Luis, Jacobo y un verano 31 La despedida de Andrés

-Quiero follarte. –sus palabras sonaban en mi oído como si fuera música celestial.

La boda de Julio y Amira, aunque se celebró en la Catedral, resultó muy sencilla y por lo mismo de gran belleza. Amira lucía preciosa, resultaba fácil entender el que Julio la escogiera, su cándida sonrisa lograba que no dejara de mirarla todo el tiempo.

Julio parecía sacado de un cuento, mamá se había preocupado de que todo resultara adecuado a lo que ella entendía que debía tener un hijo suyo, ella era la madrina y entusiasmada la secundaba la tía en todos los preparativos.

Le abracé a la salida de la catedral, cuando llovía el arroz sobre nuestras cabezas, por un segundo pensé que la novia era yo, duró unos segundos que le robé el protagonismo a Amira.

Después del banquete mamá me sacó a bailar, también lo hice con la novia. A la noche seguía la fiesta, algunos, después del baile en el hotel, salieron buscando locales nocturnos, Bruno me rogó que fuera pero realmente no me apetecía.

A la mañana estaban todos en la cama, en sus habitaciones, no me enteré cuando de madrugada llegaron mis primos. Ese día había mercado en la plaza y salí a dar un paseo con mamá.

Estaba mirando una campanilla de cerámica en un puesto artesanal, me parecía horrible.

-¿Otra más mamá?  -no sé lo que vería en mi, dejó de mirar las cerámicas y me cogió de la mano. Anduvimos hasta salir por una puerta de las murallas que rodean la ciudad.

-Cariño, encontraras a tu hombre, un chico que te quiera de verdad y te haga feliz. No quiero verte triste. Julio te ha querido, te quiere, pero no es para ti.  -¿qué sabría ella sobre eso?

-Mamá déjalo ya. Es mejor así, lo sé, y no te preocupes por mí. Ellos serán felices, todos lo seremos.   –lo deseaba, todo pasaría, en realidad mucho quedaba ya olvidado.


Un año más tarde un bebé colmaba de felicidad a mamá y no era mío. Me encontraba muy a gusto en Lille rodeado ya de amigos, estudiantes y otros que iba conociendo. Algunas veces recibía llamadas de Bruno para contarme como marchaba su negocio de importación y suministros a hostelería. Papá y el tío le ayudaban y orientaban, a veces pasaban algún día con él en Barcelona. Le ocupaba mucho tiempo y necesitaba a alguien que le ayudara o se mataría a trabajar.

Unas temporadas me enviaba mensajes todos los días, y a veces pasaba días sin tener noticias de él. Mensajes cortos, con tonterías como: “Estoy en una terraza hablando con un cliente”. “Hace un día muy bonito”. Era como si quiera decirme: “No me olvido de ti”. Dejaba que fuera él el que lo hiciera, yo solo le respondía sin extenderme, sabía que tenía poco tiempo y no se lo quería robar.

Estaba en mi último año, pensando en el futuro próximo, si dedicaría mi tiempo a realizar un máster, un doctorado, o buscar trabajo y empezar mi vida profesional aunque no resultaba fácil.


Era jueves, los jueves locos de Lille.  Andrés libraba esa tarde y habíamos estado en un concierto. Tomamos un par de cervezas al salir y llegamos a la residencia donde vivía.

Al entrar en la habitación me sujetó por el pelo y me hizo girar la cabeza para morderme la boca.

-Mañana entro a primera hora a trabajar, puedo quedarme muy poco pero necesito romperte el culo, tengo el rabo que no aguanto. –cuando quería resultaba brusco, disfrutaba de su fiereza que era al principio una pose que aún le salía por su profesión pasada  y que ahora ejercía puntualmente.

Sentía mi polla a mil y mi culo relajado para recibirle. Mientras nos besábamos, él con mucha fuerza, se le notaban las ganas de meterla en mi culo, aflojé su pantalón para que cayera.

-Quiero follarte.  –sus palabras sonaban en mi oído como si fuera música celestial.

-¿No quieres que te la mame antes?  -le di otro beso.

-Vale, pero rápido. –me colocó de rodillas empujándome de los hombros y terminé de bajarle el slip, su verga me pegó en la cara rebotando, una polla hermosa de de más de veinte centímetros y gorda. Se la lamí para sacarle el sabor antes de meterla entera en mi boca.

