Lujuria Roja (2: Bruma Roja)

"...La mente del muchacho seguía esforzándose por concentrarse en algo que no fuese el cuerpo de Pedro y su dura y larga verga, pero resultaba más y más difícil a cada segundo que pasaba, y a cada bocanada de aire que tomaba..." Capitulo 2

NOTA:

Siento la enorme tardanza de este relato, pero he empezado a estudiar un curso y es lo que tiene, que no te deja tiempo para otras cosas. Siento deciros que los relatos serán igual de los lentos los próximos meses (hasta quizá Julio más o menos sólo escribiré un relato cada 2 meses o asi), pero NO VOY A DEJAR DE ESCRIBIR (digo esto porque tras mi parón de cinco años desde mi primer y mi segundo relato seguro que alguien lo había pensado). Una última cosa, he decidido subir las imagenes a Tumblr, que creo que me causará menos problemas que ImagesHack... bueno, eso es todo, que lo disfruteis :) .


Eran las seis de la tarde del lunes cuando las puertas de los vestuarios se abrieron y los jóvenes comenzaron a entrar sin ninguna prisa, para cambiarse de ropa e ir al dojo.

Las clases normales del colegio habían terminado y comenzaban las diversas actividades extraescolares, siendo el Judo una de ellas.

Siempre que había impartido esas clases Pedro llegaba el primero para recibir a los alumnos directamente en el tatami, pero las cosas serían muy distintas esa vez.

Pedro: http://24.media.tumblr.com/64eac8bb2a67b09b2781b140e52b1288/tumblr_mirrblfaGa1req6deo9_1280.jpg

En aquella ocasión Pedro llegó bastante más tarde de lo habitual y dejó que fuesen los alumnos quienes llegasen al tatami primero. Se aseguró de que ya no quedase nadie en el vestuario cuando entró y, raudamente comenzó a poner en marcha el plan.

Todo cambió en el instante en que Damián, David y Jaime le hicieron ver la luz. En el instante en que sostuvieron su cabeza bajo aquel chorro de dulce y delicioso néctar (que mucho después los cuatro convendrían en llamar “Lujuria Roja”) haciendo que entrase en su cuerpo, las cosas ya no volvieron a ser las mismas. Ahora, mirándolo con cierta retrospectiva, le resultaba hasta graciosa la manera en que se había resistido al principio y como su mente luchaba estúpidamente contra algo que su cuerpo ya empezaba a aceptar con toda naturalidad. El calor y el picor de su cuerpo, efectos secundarios de esa vana lucha, fueron calmados por sus hermanos, quienes no dudaron en darle placer de todas las maneras posibles para que su mente dejase de combatir. A medida que su voluntad se rendía ante una verdad mucho más profunda y poderosa que nada que hubiese conocido, también su cuerpo se rendía al enorme placer provocado por las pollas de sus nuevos hermanos, entrando de manera salvaje por ambos extremos de su cuerpo. El sabor de la dura carne de David en su boca, la sensación de plenitud provocada por la polla de Damián en su culo y el tacto de la hambrienta boca de Jaime en su verga hicieron que la balanza, ya de por si inclinada, se decantase totalmente a favor del rojo elixir. Finalmente, tras un orgasmo tan profundo que pareció vaciarle no solo de semen sino también de todas sus estúpidas auto–restricciones y tabúes, la lucha terminó y todo su mundo cambió para siempre Sus nuevos ojos escarlata eran capaces de ver la verdad en si misma, y al ser consciente de ella, también fue consciente de que otros debían conocerla. Todos debían experimentar la verdad en su interior…. y para ello habían preparado aquel plan.

La primera fase consistía en deshacerse de los móviles de los alumnos, por lo que se dirigió a cada una de las taquillas. Registró levemente el interior, pues no hacia falsa buscar demasiado para encontrar la mayoría de los aparatos (No pudo encontrar el de uno de los alumnos, pero pensó que lo más probable era que simplemente no lo hubiese llevado al vestuario), y los fue metiendo uno a uno en una gran bolsa negra. Cuando acabó, dejó la bolsa fuera del vestuario, junto a la salida, volvió a entrar de nuevo y cerró la puerta con llave.

Sus hermanos y él habían estado tramando todo aquello desde ese viernes. Con todo el fin de semana por delante, procuraron buscar la mejor forma de ayudar a los muchachos a ver la luz, y gracias al aparato que instalaron para sustituir la ducha central, todo sería tremendamente fácil llegado el momento.

Mientras se dirigía a las duchas para encenderlo, no pudo evitar pensar en lo que ocurriría dentro de poco en aquel lugar. Los muchachos se resistirían al principio, igual que él hizo en su momento, pero si todo salía bien, al cabo de un rato terminarían suplicando ser penetrados, y lo mejor de todo es que no tendría que mover un solo músculo para conseguirlo.

Pedro nunca jamás hubiese imaginado a sus alumnos de aquella manera, pero las cosas eran muy distintas ahora que la Lujuria Roja le había liberado. Damián les explicó que la Lujuria Roja tenía el poder de eliminar cualquier rastro de pudor o vergüenza y hacer que la verdadera naturaleza de la persona saliese a la luz… y ahora lo único que Pedro quería, con su verdadera naturaleza a flor de piel, era follarse a todos y cada uno de sus alumnos de manera tan salvaje que no pudiesen sentarse en una semana y aun así le pidiesen más. Casi todos sus alumnos rondaban los diecisiete y dieciocho años, por lo que todos ellos tenían ya más cuerpo de hombre que de niño, y eso, sumado al duro y continuo esfuerzo físico les convertía en unos deliciosos bombones difíciles de ignorar. El simple hecho de imaginarse los cuerpos desnudos y rendidos de sus seis alumnos, ofreciéndole sus virginales culitos de manera implorante hacia que su gorda y larga polla de ébano empezase a babear manchando levemente su kimono…

…pero todo a su tiempo. Pedro se concentró en su tarea y continuó con su plan. Se dirigió a las duchas sin perder demasiado tiempo y abrió al máximo una válvula del nuevo aparato que sustituía a la ducha central. Lo único que restaba ahora era esperar a que todo siguiese su curso, por lo que sin más dilación se dirigió al dojo, donde todos sus alumnos le esperaban ajenos a lo que estaba por venir.


La clase estaba siendo más larga de lo normal y Christian, uno de los alumnos más aventajados, podía notarlo igual que sus compañeros.

Toda aquella clase había sido extraña desde el principio, y no solo porque fuese la primera vez que Pedro, su sensei, llegaba tarde. Durante toda la clase les había mandado hacer ejercicios básicos, sin ningún tipo de dificultad, como si no quisiese que se cansasen, y además Christian había notado que el sensei estaba particularmente distraído. Se les quedaba mirando durante largo rato cada vez que hacían determinados estiramientos, y aunque eso fuese normal en los ejercicios, para poder apreciar cualquier posible fallo, era bastante más inusual en los calentamientos.

Christian no quiso darle demasiada importancia y supuso que el motivo debía ser que era lunes. Era incluso posible que el sensei se encontrase de resaca, pero la verdad es que eso también hubiese sido muy extraño. Christian admiraba enormemente a su maestro, hasta el punto de que quería llegar a ser como él algún día, y si era posible tener un físico parecido al suyo… y el hecho de pensar que había sido lo suficientemente irresponsable como para ir al trabajo de resaca hacia que sintiese una cierta complicidad fruto de la conducta habitualmente irresponsable del muchacho.

Sin darle más vueltas a la cabeza, Christian continuó con los ejercicios hasta que de pronto Pedro se dirigió hacia el vestuario y antes de desaparecer dijo:

–Cinco minutos más y podéis iros. –Tras lo cual desapareció por la puerta.

A pesar de haber dicho “cinco minutos más” todos pararon al instante, y Christian comprobó que no era el único que encontraba extraño ese comportamiento.

–¿Desde cuando se va antes que nosotros? –preguntó Joan ligeramente extrañado, al tiempo que todos se acercaban para hablar.

Joan era un chico bajo, rubio, extremadamente blanco, barbilampiño, y era un chico que no terminaba de encajar en aquel grupo. Al contrario que todos los demás, que habían decidido practicar Judo por cuenta propia, a Joan le había obligado su padre, un importante empresario de la ciudad, para intentar que bajara de peso. Realmente Joan no llegó a estar tan gordo, solo tuvo la típica barriga por comer demasiada comida rápida y paquetes de patatas fritas, pero el hecho de haberse iniciado en el judo por obligación se notaba enormemente en su rendimiento, convirtiéndole en el peor judoka del equipo. Ahora, tras casi dos años de duro entrenamiento su tripa era historia, pero su mente seguía llena de complejos, lo que, junto con su tímida actitud y su cara angelical al ser el más joven del grupo con sólo quince años, le dificultaba mucho el simple hecho de hacer amigos.

Joan: http://24.media.tumblr.com/71cdceac114c9dcacc21655cd28c1143/tumblr_mirrblfaGa1req6deo1_500.jpg

–Debe tener un mal día, por eso querrá irse pronto –dijo Malik quitándole toda importancia.

Malik era un muchacho árabe de tez morena y cuerpo fibroso. Su padre, al menos según decían los rumores, era un importante jeque del petróleo, y por ese motivo podía permitirse ir a un instituto de semejante nivel. Aunque nadie sabía realmente si aquella historia era cierta, pues el muchacho nunca hablaba de su familia. La gran pregunta que se hacían realmente sobre el era que estaría haciendo un joven musulmán en un colegio católico.

Malik: http://24.media.tumblr.com/1c4166975480d28b0c9ef57bb8ee539b/tumblr_mirrblfaGa1req6deo2_1280.jpg

Malik (por detras): http://24.media.tumblr.com/d9e086f892e1918975348cf4cf41a406/tumblr_mirrblfaGa1req6deo3_400.jpg

–Me parece extraño –insistió Joan.

–A ti hasta tu polla te parece extraña –bromeó Marcos golpeándole levemente el hombro.

Marcos era el más macho, alto, fuerte y musculoso de todos los alumnos, y para rematarlo todo además era el mejor judoka de toda la clase. Todo aquello, sumado a su personalidad chulesca y actitud ligeramente agresiva, le convertía en el perfecto matón del instituto, pero por suerte para los demás, nunca se metía con ningún miembro del equipo, a quienes debía considerar algo así como sus iguales.

