Luis se atreve

Relato de respuesta al Tania se atreve dedicado por Locutus.

Luis se atreve

Este es un relato de respuesta a "Tania se atreve". De nuevo, gracias Locutus.

Mientras la lengua de su marido le recorre la raja, Tania no puede evitar irse a la noche en que Lara se corrió en esa misma habitación.

Mientras su marido abre las puertas rosas del paraíso ella no puede evitar pensar en lo que pasó después.

Tania se siente empapada, tanto como Lara aquella noche… y entonces Luis para en seco: -"Vuelvo ahora, no te muevas"

Sola sobre la cama, desnuda de cintura para abajo y sólo ataviada con una blusa verde, Tania necesita tocarse. Como quien no quiere la cosa. Pero quiere. Vaya si quiere. Los dedos salen encharcados. Idénticos a los de Lara aquella noche.

Luis vuelve a aparecer por la puerta, aún vestido y con un pasamontañas de regalo. Su lengua sale de la máscara moviéndose lascivamente.

Tania recibe el disfraz con un sugerente "uuuuhhmmmm" y un conciso y directo abrir de piernas, mientras sus caderas se mueven instintivamente atrayendo al abejorro al panel de miel.

Luis no dice nada, sólo se queda quieto contemplando como su mujer dirige sus manos entre sus propios muslos y empieza a subir.

Tania siente los dedos ardiendo. Cada centímetro que le acerca a su coño es un grado más. Cuando siente sus dedos enredados cierra los ojos, jadea y, ella misma, se abre mostrando su rosado interior.

El sudor se acumula dentro del pasamontañas y la sangre dentro de los pantalones. Una garganta traga saliva sin perderse un solo detalle de la maravilla que tiene ante sus ojos. Si en algún momento se ha arrepentido, desde luego no es ahora.

Tania sigue con los ojos cerrados dándose placer y no puede ver lo que asoma por la bragueta, algo más corto y grueso de lo usual.

La penetración es inesperada, rápida, sencilla.

Ella grita de sorpresa. Él calla pese a que le gustaría gritar hasta destrozarse la garganta.

Ella intenta preguntarle qué ha pasado con el juego de lengua, pero no puede. Él la agarra de las muñecas y, con violencia, la crucifica y empala sobre la cama.

Tania sólo puede jadear. Se olvida del oral en el mismo momento que los huevos empiezan a dar campanazos entre sus nalgas. Debía habérselo imaginado al ver el pasamontañas. Esta noche no será de besos y arrumacos.

Desde el interior del pasamontañas el reparo se va diluyendo a base de golpes de polla. Sigue manteniendo a Tania inmovilizada con toda la fuerza que puede. La postura concentra su vista en la blusa verde, abultada a pares y con dos pequeñas marcas que parecen talladas directamente sobre la seda y que se van sacudiendo al ritmo que marcan sus caderas.

El trato era claro y conciso. No puede fallarle a un amigo, pero la pregunta de si lleva o no sujetador casi le hace echar humo.

Tania disfruta de cada embestida como una posesa. Siente necesidad de besar a su marido, de sentir su lengua jugando con la suya y demostrarle lo mucho que lo ama pero entiende que ese no es el juego de esta noche.

Tania está a punto de intentarlo, sobretodo cuando siente sus muñecas libres de nuevo.

Desde el interior del pasamontañas la mente viaja una semana atrás, cuando la propuesta más loca que le han hecho en su vida le vino de parte de su amigo Luis. ¿Cómo podía proponerle eso? Acaso estaba loco. Pero por otro lado, ¿Quién era él para negarle la fantasía a un amigo?

Se lo había pensado mucho, de hecho la duda aún sobrevolaba su mente mientras su polla entraba y salía de Tania, pero el húmedo guante rosado que tiene entre las piernas esta mujer lo estaba llevando hasta los límites de la cordura.

Y más allá, cosa que comprueba al destrozarle la blusa de un tirón. Los botones salen disparados y ahí aparecen… sabía que no llevaría sujetador.

Durante unos instantes vuelve al otro lado de la línea y se queda mirando a Tania. Se ha excedido, esto no entraba dentro de lo acordado, pero Tania no sabe nada de acuerdos y sonríe, y se muerde un dedo de puro gozo.

Sabedor de que no hay vuelta atrás, hunde el pasamontañas entre las colinas mamarias dándose un festín en sus cimas y bajando una y otra vez por las colinas agarrado con su lengua. ¡¡¡Qué bien sabe esta hembra!!!!

