Lukas (4)

Jon está cansado y celoso de Silvia, estaba esperando la oportunidad de acabar con ella desde hace mucho tiempo, lo conseguirá?

Me quedé dormida antes de que se fuera. Al abrir los ojos me encontré un ramito de flores silvestres en la almohada, también una nota ‘ojalá todo fuera diferente Silvia’. Me había quedado helada, hacía mucho frío en aquella habitación, además tenía poquita ropa de cama. Encima de la mesita ropa limpia doblada y nuevas películas en DVD. Como había prometido, había estado ahí antes de despertarme pero se había vuelto a ir.

Me senté sobre la cama y comencé a ver las pelis que me había dejado, unas sueltas y otras metidas en cajas de DVD, mi sorpresa fue, que al abrir las cajas venía la publicidad de un videoclub, eran películas alquiladas. Corrí a la mesita de noche, juraría haber visto una caja de cerillas. Al encenderlas tendría unos improvisados lápices con los que poder escribir. Poco a poco fui dejando un mensaje dentro del folleto explicativo de la peli. Se me hizo eterna la espera, estaba ansiosa porque se llevaran las pelis de vuelta, al fin oí pasos tras la puerta. Era Jon.

  • Te traigo algo para comer – me dijo
  • Gracias. Me puedes decir la hora?
  • Tienes que ir a algún sitio? Jaja!!
  • No, pero me gusta saberla, si fueras tan amable.
  • Las 14:23 dentro de 30 min vendré a buscar la bandeja.
  • De acuerdo, gracias.

Comí como las otras veces, aunque estaba tan nerviosa que casi no podía tragar, pero no quería levantar sospechas. Al rato Jon estaba de vuelta. Le dejé unas pelis sobre la bandeja, como otras veces cuando ya las había visto, entre ellas la peli con la nota. Se lo llevó todo sin decir nada.

Mi corazón latía a 100 por hora. No había visto a Lukas en todo el día. Estaba deseando salir de allí, imaginé las 1000 formas de cómo encontrarían la nota y como vendrían a rescatarme.

Comencé a temblar cuando oí a Jon gritando algo que no entendía, como una fiera mientras caminaba hacía la habitación, me senté en la cama y me acurruqué, con las rodillas en el pecho y los pies sobre la cama, no podía decir más que ‘lo siento’, angustiada.

  • LO SIENTES?? – me dijo Jon mientras me cogía del brazo malo y me obligaba a levantarme. En su mano la nota.
  • Lo siento Jon, no me hagas daño – aunque ya me lo hacía tirando de mi. Tropiezo y me levanta
  • Qué no te haga daño? Crees que puedes pedir algo aún? tienes suerte que los videoclub están de nuestro lado.
  • Por favor que venga Lukas, dónde está? – dije sin poder dejar de llorar.
  • Lukas?? Lukas está cansado de ti.

Creí que se me paraba la respiración al oír eso, me fallaron las rodillas y caí al suelo. Me secaba las lágrimas con las manos, mientras oía a Jon hurgar en una bolsa similar a la que Lukas tenía y donde guardaba mi antibiótico.

  • Mira chata, aunque ahora no lo veas, te estoy haciendo un favor, hoy no te gustará, y mañana tampoco, pero pasado tal vez vengas suplicando que te dé un poco de esto y harás lo que sea para tenerlo. Dame el brazo y estate tranquilita.
  • NO!! – me puse como una histérica, y me defendía como podía, pero era inútil, él era más fuerte, pronto me inmovilizó.
  • Sssssh si no pasa nada, ves un pinchacito de nada.

Sentía el líquido entrando en mi vena, mi corazón comenzó a latir fuerte, me retumbaba en los oídos, iba viendo cada vez más borrosa la estúpida sonrisa de Jon. Me quedé boca abajo, tumbada en el suelo, con los ojos abiertos, sin poder moverme, y sintiendo todo lo que mi cuerpo estaba empezando a experimentar más un preocupante aumento de temperatura. Jon se sentó delante de mi y me acarició el pelo, luego se pinchó el también una dosis.

  • Tendrías que estar agradecida, te he regalado la primera dosis. Luego abrirás las piernas por un poco más, yo te inicio y otros se llevarán tus favores, que injusto es este mundo.

Estuve flipando un buen rato, no sabría determinar cuanto, había perdido la noción del tiempo. Incluso había vomitado. El corazón me latía más despacio, fuerte pero despacio. Tenía mucho sueño pero tenía miedo de quedarme dormida.

