Luis, Jacobo y un verano 22 Provoco a mi primo

-Luis, primito, ¿esté eres tú? ¡Qué suerte la de Julio! -hablaba con dificultad y le callé besando sus caliente boca. -¡Te ha gustado, tu primita lo he hecho bien! -me abrazó muy fuerte.

Había pasado Semana Santa, Julio marchó como en Navidad a la hacienda, tuvo que ir en tren porque los abuelos no vinieron en esta ocasión y Rufo no podía venir a buscarle, todos le consideraban ya un chico mayor que podía viajar solo. El tiempo se presentaba primaveral y podías llegarnos a la cercana playa donde el público aprovechaba los primeros rayos de sol.

Jugamos voleibol sobre la arena con una red que los vientos del invierno no habían roto, nos reunimos con los amigos, más o menos parecidos a nosotros o que nos aceptaban de buen grado.

Fueron días deliciosos aunque Julio no estuviera. Bruno estuvo poco tiempo con nosotros, en Vero y Patricia encontraba el entretenimiento para pasar los días y también salía con sus amigos. Solo la tarde de viernes Santo subió a mi casa, antes llamó para saber si estaba con Jacobo que no estaba en su casa.

Pensé que necesitaba sexo porque las chicas no le atendieran como el necesitaba. Llegó y no me pidió que me desnudara como otras veces, cuando quería comenzar en el mismo instante que llegaba metiéndome la verga, y correrse para descargar la tensión que traía, y luego ya hablaríamos.

Muy al contrario, en esta ocasión comenzaba a bajarme los pantalones para entregarle mi culo, y me pidió que esperara y me sentara a su lado en mi cama. Nos tumbamos y comenzamos a hablar de cosas intranscendentes, donde no cabía Vero, ni Patricia.

Hablábamos de lo bien que lo pasamos en la hacienda el verano pasado y claro está, salió Julio.

-¿Aún le quieres?, ¿nunca te vas a dar cuenta de que Julio es de las mujeres?  -no quería ponerme triste pero tenía que darle una respuesta.

-Me lo he reconocido a mí mismo, y soy consciente de lo que me dices, me lo repito mil veces, pero no puedo dejar de amarle por eso. Me resigno a que me follé cuando quiera, y entregándome a él soy feliz.  –el silencio se hizo eterno, parecía que Bruno meditaba mi respuesta.

-Siempre te digo que te quiero primito, deseo que seas feliz, y…, me gustaría, sí, me gustaría que fuera Julio quien te diera lo que deseas, por ti, por amarle tanto te lo mereces.  –le noté un tono tan amargo en sus palabras que me preocupó. Me giré para abrazarle.

-No tienes que preocuparte Bruno, soy fuerte y puedo con todo.  –en realidad me estaba fortaleciendo pero no lo era tanto.

-Todo lo que tú me puedas decir me lo repito yo, pero no lo puedo evitar, ¿qué le gustan las chicas?, yo me convierto en chica para él cuando lo quiere.  –reí mordiendo su oreja.

-Tengo una colección de braguitas de niña para ponerle contento, le gusta tomarme, darme por el culito creyendo que soy una chica.  –mordí mimoso su cuello y aspiré su fragancia, me retiré al pensar que le estaba provocando pero su proximidad y nuestra conversación me ponían caliente.

-Tú no necesitas vestirte así, ya eres una nenita muy guapa y apetitosa, no solamente gustas a Julio pero no te das cuenta. -me elevé para mirarle su cara tan querida, tan conocida y acariciada por mis manitas desde bebé y cuando jugaba de pequeños con Jacobo y conmigo.

Acerque mi rostro al suyo y le soplé queriendo apartar sus rojitos cabellos de los ojos, los cerró repetidamente riendo.

Continuamos hablando de otros temas, riendo de algunas anécdotas del colegio, de nuestras bromas y su tremendo entente con Jacobo para hacernos disfrutar a todos con aventuras sin complicaciones. Me sentía muy bien con Bruno, además respiraba por su piel el cariño que me tenía.

A pesar de conocer de memoria su olor corporal siempre me encantaba olerle donde termina su pelo y en la parte de la clavícula, no se la razón, pero esa parte además de sus sobacos es donde más profundo se le siente, el olor de su pubis y verga es otra cosa diferente.

Llevábamos más de una hora hablando, por mi hubiera estado más tiempo, Bruno se incorporó.

-Te voy a dejar, ya te he ocupado mucho tiempo.  –me sentí decepcionado, quería que siguiera a mi lado hablando y también deseaba otras cosas de él que ahora no me pedía ni se tomaba por su cuenta. Qué extraños somos, en otra ocasión quizá me hubiera molestado que me tomara sin más, sin pedírmelo siquiera, y ahora lo deseaba.

