Lujuria accidental.

La joven alumna de la doctora Randall comete un error en una operación y sabe subsanarlo, pero su método, deja a la paciente con unas ganas desbocadas...

-Apéndice localizado al tacto… ligeramente inflamado… comprobado… Se hace preciso extirparlo. Voy a proceder. Bisturí… incisión de diez centímetros en el lado derecho del abdomen de la paciente… - Rina iba "cantando" los pasos de la operación que realizaba, supervisada por la doctora Randall, su maestra y mentora, mientras, fuera, aguardaba el marido de la paciente. La joven era una mestiza, su padre era Rino Ceros, el presidente de la prestigiosa compañía de vuelos interespaciales TransGalaxtelania, que ahora, además de dedicarse a los vuelos de transporte, colonización y turismo, se había introducido también en las naves imperiales del ejército, y él era humano. Su madre, se llamaba Índiga, y era una lilius, una alienígena procedente del planeta Lilium. La joven hubiera podido pasar por humana, de no ser por el tono azul celeste de su piel, más claro que el de su madre, que la delataba como mestiza. Su cabello era rubio, casi platino, y sus ojos violetas. Los acaudalados padres de la chiquilla habían querido darle el mejor porvenir posible, y, viendo que sus inquietudes se decantaban hacia la investigación y la medicina, le habían buscado la mejor tutora que habían podido encontrar, y ésta había sido la Capitán Katherine "Cat" Randall.

La doctora Randall, además de ser una militar con un gran historial de batallas a sus espaldas, era una excelente médico, acostumbrada a trabajar con los medios más precarios y en las condiciones más adversas, con un único fin: salvar vidas. Había conservado a más soldados vivos y enteros ella solita, que la penicilina, motivo por el cual, los padres de Rina le habían propuesto ser la tutora de la joven en sus estudios médicos, y la doctora aceptó encantada.

Hay que decir que la capitán Randall había cobrado un vivo afecto por la muchacha, tan educada, tan servicial, tan amable… los lilius, solían producir ese efecto. Eran de carácter dócil y bondadoso, carecían de doblez alguno, o de retorcimiento. La misma idea de una broma, era preciso explicársela, porque no entendían el concepto de reírse a costa de otra persona, aunque fuese sanamente y sin maldad. En su religión y sus ideas, no entraba la posibilidad de que alguien pudiera querer aprovecharse de nadie… adoraban a una Diosa sin nombre que predicaba el amor por encima de todo, y como máxima expresión del mismo, el orgasmo, y así, ofrecían sexo a todo aquél que notaban que podía precisarlo o desearlo. Para ellos, el término "puta", no existía. No comprendían cómo alguien que ofrecía sexo a sus semejantes, aunque fuese a cambio de un pago, podía recibir denostación social, o ser merecedor de un insulto… para ellos, los sacerdotes y sacerdotisas de la Diosa, era lo que hacían: promulgar la felicidad sexual, el orgasmo, el goce sensual por encima de todo… es cierto, ellos no exigían pago alguno, pero si se les daban regalos, los aceptaban, porque los necesitaban para vivir, dado que no podían trabajar la tierra o cazar, siempre tenían que estar disponibles en el templo y recorriendo las calles, buscando a quien pudiera precisar de sus servicios.

