Luis, Jacobo y un verano 24 Probando otro agujero

Mirábamos los tres la cogida que el chico grande le daba al pequeño, Elena se acariciaba el clítoris y se metía los dedos en la vagina expulsando el semen de Jacobo y mío. Bruno no tardó en correrse llenando el culo del chaval que gritaba complacido por la suerte que tenía.

Decidieron celebrar su cumpleaños los dos a la vez, eran solamente unas fechas lo que les separaban y estábamos en el momento de exámenes, donde había que rendir y esforzarse para quedar libres de todas la asignaturas y disfrutar el verano.

Igual que a Julio y a Bruno nos crecía el vello en el cuerpo muy rápido, en las piernas lo tenían desde hace años y los dos en abundancia, a mi me había crecido un bonito y rubio jardín de pelos en el pubis, muy poco en los sobacos que ni se notaba y cuatro pelos en el ombligo que para los demás no eran visibles y para mi suponían una selva.

Me encantaba el pelo de mi pubis, suave como la seda, más claro que el oro, pero sobre todo me gustaba porque Julio y Bruno jugaban con él y lo lamían encantados. Había un problema con él, que sobresalía de las cinturitas de encaje en algunas braguitas cortas.

Un día le pedí a mamá que me llevara a su salón de belleza, donde a ella y a la tía las trataban, para que me quitaran los cuatro pelitos y me recortaran el pubis.

-¿Puedes llevarme para que me depilen?  -puso cara de rareza.

-Amor, si tú no tienes pelos que quitar.  -negaba con la cabeza al mismo tiempo que hablaba.

-Me han crecido pelos en el ombligo y los del pubis me salen por la cintura de las braguitas que me compraste.  –me pidió que me subiera la camisa y bajara el pantalón. Llevaba en ese momento un bóxer de cintura alta.

-Esos pelitos del ombligo te los quito yo en un segundo, ponte una braguitas para ver cómo te quedan. –fui a mi habitación y busque la braguita más corta, para que no pusiera objeciones para llevarme, elegí la que más se me veía el inicio de los pelos y volví  a bajar a la sala.

Terminaba de llegar papá en ese momento y estaban hablando. Se le veía asombrado mirando mi cuerpo, me había visto millones de veces desnudo pero no vestido con unas braguitas de encaje e hilo por detrás y la abundante melena rubia suelta sobre mis hombros. Llegué hasta él para besarle como siempre, con un roce suave de mis labios sobre los suyos. Seguía con los ojos muy abiertos sin creerse lo que estaba viendo, la transformación de su hijo en una joven que, al parecer, también a él le parecía guapa. No habló, solo me devolvió el beso y me exhibí para mamá.

-Parece que sí se salen, yo no me los recortaría.  –vio mi cara mohína y disgustada.

-Pero si tu quieres lo hacemos, te llevaré un día de estos, tengo que pedir la cita.  –mamá estaba dispuesta a complacerme como siempre, de alguna forma creo que ellos hubieran preferido que hubiera nacido chica, o chico, en lugar de nada, un ser andrógino, totalmente equívoco.

-¡Gracias mami, gracias!  - la abracé alborozado dándole besos en la cara y luego abracé a papá dándole las gracias también aunque él no sabía el por qué.

Salía para coger la escalera y subir a mi habitación y escuchaba hablar a mi madre explicando lo que sucedía y el motivo de mi alegría.

Tenía un poco de prisa porque mamá cumpliera su palabra, la fiesta del cumple de mi primo y Julio se acercaba, quería que mi nueva apariencia, en esa parte de mi cuerpo, fuera mi regalo de cumpleaños para él.

Coordinó las fechas y un día que no tenía ballet me llevó con ella y la tía a su salón de belleza. Iba un poco cohibido pero contento de que se me concediera mi deseo, los pelitos del ombligo los había hecho desparecer con una tirita de cera fría, como ella dijo resulto muy fácil.

