Luisa tiene que pagar
Luisa me dijo: Estoy dispuesta a demostrarte lo que quieras
Esa noche me tocó estar trabajando de camarero toda la noche, cuando terminó la fiesta del sótano pasó bastante rato hasta que subieron los que habían estado en la fiesta. Mercedes se quedó en la barra conmigo y los demás se marcharon a casa, con ellos iba una chica a la que no conocía y por el aspecto que tenía parecía muy cansada.
Ya no nos quedamos mucho más, los clientes se fueron marchando al poco tiempo. Ayudé a Mercedes a recoger y limpiar el pub y cuando quisimos darnos cuenta ya eran más de las tres de la mañana, estaba cansado y no me apetecía ni siquiera irme a mí casa, ella también estaba cansada y cuando le dije que subía a dormir en su casa pareció preocuparse, seguro que pensó que iba con intención de echar un polvo antes, le note respirar aliviada cuando vio que sólo quería dormir.
Cuando me desperté estaba solo en la cama, me estiré disfrutando de esos momentos de somnolencia antes de levantarme, pero tampoco me podía quedar ahí toda la mañana, ya se oía trastear a Mercedes en la cocina, salí del agradable abrazo de las sábanas y me fui a verla.
Al entrar me la encontré inclinada sobre la pila, todavía no se había vestido, seguía con su ropa de dormir, unas braguitas negras y una camiseta amplia, hice lo que hubiese hecho cualquiera al verla así, la abracé por detrás, presionándola contra el fregadero, mientras le plantaba mi erección mañanera en mitad del culo.
— Buenos días.
— Hola madrugador, ¿siempre te despiertas así?
— Si tú estás cerca creo que siempre me despertaría así.
— Uuuhhhmm supongo que eso es un halago.
En ese momento ya tenía las manos dentro de su camiseta, acariciaba suavemente su tripa, fui subiendo las manos y pronto estaba sopesando sus tetas, sus pezones ya habían empezado a ponerse duros y cuando los pellizqué Mercedes soltó un gruñidito complacido.
— Uuuffff, yo ahora quería desayunar.
— Valee, ve poniéndome un café voy a mirar si tengo algún mensaje en el móvil.
Me fui a buscar el móvil que había dejado en la mesilla, cuando volví a la cocina Mercedes ya me había puesto un café con leche, me acerqué a ella y le quité la camiseta, ante su cara de sorpresa la lleve a la mesa y le hice que se arrodillase, mientras yo desayunaba un café con tostadas Mercedes se encontró desayunándose mi polla.
Mientras disfrutaba de la boca de Merceditas, me puse a mirar los mensajes que había recibido, en el correo no había nada reseñable, pero en ese momento me entró un mensaje de nuestra amiga Luisa.
— Hola, ¿Dónde te has metido que no has venido al Gimnasio?
— Anoche trabajé de camarero y me acosté tarde, no me apetecía madrugar.
— Pues ve ahora todavía te da tiempo.
— Ahora estoy muy liado. — Le aparté a Merce el pelo de la cara y le hice una foto con el móvil.
— Ya te veo lo liado que estás, pareja de cabrones y mi marido que me tiene a dos velas, a ver si se vuelve a ir pronto.
— Jejejeje, ¿Te gusta ver como desayuna Merce?
— Y desayunarme a Merce también me gustaría.
Le mande una video llamada, Luisa tuvo un primer plano de su amiga chupando durante un par de minutos, cuando acabe corriéndome en la boca de Mercedes le hice abrir la boca delante del móvil para que Luisa no perdiese detalle.
— ¿Qué te ha parecido como se porta Merce?
— Menuda guarra está hecha.
— ¡Oye que te estoy oyendo!
— Jajajaja, sabes que me encanta cuando te portas así, quedas genial en la cámara, tienes madera de actriz.
— Pues se acabó la actuación ya, te toca ver la tele.
— Nooooo, quiero más.