-Sí, sí, que bueno…, que rico.  –se la chupé durante unos minutos acariciando sus huevos y él gimiendo de placer.

-Es grande, me encanta lo bien que sabe.

-Chupa y sácale el jugo porque te la quiero meter por tu culo.  –seguí mamando ese pene que me vuelve loco cuando lo tengo en cualquiera de mis agujeros.

-Vamos a la cama y deja ya de comer, vas a hacer que me corra antes de tiempo.

Me desnudé, él ya no tenía ropa inferior y en un segundo se quitó la camisa, cada vez le veía más grande y me gustaba más que me follara hasta destrozarme el culo de tantas veces que la metía.

Me tiré encima de la cama y me abrí de piernas, de rodillas cachondo perdido, le gustaba follarme así, decía que me veía más puta y que tendría que pagarle por sus servicios como al principio.

Me chupe los dedos índice y corazón, abrí bien las piernas y me los metí en el culo, sabía que no tendría piedad y su follada sería salvaje.

-Estoy deseando hacerte mío.  –se colocó en mi retaguardia y comenzó a azotar mis nalga con su verga.

-Es enorme Andrés, no me hagas daño.  –soltó una carcajada, sabía que estaba jugando y haciéndome el recatado, no era la primera vez que me daba placer llenándome el culo con ella.

-Si te cabe en la boca, mejor te va a entrar por tu culito mamona.  –me gustaba el olor netamente viril que tenía en su verga sin descapullar,  y el sabor profundo del principio de mamarla, y por descontado cuando me llenaba revolviendo en mi culito.

Sus manos sujetaron mi cintura para pasar la polla entre mis nalgas, frotó su miembro en mi culo.

-Tu culito está precioso, tan suave y sin un pelo, te lo voy a comer.

-Hazlo ya.

Se agachó y noté la humedad de su lengua en mi ano. Lo comía con avidez, hambriento queriendo meter su lengua, cuando yo creía que iba a ser rápido y tener ya su verga dentro.

-Voy a hacerte el amor, eso te gusta, ¿no nenita?

-No, no, quiero que seas una bestia.

-Voy a cuidarte, quiero que me dures, no encuentro otro culo como el tuyo.  –dejó de chupar mi culo y me dio la vuelta.

-Vas a mojar bien mi polla para que no te duela. –metió su pene en la mi boca y empezó a follarla sin parar hasta que decidió que era bastante.

-Hoy va ser diferente, me convertiré en tu novio y te haré el amor mirándote.  –admiré su cuerpo perfecto mientras se colocaba encima de mí, cubriéndome con él, su abdomen estaba esculpido en carne, definido por las montañitas de sus abdominales, siempre me admiraba y me encantaba lamerle y chuparle el abdomen, que mi lengua fuera recorriendo todos sus valles hasta llegar a sus pectorales. Se detuvo en besarme el cuello haciendo que deseara que me la metiera.

-Amor, ¿me vas a follar ya?

-Sí putita impaciente, yo soy el que tengo prisa y me contengo para hacerte gozar con tu hombre.

Levantó mis piernas para colocarlas sobre sus hombros y me la metió. Era un pollón gigante y me dolió un poco que enseguida se pasó.

En lugar de ver las estrellas de dolores, empecé a verlas de placer. Andrés empezó a follarme lenta y con detalle, entrando y saliendo, se mantenía apoyado con sus puños sobre el colchón y me dejaba ver su cara.

Era suyo en ese momento y disfrutaba al verme dominado y poseído por aquel macho dominante, follador de los culos que le pagaban en euros, disfrutando como toda una zorrita. Cuando se cansó me dio la vuelta para follarme por detrás hasta que me avisó.

-Me voy a correr, tócate la polla para irnos a la vez, quiero sentir como tu culo me aprieta. –toqué mi glande inundado de mis juegos y fue suficiente para que una lluvia de semen cayera sobre la cama. Lograba que tuviera unos orgasmos de muerte.

El se corrió como un toro, como siempre, llenándome con su leche.

-Andrés, no podremos vernos en unos días, recibiré una visita.

-Bueno no importa, ya se marchará y volverás a estar solo.  –nos lavamos y se estaba vistiendo, busqué unos billetes y se los metí en el bolsillo.

-Era una broma, no tienes que pagarme.

–No pago tus servicios, cógelo y calla. Te llamaré, tu tranquilo.