Era un salón grande y tenían servicio para mujeres y hombres, mamá quiso que me atendieran en la sección de las damas y me adjudicaron una cabina, ellas tenían que hacerse manicura y otras cosas y quedé solo en espera. Creía que sería una chica la que me atendiera y resultó ser un hombre, joven relativamente, él mismo tenía depiladas las cejas y se le notaba lo cuidado que tenía el rostro y el cuerpo. Me saludó con un buenas tardes, y me miró profesional y detenidamente.

-¿Qué quieres que te haga?  -sin responderle le señalé mi pubis.

-Desnúdate desde la cintura. -me quedé desnudo ante él que seguía inspeccionando.

-¿Todo? ¿Quieres que te depile todo?  -entonces reaccioné y le explique lo que quería. Había llevado unas braguitas para mostrar lo que no quería que se viera y me las puse.

-Vale ya te he entendido, ahora túmbate en la camilla.  –inmediatamente me vino a la cabeza la camilla del despacho de Iván y me excité un poco, yo creo que no se notaba. El chico era guapo pero no tanto como para excitarme de esa forma, fue el recuerdo de lo sucedido en la  academia de baile.

A partir de ese momento Adrián, que se así se llamaba el chico, se puso a trabajar en mi pubis sin hablarme hasta que dio por terminado su trabajo.

-Ya está, ahora te verás y me dices si es lo que tú querías.  –me senté en la camilla y cogió un espejo en sus manos.

Había rebajado como un centímetro la línea de los pelos por arriba y dejado un triángulo perfecto de puntas redondeadas en los ángulos, los pelitos que rodeaban mi verga habían desparecido y los que tenía en la bolsa escrotal, que ahora estaba un poco roja, tampoco estaban.

Me sentí admirado de lo bonito que se me veía ahora el pene debajo del tapiz de oro con el ángulo inferior apuntando al falo, lo tenía algo hinchado aunque no duro, a veces con sus toqueteos había reaccionado como no quería.

-Me gusta, me encanta, lo has dejado muy bonito.  –el chico me miraba sonriente, contento con su trabajo y de haber dejado a su cliente satisfecho.

-Ahora ponte las braguitas que has traído para que veas si es suficiente lo que he quitado.  –hice lo que me pedía, estaba perfecto, aunque me estiraba el cuerpo en distintas posturas,  no aparecía un solo pelo.

-Usa este aceite para darte en toda esta parte de los testículos y el pubis, la crema ayuda a crecer los pelos, en cambio este aceite hace el mismo efecto retardando el crecimiento del vello.

Le di las gracias y le dije que mamá pasaría por caja.  El chico conocía a mamá y a la tía no hubo problema para que saliera a la sala de espera y estar allí mientras ellas terminaban.

Mientras esperaba me sentía muy contento del resultado y deseaba regresar a casa para probarme todas las braguitas, también porque el pubis me picaba un poco y quería darme el aceite como me había aconsejado Adrian.

Jacobo se empecinó en que quería estar en la fiesta que darían su hermano y Julio, a mí también me apetecía sin más, no tenía un excesivo interés para ver como chicos y chicas se sobaban para calentarse y terminaban tirados follando donde pudieran, lo que yo quería era que llegara la hora de ir a nuestras habitaciones y Julio viera mi regalo.

Bruno cedió a la presión de Jacobo, siempre que no les estropeáramos la fiesta y lleváramos nuestras chicas. Pensé que era una condición que no podríamos cumplir y era la forma de que nos autoexcluyéramos.

Pero él no contó con la voluntad terca de Jacobo, dos días más tarde teníamos dos acompañantes, faltaba otra chica para Felipe pero lo obviamos, confiamos en que no se darían cuenta.

Habíamos salido en un descanso de clases al patio, Felipe y yo buscamos con la mirada a Jacobo, estaba hablando con dos chicas de otro curso, uno superior a nosotros, fuimos donde él.

-Entonces quedamos de acuerdo y nos acompañáis a la fiesta.   –Jacobo había encontrado el modo de que dos chicas, mayores que nosotros, estuvieran dispuestas a acompañar en una fiesta a tres chicos que no les interesaban para nada. Sabían como todo el mundo en el colegio que a nosotros nos gustaban los chicos, que éramos de la otra acera.

