Lujuria Roja (3: Lección aprendida)
"...Con un ligero movimiento de la mano, apenas perceptible, el director metió la punta del dedo corazón en el interior del rosado agujerito del muchacho, provocándole un sonoro gemido de inconfundible placer, que hizo que el director comenzase a suspirar quedamente..." Capítulo 3
Siento muchisimo la enorme tardanza de este relato pero he sufrido uno de los peores problemas de todo escritor, el bloqueo mental. Esa es la razón por la cual este no es precísamente mi relato más inspirado. De todas maneras espero que os guste.
Había pasado poco más de una semana desde los acontecimientos del vestuario y un nuevo clima se respiraba en todo el instituto. Una extraña ola de calor llevaba azotando el lugar desde hacia un par de días y el aire acondicionado no parecía hacer otra cosa que agravarla hasta convertir todo el edificio en una sauna sofocante.
Todos los estudiantes y el claustro de profesores sufrían las consecuencias… todos, salvo el subdirector y el equipo de judo que parecían extrañamente inmunes al calor y a sus aplastantes efectos.
Carlos Puente, el recientemente nombrado director del colegio, se dirigía a una de las clases para cubrir la baja de última hora de uno de los profesores. Carlos era un joven de veintiocho años que había llegado al puesto de director ligeramente de rebote cuando su padre, el anterior director y propietario del colegio, falleció año y medio atrás. El muchacho era rubio de pelo corto y de ojos azules, con una ligera perilla y también una ligera tripa propia del comienzo de una vida sedentaria, pues las tareas de director no le habían dejado demasiado tiempo para cuidarse. A pesar de todo, Carlos era un hombre bastante atractivo y simpático, siempre dispuesto a ayudar a los alumnos que se lo pidiesen.
-Buenos días muchachos –dijo entrando apresuradamente en la clase y dirigiéndose directamente a su mesa.
-Buenos días señor director –respondieron todos a coro levantándose momentáneamente de sus respectivos asientos, para volver a sentarse instantes después.
-El profesor Merino… -comenzó a decir Carlos justo antes de dejar su frase a medias y quedarse mirando a sus alumnos. Todos ellos iban vestidos con ropa de calle, la gran mayoría con pantalón corto-. ¿Y vuestros uniformes?
-El subdirector ha dicho que podemos vestir como queramos hasta que pase la ola de calor –respondió uno de los alumnos de la primera fila.
¿En serio? Tendré que hablar con Pedro después sobre dar permisos sin consultarme . Últimamente esta muy raro , pensó el director mientras se sentaba en la silla.
-Bueno, como decía, el profesor Merino esta enfermo por lo que yo daré la clase. ¿Por donde ibais?
-Principio del capitulo 6 –dijo de uno de los alumnos de la primera fila.
Carlos abrió el libro por el capitulo seis y contempló la primera página.
-De acuerdo, capitulo 6. Mitología –dijo en voz alta pensando qué mitología podía enseñarles entre las innumerables del mundo entero-. La mitología es un conjunto de mitos relativamente cohesionados: relatos que forman parte de una determinada religión o cultura -dijo, leyendo en voz alta la primera frase del capitulo- ¿Qué tipo de mitologías conocéis?
Muchos alumnos se apresuraron a mencionar la griega, la romana, la egipcia, la nórdica, etc.
-De acuerdo, ¿a alguien se le ocurre alguna pregunta sobre alguna mitología que no conozca para que hablemos de ella?
-A mi me gustaría saber cosas de los dragones –dijo Marcos, sentado en la tercera fila con un aire totalmente despreocupado.
-Los dragones, son criaturas típicas de muchas mitologías en mayor o menor medida, no todas las culturas los pintan de la misma manera ni con las mismas cualidades –respondió el joven director, levemente sorprendido.
-¿Y cual es el origen? –preguntó Marcos con curiosidad, mientras lanzaba un rápido vistazo al aire acondicionado.
-Bueno, actualmente la opinión más general es que la creencia en los dragones deriva del descubrimiento de fósiles de dinosaurios hace siglos. Al no poder explicar su procedencia, los habitantes de la época inventaron a los dragones.
-¿Y qué aspecto tenían? –preguntó el muchacho mientras se bajaba la cremallera de la chaqueta lentamente y volvía a lanzar otro furtivo vistazo al aire acondicionado.