Marcos: http://24.media.tumblr.com/ab1bd21f8374ce543d0a02f32b267899/tumblr_mirrblfaGa1req6deo4_500.jpg

Marcos (por detras): http://24.media.tumblr.com/cbcb13d65a86b671f8581b2168540cda/tumblr_mirrblfaGa1req6deo5_500.jpg

–Pero es la primera vez que se va tan pronto –insistió Joan, ignorando el golpe de Marcos.

–Siempre hay una primera vez –dijo Lucas encogiéndose de hombros.

Lucas era un atractivo muchacho trigueño, de ojos pardos, y cuerpo de nadador. Era un alumno de intercambio de Rio de Janeiro que solamente llevaba un par de meses en la ciudad, pero que había sido aceptado en el equipo debido a que también practicaba judo en Brasil. No hablaba demasiado el idioma todavía, por lo que solamente soltaba un par de palabras o frases de vez en cuando, pero era lo suficientemente amigable para caer bien a todo el mundo a su paso.

Lucas: http://25.media.tumblr.com/0d73b76eb2fb7f848b89606111f34a67/tumblr_mirrblfaGa1req6deo6_1280.jpg

–¿Vamos a acabar los ejercicios o pasamos? –preguntó Coinneach, mientras observaba la puerta vigilando que no volviese el sensei.

Coinneach, era un joven moreno y bajo pero bastante fuerte y tremendamente peludo, y para su desgracia era totalmente distinto a los demás. Al contrario que sus compañeros y que todos los demás alumnos del instituto en general, el no venía de una familia rica (su padre y su madre, ambos inmigrantes irlandeses, eran un bombero y una secretaria acostumbrados a ganarse el pan con el sudor de su frente). Estaba estudiando en aquel colegio debido a una beca extraordinaria que consiguió gracias a su gran inteligencia, sin embargo, debido a eso y a la falta de dinero nunca había llegado a hacer ningún verdadero amigo, y eso le convertía, a pesar de su físico, en blanco fácil para todos los matones del instituto,  razón por la cual decidió empezar a practicar Judo como medida de defensa. Después de mucho tiempo, había conseguido finalmente que los matones le ignorasen, pero su personalidad de empollón, su origen y su extraño nombre hacían que nunca terminara de encajar del todo, razón por la cual todos le apodaban simplemente “Soso”, nombre que con el tiempo había comenzado a aceptar con hastiada resignación.

Soso: http://25.media.tumblr.com/8f5e32cadd9bfe51eb706c9976c359ac/tumblr_mirrblfaGa1req6deo7_1280.jpg

–Yo prefiero pasar… total para la mierda que hemos hecho hoy –respondió Christian cruzándose de brazos.

Finalmente quedaba Christian, que era un adolescente alto, moreno y fibroso. Tenía las orejas ligeramente puntiagudas y se había dejado una poblada y picuda barba a pesar de su corta edad, que le hacían parecer muchísimo más mayor y le daban un ligero aspecto pícaro que hacia juego con su traviesa personalidad. El muchacho era, irónicamente y a pesar de su nombre, una de las ovejas negras del instituto. El típico muchacho que pasaba olímpicamente de todo, se metía en líos siempre que podía, le caían castigos cada dos por tres… y a pesar de todo sacaba unas notas lo bastante buenas como para no poder ser expulsado del lugar. El típico listillo que en vez de usar su gran inteligencia para el bien, prefería emplearla en fastidiar a todos los profesores. Sus padres le habían obligado igual que a Josu a tomar lecciones de Judo, pero en el caso concreto de Christian el motivo era la inherente disciplina que solía acompañar a todas las artes marciales. Contrariamente a lo que cualquiera hubiese supuesto el muchacho tenía cierto talento natural para ese tipo de deporte, y no tardó en convertirse en el favorito del sensei a pesar de su endiablada actitud.

Christian: http://24.media.tumblr.com/13b9b4207c38c0cffed8469402e2dd17/tumblr_mirrblfaGa1req6deo8_400.jpg

–Pues esperamos un rato y vamos a las duchas –dijo Marcos cruzándose de brazos con una amplia sonrisa en los labios.

Tras aproximadamente tres minutos, los muchachos se cansaron de esperar y se dirigieron a los vestuarios confiando en que su sensei no notase la diferencia de tiempo. Pero cuando abrieron la puerta de los vestuarios, una ola de calor les golpeó sin previo aviso.

Una extraña, densa y húmeda niebla roja cubría todo el vestuario de extremo a extremo, siendo aún más densa y profunda en la zona de las duchas. Desprendía un olor extremadamente dulzón como el barniz, y su calor solamente conseguía penetrar aún más en las fosas nasales. La temperatura debía rondar los cincuenta o sesenta grados con facilidad, y aquello junto con el esfuerzo físico del judo hizo que todos empezasen a sudar casi inmediatamente.

–¿Qué coño es esto? –preguntó Marcos en voz alta sin salir de su asombro.

–Os dije que había algo raro –advirtió Joan sin querer entrar en el vestuario.

–¿Se estará quemando algo? –preguntó Soso sin salir de su asombro.

–No huele a humo –dijo Christian tras meter la cabeza en el interior del humo e inhalar profundamente.

–Parece más bien una sauna –dijo Malik, moviendo la mano levemente en el aire para llevar algo del humo hasta su nariz–. Quizá han echado algún incienso, aunque nunca lo había visto de este color.

–¿Una sauna? –preguntó retóricamente Marcos, elevando su sonrisa.

–El colmo de la decadencia –dijo Soso negando levemente con la cabeza.

–Envidia de niño pobre –espetó Marcos dándole un ligero codazo.

–Pijería de niño rico –respondió Soso devolviéndole el amistoso golpe.

–Sigue dándome mal rollo –dijo Joan intentando escudriñar el interior del vestuario a través del humo.

–Calla ya, no seas pesado –le respondió Marcos cruzándose de brazos.

–A mi también me parece raro que no nos hayan dicho nada –dijo Christian al tiempo que entraba en el vestuario. Su traviesa personalidad también le convertía en cierto sentido en el más impulsivo del grupo.

–Dejadlo ya joder, no es tan raro –insistió Marcos entrando justo después de Christian.

–¿Vais a quedaros en la puerta todo el día? –dijo de pronto una voz en el interior del vestuario. Parecía la voz de Pedro, pero no estaban del todo seguros.

–¿Sensei? –preguntó Christian en voz alta, cada vez más extrañado. Su maestro no solía estar en los vestuarios cuando terminaban la clase.

Al ser conscientes de que Pedro estaba en alguna parte del interior del vestuario y que, por tanto, aquella niebla no era ni peligrosa ni tóxica, todos fueron entrando lentamente.

–¿Sensei? –volvió a preguntar Christian segundos después, al ver que su maestro no respondía.

De pronto, de entre el denso vapor rojo de la zona de las duchas emergió Pedro completamente desnudo salvo por una toalla alrededor de su cuello. Su enorme polla, una tranca de ébano que debía medir casi diecinueve centímetros en estado de reposo se bamboleaba libremente entre sus piernas sin nada que la controlase.

Pedro desnudo: http://24.media.tumblr.com/e305d4868af8e2350f35e1f66ce0f70c/tumblr_mirrblfaGa1req6deo10_1280.jpg

Nunca jamás el entrenador se había duchado con ellos, por lo que nunca ninguno de ellos había visto su miembro. Demasiado sorprendidos para reaccionar estaban cuando de pronto, la puerta que acababan de atravesar, la puerta del vestuario en dirección al dojo, se cerró detrás de ellos con un fuerte golpe. Extrañado, Lucas, el más cercano a ella, intentó abrirla pero comprobó que estaba cerrada con llave. ¿Quién demonios la había cerrado?

Pedro sonrió ampliamente. La trampa estaba preparada. Lo único que quedaba era dejar que el vapor rojo hiciese su efecto. Tal como habían planeado no había necesitado mover ni un solo musculo, pero los muchachos ya no tenían salida posible. Con las dos puertas cerradas y sin poder llamar a nadie solo era cuestión de esperar. Ese era uno de los principios básicos del Judo precisamente, el uso de la fuerza del rival. ¿Para que obligarles a beber uno por uno la dulce Lujuria Roja, tarea que a todas luces llevaría muchísimo tiempo y sería harto agotadora, cuando podían simplemente hacerlo de forma que no tuviesen más opción? La idea de David de convertir la ducha en una sauna y hacer que de esa manera la Lujuria Roja se esparciese como vapor en el aire había sido magistral. Haciéndolo de esa manera, no había forma alguna de impedir que penetrase en lo más profundo del cuerpo con cada bocanada de aire, y a medida que empezaran a excitarse y su respiración se acelerase, la Lujuria Roja entraría cada vez más rápido.

–Vaaale… lo admito, esto si que es un poco raro –murmuró Marcos a un volumen justo para que solo sus compañeros le oyesen–. ¿Qué demonios está pasando? –preguntó, ya en voz alta, con cierta incredulidad.

–Relajaos muchachos –dijo su sensei de pronto–. Respirad profundamente y relajaos. Comprenderéis todo muy pronto.

–Voy a mirar la otra –dijo Soso, adelantándose a los demás. Cruzó rápidamente todas las taquillas hasta el otro lado e intentó abrir la puerta usando todas sus fuerzas–. ¡Está cerrada! –gritó antes de volver con sus compañeros.

–En serio, ¿qué coño esta pasando? Si es una broma no tiene gracia, sensei –espetó Marcos, quien estaba pasando rápidamente de la incredulidad al nerviosismo.

–Cada vez da más mal rollo –reiteró Joan, quien, por su parte, había atravesado ya el nerviosismo y estaba llegando rápidamente al puro y simple miedo.

Pedro no dijo absolutamente nada, simplemente se quedó sonriendo en aquel lugar, aguardando pacientemente mientras dejaba que los muchachos admirasen su larga y colgante polla. Sabía que su sonrisa en aquella circunstancia en concreto podía llegar a resultar siniestra, pero no pudo evitar mantenerla ante el conocimiento de lo que todavía estaba por venir.

–Empieza a hacer mucho calor –murmuró Christian, secándose el sudor de la frente con la manga del kimono.

–En serio sensei, abra la puerta –pidió Marcos, a quien se le estaba acabando la paciencia rápidamente.

