Luna de miel
Durante nuestra estancia en Nueva York, mi marido, y sobre todo yo, disfrutamos de sus encantos y su internacionalidad y de dos chicos latinos que me hicieron disfrutar de lo lindo.
LA LUNA DE MIEL.
A la tarde siguiente de la boda, regresamos hacia Madrid en AVE y estuvimos allí dos días en los que aproveché para trasladar mi ropa y mis cosas al apartamento de mi marido. Dos días después, salimos para nuestra luna de miel, cuatro días en Nueva York y una semana, más relajados, en Cancún. Realmente yo hubiera preferido ir a Cuba (ya se sabe la fama que tienen los cubanos) pero como fue mi esposo quien organizó el viaje, no me quedó otra que aceptar Cancún como destino caribeño.
La primera alegría fueron los pasajes, de primera clase, con asiento individuales con todas las comodidades. La segunda, la panorámica, pues detrás mía, en la primera fila de clase turista, estaba sentado un hombre negro de unos 30 años, muy guapo y bastante alto. A mí siempre me han atraído los negros, y no sólo por lo más evidente. En mi adolescencia, cuando mis amigas suspiraban por Kevin Costner o Richard Gere, yo lo hacía por Denzel Washington y Wesley Snipes. Así que, nada más despegar, aproveché para ir al baño y pasar por delante del negro desplegando todos mis encantos. Cuando pasaba delante suya, el tipo fijó sus ojos en mis tetas para luego levantar la vista y encontrase con mis ojos. Hey, le dije en inglés y seguí andando absurdamente hacia el baño del otro lado del avión. Giré la cara y comprobé que el negro seguía mirándome, así que me di la vuelta y me fui directamente hacia él. Justo cuando iba a volver a decirle algo, una negra sentada detrás suya, se levantó de su asiento y me dijo algo en inglés que, aunque no entendí, me dejó bien a las claras la situación. ¡Qué desilusión! Follar con un negro era una de mis fantasías, pero en fin, ¡qué se le iba a hacer! Con una sonrisa forzada, salí de allí pitando volviendo a mi asiento, me coloqué los auriculares y me resigné a ver la película de Antonio Banderas que acabada de comenzar.
Al margen de esto, el vuelo estuvo bien, aunque realmente largo. Nada más aterrizar, cogimos un taxi para ir al hotel. Fue bastante excitante ver esos lugares de las películas en el recorrido hacia el hotel. Eran casi las cuatro de la tarde, y como consecuencia del jet-lag, dejamos las maletas y decidimos salir a dar una vuelta por los alrededores del hotel y comer algo.
Los dos primeros días transcurrieron con normalidad: vimos la Estatua de la Libertad, el Empire State, el Rockefeller Center, incluso la zona cero de las Torres Gemelas. Para no aburrir, os diré que al tercer día yo ya estaba bastante harta de turismo y le dije a Juan que fuéramos de compras. Cogimos un taxi y resultó que el taxista era puertorriqueño. Juan le explicó que él viajaba mucho a Puerto Rico pues su empresa tiene negocios allí, y el chico, que se llamaba Charlie, nos contó que aquella parte de la ciudad estaba muy cerca de donde él vivía, que estaba ocupado mayormente por puertorriqueños. Mi marido le preguntó que si allí podríamos comer comida puertorriqueña, que le encanta a mi esposo, y el muchacho nos dijo que sí, y nos llevó hacia su barrio.
Lo primero que me llamó la atención fue la forma de vestir de las mujeres. Cada tres pasos veía a mujeres luciendo sus cuerpos sin reparo alguno, sin importarles que algunas partes de sus cuerpos a veces no estaban precisamente para lucirlos. Curiosamente eso las hacía mucho más sexy y provocativas. Empecé a sospechar que la verdadera razón por la que Juan había querido ir hasta allí fue para ver a las puertorriqueñas y no por la comida, pero he de reconocer que la comida estuvo sabrosísima.