Yo estaba tranquilo viéndolas hablar, pero al ver a Luisa pedir más, pensé que tampoco pasaba nada por darle el gusto, le quité las bragas a Mercedes y la senté en la mesa.
— Tócate, que te vea Luisa.
Merce parecía un poco cortada al principio, pero se fue relajando, empezó a acariciarse por todo el cuerpo, la tripa, los costados, los muslos, cuando empezó a acariciarse los pechos vi como sus pezones se erizaban.
Mercedes se metió los dedos de la mano en la boca y empezó a chuparlos mientras con la otra mano seguía acariciándose las tetas, bajo lentamente la mano hacía su coño, Luisa no perdía detalle y no paraba de decirle cosas por el móvil.
— Que cerdita eres Merceditas, mira que cachonda te pones cuando te miran. Te voy a pillar un día y te voy a follar como no te han follado nunca, voy a hacer contigo todo lo que se me ocurra y lo vas a gozar como una perra.
Todo lo que le decía Luisa parecía excitar más a Merce, se frotaba el coño cada vez más rápido mientras se pellizcaba los pezones, pronto estaba jadeando, cuando se corrió se quedó mirando la cara de Luisa en la pantalla del móvil.
— Límpiate los dedos con la boca, quiero que me digas a que sabes.
Mercedes se chupó los dedos y después lamió la palma de su mano, la cara de vicio que tenía me puso casi más duro que haber visto como se masturbaba.
Ya quité el video de la llamada, seguimos hablando un rato, al poco Merce se fue al baño a darse una ducha, cuando nos quedamos a solas ya Luisa me mandó la foto de un consolador con correas.
— Me quiero comprar esto.
— Joder, vaya aparato ¿Para qué lo quieres?
— No te hagas el tonto, lo sabes de sobra.
— Quiero que me lo digas tú.
— Quiero usar a Merce, convertirla en mi puta, con esto podré darle lo que cualquier hombre y más, compártela conmigo ¡por favor!
— Pensaba que tú eras mi perra.
— Lo soy y lo seré más todavía, pero con ella es diferente, no sé lo que me pasa, pero me pone brutísima.
— Ok lo puedes comprar, pero te voy a poner dos condiciones:
La primera, te pondré una prueba de obediencia, tendrás que demostrarme que estás dispuesta, a obedecerme en cualquier cosa que te mande en el momento que yo consideré oportuno.
La segunda, solamente lo usarás con Merce si ella consiente.
— Estoy dispuesta a demostrarte lo que quieras y estoy totalmente segura de que Merce querrá.
— ¿Cuándo se vuelve a ir tu marido de viaje?
— Ya se va esta noche, tendré ocho o diez días de tranquilidad.
Ya terminé la conversación y corté la llamada, que el marido de Luisa fuese piloto y viajase tanto era una ventaja. Cuando iba al dormitorio a vestirme pase por delante del baño donde estaba Merce duchándose, la puerta estaba entreabierta y la vi, estaba de espaldas a la puerta, inclinada secándose los pies, viéndola comprendí a Luisa perfectamente, Mercedes tenía una especie de morbo natural, acciones que en otras mujeres resultaban anodinas en ella resultaban excitantes aún sin proponérselo.
Mientras ella terminaba de vestirse, bajé al supermercado a comprar unas cosas para la comida. Iba dándole vueltas a lo que le había dicho a Luisa, sabía que entre Merce y ella había atracción, alguna vez ya habían estado juntas, pero lo que me pedía era otra cosa, era compartirla conmigo, no tenía nada claro que prueba ponerle, pero desde luego fácil no iba a ser.
Al día siguiente ya volví a la rutina habitual, me levanté pronto y me fui al gimnasio a entrenar. Había pasado pocos días sin ir, sin embargo, se me había hecho largo, me cansé más de lo normal, pero volver a ver a los amigos lo compensó de sobra, nos pasamos casi más tiempo conversando que utilizando las máquinas y las pesas.
Luisa también estaba por allí, enfundada en un maillot azul que le quedaba como un guante, ella no sabía ser discreta y siempre llamaba la atención. Cuando ya estaba casi terminando me acerqué para hablar con ella.