Como respuesta, Pedro volvió a meterse en la densa zona de las duchas, desapareciendo de la vista de todos sin pronunciar palabra alguna. Los jóvenes, cada vez más asustados y nerviosos intentaron todo lo que se les ocurrió para abrir la puerta, la forzaron de una y mil maneras pero no consiguieron que se moviese ni un ápice. Al cabo de unos minutos, finalmente desistieron y asumieron que lo único que podían hacer era esperar a que su maestro decidiese abrirles. Marcos y Christian, pensaron que quizá podían ir a la zona de las duchas para obligar a su sensei a abrirles, pero tras discutir unos instantes con sus compañeros se dieron cuenta de que no serviría de nada, pero si el completamente desnudo cuerpo de su maestro denotaba algo era precisamente que él no tenía la llave de las puertas. Pensaron que quizá la llave se encontraba en algún lugar del vestuario y decidieron registrarlo a conciencia, pero otros tantos minutos de infructuosa búsqueda lo único que consiguieron fue cansarse más y más. El calor del lugar, junto con un extraño picor que les había empezado a sobrevenir hacía escasos  minutos, hacía que les resultase difícil incluso pensar. La mayor parte de los muchachos había decidido quedarse sentada en los bancos de madera, para intentar recuperar fuerzas, pero otros como Joan aún intentaban golpear la puerta principal confiando en que alguien oyera el estruendo y viniese a ayudarles. Para desgracia de todos, el dojo se encontraba en una parte bastante aislada del instituto, por lo que después de varios minutos de golpes casi ininterrumpidos nadie apareció.

Tras largos e interminables minutos sin saber exactamente qué hacer, un nuevo problema mucho más acuciante que el hecho de estar atrapados empezó a hacerles mella.  El calor y el picor de todo el lugar habían ido aumentando lentamente hasta llegar a un punto casi insoportable. Algunos muchachos como Marcos o Malik, habían empezado a quitarse la parte superior del judogi para poder rascarse mejor, pero no parecía que aquello les ayudase realmente. A otros como Soso o Lucas, les afectaba más el calor que la urticaria, y se encontraban tendidos en el suelo, respirando por la boca de manera rápida y profunda intentando relajarse para hacer que el calor desapareciese, pero al igual que los primeros tampoco parecía que esa estrategia les funcionase. Christian por su parte sentía las dos cosas por igual pero no se le ocurría forma alguna de calmarlas. Intentó quitarse todo el judogi y pegar su cuerpo desnudo contra las taquillas para que su frio metálico le calmase, y aunque esa idea funcionó, solo lo hizo durante algunos segundos. Su mente empezaba a encontrarse extrañamente cansada, como si se hubiese pasado horas y horas estudiando en la biblioteca, y aquello hacia que le costase trabajo pensar con claridad. A pesar de todo, y viendo que cualquier cosa que hacían para sentir un mínimo alivio era inútil, decidió que lo mejor era quedarse quieto e intentar pensar.

Tras un minuto de reflexión, de pronto, cayó en la cuenta de algo que había pasado por alto. Cuando entraron al vestuario y vieron a Pedro en la zona más densa, este no parecía sentir calor o picor alguno. ¿Era posible que conociese algún truco para calmar ese tormento? Si era así debía averiguarlo.

Christian se levantó lentamente y consideró volver a ponerse el judogi de nuevo antes de ir a ver a su maestro, pero el calor era tan insoportable que no tardó en desechar aquel pensamiento, por lo que finalmente se dirigió, desnudo como estaba, hacia la zona de la ducha esperando hallar alguna respuesta. La parte menos aletargada de su mente le advertía que aquello era una mala idea, que precisamente debía ser lo que Pedro quería que hiciesen, pero, desesperado como empezaba a estar, no se le ocurría otra cosa para calmar aquella tortura insufrible.

El vapor era muchísimo más denso dentro de las duchas, y cada bocanada de aire parecía aumentar aún más el picor y el calor.  Avanzó por la espesa niebla buscando infructuosamente a su sensei, pero este no parecía estar en ninguna parte. Paso tras paso, inhalación tras inhalación, la mente de Christian empezó a dar vueltas como una peonza, mientras su cuerpo no dejaba de sudar y picar. Su respiración, ya agitada anteriormente empezó a volverse mucho más rápida, como si casi no hubiese oxigeno suficiente para poder respirar. A medida que continuaba la búsqueda de su sensei su mente se iba volviendo más y más loca. La idea principal por la que había entrado en la zona densa del vestuario empezó a difuminarse, y fue sustituida por la imagen del miembro de Pedro colgando pesadamente delante de ellos hacia escasos minutos. Christian intentó desechar de su cabeza aquella imagen pero esta volvía pocos segundos después acompañada de otras igual de penetrantes: el musculoso pecho de Pedro, sus fuertes brazos, su ancha espalda, y su perfecto, redondo y amplio culo… ¿Qué? ¿Cómo podía estar pensando en algo así?  Volvió a desechar de su mente aquellas imágenes como pudo, pero estas retornaron escasos segundos después, combinadas con su ardiente imaginación adolescente para formar una película en su mente. Un video en el que su sensei totalmente desnudo, realizaba diversas posturas de judo. Imágenes en movimiento de su escultural cuerpo deslizándose lentamente al ritmo de una música inexistente mientras su largo, grueso y colgante miembro se agitaba sin control. Pero… ¿qué demonios le estaba pasando? ¿Desde cuando se imaginaba a Pedro de aquella manera? Puede que desde… No. Aquello no tenía el más mínimo sentido. Tenía que concentrarse y encontrar a Pedro para que… para… para que le explicase qué estaba pasando. Sí, eso. Ese era el motivo, el único motivo que le llevaba a buscarle, nada más. Nada más en absoluto.

Mientras los pies de Christian continuaban caminando por aquel laberinto de bruma carmesí, su respiración permitía que la Lujuria Roja continuase penetrando en su interior, jugando con su mente y liberándola poco a poco se sus inhibiciones casi sin que el muchacho se diese cuenta o pudiese hacer nada para impedirlo.

La película de Pedro retornó y de una manera aún más compleja que antes, pues Christian empezó a imaginarse a si mismo, también desnudo, al lado de su sensei e imitando las posturas que este hacia. Los dos moviendo sus cuerpos al unísono, como en una coreografía ensayada, mientras ambas pollas se bamboleaban libremente. De pronto, tras varias posturas, una de ellas le salía mal, y Pedro se acercaba hasta él para enseñarle como hacerla. El cuerpo desnudo de Pedro pegado al suyo por la espalda, su larga verga restregándose justo entre sus nalgas mientras sus brazos le tocaban y le enseñaban la manera correcta de colocarse. Después, aquellos rectos toques se convertían en suaves caricias, mientras las manos de su sensei exploraban su cuerpo dejando atrás el judo. El muchacho se dejaba hacer entonces y permitía que Pedro acariciase cada centímetro de su cuerpo casi sin moverse pero sin dejar de gemir, mientras notaba como el gordo rabo de su maestro se endurecía lentamente entre los cachetes de su pequeño y virgen culito. La mano de su sensei se deslizaba entonces hasta el miembro del muchacho frotándolo suavemente hasta ponerlo duro, mientras su boca besaba cariñosamente su cuello y subía después para lamer tiernamente el lóbulo de su oreja izquierda. No pudiendo soportarlo más, Christian se daba la vuelta entonces y miraba a Pedro a los ojos, justo antes de fundirse en un apasionado y húmedo beso. Sus cuerpos rozándose sin restricción alguna, explorándose con una curiosidad infinita mientras sus bocas no paraban en ningún momento de comerse la una a la otra. De pronto, Pedro usaba su gran fuerza para elevar al muchacho y clavarle su dura lanza de un solo golpe, provocando que el muchacho gritase de placer. La película continuaba con ellos copulando como bestias en celo durante horas, en diferentes postura, mientras ambos gritaban y gemían de puro gozo sin nada que pudiese pararles.

Absorto en su película mental estaba el muchacho cuando, súbitamente, su sensei apareció ante él. Pedro surgió de la bruma como una aparición, totalmente desnudo igual que en su mente, y con una expresión absolutamente relajada.

De pronto Christian había olvidado el motivo por el que había entrado en la zona de las duchas… ¿Por qué era? Buscaba algo, ¿no? Pero, ¿qué buscaba? A su mente le costaba un enorme trabajo concentrarse, y el perfecto cuerpo de Pedro delante de él, a escasos centímetros, sin nada que lo cubriese, hacía que esa tarea resultase aún más difícil.

–Suponía que serías el primero en venir –declaró Pedro tranquilamente, dejando que el muchacho se recrease con la visión de su desnuda figura–. Dime, ¿qué quieres?

La mente del muchacho seguía esforzándose por concentrarse en algo que no fuese el cuerpo de Pedro y su dura y larga verga, pero resultaba más y más difícil a cada segundo que pasaba, y a cada bocanada de aire que tomaba.

–Yo…

–¿Sí? –preguntó suavemente su maestro apoyando la espalda contra la pared.

–Yo… buscaba…

–¿Qué buscabas? –insistió Pedro, torturando la ya agotada mente del muchacho

Christian se quedó paralizado durante un instante. Pedro continuó sin moverse, esperando que fuese el joven quien diera el paso, pero al cabo de unos segundos no pudo resistirse a forzar aún más su mente.

–Sé qué es lo que buscas en realidad –declaró Pedro, acercándose levemente al muchacho para susurrar en su oído mientras el joven se quedaba mirando al vacio, intentando centrar su mente–. Sé exactamente qué es lo que sientes por mí. Sé que me deseas –confesó–. Nunca me había dado cuenta hasta que la Lujuria Roja rompió mis cadenas. Cuando mi mente fue libre pude darme cuenta, incluso antes que tú mismo –explicó, susurrando suave y dulcemente en el oído del muchacho–. Si esto hubiese pasado antes, hace semanas por ejemplo, te habría rechazado –admitió tristemente–. Y lo habría hecho por miedo. Miedo a mis propios sentimientos y miedo a que seamos maestro y alumno… pero ahora es distinto. Ahora puedo admitir que también te deseo… y aunque sé que me deseas… tengo que oírtelo decir… –declaró Pedro, dando un leve paso hacia atrás para poder mirar fijamente al muchacho con sus orbes escarlata, incitándole a liberarse de sus cadenas y asumir la verdad.