Después de almorzar, Charlie nos llevó de. A esas alturas, mi marido había convenido con el taxista que se dedicara a nosotros los dos días que nos quedaban en NY. Estuvimos en "Bloomingdales" comprando un montón de cosas. Entramos en una tienda de joyas donde mi marido me regaló una gargantilla de oro, y luego en una tienda de ropa más juvenil, donde Juan se encaprichó en comprarme un short dorado minúsculo, parecido a los que habíamos visto llevar a las puertorriqueñas. Cuando salí del probador, mi marido y los hombres que estaban allí, no pudieron evitar clavar la mirada en mí. - ¿No cree que esto es demasiado provocativo?, le dije a mi marido. - ¡Qué dices, si estás guapísima! ¿No ves como te miran todo?, me contestó. Le di un beso y volví al probador para cambiarme. Luego fuimos a la sección de complemento y Juan me regaló un cinturón de "Moschino". Después de comprar, Charlie nos regresó al hotel. Al despedirnos le pregunté si conocía alguna discoteca de moda donde poder ir y me dijo que sí. A mi marido le pareció buena idea y quedamos con Charlie a las 11 de la noche. Cenamos en uno de los restaurantes del hotel, lo que nos permitió descansar más tiempo. Luego volvimos a subir a la habitación para arreglarnos para la noche.
Cuando estaba eligiendo la ropa, mi esposo me sugirió que me pusiera el short que me había regalado. Acepté su propuesta, advirtiéndole que afrontara las consecuencias de aquella vestimenta y Juan me contestó que lo haría. Me puse una blusa negra de lino desabrochada hasta la mitad para que se viera el canalillo que forman mis grandes tetas. También estrené el cinturón dorado de Moschino, y para rematar, me puse unas sandalias de tacón súper alto, también doradas, de pulsera en el tobillo. Cuando me miré al espejo, la verdad parecía una puta: - ¿No cree que voy demasiado provocativa?, le dije a mi marido. - ¡Estás espectacular!, sentenció Juan. La verdad es que veía súper sexy, en España no me hubiera atrevido vestir así, pero en fin estábamos en NY.
A las 11.00 nos recogió Charlie en la puerta del hotel y nos levó a una discoteca enorme donde había un montón de gente haciendo cola. Charlie le dijo a mi marido que le diera $100, fue a hablar con el portero y nos dejaron entrar sin tener que hacer cola. Quedamos con Charlie a las 2.00 y si hubiera algún cambio le llamaríamos al teléfono móvil. Al entrar vimos que el ambiente era un poco raro y nuestra primera intención fue irnos de ahí, pero descubrimos otra sala donde el ambiente era menos estrambótico. Enseguida las miradas masculinas se centraron en mí. La música era más latina, la que me gusta a mí, y empecé a bailar mientras avanzaba hacía la pista, y le decía a mi marido que me pidiera un ron con coca-cola. No pasó un minuto cuando un tipo se puso a mi lado tratando de que le prestara atención, pero yo seguí bailando. Luego vi que mi esposo se había sentado en una mesa cercana a la pista de baile, y me fui hacia él para tomar un sorbo del ron, le di un beso y volví a la pista.
Entonces, el DJ puso una canción que me encanta de Gloria Stefan y me desaté. Mi baile debió llamar la atención porque enseguida un par de chicos latinos de unos 20 años se acercaron a mí, y ante mi incredulidad, uno de ellos, que era mulato, me cogió de la cintura y comenzó a bailar conmigo. Yo le seguí el juego, colocando una pierna entre las suyas, y refregándola contra su paquete al ritmo de la música. Entonces, el chico me cogió de las manos haciéndome girar hasta que mi culo quedó pegado contra su paquete. ¡Ay Dios! El chico tenía la polla totalmente erecta, y a tenor de lo que yo sentía, tenía que ser un buen aparato lo que tenía escondido dentro de los pantalones. El otro chico, sin querer perderse la fiesta, se puso delante mía. Comenzamos a bailar los tres al mismo tiempo, yo abrazando al chico que estaba delante por su cuello mientras el que estaba detrás se apretaba contra mí refregando toda su dura polla contra mi culo.