Así, Rina, era una chica amable y servicial, como su madre, pero su padre había intentado que su carácter natural de ofrecer sexo, se dominase en la medida de lo posible. Con su madre, había sido fácil… Rino e Índiga se conocieron cuando la nave en la que él viajaba sufrió un accidente y se estrelló en su planeta, y ella le cuidó. Cuando le rescataron, la llevó con él, y le dijo que era un hombre muy necesitado de consuelo espiritual, quería rezar con ella todos los días… (claro está, para los lilius, rezar, es hacer el amor), y ella, sabiendo que Rino había recibido el regalo de la Diosa por primera vez con ella, aceptó sin dilación. Pero Rina… era más difícil. Nada hubiera llenado más de orgullo a su madre que su hija hubiera decidido ser sacerdotisa de la Diosa, pero Rino no estaba conforme con lo que eso implicaba… había hablado con su hija, y, puesto que era imposible explicarle que los hombres querrían aprovecharse de ella si se ofrecía a darles placer, le había explicado que los humanos eran celosos y posesivos; si daba placer a varios, se enfadarían con ella, porque cada uno querría tenerla sólo para él… por duro que le pareciera, debería elegir a uno solo, y dedicarse sólo a él. La joven se mostró desencantada, pero nunca se le pasaría por la cabeza desobedecer a su padre, de modo que esperaba a conocer a un hombre al que dedicarse en exclusividad, y mientras tanto, rezaba a solas, y estudiaba mucho.

En ese momento, estaba una lección práctica, operación de apendicitis. La mujer que estaba tendida en la camilla, con los ojos cerrados, respiraba acompasadamente mientras Rina cortaba, un poco nerviosa (era su primera práctica), pero conservando la calma aún así. Junto a la cama, de pie, observando minuciosamente los pasos cuidadosos de su alumna, la doctora Randall aguardaba.

-Incisión correcta… apéndice localizado… ¿ay…? ¡Oh, no! – Rina palideció en tono azul pálido al ver desbordarse la sangre, ¡no debería sangrar así!

-Ten cuidado, tapona esa hemorragia – le dijo la doctora. Rina se afanó en ello, y el medidor del pulso de la paciente se aceleró de golpe.

-¡Taquicardia! – gritó la joven, intentando cerrar la sangre, que manaba a borbotones, mientras la paciente, aún anestesiada, gemía como si le doliera.

-¡Va demasiado rápido, haz algo o la perderás! – Rina se mordió el labio, había seccionado una arteria accidentalmente, se le iba en sangre, intentó sellar la herida, pero las manos le temblaban, se le calló el sellador, un borbotón de sangre le salpicó la cara cuando se agachó a recogerlo, se golpeó la cabeza contra la camilla cuando se enderezó, y el pulso no dejaba de aumentar… - ¡está casi a doscientos quince, se te muere! ¡Se va! ¡Haz algo!

-¡Lo intento, lo intento…! ¡Ya está! – Las antenas retráctiles salieron disparadas de entre sus cabellos rubios y emitieron ondas tranquilizantes que calmaron de inmediato la paciente, el pulso se ralentizó considerablemente, y eso le dio tiempo para sellar la arteria de forma eficaz. Rina, también calmada ya, terminó la operación de forma prácticamente profesional. Acabada la operación, Rina se volvió hacia su tutora muy sonriente, pero la doctora Randall la miraba con gesto poco amistoso, tamborileando los dedos de la mano derecha en el brazo izquierdo - ¿Qué…? La he salvado, ¿no?

-Rina, no puedes usar las ondas de tus antenas en una operación. Se supone, que debes usar los medios médicos a tu alcance, no tus particularidades físicas. Y debes tener más cuidado al hacer incisiones. SABES perfectamente cómo hacerlas, pero te pones nerviosa, temes equivocarte, y es entonces cuando te equivocas, tienes que tener más seguridad en ti misma.

-Por favor, doctora, no la riña… lo ha hecho muy bien. – Femme, quitándose ella misma los neurotransmisores que tenía pegados a las sienes y que servían para controlar sus constantes vitales y conducir la anestesia, se incorporó en la cama.

-¡Femme! ¡Se supone que debes seguir anestesiada, ella debe despertarte! – Femme no era una mujer… no exactamente, al menos. Era una androide, reproducida con tal verismo, que a no ser que uno lo supiera con antelación, no pensaría que no era una humana perfecta. Las prácticas médicas solían hacerse con animales o con los llamados practice-bots, robots de prácticas, poco más que meros maniquíes, pero Femme, pese a ser una androide, era también una extraordinaria cirujana y profesora de medicina del ejército, y cuando conoció a la chiquilla, decidió ayudarla en la medida de sus posibilidades, y se había ofrecido a ser su cobaya, a sabiendas que no corría ningún peligro serio, aún cuando ella cometiera un error grave.

