Luis, Jacobo y un verano 32 Acuerdo con Bruno

-Eres precioso nene, te amo primito, ahora te lo puedo decir. -me toca los pezones y los prieta haciéndome gemir.

La llegada a casa, o vuelta al hogar como mamá prefiere decir, resultó deliciosa y muy activa, volvían a mimarme, me sentía el centro de todas las atenciones.

-Luis amor, tenemos que hacer muchas cosas, renovar tu vestuario sobre todo, te has descuidado este tiempo fuera de tu casa.   –vació los cajones, tiró ropa. Parecía una máquina ayudada por Carmen llenando bolsas para el reciclaje.

Abrió el cajón donde tenía las braguitas que ella me compraba, ropita que utilizaba para tener contento a Julio y gustarle a las noches, ahora también había algún juguete de dar placer que mi primo Jacobo y yo habíamos terminado por comprar y utilizábamos en nuestros juegos sexuales.

-Tenemos que comprar ropa para la noche y que debes utilizar en casa.  –me mostraba alguna braguita y camiseta de tirantes, de esas cortas y flojas que flotan en el aire y me llegaban hasta el ombligo dejando ver un poco de mi cintura bajo ellas y las braguitas realzando mi respingón culito.

-Mamá, ya no uso esas cosas, no hay motivo.  –mi afirmación era cierta hasta cierto punto, estos años no las había utilizado, pero en casa me había acostumbrado a su suave tacto y algunas noches las usaba para dormir, quería imaginar que de esa forma tenía a Julio conmigo.

-Amor, tienes que prepararte, a los hombres les gusta y tenemos que evitar que llamen a otra puerta, es en la intimidad donde tenemos que explotar nuestras dotes.

No podía poner objeciones, mamá siempre tenía razón, haría lo que ella me indicaba.  Me llevó al salón de belleza, Adrian ya no trabajaba allí, según la chica que nos atendió se había instalado por su cuenta en otra parte de la ciudad. Sabía su profesión, arregló mis uñas  y quitó algunos pelos de mis cejas, nunca lo había hecho hasta ahora y mamá la felicitó por su trabajo.

Tampoco exageró, arregló mínimos defectos y quedamos para otra ocasión para pasar una sesión de masajes, terminamos con varias bolsas de productos que no eran todos para mí.

-A partir de ahora te vas a cuidar, vas a tener ilusión y hacerte un lugar en la vida.  –a mamá no podía discutirle y menos cuando tenía razón. Compró montones de ropa diversa, toda la que encontró y le gustaba para mí.


Sobre León, Leo, me llamó unos días después de llegar de Lille.

-Me dijo Jacobo que habías vuelto, ¿quieres salir a tomar un refresco?  -quedamos a una hora en una cafetería del centro.

Cuando llegué busqué con la vista para encontrarle, estaba sentado en una mesa, pero acompañado, un chico algo mayor que nosotros de pelo castaño corto, me pareció muy fuerte, le tocaba un dedo de la mano jugando, colocando su índice encima. Un gesto bastante significativo y elocuente de chico enamorado.

Se levantó y su acompañante con él, sonreía al verme lo mismo que yo, había acertado al volver, mis amigos me recibían bien. Nos abrazamos entre risas y exclamaciones gozosas.

-Luis, este es Gus, Gustavo.  –se le habían subido los colores.

-¡Hola! Gustavo, encantado.  –estaban tomando cerveza y Gus me preguntó lo que quería tomar. Sin manías, tomaría lo mismo que ellos. Gustavo se levantó para ir al mostrador a pedirla, me di cuenta de que, delicadamente, deseaba dejarnos solos unos minutos.

-¿Qué te parece, es guapo?

-Pero Leo, a ti te gustan los mayores y este es un tipo joven y de quitarse el sombrero.  –soltó una risa suave que contuvo para no llamar la atención.

-Tú me enseñaste que los jóvenes no están tan mal. Dime, ¿qué opinas?

-Si no lo conozco, tu lo sabrás mejor, ¿cómo es en la cama?

-¡Waaauuuuu!  -parecía un lobo aullando a la luna y algunos clientes cercanos volvieron la cabeza para mirarnos, sonreían comprensivos mirando la cara  de total alegría de Leo.

