Luis, Jacobo y un verano 28 Asaf alegra mi culito

Tiraba de su pelo hacia mí para que su lengua entrara más y sin darme cuenta mis gemidos aumentaban en intensidad hasta parecer gritos, me lo tuvo que advertir.

Reanudamos las clases en el colegio, nuestras actividades extraescolares también, Jacobo y Felipe con su patinaje, Bruno y Julio con el fútbol y la lucha, y yo con el ballet.  Nuestros padres en sus trabajos respectivos y este año, sin la novedad de un nuevo residente, todo resulto más sencillo para volver a la normalidad. Julio era uno más de la familia y se actuaba con esa naturalidad.

Desde el principio nuestro jardín se lleno de amigos y de las chicas amigas de Bruno y Julio aunque este año había un pequeño matiz diferenciador. Julio, me gustara o no, había vuelto más enganchado de Amira, tenía que reconocer que la quería, sinceramente la amaba y ese detalle impedía que quisiera follar tanto, pero las chicas jugaban con la ventaja de que su amor estaba lejos y Julio contaba con diecisiete años en plena efervescencia y ebullición hormonal, junto con un poderoso cuerpazo que no podía descansar y necesitaba vaciarse a menudo.

La peor parte nos la llevamos Patricia y yo, teníamos mucha competencia. Leticia era una preciosidad de chica y otras también. Recordando lo que sucedió con Elena, la única chica a la que he follado, hubiera preferido a Leticia, eran diferentes. Elena era todo vicio y a Leticia le gustaba Julio, no para entregarse a él simplemente, aunque lo hiciera. Deseaba más y se le notaba. No creo que Julio le hablara nunca de Amira.

Unos días antes de comenzar las clases, mamá me llevó a su salón de belleza porque yo se lo pedí, donde trabajaba Adrian, el chico que me hizo aquel trabajo tan bonito. Había perdido parte de mi interés por tener el pubis bien recortado, fue culpa de Bruno por decirme que a él le gustaba al natural, como yo era.

Tuvimos que quedarnos en la sala de espera hasta que Adrian quedara libre, mamá no tenía reservada hora para ella, nos sentamos y ella comenzó a leer una revista.

-Mamá, este verano he sabido que Rufo no se llama realmente así, que su nombre es Eliseo según el ayudante que han contratado.  –apartó la mirada de la revista y parecía que buscaba algo en el aire hasta que me miró.

-Así es, su nombre real es Eliseo.  –hubo algo en el tono de su voz que me sonó extraño.

-Se que le conociste cuando estabais desplazados por el trabajo del abuelo.-su bonita cara se contrajo en una sonrisa que no me pareció muy alegre.

-Te enteras de muchas cosas, eres curioso, como yo lo era. –le levantó de la silla y se dirigió a un sillón de dos plazas.

-Ven, siéntate a mi lado, a ver si tengo tiempo de explicarte un poco, así mi muchachito se sentirá informado y tranquilo. ¿Quién te ha hablado de Eliseo?  -me senté a su lado y pasó su mano por mi pelo, y me apretó unos segundos para besarme jugando con la cinta que sujetaba mis cabellos.

-Cuando estuve en el hospital el verano pasado, la abuela me contó algo sobre Julio y su tío.  –seguía jugando con la cinta hasta conseguir soltarla, mis pelos se desparramaron por mis hombros.

-Estás más guapo con el pelo suelto. –ella sabía que lo llevaba recogido por comodidad, era una forma de alargar el momento de hablar o encontrar el momento en que debía interrumpirse y no seguir, o perder el tiempo para que Adrian terminara su trabajo y tener la disculpa perfecta para seguir callando.

De todas las maneras no tenía obligación de referirme lo que no quisiera, si hablaba era su decisión, pero la ayudé por si quería evadirse.

-No tienes que contarme lo que no desees mamá, solo que me ha parecido raro el no escuchar nunca su nombre verdadero.  –seguía jugando con mi pelo, por otro lado, casi idéntico al de ella.

-Lo del nombre no es importante, ya sabes que en el pueblo llegan a olvidarse los nombres de la pila del bautismo, siempre emplean los apodos.

-A Eliseo lo conocemos desde que éramos niñas. Al principio íbamos muy poco a la hacienda, entonces vivían aún tus bisabuelos, a mi padre le cambiaban muy a menudo de destino, nos quería tener con él y teníamos que estarnos desplazando continuamente. Es la servidumbre que se debe a la profesión de militar.