Abrumado, el adolescente bajó la vista intentando no mirar a su sensei a los ojos, pero al hacerlo fue consciente de que estaba totalmente empalmado. La película que su mente había creado momentos atrás le había dejado totalmente tieso, y el hecho de contemplar su erecta polla le hizo darse cuenta de que no podía engañarse. Pedro tenía razón. La admiración que siempre había sentido por él, la forma en la que esperaba tener algún día un cuerpo como el suyo eran sólo unas absurdas cortinas que su mente había creado para ocultar la verdad. Y ahora, gracias a la Lujuria Roja esa verdad salía realmente a la luz junto con su verdadera naturaleza. La admiración que sentía por Pedro era en realidad un profundo amor imposible de expresar con palabras, y la forma en la que esperaba tener un cuerpo como el suyo era en realidad un deseo carnal de poder saborear su cuerpo una y otra vez.

Con un nuevo y fuerte valor, fruto de la victoria de la Lujuria Roja sobre su mente, el muchacho alzó la vista y volvió a contemplar a su sensei a los ojos.

–Te deseo –admitió de manera susurrante, entre sonoros gemidos de excitación y entrecortada respiración.

Pedro no perdió un solo instante y se lanzó a devorar la boca del muchacho con desesperación, provocándole un nuevo gemido esta vez de placer. Sus lenguas se encontraron bruscamente en la boca del joven y se restregaron lenta y dulcemente, sin prisa alguna, sabiendo que en realidad tenían todo el tiempo del mundo.

Christian fue consciente de que el sabor de la boca de su maestro era mucho más dulce de lo que hubiese imaginado, hasta el punto de que no quería romper aquel beso por nada.

Pedro no había mentido al muchacho en ningún momento. Sus palabras no habían sido una treta para conseguir que el joven se abriese, sino simplemente la verdad. Siempre había sentido una conexión especial con el joven, desde el primer momento en que acudió a las clases de judo. Con el tiempo esa conexión se hizo más y más fuerte hasta que el hombre acabó viendo al muchacho casi como a un hijo. Solamente ahora, libre de todo pudor o atadura era consciente de que ese amor paterno era mucho más profundo. No sólo amaba al muchacho como a un hijo sino también como a un hombre… y pronto, también le amaría como a un nuevo hermano.

Tras varios minutos que parecieron eternos, Pedro rompió el húmedo besó para dar pequeños besitos por toda la cara del joven, como si quisiese acariciarle la piel con los labios. La espesa barba del adolescente raspó la cara de Pedro suavemente al dirigirse lentamente hacia su cuello, pero no le importó, pues no quería separarse de Christian ni tan siquiera un instante. Ya en el cuello del muchacho, Pedro continuó besando y lamiendo cada fragmento de su cuerpo, mientras ascendía lentamente hasta su oreja izquierda y le besaba suavemente igual que en la imaginación del joven.

Christian, dándose cuenta de que aquello era igual que la escena que su ansiosa mente había creado, no pudo soportarlo más. El muchacho, que hasta ese momento simplemente se había dejado hacer, extendió sus manos sobre la espalda y la nuca de Pedro y le atrajo hacia si queriendo sentir aún más su fuerte cuerpo.

Las manos de Pedro, respondiendo a aquel impulso del muchacho, también exploraron su cuerpo con deseo, hasta que ambas llegaron al firme y duro culito del joven, apretándolo y abriéndolo fuertemente.

Christian no pudo reprimir un gemido de placer al notar tan intimo contacto por parte del hombre que amaba, y tampoco pudo reprimir otro aún más fuerte cuando noto el dedo corazón de la mano derecha de su sensei, acariciando lenta y suavemente su prieto y delicado agujerito, llegando incluso a introducir levemente la yema.

–¿Te gusta? –preguntó Pedro en el oído del adolescente, conociendo la respuesta de antemano. Pero, al igual que la otra vez, quería oírselo decir.

–Sí, me gusta –respondió Christian entre incontrolables gemidos–. Dame más –añadió de pronto, dándose cuenta de que aquel extraño placer parecía aplacar tanto el calor como el picor de su cuerpo.

Pedro metió más profundamente su dedo complaciendo al muchacho, hasta llegar al final de la segunda falange. En ese momento, volvió a sacarlo lentamente para volver a meterlo después. El maestro repitió aquello una y otra vez sin descanso, mientras hacia que su dedo girase en el interior del muchacho, provocándole enormes gritos de gozo. El interior del muchacho estaba hirviendo como una caldera a punto de explotar, y no pasó demasiado tiempo hasta que su pequeño agujerito se dilató lo suficiente como para poder deslizar un segundo y un tercer dedo sin problema.

Con más de media mano de Pedro en su interior, Christian se sentía en el paraíso. El picor había desaparecido casi totalmente y se había convertido en un ligero y placentero escozor que le hacía querer que Pedro no se detuviese por nada del mundo.

Pedro por su parte no dejaba de meter y sacar sus dedos cada vez más rápida y profundamente, sintiendo como el ansioso agujerito se abría sin esfuerzo, en lo que era una clara muestra de que el muchacho deseaba ser profundamente penetrado, pero aquello tendría que esperar. La gran verga de Pedro, atrapada entre ambos cuerpos, hacia rato que había alcanzado su máximo esplendor, pero también tendría que aguardar su momento para ser atendida, pues lo que Pedro realmente quería en aquel momento era poder lamer aquella deliciosa y virginal grieta

–Quiero chuparte la polla –dijo de pronto Christian entre susurros de placer.

Pedro se quedó levemente sorprendido al principio, pero después no pudo hacer otra cosa más que sonreír. Por una parte deseaba degustar  el hambriento culito del adolescente, pero tampoco quería privar a su amor de saborear su gorda y dura barra de carne. Tras meditarlo durante unos cuantos segundos, sin dejar en ningún momento de masturbar a su amante, terminó hallando la solución.

–Túmbate encima de mi y chúpamela –dijo Pedro, tras sacar lentamente los dedos del interior del muchacho y tumbarse en el suelo de las duchas.

Christian obedeció sin dudar un instante, consciente de que podía confiar ciegamente en aquel hombre. Se tumbó encima de su sensei, admirando su monumental y dura polla erguirse entre sus piernas y, lentamente, sin prisa alguna, comenzó a lamerla como si de un helado se tratase y provocando sonoros gemidos de gozo a su portador.

En aquella postura, el dilatado agujerito de Christian quedaba justo al alcance de la boca de Pedro, quien tampoco perdió un instante para abrirlo suavemente con sus manos y lamerlo con deseo.

Tanto Christian como Pedro comenzaron a soltar sonoros gemidos provocados por las suaves caricias de la húmeda y hambrienta lengua del otro, pero pronto estos se transformaron en altísimos gritos de gozo, cuando la lengua de Pedro ingreso en el interior del muchacho, y la boca de éste engulló la verga de su maestro.

El muchacho paladeó con suma lujuria el liquido pre–seminal de su sensei sintiendo que era la cosa más dulce y maravillosa que hubiese probado  jamás, extrañamente similar al sabor de su saliva pero multiplicado mil veces. Mientras su desesperada boca mamaba el enorme miembro, su mano empezó a masturbarlo apretándolo firmemente, queriendo que saliese hasta la última gota de sustancia de su interior. Los labios del adolescente jamás habían catado nada tan maravillosamente sabroso, hasta el punto de que incluso la más dulce de todas las frutas parecía amarga a su lado. Al instante, Christian fue consciente de que aquel sabor le perseguiría para siempre, y nunca estaría saciado por más cantidad que probase. El dulcísimo sabor de la polla de su maestro.

Pedro por su parte continuó introduciendo su fuerte lengua en la pequeña abertura del muchacho, matándole de placer. El culito de Christian, dilatado como estaba, resultaba sumamente tentador, por lo que Pedro dedico largos minutos a jugar con él para ver su reacción. Primero lamió lentamente todo el círculo alrededor, después metió suavemente varios dedos que entraron como si estuviese hecho de mantequilla, luego volvió a meter y sacar un par de dedos pero a toda velocidad, solo para ver como reaccionaba la virginal entrada, y finalmente, introdujo la lengua con fuerza, chupando y lamiendo todo a su paso.

–Aaaaahhhh…. Joder….aahhh…aaahh….más… –gimió Christian sacando momentamente su boca sin poder evitarlo, al sentir la calida y humeda lengua de su maestro penetrando en su interior.

–No te pares muchacho… –dijo Pedro, sacando la lengua del dulce agujero del chico–… o me pararé yo. –añadió de manera perversa, deteniendo las acometidas de su lengua esperando ver la reacción del joven.

Sin perder una sola fracción de segundo, Christian volvió a atragantarse gustosamente con el grueso rabo de su maestro mamándolo con deleite, y Pedro como premió volvió a devorar el ansioso y caliente orificio del muchacho, al tiempo que empleaba ambas manos para agarrar fuertemente sus nalgas y darle unos ligeros azotes.

Casi diez minutos pasaron chupándose mutuamente hasta que ambos se sintieron próximos al orgasmo.

La polla de Pedro explotó violentamente en la boca del muchacho inundándola rápidamente. Christian no necesitó indicación alguna para tragarse y chupar aquella deliciosa sustancia dándose cuenta de que era todavía más maravillosa que cualquier otra anterior. Su nivel de dulzor era tal  que el muchacho apenas podía creer que fuese real, como un extraño, denso y caliente sirope que llenaba totalmente su paladar y embotaba los demás sentidos hasta casi hacerlos desaparecer, hasta que solamente quedaba aquel meloso y profundo sabor. Tal era la exquisitez de aquella sustancia que Christian se obligó a si mismo a desprenderse de su adorado surtidor de ébano para poder apreciarla mejor, y al hacerlo se sorprendió enormemente. El semen de Pedro no era de color blanco, sino rojo. Un profundo rojo carmesí que brotaba densamente de la punta de su verga. Por un momento Christian pensó que parecía sangre, pero era demasiado denso y dulce para ser así. Fuese como fuese, Christian pensó que no quería volver a probar nada que no fuese aquella maravillosa mermelada de fresa, por lo que, sin poder reprimirse, volvió a engullir la gorda tranca de su maestro, deleitándose con cada mínima gota de aquella ambrosía escarlata que aún estuviera por salir. Para sorpresa del muchacho, el miembro de Pedro, no dejó de correrse abundantemente hasta casi un minuto después de empezar. Chorro tras chorro, la deliciosa miel  fue devorada por el hambriento adolescente, llenándole con su potente y sobrecogedor sabor. Tan maravillosa era aquella roja leche, que el simple hecho de degustarla le llevó directamente al clímax, y le hizo correrse en el suelo de las duchas, justo al lado de su maestro, quien todavía continuaba lamiendo su pequeño agujero, consciente de que el joven no tardaría en ser sobrepasado por el placer de la Lujuria Roja, brotando a través de su gran miembro.