¿Me está vacilando?... Creía que todo el mundo sabía como era un dragón, pensó Carlos sin dejar de mirar al muchacho.
-Como he dicho, la versión cambia dependiendo de la zona del planeta. Los más conocidos son los europeos de la edad media, y esos tenían por lo general apariencia de un gran lagarto o cocodrilo, de más de diez metros, con alas, aliento de fuego, cuernos…
-¿Y una enorme polla? –espetó Marcos de golpe, haciendo que todos sus compañeros se echasen a reír.
Vale, ahora sí que me está vacilando , pensó el joven director negando con la cabeza.
-Muy gracioso Marcos… -murmuró el director, sabiendo de antemano la identidad del alumno, pues el equipo de judo del colegio y sus miembros eran bastante conocidos a nivel competitivo.
-Solo digo que si median diez metros debían tener una tranca gigantesca –insistió Marcos, haciendo que sus compañeros volviesen a partirse de risa.
-Marcos. Suficiente –le advirtió el director con una severa mirada.
-Lo siento, señor director –respondió el muchacho con una sonrisa mientras terminaba de bajar la cremallera y dejaba abierta su chaqueta sin llegar a quitársela.
¿No lleva camiseta? , pensó el director tras echar un rápido vistazo al desnudo torso del joven bajo la chaqueta. Quizá debería decirle algo… nah, se lo dejaré pasar por esta vez, hace demasiado calor, se dijo apartando la mirada del cuerpo del muchacho. Que músculos tiene, debe ser el judo… , dijo de pronto una segunda y tenue voz en la mente del director, idéntica a la voz normal de su mente pero extrañamente más profunda, que hizo que se volviese a girar y lanzase otro rápido vistazo al atlético pecho del muchacho antes de continuar con la lección.
A los pocos minutos, mientras **** continuaba con la mitología, Marcos se quitó totalmente la chaqueta colocándola en el respaldo del asiento, y dejando al descubierto su fuerte y desnudo torso.
-Marcos, esto no es el gimnasio, vuelve a ponerte la chaqueta –dijo el director de manera reprobatoria interrumpiendo la clase.
-Oh vamos señor director, hace mucho calor y estoy sudando a chorros –respondió Marcos de manera ligeramente sensual mientras pasaba una de sus manos por su brillante pecho.
La mirada del director se quedó clavada en el cuerpo del joven durante unos segundos, como si una fuerza le obligase a recrearse en el duro y musculoso torso del muchacho. Tras aquel breve lapso, * parpadeó un par de veces y volvió a dirigir su vista a los ojos del joven para reprenderle.
--Marcos, ponte la chaqueta, no puedes estar así en clase –dijo recuperando su tono autoritario.
-Lo siento señor director pero no puedo, estoy ardiendo –dijo Marcos mientras bajaba lentamente su mano hasta acariciarse sutilmente la polla, para luego volver a subirla de nuevo rápidamente a su pecho.
La mirada de Carlos se fue instintivamente al miembro del muchacho. ¿ Acaba de…? No, es imposible, habrá sido mi imaginación , pensó el director mientras apartaba los ojos del miembro de Marcos. Me estaba provocando… creó que la tiene dura, dijo de pronto aquella segunda y extraña voz en el fondo de su mente, obligándole a mirar la abultada entrepierna del muchacho de nuevo e incitándole a adivinar si estaba o no empalmado.
-Marcos, no te lo repito más veces –dijo el director al cabo de unos segundos, dirigiendo la mirada de nuevo a los ojos del muchacho y recuperando la compostura.
La única respuesta de Marcos fue negar con la cabeza al tiempo que una débil sonrisa se dibujaba en su cara.
-Como quieras, estas castigado –sentenció Carlos de maneja tajante.
-Vaya… ¿tengo que quedarme después de clase? –preguntó el muchacho con una voz muy suave sin dejar de perder su sonrisa.
Por alguna extraña razón aquella pregunta hizo que la imaginación del joven director se disparase como un resorte, y durante un breve instante menor a un segundo, el director se imaginó a solas con aquel semidesnudo muchacho y su dura verga, follando salvajemente en múltiples posturas por toda la habitación gritando de placer. Las imágenes aunque breves, habían sido tan detalladas que obligaron a * a sacudir la cabeza para borrarlas de su mente.