-Entonces genial, ¡felicidades chaval!  -nos dábamos la mano cuando Gustavo regresó

-Parece que me he perdido algo.  –se había quedado de pie delante de la mesa mirando nuestra actuación.

-Siéntate Gus y dale la cerveza a Luis, tenemos que brindar.

-¿Por qué?  -Gustavo miraba divertido a Leo.

-Por que acabas de conocer a la persona que ha conseguido que estemos juntos.  –no creo que Gustavo entendiera el galimatías de Leo, pero se conformó.

Las salidas con Leo y el ahora su novio Gus, se repitieron incluyendo a Jacobo y Felipe. Los cuatro habíamos acabado nuestros estudios con mejor o peor fortuna, pero terminado.

Jacobo se buscaría un trabajo, sin prisas, podía permitirse un año sabático. Felipe empezaría a últimos de año a trabajar en el bufete de su padre, a mover expedientes y papeles pero era algo para empezar. Leo continuaría estudiando, no estaba contento de lo que sabía de informática y quería conocer tanto como Gustavo, informático también. ¿Y yo? Jacobo me había dado la idea, no hacer nada en un año pero ir buscando sin prisa algo que me conviniera.


Con mi llegada y todo el trabajo que tuvimos, mis padres habían retrasado su marcha a la hacienda, Mamá quería estar allí por Amira que estaba a punto de dar a luz a la niña que llevaba en su vientre. No se percataba de que la chica tenía con ella a su madre.

Hacía días que no tenía noticias de Bruno. Me dijo que vendría a pasar unos días con nosotros y luego volvería a su trabajo, no podía cogerse largas temporadas de vacaciones.

Y así volví al ritual de la vida en familia y vagueando.

Escuchaba voces sin definir en el piso inferior e imaginé que sería mamá hablando con Carmen y Silvia.

-¡Hola! Enano.  –Bruno me miraba desde la puerta. Delicioso, sonriente, varonil y…, estaba para morderlo, era la manzana que Eva ofreció a su hombre para inducirle al pecado.

Me puse en pie para ir a su encuentro, no se movía del dintel de la puerta y aunque él permanecía como una estatua sonriente, me abracé a su cuerpo como si fuera mi tabla de salvación, ¿la única que me quedaba? Seguramente. Entonces movió sus brazos para acogerme entre ellos.

-¡Gracias! Luis, ¡gracias!  -pasaba su mano por mi cabello mientras la otra me sostenía apretando contra él,  sujetando mi cintura.

-¿Por qué me das las gracias?

-Por venir, por volver a tu hogar.  –el abrazo se prolongaba, no demasiado, para mí no lo era, pero noté que sus brazos se aflojaban y era el momento de separarnos.

Se acerco al ordenador donde estaba trabajando, preparando mi historial, el “curriculum” o algo que se le pareciera, no tenía muchas experiencias laborales que poner, en realidad ninguna, solamente mis notas y expresar mis deseos, inquietudes y esperanzas, algo que enviar a los colegios y centros de enseñanza privados.

-¿Qué haces?  -revolvió algunos papeles y se dio cuenta de cuál era mi labor.

-Me preparo para buscar trabajo, poco a poco, parece que no está fácil.  –se quedó un momento indeciso.

-Quería hablarte de eso precisamente. –me senté sobre la cama para prestarle atención, él lo hizo en la silla del escritorio.

-Un cliente mío necesita para sus hoteles añadir una persona en su departamento de clientes, como animador sociocultural, le he hablado de ti, necesita que sepa idiomas y creo que tú puedes desarrollar ese trabajo, que estás preparado.  –me quedé atónito, sin empezar a buscarlo se me ofrecía pero con el hándicap de que el trabajo era en Barcelona.

En un minuto vinieron a mi cabeza las ventajas e inconvenientes de lo que Bruno me ofrecía.

-Yo sí que tengo que darte las gracias, llego y me tienes un trabajo preparado, pero no conozco nada sobre él…, desplazarme a Barcelona.  –me miraba y sonreía irónico.

-¿Estabas dispuesto a quedarte en Francia y buscar allí trabajo y ahora te da miedo ir a Barcelona, donde me tienes a mí? –parecía que tenía preparada la contraofensiva a mi posible resistencia.

