Lunes en Madrid-Vaya lunes.

Dia de trabajo en Madrid

Lunes en Madrid-Vaya lunes.

Me había despertado en Palma a las 5:30 de la mañana, cogido el avión a Madrid de las siete medio dormido, dos reuniones en la oficina, un montón de llamadas y menos mal que no tenía que comer con nadie.

Había hablado dos o tres veces con Rosa, mi novia. Rosa vivía en San Sebastián y trabajaba en un negocio de su familia. Quedamos en vernos en un par de días.

A última hora de la mañana, encendí mi móvil y vi un mensaje de Maria. Le devolví la llamada y quedamos para cenar en mi casa. Después de eso ya lo tenía claro. Comida ligera, media hora de siesta para recuperarme, trabajar un par de horas, una sauna después de un ejercicio ligero y la mente en blanco. Con Maria nunca se sabían los detalles, pero lo que era seguro es que siempre había que estar preparado.

En un segundo recordé mis comienzos con María.  Morena, alta, bien dotada de todo, 35 años y superinteligente. Venezolana, había sido profesora en su país y estaba convalidando sus títulos en Madrid. La había conocido por Internet hacia un año. Un día sin mucho que hacer, había entrado en una página de chat y me sorprendió uno, porque parecía dirigido directamente a mí, así que empecé un intercambio de mensajes y en un par de días quedamos en vernos. El día que nos conocimos, nos fuimos a cenar al Café Saigón y rápidamente me entere de que se había casado virgen a los 18 años. Su gran sorpresa fue descubrir que su marido era gay, que tenía un amante y que él se había casado con ella por mantener contento a su familia y tener una tapadera formal. Duró tres meses casada y después había conocido de todo.

Ya en el primer plato, me preguntó un poco por mi vida y yo rápidamente la puse en antecedentes de mi vida sexual y sentimental. Me puso una cara muy seria y me propuso que nos despidiéramos cuando termináramos de cenar en cuanto le conté que no me gustaba usar condones. Tuve darle un montón de explicaciones sobre la bondad de follar a pelo y se dejó convencer para vernos en dos o tres días después de que cada uno se hubiera hecho un análisis de todo para verificar que estábamos en forma.

Aunque era un poco tarde, al llegar a casa llamé a una buena amiga contándole que necesitábamos un certificado de infecciones negativo para un visado urgente a un país caribeño, así que volví a llamar a Maria para darle la dirección para hacerse los análisis a las 8 de la mañana siguiente y que no se preocupara, que estarían en el día y si dejaba una autorización, yo recogería los de los dos.

A las seis de la tarde del día siguiente ya estaban los resultados, que sin ninguna sorpresa eran negativos. Quedamos nuevamente para cenar, pero esta vez directamente en mi casa. Maria llego puntual, vestida con una falda ceñida de cadera y muslos y que le llegaba hasta las rodillas y una chaqueta a juego encima de una blusa que mostraba un amplio panorama al llevar tres botones desabrochados. No recuerdo lo que cenamos ni el vino, aunque si, que el café lo tomamos delante de la tele. Puse un poco de música, George Michael, le propuse un masaje y se negó, diciendo que me lo daría ella a mí en los pies. Dicho y hecho. Para que fuera más fácil me quite los pantalones y ella la chaqueta y me relajé con los pies encima de sus muslos. Comenzó con un masaje suave que empezó a colocar todos los tendones en su sitio, y a provocarme un cosquilleo en mi polla. A los diez minutos me mordisqueaba en los dedos y mi bulto era ya considerable, así que decidí que mejor continuábamos con otros masajes mas directos, por lo que abrí mis piernas y tire de ella hacia arriba y comencé a meterle la lengua dentro de su boca saboreando a placer su lengua. Mis manos bajaron hacia su culo por encima de su falda y verifique lo que ya suponía, Maria llevaba un tanga y ligero.

Al subir las manos, le quite la blusa y un segundo más tarde el sujetador, con lo que vi sus preciosos melones. Los tenía grandes y duros. Baje un poco la cabeza y comencé a lamerle alternativamente los pezones que rápidamente se endurecieron. Aun no sabia que le gustaba, así que tantee con mucho cuidado y le mordisquee un poco en uno. Maria pego un respingo y empujo con su pelvis hacia mi polla. Yo reaccioné y mordí con un poco más de fuerza y Maria dio un gritito y empujo aun más. A pesar de que un buen revolcón en un sofá tiene su morbo, la situación era un poco incomoda y lo mas importante, no podía bajarle la falda.

