Luna se queda en mi casa

Segundo capítulo con Luna. Ahora ella tiene un hijo. Luego de el primer encuentro y decidir que sea sólo uno, la vida no me permite mirar para el costado. Mientras tanto la relación con una ex se reanuda. Podremos aguantar las pulsiones sexuales?

Luna llegó a mi departamento en forma transitoria. Carolina y yo estábamos recomponiendo nuestras relación desde un punto mucho más sano. Pero esa tarde que la encontré pidiendo en la calle no pude dar vuelta la cara. Le propuse que se quedara en la habitación de dependencia. Su bebé, Víctor, tenía sólo tres meses, había sido fruto de una relación pasajera la cual no había vuelto a ver y tampoco sabía mucho. No quería tampoco volver con su familia.

Caro es organizadora de eventos y aún no volvíamos a convivir pero no le pareció mala idea, le gustaban los chicos. En cuanto a mí pensé que podía ser eventual y podía conseguir un trabajo más adelante.

Yo soy psicóloga y trabajo en el departamento.

El primer tiempo la ayude de forma maternal a que se instale. Le compramos cosas esenciales para el bebé. Dormía mucho en casa de Caro y por otro lado el sexo con ella sabía mejor que nunca.

Una tarde entre paciente y paciente. Escuché unos sonidos extraños en su habitación. Inmediatamente fui a ver que pasaba cuando llegue la vi completamente desnuda, con su cuerpo esculpido a pesar de haber tenido un hijo. Se estaba masturbando. No llego a verme, pero me quede allí un momento, mirándola arquease, escuchaba su respiración agitada, le veía las manos como se tocaban esas tetas que conocía y sabía que eran ricas, se estimulaba el clitoris. Me sentí húmeda y con ganas de estar con ella. Me detuve de inmediato. Todo podía volverse un caos. Fui a la cocina por un vaso de agua bien frío y continué atendiendo.  Esa noche mientras estaba con Caro no podía pensar en otra persona que no fuera Luna.

Así fue que comencé a masturbarme pensando en ella. Recordando ese fin de semana, su piel, su culo, toda ella. Una tarde en la cocina mientras le daba de amamantar a su bebé también me exite. Esto se me estaba yendo de las manos. Fue en ese momento cuando Caro me dijo de irnos de viaje a Japón. Acepte gustosa. Nada mejor que alejarse pero surgió un imprevisto con mi tía y debí quedarme . Así que simplemente la lleve a tomar ese avión. Al regresar a casa ella estaba en su cuarto como siempre, ya había terminado con la casa y no se la escuchaba.  Me prendí un cigarrillo y me llene una copa de vino. Me senté en el sillón. Inmediatamente llegó por el olor diciendo que no sabía que fumaba.  Puse música y le pregunté si el bebé dormía. Asintió. La invité a sentarse.  Estaba tan hermosa. Así que le pregunté si iba a salir esa noche. Me dijo que no.

  • Ya no te divertís más Luna?

  • Bueno casi no tengo tiempo, entre Victor y el casa. Pero a veces me la ingenio.

No quería estar haciendo eso mientras Caro estaba en el avión pero no podía aguantar más.

  • Alguna vez te acordas de nuestro fin de semana?

  • Muy a menudo, y cuando lo hago no puedo evitar tocarme y tener orgasmos muy intensos.

  • A mi me pasa lo mismo

Nos quedamos en silencio viendo que pasaba. Ella con sus 21 añitos y yo con mis 41. El aire ardía. Me serví más vino y le dije que mejor me iba a acostar.

Me fui a mi cuarto con la copa de vino, me desnude por completo, me toque pensando en ella y me quede dormida. Fue a la mitad de la noche que escuché la puerta abrirse y vi una silueta. Era Luna que me susurraba que me había esperado pero cansada de esperar vino ella. Me incorporé dejando ver el torso desnudo, ella no llevaba nada. Le abrí mi cama para que entrara. Se recostó al lado mío y pude sentirla toda erizada. Le busque la boca y la besé tanto pude, ella hacía lo mismo. Nuestras lenguas se buscaban y tocaban una sinfonía. Pronto los cuerpos desnudos se pegaron, pero nuestros besos eran más importantes. Calmar esos labios con los de la otra era lo primero y estuvimos besándonos hasta que casi no tuvimos saliva. Eran besos intensos, cargados de sexo, de placer y ganas contenidas. Habían  pasado ocho  meses desde que estaba en casa y seis desde que la había visto masturbarse.

