Lujuria en Varadero parte V

La ducha, que lugar más perfecto...

Imaginé que él iba a querer que yo hiciera el mismo procedimiento con sus bermudas, pero el rápidamente se bajó toda su ropa, dejando al descubierto ese gran pene, hinchado y parado como una antena. Lo miré con deleite y luego posé mi mano en el, tocando y explorándolo. Estaba a punto de arrodillarme y hacerle una buena mamada, cuando el dijo:

-Vamos a la ducha.

Continuará…


Me tomó de la mano y me guió hacia el agua tibia que pronto chocó con mi piel mojándome hasta lo más recóndito. Cuando ya estuve completamente empapada, él se metió conmigo. Me besó tan apasionadamente como momentos antes en el sillón: en los labios, los lóbulos de las orejas, el cuello y los hombros. Me masajeaba el botón de mi coñito, ya no podía más.

De pronto paró en seco y me quedo mirando, luego saco una voz mucho más grave de lo normal.

-Agáchate.

Estaba claro que era lo que quería.

Obedecí a su orden y me apoyé sobre mis rodillas. De pronto quedé frente a frente con ese hinchado miembro que me miraba expectante. Empecé besando el capullo por el que salía un líquido blanco y para luego hacer lo mismo  con todo el resto de ese pene. Decidida me lo metí en la boca, succionándolo y lamiéndolo por todo su esplendor. Cuando lo miré el tenía su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, estaba feliz por eso, ya que demostraba que le gustaba lo que estaba haciendo. Seguí con mi labor masajeando sus testículos, pero me era imposible metérmelo todo en la boca, era demasiado grande. De todas maneras le hacia una buena mamada. Él me corría el pelo mojado de la cara y yo lo miraba a los ojos mientras el me mostraba una sonrisa.

-Lo haces muy bien para ser la primera vez.- me dijo de repente.

¿Cómo supo que jamás le había hecho una mamada a un hombre? Pensé que podía con mi inexperiencia.

Dejé de succionar su miembro, con un gesto de vergüenza en la cara.

-No te preocupes, sólo tienes que poner menos dientes y hacer esto más seguido.- en eso toma mi mano y me muestra como mastúrbalo mientras le hago sexo oral.- Ahora continua.

Seguí sus consejos y así estuvimos unos minutos más, mete y saca de mi boca mientras el agua corría y corría alrededor nuestro.

-¡Para, para!- dijo de repente mi hermano.- ¡Me corro!

En contra de lo que él quería, no paré y me sorprendió con una chorrera de líquido blanco y viscoso que gracias a Dios logré esquivar, sino vomito ahí mismo.

-Te lo dije.- me miraba con risa en su cara.

Pero esto no había terminado.

-Ahora te toca a ti, querido hermanito.

Me apoyé en la pared de azulejos. En mi rostro un gesto sugerente mientras levanto suavemente mi pierna para dejarla separada de su gemela y dejar destapada lo que hay entre ellas.

Observo su rostro, el sonríe maliciosamente y camina hacia mí. Me mira, me besa y se agacha hasta quedar a la misma altura que mi conchita. Al llegar ahí, con su lengua toca mis muslos, estremeciéndolos y dándome corriente eléctrica en esa habitación de vapor. Sube. Llega a tal preciado botón y lo besa suavemente primero, después lo succiona, eso basta para que todo mi sistema nervioso colapse.

-Aaah.- digo sutilmente.

Con sus dedos acaricia mis labios mayores y hace lo mismo con su lengua en el interior de mi sexo. Era la gloria. Succiona todo a su paso con esa boca mágica y yo con mis manos me aferro a sus cabellos para empujarlo más y más cerca del lugar donde realizaba su faena, en ese momento siento una risita de satisfacción.

-Sigue, sigue.

Con mis manos crispadas busqué un lugar en la pared un lugar donde agarrarme y no perder el control de mis piernas. Él seguía besando, lamiendo, succionando ahí abajo. Aprendió cuales eran mis puntos de máxima tensión y se concentró en ellos pero siempre privilegiando aquel botón de arriba. Mis gemidos aumentan de intensidad a la par con la rapidez de sus movimientos. Miro hacia abajo y noto el miembro de Camilo ahora entre sus manos, arriba y abajo, fuerte y grande como lo vi minutos antes, esa imagen era lo que faltaba para llegar a un orgasmo prolongado y dichoso.

-Eres exquisita, Julieta.

Lo besé con intensidad, con pasión y furia. Nos metimos debajo del chorro de agua para seguir comiéndonos las bocas mientras nos refalaba el agua en las pieles calientes. Él estaba listo para seguir y yo también.

Camilo separó nuestros labios y con una voz roca dijo:

-Ven aquí.- acto seguido, me levanta y me apoya contra la muralla otra vez.

Poco a poco va adentrando su pene en mi vagina con movimientos pausados y tenues. Es impresionante lo que mi hermano puede hacer en esa posición.

Comienza el mete saca, torturándome el muy infeliz. Y así empieza lo más esperado, con movimientos poco a poco más rápidos e intensos a los compas de nuestros cuerpos acalorados. Él besa el lóbulo de mi oreja y escucho su respiración acompasada y agotada en mi oído. Era divino. Empiezo a gemir y a agarrar sus ondas castañas, beso sus párpados y por último sus labios carnosos. Él también gime más despacio, cargando con mi peso sobre su cuerpo. Empezamos a sentir venir el éxtasis hasta que al mismo tiempo nos llega la explosión de placer.

-Buen trabajo, Julieta.- me dice cuando termina todo.

¡Ding-dong! ¿El timbre? ¿¡Quién demonios podía ser?! Esta vez de seguro no eran mis papás. Camilo me mira y luego apaga el agua, sale de la ducha y me lanza una toalla blanca, el agarra otra, se seca la cara y el pelo y se la pone en la cintura, cubriéndose esa parte de él que tanto placer me dio hace unos instantes, dejando ver solo sus oblicuos y su trabajado abdomen.

Yo me seco rápidamente para ver quién era el espécimen humano que interrumpía ese polvo. Salgo rápidamente y me escondo detrás de la muralla del pasillo. Escucho unos pasos por el sendero que lleva a la puerta.

-¡Hola!

-Hola, ¿Cómo estás?

Veo aparecer tras la puerta a la misma muchacha rubia que vi hace unas horas antes, acariciando los músculos húmedos de los abdominales de Camilo, con la misma cara de perra que yo vi cuando se despedían antes…

Continuará…