Luis, Jacobo y un verano 27 El ardor de Bruno

-¿Qué dices? Estás loco, loco de atar. Un chico como tu casado con una mariquita. ¿Y qué sería de Vero? -reíamos los dos alegres con nuestros juegos de palabras, diciendo las más grandes tonterías del mundo, lo irrealizable que ya de por si hacía que nos muriéramos de risa.

El informe que llegó del hospital unos días después traía buenas noticias. Todo estaba bien salvo el hueso que permanecería hundido para siempre. El abuelo se quedó tranquilo.

A Felipe le trajeron sus padres, había estado hace muchos años en la haciendo pero no recordaba los detalles, para él todo era nuevo. Se quedaron a comer y tranquilos porque lo llevarían mis padres de vuelta cuando regresaran a sus trabajos.

Ahora que Bruno y Julio estaban menos con nosotros lo compensábamos con la compañía de nuestro amigo. Le habían destinado una habitación seguida de la de Bruno y abrieron otro baño para ellos dos. Esa misma noche después de lavarnos la boca, Jacobo y yo en nuestro baño fuimos a su habitación para darle la bienvenida con una sesión conjunta de sexo, o esa era nuestra pretensión.

Le llevamos a nuestra habitación donde la cama es más grande  y nos resulta más familiar. Comenzamos con una sesión de besos que arranco en su cuarto, siguió por el pasillo y continuó sobre nuestra cama, los tres estábamos con el corto pantalón de dormir.

Como es natural Felipe se centraba sobre todo en mi primo que es con quien más comparte.

-¿Cómo te ha ido sin mí?, ¿quién ha usado tu culito? –preguntaba entre risas y besos Jacobo.

-Tengo tu regalo y las pilas no son caras, lo he traído para entretenernos y jugar con él, también Elena me presentó a un chico que tenía ganas de culo, se lo entregué con mucho gusto para que lo usara a placer.

Felipe no resultaba tan inocente y tímido cuando cogía confianza y con nosotros la derrochaba a raudales, marchó un momento a buscar la maquinita del placer y cuando volvió lo hizo con su juguete en la mano y otro que resultó ser Bruno.

Jacobo y Felipe empezaron a ensayar metidas raras con el vibrador, follándose la boca y haciéndolo vibrar contra sus mejillas por dentro, hasta que decidieron suspender el juego y convertirlo en realidad, metiendo el uno al otro el consolador en sus culos.

Bruno se había desnudado ayudado por mí y besaba impaciente mi boca.

-Tengo que descargarme primito, ¿quieres que lo haga en el culo de una de esas putitas o lo quieres tú?  -sonreía malicioso con su dura verga en la entrada de mi ano, dispuesto a empujar en el momento que yo hablara.

-Deja de hablar y dame tu polla.  –me la estaba metiendo por detrás, de costado, mirando los dos las maniobras de los juguetones muchachos. Cerré los ojos un momento mientras me la metía para sentirla y gozarla, tanto la ligera molestia como el placer de notar estirarse mi ano soportando la invasión.

-¿Tú crees que estos nos necesitan?  -mordió mi oreja mientras me hablaba.

-Bruno, vamos a tu habitación.

-Entonces ya sabes a lo que vas, voy a follarte muchas veces esta noche. –la saco de mi culo y creía que se me enfriaban las tripas al dejar mi agujero abierto.

-Vamos enano, estos ni se enteran.  –llegamos a su habitación en unos segundos y me coloqué de espaldas sobre la cama, quería que me besara mientras me hacia suyo. Abrí mis piernas y mi vientre fue llenado otra vez con su verga.

-Primito, tienes un culito hambriento de polla. –sin más palabras empezó el mete y saca, sin descansar hasta que sentí como su polla se hinchaba y con estremecimientos me llenaba todo el recto. Podía haberme corrido con solo tocar el capullo de mi verga, pero sabía que había más, Bruno esta noche estaba muy caliente y necesita vaciar sus repletos huevos.

Seguía dentro de mí sin sacarla, dándome besos después de vaciarse, sintiendo el suave movimiento de su verga en mi culo envuelta en su semen, su piel estaba ligeramente húmeda del esfuerzo, pasé mis manos por sus lomos apretando levemente para que se elevara un poco y no me asfixiara.