  • Silvia!! Jon Jon que has hecho? – dijo Lukas mientras sacudía a Jon intentando que despertara – Silvia, peque, me oyes? Contéstame, por favor. Mierda! MIERDA!! Contéstame. – volvió a donde estaba Jon - cuánto le has puesto?
  • Ha tomado lo mismo que yo, no se ha dejado nada, ha sido muy buena.
  • Pero animal! Ella no ha tomado nunca y pesa 15 ó 20 kg menos que tú!!

No podía, le miré a los ojos, sólo eso. Salió fuera de la habitación, oía sus pasos retumbar en mis oídos. Volvió con dos jeringas, me inyectó una y otra a Jon, luego volvió a mi y de rodillas delante de mi me acunó en sus brazos.

  • Háblame peque, háblame. – me dijo mientras me limpiaba la carita con una toalla húmeda.
  • Lu... Lukas.
  • Tranquila, estoy aquí. No hagas por moverte, voy a ver como va Jon.

Jon respondió más rápido. Lukas comenzó a gritarle, lo oía tan fuerte que creía que la cabeza me iba a estallar.

  • No grites hermano me van a reventar los oídos y seguro que a ella también – dijo Jon.
  • Eres un inconsciente, me dijiste que lo habías dejado. Bah! No vales la pena. – dijo mientras volvía a por mi.
  • Silvia...
  • No... no grites por favor – le dije aún con los ojos cerrados.
  • Lo siento, tienes razón, lo siento – me dijo muy flojito.

Comenzó a quitarme la ropa manchada y a lavarme con la toalla húmeda. Me vistió otra vez con ropa limpia.

  • No te voy a dejar sola un instante, te vendrás conmigo a todas partes a partir de ahora.

Me cogió y me puso a horcajadas delante de él, puso una de sus manos en mi culo y la otra en mi espalda. Rodee con mis brazos su cuello y puse mi cabeza en su hombro. Me metió en el coche, en el asiento de atrás:

  • Me molesta mucho la luz.
  • Sí, sí, lo sé, tranquila, cierra los ojos.

Me vendó los ojos de la misma forma que lo hizo cuando llegamos a ese lugar. También me puso unos tapones de espuma en los oídos:

  • Lukas los oídos también no por favor – le susurré.
  • El ruido del motor y del asfalto bajo el coche te volverá loca.

Me puso de lado, con la cabeza apoyada en un jersey doblado y una chaqueta que me servía de manta. Pasaron un par de horas cuando paramos en algún lugar. Sentí sus grandes manos en mi carita y me sobresalté.

  • Ssssshhh, soy yo – me dijo mientras me quitaba los tapones – me oyes bien? Genial te ha bajado la fiebre ya.
  • Sí... - estaba un poco aturdida.
  • En menudo lío te has metido tu sola, - me dijo casi gritándome mientras me quitaba la venda de los ojos - pero como has podido tener esa idea tan genial? Si no llego a llegar a tiempo... me he pegado un susto de muerte – bajó el tono – pensé que te perdía peque, Jon no habría dudado ni un instante en dejarte morir.
  • Lo sé, yo también me he asustado mucho – le dije mientras le abrazaba y no podía reprimir un par de lágrimas.
  • Estás bien?
  • Sí, sí, ahora sí.
  • Vale, mira te diré lo que haremos, tengo que pincharte el antibiótico ahora, intenta dormir tumbada aquí y descansa. Nos queda aún un rato de camino.

Me puso el antibiótico y se volvió al asiento de delante, enchufó un GPS. Entre el cansancio, lo que quedaba del chute en mi sangre, la medicina, la seguridad de estar con Lukas cerca, el movimiento del coche, me quedé dormida enseguida mirando como rompían las gotas de lluvia en el cristal.

  • Silvia, despierta, voy a comprar algo de comer, que quieres tú?
  • Mmmm... es de noche ya...
  • Sí, has dormido mucho rato, eso es bueno.
  • De comer? Pues no sé, lo que veas.
  • Crees que te despejarás pronto? Necesito que me hables en el último tramo, estoy muy cansado ya y queda poco para llegar, necesitarás un café? Un RedBull?
  • Mmm, un café mejor.
  • Sí, sólo necesito verte la carita.
  • Si, si, trae otro para ti, tendrías que ver la tuya.

Me sonrió cálidamente y bajó del coche. Volvió cargado con una bolsa de un restaurante de comida rápida.