Me estaba poniendo muy caliente pero la canción terminó y mi marido, que no había dejado de mirarnos, me llamó para que me fuera a sentar con él. Cogí de las manos a los dos chicos y me los llevé a donde estaba mi marido. Al llegar, Juan se levantó de su asiento y en inglés, les dijo a los chicos que se sentaran con nosotros y si que quería tomar una copa. Los dos contestaron que sí, y mi esposo llamó al camarero para que los dos chicos pidieran. Mientras le traían sus copas nos presentamos, se llaman Carlos y Reuben, y aunque eran de Estados Unidos, sus familia eran de Rep. Dominicana y Puerto Rico, así que sabían hablar español. Carlos era mulato y bastante alto. Reuben, aunque más bajo, era muy guapo, con unos ojos verdes que contrastan con su piel morena. La verdad es que al verlos de cerca pensé en cómo me había podido arrimar a aquellos dos chicos, y no lo digo porque no fueran atractivos, sino por sus pintas, ya que parecían unos pandilleros sacados de una película americana, con sus ropas holgadas, pañuelos en la cabeza y sus cadenas de oro colgadas del cuello. Quizás eso fue precisamente lo que más morbo me dio.
Después de un buen rato hablando y bebiendo, Reuben le preguntó a mi marido que si me dejaba bailar conmigo a lo que Juan respondió que sí. Nos pusimos a bailar un merengue. Yo realmente no sé bailar este tipo de bailes, pero él era quien me llevaba en todo momento. Entre giros y giros, mis tetas y mi culo, chocaban continuamente con su cuerpo, lo que me dejó comprobar que su polla estaba en pleno apogeo. Me di la vuelta y comencé a restregar mi culo contra su polla al ritmo de la música mientras Reuben se ponía a besar mi cuello y me agarraba las tetas desde atrás. Yo miraba de reojo hacia donde estaban mi esposo y Carlos que no se perdían nada de lo sucedía. La situación me divertía y me calentaba muchísimo y a Rueben también, porque finalmente dio la vuelta y empezó a besarme mientras me ponía sus manos en mi culo y me apretaba contra su paquete. Entonces me cogió de la mano sacándome de la pista y abriéndose paso entre la gente, nos colamos en los baños de caballeros. Nos besamos nuevamente mientras yo le preguntaba a Rueben si tenía algo de coca. - Claro que si mamita, me contestó sacándose del bolsillo una bolsa de plástico. Reuben hizo dos rayas y nos las metimos. Luego me abrió la blusa y me sacó las tetas fuera del sujetador lanzándose como un loco hacia ellas. - ¡Sí, cariño, chúpame las tetas!, le dije. Mi excitación era brutal pero me acordé de la promesa a mi marido: necesitaba su permiso para follarme a otro hombre. - ¡Para Rueben mi marido!, le dije sacándole de entre mis grandes tetas. - Ay Mami, no me dejes así, me dijo él. - Querido tengo que ir a donde mi marido a pedirle una cosa, no tengo más remedio, le dije. Y sin más, salimos de lo baños y nos volvimos a donde estaban mi marido y Carlos.
Nada más llegar mi marido me dijo: - Mi amor, estábamos hablando Carlos y yo que parece que solo tienes ojos para Reuben nos has dejado aquí a los dos muy solos. - De acuerdo, vamos a bailar, le dije cogiendo la mano de Carlos ante los ojos inquisidores de Rueben. - No, espera mi amor, mejor vamos a otro sitio más tranquilo, me interrumpió mi esposo. - OK, podemos ir a la siguiente planta, allí hay un lugar más tranquilo y discreto con unos sillones muy cómodos, nos dijo Carlos. Y así lo hicimos, nos fuimos hacia la planta de arriba, yo agarrada a la cintura de Carlos mientras Reuben y mi marido iba delante nuestra. Carlos no perdió la oportunidad y comenzó a tocarme el culo. Al llegar, comprobamos que aquella sala era como una zona VIP, como habitaciones privadas desde donde se podía ver la pista de baile donde acabábamos de estar bailando. Yo me senté entre mi marido y Reuben en el sofá mientras Carlos se sentaba delante de nosotros en otro sillón.
