Luis, Jacobo y un verano 21 Sorprendido follando

-Pero follarte aquí, en su casa, me resulta un poco violento. –me hablaba mientras acariciaba mi espalda apretando mi pecho contra el suyo.

Despertamos a la vez, miré el móvil y pasaban las doce de la mañana, me desperecé y me abracé a Julio. Se volvió para dejar su mirada fija en la mía.

-Esta mañana papá y mamá nos han visto aquí en la cama. –su mirada se volvió asustada.

-¡Dios mío! ¿Qué habrá pensado tu padre?  -parece que lo que pensara mamá no le preocupaba tanto.

-Sin el edredón y tú desnudo como estas ahora.  –de verdad que parecía asustado.

-Ahora no me querrá tener y me echará de vuestra casa.  –me miraba angustiado, me coloqué sobre su pecho y acaricié sus tetillas, luego las besé, su pecho respiraba agitado, también alrededor de las tetillas le estaban naciendo pelos y una ligera línea que arrancaba de los del ombligo, subía hasta el esternón. Igual que la parte inferior de su cuerpo, comenzaba a manifestar sus hechuras de hombre, de macho viril y maravilloso semental joven.

-No tienes que preocuparte, tienen que saber lo hacemos, los gritos que arrancas de mi pecho se tiene que escuchar en el piso de abajo.  –no añadí que los que el profería también serían oídos, además nunca cerrábamos la puerta de la habitación. Era como una norma de la casa.

-Julio, ellos sabes todo sobre mí, como soy y lo que siento, tú ya lo conoces.  –me estiré para llegar a sus labios con los míos y se los besé tiernamente.

-Pero follarte aquí, en su casa, me resulta un poco violento. –me hablaba mientras acariciaba mi espalda apretando mi pecho contra el suyo.

-Deberás acostumbrarte, también es la tuya, no tenemos otra. No van a dejar de quererte por hacer feliz a su hijo, también a ti te quieren, nunca me di cuenta de que te quisieran tanto, siempre estuve centrado en mi, y la verdad, hasta hace dos años creo que no te miraba, ahora no puedo apartar la mirada de ti.

-Tenemos que levantarnos, igual nos están esperando. –me separó un poco de él para hablarme pero rápido volví a apretarme contra su pecho, no quería perder su calor.

-La mañana ha pasado, tenemos tiempo hasta la hora de comer.  –busqué entre la suave ropa, pasando la mano por su abdomen hasta hallar su pene apagado, pero cálido y suave al tacto de mi mano. Esperaba encontrarlo duro como todas las mañanas para contener la orina.

Metí la mano entre sus muslos, los abrió y acaricie los pelos de su perineo, reinaba un fuerte calor allí y la bolsa de sus huevos la tenía estirada y floja, los cogí, no cabían en mi mano.

Se los apreté ligeramente mientras le ofrecía mi boca, me besó y comenzó a excitarse con mis toques cariñosos en sus testículos.

-Me gustaría que me dieras lo que tienes aquí, -le sujetaba los huevos gordos y pesados- que lo dejes en mi boca, tiene que saber delicioso a esta hora, como si fuera mi mejor desayuno.  –me portaba muy mimoso pasando mi pecho por el suyo en movimientos sinuosos mientras lamía sus labios.

-No seas malo, he estado muchos días sin tenerlo, sin saborear tu lechita que me encanta.  –agarré su verga que comenzaba a erectarse y ponerse dura.

-Eres como una putita deliciosa a la que no se le puede negar nada.  –volví a besarle goloso y lamer sus labios.

-Tú no sabes lo que es una putita, yo lo voy a ser para ti, tu putita, tu perrita, dímelo, quiero oírtelo decir.  –según le hablaba su verga creía cogiendo consistencia.

-Sí, sí, eres mi putita, mi perrita, mi hembra y quiero darte la lechita de tu desayuno.  –le tenía ya entregado, con su verga palpitando en mi mano, sus dientes mordiendo mis labios, jadeando en mi boca.