-No, no… ponte al otro lado de la pizarra, de cara a la pared y no te muevas –respondió Carlos, recobrando una vez más la compostura.
¿Qué me está pasando? ¿Me estoy volviendo loco? , pensó mientras Marcos se levantaba de su asiento y se dirigió lentamente hacia la pared. Hay que reconocer que el muchacho está tremendo… y también tiene un buen culo, dijo la otra voz, haciendo que la mirada del director se desviase por un instante al duro trasero de Marcos, que se movía sensualmente a cada paso que daba.
¿Desde cuando tengo estos pensamientos? No lo entiendo… pensó el joven director justo antes de retomar las clases.
Tras aquel incidente, sin demasiada importancia, todo continuó con absoluta normalidad durante diez minutos, hasta que una nueva interrupción volvió a detener la lección.
¡Vaya! –exclamó en voz alta Marcos con fingida sorpresa, atrayendo la atención de toda la clase.
Al girar su cabeza, Carlos hubiera esperado ver cualquier cosa salvo la que tenía justo en frente. Los pantalones de Marcos se había deslizado por sus piernas como si fuesen demasiado anchos y el perfecto, redondo, prieto y musculoso culo del muchacho estaba totalmente expuesto a plena vista al no llevar ningún tipo de ropa interior.
-¿Qué demonios estás haciendo? –preguntó el joven director sin poder creerse lo que sucedía
-Yo no he hecho nada, señor director, se me han caído sin más –respondió el muchacho sin el menos atisbo de vergüenza ni de intentar volver a subírselos.
La mirada de Carlos se dirigió entonces al resto de la clase dándose cuenta de pronto de que ninguno de los compañeros de Marcos había soltado siquiera una ligera risa ante aquello. Toda la situación era simplemente demasiado rara y se volvió aún más extraña cuando el director se dio cuenta de que, al igual que él, ninguno de los compañeros de Marcos perdía detalle de cada mínimo fragmento del trasero del muchacho.
-¡Súbete los pantalones! –ordenó el joven director al tiempo que se preguntaba si todo aquello era algún tipo de broma que tenían todos ensayada.
-Lo siento, señor director, pero… me ha ordenado que no me mueva y eso hago –contestó el muchacho con una absoluta resolución.
-¡Ahora te ordeno que te subas los pantalones! –repitió el Carlos, sin poder apartar la vista del carnoso trasero del muchacho.
-Lo siento, pero no puedo –respondió de nuevo el muchacho con una amplia sonrisa, invisible para el resto de la clase.
Debería ir yo a subírselos Y que se acabe esta tontería…- pensó el joven director y decidió hacerlo instantes después.
Al acercarse al muchacho y agacharse para coger la parte superior del pantalón y tirar de ella hacia arriba, la cara del director quedó directamente sobre las nalgas de Marcos sin remedio. Un extraño olor dulzón y un calor exagerado emanaban del perfecto culo del muchacho, e inconscientemente el joven director demoró la subida de pantalones unos segundos más de los necesario, mientras inhalaba profundamente la extraña fragancia que desprendía el muchacho.
Cuando los pantalones de Marcos estuvieron subidos y bien atados, el director se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a su mesa sin pronunciar palabra alguna para continuar de nuevo con la clase. Pero antes de que hubiese pasado un minuto, los pantalones de Marcos “extrañamente” volvieron a caerse hasta sus rodillas.
-Señor director… -dijo Marcos quedamente.
-¡Súbetelos tú! –respondió Carlos, antes de que el muchacho pronunciase más palabras. Que una vez ocurriese algo como aquello era extraño pero podía suceder… pero dos veces seguidas sólo podía significar que el muchacho le estaba tomando el pelo…
-No puedo moverme, ya lo sabe –respondió el adolescente de nuevo con otra sonrisa, invisible para todos los presentes.
¿Seguro que quiero que se los suba? Quizá dejárselos así sea un buen castigo…, dijo de pronto la extraña voz, con más fuerza que en anteriores ocasiones, en la mente del director, y este se dio cuenta de que en efecto quizá fuese un buen castigo para el muchacho.
