Lujuria en Varadero parte III
El baño es un buen lugar para hacer infinidad de cosas...
Estábamos cerca, muy cerca, demasiado cerca. Podía sentir su aliento en el lóbulo de mi oreja y la textura de su pecho con mi espalda. Pero lo más preocupante, y a la vez increíblemente excitante, es que mi trasero rozaba con si miembro, el cual pude notar, una considerable erección y aumento del tamaño. La sangre bombeaba de mi corazón hacia la cabeza y me mantenía alerta de todos los movimientos de mi hermano. Nos miramos fijamente, posando nuestros ojos verdes en los del otro, conectados por una tensión difícil de romper.
Su mirada recorría mi cuerpo desnudo como un lobo admirando la presa que estaba a punto de atrapar. El brillo de esas esmeraldas era inexplicable, oscilaba entre el deseo y la contención. Yo por mi parte podía escuchar los latidos de mi corazón y la sangre zumbando en mi cabeza. Miraba sus labios carnosos con detención, estos se movían como queriendo saborear el aire. Estos momentos de tensión y máximo deseo se prolongaron –lo que para mí- fueron horas, pero realmente debieron ser unos 6 minutos.
Poco a poco, Camilo fue soltando mis muñecas ya rojas por la fuerza con que eran apresadas, dejando correr la sangre en ese sector, y bajando sus manos por mi cintura, palpando con sus yemas mi piel aterciopelada. Yo me dejaba acariciar por mi consanguíneo, quien fue subiendo esas grandes manos hasta llegar a mis senos. Primero jugaba con el hueco de debajo de mis tetas, para luego aprisionarlos con sus manos, lo que me hizo a mis cerrar mis ojos. Así estuvimos unos minutos más, el amasando mis senos y yo con los mis párpados cerrados, tratando de sentir cada minuto.
-¿Te gusta?- dijo con voz ronca Camilo.
-Tanto como a ti te está gustando tocarlos.- dije débilmente.
Escuché el sonido de una pequeña risa. En ese momento volví a ladear mi rostro para ver la expresión en su cara. Él sostuvo mi mirada fuertemente, para luego cambiar la acción que realizaban sus manos en mis montículos, ahora el usó solo su dedo índice mientras recorría en círculos mi aureola que se iba endureciendo poco a poco, los círculos se hacían cada vez más pequeños hasta llegar sus dedos a la parte central de mi pezón, los cuales estaban tan levantados que me dolían. Jugaba con aquellas antenas en mis pechos, las movía y sacudía lo que provocaba estragos en el escaso autocontrol que me quedaba, hacía sacar gemidos de mi garganta y cerrar mis ojos del placer que estaba sintiendo. En mi culo sentía la polla de mi hermano: dura y gruesa, completamente levantada.
En un rápido movimiento, Camilo cambió completamente mi posición arrastrándome hasta la pared de azulejos y poniéndome de espaldas. Cuando choqué con el muro del baño, Camilo posó fuertemente sus labios en los míos, abriéndose paso entre mi boca con su lengua juntándose con la mía y revolcándose dentro de nuestras bocas. Se me escapaban gemidos de la excitación que estaba sintiendo. Con mis manos enroscaba los rulos de su cabello y luego fui bajando por su pecho, para luego tocar por debajo de la playera blanca ese cuerpazo que mi hermano poseía, acariciaba sus bíceps y sus abdominales con furia y pasión, sin dejar de besarlo con locura. Vaya que sí sabía cómo calentar a una mujer. Me deshice rápidamente de su camiseta y la lancé lejos. Antes de que me diera cuenta, la boca de Camilo ya no estaba en mis labios, sino en mis senos, los cuales lamía, besaba y mordisqueaba haciendo que yo ya no pudiera más del placer y la excitación. Con su mano derecha bajó hasta mi conchita y masajeaba mi clítoris, mientras yo ponía los ojos en blanco del puro placer. Buscaba un lugar en la pared de donde agarrarme para no perder el equilibrio. Gemía y gemía, y mi hermano se dio cuenta:
-¿Te gusta, Julieta? Parece que sí.
-Cállate y continua.- dije secamente. Ya no me importaba que ese hombre fuera mi hermano, lo único que importaba era sabía cómo hacerme llegar al placer.
Seguimos con ese juego por unos minutos más, él succionándome los senos y masajeándome el clítoris, y yo, bueno… yo disfrutaba.
-Ahora te toca a ti.- dijo mientras se desabrochaba el cinturón y el cierre del pantalón. Estaba a punto de bajárselo y ver esa polla que ya me tenía loca cuando…
-¡Hola, niños!- mi papá saluda desde la sala, entrando con mamá a la casa. Habían llegado antes de lo previsto.
Con Camilo nos miramos llenos de pavor, luego él se arreglo el pantalón y agarró su playera blanca.
-¡Enciende el agua!- me ordena en voz baja.
Yo corro a la ducha y enciendo el agua, simulando que me bañaba. Después sentí la puerta del baño abrirse y mi hermano saludar a mis papás. Al parecer no se habían dado cuenta de nada.
El agua caía sobre mi cuerpo aún caliente. ¿Qué rayos iba a hacer? ¿Follar con mi hermano? ¿En qué estaba pensando? ¡Es Camilo! Estuve a punto de tener sexo con mi hermano de sangre y de crianza. Si mis papás no llegaban, quizás hasta donde hubiésemos llegado, me daba escalofríos sólo pensarlo, pero me excitaba de sobremanera también. Sea como sea, ya estaba demasiado a mil, tenía que saciarme, así que solo atiné a hacerlo yo misma con mis dedos, poniéndome una toalla en la boca para no hacer mucho ruido.
Al salir de la ducha y del baño, me sequé el pelo, me puse el pijama y la bata de baño y salí de la protección de ese cuarto.
Mis papás estaban sentados en la terraza con Camilo tomándose un mojito. Saludé a mis padres y luego eché una corta mirada a mi hermano, quien aparentaba como si nada hubiese pasado. Charlamos los cuatro sentados bebiendo el rico trago cubano disfrutando de la cálida noche en Varadero. Con Camilo le comentamos mis papás que sólo conversamos sentados en el sillón ojeando revistas y hablando sobre pubs locales. Yo miraba de reojo al hombre que estaba sentado a mi lado, que parecía ser el mismo de antes. Su fachada era el de un joven que había pasado una tarde como cualquier otra y pensé que quizás era sólo yo la que le preocupaba todo lo que había pasado momentos antes, que a Camilo eso le importaba un comino.
Después, cuando ya la noche empezó a ser un poco más fría, nos entramos a la casa. Yo que quedé levantando los vasos de los mojitos mientras mis papás y mi hermano se preparaban para dormir. Yo ensimismada en mis pensamientos sobre lo sucedido aquella tarde, no escuché los pasos detrás de mí, así que me sobresalté cuando escuché:
-Vaya que me dejaste a punto, hermanita.
Camilo sonreía sensualmente a mi lado, mientras me observaba de pies a cabeza, pero ahora estaba vestida.
Continuará…