Se colocó sentado como ayer, con la espalda apoyada y abrió las peludas piernas para que metiera mi cuerpo entre ellas, las cerró un momento convulso apretando mis muslos y las volvió a abrir dejando su aparato reproductor a mi vista, su gloriosa verga empinada, sus testículos que le colgaban descansando sobre el césped negro y frondoso del perineo, un poco inquietos en su suave bolsa peluda.

Sentí un estremecimiento de placer que encogió mi estómago, tanta belleza junta en un lugar tan recóndito exacerbaba mis deseos de él, me agaché para primero darle la bienvenida con un beso, había despertado y esperaba mi boca para que hiciera su labor, sujeté con mi mano derecha sus testículos retirándolos del periné, eran tan gordos, tan suaves que me detuve unos segundos para notar la sensación de su movimiento interior en mi mano.

Al fin metía unos centímetros de su verga en la boca, sin descapullar el glande y empecé a chupar, Julio apartaba mi larga cabellera de la cara para ver su fallo como entraba en mi boca.

-¡Mírame!, ¡mírame!, quiero ver el azul de tus ojos mientras la mamas.  –hacía todo lo posible por complacerle, retorciendo mi cabeza para no dejar de mirarle, pero cuando mi boca tragaba toda su verga resultaba imposible con la cara enterada en su pubis.

Estuve unos minutos chupando en esa posición, dejando que a veces follara mi boca elevando su culo para meterla al ritmo que el necesitaba en cada momento.

-Colócate aquí, quiero tocarte. -salí de entre sus piernas sin dejar de chupar su pene y me coloqué a su costado para que tuviera al alcance de su mano mi cuerpo, pasó su mano por mi lomo hasta llegar a la cintura de la braguita que aún llevaba, la rebasó para meter la mano por la amplia pernera hasta llegar a mi ano, comenzó a pasar sus dedos y me estiré para pudiera tocarle en toda su extensión.

A veces sacaba la mano para acariciar la seda de la braguita siguiendo el contorno de mi nalga y luego la volvía a meter para seguir acariciando mi ano, dando vueltas con las yemas de sus dedos en mi entrada.

Retiró la mano y la llevó a coger el trozo de su pene que estaba fuera de mi boca en ese momento.

-Échame la saliva.  –colocó la palma de la mano ahuecada y rebusqué en mi boca todo lo que tenía, mi saliva, mis babas, todo envuelto en su precum que derramaba a mares, lo escupí n su mano y lo llevo a la entrada de mi culo, pasaba los dedos por toda la raja de mis nalgas apretando, queriendo entrar con sus dedos en mi culo sin hacerlo, jugaba y jugaba haciéndome gozar y sintiendo como su verga crecía con algunas de sus acciones que le excitaban más.

-Mírame, no quiero que dejes de mirarme.  –volvía a insistir y con la mano que tenía libre recogía mi cabello en la nuca haciendo que girara mi cabeza, resultaba casi imposible, tenía que inclinarme mucho y doblar su polla hacia abajo, por otro lado favorecía mi inclinación y que mi culo quedara libre, expedito, totalmente despejado para que pudiera meter sus dedos, como estaba haciendo, y follarme con ellos.

Resultaba delicioso sentir sus tres dedos agrandando mi esfínter, queriendo meter cuatro que le resultaba imposible, luego me conformaba con dos pero metidos muy profundo acariciando mi recto, y yo comiendo verga como loco, lamiendo sus huevos y volver a comer su palo, hasta el fondo, dejarlo unos segundos alojado en mi garganta, sacarlo a mi boca y chupar su glande apretando con fuerza mis labios lamiendo su capullo, envolviendo su deliciosa carne y aplastándolo entre mi lengua y paladar, hasta que me avisó de su inminente venida, no había sentido los antecedentes de lo que iba a suceder, ni interpretar sus frecuentes sacudidas.

Todo fue simultáneo,  con décimas de segundos de diferencia, hurgo con sus dedos en lo profundo de mi culo y me llegó el orgasmo sin tocarme la polla, retiré su verga de mi boca masturbándola con fuerza y empezó a escupir su semen en mi cara, en la frente, en los ojos que tuve que cerrar, en la nariz, en la boca, era un torrente de leche que brotaba cubriendo mi rostro.