De un momento a otro estaba encima mío moviéndose, deliciosamente, se irguió, sentía como si concha buscaba la mía para refregarse. No era esa nena sumisa que había estado conmigo. Su mano se apoyaba en mi vientre para moverse con mayor soltura. Nuestras conchas hicieron conexión, la tome por el culo, ese culo duro que conservaba y la movía con más y más fuerza. Nuestras respiraciones se agitaban y se escuchaban sonidos de placer absoluto. Ella me masajeaba las tetas al mismo tiempo. Saqué una pierna afuera para poder chocar las conchitas con más pasión así que la terminé recostando. Hicimos unas tijeras mientras le lamia el cuello, se lo mordisqueaba. No demore mucho en terminar, ella tampoco. Las sábanas estaban empapadas ya. Las dos desnudas una encima de la otra con las piernas enroscadas. En silencio. Prendí la luz de mi mesa para poder verla mejor. La volví a besar. Me dijo cuánto tiempo había esperado esto. Que no le importaba Carolina, ni nada solo poder estar juntas aunque sea solamente una noche más. La di vuelta de espaldas y la comencé a pasar la lengua, por su cuello, la espalda, moldeando su silueta, hasta su culo, al llegar a él, comencé a besarlo. Primero las nalgas, firmes y redondas, luego me fui metiendo más y más profundo, mi lengua navegaba en la profundidad de su ano, cuando lo sentí relajado metí un dedo. Sabía que le gustaba. De a poco metí otro al mismo tiempo que le metía otros dedos en su concha. Ya se movía, pidiéndome más. Me encantaba verla así, me la cogia con los dedos. Apoye mi concha en su pierna para refregarme y no paraba de meterle los dedos, la imagen era deliciosa. Estaba muy caliente y termine muy rápido pero continué dándole placer. Le metía los dedos por la concha y por el culo. Sentí como se vino entre mis dedos. Me los chupe y los saboree. Así como estaba en cuatro empecé a chupársela, no podía parar. El sol comenzaba a asomarse. Su concha me sabía a gloria. Le pasaba la lengua como si fuera una paleta. Me detenía en el clitoris y se lo sacudia, le notaba las piernas temblorosas. Sus fluidos, suspiros y gemidos se hacían más intensos. Yo le pedía más. Me sorprendió porque me puso su concha en mi cara y comenzó arriba a trabajar en la mía. Me la comió toda. Me metió su mano completa. Era yo la que gemía y le decía que no pare y aunque continué con la de ella era bastante más torpe. Ella ahora me cogia con sus dedos, con su mano. Cuando terminamos ella me bebió por completo degustándome. Volvimos a estar la una junto a la otra. Amanecía, éramos dos amantes a quienes no les importaba nada. Estaba un poco cansada y media dormida cuando sentí su mano nuevamente posarse sobre mi concha. Inmediatamente reaccioné y empezamos a masturbarnos la una a la otra mientras nos comíamos las bocas. De a poco fui ubicándome hasta quedar arriba de ella. La miraba fijamente y la besaba, sus labios, su cuello, sus tetas, ella me tocaba el culo y como podía metía su mano para seguir masturbandome. Le empecé a chupar las tetas, estaban preciosas, duras, sus pezones más grandes. Me di cuenta que comenzaba a despedir un líquido transparente. Me pidió perdón. Ella desconocía las veces que me había exitado de verla amamantar. Le dije que no se tenía que disculpar nunca y comencé a chuparle las tetas. Creo qué se dio cuenta que me gustaba mucho. No podía despegarme. Mi boca estaba llena de su leche. Aprovechada de esa situación lentamente comenzó a juguetear con mi culito y me enterró un dedo. Me encanto y le respondí con movimientos de bienvenida. Estar juntas así era el cielo. Volvimos a hacer unas tijeras de ensueño y nos dormimos para despertar por el llanto del bebé casi al mediodía.

El viaje de Caro era por un mes y esto solo había sido la primera noche. La juventud de Luna, su piel, su desparpajo me hacía volar y sentir cosas de otra dimensión.