La separe un poco, me incorpore y la llevé de la mano hasta mi dormitorio. Mi dormitorio es muy sencillo, una cama grande de 2 metros x 2 metros, un sillón, un equipo de música con un televisor y algunos cuadros. El equipo de música y el televisor están conectados en red con el ordenador, por lo que tengo toda mi colección de música siempre disponible y al encenderlo seguía sonando la misma música de George Michael.

Yo ya estaba medio desnudo, por lo que tardé dos segundos en estar empelotado y sentado en el sillón mirando a Maria desnuda de cintura para arriba pero con falda, medias y zapatos aun puestos. La calentura empezaba ya a estar en un nivel bueno. Al son de la música, Maria bajó la cremallera lateral de su falda y la dejo caer al suelo enseñándome dos piernas enfundadas en unas medias transparentes sujetas por un liguero negro. En medio, un minúsculo tanga también negro que brillaba  ligeramente en su parte central como consecuencia de la humedad que emanaba de su coño aun invisible. María seguía moviéndose al son de la música y yo sentado con un hierro entre las piernas que a cada segundo que pasaba, cada vez estaba mas duro.

Me levanté, y sin decir ninguno de los dos ni palabra, la tumbe en la cama, le subí las piernas por encima de mis hombros, la aparté un poco el tanga y sin otro preámbulo se la clavé con toda la fuerza que me estaba dando la calentura que tenía. El coño de Maria era suave y estaba bastante húmedo, lo que hizo que entrara fácilmente hasta la mitad de mi polla, pero realmente tuve que hacer fuerza para poder abrir completamente el interior de su coño hasta poder conseguir que mis huevos empezaran a golpear contra sus nalgas. Maria solo decía “así, así, mas dentro…” y yo solo empujaba y aunque se me pasaban todo tipo de cosas por la cabeza, estaba calladito para no decir nada que pudiera no gustarla y bajar el nivel de calentura que los dos teníamos. Los pliegues interiores del coño de Maria me aprisionaban la polla, y yo seguía bombeando como si el mundo se estuviera terminando. Solo me atrevía a decir “toma mas, toma mas…..”. Notaba como se estaba agrietando la piel de mi prepucio, pero no me importaba nada, solo seguía empujando. De pronto, note como el interior del coño de Maria se humedecía completamente, con lo que mi polla empezó a poder moverse con mayor facilidad y mis empujones se hicieron más rápidos y fuertes. Maria empezó a gritar y con cada mete y saca, sus líquidos empezaron a mojar completamente mi polla y ha extenderse por sus nalgas.

Cuando llevábamos diez minutos  y estábamos los dos con un mínimo de 150 pulsaciones,   Maria empezó a correrse. Primero me apretó la polla con sus músculos internos, y dijo “Me estoy corriendo como una puta, dame mas fuerte…” después los distendió un poco y empezó a gritar “más, más….”, y dos minutos mas tarde su coño se relajó completamente, aunque ni ella ni yo dejamos de movernos.

Yo comencé a moverme en círculos, dándole un pequeño masaje en el interior de su coño con mi polla que seguía como un poste. Mientras me contaba que realmente hacia bastante tiempo que no había tenido un orgasmo tan fuerte, saqué un momento la polla y en un pispas se terminó de quitar el tanga, las medias y el ligero. Al segundo siguiente ya estaba yo otra vez con sus piernas en mis hombros y mis huevos golpeando en sus nalgas.

Durante los siguientes 45 minutos, estuvimos en un mete y saca salvaje que solamente disminuía en intensidad cuando yo no tenia mas remedio que parar para no soltar toda le leche que se estaba acumulando dentro de mis testículos. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para aguantar sin correrme, pero el esfuerzo merecía la pena ya que Maria estaba teniendo un orgasmo casi cada minuto. Al principio, según mi costumbre, yo los contaba como si se tratara de un Mambo, y durante los 8 o 9 primeros, Maria seguía gritando “más, más….”, después solo ronroneaba y empezó a ser ella las que los contaba en voz alta. Cuando llego a 26, dijo “Ya...” e intento separarse. Yo no la deje, solamente saque la polla, la deslice un poco hacia su trasero, la sujete con una mano, busque su otro agujero y sin mas preámbulo se la clavé en el culo.