No dejé de masturbarlo hasta que dejó de eyacular y salir con fuerza sus chorros, entonces volvía a meter su verga en mi boca, a envolverla en los jugos que habían entrado dentro de ella.

Julio solo gemía con sus dedos dentro de mi culo, creo que sin darse cuenta, continuaba metiéndolos y sacándolos, como dormido, despacio.

Saqué su polla y pinté mi cara con ella, extendiendo la crema de su leche por todo mi rostro, mi pelo ahora suelto de su mano se encharcaba con su leche quedando pegajoso. Y lamía su preciosa verga, y la besaba, sacudida a veces mi espalda por las sensaciones que continuaban llegándome de los dedos de Julio en mi culo que no cesaba de mover.

Sus dedos se escurrieron de mi culo como si fuera una polla que se me saliera después de follarme, la dejó caer a su costado muerta, elevé mi cara para mirarle.

-Estás…, estás…  -no encontraba las palabras para describir como me veía y le ayudé.

-Como una puta guarra.  –me sentía pegajoso cubierto de la crema de su leche, con el pelo pegado en la barbilla.

-¡No!, ¡no!, estas preciosa.  –me llevó hasta juntar nuestras caras y comenzó a lamer su leche y llevarla con su lengua a mi boca. Resultó un momento sublime, pensé que le produciría asco o repugnancia, y no era así,  y adoraba lamer mi cara sucia de su esperma.

Las braguitas de mamá quedaron para ir a la lavadora, lo mismo que las sábanas, Carmen se encargaría de recoger el desastre, nosotros corrimos al baño para prepararnos y bajar a comer.

Sentía el nerviosismo de Julio al tener que enfrentar a mis padres mientras bajábamos las escaleras, al final encontramos a Carmen que iba con prisa hacia la cocina, bajamos el último escalón.

-Tus papás están en el salón esperando.  -éste estaba al lado del comedor, apreté un segundo su mano para infundirle valor, que supiera que no pasaba nada malo y me tenía con él.

Papá estaba leyendo unos papeles con su cartera al lado de la butaca y mamá con una revista de modas en su mano. Apartó la mirada de la revista para sonreírnos, Julio se quedó a la entrada, pasé por detrás de mamá y me cogió de la manga para que la besara, rocé ligeramente sus labios y llegue donde papá que seguía con sus papeles sin levantar la cabeza.

Los sujeté y tiré de ellos para quitarlos de sus manos, entonces elevó la vista, nuestros ojos se encontraron, vi temor, angustia en ellos ayudado por su ceño fruncido. Abracé su cuello sentándome sobre sus rodillas y alcé mi cabeza para rozar ligeramente mis labios con los suyo.

-Papi, mi papá. –me enrosqué sobre su pecho como un gatito esperando las caricias de su amo. –sabía que esto era infalible y mi gran mérito, su reacción era como la del abuelo, pasar su brazo por mi breve cintura y apretarme contra él, siempre sucedía lo mismo desde que tenía consciencia de mi poder sobre ellos.

Un par de minutos así y su cara se dulcificaba hasta que sentía sus dedos acariciar el hueso de mi cadera, miré a mamá y a Julio que no habían dejado su posición, mamá supo que tenía dominado a mi padre, lo sabía hacer mejor que ella y se levantó para ir hasta Julio y abrazarse a él, obligándole a que la besara en los labios tirando de su cuello.

Pasado ese momento todo estaba controlado, bajé de sus piernas para tirar de su mano y encaminarnos a la puerta de salida, cuando llegamos donde estaban mamá y Julio, pasó su brazo por los hombros de Julio.

-Carmen se va a enfadar por llegar tarde.  –ya llegarían las palabras las explicaciones si fueran necesarias, lo importante estaba conseguido, sentirles a ellos contentos al ver a su hijo feliz.

Los días de vacaciones que quedaban resultaron más normales, sin incidencias reseñables, salvo pequeños detalles.

Mamá retiro las braguitas que le había sustraído y me llenó el cajón con multitud de modelos diferentes, más de las que necesitaba. Realmente no me las ponía por qué a mi me gustara, solo eran para el momento de encontrarme con Julio a quien le encantaba verme con ellas y sentirme una chica y yo haría lo que fuera por tenerle contento y me quisiera aunque solo fueran esos momentos.

