Luna Llena. 2ª Parte

Después de una noche perfecta, Lucía, la vampiresa recibe una muy esperada visita.

Nota: Para seguir el hilo de la historia, es importante haber leído la primera parte

Cinco minutos antes de que sonara mi despertador, a las 20.00 , llaman al timbre. “¿Quién será?”, pienso mientras miro la hora para asegurarme que es de noche y me pongo la bata de seda que compré por internet. Bajo corriendo las escaleras y miro por la mirilla de la puerta. “Es el lobo de anoche”, si mi corazón latiera, creo que empezaría a bombear con fuerza.

Abro y ahí está, en el umbral de la entrada, mirándome de arriba a abajo, con una camiseta blanca y unos vaqueros ajustados. Parece diferente de ayer, no está herido, está limpio y su ropa está como nueva. “Buenas noches” saluda y le respondo igual. “¿Qué te trae por aquí?” le pregunto extrañada por su repentina visita. “Vengo a ver a la preciosidad” dice refiriéndose a mi Spider. Se me había olvidado por completo. “Cierto” sonrío, “está en el garaje” le digo señalando hacia la parte derecha de la casa. “Te ofrecería algo para tomar, pero no tengo más que sangre” digo un tanto avergonzada por no tener ni una cerveza que darle. Entonces se me ocurre que podría ir a la gasolinera a por un par de latas. “Me visto en un momento y voy a por algo ¿de acuerdo?” le digo decidida. “No te preocupes” me contesta llevándose la mano a la cabeza y se remueve el pelo. “Insisto. Mientras ponte con el coche si quieres, como si fuera tuyo” le ofrezco y antes de que pueda decir nada, subo corriendo las escaleras para vestirme.

Me pongo algo más cómodo de lo que suelo llevar en mis fiestas, escogiendo una falda plisada color negro y una camisa blanca con mangas de tres cuartos. Me coloco mi ropa interior, compuesto de un sujetador rojo con puntilla negra y un culotte a juego y después las prendas que he escogido. Busco en el cajón y encuentro un par de medias sencillas que llegan hasta medio muslo. Me calzo unas botas con tacón ancho y me pongo en marcha.

Por suerte, a una manzana hay una gasolinera 24 horas, así que tardaré unos cinco minutos. Cuando salgo por la puerta, me asomo sigilosamente mirando hacia el garaje y como le veo tan concentrado en el Spider, decido no molestarle. Le observo un momento. “Vaya culito tiene” pienso a la vez que me humedezco los labios y antes de que decida no ir y lanzarme a por él, me pongo en camino.

Hacía tiempo que no salía tan pronto de casa y hay bastante gente por la calle. Me está entrando hambre, tengo que darme prisa. Llego a la gasolinera y un tipo bastante desagradable para la vista (gordo, calvo, con la ropa sudada y sucia) me atiende. Sólo le falta babear el mostrador cuando me ve aparecer. “Hola guapa ¿te puedo ayudar en algo?” dice mientras intenta poner una pose interesante, pero se queda en el intento y hace que me dé más asco aún. “Póngame dos latas de cerveza, por favor ”, educación ante todo. “Si preciosa, cógelas tú misma, están en la nevera del fondo”, me dice. Me dirijo hacia la nevera y de repente me lo encuentro detrás mío, apoyando su mano en la pared mirándome con cara obscena. Como si nada, cojo las latas y cuando me giro para deshacer el camino, me doy cuenta de que no me va a dejar salir así por que así. “Si me disculpa... es tarde y tengo que hacer la cena” le digo sin apartar mi mirada desafiante de su asquerosa cara. “Ay, princesa, yo tengo buena cena para ti” y empieza a desabrocharse el pantalón. Mierda con el puto seboso. Dispuesta a irme de allí, cojo el monedero y hago el intento de darle el dinero de las dos cervezas, pero me quedo con la mano extendida durante demasiado rato; el gordo no se mueve. Entonces me agacho para pasar por debajo de su brazo apoyado en la pared y cuando estoy de camino al mostrador, me agarra del brazo con fuerza, pero no la suficiente como para que me gire y le dé un empujón. Como ya dije anteriormente, la lucha no es lo mío, así que consigo moverle sólo un poco. “¡Serás zorra!” me grita esta vez, agarrándome fuerte del pelo y empotrándome contra el estante de las revistas. “Vale, se acabó” pienso “me estoy empezando a cabrear y tengo hambre”. No quiero beber de este tío y tengo un hombre lobo esperándome en casa. Decido cortar por lo sano. Al acercarse, intento poner cara de miedo. “Eso es putita, quietecita, esto terminará pronto. Te va a gustar”, me dice el muy cerdo y comienza a sobarme una teta con sus manos sucias. Entonces cuando baja la guardia, la puntera de hierro de mi bota da contra sus huevos y a los segundos, le tiro el dinero a la cara, mientras se está retorciendo en el suelo insultándome.

