Luna Mora: In fraganti

¿Quieres que te enseñe como follar? Pero yo no tengo agujero De mentirijillas hombre Bueno vale

Nunca me imaginé que pudiera ocurrir pero ocurrió. Me había trasladado a aquel pueblecito en las estribaciones de Sierra Nevada, la tierra que lo rodeaba era seca, ocre, árida, casi desértica. Una humilde población de viejas casas enjalbegadas, adosadas las unas a las otras y todas con un terrado cubierto de baldosas rojizas. Desde esas azoteas, a lo lejos, se veía el mar. Pero antes de llegar a él se encontraba otra mar donde se reflejaba el sol que golpea con  dureza en aquel cielo siempre límpido. El mar de plástico que formaban las inmensas extensiones de invernaderos.

Pero perdonad que no me haya presentado, me llamo Amets y me acerco a los cuarenta, soy del norte de España un lugar totalmente distinto al que ahora resido. Valles verdes y frondosos bosques y una lluvia constante que hacen excepcionales los días de sol.

Fue debido a mi profesión, pues soy camionero, por lo que decidí trasladarme al sur. Mi ruta habitual era entre las ciudades del Báltico y el sur de España, de manera apenas tenía tiempo para pasar por mi casa norteña entre viaje y viaje. De forma que busque una casita arreglada de precio y me mudé con toda mi familia, mi hijo Aitor y mi mujer Hegoa. Al principio costó integrarse, pero la calidez de las gentes de la tierra consiguió que pronto nos sintiéramos una familia más del pueblo, la familia del Vasco como nos llamaban.

Estaba anocheciendo y un cielo anaranjado pintaba el cielo. Acaba de llegar de Hamburgo y había subido a la azotea a deleitarme con aquel paisaje quieto, tranquilo,  sin apenas movimiento; descansando así tras el frenético deambular por las carreteras de Europa.

Fumaba plácidamente cuando escuché pasos y voces en la terraza de al lado. Vi a mi hijo Aitor y a Manuel el hijo del vecino que sin percatarse de mi presencia irrumpieron en la azotea y sin dilación se metieron en el palomar, una pequeña construcción, apenas una caseta, que en su dia se utilizó para tal fin. Era un pequeño cubículo lleno de agujeros para que las palomas pudieran entrar y salir con facilidad a sus nidos. Pero yo en los cuatro años que llevaba en el pueblo jamas habia visto una en las inmediaciones.

Intrigado por la incursión de los muchachos, salté el murete que separaba ambas terrazas y silencioso, de puntillas, me dirigí hacia donde estaba. Estos vienen a fumarse unos pitillos pensé. No era que a mí me preocupase en exceso pero Hegoa, su madre, era una auténtica fanática en la lucha contra el tabaquismo.

Cuando estuve próximo miré por uno de los agujeros. Estaban uno frente a otro a la luz de una linterna y no fumaban.

  • Venga sacatela - oí decir a Manuel.

Sorprendido vi como Aitor procedía a bajarse los pantaloncillos y tras ellos los calzoncillos quedando con la pichuela al aire.

  • ¿Y tu no te la sacas? - le preguntó mi hijo
  • Vale

En un principio estuve a punto de intervenir pero luego reflexioné y para evitar avergonzarlos me contuve. Eran dos chicos en plena pubertad y a esa edad comienza el interés por el sexo y son normales esas cosas. Decidí vigilar como se desarrollaban los acontecimientos por si la cosa se iba de madre. Aitor tenía trece años y Manuel rondaría los catorce o quince. La diferencia de desarrollo se les notaba. Mi hijo tenía cuatro pelillos adornando su pubis y su pene apenas se había desarrollado aún. En cambio Manuel a pesar de la corta diferencia de edad ya era ya un hombrecito.

