Lujuria en Varadero parte II
Lo que un cuarzo rojo es capáz de hacer entre mi hermano y yo
Oye, antes de esta tarde, ¿Nunca habías visto un pene?
¡Maldición! El muy descarado me había visto y dejó que yo “apreciara” sus dotes. Tenía que pensar en una escapada o algo.
-Eh, sí.- dije tocándome la cabeza.- por supuesto que he visto.
-Es que por la forma en la que me mirabas cuando estaba en la ducha, pareciera que no.- dijo con una carcajada, mientras se dirigía a la habitación que compartía con papá y me dejaba sola en la cocina, con la vergüenza en el rostro y un brote de excitación en mi fuero interno.
Al ver desaparecer a Camilo por la oscuridad del pasillo, me fui directo al baño y me mojé la cara, si mi mama llegase a despertar, no podía verme así de roja. Roja de vergüenza, y de excitación.
Pensé en cómo el muy sabiondo me había descubierto viéndolo, ¿Qué no había sido discreta? O eso pensaba yo. Quizás entre la calentura no me di cuenta que empecé a abrir la puerta más de la cuenta, o simplemente mi “dotado” hermano tenía buen ojo y yo era muy torpe. De cualquier forma me había visto espiándolo, y ahora me molestaría para el resto de mi vida, además de haber fomentado su ya sobreestimado ego.
Fui silenciosamente hacia mi habitación y luego me sumergí en las mantas de mi cama con mi mamá, tratando de pensar en algo que no sea Camilo, su cuerpo desnudo o mi espionaje al baño de mi hermano.
El despertar fue bastante grato. El día era soleado, como casi todos en Varadero y tomamos desayuno en una pequeña terraza de la cabaña. Por suerte, mi hermano dormía como un lirón así que no lo vi durante buena parte la mañana, aunque sabía que no podía evitarlo para siempre. Después con mi familia fuimos de compras al centro de la ciudad, dejando a Camilo dormir en su cama. Paseamos por las calles atestadas de gente, caminando y mirando lugares de interés. Pasamos por varias tiendas de artesanías, vi cachivaches y algunos souvenirs para llevar a mis amigos, nada en especial, hasta que una señora de aspecto místico me llamó la atención.
-He tú, muchacha.- dijo la señora. Era una mujer rellenita, de piel morena y tenía un pañuelo floreado en la cabeza que sostenía su moño de pelo desaliñado.- Acércate.
Yo seguí su orden y fui hacia su puesto, que contenía amuletos, anillos y cuarzos de colores bastante bonitos.
-Hola.- dije alegremente.
La señora me miró con sus negros ojos de pies a cabeza y se detuvo en mis ojos. Luego miró entre todos sus cuarzos hasta que encontró uno de color rojizo y brillante.
-Toma.- me dijo.- Es para el deseo.
Yo mire la piedra que contenía mi mano y se la devolví ya que no creo en esas cosas. Pero la señora no dejó que le devolviera el cuarzo, hasta me dijo que no se lo pagará. Ante la insistencia de ella, me quedé con la piedra, no sin antes echarle una última mirada a la vendedora.
Al regresar a casa, corrí a mi habitación evitando la mirada de mi hermano y me lancé sobre la cama, saqué de mi bolso el cuarzo y lo observé, ¿Qué le pasaba a esa señora? “ Es para el deseo” dijo ella, pero yo lo que menos necesitaba era deseo, ya tenía bastante en mente.
Para mi desgracia, mis papás nos dijeron a mí y a mi hermano que saldrían solos esa noche, y en menos de lo que canta un gallo, cayó la luna sobre la cuidad y mis papás salieron.
Intentando concentrarme en una revista que leía en la sala de estar de la cabaña, perdí la noción del tiempo y para cuando desperté, tenía todo el sofá manchado con la comida que me había recalentado, lancé una maldición, pero luego descubrí que la mancha también me había alcanzado a mí. Después de mi intento de limpiar la mancha, fui hacia el cuarto de baño, cerré la puerta, me desnudé y abrí la cortina de la ducha pero ¡SORPRESA!
-¡Aaaaaahh! ¡Imbécil! ¿Qué demonios haces aquí?
La risa de mi hermano retumbaba en mis oídos mientras yo lo único que atinaba a hacer era taparme mi cuerpo con las manos.
-Me debías una hermanita, ¿O creías que te permití espiarme mientras me duchaba porque sí? Jajaja yo también quería ver ese cuerpo que te gastas, Julieta.- dijo Camilo, cuando logró controlar su risa.
Yo no podía más de la rabia.
-¡Fuera de aquí! ¡Fuera!- traté de echarlo a golpes, arañazos y patadas.
Camilo trataba de salir ileso de mi ola de golpes. A mí ya no me importaba que me viera, sólo quería hacerlo pagar. Pero en uno de mis golpes, Camilo me agarró fuertemente de la muñeca, dio un giro y me agarró la otra para luego cruzar mis brazos y dejarme completamente inmovilizada.
-¡Hey, cálmate! No es para tanto.- me dijo cerca de mi oreja.
Estábamos cerca, muy cerca, demasiado cerca. Podía sentir su aliento en el lóbulo de mi oreja y la textura de su pecho con mi espalda. Pero lo más preocupante, y a la vez increíblemente excitante, es que mi trasero rozaba con si miembro, el cual pude notar, una considerable erección y aumento del tamaño. La sangre bombeaba de mi corazón hacia la cabeza y me mantenía alerta de todos los movimientos de mi hermano. Nos miramos fijamente, posando nuestros ojos verdes en los del otro, conectados por una tensión difícil de romper.
Continuará….