Durante unos instantes Tania piensa en su blusa: la más cara del armario y, ahora, hecha jirones. Una follada con pasamontañas no podía tener otro desenlace.

Las manos le recorren las tetas con rara desesperación. Con prisas. Tania intenta tranquilizar a su marido agarrando su cabeza. De un manotazo vuelve a sentirse crucificada. Queda claro quien manda hoy.

Y las órdenes la obligan a girar. La polla la abandona durante unos instantes. Los justos y necesarios para voltearla, ponerla a cuatro patas y volverla a penetrar. La postura, como siempre, se demuestra efectiva y tremenda.

A Tania le encanta sentirse sumisa y expuesta ante su marido. En una postura en el que él lo ve todo: como la polla se abre en sus labios, su agujerito del culo a la vista… y, en cambio, ella sólo placer, placer y más placer.

Los huevos rebotan en su clñitoris y, él, la agarra del cabello tirando con fuerza.

La cordura ya hace tiempo que se ha perdido y las condiciones siguen claras… pero le cuesta mucho concentrarse con ese agujerito tan lindo, tan sucio, tan prohibido brillando de sudor tan cerca de su polla. Igual que con las tetas, desde dentro del pasamontañas queda claro que no volverá a tener semjante oportunidad… a la mierda la amistad. La polla sale del caliente cobijo cuando, por el rabillo del ojo, capta un movimiento a su derecha.

Luis ha entrado, se ha sentado en una butaca y mira como su amigo Javi se folla a su mujer, tal y como han quedado.

Sin atreverse a subir, vuelve al interior de Tania por la vía "legal".

Ella se lo agradece jadeando.

Él con una palmada en la nalga.

El sonido se clava como una estaca en el corazón de Luis. Debe contenerse para no pegarle un puñetazo a Javi. Se contiene mordiéndose el labio inferior y mirando a Tania. Se imagina que es él el que la está empalando. El que le clava la polla hasta el final. El que le ha puesto rojita la nalga.

Otra palmada.

Sólo un grito de aprobación de su mujer le mantiene sentado. La envidia le corroe por dentro. ¡Qué bien se lo está pasando!

Las piernas de Tania no aguantan más y ceden ante tanto empuje. Siente el peso de su marido caerle encima. Le encanta.

Al del pasamontañas le encanta notar como resbala sobre las sudadas nalgas de ella y el calor que salen de ellas.

A Luis le encanta oír a su mujer gritar "me corroooo". Para eso ha de aguantar semejante tortura. Para que su mujer disfrute.

Cuando oye gritar a Tania todo ocurre a la velocidad del rayo. Agarrando sus pelos estira de nuevo hacia él y la devuelve a la postura de perrita.

Presiona con todas sus fuerzas hacia ella. El calor es insoportable en la punta de su polla.

Con un tirón de crines, cambia la dirección de su montura dirigiéndola hacia la dirección correcta. Un tirón hacia aquí y un golpe de cadera hacia allá, la obligan a abrir los ojos, la boca y cerrar el ojete… y ahí está su marido, ante ella, sentado y con la polla que se supone debería estar entre sus piernas enfocando al techo, dura, gorda, pero libre y sola.

Tania intenta girarse. Ve la ropa de Luis, el pasamontañas que se supone era de Luis pero no es la polla de Luis la que siente es su vagina.

Un nuevo tirón le obliga a mirar a su marido,.

La polla del coño explota.

Su espalda se arquea. Sus caderas tiemblan. Su coño y su ojete se contraen.

Luis observa como el orgasmo se refleja en la cara de su mujer, como ésta se corre ante él con una mueca extraña en la boca, la mirada perdida y un coño goteando esperma que no es el suyo.

Tania se despierta. Siente una respiración acompasada a su espalda y una clara y caliente palpitación entre sus nalgas.

Ha sido todo un sueño? Se nota húmeda. Le ha gustado pero no puede evitar sentirse acongojada…. Y si el que tiene a la espalda no es su marido?

Se gira lentamente. El miedo la come por dentro.

Su marido duerme frente a ella.

Tania no sabía que se podía amar tanto a alguien.

Su mano se mueve sola hacia el palpitar que antes sentía entre sus nalgas. Va creciendo.

Sólo un pasamontañas, tirado sobre la butaca, fue testigo de lo que le hizo Tania a su marido.