  • ¡Tu la tienes mas grande! ¡Y cuántos pelos! -exclamó mi hijo sorprendido.
  • Ya verás como a ti tambien te crece si haces lo que te dije.
  • ¿Y como se hace?
  • Mira asi. Te coges la churra con una mano de esta forma y comienzas a moverla apartando el pellejo. Poco a poco se te pone dura y crece.
  • Si, a mi a veces me crece sin tocarmela - informo mi hijo ingenuamente

No pude evitar sonreír divertido

  • Ves como va creciendo cuando le voy dando caña - le dijo mientras se masturbaba
  • Pero a mi apenas me crece - le dijo mirando alternativamente los dos rabos mientras se andaba con la pichuela.
  • Ya te crecera cuando lo hagas muchas veces
  • Además a mi no se me destapa la punta como a ti.
  • Eso es que no lo sabes hacer. A ver dejame a mi

Le agarró la pirulilla y empezó a intentar retirar el prepucio con más ahínco.

  • Ay me duele - dijo Aitor
  • Bueno eso pasa al principio hasta que se da de si el pellejo.
  • Pero si rompe
  • No te preocupes que no va a pasar eso.

Vi como de un fuerte tirón al fin consiguió descapullarle y liberar el pequeño glande

  • Ostia mira ya tengo la mota fuera como tu. ¿Y si ahora no se sube? - preguntó preocupado.
  • Claro que se sube, mira

Y de un tirón retrajo de nuevo el prepucio.

  • Voy a darle un poco para que te acostumbres

Comenzó a destaparle y taparle el balano. Aytor soltaba pequeños quejidos con dicha operación. Después de unos minuto de darle a la zambomba Manuel le preguntó

  • ¿No te da como gustito?
  • Siii - contestó jadeante
  • Pues ahora dale tu

Se la estaban pelando uno frente a otro como monos. Mi hijo miraba al vecino buscando su aprobación y este le sonreía y meneaba la cabeza dándole el visto bueno.

  • Me estoy meando - dijo Aitor al ver como empezaba a salir liquido
  • No eso no es mearse. Pasa un poco antes de soltar la leche cuando te corres..
  • ¿Que leche? - preguntó desconcertado el pequeño
  • Tu nunca te has corrido. Nunca has echado leche por el pito.
  • Noooo
  • Mira eso pasa cuando eres mayor y te haces una paja, la polla se te pone muy caliente, muy hinchada, muy dura y empiezas a echar leche
  • ¿Como la de las vacas?
  • No exactamente es más espesa y no es tan blanca.

Eran mediados de los ochenta y evidentemente esas cosas en los pueblos pequeños no se les contaba a los niños ni en la casa ni en la escuela. Así fue como durante generaciones habíamos iniciado los españolitos nuestra educación sexual. Con una mano amiga que nos enseñaba.

  • ¿Y por qué echamos leche?
  • Los hombres la echamos para hacer niños. ¿Nadie te lo ha dicho?
  • No. ¿Y como se hacen los niños?
  • Mira un hombre folla con una mujer y la deja preñada.
  • ¿Pero tu lo has hecho alguna vez?
  • No, pero se que es así.
  • Acaso viste follar a alguien.
  • Bueno a personas no pero si vi como lo hacían los caballos de mi abuelo.
  • ¿Pero los animales tambien follan?
  • Pues claro pisha.  Y además también lo vi en una revista que tiene mi padre.
  • Una revista
  • Si con fotos de gente follando.
  • ¿Y como se hace?
  • Se mete la polla por el chocho de la mujer y se frotan y se besan hasta que el hombre se corre y deja la leche dentro.
  • ¿Que es el chocho?
  • Las mujeres no tienen rabo tienen un agujero por donde se la metes y le echas la leche para dejarla preñada y hacerle un hijo. Se ponen gordas y es por ese mismo agujero por donde salen los críos cuando nacen.

Mi hijo se quedó silencioso con cara de circunstancias intentando asimilar lo que le había dicho Manuel. Me sentí culpable por no haberle explicado yo antes esas cosas.

  • ¿Quieres que te enseñe como follar?
  • Pero yo no tengo agujero
  • De mentirijillas hombre
  • Bueno vale

De nuevo me vi impelido a intervenir y acabar con aquella tórrida escena. Pero decidí esperar un poco más y ver en qué paraba la cosa.