-Cómo las has convencido para que nos acompañen.  –se me ocurrió preguntarle.

-Ha sido muy fácil, solo he tenido que decirles que esa fiesta es por el cumple de Bruno y Julio, están loquitas por que las miren, como todas las chavalas, ¿no te fijas?  -me daba cuenta pero no quería confirmarlo, sabía que los dos atractivos y varoniles chicos eran golosinas para ellas.

Llegaron a la fiesta cuando ya había llegado bastante gente, llamaron a Jacobo antes por teléfono y las salimos a recibir a la calle. Tengo que admitir que Elena y Tamara no tenían nada que envidiar a las chicas mayores de la fiesta, y aunque no me llamen las mujeres sexualmente las encontraba realmente bonitas, deseables para cualquier macho.  Salió un hombre que las acompañaba, supongo que el padre de una de ellas que miró detenidamente los alrededores y la casa, también a nosotros tres.

Nos debió ver de confianza, imaginaría que las jóvenes estarían seguras con unos chicos como nosotros.

-Pasarlo bien y no os excedáis en beber ni en otras cosas.  –miraba a Tamara que parecía ser la hija y más comedida que Elena en el vestir. A la hija de su amiga se la comía con la mirada.

Las metimos por la puerta trasera de la casa de mis primos, donde se celebraba la fiesta, las luces del jardín estaban encendidas aunque la piscina no funcionaba aún, la estaban preparando y para que nadie cayera la habían puesto unas cintas de plástico de las que usan en las obras como aviso del peligro.

Cogimos unas cervezas en la cocina para beberlas de la misma lata, aunque había vasos de plástico. En la cocina estaba Carmen en lugar de Silvia que tenía libre el fin de semana y la tía le había pedido el favor, estaba preparando bandejas de comida ayudada por un par de chicas.

Nos sentamos en un rincón de hall donde estaban las escaleras, sin entrar en el salón donde permanecía el mayor grupo de muchachos. Tenían la música muy alta aunque estábamos algo alejados y se podía hablar.

Elena y Tamara querían ir al salón para que los chicos mayores las vieran y hacerse notar.

El que nos encontró fue Bruno que bajaba del piso superior. Llegó al rincón donde estábamos.

-Vaya, dos chicas para tres chicos, ¿no es mucho para vosotras? Buscaré la que os falta, alguna estará sola.  –desde luego conocía a Elena y Tamara, le pareció normal que fueran ellas las que nos acompañaran.

Las chicas querían bailar y Jacobo y Felipe las llevaron al salón mientras yo iba a la cocina a llevar las latas ya vacías. Carmen me detuvo.

-Tú no bebas mucho, sabes que enseguida te mareas.  –resulta que no tenía a mamá y me había puesto un vigilante. Volví a buscar a mis amigos.

La fiesta prosiguió, todos bebiendo al principio cervezas y no sé de donde aparecieron botellas de licor. Cuando llevaron las bandejas de comida, lo hacían los invitados, Carmen no salía de la cocina. allí tenía bastante trabajo.

Comían y bebían sin dejar de bailar, aunque bebían más que comer, el baile hacía sudar y obligaba a tener un vaso de bebida en la mano. Pude ver a Carmen hablar con Bruno y me saludó agitando la mano desde lejos, supuse que habría recogido y salía para coger la otra puerta de nuestra casa.

-Mira a quién tenemos aquí.  –otra vez la impertinente de Patricia con una amiga delante de nosotros. Se dirigió a Elena y su amiga.

-Creo que os habéis equivocado chicas, estos no os van a dar lo que esperáis.  –estaban bastante bebidas con su vaso en la mano que a duras penas se sostenían sin derramar el contenido.

-¿Y tú qué esperas Patricia?, igual no tienes suficiente rabo en la fiesta, o no el que te gustaría tener.  – la verdad es que no había visto a Julio en ningún momento con ella, hoy se dedicaba por entero a Leticia, otra amiga de Vero.