-No tengo otras cosas que hacer, además si no está Jacobo me quedó solo.  –me levanté para sentarme a su lado. Abracé su cintura colocando mi cabeza sobre su brazo.

-Bruno, quiero que me lo hagas, ¿no tienes ganas?, yo sí, déjame que te la mamé, por favor primito, déjame darte placer.  –volvió a dejarse caer sobre la cama, inerte, era todo muy extraño, sentía que Bruno me necesitaba y que en esta ocasión tenía que tomar la iniciativa.

Me levanté para ir hasta el sinfonier, busque entre las braguitas que me compró mamá y escogí unas muy breves de encaje blanco que se confundían con mi piel. Bruno se había girado para mirar mis movimientos y comencé a quitarme la ropa realizando movimientos eróticos con mi cuerpo, sin exagerarlos pero sin duda excitantes.

Una vez desnudo y de espaldas a él comencé a ponerme las braguitas en lentos avances, pasándolas sobre mis torneadas y bellas piernas, las subía y bajaba empinando coqueto el culito y moviéndolo en leves círculos, la parte trasera de la braguita era más que un hilo pero todo ello de encaje semitransparente.

La subí hasta que quedó en su lugar y me incliné mostrándole mi bonito trasero, sabía que a través de la tela se apreciaba el dorado de mi anito y hasta quizá los movimientos de la membrana frunciéndose.

Me volví poco a poco sin ponerme derecho para esconder mejor mi verga y testículos. Bruno estaba rojo, rojo y absorto mirando mi cuerpo, aireé el pelo agitando la cabeza y me fui acercando sigiloso como un gato, mirando fijo sus ojos.

-¡Desnúdate!  -resultó una orden que le hizo reaccionar y sin dejar de mirarme empezó a retirarse la ropa, mientras se desnudaba enderecé mi cuerpo y comencé a ondularlo bailando una rara danza árabe. Pasaba mis manos estiradas por mi abdomen y me volvía para que viera como azotaba mi culo y poco a poco cogía él color rojo.

Mordía mis labios sensualmente, de verdad, auténtico, cuando le miraba solo veía una verga, como un cilindro horadando el aire y apuntado hacia el techo, la manta de sus pelos en la base deslumbrara con sus reflejos, y los gordos cojones pendían sueltos entre sus fuertes piernas.

El espectáculo erótico resultaba de ida y vuelta, solamente tenía que dejar volar mi imaginación para sentir su mástil bajando por mi garganta y entregarme generosamente la leche que contenían sus huevos.

Lo que pudiera pensar él no era relevante en sí, sus efectos lo eran, me maravillaba ver lo que conseguía producir mi cuerpo en él y sus ojos desorbitados sin perder detalle de mi rítmico ondular y las caricias de mis manos pasando por mis nalgas, por mis pechitos inexistentes de niña sin desarrollar.

No pude contener mis ansias y me lancé hacía él, hacia su gorda polla rosada, dura y a la vez tierna, la lamí, la besé una y mil veces. Ensayé mirarle a los ojos como le gustaba a Julio, a él también que suspiraba cuando mis labios, formaban un corazón, aprisionaban su glande, no me preocupaba de mi, el tampoco lo hacía, el acto se circunscribía a lo que el sintiera.

Como amé aquel momento terrible de tensión, cuando quería y me exigía con tirones de mi pelo que metiera su verga hasta lo más profundo y yo me resistía. Deseaba que su leche empapara mi rostro, que él sintiera lo que vi en los ojos de Julio cuando se derramó en mi cara.

Sus primeras emisiones las dejó en mi boca y conseguí soltarme para que el resto me cubriera los labios y resbalara por el mentón en gruesos grumos calientes y cremosos.

Bañe su pene en la leche de mis labios para volver a chupar con gula de ella. Bruno parecía muerto salvo por los movimientos de su abdomen y pecho queriendo tragar aire.

Me tendí a su lado para acariciar su cara. Me miraba silencioso. ¿Con pesadumbre?

-Luis, primito, ¿esté eres tú? ¡Qué suerte la de Julio! -hablaba con dificultad y le callé besando sus caliente boca.

-¡Te ha gustado, tu primita lo he hecho bien!  -me abrazó muy fuerte.

-Te había dicho que eras mejor que muchas chicas, no he cambiado mi opinión, eres única.  –me reí en su oreja, mi primo también me confundía con una chica, o quería verme así, igual que Julio.

Su polla seguía erecta, dura, no se había bajado un ápice.

-Tu verga no se ha cansado y tu primita sabe hacer más cosas para darte placer.  –intentó sujetarme para que no me moviera. No iba a dejar pasar la oportunidad de que aquel obelisco de granito puro me penetrara y me rompiera el culo.