Damián les explicó aquel fin de semana que en cuanto la Lujuria Roja entra en tu cuerpo y lo libera, no lo vuelve a abandonar. Al contrario, hace que el propio cuerpo produzca aún más Lujuria Roja a través de todos sus poros y fluidos, en diferentes cantidades y disoluciones, para poder liberar a más gente aún.

Con la Lujuria Roja entrando a través de sus pulmones, y ahora también su boca y su ano (pues la saliva de Pedro también contenía la divina sustancia en menor proporción), el muchacho no hubiera tenido manera de resistirse aunque hubiese querido, y en el mismo instante en el que su polla se corrió en la boca de su sensei, sus ojos se tiñeron de escarlata, viendo claramente la verdad.

Christian realizó entonces un pequeño esfuerzo e hizo que su cuerpo se girase sobre Pedro, para poder mirarle de nuevo cara a cara.

–¿Qué tal te encuentras, pequeño hermano? –preguntó el maestro, observando los preciosos ojos rojos de Christian, tan brillantes como una llama, y que solamente aumentaban aún más la expresión traviesa de la cara del muchacho.

–Genial –murmuró el muchacho sonriendo–. Mejor que nunca… pero… quiero más… –añadió relamiéndose los labios.

–Claro que quieres más, siempre se quiere más –contestó Pedro riendo levemente–. Pero tenemos que ir despacio cariño, con calma –añadió, acariciando suavemente el pelo y la cara de su amor. Ahora que ambos eran libres, no había razón alguna para ocultar sus profundos sentimientos.

–Te amo –dijo el muchacho suavemente, mirando a Pedro a los ojos.

–Yo también te amo –contestó su maestro, acercándole suavemente y dándole un profundo pero cortó beso en los labios–. ¿Qué te parece si vemos que tal están nuestros futuros hermanos? –añadió sonriendo levemente.

Christian le respondió con otra ligera sonrisa justo antes de ponerse en pie.

Cuando ambos salieron de la zona de las duchas y pudieron ver el resto del vestuario, estuvieron a punto de tener un orgasmo visual

Todos los muchachos, abandonados a su suerte en mitad de aquella niebla carmesí, habían empezado a aceptarla de manera inconsciente: Soso y Lucas se encontraban al fondo del recinto, desnudos y masturbándose mutuamente de manera lenta y concienzuda. Sus cuerpos, tan antagónicos entre si como la noche y el día, frotándose lenta y apasionadamente, formaban un curioso contraste asombrosamente erótico. A la izquierda de ellos, a un par de metros, Marcos aún luchaba por mantenerse sereno. Su actitud de macho dominante hacía que a su mente le costase mucho más trabajo dejarse llevar y disfrutar del placer que la Lujuria Roja le ofrecía, por lo que todavía se encontraba vestido de cintura para abajo y parecía ser reticente a mostrar su miembro erecto. En efecto, su verga estaba ostensiblemente dura y era algo que se podía apreciar claramente bajo el pantalón, lo que demostraba que, por supuesto, ni siquiera un macho tan viril como él era inmune a la influencia de la gaseosa droga. En el otro extremo de los vestuarios, Malik estaba ya totalmente desnudo, frotando su fibroso y moreno cuerpo contra las taquillas, intentando inútilmente calmar el picor y el calor. Se encontraba en un estado bastante parecido al de Christian justo antes de ir a buscar a Pedro, por lo que parecía estar a punto de caramelo, que era irónicamente justo el tono de color de su cuerpo y su polla.

–Tráemelos uno a uno… y deja a Marcos para el final –susurró Pedro en el oído de Christian, justo antes de acariciar su cuerpo por última vez y volver a meterse de nuevo en la parte densa del vestuario.

Tras echar un rápido vistazo, y dándose cuenta de que Malik era el que más preparado estaba para ver la luz, Christian fue hasta él y cogiéndole del cuello le besó profundamente para captar su atención.

–El sensei quiere que vayas –dijo de manera susurrante, como si no quisiese molestar a los demás en sus respectivos trances de placer.

Malik se relamió los labios, humedecidos por la saliva de Christian, ahora impregnada también de Lujuria Roja, y asintió con la cabeza suavemente, como si estuviese hipnotizado, para después dirigirse directamente a las duchas.

No pasó ni un minuto cuando los altísimos gemidos de placer de Malik empezaron a resonar por todo el vestuario. Christian, relamiéndose los labios se preguntó que estaría haciéndole Pedro exactamente: ¿estaba quizá lamiendo su agujero?, ¿metiéndole profundamente varios dedos?, ¿comiéndole cada centímetro de su polla?, ¿o simplemente le estaba follando de manera brutal? Fuese cual fuese la respuesta Christian no pudo evitar soltar él mismo un gemido de placer fruto de su calenturienta imaginación, justo antes de que sus nuevos ojos escarlata centraran su atención en otra persona.

Joan, a quien no había visto al salir de las duchas, estaba en un rincón junto a las últimas taquillas, y al contrario que casi todos los demás, no dejaba que su cuerpo y sus instintos le mostrasen el camino a la verdad. En vez de darse placer como el resto de sus compañeros, el pobre muchacho se rascaba todo el cuerpo presa del picor y el calor, al tiempo que su asustada mirada observaba el comportamiento de los demás sin dar crédito a lo que veían sus ojos.

Christian se apiado del pobre muchacho y se dijo que debía ayudarle como fuese. Avanzó sin demorarse demasiado hasta donde su compañero se encontraba y le agarró de los brazos para que dejase de rascarse inútilmente. Ante aquello Joan le miró fijamente con una expresión totalmente aterrorizada, a la que Christian respondió con un fugaz y furtivo beso en los labios.

–Deja que te ayude –dijo, usando una de sus manos para acariciar la entrepierna del muchacho, quien todavía estaba vestido con el kimono.

Joan intentó apartar a Christian usando su mano libre pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo… y al cabo de unos segundos tampoco tuvo suficiente convicción. La mano de Christian acariciando lentamente el bulto de su pantalón le provocó unas oleadas de gozo que apenas pudo soportar. El picor y el calor empezaron a desvanecerse a causa del placer y Joan no pudo evitar que aquel alivio a su tormento hiciese que quisiese dejarse llevar. Su cerebro todavía le decía que aquello estaba mal, que había que huir como fuese, pero pronto el suave tacto de Christian hizo que su mente se relajase poco a poco. La excitación aceleró su respiración, y esta solamente consiguió que la Lujuria Roja entrase en su cuerpo aún con mayor fuerza y rapidez, dejándole cada vez más indefenso. Christian volvió a besar a su compañero y futuro hermano en los labios, pero esta vez de manera más húmeda y profunda. Los pocos vestigios de su fuerza de voluntad hicieron que intentase fútilmente apartarse de la dulce y caliente saliva de su compañero, pero tras unos segundos de vana lucha, su mente se rindió y le devolvió el beso con vigor, al tiempo que lanzaba un ahogado gemido de pura e incontrolable lujuria. Christian rompió el beso levemente sorprendido por el súbito cambio y sonrió de manera victoriosa.

–¿Te sientes mejor? –preguntó el muchacho sabiendo de antemano la respuesta.

Joan simplemente asintió despacio con la cabeza y después recostó su cabeza contra la taquilla sin dejar de respirar agitadamente.

Christian se acercó aún más apretando su desnudo cuerpo contra el de su compañero y le miró fijamente con sus nuevos y rojizos ojos, que destilaban deseo y lujuria de manera desproporcionada.

–¿Quieres más? –preguntó susurrándole al oído mientras su lengua aprovechaba para salir y lamer levemente el lóbulo de Joan, provocándole un escalofrió de placer.

El muchacho miró los carmesíes orbes de su compañero y asintió de nuevo de manera más enérgica.

–Si… por favor… –contestó como si el asentimiento no hubiese sido suficiente, y acto seguido se lanzó a devorar la boca de Christian cogiéndole por sorpresa.

Christian se dejó hacer un momento, sonriendo mentalmente ante la desatada lujuria de su compañero y acto seguido rompió el beso para poder explorar su cuerpo con mayor detenimiento. Le ayudó a quitarse rápidamente la parte superior del molesto kimono, que ya no tenía razón de ser en aquella vorágine de placer, y descendió por su blanco cuerpo acariciándolo con deseo.

Joan no dejaba de gemir, más fuertemente cada vez que una nueva bocanada de Lujuria Roja entraba en su cuerpo. Nunca hubiese imaginado que alguno de sus compañeros llegara a tocarle de esa manera, pero ahora que Christian lo hacia no quería que se detuviese.

Christian por su parte avanzó por el abdomen de Joan deteniéndose momentáneamente en unas pequeñas estrías rojizas junto al ombligo, únicos testigos de su orondo pasado. Las acarició suavemente, dándose cuenta de su rugosa y elástica textura, y después siguió la senda que marcaban sus pocos vellos corporales hasta llegar a su entrepierna. Con un rápido tirón del pantalón, sin preámbulo alguno, el muchacho liberó la verga de su compañero y la examinó con detenimiento. Si bien su polla no era ni de lejos la más larga que hubiese visto si que era sin embargo la más gruesa, superior incluso a la de su sensei. Christian había visto otras veces la verga de Joan en las duchas, pero nunca en erección. Tal era el grosor de tamaña verga que Christian no estaba del todo seguro de poder metérsela en la boca, pero ciertamente no tendría problema alguno en desencajarse la mandíbula intentándolo si era necesario.

–Parece que hay una parte de tu cuerpo que no ha querido adelgazar –bromeó Christian, sonriendo levemente, antes de volver a centrar su atención en la carnosa y pesada tranca.

Tras un par de castos besos en el capullo que hicieron que los gemidos de Joan aumentaran su volumen de manera exponencial, Christian sacó su hambrienta lengua y lamió suavemente toda la cabeza y el diminuto agujerito del centro. Las pequeñas y suaves caricias de los labios en la punta de la polla de Joan dieron paso a húmedos besos con lengua incluida, en los que Christian chupaba el glande como si de una piruleta se tratase. El pre semen empezó a brotar de manera incontrolable del miembro de Joan, y Christian recogió cada deliciosa gota con una sed insaciable.

