión de mis labios vaginales, ¡hacia mi clítoris!, ¡y entonces si lo detuve!, le tomé su cabeza en mis manos y:

  • ¡ven…, me da mucha pena…, está sucio…!,

y no lo dejé.

Se recostó al lado mío y le sentí su virilidad: ¡el miembro de Juanito estaba parado,  durísimo…!. ¡Era un placer al que ya me había desacostumbrado!.

Juanito me comenzó a abrazar y nos comenzamos a besar en la boca. ¡De inmediato me prendí nuevamente!.

Él comenzó a girarse, haciéndome girar junto a él, a dejarme colocada por encima de él, abrazada de él, sin dejar de besarnos, y entonces, en esa posición, comenzó a tratar de meterme su pene, pero no lo lograba, por lo que me decidí en ayudarlo. Le tomé su pene en mi mano y

= ¡eso es, mi Lupita linda…, agárrala con tu mano y vela metiendo en tu sexo…!.

  • ¡No entra…, no cabe…!,

Le dije a ese chico, pues sentía que se había vuelto a cerrar mi “rajada”.

= ¡Sí te cabe Lupita…, anoche logramos meterla…, sí cabe…!.

Y volví a hacer el intento de resbalarla en mi funda, pero no deslizaba.

Hicimos varios intentos, pero no deslizaba, así que, un tanto desesperado, Juanito me dijo:

= ¡colócala en posición!.

Y coloque su pene en la entrada de mi vagina, y entonces Juanito me puso sus manos en mis caderas y me hizo sentarme en su pene, al mismo tiempo que me empujaba sus caderas con fuerza y

  • ¡Aaaayyy…, Juanitooo…, aaahhhyyy…!, ¡me rompes…, Juanitooo…, aaayyy…!,

¡me duele buuufff…, buuufff…, aaayyy…,  despaciooo…, Juanitooo…!,

¡me dueleee…, Juanitooo…, me dueleee…!.

¡Me estaba doliendo de nuevo!: ¡la falta de uso, la falta de sexo!, pero ya me la había deslizado completamente, hasta adentro de nuevo:

= ¿ves como sí te entra todita…?.

  • ¡pero me sigue doliendo, Juanito…!, ¡espérate un poco más…!.

Juanito se esperó unos instantes y luego de ello, comenzó a mover sus caderas, en una forma de círculos:

= ¿lo sientes…, te gusta…?. ¡Comienza a moverte un poquito…!.

Seguí sus instrucciones y comencé a moverme despacio. Las paredes de mi vagina ya se estaban acostumbrando a su pene, y comencé a moverme despacio.

Conforme me fue pasando el dolor, comencé a tomarle confianza y comencé a sentirle su pene, muy por adentro de mí, que me taladraba todita, ¡muy rico!, ¡hasta el fondo!:

  • ¡mmmhhh…, aaahhh…, Juanito…!, ¡ya me vine de nuevo…!,

¡estoy empapada…, Juanito…!; ¡me estoy viniendo de nuevo…, otra vez…!.

¡me voy venir otra vez…, Juanitooo…!.

= ¡Muévete Lupita, muévete…, muévete rápido, muévete mucho más…!

Y poniéndome sus manos en mis caderas y nalgas, ese muchacho me marcaba el ritmo con el cual me debía de mover:

  • ¡estoy acabando de nuevo Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!. ¡Aaaaggghhh…!.

Y me cai desfallecida sobre del cuerpo del chico, que tenía una cara muy linda, ¡de satisfacción!.

Me dejó reposar un momento y luego de eso me besó con ternura la boca:

= ¡Lo hiciste muy rico, Lupita…, me empapaste la verga…, por completooo…!.

  • ¡ay Juanito…, qué pena…, Juanito…!,

le decía, montada todavía sobre de él, empalada en su pene, que todavía lo sentía muy erecto y retozante, por adentro de mí.

Juanito hacia movimientos de va y viene en el interior de mi sexo y:

  • ¡aaahhh…, Juanito…, mmmhhh…!. ¿Aun no te cansas Juanito…?;

¡déjame descansar un ratito…!, ¡estoy muerta…!.

= ¡Anda Lupita…, ponte de a perrita…, así…, en cuatro patas…!,

¡que te quiero montar…!.

  • ¡Juuuanitooo…, hace mucho que no me montan…, y estoy muy cansada!,

¡chiquito…, me vas a matar…!.

Sin embargo, me zafé de su pene y me coloqué en cuatro patas, como me lo estaba pidiendo Juanita, con las caderas levantaditas. Juanito se me colocó por detrás:

= ¡muy bien la Lupita…, eso es…, separa un poco las piernas y agárrate bien,

que ahí te voy!.

Sentí cómo me colocaba su pene en mi rajadita, cómo me lo empujaba, y cómo me fue penetrando, despacio, seguro, ¡hasta el fondo!. ¡Estaba muy bien lubricada, con todas esas venidas que me acababa de dar!. ¡Lo sentí delicioso, y no pude contener un gemido, de puritito placer…!.

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…, aaaggghhh…!.

Juanito comenzó a moverse; primero despacio, entrando y saliendo, pero poco a poco sus embestidas se fueron acelerando: de ritmo y de fuerza, hasta que me hizo empezar a jadear y empezar a gemir y empezar a gritar:

  • ¡Juanito…, mijito…, chiquito…, no pares…, más fuerte…, más fuerte…!,

¡con ganas…, prosigueee…, con ganas…, no pares…, Juanito,  no pares…!,

¡no pareees…!.

Y nuevamente la cama, volvió con ese sonido tan…, revelador de lo que estaba pasando:

Ricki…, ricki…, ricki…,

¡Ese sonido resonaba en el edificio…!. ¡Me ponía muy caliente, pero me daba muchísima pena, que todos los del edificio fueran a saber lo que estaba pasando.

  • ¡Juanito…, mijito…, chiquito…, no pares…, me gusta…, mas fuerte…,

mas fuerte…, mas fuerteee…!. ¡Más fuerte Juanito…, que me voy a veniiir…!.

= ¡yo también mi Lupita…, sigueleee…, sigueleee…, aaahhh…!.

Y volvimos a quedarnos dormidos.