Lupita la cincuentona re descubre el placer 2

Lupita se divorcia a los 50 años y trata de rehacer su vida, encontrándose con un chiquillo de apenas 19 años, compañero en la universidad, empiezan a tener sexo juntos. Este es el segundo día de ese fin de semana sexual, en donde Lupita re descubre los placeres ya olvidados…, ¡y algo más…!, que nu

Resumen:

Lupita se divorcia a los 50 años y trata de rehacer su vida, encontrándose con un chiquillo de apenas 19 años, compañero en la universidad, empiezan a tener sexo juntos. Este es el segundo día de ese fin de semana sexual, en donde Lupita re descubre  los placeres ya olvidados…, ¡y algo más…!, que nunca es tarde para aprender.

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Resumen anterior:

La vez pasada les platiqué cómo después de mi divorcio me inscribí nuevamente en la universidad, en donde conocí a un muchachito 31 años más joven que yo, ocho años más jovencito que el menor de mis hijos, quién comenzó a “enamorarme”, hasta que…, terminamos haciendo el amor una noche.

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Ese viernes nos vimos en casa de Griselda, que nos había prestado su departamento todo ese fin de semana para poder “estar juntos”, Juanito y yo. Nos fuimos a bailar y regresando hicimos el amor toda la noche, con algo de dolor para mí, “por la falta de uso”.

Al día siguiente, los rayos del sol ya muy arriba, me despertaron; ¡eran ya casi las 10!, ¡tardísimo para mí, que siempre acostumbro a levantarme temprano, a las 6, para salir a clase de 7!.

Me incorporé; voltié a ver a Juanito. ¡Dormía plácidamente a mi lado, el chiquillo!. ¡Me dio mucha pena lo sucedido!, ¿cómo es que pudo pasar…?. ¡No se cómo le había cedido a ese chico…, más jovencito que mis hijos…, le llevaba 31 años de edad…!.

Un  poco  adormilada y con muchos remordimientos,  me  fui para el baño  y comencé  a   frotarme  los  ojos,   tratando  de  despertar... ¡Ah vaya...!,  ¡ya me  estaba acordando con mayor claridad; me acordé netamente de todo cuanto había sucedido...!. Solté un suspiro profundo,  cerré mis labios con fuerza  y separé mis piernas.  Mi dedo descendió hasta mi pubis y se insinuó entre mi rajadita,  alojándose "por  ahí",  introduciéndose suavemente, pero…, ¡qué bárbaro..., estaba completamente relleno de esperma, de leche, de semen!;  entonces..., aquello que me estaba imaginando, en lo  que estaba  pensando,  lo que yo creí que lo había estado soñando…, ¡no era más que la puritita realidad…!, ¡me había acostado con ese chiquillo…, había tenido relaciones sexuales con él…!.

¡Me puse a llorar!; unas lagrimas escurrieron por mis mejillas…, ¿cómo había sido posible esa “debilidad” de mi parte…?, ¿cómo le pude ceder…?.

Me volví a meter el dedo en mi rajadita, para verificar nuevamente ese esperma del chico, ese signo visible de mi debilidad.

Me lo saqué nuevamente de mi vagina: ¡estaba empapado de “leche”!. ¡Me había inyectado los litros el muchachito!, ¡un semental…, nada más!. ¡A su edad, a sus 19 años, cargado de esperma…, con el pene siempre parado…!.

Me miré de nuevo al espejo: aparte de ese lustre que se me miraba dentro de mis pupilas; era mi misma cara, redonda, chatita y cándida. Se me hacía incomprensible. ¡Me sentía rejuvenecida…, había tomado mi baño de juventud!.

Decidí darme un regaderazo para calmarme y..., al estarme jabonando mi cuerpo, me  llevé la mano sobre mi sexo y..., al comenzarlo a frotar, me volvió de nuevo la  "comezón",

  • ¡gggmmmhhh…!,

y no pude reprimir un gemido,  y quise sentir de nuevo "esa sensación". ¡Estaba deseando de nuevo estar con el chico, estar con Juanito!.

