Lujuria
Pasa su mano en mi torso pellizcando maliciosamente mi carne ardiente. Tirándome para atrás, abre sus piernas y deja que mi firme y lubricado guerrero entre en su ardiente cavidad.
Fue como un rayo cruzando el cielo cuando la vi. Llevaba un atavío diáfano y coqueto, que no pude evitar desnudar con mis ojos. Su silueta era esbelta y sinuosa. Y tenía un aroma muy sensual impregnado a su cuerpo. Luego de las presentaciones, deslice mi mirada perturbada por su rostro y signé el tácito pacto con el destino. Llegamos a la habitación y contemplé anhelante como quitaba sus prendas, igual que los árboles impúdicos dejan caer sus hojas. Obnubilado por su carne rozagante me acerco a ella y la tomo en brazos para besarla rabiosamente. Con sus manos desgarra mi camisa y busca desabrochar mi cinturón. Como en sacrílega confesión, nos arrodillamos uno frente del otro, tratando desatar nuestras manos explorando nuestros sudorosos cuerpos. Palpito su pecho acelerado y beso su hombro. Pasa su mano en mi torso pellizcando maliciosamente mi carne ardiente. Tirándome para atrás, abre sus piernas y deja que mi firme y lubricado guerrero entre en su ardiente cavidad. Tomo su firme trasero acompañando el movimiento frenético de sus caderas, mientras mordisqueo sus pezones desafiantes que me dirigen como faros hacia ella. Veo su rostro mudado en placer y desfallezco con sus movimientos radiales incrustándose en mi pelvis castigada. Con los ojos inyectados exploto en su interior mientras le tomo la cabeza con las manos. Desfallezco hacia atrás con mi rostro bañado en sudor mientras besa mis labios apasionadamente para luego pasar su ardiente lengua por mi cuello. Totalmente a su merced me pregunto si la lujuria es un pasaje directo al cielo o al infierno.