-Déjame a mí, tú descansa, ahora soy tu puta que va a hacer gozar a su hombre. –creo que no esperaba que me expresara así, pero le excitaba como a todo un buen macho sentir a su hembra entregado y dispuesta a servirle y dejarse usar.

Podía haber corrido la parte de atrás de la braguita y tener espacio para que su polla, cuando llegara el momento metérmela, pero para lo que pretendía hacer decidí quitármela, mi verga saltó al aire al retirar el encaje, la tenía pegajosa del precum que había salido de mi mientras se la chupaba.

Monté a horcajadas su abdomen, para eso quería quitarme las braguitas, deseaba rozar mi escroto y verga sobre sus marcados abdominales y disfrutar de su roce mientras cabalgaba su verga.

-Ahora tranquilo, disfruta primito. –uní nuestros pechos, el mío flaco y blanco, el suyo de poderos pectorales donde comenzaba a florecer la primavera de sus dorados vellos, Bruno seguía asombrado, solamente acariciaba mi cintura abarcándola con sus manos.

Comencé a comerle la boca, a aspirar de su aliento, a disfrutar de su admirada  entrega. Sujetó mi cuello para lamerlo goloso haciendo que me estremeciera y notara palpitar excitada su verga entre mis nalgas. Elevaba la cadera para pasar toda la longitud de su esplendido miembro por la hendidura de mis nalgas rozando mi ano.

Resultaba bellísimo follar con mi primo, excitante por la potencia de su hombría desesperado por romper la barrera de mi culo.

Guió debajo de mis muslos sus manos para sujetar su verga y atravesarme.

-No, ya lo hago yo.

-Hazlo puta, me tienes loco, quiero follarte de una vez.  –su voz sonaba ronca, poseída de deseo como nunca la había escuchado.

Me torcí a la derecha para agarrar su falo por la punta, se resbalaba por la abundancia que había derramado de su precum y había dejado húmeda toda la zanja de carme por donde había estado discurriendo. Al fin pude sujetarlo, temblaba a pesar de estar duro como el hierro fundió pero dúctil. Hice fuerza para que comenzara a entrar y su capullo venció la resistencia natural de mi ano.

Iba poco a poco entrando, me dejaba caer para disfrutar su contacto y que él sintiera la suavidad de mi recto que deseaba tragarlo, acogerlo para acariciarlo en su interior.

-Más, más, mételo más Luis, deja que entre todo. –segundos después podía notar mi culo aplastando sus huevos.

-¡Wooo!  ¡Wooou!, ¡haaa! Qué caliente estas putito. –quería atacar mi ano dando brincos sobre su culo.

-¡Quieto semental, deja hacer a tu hembra!  –apoyé las manos, una en cada pectoral y no temí romperle el pecho, los utilizaba como soporte de mis brazos para ir bajando y subiendo, haciendo que su verga entrara y saliera de mi culo.

Algunas veces no se podía contener y elevaba su pelvis para acompañarme en mi recorrido, otras se quedaba quieto dejando que yo le cabalgara y entonces acariciaba sensualmente mis caderas y cintura, alargaba las manos buscando en mi pecho los bultos que no encontraba, ¡qué lástima no poderlo tener todo para ofrecértelo y lo tomaras querido primo!

Retorcía mis pezones y pasaba las yemas de sus dedos por las minúsculas colinas que nunca llegarían a ser las tetas que él quería.

-Sí, sí querida, muévete, ¡Hoo! Que rico, que culito más caliente.  –aumenté el ritmo de mi cabalgada, también a mi me excitaban sus palabras y el roce de mi escroto y verga con su abdomen cuando me inclinaba para meterme su verga reptando sobre su cuerpo.

-¡Hooo!  ¡Síííííííí! Luisito me corro, me voy mi vida.  –mi movimiento se volvió frenético, sentía muy duro, muy rico el roce de su verga en los anillos de mi anito y de su glande en las paredes de mi recto, también yo estaba a punto de eyacular.

-Vete, córrete ya. -suspiré a punto del orgasmo y en ese momento tiró de mis sobacos llevándome hacía él, su polla salió de mi culo y comenzó a disparar chorros de semen que bañaban mi espalda mientras temblaba, no dejó de llevarme hacía él hasta que mi verga llego a sus labios, abrió la boca y se comió hasta la mitad de mi pene.

Ya no lo pude soportar y con mi abdomen sobre su frente, aplastado sobre él, y mi verga en su boca empecé a vaciar mis huevos llenándole de mi esperma. Convulsionaba entrando y saliendo de los labios de Bruno, era un placer exquisito aunque la postura no era cómoda pero no pensaba en ello, solo en terminar de dejar toda la carga de mis testículos para que lo paladeara. Era la primera vez que follaba una boca como si se tratara de un culo.

