Luisa (III)

La adolescencia como el momento y lugar donde dirigirse en busca del origen de todo el morbo.

No recuerdo que película vimos, pero sí que no podía dejar de mirarla. Como decía en el capítulo anterior, para un adolescente novato en lo de mirar me era muy complicado disimular, y estoy seguro que ella, o se acostumbró a que la observara o realmente  si era un superdotado del disimule.

Ella estaba a un extremo del sofá de tres plazas, yo en un sillón al otro extremo, y mientras que Luisa estaba cómodamente recostada, con los pies recogidos y la mirada absorta en la tele (creo que era un VHS de una grabación de un capítulo de La Lay de los Ángeles) yo permanecía inmóvil, con ganas de hacer

algo que había experimentado unos días antes. El roce de mis muslos con el miembro suponía una erección instantánea y el hecho que sus piernas estuvieran ante mi suponía una curiosidad extrema en saber que había más arriba, si era como en las revistas, cómo eran sus bragas. No hacía más que aumentar la excitación.

En un momento dado, la intensa vigilancia a la que la sometía hizo que tuviera un premio en forma de algo difuso, extraño, imposible de identificar por la rapidez del gesto, pero suficiente para querer mucho mas: ella separó las piernas con el movimiento propio de levantarse del sofá, medio recostada como estaba aquella apertura de piernas me hizo ver que sus bragas no eran oscuras, una prenda delicada y blanca se me presentó para siempre. No fue mucho, pero ahí el disimule se fue al limbo por completo, pero con él la sensación por mi parte que algo no podría molestarle nada de aquello.

A su regreso del baño ya nada fue igual. Aunque mantenía el sujetador que se había puesto tras su primera aparición, sus ademanes de cuidado desaparecieron, y no hubo problema en poder contemplar una separación de piernas que me dejaron vislumbrar con tiempo y detenimiento unas bragas blancas, unas bragas que me recordaban a las que veía en el catálogo de Venca y donde a las modelos algo se les notaba bajo esas blancas bragas, su vello púbico. Y es que algo oscuro, no muy profuso pero suficiente, pude disfrutar. Pese a no ser algo evidente, debía fijar la mirada y esos segundos que no estaba viendo la tele, algo de lo que ella era consciente, como si quisiera regalar a ese adolescente al que había visto crecer, unas vistas de sus bragas que dejaban intuir parte de su coño. No pude resistir pedir ir la baño, y muy seguro que a ella no le importó que me hiciera la segunda paja de mi vida en su cuarto de baño. Ella la había provocado y seguro que era consciente.

Volver al salón después de casi diez sospechosos debió ser lo más normal del mundo para un chaval de casi catorce años. Yo, siempre he creído que empecé tarde la pubertad, que no disfruté de mi sexo a la manera que mis amigos o compañeros de colegio, empezar a masturbarse con trece años es una

anomalía

entre los varones,

estadísticamente

esto sucede al finalizar los once y entrando en los doce. Siempre he pensado que estaba esperando el momento adecuado, que aquello fue algo natural a mi personalidad, que Luisa había sido un regalo de mi destino, un ser maravilloso que me ofrecía una preciosa y descuidad actitud repleta de generosidad.

A raíz de mi visita al baño, comenzamos a hablar. Yo estaba nervioso porque me sentía culpable.

-Estas muy serio. (ella)

-Ah, no. Estaba pensando en que debo ser un rollo. (yo)

-No lo eres, eso debia haberlo dicho yo, que te he puesto a ver La ley de los Angeles.

-No, para nada, me encanta la serie.

-Bueno, tampoco es una serie para gente de tu edad

-No se

-Se tratan temas complicados, pero tu eres listo.

-Gracias, si tienes que hacer cosas puedo ir a casa y hacer unos deberes.

-No te preocupes, prefiero que estes por aqui. Ya que tengo que vigilarte mejor en mi terreno. Además creo que prefieres estar aqui.

-Si

-Ya mismo cumples catorce

-En dos semanas.

-Te vas haciendo mayor. Ya mismo el instituto, las chicas, y todo eso

-Bueno, si.

-¿No habrá una novia por ahí esperándote, no?

-Que va, jeje. Paso de eso

-¿En serio? cualquier diría lo contrario

No comprendí muy bien esa frase (es una dramatización aproximada, que contiene elementos de ficción pero que en esencia es lo que pasó).

Siguió ella.

-Es normal que a tu edad empieces a notar cambios. No te preocupes, es normal. Las chicas es uno de esos cambios, te fijarás en ellas, y buscaras novia. Es el ciclo de la vida.

-Ya

-Además, supongo que ya te fijas, ¿no?

-Bueno si, hay compañeras del colegio muy guapas.

-Claro que si, seguro que habrá alguna que te hace tilín.

-Bueno, pero no hacen caso.

-¿Le has dicho algo?

-No, no.

-Poco a poco. Lo importante es la naturalidad. Que no te noten que te gustan mucho, así les parecerás mas interesante.

-Gracias

-¿Porqué?

-Por los consejos

-Ah, creia que era otra cosa.

-No

-Tu fuiste a la playa con tus padres el verano pasado, ¿no?

-Si, a Cádiz

-Entonces ya sabes como son.

-¿El qué?

-Pues las mujeres, jejeje

-Ah, si, jejeje. Bueno.

-No te preocupes, es normal que las mires. Te llaman la atencion.

-Bueno si. (risa nerviosa, muy nerviosa, mirada al sillon)

-Eso lo han hecho todos, no te preocupes y sobre todo no tengas mala conciencia por mirar a una mujer, y menos en la playa, que si no quieren que les miren las tetas que no se pongan asi.

-Jejeje

-Además imagino que habrás visto a tu madre desnuda

-No

-Ah, bueno. Julio si me ha visto en la ducha, asi es menos descarado luego, jejejeej

-Ah

-No te preocupes, puedes mirar a esas mujeres, pero no lo hagas tan fijamente, no todas son como yo, que no me importa.

-Vale

-¿Que es lo que mas te llama la atención?

-¿De qué?

-De las mujeres que has visto en la playa

-Bueno (le hago un timido gesto con las manos, indicando las tetas)

-Jajajaj, como todos. Es normal.

-Jejeje

-¿Pero no has visto una mujer desnuda entera?

-Bueno...

-...en las revistas, ¿no?

-Si

-La verdad es que creo que no es la parte mas bonita.

-...

Continuará...