-Cómo quieras, si quieres estar con el culo al aire el resto de la clase allá tú –respondió el directo con un tono autoritario y enfadado, justo antes de ignorar al muchacho y continuar con sus clases.
Sin embargo, continuar con las clases no era una tarea sencilla cuando los alumnos no paraban de distraerse lanzar miradas furtivas al delicioso culo de Marcos. Realmente no puedo culparles… dan ganas de lamerlo como un helado…, dijo la extraña voz con aún más fuerza que antes, haciendo que el director también escudriñase el trasero del muchacho a escondidas de tanto en cuanto. Alguna de las veces, incluso hubiera podido jurar que era capaz de ver el rosado ano del joven palpitando de deseo y desprendiendo aquella dulce fragancia embriagadora. ¿En que demonios estoy pensando? Algo no va bien… gritó la habitual conciencia del joven director en su cabeza, pero por mucho énfasis que pusiese en la urgencia de sus palabras el volumen de estas parecía irse apagando lentamente.
Tras otro cuarto de hora, en el que la clase de mitología había avanzando más bien poco, una nueva interrupción de Marcos captó la atención de todos.
-Ufff.. cómo pica… -dijo el muchacho mientras retorcía ligeramente su cuerpo.
-¿Qué pasa ahora Marcos? –preguntó el joven director, girándose para mirar al muchacho y echando de paso otro furtivo vistazo a su perfecto trasero.
-Me pica una parte del cuerpo, señor director, pero no me puedo rascar –explicó el muchacho sin dejar de retorcerse.
-Te doy permiso para que te rasques –dijo Carlos, intuyendo de antemano cual sería la siguiente respuesta del muchacho.
-No puedo… no puedo moverme –respondió el muchacho quedamente sin dejar de retorcer si cuerpo y agitar al mismo tiempo su prieto culo.
-A ver… enséñame donde te pica –respondió el joven director sin creerse que tuviera que llegar a esos extremos por un alumno. Pero si había tenido que subirle los pantalones antes, ya daba igual cruzar otra barrera.
El muchacho se giró de golpe y bajando su mano derecha se señaló la polla con total descaro. Su miembro, que se encontraba duro como una piedra, palpitaba de excitación a cada instante.
-Me pica mucho –respondió Marcos con una lasciva sonrisa de oreja a oreja.
Esto es el colmo ¿cómo demonios se atreve a hacerme eso?, pensó Carlos sin poder apartar un solo instante sus ojos del tremendo miembro del muchacho. Pedazo de pollón que calza el muchacho, quizá si que debería rascársela… aunque solo sea para tocarla…- añadió la extraña voz, que parecía haber igualado en volumen e intensidad a la conciencia normal del director- Pero, ¿qué demonios estoy pensando? Se me está yendo la cabeza…Aunque como para no perder la cabeza con semejante tranca a mi alcance…Me estoy volviendo loco…loco de ganas de chupársela…Esto no tiene sentido, tengo que centrarme, tengo que pensar en otra cosa que no seasu enorme y deliciosa polla y su precioso culo…
- Yo… no puedo tolerar esto más Marcos –dijo lentamente Carlos, sintiendo que a su cabeza le costaba trabajo pensar con dos voces hablando al mismo tiempo, con el mismo volumen pero con ideas tan separadas.
Tengo que pensar que hacercon ese prieto y duro culito.No… tengo que pensar como puedo castigaresas musculosas y preciosas nalgas…Quizá debería darle unosduros y fuertesazotes. De pronto, ambas mentes se pusieron de acuerdo en aquella última palabra y el director concluyó que era la solución. No era la practica más ortodoxa del mundo, de hecho hacía tiempo que no se impartía ese castigo… pero no parecía una mala idea en aquel momento.
-Ven aquí, ponte contra la mesa –ordenó el joven director mientras se acercaba a la pizarra y cogía un pequeño palo de madera que solía usarse para señalar.
Contrariamente a lo esperado, esta vez Marcos obedeció sin rechistar y se inclinó sobre la mesa del profesor, mostrando aún más ampliamente su perfecto y rosado culo. El director tomo su silla, la acercó y se sentó a un costado del muchacho para tener mejor ángulo desde el que azotar.