  • Mira para follar a una mujer lo primero que debes de aprender es a besar
  • Pero si eso yo ya lo se hacer
  • Ya, pero con lengua

Manuel le cogió por la cintura y le aproximo a él. Sus cuerpos quedaron unidos. Luego subió una mano y agarrando a Aitor por el cogote aproximó la boca y lo empezó a morrear mientras restregaba su sexo con mi hijo. Al fin se separaron

  • ¿Te ha gustado?
  • Bueno al principio me daba un poco de asco pero luego dio gustillo.¿ Y que más hacen?
  • El hombre le toca las tetas y el chochete a la mujer y la mujer se la menea al hombre. A veces él le lame el chocho y ella le chupa la polla.
  • ¡Joder que asco!
  • No te creas da mucho gusto según me dijo Juan
  • ¿Quién es Juan?
  • Un primo que me aprendió a mi. Y luego luego se la mete y empiezan a follar. ¿Quieres que lo hagamos?
  • Ya te he dicho que yo no tengo agujero
  • No importa. Súbete a esa caja

Aitor obediente se subió sobre la caja de madera y Manuel se aproximo a él y le metió la polla entre las piernas empezando a culear, se frotaba entre los muslos emulando una copula.

  • Te gusta
  • Bueno me haces cosquillas con los pelos y me da gustillo detrás de los huevos

Tras breves instantes Manuel le dijo

  • Creo que me voy a correr. Está a punto de salirme la leche.
  • Espera, espera quiero verlo - dijo Aitor saltando de la caja

Efectivamente tenía el rabo a punto de reventar, moviéndose solo y soltando liquido preseminal.

  • ¿Quieres sacarla tu?
  • Si déjame, déjame- dijo Aitor deseoso de lograr semejante portento.

Le agarró la polla y empezó a meneársela despacio.

  • Tienes que darla mas fuerte para que salga - le informó Manuel

Comenzó entonces a cascarsela con brío. A los pocos minutos Manuel explotó

  • Me corrro, Me corro, me corrooooooooo - decía entre jadeos

Y aquella polla adolescente empezó a escupir leche sin tregua. Aitor le miraba la polla extasiado por tan fabuloso prodigio.

  • No parece leche - Dijo al fin un poco decepcionado.
  • Pero es muy sabrosa. ¿Quieres probarla?
  • Es que me da cosa
  • Yo ya lo hice y no sabe mal . Toma chupalo - le dijo cogiendo la última gota de la polla con el dedo y ofreciendoselo

Tras unos momentos de duda Aitor se decidió y se lo chupó.

  • No, no sabe mal. Un poco dulce y un poco salado y espesa como la leche condensada

Manuel se le quedó mirando y le dijo.

  • Tu no te has corrido. ¿Quieres que te haga una paja? ¿ O mejor que te la chupe?
  • ¿Pero no te da asco?.
  • No, ya se lo he hecho a mi primo una vez y no me dio asco.
  • Es que nos se que me da que me la chupes
  • Anda ya veras como te gusta

Y sin darle tiempo a reaccionar se arrodilló y se la metió en la boca. Empezó a chupársela mientras el pobre Aitor con la cara desencajada y los ojos como platos disfrutaba su primera mamada. Al poco rato empezó a jadear y vi como todo su cuerpo se convulsionaba. Estaba disfrutando de su primer orgasmo.

  • Ay me meoooo

El otro siguió mamando durante un rato.

  • No te ha salido leche. Eres todavia muy pequeño. Pero ya veras como dentro de poco la empiezas a echar - le dijo tranquilizandole-  A que te ha dado gustillo.
  • Si mucho
  • Ya te lo decía. El follar todavía es mejor.
  • Ya pero ninguno tenemos agujero  - dijo Aitor
  • Si que lo tenemos. Se puede follar metiéndola por el culo.