Me empecé a meter y a sacar mis dedos en mi rajada y..., mi vagina empezó a "recordar" ¡con mucha felicidad!, sin embargo, me entraron  de  nuevo  los remordimientos  y..., me salí de inmediato de la regadera; me sequé con la toalla, me vestí y…, como Juanito siguiera durmiendo…, me fui al súper mercado, que está cruzando la calle y compré víveres para desayunar.

También aproveché para comprar una crema lubricante para mi vagina, pues ya no lubricaba de manera adecuada, por la edad, la falta de “motivación” y la falta de uso. Hacía mucho tiempo que no tenía relaciones sexuales con mi ex esposo; cuando todavía vivía yo con él, nuestras relaciones eran tremendamente espaciadas, ¿una al mes…?, ¡quizás menos…!, ¡una vez al trimestre!, y eso si había alguna fiesta o reunión que lo “motivara”. ¡No valía la pena tener esa crema lubricante!; ¡no la usaba con mi esposo!. Él se quejaba de que yo estaba seca, que lo lastimaba. Yo me quejaba que él me lastimaba cuando lo quería hacer, total, era una excusa más para no hacerlo.

En fin…, acababa yo de comprar esa crema lubricante. ¿Señal de que aceptaba lo que pasaba?. ¿Señal de que quería yo algo más?. ¿Que deseaba seguirle?.

Entré de regreso al departamento; Juanito seguía muy dormido. Puse la mesa mientras preparaba café. Preparé el desayuno, que ya era casi un almuerzo, por la hora; sería un “brunch”, como dicen los gringos.

El olor a café y a comida despertó a Juanito, quién llegó, sin que yo lo notara, por detrás de mí, me abrazó fuertemente y se puso a besarme en el cuello. ¡Sentí que fundía!, ¡mis piernas me estaban temblando!:

  • ¡Juanitooo…!.

= ¡Lupita…, qué rico huele…!. ¿Ya vamos a desayunar…?,

me preguntó el muchachito, sin dejar de besarme en el cuello y apretarme los senos, por encima de mi blusita, poniéndome de inmediato “cachonda”.

Desayunamos y Juanito se lanzó sobre mí. Nos besamos en la boca, con mucha pasión. Me abrazaba, me atraía hacia él, me tomaba de mis asentaderas y comenzó a meterme la mano. ¡Me tenía como plancha!:

= ¡Lupita…, ven…!,

me dijo, tomándome de la mano y conduciéndome hacia la recámara. ¡Eso era lo que yo estaba deseando!, y tan sólo le comenté:

  • ¡Voy al baño…, de inmediato te alcanzo!.

Y me fui para el baño.

Me desnudé, conservando solamente mis pantaletas, cubriéndome con una toalla la parte del torso, mis senos, lubricándome perfectamente mi sexo, para que ya no hubiera problemas, como los de la noche anterior.

Me volví a mirar al espejo: se me veía solamente la toalla enredada alrededor de mi torso, los hombros desnudos y abajo la parte inferior de mis muslos.

¡Me vi varias veces al espejo!. ¡Quería y no quería yo salir!. ¡Me sentía yo apenada con el muchacho, pero…, sí quería yo salir…!, ¡y finalmente…, salí!.

Me fui yo descalza hasta la recámara. Juanito estaba recostado en la cama, recargado sobre de una almohada, contra la cabecera, tapado con una sabana de la cintura p’abajo. Llegué, lo vi, caminé del otro lado de la cama, abrí la sábana, me metí en la cama y…, Juanito me sonrió y me abrazó:

= ¡Te quiero, Lupita…!,

me dijo, tratando de darme un beso en la boca, al que yo respondí.

Ese beso de inmediato se hizo cachondo y Juanito, no se cómo, si fue pensado o no, pero…, ¡comenzó a morderme en el cuello!.

  • ¡Juanito…, Juanito…, qué haces…, Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!,

le gritaba, sintiendo…, “pasos en la azotea”, sintiendo una cosquillitas…, ¡tremendamente deliciosas…!.

Yo doblaba mi cuello contra de su cabeza, tratando de “evitar” que me siguiera mordiendo en el cuello, pero sin dejar de abrazarlo.

Juanito también me abrazaba, pero me fue quitando la toalla, hasta dejar descubiertos mis senos, con sus pezones erectos, respondiendo de manera inmediata a las caricias de Juanito, que bajó su carita y comenzó a besarme mis senos, a chuparme los pezones, hasta caernos sobre de la cama los dos, abrazados.