Primero de manera suave, sin querer hacer demasiado daño al muchacho, el director golpeó las nalgas de este lenta pero firmemente, a lo que el muchacho respondió con unos extraños gemidos… que más parecían de placer que de dolor.
¿Le está gustando? Quizá debería darle más fuerte…Sí, más fuerte.– recalcó la segunda voz adquiriendo poco a poco cada vez más volumen que la primera, que parecía apagarse lentamente cada segundo que pasaba y a cada golpe que el director daba en las nalgas del adolescente.
Conforme aumentaba la intensidad de los golpes, los gemidos de Marcos se hacían más y más audibles… pero no dejaban de parecer quejidos de placer.
Quizá debería dejar el palo y azotarle directamente con la mano… podría regular mejor los golpes– dijo con fuerza la extraña voz en la mente del joven director, pero este se dio cuenta de pronto de que aquella voz había dejado de pronto de parecer extraña y se antojaba tremendamente lógica. De hecho, su antigua voz era la que ahora empezaba a parecer más extraña e ilógica de las dos, pero por suerte para este se apagaba más y más a cada segundo que pasaba….
Dejando a un lado el palo, desechándolo por completo, el joven director empezó a golpear firmemente el prieto trasero del muchacho, sintiendo la suave carne temblar con cada impacto.
Cada vez que mano de Carlos golpeaba el duro culo del adolescente este soltaba un sonoro gemido que parecía instarle a continuar. Con las yemas de los dedos el director era capaz de notar el calor que desprendía el agujerito del muchacho, como si un ansia estuviera quemándole por dentro.
Debería incrustarle la polla hasta el fondo, joder como gime, me lo está suplicando, dijo la nueva voz en su mente cada vez con mayor intensidad, mientras la habitual voz interna del docente, llena de absurdas restricciones y normas, iba menguando hasta ser casi inapreciable.
A cada nuevo golpe de su mano, el movimiento de esta iba volviéndose más sensual. Los azotes de castigo se estaban transformando lentamente en otra cosa; los golpes se volvían más lentos y pausados, a la vez que la mano del director se quedaba cada vez más tiempo apoyada en las nalgas del muchacho notando el contacto de la suave carne. Ese culito tiene que estar tan apretado que si se la meto no me dejará volver a sacarla, continuó susurrando suavemente la nueva voz interior en su oreja mientras su mano se detenía en el culo del muchacho y dejaba de golpearlo momentáneamente. Con un ligero movimiento de la mano, apenas perceptible, el director metió la punta del dedo corazón en el interior del rosado agujerito del muchacho, provocándole un sonoro gemido de inconfundible placer, que hizo que el director comenzase a suspirar quedamente.
Fóllatelo, esta pidiendo polla a gritos, clávasela de un golpe y que ese sea su castigo, insistió la voz aumentando cada vez más de volumen hasta convertirse finalmente en la única voz dominante en la mente del director.
-¡Se acabó! –exclamó el hombre retirando su mano del culo del muchacho y poniéndose en pie justo detrás de él- Ahora te voy a enseñar a no desobedecer –le dijo al muchacho con una nueva y lasciva voz idéntica a la ahora reinante en su mente, mientras se bajaba la cremallera del pantalón y sacaba su gorda y dura verga que parecía estar a punto de explotar.
Sin necesidad de lubricación alguna, como si el propio culo del muchacho hubiese anticipado ese momento y se hubiese preparado, el director ensartó al muchacho con toda la extensión de su larga polla haciéndole gemir más fuertemente.
El resto de los alumnos, estupefactos y tan cachondos como el propio director, no dijeron absolutamente nada, pues sus mentes solamente podían pensar en lo duras que tenían sus propias vergas y en lo mucho que deseaban descargarlas. Algunos de los alumnos, los más enardecidos por la lujuria roja que se respiraba en el ambiente, se las habían sacado directamente del pantalón y se masturbaban lentamente ante la visión que tenían delante, como si de una película porno se tratara.
-Esto es lo que querías, ¿verdad? Este castigo es el que estabas buscando, ¿eh?–preguntó el director en voz alta mientras comenzaba a meter y sacar lentamente su gorda tranca, volviendo loco al muchacho de puro placer.
-Aaahhhh, si, director, castígueme mas fuerte aaaahhh –murmuró el muchacho, girándose para mirar al director a los ojos y morderse sensualmente los labios.