–Me gusta saborear tu polla –susurró Christian de manera lujuriosa, liberando una fracción de segundo la verga de su compañero, sólo para volver a lamer todo su contorno después como si fuese un gordo y duro helado a punto de derretirse.

Joan, cada vez más enardecido por el placer y los efectos de la niebla roja en su interior, dejó que sus instintos se apoderaran de él liberando su verdadera naturaleza.

–¡Oh, joder, cómemela entera! –exclamó, al tiempo que agarraba la cabeza de Christian con ambas manos y le sujetaba firmemente contra su miembro, obligándole a seguir chupando y lamiendo.

Christian por supuesto, no tenía intención alguna de parar de saborear la gorda tranca de su compañero, pero le gustó que su mente empezase a liberarse de las cadenas del pudor, la vergüenza y el miedo, y dejase paso únicamente a sus instintos más puros, que en el caso de Joan parecían ser los de una persona sorprendentemente dominante.

Sabía que Joan estaba a un solo paso de  poder ver la luz, y el hecho de pensar que en parte era gracias a él le lleno de orgullo… al tiempo que su boca era llenada de la vasta carne de Joan.

En un rápido movimiento, el muchacho le había obligado a tragarse su gorda y dura porra de un solo golpe provocándole unas ligeras arcadas, pero no le importaba lo más mínimo. Quería sentir aquella gruesa masa de carne en su garganta, sentir los latidos del corazón en su boca y el sabor en su lengua. Joan no tardó demasiado tiempo en correrse tras aquel brusco embiste de su masivo miembro en la boca de Christian, y tras hacerlo, sus ojos se tiñeron del brillante y característico tono escarlata que anunciaba el nacimiento de un nuevo miembro en la hermandad. Liberando levemente su agarré de la cabeza de Christian, Joan permitió que este tragara su semen al ritmo que le placiese, pero el muchacho optó por escupir al suelo el esperma. Tras echar un leve vistazo hacia abajo para observar la cara de su compañero, y ahora hermano, escupiendo sutilmente su antigua semilla, no pudo evitar sonreír con complicidad.

–¿Más relajado? –preguntó Christian entre ligeras risas, al tiempo que se ponía de pie y miraba a su nuevo hermano a los ojos.

–Sin duda… pero quiero más –exclamó, girando sus ojos para mirar a Marcos, quien ahora se encontraba totalmente desnudo y acariciando lenta y concienzudamente su miembro, que debía rondar los diecisiete centímetros con facilidad.

–El sensei le quiere para él –dijo Christian al ver donde se concentraban los ojos de Joan–. Pero hay otras opciones… –añadió, señalando con la cabeza a Soso y Lucas, quienes ahora se encontraban restregando sus duros cuerpos rápida y fuertemente, como si el simple contacto con la piel del otro no fuese suficiente y necesitasen sentirse todavía más. Tanto a Christian como a Joan les resultó ligeramente divertido contemplar aquello, pues los cuerpos de Soso y Lucas gritaban desesperadamente qué tipo de contacto físico deseaban realmente, pero las mentes de los muchachos no estaban lo suficientemente liberadas como para mostrarles cual era ese siguiente y profundo paso que debían dar.

–Creo que necesitan un empujoncito –dijo de pronto Malik detrás de ellos, al tiempo miraba a la desesperada pareja.

Ni Christian ni Joan, le habían oído salir de la zona de las duchas, pero tanto sus recién estrenados ojos de rubíes como su sonrisa de oreja a oreja, denotaban que su sesión de entrenamiento con Pedro había sido muy placentera.

–Podríamos echarles una mano… u otra cosa –dijo Joan relamiéndose los labios.

–Veo que el sensei te ha convencido del todo –comentó Christian igualando la sonrisa de Malik.

–Sin duda. Me ha dado un grandísimo argumento –bromeó Malik, al tiempo que se acariciaba suavemente las nalgas.

–Es un argumento demasiado duro para ser rechazado –contestó Christian sonriendo ampliamente, al tiempo que observaba a su amado sensei esperando pacientemente en la entrada de las duchas a que le trajesen a otro alumno al que poder liberar.

–Me he quedado con ganas de más –comentó mordiéndose el labio inferior.

–Tranquilo, tenemos todo el tiempo del mundo.

–Emm… Tengo que deciros algo, hermanos –dijo de pronto Joan–. Llamé a la policía hace cinco minutos, justo antes de ver la luz –admitió con una ligera culpabilidad en la voz, al tiempo que señalaba un teléfono móvil sobre uno de los bancos de madera.

–Oh joder… –murmuró Malik.

–Lo siento –se disculpó Joan.

–No importa, calma –dijo Christian, tranquilizándoles a ambos–. Todo va bien, solo tendremos que darnos más prisa… Id a buscar a Lucas y Soso, yo hablaré con el sensei.

Rápidamente, Christian fue a contarle a Pedro lo ocurrido, pero este, lejos de preocuparse, tranquilizó a su querido alumno, dándole un profundo y largo beso en los labios.

La excitación de Lucas y Soso era tan enorme en ese punto, que ni siquiera fue necesario presionarles para que fuesen a la zona de las duchas. Todo lo que hizo falta fue seducirles con la promesa de un mayor placer esperándoles en la densa niebla roja, que aplacaría para siempre el extremo picor y el sofocante calor.

Una vez dentro de la bruma carmesí, las caricias y el suave roce de las lenguas de sus compañeros hicieron que se rindiesen lentamente al placer. Las manos de Malik jugaron suavemente con el apretado y palpitante ano de Lucas mientras su boca devoraba ávidamente la verga del muchacho, dejándole casi sin respiración. El joven alumno de intercambio no paraba de balbucear palabras en portugués que ninguno entendía, pero sus ojos cerrados y su cara extasiada no parecían indicar que aquello le desagradase precisamente.

Por su parte, Christian y Joan estaban demasiado entretenidos con Soso como para fijarse en las suaves caricias y la dulce mamada de Malik. Los muchachos, aprovechando su superioridad numérica, habían decidido apretar sus cuerpos contra el de Soso por delante y por detrás, envolviendo al muchacho en un sensual abrazo imposible de rehusar. Christian restregaba su verga suavemente contra las nalgas de Soso mientras sus manos acariciaban su peludo y fuerte pecho y su boca lamía suavemente el lóbulo de su oreja derecha. Al mismo tiempo, Joan frotaba la verga del muchacho con su mano izquierda, mientras su diestra acariciaba el pelo y la cara de este, y su boca devoraba la del joven irlandés.

En aquel momento, Pedro se limitaba a admirar todo aquello con una lujuriosa sonrisa, mientras acariciaba libremente su enorme y gordo falo. Cada mínimo gemido de cualquiera de los muchachos era música para sus oídos, y estando allí, contemplando a todos aquellos jóvenes sucumbiendo al placer de la Lujuria Roja, hacía que tuviese deseos de quedarse quieto, simplemente observando, como si contemplase la imagen perfecta del gozo en si mismo. Como contemplar el momento exacto del despertar sexual de todos ellos, descubriendo por primera vez el significado de la palabra “orgasmo”. La estampa era tan sublime que parecía que la más mínima interrupción podía destruir su pureza, y eso era precisamente lo único que le retenía, lo único que le hacía contenerse para no entrar en escena y follárselos profundamente a todos de manera salvaje. Todo aquello hizo que se sintiese momentáneamente como un extraño, como un intruso al que nadie hubiera invitado para contemplar el espectáculo, como un personaje ajeno a aquel único evento que se hubiese colado por una rendija… hasta que Malik de golpe le hizo un gesto para que se acercase. Ese simple acto, esa sutil invitación por parte de uno de sus alumnos le devolvió la sonrisa y le recordó cual era su verdadero papel allí, pues no era un extraño después de todo sino precisamente su sensei. Su sensei de judo en el dojo, y su sensei del sexo en aquel lugar. El les había introducido en aquel esotérico y dulce placer, y debía continuar mostrándoles el camino.

Pedro solamente necesitó un par de pasos para colocarse detrás de Lucas, pero bastante más tiempo para conseguir que su gruesa verga penetrase el estrecho culito del muchacho. Las manos del maestro acariciaron suavemente los pezones de Lucas, mientras su boca besaba y lamía cariñosamente su cuello. Los sonoros gemidos de placer atrajeron la atención de todos, sobretodo Soso, quien contemplaba la forma en la que Lucas gozaba siendo poseído con una ligera expresión de envidia. Sin embargo, no pasó demasiado tiempo hasta que Christian le colocó a cuatro patas y le penetró de la misma lenta y profunda manera. La única diferencia ahora entre ambos tríos eran las acciones de Malik y Joan, mientras el primero todavía seguía aferrado a la verga de Lucas y continuaba chupándola como si se tratase de una piruleta, Joan había optado por meterle la suya a Soso en la boca para dejar que fuese este el que probase su sabor.

–¿Te gusta? –preguntó Joan en su nuevo y dominante tono mientras seguía restregándole su gruesísimo miembro, follándole fuertemente por la boca.

La boca de Soso estaba demasiado llena para contestar, pero su dura polla agitándose entre sus piernas con cada embestida de Christian no dejaba lugar a dudas.

La zona de las duchas, ahora convertida en una sauna de placer, bullía con el deseo de todos los presentes. El angustioso picor de Lucas y Soso había desaparecido hacía tiempo, y el calor reinante lamía sus cuerpos profundamente haciendo que deseasen cada vez más. Extasiado, Joan fue uno de los primeros en correrse ampliamente en la boca de Soso, al tiempo que le sujetaba la cabeza y le obligaba a tragar cada roja y dulce gota. Extasiado por ese nuevo y potente sabor en su paladar, demasiado dulce y sabroso para que su mente pudiera procesarlo, Soso fue el siguiente en derramarse, mientras sus ojos brillaban con un nuevo y resplandeciente tono cereza. Su blanca esperma quedó desechada rápidamente en el suelo de las duchas sin que nadie hubiera prestado atención, como si fuese una sustancia de baja categoría, y el muchacho no tuvo más que relamarse los labios para darse cuenta de que, en efecto, aquella nueva y dulce sustancia roja, salida directamente de la verga de Joan, era muy superior a cualquiera que su cuerpo hubiese podido producir antes. Movido por las convulsiones de su propio orgasmo, el hasta entonces virginal culo de Soso apretó el miembro de Christian de manera firme haciendo que este fuese el tercero en venirse con un sonoro gemido. La miel roja inundó el interior de Soso profundamente provocándole una nueva oleada de calor y placer. Tras retirar su polla del interior de su nuevo hermano, Christian se quedó observando como la Lujuria Roja brotaba suavemente del ano de Soso derramándose entre sus nalgas, y aquello hizo que el muchacho se abalanzase a lamer el dulce agujerito como si no hubiese un mañana, haciendo que Soso, cuya boca seguía aún llena con la gruesa y sabrosa polla de Joan, volviese a gemir profundamente.