-Estás preparado y ellos te formarán, el problema es el salario que no será muy grande, tus padres te ayudarán y si lo deseas puedes vivir en mi casa, hay sitio para los dos, dispone de dos dormitorios. Háblalo con tus padres, piénsalo y dime que si, no voy a admitir una negativa después de comprometerme con mi cliente.

Quería, deseaba decirle que si, sin pensarlo aceptaría la oferta, pero representaba un peligro muy grave y serio para mí. Su cercanía haría que me enamorara más aún de él y terminaría sufriendo. Sabía que el dinero no sería un problema para mis padres que podrían mantenerme.

-Lo pensaré Bruno y lo hablaré en casa con mis padres.  –se le iluminó la cara, como si ya le hubiera dicho que sí.

-Ahora que está todo hablado, deja los papeles y vamos a dar un paseo.  –resultaba increíblemente placentero poder pasear con mi primo, que soñaba y hacía planes de lo que me ensañaría en Barcelona.

Hacía calor y nos sentamos en una terraza bajo una sombrilla, pedimos dos vinos blancos muy fríos y nos sacaron unas olivas.

-Bruno, ¿cómo viviría en tu casa?, tu pareja o amigas, no sé, te estropearé tu vida.  –me miró mientras movía sus labios tirando el güito de la aceituna antes de hablar.

-No hay una persona, nadie que ahora me ocupe y la casa está vacía, hay dos dormitorios, podemos llevar nuestra vida privada, cada uno la suya.  –eso era precisamente lo que no quería, dudé antes de hablar.

-Es que no sé si podría soportar verte con una chica cada día.  –bebió un sorbo de vino y dejó de comer las aceitunas que parecían gustarle

-Hasta ahora no te ha importado, ¿quieres decir que sientes algo por mí? ¿Algo como…, amor?  -me estaba poniendo rojo, delante de Bruno que conocía todos mis secretos, excepto este.

-Me da miedo Bruno, no el trabajo, ni el dinero, que pase contigo como con Julio.

-¿Le sigues queriendo aún?

-Como tú Bruno, nunca podremos dejar de quererle, pero ya no le amo, tampoco sé si realmente fue amor o me vi cegado por él.  Parece de locos, después de todo lo que hemos pasado, llego a la conclusión de que te amo a ti. Ya ves mi confusión, ni tan siquiera puedo asegurar nada.

-Luis, yo no soy Julio, yo te he querido siempre, te he amado desde que jugábamos con Jacobo, y no podía estar sin cogerte la mano, acaso no recuerdas nada.

-Nunca me lo dijiste.

-¿Tú lo hubieras aceptado estando coladito por Julio? Tenía que olvidarte aunque era imposible y lo pasé fatal viendo que ibas a sufrir con Julio.  –la conversación se estaba volviendo triste, nos estábamos diciendo que nos queríamos sin alegría, teníamos mucho lastre que tirar por la borda para aligerar la nave.

-Podemos intentarlo enano, no me voy a rendir ahora, no lo hagas tú.  –pagó la cuenta y de vuelta para casa sujetó mi mano que sudaba por el calor, no parecía importarle.


-¿Cuándo marcháis?   -parecía que mamá no había entendido nada.

-No está nada decidido, no termino de verlo claro.  -los dos me miraban en silencio, había sido una larga charla, casi monólogo explicarles lo que Bruno me había propuesto.

-No veo problema alguno en que compartas la casa con Bruno, y si no quieres alquilamos una. –si mamá parecía no entender mis reticencias, papá parecía vivir en el limbo.

-No entiendes nada de lo que pasa con los chicos, a veces los hombre parecéis ciegos.  –mamá abroncaba a su marido echándole en cara su falta de visión. Se marchó dejándonos solos.

-No dejes que esto pase amor. Bruno te ha querido siempre, sinceramente y de verdad, tú no lo veías, yo sí. Tú también le amas. Lucha cariño y arriésgate.  –me abracé a ella, el ser que mejor me conocía.

-Bruno es tu hombre amor, te ama y cuidará de ti, siempre lo ha hecho. Seréis felices el uno con el otro y además es tan guapo como Julio.  –más consejos de mamá, y tendría razón como siempre, ¿por qué no hacerla caso?