Por lo demás me encontraba a gusto en mi cuerpo de chico, ¿o era a medias?, pero no las necesitaba aunque sintiera la caricia de las telas y su finura tan diferentes a los bóxers y slips que usaba como era normal.

Bruno me lo arrebataba, tenían tendencia a estar juntos, a contarse confidencias de hombres, se ayudaban mutuamente  para tener a las chicas rendidas a sus pies. Todo natural para ellos.

Mis padres no nos hablaron expresamente sobre lo que vieron aquel día y que yo daba por supuesto que sabían, no hacía falta, sabía cuáles eran sus temores y su hijo estaba madurando mucho, aprendiendo a disfrutar de lo que se me brindaba y dónde estaban mis límites.

Maduraba a marchas forzadas, no era un chico normal o que pudiera esconder, disfrazando lo que era. Mi obligación era aprender, además de las materias del colegio a defenderme y valerme ante la vida y los demás, ahora resultaba fácil con su ayuda y su amor incondicional, pero algún día tendrían que lanzarme a volar solo, expulsarme del nido como hacían las águilas con sus polluelos para aprender a vivir y no dejarse vencer.


Volvieron las clases, el esfuerzo del estudio al que nos sometíamos voluntariamente, a las visitas de Julio alguna tarde a la habitación de mi primo Bruno, de donde salían ellos dos en compañía de Patricia con cara de satisfechos los tres.

Pensaba que Jacobo disfrutaba cuando me contaba esas cosas. No creo que él llegara a saber lo fuerte que todas esas adversidades me hacían, vigorizando mi carácter, para que me diera cuenta de que no pasaba nada porque follaran con la chica. En parte era bueno para mí y por otra parte no.

Llegó el carnaval y papá con el tío planearon partir a la nieve ese fin de semana, aunque perdiéramos los carnavales, mágicos con los disfraces, los desfiles y las fiestas. Como era de esperar tuvimos una habitación para los cuatro, esa tarde llegamos retrasados y no nos dio tiempo para hacer un solo remonte y descender esquiando.

Bruno dispuso que teníamos que enseñar a Julio lo básico, no había estado en su vida en una pista ni sabía lo que eran unos esquís, teníamos que enseñarle a ponerse las botas o el buzo como lo más simple.

Me equivocaba si pensaba que Julio era un torpe, nada más lejos de la realidad, el fútbol y la lucha del colegio le habida dotado del sentido del equilibrio y a dominar su cuerpo, aparte de su natural instinto. Se cayó de mil maneras pero en un poco más de una hora era capaz de deslizarse a nuestro lado, para nada el hacer una bajada, pero todos habíamos tenido que comenzar una vez y terminamos la tarde en una batalla de bolas de nieve.

Cenamos y fuimos a nuestras habitaciones, primero subimos Jacobo y yo mientras ellos veían la previsión del tiempo para mañana. Al entrar Jacobo sacó un envoltorio de su mochila y lo desenvolvió, rompió en risas al coger en su mano el vibrador que regaló a Felipe.

Se lo he pedido para probarlo, vamos a prepararnos que esta noche tendremos peleas. –era fácil adivinar sus planes y entre risas nos limpiamos bien para estar preparados.

Antes de que Julio y Bruno subieran estuvimos jugando un tiempo con él vibrador, poniéndolo en funcionamiento, viendo como se movía y Jacobo, muy obsceno, haciendo que lo mamaba como si se tratara de un pene real, resultaba muy impúdico y procaz, pero como tal, erótico y sensual a tope, ya tenía ganas de comenzar el juego, me comenzaba a calentar.

Cuando salieron del baño Jacobo les pidió que antes de ir a la cama cerraran los ojos, que tenía una sorpresa para ellos, sacó el aparato de donde lo había escondido y al decirles que podían abrirlos se metió el vibrador en la boca y lo puso en funcionamiento. Resultaba infantil y grotesco, lo lógico hubiera sido que rieran como hice yo, en lugar de reír se acercaron curiosos queriendo retirar el artilugio de su boca.