Mi polla chorreaba de los jugos del coño y sus muslos estaban súper mojados, así que el comienzo de la embestida fue relativamente fácil.  Cuando ya tenía dentro la mitad, tuve que empujar fuerte, lo que hizo que Maria diese un pequeño grito y dijera “Rómpemelo ya, creí que no lo ibas a hacer nunca”. Yo no me hice de rogar, di un empujón y hasta adentro. Comencé de nuevo el mete y saca y a los pocos minutos nos corrimos a la vez, yo gritando “¿Te gusta, puta?, ¿Te corres?” y Maria “Si, más fuerte, rómpele el culo a esta puta”. Note como mi leche inundaba el interior del culo de Maria al mismo tiempo que sus gritos subían en intensidad dos o tres octavas.

Durante cerca de cinco minutos estuve encima de Maria sin sacarla y sin moverme, recuperándome de la taquicardia final. Cuando nos separamos, mi polla aun estaba medio puesta y Maria aun no se había recuperado.

Los siguientes veinte minutos pasaron en un placentero no hacer nada, yo tumbado boca arriba casi sin moverme con Maria semienroscada con la cabeza encima de mis pectorales. Empezamos a recuperamos un poco mientras en mi cabeza solo daba vueltas una idea que se iba y venia desde que la vi con el ligero y las medias. Mi feeling era de que me había encontrado con la folladora perfecta, eso que estas siempre buscando y que siempre encuentran otros. Mi duda era que hacer. No podía permitirme el lujo de meter la pata y perder las ocasiones y situaciones que María parecía prometer.

Como siempre, la realidad puso rápidamente las cosas en orden. Maria se desperezo, se puso de rodillas y suavemente comenzó a morderme mi pezón izquierdo. “¿Te gusta?” me pregunto. Yo grite un poco cuando el dolor casi supero al placer y le dije “Justo así” mientras le metía un dedo en el coño y otro en el culo que aun estaba lleno de mi leche. Lentamente comencé a masajearla con los dos dedos y Maria comenzó a mover su culo en círculos y a gemir de nuevo. Ya no contábamos los orgasmos de Maria. Yo creo que simplemente era uno continuo e interminable que le subía y le bajaba sin terminar nunca. En un momento tenia tres dedos dentro del culo de Maria, mientras seguía masajeando el interior de su coño con el pulgar. Sus dientes pasaban del pezón izquierdo al derecho y del derecho al izquierdo sin dejar de mover su culo. Los dos estábamos en la gloria y yo ya sentía como mi polla empezaba de nuevo a dar señales de vida.

Sin movernos le saque los tres dedos del culo, sustituyendo el pulgar del coño por el índice y el medio de mi mano izquierda, iniciando un leve movimiento tratando de localizarle su punto G mientras que con el pulgar masajeaba lentamente su botón.

De pronto lo localicé y María se puso a berrear y a inundarme la mano con sus fluidos. La parte interior de sus muslos estaba completamente mojada y no pude resistir el tumbarla y recogerlos con mi lengua. El sabor de su coño era perfecto. Ligeramente salado, redondo, una hembra esplendida.

La puse de rodillas a cuatro patas, le empuje los hombros contra el colchón y se la clave nuevamente en el coño mas chorreante que había visto en mi vida. Empecé otra vez mas con el salvaje mete y saca que tanto empezaba a gustarnos a los dos, clavándole los dedos de las dos manos en las redondeces de las caderas. María solo decía “más, más….”, y yo “toma, toma puta”. De repente note como pasaba la frontera y a no importarme nada que no fuera dar y tener placer, así que solté una de las manos y empecé a dar palmetazos en los dos maravillosos glúteos que Maria ponía a mi disposición. Maria seguía “más, más….”, y yo realmente le hacia caso. Las nalgas ardían y estaban rojas cuando Maria comenzó a contraer sus músculos vaginales y a aprisionarme la polla hasta que los dos estallamos en un orgasmo increíble, ya casi sin fuerzas para poder movernos.

Me quede encima de ella durante cinco o diez minutos hasta que empezamos a recuperarnos y nos tumbamos boca arriba completamente empapados de todos nuestros líquidos.

Después de unos convencionales “que bien ha estado” etc etc, con cara de vicio, me dijo que no tenía ningún límite de ningún tipo follando y ante la sonrisa de mi cara, me insistió en que le gustaba todo y que me lo demostraría.