-No he conseguido que te corras putito mío.

-Estoy muy bien machote, no pienses en eso.  –le di varios besos sonoros en los labios

-Julio no vendrá esta noche.

-Calla no hables de él, estás tú.  –apoyó sus codos en el colchón para separar más nuestros pechos, su verga se fue escapando resbalando con suavidad de mi ano a la vez que leche se escurría, cerré con fuerza mi ano para mantenerla dentro, se dejó caer a mi lado suspirando.

-Sería capaz de casarme contigo y estar toda la vida a tu lado.  –solté una carcajada abrazando su cuello.

-¿Qué dices? Estás loco, loco de atar. Un chico como tu casado con una mariquita. ¿Y qué sería de Vero?  -reíamos los dos alegres con nuestros juegos de palabras, diciendo las más grandes tonterías del mundo, lo irrealizable que ya de por si hacía que nos muriéramos de risa.

-A ella la tendría para hacerle hijos y a tu serías mi mujercita. –nuevas y convulsas risas.

-Vero sería la matriz donde crecieran los niños y tú la verdadera mamá que los llevara al colegio.  –acariciaba mi tetita con la punta de sus dedos, era una broma, por supuesto, pero temblé pensando que eso pudiera ser posible y que Julio me lo propusiera. Otra locura más de mi extraviada cabeza, ¿podría ser que el golpe del abuelo me hubiera afectado y los médicos no lo vieran?

-Si Verónica supiera lo que dices te abandonaría, se acabó te diría. Vete con el puto de tu primo y Patricia la ayudaría.

-¡Peor para ella!  -se elevó sobre el codo izquierdo y me obligó a que girara la cabeza hacia él.

-Si me quisieras como a Julio no me importaría lo que sucediera. Eres muy importante para mi enano. Por cierto el arreglo de tu pubis me gusta pero yo te prefiero al natural, con o sin braguitas.

Cuando Bruno se ponía cariñoso, aunque ahora lo hacía pocas veces, era lo más dulce que pudiera tener a mi lado. A veces se pasaba mucho tiempo sin prestarme atención y entonces pensaba que algo de mi le molestaba o enfadaba. Sin perjuicio de lo anterior siempre estaba a mi lado si lo necesitaba, como si estuviera en una constante vigilia sobre mis estados de ánimo.

Nos abrazamos sin más, solamente para sentir nuestros cuerpos, los sonidos de nuestras respiraciones, y si apoyaba mi oreja en su pecho, el rítmico ruido de su riego sanguíneo. Sentía el leve roce del vello que brotaba  imparable alrededor de sus tetillas sobre mi piel, sus fuertes brazos ejercitados en el deporte abrazándome contra él.

Estábamos en ese estado de sensibilidad analizadora, donde tu mente capta todos los movimientos y ritmos del cuerpo que tienes pegado a ti, y volvía  excitarme sintiendo la fortaleza exuberante de su joven cuerpo que se desarrollaba como un milagro perfecto.

En poco tiempo sería como mi tío, su madurez comenzaba a notarse, eclosionaba en impresionante virilidad como la de su padre, un macho total capaz de enamorar a mamá y después a la tía. ¿Cómo podía bromear de esta manera conmigo? Así me lo debía tomar, como una ocurrencia en una noche de sexo.

Su verga golpeaba impaciente en mis piernas, había vuelto a excitarse acariciándome y volvía a estar en forma, dispuesto a seguir sacando los jugos de sus huevos.

-¿Estás otra vez dispuesto y con ganas?- apresó mis labios con sus dientes antes de responder.

-¿Tú  qué crees?  -había cogido mi mano para llevarla a su pene aunque no era necesario, su verga me llamaba golpeando en mis muslos.

-Quiero mamarla y que me lo eches todo en la boca, hace mucho que no te bebo la leche. –le sugerí malicioso.

-Pienso lo mismo que tú, también yo voy a comer la pollita de este peque.  –pollita decía, no resultaba tan pequeña, aunque al lado de la suya si lo era.

Nos colocamos, o me dispuso tumbado de costado, para él tumbarse invertido con mi cara ante su pene y la suya con el mío.