Bruno me había llamado, había sacado tiempo, ahora tenía un ayudante al que podía dejar en su puesto, y quería venir a verme, bueno, dijo que para que le enseñara Francia. Por eso le había dicho a Andrés que no nos veríamos, no me había confirmado los días que estaría aquí, ni si pensaba quedarse conmigo o cogería un hotel.

A Andrés le conocí en una disco a la que había ido con unos amigos, a bailar sin más, a pasarlo bien ese viernes. Lo primero que me llamó la atención en él fue su estatura, medía por lo menos uno noventa, lo segundo porque bailaba bien a pesar de su tamaño, yo no sé lo que le llamó la atención de mí…, pero  miento, sí lo sé, el negocio. Él buscaba su cliente de la noche.

Se acercó hasta tenerme abrazado pasando su bulto por mi culo.

-¡Hola guapo!, te he escuchado hablar, ¿eres español?  -una forma de comenzar.

-Lo soy y tú también, ¿estás disfrutando?, bailas bien.

-Cuarenta euros un polvo y ochenta la noche, te hago lo que quieras. –me quedé quieto, asombrado mientras él seguía refregando su verga en mi culo para que, ahora lo entendía, notara lo que vendía.

-¿Qué dices?

-Te van los machos lo huelo, puedes hacerle un favor a un paisano, te advierto que soy bueno.

Reía entre sus brazos, no podía contener la risa.

-¿Entonces es que sí?, ¿cerramos el trato? La habitación cuesta otros veinte.

Le pagué encantado, sabía manejar la verga, la boca, el cuerpo, todo él estaba fabricado, hecho para dar placer. Nos dimos el teléfono y quedé en que volvería a llamarle, para tomar una cerveza, fue lo que dije y pensaba que así sería, pero resultó uno más de mis folladores, este de pago. Como él decía: “para ayudar a un paisano”.  Más tarde encontró un trabajo de camarero que no le daba para vivir, y tenía que seguir follando mujeres viejas y a putos como yo que resultaba más lucrativo.

Hacía tiempo que no me cobraba sus servicios, pero a veces deslizaba unos billetes en sus bolsillos sin ofenderle. Tenía otros amigos folladores, compañeros de clase, conocidos, pero Andrés me lo hacía de maravilla y sin problemas afectivos, un rato juntos con unas cervezas y a dejarme follar o mamarle la verga. No deseaba otra cosa.

Fui a buscarle al aeropuerto. Me quedé quieto observándole y él hacía lo mismo. Bruno maduraba, había cumplido veintiséis años, un hombre en toda la extensión de la palabra y no se había casado. ¿Qué lo pasaba? ¿La culpa era por tener tantas chicas para él?

Pensar que se hombre había sido un joven adolescente y que me tuvo tantas veces, que yo había sido el escape para su necesidad de vaciar sus huevos, que se había aprovechado de la homosexualidad de su primo,  y yo de su virilidad, y todo había quedado atrás.

Me rodeó con sus brazos besándome ambas mejillas. Aquí, en Lille era de lo más normal que los hombres se besaran, fueran gay o no. Cogimos un taxi.

-He dado por supuesto que te quedarás en mi residencia de estudiantes, no te he cogido un hotel.

-Volveré a recordar mis años de estudiante en Bilbao, no hace tanto y aún no lo he olvidado.

Sacó su móvil y comenzó a buscar en él.

-Mira las últimas fotos que saqué.  –comenzó a pasar fotos de mis padres, de  los suyos con él en Barcelona.

-Es la casa que me he comprado, no es mucho pero suficiente, ellas la han decorado. –continuaba pasando las fotos.

-El bebé de Julio…, es guapo y será como él.  –dejé de mirar la pantalla del teléfono para mirar a mi primo. ¿Me estaba probando?

-Mamá me las envía siempre que tiene una, estáis todos locos por él niño.

-Pues mira, mira bien.  –Julio abrazaba a Amira pasando su brazo derecho por la cintura de su esposa y con la izquierda aplastaba su ropa mostrando que volvía a estar gorda, a notársele la curva de su tripa.

-Nuestros padres van a tener con quien entretenerse, serán la alegría de la hacienda, ahora que no viajan tanto y pasan allí más tiempo estarán ocupados.

Bruno estuvo toda una semana en Lille, quería permanecer un fin de semana para que le enseñara Paris. Le llevé a fiestas, a restaurantes buenos y malos. Dormíamos en la misma cama, no tenía otra. Conoció a mis amistades, incluso le llevé a la disco donde Andrés buscaba sus clientes, no lo encontré.