-Lo intenté, doctora, pero tenía que decirlo… Rina, lo has hecho muy bien. Doctora Randall, usted ha salvado muchas vidas, precisamente por usar métodos poco ortodoxos. Ha usado siempre lo primero que le podía ser útil, no se ha limitado a los "medios médicos a su alcance", porque entonces, muchos valientes soldados habrían muerto

La doctora permaneció pensativa unos instantes, y finalmente, sonrió.

-De acuerdo, has aprobado tu primera práctica – dijo, y Rina se puso a dar saltitos sin poder contenerse. - ¡Pero…! Para la próxima vez, has de tener más cuidado. No siempre vas a contar con una paciente androide que va a resistir segundos y segundos sin colapsarse, y debes recordar que las ondas de tus antenas, deben ser un último recurso, no una herramienta principal.

-Lo tendré en cuenta, doctora, ¡gracias! – dijo la joven y se lanzó en brazos de la doctora, la apretó contra sí y la besó en la cara. Puede que no practicase sexo con nadie, pero su forma de ser, cariñosa y natural, no tenía freno alguno. Femme reía ligeramente, estaba colorada, y no parecía poder parar de reír, de simple contento.

-Rina… esas ondas que me lanzaste, ¿puedo preguntarte una cosa?

-Dime, Femme.

-¿Tienen algún efecto secundario… especial?

-Bueno… son ondas tranquilizantes. Pueden producir calma, somnolencia, bienestar, sensación de felicidad… - Femme le sonrió. Sus mejillas estaban coloradas y brillantes, y se le escapaba la risa. La joven entendió y sonrió - …y sí, también "eso". Puede suceder en ocasiones. ¿Quieres que te dé placer? - sugirió enseguida, pero la doctora se le adelantó.

-¡Rina….! – sonrió, tomando la mano de la joven, que ya se disponía a levantar la sábana que cubría el cuerpo de Femme – Estoy segura que ella, prefiere que dejemos entrar a Sam… ¿no es así?

Femme no fue capaz de contestar, se llevó las manos a las mejillas rojísimas, y asintió, riendo. Rina pareció un poco decepcionada, ¡tenía tantas ganas de llevar a alguien el regalo de la Diosa…! Pero aún así, obedeció, ella y la doctora se marcharon, diciendo a Sam, otro androide como Femme, que entrase a verla… y echando la cortinilla automática antes de marcharse.

Sam nunca pensó que sus pasos volverían a llevarlo al ejército del que su padre les hizo escapar, tantos años atrás, y que había pretendido destruirlo a él y convertir en una prostituta robótica a Femme, pero lo cierto es que así era… el ejército era ahora no tanto la máquina de destrucción que había sido en el pasado, como una importante herramienta humanitaria que se ocupaba de la guerra contra los estupefacientes mortales o los rebeldes asesinos, al tiempo que luchaba por la paz y el buen entendimiento entre todas las colonias y protegía a las minorías humanas en aquéllos planetas donde estaban en inferioridad… pero cuando Sam entró a la habitación donde Femme lo esperaba y vio con qué ojos le miraba ella, todos esos pensamientos desaparecieron.

-Hum… creo que "alguien" ha recibido ondas tranquilizantes por parte de Rina, y le han producido todos los efectos posibles… ¿me equivoco? – susurró, acercándose a la cama, con su tierna expresión de listillo de la clase, mirando a su esposa de refilón, sonriéndola.