-Cuando Eliseo fue a cumplir su servicio militar, en el cuartel del abuelo, tenía diecinueve años y tu tía y yo dieciséis. De niños, y de jóvenes, habíamos jugado con él y con su hermana, en la hacienda no había muchos más niños, como os ha sucedido a vosotros con Julio, ¿verdad?

-Antes de que llegara a casa, sabíamos que así sería, lo habíamos escuchado hablar a los abuelos, para nosotras fue una alegría. Los primeros tres meses no nos vimos apenas, estaba en un centro de adiestramiento alejado algunos kilómetros y tenía que dormir allí.

-Cuando terminó su instrucción el abuelo lo reclamó y fue cuando vino a vivir a nuestra casa cercana del cuartel, algún día que tenía libre durante el adiestramiento también venía y luego marchaba para dormir en su destino.

-Nosotros teníamos que ir al colegio y él se quedaba con la abuela o hacía servicios de chófer para el abuelo. Me imagino que sabes la historia de cómo nació Julio, te lo contaría la abuela.  –yo decía que sin con mi cabeza sin querer que se interrumpiera.

-Julio es un chico excelente, varonil y masculino,  su padre lo era más…, en todo eso le ganaba ¿Qué podía pasar? Me enamoré de él y él de mí.   –era fácil adivinar ese final y me lo esperaba, no resultó sorpresa alguna.

Tu tía nos cubría para que pudiéramos estar solos algunos momentos, hablando y sobre todo pasándolo mal, sabiendo que lo nuestro no podía llegar a ser real.

-Cuando terminó su tiempo reglamentario en el servicio militar, tu abuelo nos separó. No lo envió de vuelta a la hacienda por lo que le pasara a su padre, lo hizo para apartarme de él. Terminó como era lógico por darse cuenta de lo que pasaba en su casa y no lo quiso tolerar.

-Lo pasé muy mal y creo que a Eliseo lo sucedería lo mismo, me revelé y empecé a hacer tonterías, así conocía a tu tío, no sé si ya lo sabrás, salimos como pareja una temporada, tu abuelo tampoco lo consentía entonces. Eran un joven estudiante sin futuro según él. Terminó por aceptar, no podía estar siempre vigilándome y es un astuto estratega, cedió y así conocía a tu padre, el hombre del que me enamoré y aún adoro.

-Lo de Eliseo pudo haberse convertido en realidad, no lo fue porque el abuelo lo impidió, pero la vida continúa. Julio tenía que haber sido hijo mío y tu hermano, así lo he sentido siempre, por Eliseo, por mi amiga su hermana y por el amor que le tuve.

-Terminé perdonando a tu abuelo por todo lo que me había hecho, tenerte a ti en mis brazos era incompatible con el rencor y el odio, en parte ya le había perdonado cuando vi por primera vez a Julio, quise estar con ellos cuando nació y la abuela me lo permitió. Lo que pasó entre Eliseo y su hermana solo lo conoce él, pero creo que el abuelo se lo ha hecho pagar sobradamente no dejándole ser padre.

-No hay nada más que debas saber de mi parte amor. –antes de que Adrian quedara libre, había terminado de relatarme su historia, triste y con final agridulce, tuve tiempo de abrazar su cintura y cobijarme en su pecho.

Ahora resultaba fácil entender su amor por Julio, ella pensaba que era el hijo que su padre le había quitado y así lo sentía ella.

No queríamos romper el momento de intimidad, de comunión entre madre e hijo, y me siguió dentro de la estancia mientras Adrian me atendía.

Adrian se dedicaba a realizar su trabajo, ahora no era mucha la labor.

-Tienes unos pelitos alrededor del anito, deberías quitártelos. –pasó sus dedos por ni ano y di un respingo, no quería ponerme cachondo delante de mamá, ella lo notó y sonrió para tranquilizarme. Se acercó para mirarme con las piernas abiertas como estaba.

-Adrian tiene razón, deja que te los quite.  –y obedecí sin ilusión alguna. Me gustaba sentirme  deseable y lindo, pero ya no tenía aquel interés para lograr apetecer a Julio.

Resultó un trabajo muy breve y cuando colocó el espejo para que viera el resultado, a mi me pareció que había cambiado poco. Mi culito seguía mostrándose sonrosado y tierno. Pasé mis dedos por él y era casi inapreciable la diferencia que sentía en el tacto.

-¡Ooooh! Cariño ha quedado más atractivo sin los molestos pelos.  –mamá daba su visto bueno.

Siempre me había tratado como si yo fuera una niña ante el enfado de mi padre, posiblemente ella como madre presentía desde niño lo que sería su hijo. Aquel trato, desde que Julio vivía con nosotros, había ido en aumento. Ahora que tenía un referente en casa de lo que era un chico varonil, vigoroso y masculino, me miraba más como a una chica, y no solamente me lo consentía todo, sino que lo alentaba.