Puse a llenar la bañera, y a mi vuelta a la cama me la encontré dormida. La desperté cuando la bañera estaba llena y nos metimos en el agua a 40 grados.

Durante el tiempo que aguantamos el agua caliente en la bañera, me conto que sus experiencias había sido intensas y numerosas, con buenas pollas en su haber. Se quedo muy sorprendida cuando vio que yo seguía sonriendo y me pregunto el porqué de la sonrisa. Yo solo le pregunte si había tenido sexo con chicas y ella volviendo a poner la misma cara de vicio que ya empezaba a conocer, me dijo que no, pero que lo estaba deseando. Me volvió a prometer que quería probar de todo y que, no sabía por qué, creía que conmigo lo iba a hacer. ¿Seguro? le conteste. Sí, me respondió.

Después del baño nos metimos en la cama y nos quedamos beatíficamente dormidos los dos hasta que un desagradable sonido nos despertó a las ocho de la mañana con el radio despertador en una tertulia que contaba las mismas historias de siempre. Después de un buenos días y otro que bueno fue, etc, etc, saltamos corriendo de la cama, nos vestimos y nos fuimos a trabajar.

Bueno, eso ya era historia de hace más de un año, desde ese primer día nos habíamos visto muchas, muchas veces y María era siempre una sorpresa.

A las 8 de la tarde, en el gimnasio y después de un poco de ejercicio para eliminar tensiones me metí diez minutos de baño turco. Solo pensar en María me estaba poniendo a tono y entre el vapor pude observar como uno de los habituales del gimnasio con el que ya había coincidido en otras ocasiones, me miraba sin mucho disimulo la polla que me estaba empezando a crecer. Estábamos solos, le dije que hasta otro día y salí pensando en la forma en la que tendría que aprovechar aquello.

A las nueve estaba esperando a María en casa. La mesa estaba lista, la cena preparada y Antonia, la chica que trabajaba interna en mi casa, de punta en blanco como cada vez que María venía a cenar.  Siempre que la veía así vestida pensaba en investigar un poco la razón por la que se emperifollaba tanto cuando María venía a cenar aunque mi subconsciente me insinuaba la razón.

Estaba preparando un poco de música, esta vez árabe, regalo de Isa, otra de mis buenas amigas, cuando sonó el timbre, Antonia abrió la puerta de la casa y cinco segundos después  apareció María acompañada de una jovencita preciosa que no aparentaba más de 20 años. Los cuerpos de las dos eran físicamente iguales. La diferencia más notable era que la jovencita tenía una cola de caballo completamente rubia, con la piel ligeramente bronceada que contrastaba con María, completamente morena y con un bronceado permanente que mantenía incluso en los inviernos a base de rayos uva. La otra gran diferencia eran los ojos completamente verdes de la aun en ese momento para mí, desconocida.

Puse cara de póker, salude a María efusivamente con un beso en la boca, metiéndole la lengua hasta la campanilla apretando mis dos manos sus glúteos atrayéndola hacia mí sin ningún tapujo. María dirigió una de sus manos a mi paquete sin pronunciar palabra comprobando que ya estaba semipreparado, como ocurría siempre que la estaba esperando.

Después del fogoso refriegue de un par de minutos, se separó y disculpándose me presentó a Marisol, que estaba pacientemente esperando a que finalizáramos nuestro magreo con una sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver una dentadura perfecta. Yo estaba completamente obnubilado, mis ojos pasaban de los ojos de Marisol a sus tetas sin ningún disimulo, y aunque yo no podía verme, seguro que se me estaba cayendo la baba. A lo lejos escucho a María que dándome un codazo me dice “despierta, a que es preciosa. Ten mucho cuidado con ella que es virgen” Marisol se puso como un tomate, aunque siguió sonriendo y dirigiéndose a María le contestó “eso no se dice, lo has asustado, ni siquiera se ha atrevido a darme un beso de bienvenida”.  Dando un paso la cojo por los hombros y le doy un par de castos besos en las mejillas. María se ríe,  me mira y dice “te he dicho que es virgen, no que sea una estrecha. Mira”. Y ni corta ni perezosa, me aparta, coge a Marisol por el cuello con su brazo izquierdo, la aprieta contra ella y le mete la lengua en la boca mientras con la mano derecha la magrea el culo igual que yo le había hecho a ella hacia unos minutos. Marisol le devolvía el beso con la misma fruición, sujetándose con las dos manos en los globos del culo de María.