A Aitor casi se le salen los ojos de las órbitas, y a mi tambien. Aquello estaba yendo muy lejos y desembocando en caminos peligrosos. Asi que presuroso corrí hacia mi terraza y desde alli comence a gritar

  • Aitor, Aitor a cenar

Ostia tu padre oí decir en el palomar. Al poco rato salieron los dos pajilleros con cara de circunstancias.

  • Que coño estabais haciendo en el palomar.
  • Manuel me contaba un cuento

  • Pues para contar un cuento no hace falta meterse en el palomar. Que sea la última vez que os veo ahí. ¿Entendido?

  • Vale - dijeron los dos al unísono
  • Pues hala. Manuel para tu casa y tu abajo conmigo.

Y tras ayudarle a saltar el murete le cogí por la mano y le arrastré escaleras abajo.

No pude dormir en toda la noche preocupado por lo que había presenciado. Sabía que esas cosas pasaban entre los chicos pero nunca me imaginé que mi hijo fuera uno de ellos. Hablar con él de lo ocurrido podía hacer pasar un mal rato al chico y empeorar las cosas. Pero era evidente que aquellos jueguecitos había que pararlos en seco antes de que pasase algo de lo que más tarde se podía avergonzar.

Al día siguiente era Domingo así que me dirigí a tomar unos vinos al bar que frecuentaba el padre de Manuel con la intención de hacerme el encontradizo y hablar con el. Estaba con su cuadrilla en animada conversación. Me decidí y me acerque hacia donde se hallaba

  • Hombre vecino tu por aqui - me dijo cuando llegué a su lado.
  • Si ya ves hoy descanso y me apeteció salir a tomar un vino.
  • Hey Paquillo ponle un Moriles aquí al amigo -  dijo al camarero - O prefieres una caña
  • Una caña está bien.
  • Paquillo mejor un tubo de cerveza.

Tras presentarme a sus colegas les informó de mis idas y venidas en el camion. Una vez todos presentados siguieron contando chascarrillos, algunos de ellos bien picantes. Deseoso de zanjar el asunto que me había llevado hasta allí le dije a mi vecino al oído.

  • Podemos hablar en privado.

Me miró extrañado durante unos instantes intrigado por aquella repentina actitud mía

  • Cómo no, vamos fuera. - me dijo en voz baja y añadió para el corrillo - Salgo un momento con mi vecino que tiene que hablarme de un negocio.

Salimos del bar pero la terraza y toda la plaza estaba repleta de gente. No me parecía el momento ni el lugar para entrar en los pormenores de lo que tenía que hablar con el.

  • Verás es que quería comentarte una cosa. Pero se me hace tarde. Qué te parece si al atardecer subimos a la azotea y hablamos con calma.
  • ¿Pasa algo? Me preocupas
  • No, no tiene importancia pero es que tengo que atender unos asuntillos del trabajo y ya se me ha hecho muy tarde, mejor nos vemos esta tarde en la terraza.
  • Pues vale hombre, como tu quieras.
  • Bueno pues hasta la tarde - le dije mientras me despedía estrechandole la mano.

En cuanto di unos pasos torné la cabeza y le vi mirándome con un rictus de inquietud en su semblante. Le sonreí despidiendome con la mano.

La tarde se me hizo eterna a la espera de la cita concertada. Así que cuando empezó a oscurecer subí raudo a la terraza. Mi vecino todavia no habia llegado y me puse a fumar convulsivamente mientras miraba el sol ponerse  por un lado y una esplendorosa luna llena surgir por el otro. Meditaba cómo encarar tan espinoso asunto. No era plato de gusto informar a un padre de semejantes correrías de un hijo pero no veía otra manera de afrontar el tema y tomar las oportunas medidas.

Después de unos minutos escuché sus pasos en las escaleras

  • Hola vecino
  • Hola Antonio - le respondí mientras me acercaba al murete que separaba nuestras terrazas.
  • Bueno ¿Qué es eso que me tienes que decir? - me preguntó sin más.
  • Mejor nos sentamos,¿No?