-No te equivocas, Sam… ven aquí conmigo a jugar a los médicos… - Sam sonrió más abiertamente y se inclinó sobre Femme, poniéndose de rodillas sobre la cama, besando a su mujer entre sonrisas. La expresión "jugar a los médicos", se la había enseñado él mismo pocos meses atrás, diciéndole que era un eufemismo para referirse a tener sexo, y que los humanos solían usar ese tipo de expresiones para que los niños, o los demás, no se enterasen de qué querían decir, o simplemente para hacerse los interesantes… muchas parejas, tenían sus propias maneras personales de referirse al sexo o a determinados juegos sexuales, como "tocar la flauta", "recoger flores", "invadir Alejandría", "marcar un tanto", "jugar a la anguila en la cueva", "desembarcar en Normandía", "limpiar la moqueta", "tageratack", y muchos más… Femme se había reído, colorada como un tomate, y habían prometido buscar una expresión para ellos solos, y mientras la encontraban, Femme solía usar cada día una distinta, como para probar cómo sonaban… Sam, entre risas, se desabrochó la pechera cruzada del uniforme azul plata que llevaba, sacó los brazos, dejándolo en su cintura, mientras su mujer lo abrazaba, ansiosa por sentir su pecho cálido sobre el suyo.

-¡Mmmmmmmmmh….! – gimió ella tan pronto sintió el contacto de su piel, ¡qué cálida era! Sam se dejó extasiar unos segundos, abrazando a Femme con fuerza, y acto seguido, empezó a patalear para librarse del ceñido uniforme. Su mujer le ayudaba, pescándolo con los pies y tirando de él, mientras no dejaba de besarle. Sam sabía que aún no estaba dentro del cuerpo de su mujer, pero el estar simplemente entre sus piernas, le volvía loco, las caricias que sentía en su miembro erguido, cubierto ya sólo por la ropa interior, le hacían sentir que estaba flotando. Quería estar dentro de ella, lo más dentro que pudiera, abrazarla, exprimirla… Femme le acariciaba con las piernas, rozándole el brazo con el muslo, mientras se besaban con los ojos abiertos, y Sam, sin quitarse de encima, se deshacía del inútil calzoncillo blanco.

Cuando hacían el amor, a ambos les divertía pasar unos segundos simplemente frotándose, jugueteando, viendo cuánto eran capaces de resistir sin pasar a la penetración… hoy, no. Femme no dejaba de reír y mover las caderas, estaba realmente ansiosa de ser penetrada, y el verla con tantas ganas, le daba a Sam muchas más… Agarró por detrás de la rodilla, la pierna con la que Femme lo acariciaba, y embistió, guiándose sólo por el familiar calor que desprendía el sexo de ella.

-¡AAaaah……! Mmmmmmmmmmh… - Femme gritó. Sam enmudeció, y ambos tuvieron que parar un instante, sabedores que si seguían, si se movían aunque fuese sólo una micra, acabarían inexorablemente… ¡y era demasiado bueno para que terminase tan pronto!

-Femme… estoy… me noto… muy dentro… - Sam había roto a sudar de golpe. Su sistema se había calentado en exceso y se refrescaba eliminando parte del agua caliente, de forma similar a la sudoración humana. Jadeaba sin moverse, y estaba extasiado… Femme le sonreía y temblaba debajo de él, sudando también, mientras empezó a asentir, deseosa. Quería que se moviera, quería sentirle así de profundo. Su marido le devolvió la sonrisa, y empezó a mover las caderas, apoyándose en la cama, con el brazo libre, mientras ella lo abrazaba.

-Haaaaah… me… me encanta… me encanta, Sam… sigue… - pidió la joven autómata, acariciando la cara de su compañero, acariciándole las orejas, esas orejas ligeramente mayores de lo que hubiera sido deseable, pero tan bonitas, tan preciosas… el pecho peludo, cubierto de vello oscuro y rizado, algo áspero, que hacía unas cosquillas tan deliciosas cuando se frotaba contra el suyo…. Sam tenía cara de esfuerzo, y a la vez, de estarlo pasando mejor que en toda su vida. Podía notar el final de la vagina de su mujer, el inicio de lo que sería el útero… inútil, puesto que Femme no tendría posibilidad jamás de quedarse en estado, pero que había sido construido aún así, por exactitud y por si acaso. Notaba su miembro aspirado por el sexo de ella, totalmente absorbido, abrazado por completo… "totalmente dentro, lo más cerca de ella que puedo estar", pensó, en medio de su placer, y le pareció que ese pensamiento, le acercaba aún más al éxtasis.