Juanito siguió besando mis senos, palpándolos, mordisqueándome mis pezones, succionándolos, como si fuera bebé. ¡Me ponía la carne de “gallina” cada que me succionaba un pezón!.

  • ¡Juanito…, Juanito…, qué haces…, Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!,

volvía yo a gritarle, sintiendo una gran emoción, sintiendo que mi cuerpo se ponía todo tenso y que un cosquilleo indescriptible se me presentaba por enmedio de mis dos piernas.

Juanito me seguía besando mis senos; mientras acariciaba uno con sus manos, el otro me lo besaba y chupaba, succionándome y lengüeteándome, de manera alternada, pero cada vez más apasionada, también. Me besaba en el cuello, me lo mordisqueaba:

  • ¡Juanito…, me haces cosquillas…, Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!.

y luego se regresaba a besuquearme mis senos, a acariciármelos con manos y lengua, a veces suave, a veces muy bruscamente, tanto que me hacía que gritara;

  • ¡Juanito…, agh…, aaayyy…, agh…!.

¿Emoción, placer…, ambas…?. ¡Estaba yo sintiendo muy rico, disfrutándolo, gozándolo verdaderamente, a ese chico, 31 años más joven que yo…, más jovencito que mis hijos, que me estaba haciendo gritar!:

  • ¡Juanito…, no pares…, Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!.

Me estaba mordiendo mi cuello y…, me le colgué con mis dos manos del cuello de él, atrayéndolo contra mí, pegándole fuertemente su boca a mi cuello, ¡para que me siguiera mordiendo, para que me hiciera sentir…!, ¡para que alcanzara mi orgasmo!.

  • ¡Juanito…, no pares…, Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!.

¡Me seguía mordiendo, me seguía besando, me seguía toqueteando…, mi sexo…, por encima de mis pantaletas…!. ¡Estaba yo sintiendo bonito…, muy bonito…, muy rico…, de verdad delicioso!, hasta que ya no pude más y:

  • ¡Juanito…, me viene…, Juanito…, no pares…, Juanito…, Juanitooo…!.

¡Lo sentí rete rico!, y me aferré fuertemente a la cabeza del chico, jalándolo de su nuca, pegándomelo yo a mi cuello, que me continuaba mordiendo.

  • ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…, Juanitooo…!.

¡Y me aflojé por completo…, me desguancé toditita…!.

Lo solté de su cuello y relajé yo mi cuerpo, quedando tendida en la cama, por debajo de él, quién comenzó a besarme en la boca, ya con menos pasión, y en ese momento me dijo:

= ¡Te quiero Lupita…!,

frase que fue una maravilla para mis oídos, para mi mente, y para todo mi ser. ¡Lo sentí yo en el alma!, y nada más musité:

  • ¡Juanito…, Juanito…!,

Y el chico comenzó a recorrerme mi cuerpo, a besarme de nuevo mis senos, a mamármelos, suavecito, despacio, a paladearlos, a disfrutarlos, a succionarlos y hacerme sentir muy bonito, mientras deslizaba nuevamente su mano, a mi sexo, pero ahora por debajo de mi pantaleta.

¡Sentí cómo me llegaba a mi pelambrera!. ¡Sentí cómo me acariciaba mi monte de Venus, con su mano totalmente abierta, dejando a su dedo de en medio que me acariciara mi clítoris!. ¡Me hizo sentir como un rayo!, cuando me dedeaba mi clítoris.

  • ¡Juanito…, agh…, Juanito…, agh…, Juanitooo…!.

Y Juanito comenzó a bajarme las pantaletas, jalándolas del elástico, de la cintura hacia abajo.

Sentí que se me trababan un poco, a la altura de mis caderas, y soltándole su cabeza, pasando mi mano por un lado de nuestros cuerpos, me puse a ayudarlo a bajarlas, aunque volvieron a atorarse a la altura de mis caderas, y tuve que ayudarlo de nuevo, hasta que por fin sentí que bajaban ya libres, sin ningún nuevo obstáculo que las detuviera.