— Hola guapa, ¿Cómo estás?
— Muy bien ¿es qué no me ves?
— Claro que te veo, sabes te veo tan bien que te voy a llevar a un sitio cuando salgamos.
— ¿Dónde?
— Ya lo verás, pero me apetece probar a mi perrita.
— ¿Ya, tan pronto? — Luisa estaba sorprendida pero los pezones se le marcaron inmediatamente en la ropa.
— Ya.
No hablé más con ella, terminé mis ejercicios y fui a ducharme, bajó el chorro del agua caliente pensé en lo que le tenía preparado, todavía no tenía claro si iba a ser excesivo, pero desde luego si hacía lo que le tenía preparado me iba a demostrar muchas cosas.
Cuando salió por la puerta del gimnasio la estaba esperando con el coche, amablemente le abrí la puerta y le invité a subir, ella montó un tanto nerviosa pero no dijo nada, cuando vio que salíamos de la ciudad ya no pudo contener la curiosidad y empezó a hablar.
— ¿Dónde vamos?
— A respirar aire puro, he pensado que nos iría bien.
— ¿Solamente a respirar aire puro?
— Ya lo verás, no seas impaciente.
Luisa no se quedó tranquila, hizo un esfuerzo por permanecer callada, pero al poco rato ya estaba hablando por los codos otra vez, le hice poco caso la verdad, seguí conduciendo, pronto ya habíamos dejado atrás la ciudad, cruzábamos zonas de cultivo que iban quedando rápidamente atrás, puse un CD de los Scorpions y me dispuse a disfrutar del rato de viaje que nos quedaba.
Pero ella no se callaba, seguía hablando sin parar, ya llevábamos casi una hora de viaje y todavía nos quedaba un rato, me estaba empezando a cansar.
— Bájate los pantalones y las bragas.
— ¿Ahora?
— ¡Ahora mismo joder! — sobresaltada por mi tono Luisa levantó el culo del asiento del coche y me hizó caso.
Empieza a masturbarte y avísame cuando te vayas a correr.
Luisa empezó a tocarse, le costó un poco empezar a animarse, pero en pocos minutos ya se le veía más relajada, un poco más y ya estaba jadeando, tenía los ojos cerrados, su mano se movía cada vez más rápido.
— Si sigo me corro.
— Deja de tocarte zorrita.
Le eché mano al coño, ya estaba bastante mojada, pero todavía nos quedaba un rato de viaje, decidí que se lo iba a hacer bastante largo, Luisa estuvo masturbándose hasta el borde del orgasmo y parando sin poder correrse todo el resto del trayecto. Al final salí de la carretera principal, un par de kilómetros más por una carretera secundaria y luego me desvié por un camino, en ese momento paré el coche. Luisa estaba sudando y con la cara totalmente roja.
— Bájate del coche, ya hemos llegado.
Antes de bajar hizo ademán de subirse los pantalones y las bragas, pero no se lo permití.
— Quítatelo todo y échalo en esta mochila, te puedes dejar las zapatillas.
Ella miro alrededor antes de hacerme caso, a nuestra derecha todo lo que se veía eran campos sembrados, a la izquierda se veían más campos de labranza y un poco más alejado un pequeño pueblo, al frente el camino seguía y se veía una casa en construcción.
Luisa se quedó desnuda a excepción de unas zapatillas de deporte blancas, me miraba expectante, todavía mantenía la excitación del viaje y esperaba con lujuria, supongo que pensaba que me la iba a follar en mitad del camino, pero no se acercaba ni de lejos a lo que tenía preparado para ella.
Con toda tranquilidad le enseñé tres pequeños candados, los usé para cerrar la mochila con su ropa, ella me miraba con cara de no enterarse de nada.
— Muy bien perrita, ahora vas a seguir por este camino hasta la casa en obras que se ve, cuando llegues allí te estará esperando tu prueba, la prueba que va a demostrar lo dispuesta que estás para ser mi perra obediente.