No sentía si ello resultaba bueno o malo pero estrechaba nuestras relaciones y las hacía más íntimas. Solamente faltaba que le contara cuantos hombres me tomaban y lo que sentía en mi culo con sus pollas.

Julio no notó la diferencia aunque ya no iba tanto a su habitación, respetando sus deseos no explicitados de reservarse para la chica que robaba su corazón. Tampoco Bruno que no me la daba como sería mi deseo.

Sería en mi primera clase de ballet, el primer martes que acudí, cuando alguien lo notara. Después de los saludos de rigor a los compañeros pude ver a Asaf, me dirigió una larga mirada y comencé a realizar mis ejercicios. Estuvo atendiendo a otras personas hasta que se colocó a mi lado.

-Tengo la polla dura solo con verte.  –le miré y señalaba un buen bulto en sus mallas.

-Podías saludar por lo menos.  –sus solas palabras hicieron que le deseara, aún recordaba su peligrosa lengua y lo que podía hacer en mi culo.

-No seas mojigato, seguro que te suda el culito. Ve al despacho con disimulo y espérame.

No tuve tiempo a negarme aunque tampoco lo hubiera hecho, esperé a que pasaran unos minutos y atendiera a otros alumnos para encaminarme al conocido despacho, cercano a los vestuarios.

Esperé curioseando los frascos de las estanterías, el armario estaba cerrado, hasta que Asaf entró cerrando la puerta detrás de él. En tres pasos estaba a mi lado, me tomó de los hombros y acercó la cara para mirarme.

-Hace tiempo que esperaba este momento, quiero comerte el culo putita, se que lo estas deseando, quítate la ropa.  -me robó un rápido beso y comenzó a desnudarse, fue hasta la puerta y le pasó el seguro.

-¿Iván no va a venir?  - se volvió hacía mi.

-¿Qué quieres?, ¿qué deje sola la clase? Hoy estaremos tú y yo y no tengo mucho tiempo.  –para entonces estábamos desnudos los dos, se acercó y comenzó a abrazarme retorciendo su cuerpo para frotar su verga, no del todo dura, con la mía.

-Me encanta tu cuerpo puto, estas para que te coma y voy a ser yo el afortunado.  -mordía mis tetitas sin tener cuidado causándome algún dolor y haciendo que me quejara. Cambio los dientes por los labios y la lengua, su prodigiosa lengua servía para entrar en mi culo como nadie y ahora darme un placer de muerte en mis pechos.

Me colocó sobre la camilla cuando se cansó de besarme y tocarme desesperado todo el cuerpo. Sabía de otras veces cómo colocarme para dejar mi culo al aire y que pudiera comerlo como los dos deseábamos. Sujeté mis rodillas y me impulsé para doblarme y tocar con mis pies en la camilla por detrás de la cabeza.

-Te has afeitado el ojete, lo has dejado libre de pelos y bonito para que lo coma.  –así fue como Asaf se dio cuenta de lo que Adrian me había hecho y a él le gustaba, seguro. Sobó mis huevos  y se los metió en la boca.

-Asaf suéltate el pelo, me gusta que me roce entre las nalga. -como si hubiera sido una orden tiro lo la cinta que lo sujetaba y su ondulada melena le cayó ocultándole la cara, seguía con sus largas patillas hasta la quijada y suponía un placer añadido al sentir su lengua horadando mi culito.

Como siempre era genial como manejaba la lengua, toda su boca trabajando en conjunto, eso no lo podía hacer alguien que no gozara comiendo un culo. Él lo devoraba, así lo sentía yo, llegaba a morderme la entrada y lograba con su lengua que mi culo se fuera abriendo, se relajaba deseando admitir su lengua para que lamiera por dentro.

Tiraba de su pelo hacia mí para que su lengua entrara más y sin darme cuenta mis gemidos aumentaban en intensidad hasta parecer gritos, me lo tuvo que advertir.

-Calla, si viene alguien por aquí te oirá.  –pero resultaba increíble y no podía soportarlo y  a pesar de todo deseaba que no acabara, además del  movimiento que mi esfínter hacía obligado por su lengua al entrar y salir, lo forzaba apretando mi culo para que se abriera.

-¿Te gusta mariquita?, a mí también.

-Qué rico estas putito.  –escupía para después lamer su saliva envuelta en mis jugos anales, cuando me chupaba el culo de esa forma exudaba como si tuviera una vagina en lugar del ano.