Al llegar hasta mis rodillas, ahí cambió Juanito de posición, para darles otro jalón hacia abajo, llevándolas a mis tobillos, a mis pies y luego sacarlas y botarlas por ahí.

Juanito se puso a mirarme desnuda, a mirarme mis senos, a mirarme mi vientre, mi bajo vientre, los vellos que adornaban mi monte de Venus y entre-cubrían a mi sexo, mis muslos, mis piernas. ¡Me dio mucha pena que me estuviera mirando!, y:

  • ¡Ven…!,

le dije, extendiéndole yo mi mano, para que se pegara a mi cuerpo.

Se lanzó sobre mí, pegándome su cuerpo a mi cuerpo. Me dio un gran beso en la boca, y nos enfrascamos en ese beso cachondo, mientras que Juanito se quitaba el calzón, aventándolo por un lado de la cama.

Cuando suspendimos el beso, me dijo el chiquillo, entre jadeos:

= ¡Lupita…, abre un mucho tus piernas…, para no lastimarte…, para que entre

con facilidad…!.

y separé muy ampliamente mis piernas, para que se colocara con facilidad en la entrada de mi rajadita.

Sentí su empujón  pero no penetró y sí me dolió:

  • ¡Aaaaggghhh…!. Espera Juanito…, déjame colocarlo…!,

Le dije.

Tomé su miembro entre mis manos, lo acerqué hasta mi sexo, lo puse en posición y:

  • ¡empújalo despacito, Juanito…, que vaya entrando despacio, para que yo me

acostumbre a tu pene…, despacio…!.

Poco a poco Juanito comenzó a empujarlo hacia adentro de mi vagina, despacio, haciéndole caso a mi petición. ¡Sentía la penetración en mi ser, despacito…, deliciosa…, muy rica…!. ¡Sentía una infinita satisfacción en mi ser…!.

Así, poco a poco, consiguió llevarla hasta el fondo:

  • ¡Juanitooo…!,

Le dije, extasiada, sintiendo su pene hasta el fondo:

= ¿Lo sientes Lupita…, lo sientes amor…, te gusta…?.

¿Te gusta mi explorador en tu cueva…?. ¿Te gusta, Lupita…, te gusta…?.

  • ¡Mmmmhhh…, Juanitooo…!, lo siento muy hondo, profundo…, hasta el fondo,

Juanitooo…!. ¡Déjalo ahí…, no te muevas…, déjame acostumbrarme a tu pene,

déjalo un rato ahí…, quietecito…!.

= ¡Me encanta sentir el frenético latido de tu corazón!.

¡De verdad…, sentía que me latía a mil por hora…!.

= ¡Me encanta el aroma de tu sexo…, que llega hasta mi cara y me eleva en una

espiral de deseo!.

¡De verdad…, yo lo olfateaba también…, era un olor penetrante, característico, único…!.

Me sentí apenada y al mismo tiempo contenta. No le dije yo nada, nomás lo abracé con muchísima fuerza, y entonces Juanito me dijo:

= ¡Anda Lupita…!, ¡date la vuelta y ponte por encima de mí…!.

Yo lo obedecí y, sin que me sacara su pene, y sin romper ese abrazo, nos giramos completamente, quedando él por debajo y yo encima de él:

= ¡Sí…, sí…, así amor…, así te quería…, que me montaras…!. ¡Tú encima de

mí...!, tu cara en mi cara..., tus labios sobre los míos besando con violencia y mi

lengua penetrando tu boca…, en busca de tu corazón!.

  • ¡Juanito…!,

Le dije, enternecida por esa expresión.

Sentí que Juanito me abrazaba con fuerza y que sus manos se posaban en mis nalgas y las recorrían frenéticamente, conforme comenzaba a disfrutar de su hombría.

= ¡Abre las piernas, Lupita…! ¡Así…!. ¡Deja sentir en mi pene la cálida humedad

de tu vagina, Lupita, la quiero disfrutar…!, ¡así…!. ¡Estás rete rica Lupita…,

me aprietas rete sabroso, Lupita…!.

Sintiéndolo muy adentro de mí, comencé a moverme despacio:

= ¡Mmmmhhh…!, ¡Lupitaaahhh…, me encantas cuando te mueves así…!.