— Pero está muy lejos, me puede ver alguien.
— Eso me importa tres cojones, ponte en marcha ya.
Luisa empezó a caminar, mirando su culo alejarse por el camino empecé a recordar.
Yo había salido a comprar desde la casa de Mercedes, iba pensando en que prueba ponerle a Luisa, pero no se me ocurría nada, a eso estaba dándole vueltas cuando me crucé con Pablo, Pablo era un chaval de unos dieciocho o veinte años, una noche había usado a Luisa para calentarle a él y a dos amigos que siempre le acompañaban, desde entonces se habían hecho clientes asiduos del pub donde ella trabajaba.
Eran buenos chavales, unos salidos como correspondía a su edad, pero buena gente, no daban problemas, se tomaban alguna cerveza e intentaban tontear un poco con Luisa, pero siempre bastante educados, fue verle y empezar a maquinar como podría utilizarlo, estuve hablando un rato con él, fuimos a un bar a tomar unas cervezas cuando le conté lo que estaba pensando se quedó totalmente alucinado, pensaba que le estaba tomando el pelo.
— Pero ¿estás hablando en serio?
— Totalmente, te puede parecer raro, pero eso es exactamente lo que quiero.
— A ver si me he enterado, tú le quieres poner una tarea a tu “sumisa” y para eso quieres que te ayudemos.
— Eso es, necesito comprobar que me obedece le pida lo que le pida.
— Jodeeeerrrr, es lo más flipante que me han dicho en mi vida.
— Eso sí, una vez que terminéis lo olvidáis, absoluta discreción ya ella ni volver a mencionarlo. Si se lo contáis a alguien, si la molestáis, si me entero de que habéis hecho cualquier cosa que pueda perjudicarla, veréis que no soy tan agradable como pueda parecer.
— No sé, tengo que hablar con estos a ver qué me dicen, no se lo van a creer.
— Apunta mi teléfono, tenemos que estar en contacto, si es posible me gustaría hacerlo mañana.
— Yo a estos les llamó ya mismo, a ver si se convencen de que es verdad dirán que sí seguro.
— No lo dudo, una ocasión así no se te presenta muchas veces.
En ese momento nos dimos la mano cerrando el trato, yo no dudaba de que fuese capaz de convencer a sus amigos, me acompañó a una ferretería donde compré tres candados, le di una llave de cada uno de ellos.
Yo seguí con mis asuntos, comí con Mercedes y luego me fui a casa a pasar el resto del día y poner mis cosas en orden, sobre las diez de la noche me llegó un Wasap de Pablo.
— Todos de acuerdo, mañana podemos.
Le mandé las instrucciones de cómo llegar al sitio, conocía la zona bastante bien porque había estado allí pocas semanas antes con un amigo que tenía una casa allí.
Cuando volví de mis recuerdos Luisa ya se había alejado bastante, se notaba que estaba nerviosa, andaba pegada al borde del camino y hubo un momento que la vi acelerar casi a punto de echar a correr.
Luisa caminaba atenta a cualquier ruido, la casa que le había dicho José le parecía estar muy lejos, aunque realmente ella sabía que no podían ser más de cuatrocientos o quinientos metros, poco a poco se iba haciendo más grande según se acercaba, en ese momento empezó a oír unas voces a su izquierda.
Se encogió detrás de unos arbustos, poco a poco fue sacando la cabeza para ver que era lo que pasaba, el camino pasaba a pocos metros de un campo de petanca, se veía un grupo de ancianos jugando animadamente, lo malo es que había un trozo de camino completamente desprovisto de vegetación donde ocultarse. Luisa estaba indecisa tenía que pasar, pero no sabía cómo hacerlo.
Luisa titubeó unos segundos, en un momento dado los jugadores se pusieron a discutir una jugada y ella se lanzó, paso todo lo rápido que pudo, agachada intentando que se le viese lo menos posible, pero no fue suficiente uno de ellos la vio pasar y empezó a gritar a sus compañeros.