  • Te he traído una ensalada, para mi otra.
  • Oh! Gracias, mejor eso que una hamburguesa. No oíste jamás esa contra-publicidad que era una rata que decía: ‘Tienes madre? A la mía se la comieron en uno de estos’ jaja!
  • Jajaja! No, no lo sabía... tienes mayonesa – me dijo señalándome el labio.
  • Ah sí? Pues tu también – le dije.
  • Estás segura que es mayonesa y que no es mostaza?
  • A ver, déjame probar – me acerqué a sus labios y le besé, cerró los ojos para devolverme el beso.
  • Era mayonesa?
  • No, no tenías nada.
  • Jaja, tú tampoco, era una excusa, pero has sabido salir muy bien del paso – me dijo – venga, vámonos ya, que se hace tarde.

Estuvimos hablando todo lo que quedaba de camino hablando, le conté porque me había metido en eso y él me contó el desgarrador relato de porque él había acabado así, era una persona normal, sensible, era diferente a Jon, entonces entendí que muy mal lo había tenido que pasar para terminar así.

Llegamos, me puso su chaqueta, hace mucho frío fuera y dentro del coche se estaba caliente. Subimos unas escaleras, sacó una llave y entramos. El piso estaba patas arriba.

  • Me gustaría poder traerte a un sitio mejor, no te mereces esto, peeeero...
  • No, no pasa nada.
  • Por la noche hace mucho frío aquí, dúchate primero, no sé cuanta agua caliente hay, pero déjame algo, eh? Mientras prepararé la cama.
  • Vale.

Me duché rapidísimo y me metí en la cama de cabeza. Lukas tenía una tos muy fea.

  • Creo que me estoy resfriando Silvia.
  • Jaja, el chico duro abatido por un resfriado. Ven tienes mala cara.
  • Mañana estaré como nuevo, me recupero pronto.
  • Sí, bueno, ya veremos.

Tenía fiebre. En mi bolso tenía gelocatiles, se tomó uno y nos fuimos a la cama. Allí le abracé, abrí mi camisa y la suya para tener piel con piel.

  • Silvia, así no me va a bajar la fiebre, sabes?
  • No, es verdad, pero mañana te vas a levantar como nuevo.

Empecé a deslizarle los boxers, estaba muy excitado, también me deshice de mis braguitas. Bajé bajo el edredón, buceando sobre su piel. Cuando me la metí en la boca, oí un suspiro, buena indicación de que eso le gustaba. Seguí jugando con su polla, los gemidos y jadeos me indicaban que iba por buen camino. Mis manos también comenzaron a jugar con el resto de su anatomía, a veces saltaba al interior de sus muslos y los acariciaba.

Volví a subir por su piel, me senté a horcajadas sobre él, sujetando su polla con mi mano derecha, con la izquierda sujetaba mi peso. Comencé a penetrarme, despacio, cerré los ojos para sentirlo.

  • No, no, no cierres tus ojos Silvia, mírame, me encantan tus ojos verdes, quiero mirarlos mientras me notas entrar dentro de ti.

Hice lo mismo, mirando sus ojos oscuros. Entreabrí la boca, sujetó mi nuca para besarme. Comencé a moverme sobre él, pecho con pecho, mientras nos fundíamos en lubricados y húmedos besos. Sentía mis pezones duros por la excitación rozarse con el pecho de Lukas. Lo bueno de la postura es que controlaba el ritmo, la estimulación sobre el clítoris con el cuerpo y el vello de Lukas y la profundidad. Estábamos cansados, así que me rendí a la primera vez que mi cuerpo me indicó que llegaba el momento. Le gemí en el oído despacito y susurré su nombre. Tenía sus manos en mis nalgas, me indicaba ahora como debía moverme, había sentido un orgasmo muy intenso, la cantidad de mis fluidos había aumentado, no negaba la posibilidad de correrme de nuevo. Levanté la espalda, tenía mucho calor, quedé sentada sobre él, con la espalda recta, movía mi cintura al ritmo que marcaban sus manos en mis nalgas, era bastante rápido, follábamos en el amplio sentido de la palabra, como dos animales. Comencé a acariciar mis pechos y me corrí de nuevo, no pude evitar gritar, retorciéndome del placer, él también se corrió entre resoplidos. Volví a sentir como me llenaba, desnuda e indefensa de nuevo me hacía suya. Caí sobre él quedando abrazados con las respiraciones agitadas. Me acariciaba el pelo.

  • Mi pequeña y dulce Silvia – susurró y me besó en la frente.

Su respiración se volvió más pesada, le había vencido el sueño. Me tumbé despacio a su lado, le tapé bien y me acurruqué a su lado.