Mi esposo pidió más bebidas, y mientras seguíamos bebiendo Rueben no dejaba de acariciar mi muslo desnudo con disimulo, aunque a Juan no se le escapaba nada. Entre la coca y las bebidas yo estaba cada vez más desinhiba. Las conversaciones cada vez más subían de tono hasta que al final Carlos le dijo a mi marido: - Señor, le felicito por la hembra que tiene, con una como esta no necesitará a ninguna otra. - Gracias, yo siempre le he sido fiel a mi esposa y supongo que ella a mí, dijo Juan entre risas. - Eso ya lo sabes, cariño, si tú no me das autorización, yo nunca tendré relaciones con otro hombre, le recordé a mi marido. - Por ejemplo antes, cariño, Rueben me ha puesto muy caliente mientras bailábamos en la pista y hasta nos hemos ido a los baños, pero yo le he dicho que sin tu autorización, no hay nada que hacer. Mi marido parecía no reaccionar, estábamos jugando a su propio juego, pero parecía no encajarlo bien.
Carlos sacó a mi esposo de las nubes al decirle: - ¿Me da permiso para tocar el culo de su esposa? Juan se quedó unos segundos callado pero al final dijo que sí, al que yo reaccioné arrodillándome sobre el sofá dejando mi culo en pompa. Luego me acerqué a mi esposo y le di un beso en los labios mientras miraba cómo Carlos se levantaba de su sillón y se acercaba a mí. Comenzó a acariciar mi culo con sus dos manos metiendo sus dedos por dentro de elástico del short. - ¡Se lo vuelo a decir, Señor, qué buena está su esposa!, le dijo a Juan mientras me daba un cachete en su culo. Me volví a acercar a mi esposo y le dije: - Cariño, dejas que Reuben me toque también el culo. Juan casi no abrió la boca, aunque fue suficiente para que Rueben se levantara y comenzara a acariciar mi culo junto a su colega. Mientras los dos chicos disfrutaban de mi culo metiendo sus dedos dentro del short acariciando levemente mi coñito (algo que me estaba poniendo a mil), puse mi mano sobre la polla de mi marido y comencé a acariciársela.
Entonces me animé y le dije a mi marido: - Cariño, me encantaría que les permitieras a nuestros amigos que me chuparan mis pechos. ¿Les deja mi amor? Tras unos momentos de indecisión, en los cuales desabroché la cremallera del pantalón de Juan sacándole su polla, finalmente mi marido balbuceó - De acuerdo, mi vida. Entonces me di la vuelta y desabrochándome el único botón que tenía abrochado. De inmediato, Rueben y Carlos se lanzaron a mis tetas sacándolas fuera del sujetador. Los dos chicos comenzaron a chuparme mis grandes pezones mientras yo les achuchaba contra ellos, parecía una madre amamantando a sus dos bebés. A esas alturas no se podía parar lo que se avecinaba, y sin autorización de mi esposo, Rueben comenzó a besarme en la boca mientras Carlos continuaba chupándome los pezones y me acariciaba el coño por encima del short. Separé las piernas y al instante noté como un dedo de Carlos se metía dentro del short buscando mi chorreante rajita, introduciéndose finalmente dentro. Ante el permiso tácito de mi esposo a lo que sucedía, me arrodillé en el sofá facilitando la labor de Carlos. A cuatro patas sobre el sofá, Carlos fue bajándome el short hasta que quedó enredado a la mitad de mis piernas, me apartó el tanga, y comenzó a chuparme la rajita. - Huuummmm!, salió de mi boca al notar su lengua en el interior de mi ardiente coño. Reuben, que estaba delante de mí, se sacó su polla poniéndola delante de mi cara. Miré a mi esposo (que ya se había sentado en el sillón donde había estado Carlos para no perderse detalle), y con un tono malicioso le pregunté a mi marido: - Mi amor, ¿me das autorización para chupar esta polla? Claro que sí, nena, me contestó Juan.