Reconozco que estoy algo asustada, a diferencia de otros vampiros, cuando me crearon, no recibí entrenamiento. Mi única defensa personal es la que he empleado con el grasiento. Camino a paso muy ligero y muy seria.

Cuando llego a casa, sus ojos plateados se posan en mí. Le acerco la fría lata y el la coge dándome las gracias. “Aún tengo para un rato” me dice a modo respuesta mientras miro ignorante el interior del capó. “Muchas gracias por venir, yo no habría sabido ni por dónde empezar” le digo encogiéndome de hombros. “Bueno, te debo una por curarme anoche” vuelve a posar su mano en su pelo. Me hace sonreír y por un momento me olvido del tipo de la gasolinera. “Voy a comer algo y a darme un baño. Te dejo la cerveza en la nevera, si te apetece, cógela”. “De acuerdo, gracias” me dice y vuelve a remover dentro del coche con sus grandes manos.

Voy a la cocina, dejo la cerveza y me sirvo un vaso de sangre de una bolsita. Por suerte, soy socia de un banco de sangre y cuando necesito comida, sólo tengo que coger un par de bolsas. Una vez saciada mi sed, voy al piso de arriba y lleno la bañera con agua bien caliente y le pongo aceite de jazmín. Me quito la ropa y la dejo bien doblada encima de la repisa. Dejo que el agua llene la bañera grande, blanca y redonda. Es como un jacuzzi pero sin el sistema de burbujas, es de las antiguas.

Me sumerjo en el agua y dejo que el calor y el aroma me impregne de manera muy relajante. Es uno de los mayores placeres. Corro la cortina y cierro los ojos. Entonces un recuerdo me sobrecoge, el recuerdo de la noche anterior. Sigue siendo tan intenso como ayer y empiezo a notar como vuelve mi excitación. Asomo la cabeza un momento por la cortina, cerciorándome que he cerrado la puerta. Aunque no he echado el pestillo, no creo que suba y entre, “además hay otro baño abajo” me digo autoconvenciéndome.

Después de este inciso, vuelvo a cerrar los ojos y a recordar. Mis dedos empiezan a trabajar por sí solos, acariciándome el cuello muy suave, bajando a mis clavículas y de ahí hasta mis pechos. Los masajeo lascivamente y enseguida noto que mis pezones se han puesto duros. Los pellizco suavemente, los acaricio y los vuelvo a pellizcar. Con una de mis manos comienzo a bajar, sintiendo la yema de mis dedos recorriendo mi vientre. El aceite hace que tenga la piel extremadamente suave. No dejo de tocarme los pechos mientras, la otra mano está llegando a mi pubis. Llego a la fina línea de vello antes de empezar con mi clítoris. Estoy muy excitada, lo noto cuando paso un dedo por mi rajita. Apoyo los pies en el borde de la bañera, haciendo que mis piernas se abran e introduzco dos de mis dedos dentro de mí. Los meto y saco, lentamente, saboreando y absorbiendo toda mi autosatisfacción. Dejo libre un gemido susurrado y salgo de mí, para regresar a mi clítoris, que está hinchado y mucho más sensible. Lo hago girar en movimientos rotativos, mientras sigo recordando lo que hice con el tipo que está arreglándome el coche. Recuerdo su brutalidad excitante, sus hombros, sus fuertes brazos, su trasero y su enorme sexo. “Oh, madre mía” susurro. Estoy tan cachonda que voy a correrme enseguida.

De repente, otra mano se une a la mía. Abro los ojos del sobresalto, y ahí está él. Tocándome de nuevo. Aparto mi mano y veo sus pupilas dilatadas mirando su delicado trabajo a través de sus ojos plateados. Ahora son sus dedos los que están en mi, dándome placer, y hoy, de manera lenta, lo que hace que todo sea más intenso. Creo que no ha pasado ni un minuto cuando me estoy corriendo mientras él me susurra “vamos nena, ésto es para ti”. Abro la boca, cierro los ojos y grito mi orgasmo.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, mi lobo está desnudo delante de mí, entrando en la bañera haciendo que el agua desborde un poco. “He olido lo que estabas haciendo desde abajo” me dice mientras me está girando para apoyarme contra su pecho y me besa la cabeza. Noto su pene erecto clavándose en mi zona lumbar. Me besa el cuello, para a olerlo y después me da un húmedo lametón con la punta de su lengua, recorriendo desde mi mandíbula hasta mi clavícula. Sus manos, se deslizan hacia mis tetas, resbalando sus dedos entre mis pezones hipersensibilizados. Noto que la erección toma más fuerza y como puedo, echo un brazo hacia mi espalda para tocarlo. Entierro su enorme poya en mi mano y empiezo a deslizarla hacia atrás y hacia delante.

Sin esfuerzo alguno, me levanta con sus brazos y me coloca encima suyo, penetrándome desde atrás. “Abre las piernas” me dice mientras con una de sus manos las va abriendo hasta que estoy totalmente sentada encima suyo con mis pies en el exterior de sus piernas.