-Quiero que lo hagamos durar y así estaremos más tiempo.  –le escuchaba hablar pero ya tenía su rico pene en mis manos bajando su pellejo para dejar el glande rojo ante mis ojos.

Resultaba delicioso y me entretenía a veces buscando los brillos en las distintas tonalidades de los colores de su glande antes que de goloso lo metiera en la boca para batirlo con mi lengua, estrujarlo y sentir su delicada blandura, aprovechaba la ocasión para jugar con el anito de Bruno que se dejaba acariciar, e iniciar una ligera penetración con mi dedo.

Me repetía una y mil veces lo que mi primo me gustaba, siempre había sido así, lo mucho que le admiraba y lo maravilloso que le veía, pero parece ser que el amor escoge otros derroteros, a veces para llevarnos al naufragio de las convicciones más simples y por tanto las más fuertes.

Después de largos minutos de chuparle, tenerlo en mi garganta sintiendo el roce de su glande en ella, envolver sus testículos en mi mano, meter la primera falange de mi dedo en su culo, le sentí  latir más fuerte y como se engrandecía en mi garganta y lo saque sin que él quisiera. Necesitaba el sabor de sus jugos, sentir como me quemaba la lengua su esperma.

Se derramó entero, en borbotones secos y calientes llenando mi boca, soportando su vibrante cuerpo que se me escapaba y volvía cada vez que un trallazo de leche le salía, y ahora no quiso dejarme sin que obtuviera mi premio, tenía toda mi verga en su boca y chupaba, sacando por debajo la lengua para tocar mis testículos.

Nos bebimos nuestros jugos envolviendo nuestras vergas en ellos, sin descanso saboreando nuestra esencia hasta que los fluidos terminaron de salir.

Esa noche Bruno volvió a darme su verga, por el culo en esta ocasión, después del correspondiente descanso donde no faltaron los besos, los abrazos y esa ternura que bañaba nuestra extraña relación de primos, que se quieren hasta un extremo insospechado.

Si nuestra vida fuera siempre así, como esa divina noche de placer y entrega, también estaba dispuesto a luchar para olvidar a Julio, pero todo eso era un sueño.

Me despertó el brusco movimiento que Jacobo ejercía empujando de mi hombro.

-Mira donde se habían metido, toda la noche follando ellos solos.

Felipe y mi primo nos miraban divertidos a Bruno y a mí,  desnudos sobre la cama en la grotesca postura donde quedamos dormidos, cansados sin poder más después de horas de follar.

Tampoco a ellos parecía que les hubiera ido mal si mirábamos sus caras.

Cuando bajamos a desayunar los abuelos ya lo habían hecho, y entre prisas María y Susana nos sirvieron. Antes de terminar Julio se presentó para buscar a Bruno, querían hacer una ruta de monte con el quad.

Nos saludó a todos por igual y se sirvió un vaso de naranjada mientras terminábamos. Bruno finalizó el primero y subió a prepararse mientras Julio se quedaba con nosotros terminando su zumo.

Ellos se marcharon y nosotros nos dispusimos a dar un paseo a caballo, Jacobo le dejó uno de sus pantalones y botas a Felipe. En las cuadras no encontramos quien nos ensillara las monturas y salí a la puerta para ver si veía a alguien. En ese momento Marcos, el nuevo ayudante de Rufo, venía directo hacia mí. Me dirigió una larga mirada desde la cabeza a los pies, no quise volver a cometer el error del otro día y mantuve mi mirada en su cara, sus ojos quedaron ocultos tras las largas pestañas que tenía.

-Eliseo ha salido para el río. Ya preparo yo los caballos.  –su voz sonaba adusta, disgustada.

-¿No está Rufo?

-Ya te he dicho que ha tenido que ir al río por algún problema en las bombas de riego. –me pareció que anteriormente había hablado de un Eliseo que yo no conocía ni tenía que ver con Rufo.

-¿Por qué le has llamado Eliseo?  -el hombre me miró extrañado como si yo estuviera loco.

-Ese es su nombre, ¿o me he equivocado?  -entonces caí en la cuenta de que en el pueblo casi todos tenían un mote que se transmitía de padres a hijos y así se llamaba el abuelo de Julio, y a él mismo le llamaban tonto por la gran polla que se gastaba. Julio nunca heredaría el sobrenombre de su padre y abuelo.