No le dejaba respirar, y cuando mi polla se ablandó, me elevó delicadamente sujetando mis caderas retirando mi polla de su boca, pasó su mano por mi espalda esparciendo todo su semen como si fuera una crema. Besé su boca en un arrebato de agradecimiento, aún tenía restos de mi semen en sus labios y barbilla.

-¡Cómo nos hemos puesto!  -me miró y acaricio mis cabellos, no se daba cuenta de que se limpiaba su mano dejando su semen en ellos.

-¡Contigo no se necesita una chica!  -me pareció una ironía en lugar de un halago.

Tiré de su mano para que fuéramos al baño.

En está ocasión recibí el mejor polvo de mi primo Bruno, hubo de todo, amistad, ternura, entrega de los dos y pasión, faltó quizá el ingrediente más importante, el amor.

En esta ocasión fuimos los tres primos con mamá a recoger a Julio a la estación, la vuelta resultó un poco apretada al venir Jacobo y Bruno conmigo en la parte trasera, a Julio le reservamos el honor de acompañar al piloto.

Pasamos la tarde juntos, hasta Felipe estuvo.

-Pienso que habrá que buscar la fórmula para que Julio le dé verga a nuestro amigo, mira como le observa. –miré a Felipe y claro que miraba a Julio, pero yo no vi ninguna obscena intención en su mirada. Mi primo Jacobo se pasaba muchas veces.

Mis primos y Felipe cenaron con nosotros, sus padres estaban de viaje de placer, los míos no les habían acompañado en esa ocasión por la llegada de Julio, cuando marcharon nos quedamos los cuatro solos en el salón.

-Tengo que deciros las últimas novedades.  –comenzó Julio. Todos esperábamos escuchar lo que los abuelos pudieran haberle dicho para nosotros.

-Mis tíos se han separado, oficialmente mi tía ha ido a cuidar a su madre. –vino a mi cabeza la imagen delicada y frágil de la tierna mujer a la que muy pocas veces había escuchado hablar. Mis padres le prestaban atención pero parecía que no les impresionaba.

-Ya ha cumplido su función de criarme y parece que no hace falta.  –se apreciaba el dolor en las palabras de Julio, de alguna manera él quería a aquella mujer que le había atendido, cuidado como si fuera hijo suyo y a ella le sucedería lo mismo.

Julio aún no me había dicho que Rufo fuera su padre, solo sabía lo que la abuela me dijo en el hospital en el verano, de alguna forma la farsa continuaba, las verdades no afloraban.

-¿Cómo se arregla si tu tía ya no está?  -mamá se había sentado junto a Julio y le abrazó pasando su brazo por la cintura del muchacho, luego le llevó sobre ella para que apoyara su cabeza sobre su pecho. Y acarició el cabello de Julio, había vuelto a cortárselo otra vez, como cuando fue en Navidad por allí.

-Se encarga la sobrina de María, ahora ayuda en la casa grande a su tía y hace la de mi tío.  –pensé en la dulce niña que ayudaba a María, y recogía nuestra mesa cuando la mandaban mientras nosotros jugábamos en la piscina. Era mucho trabajo para una niña que no tendría más edad que nosotros. La vida resultaba cruel a veces, otra vez constataba que así era.

Mamá continuó unos minutos mimando a Julio, como si fuera su hijo, besando su cabello y acariciando su mejilla.

Sentía ganas de él, terminaba de llegar y quería que me follara, sentía dolor e impotencia de poder dominar mi apetito sexual que despertaba como una llamarada nada más verle, que me quemaba cuando la hora de ir a nuestras habitaciones se aproximaba y se acercaba el momento de que me pidiera hacerlo, o yo llevado de mi lujuria me ofreciera.

Pues bien, esa noche respeté el dolor que sentía por la más que segura pérdida de su tía, mamá le había dado el consuelo, lo que yo le diera no sería un alivio que serenara su corazón, era a todas luces, satisfacer mis impúdicos  y obscenos deseos sexuales.

Me metí en la cama, en la mía, y no conseguía dormir, no había hablado nada con él, quería saber sin tener derecho a ello, si había estado con Amira, como la había encontrado, si había visto a sus amigos, todo eran disculpas para no plantearme lo que realmente me interesaba.

¿Había estado con ella haciéndola en amor?, ¿le permitía metérsela entera?, ¿le dejaba satisfecho?, ¿era mejor que yo dándole placer? En fin, mi más oscuro deseo, que rompan su relación, que Amira encuentre otro chico y deje a Julio, por qué él no la dejaría.

Continuará?