Me muevo, poco a poco, hasta que mi cuerpo empieza a pedir más y empiezo a follarle mucho más rápido. El agua se agita y se va derramando. Entonces noto, como él inesperadamente deja de acompañar mis movimientos “¿Porqué?” pienso sin dejar de moverme arriba y abajo. “Dame un segundo, no pares de follarme” dice entrecortadamente, mientras noto extraños movimientos detrás mío. Oigo como abre el grifo y lo pone para que salga agua desde la alcachofa. Yo no dejo de moverme preguntándome que estará haciendo con la ducha, hasta que noto el chorro en mi coño. ¡Nunca se me había ocurrido!. Ahora, aguantando el mango de la ducha con una mano, con la otra me agarra uno de mis pechos y con sus caderas vuelve a acompañar el ritmo que llevo. Tengo que apoyarme a los bordes de la bañera para no desmoronarme ante la oleada de placer.

Entonces el agua hace que vuelva a correrme mientras es él, el que me está follando ahora. Cuando termino mi orgasmo, cierra el grifo y deja la alcachofa de la ducha; me gira, sin salir de mí, “ah” gimo, y quedamos cara a cara. Me marca el ritmo y yo me muevo a su antojo. Me planta su boca en la mía y su lengua busca la mía frenéticamente. Me agarra del pelo y me tira hacia atrás y muerde mi cuello. “Ah” vuelvo a gemir. Aumentamos el ritmo. Tengo que contenerme para no morderle la yugular y beber de él.

Se levanta y me coloca a cuatro patas, pero de pie, haciendo que apoye las manos en la pared para no caerme. Me embiste fuerte y realmente tengo que hacer esfuerzos para no caerme. Me tiene sujeta con sus manos grandes puestas en mi cintura. Entra muy duro dentro de mí y con cada sacudida, me aprieto contra él para sentirlo hasta el fondo. Quiero notarle muy dentro, lo quiero todo de él. Una de sus manos me agarra por el interior de una de mis piernas y me hace apoyarla en el borde de la bañera y me incorpora cogiéndome del cuello, apretando, pero sin hacer daño. Esto me pone muchísimo, ah, gimo ante el frenesí y él me acompaña con su voz profunda y grave. Minutos después vuelve a regalarme otro fantástico orgasmo. No aguanto más, necesito sentarme. Entonces, me giro rápidamente, haciendo que salga de mí y le siento en el escalón que tiene la bañera. Me arrodillo y comienzo a chuparle la poya, con hambre, rápidamente y ayudándome con las manos. Él apoya las suyas en mi cabeza pero sin ejercer presión, simplemente disfrutando del momento. Saboreo su esencia mezclada con la mía.

Sus manos empiezan a apretarme un poco y su poya empieza a palpitar. “Deja de moverte, si no, me voy a correr ya” gruñe. Y yo, desobediente, sigo en mi tarea. “Quiero tu leche, ahora” le ordeno. Coge aire, cierra los ojos y estalla en su orgasmo, dejándose ir dentro de mi boca, llenándomela con su esperma. Sin dejar de mirarle, trago y automáticamente me vuelve a sentar encima suyo. Esta vez sin penetrarme. Me abraza fuerte.

Sentada encima de ojos plateados, sin soltarme de su abrazo, apoyo mi cabeza sobre su hombro y noto, como sus latidos van volviendo a su compás normal. “Oye, ya hemos follado dos veces, pero aún no sé como te llamas”, me dice una vez ha recobrado la respiración. Aparto mi cabeza de su hombro y le miro con los ojos abiertos “¡es verdad!” le digo sin salir de mi asombro “me estás arreglando el coche y me acabas de follar. Yo tampoco sé el tuyo” se ríe, y yo hago lo mismo. “Irving” se presenta, “Lucía” y le tiendo la mano. Reímos una vez más.

Estamos en el garaje mientras Irving me explica qué es lo que le ha pasado al Spider y lo que ha hecho con él, y yo asiento como si entendiera, aunque no tengo ni idea qué me está diciendo. “Lo importante es que ya funciona” comenta y de repente me doy cuenta de que es muy probable que sea la última vez que nos veamos. “Si” digo sin mucho interés, “¿estás seguro que está arreglado del todo?” cruzo los dedos por recibir una negativa. “Totalmente seguro”. Nos quedamos callados un momento y le acompaño hasta la calle. “Bueno, pues, muchas gracias por todo”, le tiendo la mano y se despide respondiéndome el apretón de manos “¿Crees que podría pasarme otro día? He visto algunas cosas que podría arreglar de tu casa y, bueno, soy bastante manitas”, me dice mientras se lleva la mano a la cabeza rascando su cuero cabelludo. “¡Claro!” le digo sonriendo. “Entonces hasta dentro de unos días, nena” me da un beso rápido en los labios y una palmadita en el culo. “Compraré cervezas para cuando vengas” le guiño un ojo y me vuelvo a casa. Va a amanecer en media hora.