Esa tarde salimos en grupo, Jacobo, Rafael, Leo, Gus, Bruno y yo. Habían pasado varios días, Bruno solo estaría dos días más, debía volver pues sus obligaciones lo reclamaban. No habíamos vuelto a hablar, si quitamos que me preguntó la opinión de mis padres. No insistía, esperaba paciente mi decisión pero sabía, por una indiscreción de Carmen, que lo había hablado con mis padres.

No tenía más que ojos para él, mirándole como comía su hamburguesa, cogiendo el redondeo bocadillos manchando sus manos de las salsas, tan diferente a mí que necesitaba cuchillo y tenedor. Como movía sus labios cerrándose tras el mordisco de la sabrosa carne, los movimientos de su cuello, su mirada alegre hablando con los demás chicos, las pecas de su cara, el pelo rojo.

Miraba detalles que había visto miles de veces en él, y parecía que descubría mundos nuevos, algunos detalles lo eran, ahora tenía veintiséis años y seguía con su aire juvenil cuando vestía informal como ahora.

Nos estábamos pasando de beber, habíamos recorrido varios bares y era tarde, nos fuimos despidiendo, a Jacobo le dejamos en la casa de Felipe al pasar y seguimos caminando, el calor no había cedido en todo el día y ahora era el momento ideal para estar en la calle paseando.

Me sujetó de la mano cruzando los dedos, como novios enamorados para seguir caminando. Las puertas de nuestras casas se pegaban, en el centro la de los abuelos y a sus lados las que accedían a nuestras viviendas, solamente estaban encendidas las luces del jardín alrededor de la piscina y el porche permanecía en tinieblas.

-¿Entonces hasta mañana?  –le abracé para despedirme y no quería dejarle.

-¿No me invitas a pasar a tu casa?  –ya no lo podía aguantar, abracé su cuello para que inclinara la cabeza y buscar loco de deseo sus labios, los sentía tan tiernos, cálidos, hacía años que no lo besaba así, tan intensamente, con el deseo que me mataba por ganar los besos perdidos, de sentir su aliento y la fuerza de su lengua abriendo mis dientes.

-Vamos Bruno. -sujeté su mano y cerré con cuidado la puerta para no hacer ruido, empezamos a subir las escaleras, escapando de la proximidad de mis padres. En el pasillo volvimos a abrazarnos, a repegar mi cuerpo contra el suyo buscando su calor.

-¿Quieres la habitación de Julio que tiene la cama más grande, o la mía? -su habitación continuaba como si fuera a volver en cualquier momento, no entendía el motivo de que mamá la mantuviera.

-Sin dudar la tuya, así puedo tenerte más próximo y evitar que escapes.

Nos tiramos en la cama y comenzamos a besarnos, no quería ir a más sin estar preparado para él y lo que vendría después.

-Bruno tienes que perdonarme un momento, voy a lavarme.  –no esperé su respuesta, fui rápido al cajón para coger la ropita que mamá y yo compramos, escogí sin mirar mucho una braguita de seda lisa, breve y con hilo y un top diminuto de tirantes estrechos a juego. Me lavé en unos minutos y preparé mi culito con crema. Aunque Bruno me dijera en una ocasión que no necesitaba de todo esto, quería que me deseara.

Saltó de la cama al verme aparecer, me planté en la mitad de la habitación, dio dos vuelas a mi alrededor, desnudo e imponente como estaba con su poderosa y hermosa verga sin endurecer, colgando junto con sus testículos.

-Luis, no sé qué decir, eres divino.  –cerré los ojos no podía soportar su mirada de deseo.

Le sentía detrás de mí, casi pegando y notaba su calor, muy cerca para sentir su aliento en la nuca, en mis orejas y en el cuello, tenía el cabello recogido, casi sentía avanzar su mano para sujetar la cinta, deshacer el nudo y dejar que mi pelo cayera sobre los hombros.

Sin tocarme con las manos apoyó sus labios en mi cuello aspirando mi olor, sujetó sin llegar a tocarme, tenía sumo cuidado, los tirantes del top, los llevó al extremo de mis hombros y los dejó resbalar.

Dejó desnuda mi espalda, posó sus manos en mi cintura para inclinarme un poco y comenzó a besar mis hombros y columna. Cada vez que depositaba sus labios sobre mi piel conseguía que me estremeciera y erizara.