Llevaba más de diez minutos sin parar de chupar y lamer, salvo para decirme alguna frase apropiada de lo que me estaba gozando, de que era su puto y me la iba a meter muy profundo.

-¡Me voy a correr Asaf!, ¡me va a venir la leche!   -la sentía avanzar imparable y quería estar lleno de su verga para correrme.

-Dame la polla, métela en mi culo ya.  –me soltó para que cayera con toda las espalda sobre la camilla y el culo en su borde y comenzó a meterla, no había terminado de entrar y mi semen se desbordó, me contraje estiré las piernas para evitar un calambre.

-¡Ahhhhhhh!,  Asaf, ¡qué rico!, ¡qué rico!, ¡qué rico! –cogió mi pene y comenzó a masturbarlo para que expulsara lo que podía quedar en él, pasó su mano por mi vientre y recogiendo mi semen se lo llevó a la boca.

-¡Qué leche más rica tienes!, pero ahora me toca a mí. Córrete al centro.  –el semen que no se comió lo extendió sobre mi abdomen y pecho, su verga había salido y me moví al centro de la camilla, se subió y elevó mis piernas para colocarlas en sus hombros.

Metió su verga de nuevo en mi culito.

-Ahora es mi turno, dame placer y muévete puto. –comenzó a entrar y salir, su polla no es tan grande como la Iván aunque no está mal. Él me había dado placer y ahora se lo devolvería como pudiera, moví mi cintura de un costado a otro y apretaba mi anito para sujetar su pene, acariciaba los costados de su pecho y las llevaba a sus muslos empujándole hacía mí y acompañándole en sus movimientos.

No tardó mucho en correrse y vaciar sus testículos con fuertes bufidos de satisfacción en mi cuello.

Mientras me limpiaba con papel y volvía a colocarme las mallas, pensé que me gustaba como me follaba Asaf con su lengua y también con su polla, aunque no llegué a correrme otra vez.

Me gustaba como me lo hacía más que Iván, y lo haríamos las veces que él quisiera.


Como el año pasado Julio marchó a la hacienda en Navidad y a la vuela me trajo recuerdos de Eduardo, para mí y para Jacobo. Tuvimos que confesarle lo que hicimos los dos con él, que habíamos follado, sabíamos que el secreto no saldría de la boca de Julio para no perjudicar a Eduardo.

Repitió lo mismo que el anterior año, fue en el coche de los abuelos con Rufo y volvió solo en el tren, en Semana Santa tampoco vinieron los abuelos, se estaban haciendo mayores y esas Navidades fueron las últimas que se desplazaron a su casa.

En esta ocasión no me trajo recuerdos de Eduardo, Jacobo le había dado mi número de móvil y alguna vez me llamaba para hablar alguna tontería y sobre todo me enviaba mensajes cortos, tipo: -Mi polla te está esperando. –Quiero que vuelvas a follarme.  –Estoy caliente. –El tiempo se me hace largo y solo me hago pajas pensando en vosotros. –todas ellas me hacían sonreír, nunca decía algo serio.

Dos semanas más tarde, cuando habíamos reanudado las clases, nos llegó la triste noticia de que el abuelo estaba en el hospital, tenían que realizarle una trepanación para aliviar la presión del cerebro por un derrame cerebral  y no tenían muchas esperanzas de que sobreviviera a la intervención.

Nuestros padres se desplazaron para que la abuela se sintiera arropada por sus hijas y estar presentes cuando le operaran. Salió de la intervención como nadie esperaba y a pesar de que no había muchas esperanzas. Nuestros padres regresaron y nuestras madres se quedaron allí esperando para ver la evolución.

El abuelo estaba vivo pero impedido de medio cuerpo, el brazo derecho y la pierna izquierda no los podía mover.  Al cabo de dos semanas volvió mamá y la tía se quedó para organizar la vida en la hacienda.

Fuimos a verle un fin de semana, ir el viernes y volver el domingo. Era patético ver al abuelo en silla de ruedas, sin poder hacer nada. Necesitaba que Rufo lo cogiera en sus brazos y lo sentara, dependía enteramente de él. Rufo se había cambiado a vivir a la casa grande, para estar al lado de los abuelos.

Más o menos la tía lo había organizado todo para que pudieran estar bien. Había cumplido con su trabajo y a todos les parecieron correctos los cambios que había decidido hacer.

A la vuelta regresamos todos incluida la tía, este año resultaba complicado para Julio y Bruno, tenían las pruebas de acceso a la Universidad, su curso se aceleraba y todo ello representaba más esfuerzo para ellos.

Continuará?