— ¡Una rubia en pelotaaaas!
Todos levantaron la cabeza y corrieron hacia el camino para no perderse el espectáculo, cuando llegaron Luisa tuvo que escuchar lo más florido de su lenguaje.
— Ven pacaaaaa puta que te veamos bien.
— No corras hermosa que ya vamos.
— Vaya culo tienes cabrona, enséñanos el potorro.
Luisa azorada caminaba lo más rápido que podía sin volver la vista atrás, no se le iba de la cabeza como la había mirado uno de los viejos, uno que llevaba el pelo muy corto y un bastón de bambú, el momento en que habían cruzado la mirada se le había puesto el pelo de punta, esa manera de mirarla no presagiaba nada bueno.
Por lo menos ese acelerón en su caminar la había acercado mucho a la casa, subió casi a la carrera la última cuesta y al girar la última curva llegó hasta la obra, era un chalet en construcción, estaba muy avanzado, pero se veía que hacía tiempo que no se trabajaba en él.
Empezó a rodear la construcción despacio mientras normalizaba su respiración, en ese momento los vio, a los tres se les veía nerviosos, clavaron los ojos en ella como si hubiesen visto una aparición, Luisa instintivamente se tapó el pubis con una mano y las tetas con el otro brazo.
— Pero, pero ¿Qué hacéis vosotros aquí?
Pablo se adelantó un par de pasos a sus compañeros y le miró directamente a los ojos.
— Nosotros somos tu prueba, aparta los brazos porque vas a ser nuestra puta.
Luisa se quedó boquiabierta, habían quitado unas maderas que cerraban el hueco de la puerta, cogiéndola de la mano la condujeron al interior. Entraba bastante luz y en la estancia se veía perfectamente, habían colocado una manta en el suelo lleno de polvo, allí en el centro la colocaron.
Se pusieron a dar vueltas a su alrededor, mirándole desde todos los ángulos, se la comían con los ojos.
— Estás más buena en pelotas que con ropa, mejor de lo que me imaginaba viéndote.
— La de pajas que me habré hecho por tu culpa.
Empezaron a sobarla, le llegaban manos por todos lados, apretaban sus tetas, pellizcaban sus pezones, uno le agarro las nalgas apretándolas y separándolas. Pablo se pegó a ella y empezó a besarle en la boca, mientras su lengua le exploraba la boca noto como empezaba a acariciarle el coño, lo tenía sensible por el viaje y la situación y cuando un dedo empezó a explorar el interior, notó como se mojaba facilitándole la entrada, pronto eran dos los dedos que entraban y salían de su coño haciendo que ella empezase a gemir.
Se arrodilló delante de ella separó los labios de su coño y se puso a lamer, sus compañeros se pusieron a chupar los pezones de la rubia, Luisa se sentía desfallecer, las rodillas le flaqueaban, en ese momento Pablo le metió dos dedos en el coño y empezó a moverlos rápidamente, ella ya no aguantó más y se corrió.
Aprovechando la flojera de Luisa, le hicieron arrodillarse y se colocaron alrededor, Luisa se encontró con tres pollas delante de la cara, no le quedó otra que empezar a chupar, los chicos eran impacientes y no la dejaban mucho tiempo chupando a cada uno, los tres estaban totalmente empalmados y se empujaban unos a otros pugnando por llenarle la boca, en un momento dado se encontró que le metían dos pollas al tiempo, haciéndole abrir la boca todo lo que daba de sí y estirando sus mejillas, al sacárselas se le caían las babas por las comisuras de los labios y caían sobre sus tetas.
— Ahora a cuatro patas zorra.
Pablo se colocó delante de ella y empezó a follarle la boca, alguno de sus amigos se había colocado detrás y la follaba con energía, los empujones hacían que la polla de su boca se le introdujese hasta la garganta, así estuvieron unos minutos, cuando noto que la polla de su coño salía, le duro poco la sensación de vacío, rápidamente su compañero ocupo su lugar y siguió follándole el coño, así se fueron alternando uno le daba polla a chupar, otro la follaba y el tercero descansaba, así retrasaban su orgasmo y la pobre rubia no tenía descanso.