Nunca había escuchado que alguien le llamara como Eliseo, para todos era Rufo, tendría que seguir descubriendo muchas cosas en la hacienda, pero el nombre me gustaba, aunque le fuera más el fuerte y recio Rufo a su personalidad.

Jacobo le dejó su adiestrada y mansa yegua a Felipe y montó el garañón de Bruno, Rocío me recordaba y esperaba un azucarillo que no llevaba en la mano, la consolé con caricias en su careto y el cuello.

Buscaba algo donde subirme para montar a Roció y Marcos me ofreció su mano para apoyar la rodilla, el hombre buscaba algo de mí, me mantuvo en el aire mientras rozaba su entrepierna sobre mis nalgas más tiempo del necesario, detalle que no paso desapercibido por mí primo.

De esta forma fueron transcurriendo los días hasta que llegaron nuestros padres, y se quedaron unos días antes de volver a la ciudad con la consiguiente alegría de Felipe.

Nuestra vida se deslizaba sin sobresaltos, paseos en bici o a caballa, nadar, comer y follar aunque el orden de importancia no fuera ese. Todas las noches terminábamos bañados en nuestro semen, no importaba que Julio y Bruno no estuvieran con nosotros, nos atendíamos para darnos placer a las noches, en la cama de Jacobo y mía, y en otros momentos cuando nos apetecía, nuestros cuerpos jóvenes estaban siempre dispuestos aunque no contáramos con las vergas que nos gustaría tener todo momento.

Eduardo llamó en varias ocasiones a Jacobo y creímos que no era el momento adecuado teniendo a Felipe con nosotros, resultaríamos mucha gente para entrar en su casa y llamaría la atención.

Llegó el momento de decirle adiós, nuestros padres regresaban y lo llevarían con ellos, aun nos quedaba un mes para disfrutar sin tener que pensar en los estudios. Aunque Felipe se encontraba a gusto entre nosotros tampoco sufrió para despedirse, había resultado una estupenda experiencia donde lo había pasado muy bien, como él decía “de capricho”.

Unos días más tarde recibimos la llamada de Eduardo, en esta ocasión, y siendo discretos, acudimos a su casa. No teníamos que seducirnos los unos a los otros, sabíamos lo que nos esperaba, queríamos y veníamos dispuestos a dar y recibir.

Hicimos lo que pudimos en dos escasas horas de tiempo, nos folló deliciosamente a los dos primos y me pidió que volviera a meterle mi polla, había quedado encanto y lo había disfrutado. De alguna forma llegué a la convicción de que él pensaba que yo conocía algo de lo de su hermano.

El recuerdo más grabado que me queda de los momentos pasados con él es el tamaño tan tremendo de sus huevos, no me cansaba de tenerlos en mis manos, besarlos y lamerlos mientras follaba a Jacobo. Nunca había visto unos cojonazos así más que en los toros.

Una tarde conocimos a su hermano, fue un milagro que no nos sorprendiera desnudos y siendo follados por Eduardo. Ese día, en una muestra de destreza nos dispusimos de rodillas ofreciéndole nuestros culos a la vez, y mientras nos la metía a uno al otro le follaba con los dedos, los dos recibimos su abundante e inagotable semen del que no nos cansábamos.

Estábamos tan distraídos en los nuestro, recibiendo el placer de nuestro macho, y él entregando su bien hacer a sus hembras que descuidó la hora en que volvía su hermano. Corrimos para vestirnos sin darnos tiempo a lavarnos para encontrarnos con él en el patio cubierto de su casa.

Y pocas cosas más hay que contar de ese verano que fueran diferentes. Marcos, a pesar de insinuarse varias veces no tuvo oportunidad de ofrecerme lo que quería, su polla que se adivinaba apetitosa cuando la mostraba en sus poses de vaquero.

Volvíamos todos a nuestras labores de preparar los cuadernos, libros, ropas, y pasar los últimos días en nuestra piscina. Renové mi matrícula en la academia de baile y solo encontré a Iván el gurú, Asaf estaba de vacaciones aún.

Continuará?