Jugaron un rato con él, como habíamos hecho nosotros, la curiosidad resulta innata en los humanos y algunos animales.

-Siempre será mejor uno natural. –Bruno lo apartó despectivamente tirándolo sobre una cama.

-Pues yo lo quiero probar. –Jacobo lo recogió comenzando a acariciarlo en un acto lúdico y muy erótico, sabía fantasear y hasta lo usaba como si fuera un micrófono para hacer karaoke y lo metía y sacaba de su boca, hasta conseguir que la risa se nos fuera contagiando a los tres espectadores de su número musical. Luego se puso a bailar con movimientos donde lo obsceno y vulgar prevalecía sobre lo artístico.

-Ya que estamos así vamos a aprovechar el número y darnos gusto.  –Bruno me miraba invitador a la vez que se rascaba el bulto de la polla y comenzó a desnudarse para estar cómodo. Le hizo un gesto a Julio para que le siguiera en el juego, una vez desnudos se unieron al baile de Jacobo desnudándole entre los dos.

Sin pensarlo estaba igualmente desnudo como ellos, los cuatro bailando en la pista improvisada del centro de la habitación, lo estábamos pasando muy bien sin complejos, viendo como nuestros penes danzaban a la vez que nosotros hasta que la diversión del baile suelto decayó, se convertía en abrazos entre unos y los otros sin distinción, besos, penes metidos entre las piernas y puro erotismo.

Me había tocado en suerte ser el mamador por obra y gracia de la decisión unilateral de mi primo, Bruno y Julio sentados en el borde de una cama, con las piernas abiertas ofreciendo sus sexos a mi boca hambrienta, mamando alternando las vergas en mi boca, la de Bruno, la de Julio, yo muy abierto de piernas, esperando nervioso que Jacobo iniciara la penetración de mi trasero con su juguete vibrador, lo había llevado y teníamos que probarlo si, o si.

Me había preparado el culo y no fue una sensación especial su entrada, aunque era gordo y le costaba un poco meterlo. Lo bueno comenzó cuando lo puso en funcionamiento y empezó a moverse en mi interior, di un respingo y abandone las sabrosas pollas que tenía para comer.

Todos lo notaron y soltaron la carcajada, yo no pude reír, las manos de los chicos reclamaban mi boca para sus duras vergas. Era una sensación extraña y placentera, al sacarlo un poco golpeaba o vibraba sobre mi próstata, y no dejaba de tirar precum hasta ver formado un charquito donde goteaba de mi pene. Era un placer nunca sentido, diferente, lo estaba disfrutando a la vez que me relamía por la excitación de las pollas muy duras al ver a Jacobo trabajar mi culo, y a mi moviéndolo inconsciente, buscando un roce mayor o el lugar donde me daba más placer.

Bruno se levantó dejando solo a julio, ahora podía dedicar mi boca solamente a su polla, me era difícil concentrarme en él sintiendo los, hasta ahora, desconocidos estímulos de próstata mecánicos.

Jacobo sacó el vibrador de mi culo sin detenerlo y Bruno me metió la polla cabalgándome un minuto, luego la sacó y volvió el vibrador a mi interior, así lo iban repitiendo una y otra vez retrasando el momento de mi orgasmo, cuando me veían tirar mi culo hacia atrás para ser penetrado profundo y llegar al clímax, y no gritaba por que la polla de Julio no me dejaba.

Llegó el momento en que no podía soportar el profundo e indescriptible placer, y comencé a eyacular mi semen sobre el charco de precum formado entre mis piernas. Me atraganté con la vergota de Julio al meterse profundamente en mi boca y la tuve que sacar para coger aire, sus sacudidas de leche bañaron mi cara y muy poca cayó en mi boca, la metí de nuevo para lamerle los últimos goterones.

Después de descansar, apoyada mi cara sobre la polla de Julio, sentía salir el semen de mi primo, me había llenado el culo de su leche. Tuvimos que descansar para que todo se repitiera de nuevo, pero el sujeto pasivo esta vez fue Jacobo, que probó en él la medicina que me había dado.

Continuará?