Fascinado por la escena, no me muevo durante los siguientes diez minutos sacándome de mi trance los jadeos de las dos cuando alcanzan, casi simultáneamente,  un mini orgasmo y la sala se llena de olor a sexo y coño. En esos momentos me doy cuenta que Antonia, la sirvienta, las estaba mirando desde la puerta del hall de entrada y que con mucho disimulo se tocaba la entrepierna por encima de su uniforme. Al ver que la miraba, Antonia se compone un poco, se acerca y pregunta si queremos beber algo. Rápidamente le digo que un poco de cava y se va a prepararlo.

María y Marisol se separan, sacan un clínex, se recomponen un poco los labios una a la otra y como si no hubiera pasado nada. Nos sentamos en dos sofás delante de la pantalla donde se veía una escena de una bailarina árabe meciéndose al son de la música que había estado preparando antes de que llegaran. María me dice “te he pillado, no te lo esperabas”. Tuve que reconocer que no.

Rápidamente me cuenta que Marisol es la hija pequeña de un amigo de su padre, que tiene 18 años cumplidos hoy y que en su último viaje a Caracas, casi la habían obligado a que se la llevara bajo su custodia unas semanas a Madrid pasando previamente 10 días en Miami. Sin mucho detalle, me sigue contando que a los dos días dormían en la misma cama y que sí bien era cierto que aún tenía virgo, lo de virgen era un puro eufemismo. La cara de Marisol seguía como un tomate, pero su sonrisa ratificaba lo que María me estaba contando. Rápidamente entiendo la situación y mi calentura sube un par de grados.

Mantuvimos una conversación intranscendente mientras que Antonia nos preparó las copas, el cava y un poco de pate. Mientras lo preparaba, Antonia estaba un poco nerviosa y, quizá eran suposiciones mías,  cada vez que nos traía algo y se acercaba, desprendía un olor almizclado que mi subconsciente lo identifico como olor a coño de hembra en celo. Si mi subconsciente no se equivocaba, Antonia estaba sin bragas con el coño al aire, lo cual no me parecía una situación sensata, mas con las miradas de corderita que le hacía a María, que ya se había dado cuenta de ello.

Un par de brindis por el cumpleaños de Marisol, tres piropos míos y otros tres de María de lo guapa y maciza que estaba y espere hasta que la primera copa de cava ya había caído para mirando a María preguntarla “cuéntame?”. Con una sonrisa María me contesta, “que te voy a contar, lo de siempre” y le hace una pequeña seña a Marisol, que metiendo una mano en uno de los bolsillos de su chaqueta la vuelve a sacar con dos tangas hechos una bola que me da sin dejar de sonreír. Me los llevé a la cara y los tangas apenas olían, lo que significaba que ya habían salido de casa de María sin ellos puestos y que evidentemente Marisol estaba siguiendo las instrucciones que previamente la habría dado María. Como en otras ocasiones con María, el guion ya estaba pensado de antemano, así que no me quedaba más que esperar.

Nos terminamos el cava y el pate con una conversación llena de insinuaciones a la virginidad de Marisol y lo peligroso que podía resultar para su salud ese estado a su edad y rápidamente les propuse pasar al comedor para cenar. Con cada una de mis manos tire de ellas y las hice pasar delante de mí lo que me permitió tocarle el culo a Marisol comprobando que era como mínimo del mismo tamaño que el de María, pero mucho más respingón. Al entrar en el comedor, la mesa ya estaba preparada, María se retrasó un paso y sin en un susurro me pregunto, “supongo que de postre tendrás Ferrero Rocher”.

Mi polla dio un respingo porque ya sabía lo que significaba su pregunta, de postre comida de coño.

La cena estaba prevista para dos, pero Antonia mientras bebíamos el cava, había puesto un servicio más. Sin que yo le hubiera dado instrucciones, sustituyó el segundo plato por gambas rojas a la plancha después de poner de primero mojama en aceite. El vino siguió siendo un tinto reserva de Rioja. El postre, helado casero de vainilla con Amareto. El olor de Antonia cada vez que entraba en el comedor izo que María y yo nos miráramos y sin decir nada nos sonreímos. Los dos sabíamos que el olor solo era posible porque Antonia nos estaba sirviendo la cena sin bragas.