¡No dejes de hacerlo, Lupita…! ¡Mmmmhhh…!. ¡Haz uso de mi cuerpo…,

que te pertenece!. ¡Siéntate sobre mi carne endurecida y da rienda suelta a tu

pasión reprimida…!.

Comencé a moverme más rápido, y el chico, con los ojos en blanco, tan sólo continuaba a decirme:

= ¡Llena tus entrañas de mí, de mi leche y disfrútame, pero llévame también a la

gloria con tus movimientos frenéticos!.

  • ¡Aaaahhh…, aaaggghhh…, aaaggghhh…!

Yo pujaba, gemía, soltaba griticos de placer y me movía de manera desenfrenada, girando mis caderas, empujándolas de atrás a adelante, con fuerza, con rapidez, dando pequeños brinquitos sobre de ese pene parado, erecto y muy duro, dándome de sentones encima de él, lo que complacía enormemente a ese chico:

=  ¡Así Lupita, así…! ¡No dejes de brincar…!. ¡Me encanta la visión de tus tetas

que brincan al ritmo de tus sentadillas!.

  • ¡Aaaahhh…, Juanito…, aaaggghhh…, Juanito…, aaaggghhh…!

= ¡Lupita…, me encanta ver cómo tus ojos se pierden entre tus pestañas y tus

leves gemidos poco a poco se van convirtiendo en francos gritos de placer que

llenan la habitación y aumentan mi excitación...!.

  • ¡Juanito…, muy rico…, Juanito…, no pares…, lo siento Juanito…, lo sientooo…!.

= ¡Así, mi reinita, siénteme…!. ¡Siente mis manos ayudando a tus movimientos

sujetándote por las nalgas y abriéndolas y cerrándolas para hacer más intenso el

roce de mi pene entre tus carnes hinchadas, cálidas y húmedas...!.

  • ¡Lo siento Juanito…, lo siento muy rico…, no pares…, Juanito…, Juanitooo…!.

Le gritaba, sin dejar de moverme, ¡frenética…!.

= ¡Así, preciosa! No dejes de moverte! Agáchate un poco para que sienta tus tetas

entre mis labios y pueda mordisquear tus pezones…! ¡Mmmmhhh…, Lupita…!.

Sentí que algo comenzaba a crecerme…, muy grande…, muy adentro de mí, y se lo dije a Juanito:

  • ¡Juanito…, lo siento…, ya viene…, Juanito…, ya viene…!.

= ¡Dime qué es lo que sientes, amor…, anda…!. ¡Exprésame tus deseos…!,

yo sabré complacerte y hacerte llegar a la cima!.

  • ¡Juanito…, me viene…, Juanito…, no pares…, Juanito…, Juanitooo…!,

le gritaba, al comenzar a experimentar un inmenso deseo de  sentir su semen dentro de mí.

  • ¡Juanito…, dámelos…, Juanito…, no pares…, Juanito…, Juanitooo…!.

= ¡Lupita…, me vengo…, ya vengo…, me vengo…, te van…, Lupitaaa…!,

y Juanito comenzó a echarme sus chorros en el interior de mi vientre, irrigando mi ser con su semen, con su caliente simiente.

Juanito se quedó quieto un rato, pero su miembro seguía aun muy erecto y yo sentía otro orgasmo que crecía en el interior de mi sexo, ¡imparable!.

  • ¡Aaaahhh…, agh…, agh…, me viene…, agh…!.

Me aferré a su cuerpo y creo que hasta le clavé las uñas en su espalda desnuda.  Sentía un leve cosquilleo que pronto fue  aumentando hasta convertirse en una verdadera ansia y pasión.

  • ¡Juanito…, lo siento…, me viene…, me viene…, Juanitooo…!.

Y tuve mi orgasmo, ¡muy rico!, sobre el pene de ese chiquillo…, que había hecho que “re descubriera el placer” de sexuar.

= ¡Lupita…, qué rico…!. ¡Sentí claramente como poco a poco ibas llegando a tu

orgasmo!. ¡Sentí claramente cómo tu cuerpo se estremecía y se convulsionaba,

proporcionándome dulces apretones a mi carne endurecida, aun en tu interior...!.

  • ¡Juanito…!,

le dije, besándolo en la boca, agradecida por el placer recibido.