"Me taladra… me llena…" pensaba Femme, sonriendo, intentando abrir los ojos para mirar a Sam y que él viese en ellos todo su gozo, pero incapaz de mantenerlos abiertos por más de un par de segundos seguidos, el gusto inmenso que sentía, se los hacía cerrar o poner en blanco, ¡qué maravilla…! Hacer el amor siempre era bueno, bonito, tierno, divertido… pero el tenerle tan dentro, era algo asombroso…. Ella sabía que sólo tenía terminaciones nerviosas en la zona de su vagina más cercana a la vulva, igual que las mujeres humanas, a partir de una zona determinada, su interior era insensible… pero aún así, podía sentir el miembro de Sam en su totalidad, podía sentirlo recorriéndola, tocando ahí, ahí, tan al fondo… lo sentía salir y entrar, abriéndola tan dulce y poderosamente… Sentía el bajo vientre de Sam, tibio y peludito, acariciando su clítoris a cada vaivén, ¡mmmmmmmmmh…! Sentía sus testículos, tan calientes y tiernos, acariciar su vulva, un poco más abajo, dando calor a la entrada de su ano… aaah, era para volverse loca, ¡qué placer!

-No… no puedo más… - musitó Sam derrotadamente, y Femme le sonrió, ella estaba en el mismo punto, por favor, que acelerase, le quedaba ya tan poquito… Sam puso los ojos en blanco y empezó a embestir, a moverse con frenesí, mientras su brazo seguía atenazando la pierna doblada de Femme, que gimió debajo de él, sintiendo que el picor empezaba a ser insoportable, ahí, en su interior, y Sam podía notar cómo sus testículos se elevaban ligeramente, listos para soltar el gel caliente que en él, hacía las veces de esperma, aunque vacío de semilla… era delicioso, podía notar cómo la explosión se gestaba, se acercaba más y más… y Femme no dejaba de mirarle, poniéndole caritas de gusto tan cariñosas… mírala, se iba poniendo roja… quería conservar los ojos abiertos… parecía que fuese a echarse a llorar de placer… la boca se le abría… sonreía… y de pronto, una expresión de sorpresa y placer, mientras no dejaba de mirarle, gemía y se estremecía debajo de él, reía, ponía los ojos en blanco, y su sonrisa se ensanchaba, dejando paso a una expresión de gozo y relajación absolutos… y su vagina se contraía en torno a su miembro… ¡qué estrecho se hacía, tiraba de él y parecía besarle…. Mmmmmmmmmmmmmmmmmh…..! Fue como si el gel caliente le fuese aspirado junto con toda su energía, la reserva secundaria y el sistema de emergencia… sus caderas dieron varios golpes, soltándolo todo, dejándose robar dulcemente la energía… haaaaaaaaah… Se dejó deslizar al pecho de Femme, quien lo abrazó contra ella, y soltándole por fin la pierna

Podía sentir cómo el sexo de su compañera daba latidos durante un rato largo. Estas contracciones, a imitación de las que sucedían en las mujeres normales, no sólo implicaban que ella había disfrutado, y mucho, sino que hacían que el gel caliente fuese absorbido por el sexo de la autómata, para su lubricación. Sólo el cuerpo de Sam producía ese gel, y lo hacía en exceso, así que él tenía que soltarlo, y ella tenía que recibirlo… había sido una idea de su padre, para que ambos sintieran una "primera necesidad de acercamiento y necesidad mutuas", como lo había definido… daba un poco de timidez agradable pensar en aquélla primera vez, pensó Sam, besando los hombros de su mujer. "Todo el tiempo que ha pasado, y aún somos novatos… no se nos había ocurrido probar posturas; siempre que empezábamos, nos gustaba tanto simplemente lo que sentíamos, que no se nos ocurrió intentar otras posiciones… Nos conocemos el Kamasutra de memoria, y jamás lo hemos practicado." Sonrió, mientras su esposa le acariciaba la cara para besarle, feliz. "Supongo que forma parte de ser androides… eso de "experimentar", nos cuesta un poco si no estamos programados para ello…", concluyó, mientras se extasiaba en sentir en su boca la lengua de su mujer.