Como siempre, propuse tomar un café delante de la tv, y a la vez que Antonia nos lo puso encima de la mesa, nos llevó una bandejita con una caja de Ferrero Rocher. Puse tal cara de extrañeza que María me comento que se la había pedido ella.

Le di instrucciones a Antonia de que no se preocupara de nosotros y que se fuera a dormir en cuanto terminara de recoger.

En cuanto nos quedamos solos, María abrió la caja de Ferrero Rocher, le quito la envoltura de plata a dos de las bolas de chocolate y me miro. Nos conocíamos tan bien, que me levante rápidamente, me acerque al baño aproveche para tomarme un poco de maca y en menos de 30 segundos ya estaba de vuelta con dos toallas de baño. Las dos ya se habían puesto de pie y se estaban quitando las faldas una a la otra mientras que yo extendía las toallas en los dos sofás de la sala de tv donde estábamos. Las chaquetas y camisas ya se las había quitados y por fin las faldas también estaban  fuera. Diez segundos más tarde, también los teteros.

Mi polla estaba ya con un tamaño importante. El espectáculo era impresionante; dos mujeres camión, una en medias hasta medio muslo y otra con medias y liguero. Marisol, sin una palabra, en cuanto se quedó en tetas, se tumbó encima de una de las toallas y levanto las piernas dolando las rodillas y abriéndolas hasta que no pudo más,  dejándonos a la vista  un pubis totalmente depilado con una pequeña rajita coronada por un tatuaje de una mariposa de colores más que perfectos. María cogió una de las bolas de chocolate, se arrodillo delante de Marisol y como una posesa, con los dedos le separo los labios de la raja, le metió la bola de chocolate, me la enseño y se tiró a comer como si fuera lo último que fuera a hacer en su vida. Yo solo tenía en mi retina la última visión del coño de Marisa, con media bola de chocolate fuera de su pequeña raja y ya totalmente mojada.

De pronto tenía el culo de María a mi vista y un poco más abajo el final de su coño, que al contrario que el de Marisa estaba totalmente abierto mostrando los labios jugosos y tentadores.

Mientras Marisa empezaba a gemir, me quite la camisa y los pantalones, quedándome en pelotas con mi polla a punto de estallar. Cogí la otra bola, me tumbe boca arriba entre las piernas de María, le metí la bola de chocolate dentro y comencé a chupar. Los jugos de María se escurrían por mi cara y rápidamente empezó a moverse ya que con lo que le estaba haciendo a Marisol no podía emitir ningún grito.

Mientras María exprimía la bola de chocolate, se corría y a la vez conseguía con movimientos de los músculos internos de su coño transferirme el chocolate y sus jugos a mi lengua,  lo que me permitía comer uno de los mejores manjares que he probado en mi vida, Marisol no paraba de gritar “me corro, más, más….”.

De pronto, todo acabo. María se había corrido y comido una bola de chocolate con los jugos de Marisol, Marisol se había corrido con la comida de María y yo aún me relamía de la mezcla de chocolate con coño de María. Mi polla estaba a tope.

Las dos se sentaron en uno de los sofás, con las piernas abiertas, con resto de chocolate en sus coños. Yo no pude resistirme y comenzando por Marisol, les hice a las dos una nueva limpieza de coño, con lo que se quedaron los dos limpios y relucientes.

Sin dirigirme a ninguna de las dos, pregunte, “y ahora qué?”. María me contesto; “tú que crees. A Marisol le sobra algo.” Se levantó, cogió a Marisol de la mano y se la llevo a mi dormitorio conmigo detrás.  Yo había cogido las toallas y según iba detrás de ellas solo pensaba en el culo de Marisol. Era perfecto para todo.

María conocía mi casa y sabía dónde estaba todo. Después de colocar las toallas en la cama cogió un bote de aloe vera, un consolador, un arnés, unas bolas anales y una fusta.  La interrogue con la mirada y me contesto “pregúntaselo a ella”. No hizo falta, Marisol contesto por sí sola, “quiero aprender todo”.

Yo ya solo tenía una duda, María era sumisa conmigo, pero también podía ser dominante con otros. Así que le pregunte si quería desvirgar el coño o el culo de Marisol, a lo que me contesto que no, que los dos eran míos, aunque el culo se lo prepararía un poco. No entendía nada, pero no era momento para preguntar.