= ¡ Mmmmhhh…, Lupita…!. ¡Es delicioso sentir tus espasmos…!. ¡Me encanta ver

como tus ojos dulces se tornan blancos y ese rictus de agonía enloquecedora

cuando te encuentras en la cima de tu orgasmo.

Juanito alternaba sus besos en mi boca, con sus besos en mis pezones, dándoles una chupadita, una succionada, lo que me hizo alcanzar un postrer orgasmo:

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…, me viene de nuevo…, Juanitooo…!.

= ¡Así, mi Lupita…!. ¡Déjalo salir todo!. ¡Mójame con tu humedad orgásmica…!.

¡Siente…, vibra con las suaves mordidas que le doy a tus pezones para

intensificar tu placer!. ¡Déjate caer encima de mí..., así..., descansa un poco

mientras yo te acaricio y te beso...!.

¡Lo sentí rete rico ese orgasmo, y me aferré fuertemente a la boca y a la cabeza del chico, jalándolo de su nuca, besándolo yo con ansia…!.

  • ¡Juanitooo…, qué rico…, Juanitooo…!.

Poco a poco los espasmos de ese orgasmo se fueron alejando y sentí que Juanito – aun  con su pene ya flácido adentro de mí – me daba la vuelta, para colocarme otra vez boca arriba, por debajo de él. Se me acomodó entre mis piernas, me besó con ternura mi rostro sudoroso y saboreó mi saliva, bajando lentamente hasta llegar de nuevo a mis senos, aun agitados por la concupiscencia desarrollada...

Los chupó con ternura y los mordió con pasión para levantar el ánimo de mi cuerpo. Le rodeé mi cuello con sus brazos y lo jalé hacia mi cuerpo, para que me devorara mis senos.

Goloso, Juanito aceptó la invitación. Siguió recorriendo mi piel y poco a poco su pene se fue liberando de la cálida prisión de mi sexo, hasta zafarse completamente.

El chico se fue bajando de mis senos hacia mi ombligo y poco a poco se acerca a mi sexo, al rincón de mi cuerpo desde donde nos llegan los más eróticos aromas..., ¡las feromonas!, las más delicadas fragancias.

  • ¡Juanito…, no…, por favor…, estoy sucia…, Juanito…, ven…, por favor…!.

Le decía, sin mucho convencimiento, apenada, avergonzada. ¡Nunca me lo habían hecho, aunque lo había yo soñado por muchísimas veces!.

Juanito acomodó mi rostro entre mis muslos y yo me puse muy tensa: ¡sabía qué venía, pero me daba vergüenza!. ¡Era un sitio muy sucio…, estaba lleno de…, mis secreciones, y de las de Juanito también…!.

Sentí su cara rosarme los vellitos humedecidos de mi sexo y…, ¡mi vientre se estremeció nuevamente!:

  • ¡Juanito…, Juanito…, Juanitooo…!,

le dije, con pasión, con deseos, con un ruego de que lo hiciera, aunque le dijera que no.

¡Estaba muy tensa, muy ansiosa, muy excitada, deseando que me lo hiciera, lo que tanto había yo soñado, aunque nunca lo hubiera pedido!.

Sentí su aliento en mi sexo, en mis labios vaginales y, comencé a hundirle mis dedos por adentro de su cabellera, jalándolo ansiosa hacia mí…, pegándome su cara a mi sexo, ¡para no dejarlo escapar…!.

  • ¡Házmelo Juanito, házmelo por favor…!.

Sentí cómo la lengua de Juanito comenzó a recorrer mis labios vaginales, hinchados y enrojecidos y…, ¡mi vientre se estremeció nuevamente!.

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…, sí…, házmelo…, házmelo por favor…!.

= ¡Mmmmhhh…!. ¡Tu sabor es delicioso Lupita…!.

Me dijo, mientras sus manos comenzaban a recorrerme mi vientre y, justo en el momento en que me pellizcó mis pezones, sus labios aprisionaron mi clítoris, succionando con fuerza.

= ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…!.

Le dije, toda tensa e inmediatamente desguanzada por el placer que sentí. ¡Nunca, nunca, nunca había sentido yo nada igual…!. ¡Ese placer tan deseado, tan soñado, tan anhelado!.

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…!.