Nos sentamos los dos en el murete cada uno con los pies en su propiedad. Saqué el paquete de tabaco y le ofrecí un cigarrillo que él cogió. Tras darle lumbre y encender el  mio, le di una fuerte bocanada para coger fuerzas y relatarle lo acontecido.

  • Veras ayer hacia esta hora estaba fumando en la terraza cuando vi a Manuel y Aitor subir a la terraza.
  • Si ya lo sé, yo mismo les mandé subir para que me dejasen en paz. Estaban guerreros y no paraban de reírse y cuchichear. Llevaban toda la tarde encerrados viendo la tele y estaban insoportables. ¿Qué pasó? ¿Hicieron alguna trastada?
  • Bueno, nada más llegar entraron en el palomar.
  • ¿Y? - dijo alzando los hombros sin saber muy bien qué quería decir con eso.
  • Pues que intrigado pase a tu azotea y me acerqué a fisgar para ver si estaban fumando.
  • Ah entonces era eso.- me dijo sonriendo.
  • No. Miré por uno de los agujeros de la pared y les vi..

A continuación le narré con pelos y señales lo acontecido en el palomar. Cuando acabé el relato de los hechos le miré. Antonio tenía la cabeza entre las manos y se balanceaba nervioso.

  • Yo lo mato, lo mato - no paraba de murmurar.
  • Tranquilo Antonio, tranquilo - le dije palmeándole la espalda.
  • ¡Como quieres que me tranquilicé con dos palomos cojos en el palomar.! - me espetó retirando las manos de la cara y mirándome furibundo.
  • Son cosas de críos - le dije para calmarle.
  • ¿De críos?¡Una mierda! Y toda la culpa la tiene el Manuel que es el mayor. Pero ya veras cuando le agarré la somanta de palos que le voy a arrear.
  • No me parece buena idea.
  • Y que pretendes, que callemos la boca, que nos hagamos los tontos y dejarles que se den por el culo como un par de maricones.
  • Yo creo que por el momento es mejor guardar silencio y apartarlos el uno del otro. Más adelante ya hablaremos con ellos. Yo mañana me tengo que poner en ruta y estaré unos días en el camión, pero le diré a mi mujer que no deje que se acerque Aitor a tu hijo, con la excusa de que han hecho cualquier trastada y están castigados. Tu haz lo mismo con Manuel y vigílalos en mi ausencia.
  • Esta bien. No te preocupes que yo me encargo. Además me voy a llevar al Manuel de pinche para que desfogue y deje de tocarse los huevos, o por lo menos deje de tocarselos al tuyo. Ya veras cuando se pase ocho horas subido una escalera con la brocha en la mano como se le quitan esas mariconadas de la cabeza.
  • ¿Otro cigarrillo?  - le dije volviendo a tenderle la cajetilla
  • ¡Qué vergüenza Amets, qué vergüenza! - me dijo compungido.
  • No es para tanto Antonio. ¿O acaso tu no te hicistes nunca alguna paja con los amigos
  • Bueno…. Algunas pajillas en grupo si que cayeron - me dijo mirándome cómplice con una sonrisa torcida.
  • Pues yo lo mismo y no pasamos a mayores ¿No?

En la penumbra tan solo ya iluminada por el resplandor de la luna llena, noté un movimiento sutil en sus ojos, un leve rictus en sus labios. Evidentemente aquella aseveración mía le había incomodado. Me apresuré a dar por concluido el asunto.

  • ¿Entonces te parece bien lo que te propuse? - le dije
  • Por mi de acuerdo.
  • En cuanto vuelva hablamos ¿Vale?
  • Vale

Nos estrechamos la espalda y cada uno se dirigió a su casa.

Al día siguiente en el camión, durante todo el viaje hacia Alemania, no podía quitarme de la cabeza la conversación mantenida con Antonio al claro de luna. Aquel rictus extraño antes de despedirnos. ¿Acaso él también había pasado a mayores? Y a mi mente retornaron imágenes que creía olvidadas. El cuerpo desnudo de Iker, nuestros sexos inhiestos y todo aquello que hicimos en nuestras citas secretas en  la cabaña del bosque.

Continuara….