No hubo sexo entre nosotros, lo deseé, con unas ganas terribles de volverle a sentir. Si se lo hubiera pedido me hubiera complacido…, pero, primero no quería que perdiera su norte por mi culpa y segundo, lo peor y más delicado, casi peligroso:

Bruno me gustaba, demasiado, me encontraba bien con él, sin tener sexo aunque lo deseara. Analizaba mis sentimientos hacia él y tenía que reconocer que si Julio no hubiera surgido, Bruno habría sido el ser donde pusiera mi corazón…, y hubiera resultado otro fallido.

Era mejor así, cada uno recorriendo su camino sin interferir, tampoco quería volver a salir dañado por sentir algo a lo que no tenía derecho, equivocarme otra vez. Pero le quería aunque fuera mi primo, no solamente le deseaba como hombre.    -No Bruno, no, no voy a hacerme ilusiones aunque me trates tan bien y me sienta tan a gusto a tu lado-.

-¿Qué harás cuando termines y vuelvas a casa?

-No sé si volveré, no tengo ni idea, igual alargo los estudios con un máster, o qué sé yo, puedo buscar trabajo aquí, después de estos años encuentro más familiar este entorno.

Tenía que pasar el control de viajeros, habíamos apurado hasta el último minuto para estar juntos.

Su abrazo fue tierno y muy dulce antes de caminar hacia la puerta de seguridad.

-Piénsalo, aquí, a pesar de encontrarte bien, estarás solo. Me gustaría que volvieras si es posible, no quiero influir en ti pero me sentiría muy feliz.

No hubo más tiempo, su mano se deslizó por mi cintura para encaminarse a depositar sus objetos sobre la blanca bandeja de plástico.

Esa Navidad fuimos todos a la hacienda, ya que la abuela no se podía mover nos moveríamos nosotros. Bruno se escapó de su trabajo para pasar unos días en familia. Hacía siglos que no veía encendida la gran chimenea con la butaca de orejas del abuelo que aún permanecía en su sitio.

Allí el tiempo no pasaba, se había detenido dentro de la casa. Fuera se notaban las ideas de Julio, las nuevas naves que había montado para la bodega, su casa que resultaba muy bonita con un pequeño jardín por delante, lleno de rosales que sería un placer mirar en primavera.

Amira estaba encantadora, dulce aldeanita, mamá del niño que comenzaba a andar asustando a la abuela que pedía que lo cogieran, que lo íbamos a pisar, discutiendo con mamá que opinaba que el niño tenía que andar por el suelo.  Julio había conseguido hacer lo que nosotros, sus nietos, no podíamos a no ser que Bruno nos diera una sorpresa. Julio y Amira habían logrado que la casa volviera a tener vida.

-Has hecho maravillas Julio, gracias.

-El mérito es tuyo Luis, aquella noche cambiaste la hacienda, nos cambiaste a todos.

Pasó su brazo por mis hombros y me apretó contra él, curiosamente no sentí otra cosas que la calidez del cariño expresado con su abrazo.

Dentro de mí anhelaba alguna palabra de Bruno, algo que confirmara lo que me dijo en el aeropuerto de Lille. No hubo nada, tuvo que partir con urgencia antes de que nosotros marcháramos.

No volví a mi casa hasta que tome la decisión, después de terminar los exámenes, de retornar definitivamente, buscaría un trabajo en España, a ser posible cerca de mi casa que me permitiera vivir por mi cuenta.

Todo ese semestre me esforcé, trabajé incansable y di lo mejor de mí, había terminado mis estudios, por ahora.

-¿Te vas? Ya no tendré quien pague mis servicios de semental como tú haces. Te ofrezco el último polvo gratis. –Andrés no quería que notara su pena.

-¿Tú no piensas volver a España? –me miró sonriendo perverso.

-Allí no hay tanto maricón con dinero como aquí, no me daría para vivir.

Me tiré sobre él para quitarle la ropa.

-Lo has prometido, un polvo gratis, pero que sea el mejor.

Nos denudamos ansiosos y le chupé la verga tan escandalosamente rica, sabiendo que era la última vez y con intención de que nunca olvidara mi boca. Yo recordaré siempre su comida de culo de esa tarde de Julio y su incansable follar hasta hacer que me corriera tres veces.

-Te invito a cenar donde trabajas, por esta vez serás el cliente.

Continuará?