— Me vais a matar cabrones. — Luisa ya se había corrido varias veces y no parecía que fuesen a terminar nunca.
— Anda ven para aquí rubita que te tengo preparado un regalo.
Se había tumbado en la manta con la polla apuntando al techo, sus compañeros ayudaron a Luisa a colocarse sobre él, le empujaron hacia abajo poco a poco hasta que su coño se tragó la polla por entero, empezó a cabalgar con ritmo, pero no la dejaron moverse mucho, le abrazó con fuerza haciendo que se inclinase hacia delante, al mismo tiempo unos dedos mojados empezaron a entrar en su culo.
— ARRGGGHH eso no, por detrás no.
— Calla putita si te va a encantar.
Le pusieron una polla en el agujerito trasero, oyó como escupía para lubricársela y al momento la presión cuando empezó a perforar su culo. Luisa estaba completamente llena con sus dos agujeros ocupados, sentía como si las dos pollas se estuviesen tocando en su interior, les costó coordinarse, pero cuando lo consiguieron, sus pollas se iban alternando en su interior mientras Luisa gemía.
Se salió de su culo y notó como otra polla ocupaba su lugar, apareció delante de ella pajeándose con energía, los chorros de semen salieron directos a la cara de Luisa, cuando perdieron energía, le restregó la polla por la cara para dejar las últimas gotas, el chaval se apartó, el que tenía debajo se salió de su coño, esperando a que terminase el que estaba en su culo, la follaron el culo los dos y acabaron corriéndose en la cara de la rubia, cuando le dejaron, ella se desplomó agotada sobre la manta.
Pablo se inclinó y le puso tres pequeñas llaves en la mano.
— Prueba superada guapa, te has portado como un auténtico putón.
Dicho esto se vistieron y se marcharon dejándole allí tirada. Luisa se limpió como pudo con la manta y con paso tambaleante salió de la casa.
Yo estaba aburrido de esperar a la puerta, había dado un rodeo para poder acercar el coche, tampoco podía dejar a Luisa sola en manos de aquellos tres, lo único que paso fue bastante extraño, al poco de llegar apareció un grupo de cinco abueletes que seguían el mismo camino por el que había llegado Luisa, cuando me vieron allí esperando parecieron contrariados, pero se marcharon sin decir nada.
Tras mucho esperar salieron los chavales, parecían bastante cansados, cuando les pregunté porque habían tardado tanto, me confesaron entre risas que se habían hecho una paja un rato antes de que llegase Luisa para aguantar más.
Luisa salió al poco, estaba cubierta de polvo y sudor, el pelo totalmente enmarañado, parecía muy cansada, pero al llegar a mi lado abrió la mano mostrándome tres llaves, le di la mochila, con mano insegura fue abriendo los candados, mientras se vestía me miro.
— He pagado el precio que me pusiste. Me he dejado usar porque tú me lo mandaste, creo que merezco mi premio.
ATLAS
Muchas gracias a Morbo, Kitonu y NinaSharp por sus comentarios, ayuda y opiniones, también a los que me han contactado por Mail, la mayor satisfacción que se tiene es poder comunicarse con los lectores. Prometo contestar a todos tanto por aquí como por mail.
¡¡¡ 250.000 lecturas !!! Poco a poco vamos subiendo, espero llegar al millón de lecturas algún día.
Este relato se lo quiero dedicar a todos los que se han tomado la molestia de dejar un comentario en mis relatos, ellos son el motivo por el que sigo publicando, si únicamente escribiese porque me gusta y nadie me comentase nada simplemente escribiría, pero sin publicar.
También se lo quiero dedicar a los que lo leyeron y lo valoraron en función de lo que les gustó el relato, una valoración honrada siempre es de agradecer.
Ya sabéis que os contestaré a todos, tanto las valoraciones en todorelatos como en el mail.
Un saludo