Las palabras de Jacobo no la hicieron perder la sonrisa.

-No te preocupes por mi amorcito, se cuando tengo que buscar otra cosa, pero no es fácil derrotarme.  –se fueron abrazadas de la cintura para el salón a seguir bebiendo.

Mis amigos estaban un poco mejor, para nosotros unos cervezas eran suficiente para ponernos contentos y alegres. Volvimos al salón después de descansar cuando Tamara nos dice que su padre la espera en la calle, que les ha venido a recoger.

Hablan entre ellas y Elena quieres seguir la fiesta, que ella llamará a su casa cuando quiera que la recojan y acompañé a Tamara hasta el coche de su padre. Salió del vehículo para abrirle la puerta.

-¿Y Elena?

-Vámonos papá, ella se queda un rato más y llamará a su casa. -creo que el hombre se decepcionó, por alguna razón deseaba que Elena estuviera con ellos.

Fueron quedando pocos que bailaban y redujeron el volumen de la música, no había vecinos a los que molestáramos pero todos se habían ido emparejando y muchos estaban en los sillones o en el suelo besándose, otros habían marchado o desaparecido. A Julio no le veía por parte alguna, y en la mesa improvisada como barra, estaba Bruno con Vero abrazada a él y Patria con su amiga, sin chicos. Me alegré.

Vero tiraba de Bruno y pasaron a nuestro lado para subir al piso superior. La chica que Bruno nos iba a buscar no aparecía aunque no hacía falta.  Elena le habló a Jacobo, o a todos.

-¿No hay chicos suficientes? -miraba hacia Patricia y su amiga que bailaban abrazadas.

-¿No podemos hacer algo?  -Elena algo bebida persistía en su idea que adivinamos.

-¿Con nosotros?  -Felipe se asustó.

-Hay maricas que lo hacen con chicos y chicas, ¿vosotros no? –era clara y diáfana la muchacha, quería verga y no le importaba con quien.

-Nunca lo hemos hecho, pero si tú quieres, podemos intentarlo.  –no podía dar crédito a lo que escuchaba decir a mi primo.

-Yo os enseño, se me da muy bien educar a inexpertos.  –sin darme cuenta entrabamos los cuatro a la habitación de Jacobo.

Sin enterarme como había sido nos mirábamos los cuatro desnudos, lo que más me llamaba la atención eran los preciosos conos que Elena tenía por tetas y no era yo solo el que miraba aquellas montañitas de carne blanca, tanto era nuestro interés que no me dijeron nada de mi arreglo de pubis, como si no me hubiera hecho nada.

Elena sonreía por la atención que despertaba en nosotros, igual ni se lo esperaba.

-Tocarlas, son vuestras. –Jacobo y yo acercamos una mano y le tocamos una teta cada uno con delicadeza, probando como se hundía con la presión de nuestra mano, era como estar nadando sintiendo el agua tibia alrededor de tu cuerpo. Elena colocó sus manos sobre las nuestras y las apretó aplastando su carne.  Minutos más tarde los tres mariquitas besábamos el cuerpo de nuestra amiga y los nuestros según se podía.

-Jacobo lame mi chochito. –abrió las piernas y chupando de mi verga ofreció su coñito a mi primo, no dudó en meter su cabeza y comenzar a lamer la almeja de Elena, sentía como la chica disfrutaba cuando jadeaba chupando mi polla más fuerte. Felipe me acercó la suya y le di lo que quería, mi boca, que tragó su pequeña pero muy sabrosa polla. Sinceramente Elena mamaba muy bien pero no era como Jacobo, ni siquiera como Bruno.

Estuvimos chupándonos unos a otros, a Elena le gustaba vernos mamarnos el pene, lamernos el culo y como lo disfrutábamos, me pidió que se lo chupara, que le hiciera lo mismo que me había visto hacerle a Felipe.