Le di las gracia y me metí la polla de Rueben en la boca. Comencé a mover mi cabeza haciendo que la polla de Rueben entrara y saliera de mi boca lentamente. Luego me la saqué, y mientras se la masturbaba, comencé a pasar mi lengua por todo ella, desde la punta a los huevos, al tiempo que Carlos ya se había animado y me estaba masturbado el coño con dos dedos. Yo estaba que me moría y le dije a Carlos que se sacara su polla que se la quería chupar. El chico se levantó mientras yo me incorporaba y me sentaba en el borde del sofá delante de los dos chavales. Volví a chupar la polla de Reuben, hasta que Carlos me giró la cabeza y vi su verga delante de mi cara. ¡Dios mío, era enorme! La de Reuben era algo normal, como la de mi esposo, pero la del mulato era grandísima, pero sobre todo, súper gruesa. Se la agarré con la mano, aunque a penas podía abarcar el grosor de aquella verga. También agarré la de Reuben y me puse a masturbar sendas pollas. Al poco, la polla de Carlos alcanzó su máximo esplendor, alcanzado como unos 20 cm. o algo así, y un grosor descomunal. Miré a mi marido con una sonrisa de felicidad en la cara y le pregunté. - ¿Verdad que es hermosa, mi amor? Grande y gorda como una porra, siento como la sangre caliente la llena, qué gorda que es. ¿Puedo mamarla? - Por supuesto, mi putita, me contestó Juan que ya se le veía súper cachondo. Abrí la boca y comencé a mamar aquella polla con auténtico apetito. Evidentemente no me cabía toda en la boca, pero fui recorriéndola con mi lengua de arriba abajo, llegando hasta los huevos. Luego me tragué de nuevo la verga, o bueno, lo que podía, aunque modestia aparte, casi me la metía entera.
Mi coño estaba pidiendo a gritos una polla. Miré a mi marido y le dije: - Mi amor, necesito las pollas de estos dos chicos urgentemente pero ya sabes que sólo lo haré si tú, mi esposo, me das tu autorización. ¿Me lo das?, le pregunté como una niña buena. - Claro que sí, putita mía, me dijo Juan. - Está bien, dado que Reuben me quiso follar en el baño quiero que sea él quien que me folle primero y para que Carlos no se aburra, le comeré esa pedazo de polla mulata que tiene. Me giré en el sofá dejando mi culo a disposición de Reuben que sin perder tiempo me metió su verga en el coño. Comenzó a follarme lentamente, con un ritmo que me dejaba chupar cómodamente la gorda verga de Carlos. - ¡Ay mamita, qué coñito más caliente tienes!, me dijo Reuben mientras me daba una cachetada en mis nalgas. A esas alturas, mi esposo ya se había bajado los pantalones y se estaba masturbando mientras su querida esposa era follada por un chico latino y mamaba la enorme polla de otro. Mis grandes tetas se movían fuera del sostén de un lado para otro mientras Reuben iba incrementando la fuerza de sus penetraciones hasta que por fin logró que me corriera de gusto.
Luego llegó el turno de Carlos. Por el tamaño de su pene, preferí ser yo quien le follara a él, así que le dije que se sentara en el sofá. Me terminé de quitar el short y el tanga y me subí sobre él poniendo su polla en la entrada de mi coño, para acto seguido, dejarme caer, hasta que me la enterré entera. Una vez dentro, comencé a moverme lentamente mientras le agarraba la polla a Reuben y me la llevaba a la boca. El pobre de Juan no pudo aguantar más, y levantándose de su sillón se fue a sentar al otro lado del sofá ofreciéndome también su polla. En un momento tenía tres pollas, botando sobre la enorme verga de Carlos, masturbaba y chupaba alternativamente las pollas de Reuben y mi marido que aprovechó para meterme un dedo por mi culo. Su dedo entró con suma facilidad, era evidente que mi ano también estaba deseoso de una polla. Me giré hacia mi marido y le dije: - ¡Amor, méteme los dedos en el culo, no te detengas, me siento putísima, qué ricura! Obediente, Juan continuó metiéndole su dedo hasta que se atrevió a meterme otro dedo más mientras yo, próxima al orgasmo, hacía que la polla de Carlos se incrustara completamente en el interior de mi coño. Al cabo de unos segundos comencé a correrme como una loca, lanzando fuertes gemidos de placer.
El momento de éxtasis lo aprovechó mi esposo para levantarse y ponerse detrás mía con la intención de meterme su polla en el culo. El pobre sólo había podido follármelo en la noche de bodas y estaba deseoso de volver a hacerlo. Sin embrago, no le dejé. : - Espera, Cariño. Me encantaría que en agradecimiento por lo bien que se han portado estos nuevos amigos, les permitieras que me follaran el culo. ¿Les dejarías mi amor? Resignado, Juan dijo que sí, siendo él mismo que invitara a Reuben a colocarse detrás de mí. Éste no se lo pensó dos veces, y pidiéndole permiso a mi marido, colocó la punta de su polla en la entrada de mi ano. Poco a poco la polla de Reuben fue entrando en mi culo hasta que las dos vergas quedaron perfectamente acopladas en mis dos agujeritos. Los dos chicos comenzaron entonces a follarme de forma coordinada, de tal forma que me hizo pensar que no era la primera vez que compartían el cuerpo de una mujer. Invité a mi marido a sentarse a mi lado, le agarré la polla y me puse a masturbársela mientras los dos chicos me follaban por mi coño y mi culo.