Me besa los hombros y el cuello y al fin me abraza, su pene se estaba poniendo duro y lo aplastó contra mis nalgas, muerde mi oreja que le ofrezco inclinando la cabeza, primero con los labios, luego con los dientes.

-¡Ahhhhggg!  Bruno, mi amor, mi vida.  -comienzo a gemir y tiro mi culito hacia atrás buscando la dureza de su pene.

-Eres precioso nene, te amo primito, ahora te lo puedo decir.  -me toca los pezones y los prieta haciéndome gemir.

-Amor mío, Bruno me matas de placer. No puedo dejar de frotar mi culito contra su abdomen, notando los dorados pelos de su pubis, desfallezco y me coge en sus brazos para tenderme en la cama de espaldas a él, me lleva besando mi nuca y baja por mi columna besando y lamiendo.

Siento mi culito mojado, segrego un ligero juguito que lo humedece, muerde mis nalgas y las abre para pasar su lengua rígida por la su unión. Sus fuertes manos me abren entre gemidos de placer de los dos, me separa con fuerza las nalgas hasta tener a su vista mi anito y aparta el hilo de mi braga.

Lleva su lengua caliente y húmeda al agujerito, nota que lo tengo húmedo y con crema y va metiendo sus dedos, follando mi culo con ellos, el índice y corazón que los gira en círculos acariciando mi recto.

Siento mi anito dilatado mostrándose acogedor a la invasión de sus dedos y los atrapo tirando de ellos con mi culo.

-Qué bonito culito, qué hermosura, sin un pelo y tan suave.  –me doy cuenta de que mamá tiene razón, ella conoce bien a los hombres de este tipo, siempre machos y viriles, sementales en celo por sus hembras que les placen.

Su lengua no para de darme placer, había olvidado lo que era Bruno follando, había pasado tanto tiempo.

-Fóllame primito, dame tu polla en mi culito, hazme tuyo.

Me cogió del pelo dándome la vuelta y tiró para llevar mi boca hasta su verga, tendría que esperar a que me cogiera por el culo, ahora deseaba otra cosa que yo iba a darle. Me sabe a dulce, a néctar y no puedo resistir meterla en mi boca, acariciarla con mis dulces labios, pasar mi rosada lengua por su glande, en todo su largo.

Se la chupo con ansia, con gula sintiendo la excitación que sus dedos causan en mi culo entrando y saliendo, acariciando.

-Nene, enano, mi amor, te la voy a meter, me tienes a mil precioso.

Su hombría me llena, su enorme polla entrando y saliendo de mi culo despacio, gozando de su hembra que se le entrega amorosa y deseosa de servirle, no me ha quitado la braguita, mi polla está encerrada en ella chorreando el néctar de mis huevos.

Mi cuerpo tiembla y me siento gelatina con el calor de su verga dentro de mí. Me da la vuelta y eleva mis nalgas para volver a penetrar mi culo, hasta el fondo, a horcajadas montándome como a su yegua, me cabalga sujetando mi pelo como si fueran las riendas, apoya sus manos en mis riñones obligándome a ceder mi cuerpo y humillarlo aplastando mi pecho sobre la sábana.

Susurro de placer entregada y aprieto el culo al correrme en la braguita, él grita sin importarle que mis padres lo escuchen, que se enteren de que él es el macho de su hijo, el hombre que le domina y da placer a la vez que le marca de su propiedad.

Grita y grita como un loco llenándome de su hombría y haciendo que su semen salga con fuerza preñando a la hembra entregada y rendida para siempre ante él, la que lo servirá desde ese momento.

Siento sus espasmos y como perfora mi anito hasta hacerme llorar de alegría, sintiendo su felicidad al llenarme de sus chorros calientes de gruesa leche, le pertenezco, soy todo suyo.

Respira con dificultad cargado en mi espalda, como hace un macho al fecundar a su hembra, y su verga latiendo dentro de mí termina de vaciar su simiente, sale despacio y me deslizo buscando lamer su verga de todo rastro de su semen y mis jugos.

Me abraza y ronronea en mi oreja.

-Mañana a la tarde marcho, me acompañarás.

-Lo que tú mandes mi vida.

Fin