Lujuria en Varadero parte I

No estoy orgullosa de lo que sucedió, pero debo decir que me fascinó.

No estoy orgullosa de lo que sucedió, pero debo decir que me fascinó.

Mi nombre Julieta y tengo 18 años. Diré lo que todos dicen: soy de contextura delgada, un par de ojos verdes con pecas alrededor y el pelo castaño oscuro ondulado hasta la cintura, un par de tetas bien proporcionadas para mi tipo de cuerpo y un trasero, que bien no es de ensueño, no me molesta.

Pues todo lo que hoy contaré sucedió en un verano en el que mi familia y yo fuimos a Varadero, Cuba. Al salir del coche que nos llevó desde el aeropuerto en La Habana hasta la ciudad paradisiaca partimos hacia la playa mi hermano mayor y yo mientras mis padres buscaban un hotel donde hospedarnos.

Camilo, mi hermano de 20 años, es un tipo alto y guapo, bastante guapo debo decir, tiene mis mismos ojos verdes y el pelo castaño ondulado le cae sobre la frente, moreno y con buenos músculos por practicar fútbol americano. Él es una de las razones por las que todas mis amigas desean venir constantemente a mi casa. Él muy narcisista coqueteaba con las despampanantes cubanas que pasaban al lado nuestro mientras yo, ataviada en un short y camisa suelta, caminaba por la arena tratando de aguantar el inmenso calor del lugar. La arena me quemaba mis pies cubiertos por sencillas sandalias y me maldije a mi misma al no andar trayendo bikini debajo de la ropa, pues no iría con sostén al agua. Muy contraria a mí hermano, quien se sacó su camiseta dejando al descubierto su buen trabajado cuerpo.

-¡Hey, Juli! Iré al agua.- me gritó desde atrás.

-Pero debemos estar atentos a mamá y papá.- le dije, recordándole las palabras de mis papás.

-Sólo será un chapuzón.

Y yo me quedé ahí, plantada en la arena muerta del calor mientras mi hermano se zambullía en el agua cristalina de la playa, en cambio yo sin una botella de agua. Fui bajo la sombra de una palmera para tratar de capear los rayos del sol, cuando oí una voz femenina, proveniente de mi izquierda.

-¡Hey, chica!

Yo miré en la dirección, extrañada, ¿Qué querrían ese grupo de muchachas?

-¿Ese de ahí es tú novio?- pregunta a la que yo negué con la cabeza, por lo cual otra de las chicas siguió hablando.- Pues te lo estás perdiendo.

Luego de esa conversación volteé la cabeza, volviendo a posar mi mirada en el mar.

Luego de una hora y media, y veinte minutos después de que Camilo saliera del agua, mis padres nos encontraron en la playa y nos llevaron a unas cabañas a cuatro cuadras del balneario.

Los días siguientes fueron divertidos. Turisteamos con mi familia, fui a algunos pubs con mi hermano y conocimos gente muy simpática y alegre. Pero las cosas empezaron a ponerse raras el 4to día en Varadero, cuando volvía de caminar con mi madre por las calles. Ella se quedó en una tienda de artesanías, pero yo decidí volver a la cabaña y darme una ducha y descansar para volver a salir después.

Al llegar a la casa creí estar sola, ya que mi padre fue a encontrarse con mamá y a Camilo no lo divisaba por ninguna parte. Al ir camino al baño, escuché el agua de la ducha sonar, ese debía ser mi hermano. Al pasar, reparé en que la puerta estaba entreabierta, y en ese momento sentí la tentación de abrirla solo un poco más y ver a mi hermano ducharse. Ese pensamiento fugaz y casi obsceno para mí se apoderó de mi cuerpo, y guiada por un extraño deseo, eché un vistazo a la fregadera, y ahí estaba Camilo: tenía todo su cuerpo empapado por el agua, mientras él se fregaba los pectorales y se pasaba las manos por su cabello mojado. Como lo vi de perfil, pude apreciar esa polla en todo su esplendor, grande y gruesa. Sin darme cuenta bajé mi mano hacia mi zona íntima, la cual estaba empapada por la repentina excitación y empecé a tocarme delicadamente. Pero un sonido me sacó de mis cavilaciones.

La puerta se abrió y corrí hacia el cuarto que compartía con mamá, fingiendo estar leyendo una revista. Mis padres llegaron con unos souvenirs y algo de comida para la cena. Pocos minutos después mi hermano salió de la ducha y me tocaba el turno a mí de darme un baño, pero ahora también tenía el objetivo de bajarme la calentura.

Horas después, luego de llegar a mi casa después de la salida nocturna, me topé con mi hermano, quien para mi sorpresa no había salido. Estaba en la cocina, picoteando un poco de la cena que quedó. Al pasar por al frente, me saludó:

-Hola, ¿Cómo te fue?- dijo mirando su pequeña comida.

Yo me sobresalté. Aun recordaba lo de la tarde, y ahora cada vez que lo miraba tenía que bajar la mirada a sus pantalones e imaginar ese gran aparato, pues era el más grande que yo he visto, que por cierto son muy pocos.

-Bien, me fue bien. Fui a la playa. ¿Y tú por qué no saliste?

-Preferí quedarme en casa.

Yo fingí un bostezo, y le comenté que iría a la cama. Pero el me detuvo con una pregunta que me heló de pies a cabeza.

-Oye, antes de esta tarde, ¿Nunca habías visto un pene?

¡Maldición! El muy descarado me había visto y dejó que yo “apreciara” sus dotes. Tenía que pensar en una escapada o algo.

-Eh, sí.- dije tocándome la cabeza.- por supuesto que he visto.

-Es que por la forma en la que me mirabas cuando estaba en la ducha, pareciera que no.- dijo con una carcajada, mientras se dirigía a la habitación que compartía con papá y me dejaba sola en la cocina, con la vergüenza en el rostro y un brote de excitación en mi fuero interno.

Continuará…