Progresivamente, el ritmo de la doble penetración fue incrementando llevándome a la antesala de un nuevo orgasmo. Entonces giré la cara y le grité a Reuben: - ¡Vamos cabrón, fóllame con fuerza demuéstrame cómo se folla en América! Eso embraveció al chaval, y se puso a follarme con vehemencia, justo como yo lo estaba requiriendo, hasta que definitivamente comencé a correrme como una loca descosida. Sin embargo, los chavales no me dejaron respirar un segundo, y continuaron follándome por mis dos agujeros como dos sementales de la mejor ganadería. Reuben parecía que quería romperme el culito, sin embargo, en vez de quejarme, eso me hacía disfrutar cada vez más. Me acerqué a mi marido y le besé en la boca. - ¡Gracias esposo mío por ser tan buen cornudo y dejar que dos pollas me follen mis agujeritos! También agradecí la bravura de aquellos dos toros, cuando noté que llegaba a otro orgasmo. - ¡Me estáis matando, cabrones me matáis cuánta polla dentro de mí! ¡No os detengáis, seguid así, me voy a correr de nuevo, aaaaaahhhh! No sé cuántas veces alcancé el orgasmo con aquella doble penetración, ya que uno se juntaba con otro. Finalmente Reuben comenzó a gemir como un ciervo en celo. - ¡Ay mamita, me vengo, toma mi leche! - ¡Oh sí cariño, échame toda tu leche en mi huequito. Quiero sentirla toda calientita en mi culo, por favor, lléname el tanque, please, aaahhhhhhh! Entonces noté como un torrente de leche caliente comenzó a llenarme el ano mientras yo aceleraba el ritmo de la paja que le hacía a mi marido logrando que él también se corriera.
Una vez Reuben terminó de echarme todo su semen en mi ano, se retiró de mí. Carlos no quiso perderse la oportunidad de follármelo. - Mamacita, antes le dijo a su marido que nos permitieras que le follaran el culo, habló usted en plural, ¿verdad? Creo que el chico sólo estaba tanteándome, pensando que una mujer como yo no permitiría ser enculada por una polla como la suya. Pero se equivocaba. Miré a mi esposo y le pregunté: - ¿Qué te parece, mi amor, dejas a Carlos que me folle el ano? Juan nuevamente dio su bendición aunque, aún estaba jadeante por su corrida, simplemente asintió con la cabeza. Me coloqué de rodillas en el suelo, Carlos se puso detrás de mí mientras Reuben se sentaba al lado de mi esposo delante mía. Entonces noté que Carlos ponía la punta de su gordísima polla en la entrada de mi culo. El grosor de aquella verga no era normal y en un principio le llegué a decir que no, que me iba a doler, pero sin hacerme ningún caso Carlos empezó a empujar. Un grito de dolor salió de mi garganta cuando introdujo la cabeza de su verga parecía que me estaba partiendo en dos. Carlos se paró, dándome tiempo para intentar relajarme, pero a pesar de mis esfuerzos, la polla de Carlos me estaba partiendo.