-Haaaaaah… una gracia, por favor… por favor, Diosa Nuestra, sólo pido un compañero… alguien a quien pueda prodigar tus regalos, por favor… mmmmh… sólo quiero poder servirte, Diosa Nuestra… aaaah… - En su cuarto, tumbada en su cama, Rina rezaba acariciándose el clítoris azulado, casi violeta de la excitación. Apenas hacía dos minutos que la doctora la había dejado en sus habitaciones, prometiéndole que, si estaba en su mano, la llevaría con ella a Fuerte Bush III, donde ella misma acompañaría al Coronel Bonetti, para supervisar los informes de su propia hija, la Coronel Slade. Rina se masturbaba, lo que para ella era una forma de rezar, pidiendo que allí, entre jóvenes aproximadamente de su edad, pudiera encontrar a una persona para ella.


La capitán Randall dejó a la joven Rina en sus habitaciones, y se dirigió a su audiencia con el alto mando de la base, el Coronel Ulises Bonetti.

-Buenos días, Capitán. Por favor, cierre la puerta – dijo éste, sin apenas mirarla, cuando ella entró en su despacho. La joven obedeció y accionó el cierre automático. Apenas los batientes se habían cerrado del todo, cuando el Coronel estaba ya a su espalda, abrazándola de la cintura, buscándole los pechos…. – llegas con retraso, te echaba de menos… - sonrió.

-Por favor, Coronel… ¡auh…! Más suave, Ulises… - la doctora estaba muy roja. Ella y el Coronel Ulises se entendían desde hacía poco tiempo, y los dos habían juzgado más prudente que lo supiera el menor número de personas posibles, de modo que se veían a escondidas, lo que no dejaba de darle su poquito de morbo a la situación. – mmmh… te…tenía que dejar a Rina en su cuarto… ¿vendrá con nosotros….? – la doctora se volvió, para besar apasionadamente la boca de Ulises.

-Sí… ¡sí! – jadeó el Coronel, conteniéndose como podía, al sentir su hombría acariciada por la doctora – Sí, vendrá con nosotros… Saldremos mañana para Fuerte Bush III… mmmh… mi yerno está ya de camino… no quiero perderme su visita a mi hija

-Haaaaaaaah…. – gimió la doctora, sintiendo la mano derecha de Ulises, tórrida y sudorosa, colarse bajo su guerrera y acariciarle los pechos, pasando enseguida a apretarlos y pellizcar los pezones, haciéndole dar respingos de gustito, mientras ella le desabrochaba la bragueta y acariciaba por dentro. - ¿Tienes… tienes cariño a tu yerno…?

Ulises se rió bajamente, "con risa de lobo", pensó la doctora. Era una risa peligrosa.

-Le detesto… y él me detesta a mí, pero nos hacemos pensar mutuamente que nos apreciamos… aaaah… más que otra cosa, voy a conocer… al amante de mi hija

-¿Hah… tu hija, tiene un amante?

-Calculo que desde no hace mucho… puede que sólo unas cuantas semanas… - jadeó Ulises, tirando de las bragas de la doctora sin ningún cuidado, dando de sí la prenda, mientras ella misma se arremangaba la falda y él la encajonaba contra la pared. – se figura que no lo sé, piensa que no tengo ni idea de ello… como si yo no la hubiese mandado a Fuerte Bush III precisamente porque allí estaba él… aaaaah…. Caaat

-Haaaaaaaaaaaah…. Ulises, cariñooooo…. Embísteme…. ¡así, así, sííííííí….!