Junto a ellos, a escasos metros pero como si un mundo entero les separase, Pedro continuaba penetrando cada vez más rápidamente a Lucas matándole de placer. Su descomunal tranca salía y entraba con cierta facilidad del estrecho agujero del muchacho brasileño y aquello hizo sospechar a Pedro que el joven no era precisamente tan virgen en ese tipo de sexo como había pensado. Curiosamente, aquel pensamiento le excitó más aún, el hecho de pensar que quizá Lucas ya había sido penetrado por uno o varios desconocidos hacía que Pedro tuviese aún más ganas de taladrarle profundamente y hacerle gritar de puro gozo, cosa que estaba consiguiendo sin ningún problema. Las extrañas palabras de Lucas, ocultas entre un mar de incansables gemidos y respiraciones entrecortadas, seguían siendo totalmente incomprensibles para los presentes, pero no hacía falta demasiada imaginación para suponer que debían significar algo como “sigue” o “más fuerte”, pues a medida que Pedro aceleraba las embestidas la cara de Lucas reflejaba cada vez más excitación. Tras varios minutos que parecieron eternos, Pedro terminó en el interior del muchacho, al tiempo que incrustaba toda su extensa verga de una fuerte embestida. Sintiendo el nuevo y sobrecogedor calor en su interior, Lucas también se corrió en la boca de Malik, quien escupió la sustancia directamente al suelo y dejó que el resto se derramase sin más sin prestarle atención. Para alguien conocedor de la verdad, la magnificencia de la Lujuria Roja, que brotaba de cada poro de alguien liberado era absolutamente incomparable al semen normal, fruto de las personas con la mente cerrada. Pero, por suerte, aquella ya no era la condición de Lucas, pues instantes después de correrse en la boca de Malik sus ojos se tiñeron de un profundo y oscuro rojo borgoña.

Los minutos pasaron lentamente en el interior de las duchas, mientras los presentes se recreaban en el propio gozo que acababan de proporcionar y recibir. Pero finalmente, cuando salieron al vestuario con fuerzas renovadas, una nueva sorpresa les esperaba como un regalo envuelto con un dulce lazo.

Marcos, el más viril, el más macho, el más alto, el más fuerte, y el más musculoso de todo el equipo, estaba en el centro de las taquillas, tumbado boca abajo sobre el banco de madera, con el culo levantado y moviéndolo en círculos y metiéndose profundamente los dedos índice y corazón de su mano derecha en su apretado agujerito mientras gemía sonoramente y ronroneaba como un gato en celo. Tenía los ojos cerrados como si estuviese en trance, y de la comisura de sus labios brotaba un ligero rastro de saliva que su boca, hecha agua por el placer y abierta por los incesantes gemidos, no podía retener en su interior. Tras haber permanecido tanto tiempo sumergido en aquel mar de aire escarlata, su mente se había rendido totalmente: Y ahora, rescatado de las cadenas del pudor y sin la necesidad de aparentar ser el más masculino y viril de todos, su mente era libre de mostrar su verdadera naturaleza y su cuerpo de hacer lo que realmente deseaba, y lo que deseaba era meterse los dedos lo más profundamente posible, mientras aguardaba de manera suplicante a que la polla más larga, gorda y dura que hubiese le poseyese de manera brutal y sin piedad.

Por supuesto, ninguno de sus compañeros y futuros hermanos juzgó en lo más mínimo su comportamiento, pues lo único que querían era darle precisamente aquello que anhelaba para que pudiese ver también la luz.

–¿Por qué no ha visto la luz todavía? –preguntó de pronto Malik extrañado, al tiempo que se relamía contemplando la escena.

Tenía parte de razón, Marcos llevaba tanto tiempo como ellos sumergido en la Lujuria Roja, pero sus ojos seguían siendo marrones, igual que siempre.

–La Lujuria Roja es un poco cruel a veces –explicó Pedro, acercándose hasta el suplicante muchacho y rodeándole lentamente sin dejar de observarle, como un depredador analizando a su presa–. No te permite llegar a ver la luz por ti mismo, solamente si otra persona te la muestra. No importa cuento tiempo se masturbe, no podrá correrse.

Al oír aquello, la mente de Marcos salió momentáneamente del trance y dio un gemido desesperado y mucho más fuerte, mientras fijaba sus ojos sobre los del sensei y los de sus compañeros.

Todos podían ver tan claro como el día como los suplicantes ojos de Marcos solamente gritaban una única idea, una única palabra:“¡Folladme!”, pero por si aquello no fuese suficiente, enfatizó su expresión metiendo un tercer dedo, abriendo su agujero aún más ampliamente y gimiendo sin el más mínimo control.

–Tranquilo, muchacho, tranquilo –dijo Pedro acercándose aún más al adolescente y apoyando una de sus manos sobre el implorante culo de este, tras lo cual, lo acarició suavemente y sonrió de medio lado–. Déjame que te ayude.

El cuerpo de Marcos se encontraba hirviendo, tan caliente que el simple contacto de la mano de Pedro en su culo fue suficiente para provocarle un escalofrío de anticipación.

Pedro agarró la mano de Marcos e hizo que sacase sus dedos lentamente, tras lo cual, y para que el perfecto agujerito del muchacho no volviese a cerrarse, los sustituyó por sus propios dedos.

El siguiente gemido de Marcos aumentó bruscamente de volumen. Los dedos de su sensei en el interior de su pequeña y hambrienta abertura le dieron tanto placer que estuvo a punto de desmayarse en ese mismo instante, pero su cuerpo estaba demasiado ansioso para permitirlo.

–Oooohh… por favor… más… –suplicó Marcos sin poder evitarlo, mientras los dedos de su maestro entraban y salían lentamente de su pequeña grieta.

–¿Más? –preguntó Christian de manera juguetona, haciendo sufrir levemente a su compañero–. ¿Qué quieres exactamente?

–Aahhh…por favor… aaaahhhh…

–¿Qué quieres? No te oímos –dijo de pronto Pedro, siguiendo el pequeño juego de Christian y haciendo sufrir levemente a Marcos, mientras todos los muchachos reían de manera cómplice.

Todos sabían que era solo una cuestión de tiempo que Marcos viera la luz, así que aprovecharon ese pequeño instante para torturar a su chulesco compañero. Después de todo, oír a alguien tan tremendamente masculino y viril, suplicando ser penetrado era algo que no ocurría todos los días.

–¡Quiero tu polla! –gritó Marcos desesperadamente. El pudor hacía tiempo que había abandonado su cuerpo y precisamente por eso todos sabían que en realidad no le costaba ningún trabajo pronunciar aquellas palabras.

–Suplica por ella –dijo de pronto Pedro aumentando la velocidad a la que movía los dedos, hasta que empezaron a entrar y salir frenéticamente del agujero. Puede que al muchacho no le supusiese ningún trabajo suplicar ser penetrado, pero el hecho de hacerlo, el ver como aquel joven pedía polla a gritos era una imagen demasiado excitante para dejarla pasar.

––Aahhh… Por favor maestro…aahhh… fólleme… oooohhh…, clávemela hasta el fondo… ahhh… se lo suplico… aaahhhhhh… necesito sentir su gorda tranca…aaahhh… por favor… aaaahhh… no aguanto más…. –dijo Marcos entre incontrolable gemidos, mientras se relamía de gusto por sus lascivas palabras. Al parecer en la verdadera naturaleza del muchacho también se hallaba el deseo de ser torturado de aquella lujuriosa manera.

Todos los jóvenes suspiraron de placer al ver a su futuro hermano rogando ser penetrado de aquella manera, y Pedro en especial no pudo evitar pensar que todo el plan había salido redondo.

–De acuerdo, muchacho, como desees –dijo el maestro mientras sacaba lentamente sus dedos del interior del joven y colocaba su dura y gorda tranca de ébano apuntando directamente al agujero. De un solo golpe, sin necesidad de lubricación alguna, la gran verga de Pedro se deslizó profundamente en el interior del muchacho haciéndole gemir de puro éxtasis. El sensei sacó su polla lentamente dejando solo la punta en el interior y volvió a introducirla de nuevo de un solo golpe, haciendo que sus huevos chocasen contra el culo del muchacho y obligándole a gemir de nuevo.

Repitió de nuevo aquello varias veces, metiendo un par de centímetros más de su miembro en cada embestida hasta que finalmente estuvo toda en el interior del muchacho, y en ese momento comenzó de verdad a follarle brutalmente.

El negro y grueso garrote entraba y salía sin control del interior del muchacho matándole de placer. El rápido sonido de sus gordos cojones chocando contra el culito de Marcos de manera rítmica le recordaron a Pedro al sonido de aplausos, como si incluso sus propios huevos le estuviesen felicitando por haber conseguido que un muchacho tan sumamente atractivo le suplicase ser follado brutalmente, y tras aquel acompasado y veloz sonido, Pedro no pudo evitar dar un par de azotes en el perfecto y musculoso culo del muchacho, arrancándole nuevos gemidos y llantos de puro placer.

No pudiendo soportar ver aquella escena sin hacer absolutamente nada, los muchachos se acercaron rápidamente a la pareja y les rodearon. Las pollas de todos ellos volvían a estar duras como rocas y en aquel momento solo pensaban en follarse a Marcos hasta dejarle sin fuerza.

–¡Más! ¡Dadme más, por favor! –gritó de pronto el muchacho entre incontables gemidos y alaridos de gozo. Su recién desatada y sin embargo sumisa mente, libre de cadena alguna, parecía no estar saciada con la enorme tranca de su maestro y no quería desaprovechar esa oportunidad para probar todas las pollas posibles a su alrededor.