= ¿Qué haces, amor…?. Dime qué sientes. ¿Lo disfrutas?.

  • ¡Agh…, agh…, agh…!,

fue todo lo que pude contestarle, ¡estaba concentrada en lo que me estaba pasando!.

Su lengua entraba y salía de mi vagina caliente y mis gemidos ardientes incitaban al chico a ser más atrevido.

Una y otra vez su lengua jugueteó con mi clítoris, arrancándome una enormidad de gemidos, mientras que mis piernas le rodeaban su cuello y lo jalaban con fuerza hacia mí, en clara señal de la intensidad de mis sensaciones.

  • ¡Agh…, agh…, agh…, aaaggghhh…, Juanitooo…!.

¡Estaba disfrutando con los ojos cerrados, concentrada en mi sexo, concentrada en mi clítoris, concentrada en los labios de mi vagina!.

En un momento dado, entreabrí yo mis ojos y alcancé a mirar la cabeza del chico, clavada en mi sexo; su nariz y su boca en mi pelambrera, sus ojos entrecerrados, y en ese preciso momento, Juanito abrió sus ojitos y nuestras miradas se entrecruzaron.

Sin soltar mi clítoris de la prisión de sus labios, Juanito dirigió mis ojos hacia mi rostro; nos vimos, ¡nos dijimos muchísimas cosas con la mirada!. A través de los delicados y húmedos vellos de mi panochita Juanito pudo ver ese gesto de placer tan intenso que me estaba invadiendo, provocando unos tremendos estremecimientos de mi vientre.

  • ¡Juanitooo…!,

fue lo único que le pude decir, transida por el placer.

Juanito me dedicó una sonrisa muy linda y…, lanzando un gemido, apenas pudo musitarme un:

= ¡Mmmmhhh!. ¡Me encanta ese delicioso sabor de tu intimidad…!.

Hecho que se convirtió en detonante de mi placer.

  • ¡Juanito…, agh…, Juanito…, agh…, Juanito…, aaaggghhh…, Juanitooo…!.

¡Estallé en un grito ahogado de placer!. Mis piernas y manos estrecharon a Juanito, aún con más fuerza, atrayéndolo contra mi intimidad.

  • ¡Juanito…, Juanito…, Juanito…!.

Muy poco a poco mis estremecimientos se fueron calmando; dejé caer mis brazos a los lados de mi cuerpo y aflojé el apretón de mis piernas, para “liberar” a Juanito, que poco a poco, al sentirse liberado, se incorporó lentamente, deslizándose hacia arriba, en dirección de mis senos.

Mis ojos seguían entrecerrados, pero al sentir la presencia de Juanito en mi tórax, los abrí en el momento justo cuando sentí que sus labios succionaban mi pezón izquierdo y la punta de su verga se recargaba en mis labios vaginales, hinchados y húmedos de placer.

= ¿La quieres Lupita…?, ¿la quieres, mi amor…?.

  • ¡Juanito…!,

Le dije, en respuesta, abriendo mis piernas y levantándolas, como invitación a montarme.

Juanito se incorporó y, sujetando su verga endurecida, con una mano, la apuntó a la entrada semi – abierta de mi panochita. Empujó un poco y:

  • ¡Aaaaggghhh…!,

dejé escapar una exclamación de sorpresa y placer, cuando sentí que la cabeza de su miembro separaba mis húmedas carnes y los labios de mi vagina:

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…!.

= ¡Lupitaaa…, tan rica…!.

Empujó un poco más y:

  • ¡Aaaaggghhh…!.

¡Me introdujo su glande!, haciéndome soltar un gemido, que quise yo reprimir, colocándome un dedo en mis labios.

Juanito me sujetó mis pies con sus manos y los apoyó en su pecho; me sujetó de las caderas, y de un solo empujón me dejó ir el resto de su pene endurecido…, ¡hasta adentro…, hasta el fondo de mis entrañas…!.

  • ¡Aaaaggghhh…, Juanitooo…!.

= ¡Lupita…, estás muy rica y caliente…!.

  • ¡Espérate ahí…, quédate quieto un ratito…, espérate ahí…!.