.--¿Más fuerte? Te voy a dar tan fuerte que te meteré hasta los huevos –dijo Carlos mientras aceleraba sus acometidas haciendo chocar sonoramente sus cojones contra las nalgas del muchacho.
Ufff, me encanta ese ruido, ¡Voy a azotarle mientras me lo follo!, pensó el director con su nueva voz mental. Agarrando al muchacho solo con una mano y sin dejar de penetrarlo un instante, el joven director empezó a golpear lenta, seca y fuertemente el culo del muchacho haciéndole gemir aún más de placer.
Mientras aquello sucedía, Marcos giró su cabeza para mirar al resto de sus compañeros, mientras continuaba gimiendo sonoramente como una bestia en celo. Sin necesidad de pronunciar palabra alguna, sus simples sonidos de placer invitaban silenciosamente a sus compañeros a unirse a la fiesta, pero ninguno de ellos estaba preparado todavía. Ahora la gran mayoría de alumnos se masturbaba abiertamente, mientras otros habían pasado ya a masturbar e incluso chupársela a los estudiantes más cercanos, sin perder un solo detalle del espectáculo principal.
Después de casi diez minutos de salvaje follada. Tanto la mente como el cuerpo del director estaban a punto de estallar. Nunca hubiese imaginado que el suave y prieto culito de un estudiante pudiese darle tanto placer, pero sin duda esta no seria la última vez que iba a disfrutar de su dulce y tersa textura. No le importaba nada ni lo que dijesen otras personas, o incluso si lo que estaba haciendo podía llevarle a la cárcel, lo único que pasaba por su mente en ese momento era correrse en el interior de Marcos e inundar totalmente su suave agujerito de litros y litros de leche hasta dejar al muchacho extasiado de placer.
Con un fuerte y firme movimiento de su brazo, Carlos hizo que el muchacho volviese a ponerse en pie sin dejar de fallárselo. Y aprovechó esa nueva postura para acariciar el enorme rabo del joven y empezar a masturbarlo, mientras lamía suavemente su cuello y oreja y susurraba en su oído.
--¿Te gusta mi polla eh? Llevo queriendo follarte desde que se te cayeron los pantalones.
-Más bien desde que los dejé caer –admitió el muchacho con una sonrisa- Y yo llevo queriendo que me folle desde que entró en clase señor director. Necesitaba sentir su gorda polla dentro de mi –susurró Marcos en respuesta dejándose hacer totalmente, y provocando que la lujuria del joven director aumentase mil veces.
-Voy a correrme, muchacho – anunció el hombre sin dejar de acariciar cada centímetro del cuerpo del adolescente con pasión.
-Córrase, señor directo, quiero sentirlo dentro de mi –respondió el joven sabiendo que en cuanto el director alcanzase el orgasmo la transformación estaría completa.
Sin poder ni querer demorar más el momento. El joven director inundó el interior del muchacho con un profundo gemido de gozo, mientras sus ojos cambiaban de color y se tornaban tan rojos como un par de rubíes.
Sin perder ni un solo segundo, y sabiendo instantáneamente cual era su misión tras la transformación, como si una fuente de conocimiento oculto hubiese despertado en su mente. El director sacó su verga del interior del muchacho y se dirigió al resto de alumnos, que para entonces ya habían perdido cualquier posible pudor y se habían convertido casi totalmente en esclavos de la lujuria roja.
-Muchachos, quiero que os pongáis en fila y que todos y cada uno de vosotros… os folleis a Marcos antes de que acabe la clase –dijo Carlos, antes de agarrarse la polla, que no había dejado de estar más dura que una piedra, y añadir – O si lo preferís, podéis elegir la segunda opción, esos son vuestros deberes para hoy. –terminó justo antes de sonreír y esperar la decisión de los muchachos, que por supuesto, para aquel entonces, ni se planteaban la posibilidad de intentar “huir”.
Antes de que la clase hubiese terminado veinte minutos después, el aula se había convertido ya en una orgía descontrolada… y antes de que todas las clases del día hubiesen terminado a las seis de la tarde… todo el colegio católico de “Los tres ángeles custodios” se había transformado, irónicamente, en un templo del sexo más salvaje y pecaminoso.