Satisfaciendo sus deseos y con unas enorme ganas de probar el famélico culito de su compañero. Joan le presiono levemente para que levantase su torso de la madera y se pusiese a cuatro patas, permitiendo al muchacho tumbarse en el banco justo bajo él. Intuyendo lo que pretendía, Pedro paró momentáneamente sus acometidas y dejó que la gorda verga de Joan se deslizase en el interior de Marcos, justo antes de reanudar sus embestidas.

Los gemidos de Marcos dispararon su volumen al sentirse penetrado por las dos vergas al mismo tiempo. Si bien la polla de Joan tenía un largo bastante normal, su inmenso grosor era simplemente sublime, y aquello hizo que el hambriento culito de Marcos se abriese totalmente, mandándole oleadas enteras de placer.

–¡Ven aquí! –exclamó Joan de manera autoritaria agarrando la cabeza de Marcos con una mano y trayéndole hacia si, hasta que sus bocas quedaron a escasos centímetros.

Joan besó húmeda y profundamente a Marcos y sonrió mentalmente al ver que su compañero todavía seguía intentando gemir incluso con la boca ocupada por su lengua. Nunca hubiese imaginado que el verdadero interior de su chulesco futuro hermano, fuese en realidad tan dócil y pasivo, pero le encantaba que así fuera. El virginal culito de Marcos devoraba con pasión cada centímetro de dura y gorda polla, y este no podía hacer otra cosa que no fuese gemir suplicando más aún.

–¿Aún crees que mi polla me parece extraña? Creo que la controlo bastante bien –susurró Joan al oido de Marcos, justo antes de darle una estocada más fuerte que las demás.

Al cabo de poco tiempo Malik tampoco pudo soportar aquella escena sin hacer absolutamente nada. Rodeó el banco de madera y agachándose levemente, colocó su largo miembro a la altura de las bocas de Joan y Marcos sin decir absolutamente nada. No hizo falta palabra alguna para que ambos muchachos comenzasen a lamer el delicioso palo color caramelo como si fuese una piruleta. La verga de Malik era justo el contrario de la de Joan, no era excesivamente gruesa, pero su largo impresionaba bastante, dejando carne suficiente para que ambos muchachos pudiesen saciarse.

–Joder…  ahora empiezo a entender la obsesión de algunas personas con los caballos árabes –dijo Soso colocándose detrás de Malik y susurrándole al oído. Mientras ambos observaban como Marcos y Joan chupaban su largo miembro sin descanso–. Apuesto a que te corres como un semental –añadió, echando intencionadamente su cálido aliento en el cuello de su compañero justo antes de besarlo suavemente.

Malik giró su cabeza para mirar a Soso y abrió levemente su boca lo justo para morderse el labio inferior de manera lujuriosa. Después, con un rápido movimiento de su lengua, el muchacho dio un ligero lametazo a los labios de Soso antes de susurrar.

–Ganarías la apuesta –dijo, justo antes de volver a mirar al frente, haciendo un leve gesto con el cuello para indicar a Soso que siguiese con sus caricias.

Aquella pareja era prácticamente perfecta. Tanto la verdadera naturaleza de Soso como la de Malik eran de seductores natos, pero mientras el primero cazaba a sus presas excitándolas con sus lascivas palabras, el segundo lo hacía de manera mucho más pasiva, con los suaves movimientos de su perfecto y moreno cuerpo. Juntos, la pareja creaba un espectáculo sumamente difícil de ignorar.

–Voto por cambiar el apodo de Soso –dijo de pronto Christian, colocándose justo detrás de Pedro–. Ya no te pega…

–Cierto… voto por llamarle “Golfo” –dijo de pronto Malik, justo antes de girar la cabeza y mirar de nuevo a los ojos de Soso.

–Me gusta –murmuró Golfo, al tiempo que se inclinaba y besaba profundamente a Malik en los labios–. La verdad es que ahora me siento mucho más golfo. –admitió el muchacho, rompiendo el beso un segundo para volver a sumergir su lengua en la boca de Malik instantes después.

–Yo también voto por Golfo –dijo Christian, al tiempo que introducía súbitamente un dedo en el perfecto y gran culo de su maestro, haciéndole gemir.

–¿Qué haces? –preguntó Pedro en un ligero susurró dirigido a su querido alumno. Su voz no mostraba enfado alguno por la súbita intrusión, sólo simple y pura curiosidad.

–El 69 de antes me ha sabido a poco –admitió Christian guiñándole un ojo, mientras sacaba y metía suavemente su dedo–. Además, tienes un culo demasiado perfecto para dejarlo pasar –añadió, al tiempo que usaba su otra mano para palpar fuertemente cada nalga.

Pedro no tenía pensado que ninguno de sus alumnos quisiese follarle, pero desde luego si de entre todos los presentes iba a permitírselo a alguien ese era Christian sin ninguna duda. El simple hecho de contemplar la cara de deseo de su amado alumno hacía que se le derritiese el corazón. Además, la única otra vez que había sido penetrado fue el viernes pasado durante su iniciación y la experiencia fue terriblemente agradable, así que, ¿por qué no?

–Todo tuyo –respondió el maestro cariñosamente, al tiempo que daba un pequeño paso hacia atrás para poder poner el culo ligeramente en pompa sin dejar de penetrar a Marcos.

Golfo, observando toda la escena desde su posición, pensó que era una muy buena idea y comenzó a acariciar también el palpitante agujerito de Malik sin dejar de besarle profundamente.

–¿Sabes lo que dicen de los irlandeses? –le preguntó súbitamente, rompiendo el beso un instante–. Que tragarse nuestra polla da tanta suerte como un trébol de cuatro hojas.

–Eso te lo acabas de inventar. –respondió Malik con una media sonrisa.

–Mmm puede… pero solo tendremos una manera de saberlo –respondió, igualando la sonrisa del moreno muchacho, mientras le introducía un par de juguetones dedos.

Levemente sorprendido, Malik gimió plácidamente y dio un leve paso hacia adelante, obligando a Joan y Marcos a cambiar ligeramente de posición sobre su verga. Joan decidió bajar un poco la cabeza y concentrarse en los grandes y repletos cojones de Malik, al tiempo que dejaba todo el largo de su extensa verga para que Marcos pudiera recrearse y chuparla entera en vez de simplemente lamerla.

El machito del grupo se sentía en la gloria siendo doblemente penetrado, al tiempo que saboreaba la larga verga de Malik. Sus profundos gemidos, acallados parcialmente por el dulce trozo de carne de su boca resonaban en el lugar rítmicamente como un metrónomo que les marcase el compás de cada embestida, por lo que tanto a Christian como a Golfo se les ocurrió al mismo tiempo que era un buen momento para abandonar los juegos con los dedos y comenzar a follar de verdad.

Tras las profundas y dulces dilataciones, ambos muchachos clavaron sus pollas prácticamente al mismo tiempo, mientras un profundo y amplio sonido brotaba de las gargantas de Pedro y Malik.

–¡Eh, Chris! –dijo Golfo en voz alta atrayendo la atención del muchacho. –Te propongo un juego, a ver quien consigue que se corran antes –comentó el muchacho, dando un ligero beso en el cuello de Malik sin dejar de mirar a Christian.

–Oh Golfo, creo que a partir de ahora nos vamos a llevar mucho mejor –admitió el muchacho con su habitual sonrisa de diablillo, mientras acariciaba los amplios pezones de su maestro y aceleraba levemente sus embestidas.

–Sí, yo también lo creo –respondió Golfo, justo antes de acariciar todo el torso de Malik, mientras lamía dulcemente su oreja izquierda y aceleraba también sus acometidas.

Tanto Pedro como Malik comenzaron a gemir profundamente ante las respectivas acometidas de sus amantes sin poder ni querer evitarlo. Ambos habían oído perfectamente la conversación entre Christian y Golfo y naturalmente se habían sumado al juego de manera tácita, pues los dos querían que fuese su compañero el ganador.

–Dame más fuerte muchacho –murmuró Pedro sin dejar de gemir mientras aceleraba sus propias embestidas en el culo de Marcos y obligaba así a Christian a acelerar las suyas también.

–¿Sabes? Para no poder comer cerdo…  a tu culo le encanta tragarse todo mi chorizo –bromeó Golfo en el oído de Malik mientras aceleraba también sus embestidas, haciendo que este riese y gimiese al mismo tiempo sin poder evitarlo.

De pronto, unos azotes resonaron en la habitación, y Golfo y Malik se dieron cuenta de que era Christian quien lo provocaba al golpear firmemente el amplio y jugoso culo de su maestro, mientras este aumentaba exponencialmente sus gemidos.

–¿¡Oh, joder, como sabes que me gusta eso!? –preguntó Pedro levemente sorprendido, mientras su cara multiplicaba su excitación anterior.

–Se lo has hecho a Marcos antes, supuse que a ti también te gustaría –contestó Christian, dando un par de nuevos y firmes azotes a su sensei, que hicieron que este acelerase aún más sus embestidas en el culo de Marcos.

El tiempo pareció volar entre los gemidos de placer, y cada vez que uno de los competidores subía la apuesta haciendo algo que excitase aún más a su compañero, el otro lo veía y subía todavía más.

Inevitablemente, la diversión llegó a su final cuando Pedro y Malik se corrieron casi al mismo tiempo, en el culo y la boca de Marcos respectivamente, haciendo que tanto Christian como Golfo se vaciasen igualmente en el interior de sus amantes. Marcos por su parte no pudo soportar la ingente cantidad de Lujuria Roja entrando por sus dos extremos y eyaculó brutalmente en el abdomen de Joan, quien también acabó corriéndose al notar el agarré del culo de Marcos sobre su gorda polla. Tras el orgasmo, los ojos de Marcos se tiñeron de un rojo rubí extremadamente brillante, que casi le daba el aspecto de estar a punto de llorar.

Tras dar la bienvenida a su nuevo hermano, todos (excepto Lucas y Marcos, que uno por no haber participado y el otro por hallarse en mitad de su despertar, aún tenían ganas de continuar) decidieron tomarse un leve descansó, mientras Pedro daba un extraño y sonoro silbido. Tras el agudo sonido, un ruido metálico surgió al otro lado de las puertas del vestuario, y los muchachos fueron conscientes de que alguien las había abierto desde el otro lado.