Se colocó a gatas y comencé a darle una estupenda comida de culo, no resultaba muy diferente a los que ya había comido, pero no encontraba unos huevos y una verga que meter a mi boca y probé por primera vez los jugos que salía de ella mojando su vulva, sabores diferentes, ricos. Detrás de mí, Felipe metía sus dedos en mi ano y masturbaba mi polla mientras Jacobo se besaba con Elena.

-Luis métemela.  –dejé de chupar su culo sorprendido, reaccioné y me elevé para dejar mi verga, dura por la manipulación de Felipe, pegando en su ano que se abría y cerraba esperando que algo entrara en él, apreté un poco.

-Por la vagina, por favor.  –ella misma sujeto mi pene y lo dirigió hacía su otro agujero, se deslizó absorbido por sus jugos, era diferente a un culo pero estaba caliente, resbaladizo, tierno, y sujeté sus caderas pensando que era el culo de Jacobo comenzando a follarla con fuerza.

No esperaba que mi polla pudiera hacerla gozar hasta que suspiraba pidiendo más, lo que yo precisamente no le podía dar, pero si atravesarla por la rabia que me inspiraba que ella pudiera tener esas tetas tan tiernas y su vagina que era lo que volvía loco a Julio y yo no tuviera lo que para él era un tesoro.

Ataqué su coñito y Felipe no dejaba de sobar mis testículos. No fue difícil que comenzara a vaciarme en su coño y se lo llenara de mi leche hasta caer rendido sobre su espalda. Salí de ella y me tiré a su lado en el suelo.

Aunque sabía que Elena había tenido un orgasmo seguía en la misma posición.

-Ahora tú Jacobo, métemela tú ahora.  –Elena había decidió que aprendiéramos a estar con una mujer y resultaba muy terca.

Busqué con la mirada a Felipe, estaba al otro lado de Elena mirando la verga de Jacobo entrar y salir de la chica y se masturbaba su pene, parece que lo que veía le excitaba y estaba muy rojo. Me giré para mirar desde el otro extremo lo que miraba Felipe, pero antes de llegar con mis ojos a la unión de los sexos copulando, vi a Bruno, en la puerta de la habitación, apoyado con una mano en el marco y la otra acariciando su gran bulto.

Sonreía, me sonreía a mí mirando lo que los otros no había hecho, mí cuidado pubis. Jacobo grito y le metió la polla hasta el fondo, Elena gorgojeaba como un pajarito herido, parece que mi primo se lo había hecho mejor que yo.

Felipe seguía pajeando su polla y sucedió lo impensable, Bruno se acercó al chaval, le colocó de rodillas, se bajo el pantalón sin quitárselo, solo se sacó la verga y los testículos por encima de su bóxer, besó el culo de nuestro amigo y comenzó golpearle el ano con su dura polla para a continuación penetrarle.

Mirábamos los tres la cogida que el chico grande le daba al pequeño, Elena se acariciaba el clítoris y se metía los dedos en la vagina expulsando el semen de Jacobo y mío. Bruno no tardó en correrse llenando el culo del chaval que gritaba complacido por la suerte que tenía.

Bruno cogió una camisa que había por allí y se limpio la verga antes de meterla en su bóxer, era la de Felipe y luego Jacobo le dejó una de las suyas. Elena llamo a su casa para que vinieran a recogerla y yo salí para entrar en la mía.

Aún seguían bailando Patricia y su amiga con Verónica y Bruno cuando les hice una seña de que marchaba, sobre todo a mí primo, envidioso de la suerte de Felipe.

Subí al piso de arriba buscando a Julio que no había encontrado en la casa de mis primos, la puerta de su habitación estaba abierta con las luces encendidas.

-Qué verga más buena, métela, dámela ahora por el culo.  –se la escuchaba gritar a una mujer gozando la cogida y la respiración forzada de Julio.

No me asomé para ver quién era la chica, Patricia estaba con Bruno y Verónica. Retrocedí hasta la puerta de mi habitación, me desnudé y me metí entre las sábanas. Tenía ganas de coger todas mis braguitas y tirarlas a la basura, y que el pelo del pubis me creciera hasta salir por encima de la cintura del bóxer, pero no lloré.

Continuará?