Juanito se detuvo hasta el fondo, y poco a poco, conforme me fui acostumbrando de nuevo a su pene, con movimientos circulares de mis caderas comencé a saborear yo su pene, alojado en el interior de mi sexo. Esto le dio confianza a Juanito que comenzó el mete y saca, comenzando muy lentamente en mi panochita, metiéndomela hasta adentro y luego sacándola lentamente, casi hasta afuera, dejando asomar apenas la punta del glande, humedecido por mis jugos vaginales.

Juanito aumentó el ritmo de sus embestidas y comenzó a sacarme de nuevo gemidos; primero muy leves pero poco a poco, conforme aumentaba la velocidad y la fuerza de sus embestidas, mis gemidos iban también aumentando de intensidad.

  • ¡Agh…, agh…, agh…, aaaggghhh…, Juanitooo…!.

Colocó mis piernas en sus hombros y se inclinó sobre de mí para hacer más profundas sus penetraciones. ¡Me la dejaba ir…, hasta adentro…!, ¡me hacia soltar de gemidos!:

  • ¡Agh…, agh…, agh…, aaaggghhh…, Juanitooo…!.

Mi respiración se agitaba cuando aumentaba la velocidad de sus embestidas y poco a poco mis gemidos se convirtieron en verdaderos gritos, agudos de placer.

  • ¡Agh…, agh…, agh…, aaaggghhh…, Juanito…, me matas…, Juanitooo…!.

La humedad de nuestros sexos comenzó a producir unos chasquidos característicos del acto sexual, que se confundieron con mis grititos y mi respiración agitada.

Ricki…, ricki…, ricki…,

sonaba la cama también; ¡era todo un concierto!, por la variedad de sonidos.

Juanito escurría del sudor, y sus gotas caían sobre mi vientre; las mías escurrían por mi frente y algunas me las tenía que tragar. ¡Ya no pude aguantarme!, y:

  • ¡Aaaahhh…!, ¡no puedo más…, Juanito…, me vengo, me vengo, me vengooo...!.

y comencé a apretar yo mi cuerpo y mi panochita se contraía fuertemente, aprisionando el pene de Juanito en el interior de mi sexo, con muchísima fuerza, hasta que:

  • ¡Aaaahhhyyy…yyyyyyyyyyyyyyyyyyy...!.

Solté un grito agudo, muy alto e intenso, mientras apretaba mis dientes y ojos al escalar a la cima de aquel orgasmo, tan intenso y reconfortante...

  • ¡aaahhhyyy…!. ¡Ya no puedo más…, aaayyy…, yyyyyyyyyy…!,

y a borbotones, dejé salir mis secreciones, que se conjuntaron con la leche caliente de Juanito, que chocaba con el fondo de mi vagina....

  • ¡Mmmmhhh…, Lupitaaa…, Lupitaaa…, mmmhhh…! .

Los espasmos de placer invadieron nuestros cuerpos de nuevo, una y otra vez...

Juanito se dejó caer sobre de mí, aun dentro de mi cuerpo, y mis manitas lo abrazaban con fuerza, “para no dejarlo escapar”, mientras las oleadas de orgasmos poco a poco se alejaban de mí. ¡Había disfrutado a lo grande!. ¡Tanto tiempo sin esos orgasmos…, que yo misma me sorprendí!.

= ¡Lupitaaa…, te quiero…!.

  • ¡Juanito…, qué lindo…, Juanitooo…!.

Ambos respiramos agitados; ¡agotados pero satisfechos!.

Juanito se quedó todavía un buen rato en el interior de mi vientre; yo lo disfrutaba completamente, apretándole su pene con mi esfínter en el interior.

Mis piernas seguían cerradas como candado, por su cintura:

  • ¡No quiero dejarte ir…!,

le dije, cariñosa, bromeando:

= ¿Ah sí…, y sabes qué…?.

Me dijo Juanito, “respondiendo a mi ataque”:

= ¡Yo tampoco me quiero alejar de ti…!.

Nos reímos y nos enfrascamos de nuevo en un beso, amoroso y muy tierno, hasta que nuestras lenguas se encuentran en un baile secreto, que parece una promesa de placeres absolutos para el resto de aquella tarde..., ¡y del fin de semana también!.

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Mi agradecimiento a Jorge Medina por su ayuda, en la segunda parte de este relato.

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