María se arrodillo de nuevo entre las piernas de Marisol y comenzó a comerle de nuevo la rajita mientras se untaba un dedo de aloe vera y se lo comenzó a introducir en la puerta trasera. El dedo entraba bien, por lo que rápidamente le introdujo dos. Parecía que a Marisol no le molestaba mucho el tratamiento, ya que seguía con la misma canción, “me corro, más, más….”, por lo que María, sabiamente, tomó la decisión de introducir un dedo más. Eso ya pareció no gustarle tanto a Marisol que se quejó pidiendo que se los sacara. María rápidamente la hizo callar con un mordisco en el botón que en ese momento empezaba a salir por su rajita y un  “puta, calla y goza.”.

Yo no podía más. Me acerque a María por la espalda y se la metí de un solo golpe en el coño. Lo tenía chorreando, con lo que entró hasta los huevos.  Después de dos empujones comenzó a tener un nuevo orgasmo, lo que aproveche para sacarla y de otro golpe metérsela por el culo. Sus glúteos eran perfectos y su culo exquisitamente depilado,  una maravilla. Separo su boca de Marisol y sin dejar de meter sus dedos en el culo de Marisol, empezó a gritar su frase preferida “Me estoy corriendo como una puta, dame más fuerte, ya sabes lo que me gusta”.

Con todo ese morbo, yo ya había llegado al punto ese tan maravilloso en el que se pierde toda inhibición y no te importa nada, solo follar. Cogí la fusta y comencé a hacer una de las cosas que más le gustan a María, ponerle las nalgas rojas. Le daba con gusto, sin demasiada fuerza. Después de los primeros diez fustazos, María dejo de comerle el coño a Marisol y simplemente empezó a berrear y a soltar jugos por el coño. Yo me salí de su culo siguiéndole dando con la fusta. Era un orgasmo constante. Marisol se sacó como pudo los dedos de María del culo,  se giró sobre la espalda y metió la cabeza entre las piernas comenzando a pasarle la lengua por los muslos y el coño. De vez en cuando le mordía el clítoris, momento en el que María pegaba un respingo y seguía berreando. Yo deje de darla con la fusta  y poco a poco se calmó.

Mi polla seguía como un hierro y ya no podía aguantar mucho más tiempo. Era la hora de Marisol.

Después de preguntar a María si estaba bien y ella responderme que sí, me acerque a Marisol y empecé a darle un fuerte morreo de lengua. Le pedí a María que me ayudara y después de ponerle una almohada a Marisol en los riñones, me puse de rodillas delante de ella y coloque sus piernas en mis hombros. La visión era de infarto. Un pubis totalmente depilado, con una rajita pequeña que tenía una mariposa en su parte superior. María me cogió la polla dirigiéndola a la rajita de Marisol que no decía ni palabra. La rajita era pequeña, pero húmeda como una fuente rebosante de jugos olorosos. María coloco en posición mi polla y yo comencé a empujar muy suavemente. La polla comenzó a entrar y la rajita comenzó a transformarse en coño, abriéndose y abrazando a mi polla.  De pronto la polla no entraba más y Marisol se quejó diciendo que le dolía. María me había soltado ya la polla y estaba morreándose con Marisol a la vez que le pellizcaba los pezones. Me apoye en los brazos, levante las rodillas apoyándome también en los pies y me deje caer. Mi polla entró de golpe rompiendo el Virgo de Marisol en fracciones de segundo. Si le había hecho daño, Marisol no podía quejarse porque María no se lo permitía; le tenía metida la lengua hasta las amígdalas y la sujetaba abrazándola.

Yo empecé un suave mete y saca que Marisol agradeció moviendo el pubis. En cuanto María se dio cuenta, se separó un poco y le pregunto, “te duele mi amor?”. “ya no?”, le contesto, “estoy tan salida que me volveré a correr en un momento”.

Yo empecé a moverme más rápido, empezando a notar como me subía la leche desde mis huevos. Estaba completamente a punto. Marisol empezó a decir que se corría y yo a berrear como antes lo estaba haciendo María.  María se incorporó y acercándose me empezó a morder mi pezón izquierdo y en el mismo momento que me puso la mano en el derecho comencé a soltar leche en el coño de Marisol. Marisol, después de decir que sentía mi leche dentro, se corrió y nuevamente con su canción “me corro, más, más….”.

María me pidió que me quitara, otra vez se colocó entre las piernas de Marisol y comenzó a limpiarte el coño mientras le pedía a Marisol que empujara para que le saliera todo la leche.

(Continuara)

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