Viendo mi situación, mi esposo comenzó a chuparme mis pezones y a besarme en la boca, diciéndome toda clase de guarradas. - ¡Pero qué puta eres María! Al final has conseguido follarte a estos chavales. - Te lo dije mi amor, mi ropa era demasiado provocativa, le contesté. - No me importa, me gusta verte así, tan puta y divina, me dijo Juan. - Ahora como buena puta, quiero que le pidas al chico que te folle el culo con esa polla gorda que tiene, ¡vamos!, me inquirió mi marido. Giré la cara y le dije a Carlos: - ¡Querido, fóllame, méteme esa verga gorda que tienes! Entornes Carlos empujó de nuevo logrando meter la mitad de su polla en mi trasero, obligándome a chillar nuevamente. Mi amor, no sé si me va a caber, le dije a mi marido. - ¡Cómo que no! Vamos puta, haz un esfuerzo y verás como te la metes entera, contestó Juan. Apreté los labios y le dije al chaval que apretara un poco más mientras le agarraba la polla a Reuben que de nuevo la tenía tiesa como un mástil. Carlos empezó entonces un leve movimiento de entrada y salida en mi ano. Poco a poco el sonido de mis gemidos fue cambiando, evidenciando que el dolor iba dejando paso a ese placer tan maravilloso que es el sexo anal. El chico fue incrementando la velocidad y fuerza de sus embestidas hasta que sentí cómo sus testículos golpeaban mis nalgas. ¡No me lo podía creer, su polla estaba totalmente dentro de mí! Mientras tanto, me puse a chupar la polla de Reuben y a pajear la de mi esposo, que también la volvía a tener erecta.
A cada embestida de Carlos, yo gemía más y más y al ver cómo disfrutaba con su penetración anal, el chaval comenzó a follarme sin ningún miramiento como un toro embravecido, haciendo que tuviese un orgasmo maravilloso y que gritase como una loca, al tiempo que él me anunciaba que también se iba a correr. - Espera chaval, que yo también llego, aguanta unos segundos, le dijo mi marido. - Yo también me vengo, le replicó Reuben. Yo misma comencé a mover mis caderas adelante y atrás, haciendo que aquellos 20 cm. de carne en barra se enterraran completamente en mi traserito. - ¡Aaaaahh Dios, qué gorda, qué pedazo de polla, esto es la hostia maridito, otra buena polla para mi culo, aaaahhh, me encanta follar por el culo!, gritaba ante la avenida de mi enésimo orgasmo. Entonces Reuben me pidió que abriera la boca porque se iba a correr: - ¡Ahhhhhh coño María, toma mi leche en su boca y tráguesela como lo sabe hacer, mamasota, puta bella! A pesar de su corrida anterior, una larga descarga de leche espesa entró directamente en mi boca lo que me produjo una arcada porque casi se ahoga. Las siguientes descarga siguieron llenándole mi boquita mientras yo ponía todo el empeño en tragar la pringosa leche que Reuben me estaba regalando.
- Ahora tú semental, échame toda tu leche caliente en mi cueva, le dije a Carlos, que al instante empezó a descargar todo su esperma en mi ano. Como no podía ser menos, de esa polla gordísima salió tal cantidad de semen que me inundó completamente el culo, haciéndolo rebosar, y la leche de Carlos fue resbalando por mis nalgas y el interior de mis piernas mientras él continuaba dándome las últimas embestidas. Casi al unísono, mi esposo comenzó a eyacular en mi boca. - ¡Toma leche, puta infiel, toma mi leche y trágatela!, me decía Juan, y así lo hice, tragándome toda la leche que me echó mi esposo.
Cuando terminaron de correrse, estaba que rebosaba semen por todas partes, tenía la boca llena, y de mi culo caía el semen que el mulato me había echado. Mientras terminé de relamer los restos de semen que quedaba en las pollas de Reuben y Juan, sonreí a mi esposo y le dije: - ¿Ves que sin tu permiso nunca te sería infiel? Tú me has dado autorización y gracias a ello, hemos disfrutado de lo lindo. Cuando terminé de limpiar las pollas a mis tres amantes, me di cuenta que al lado nuestra, había varias parejas haciendo el amor, y una chica que no debería tener más de 16 años se la estaban follando un nutrido grupo de latinos.
Nos despedimos de nuestros amigos y al salir de la discoteca llamamos a Charlie, ya que ni siquiera eran las dos y tampoco teníamos fuerza ni ganas de quedarnos en la discoteca esperando. El taxista nos preguntó si lo habíamos pasado bien, y le contestamos que genial. Ya en el hotel mi marido me preguntó si lo había pasado bien, y yo le respondí que sí. - María eres la más puta de todas las mujeres, eres la mejor, te adoro, me dijo Juan y comenzamos a hacer planes para la próxima etapa de nuestra luna de miel: Cancún. Pero eso será otra historia.