Luis, Jacobo y un verano 20 Y más

-¿Puedo dormir contigo, o no te apetece? -puse mi más dulce voz de niño pequeño y mimoso y él, por toda respuesta, se apartó para dejarme sitio y retiró el edredón, estaba desnudo lo que pude ver de él.

Resultaron unos días llenos de aventuras y placer con el sexo que nos hacíamos los tres, Bruno no volvió a darnos lo que no nos hubiéramos negado a recibir. Los días en que Julio estaba ausente terminaban, regresaría dentro de dos días.

Hacía un frío del diablo y llevábamos andando varias calles, Jacobo no me quiso decir cual era nuestro destino, habíamos ido al centro en metro y no quiso que viniera Felipe con nosotros. Nos alejábamos de las calles conocidas y comencé a alarmarme.

-¿Dónde me llevas?  -se detuvo un momento y miró para atrás, ascendíamos por una calle empinada, no había tráfico y al final una escalera de piedra interrumpía la calle, siendo una continuación de la misma que seguía al final de la escalera.

-Estamos llegando, quiero comprarle un regalo sorpresa a Felipe para Reyes.  –terminó de hablar y se detuvo al comenzar la escalera de piedra, en la otra acera había una tienda sex-shop, me agarró de la mano para tirar de mi y cruzamos la estrecha calle. El interior de la tienda lucía limpia y con bastante luz, por entre las estanterías  centrales podía ver la cabeza de dos hombres y una de pelo largo que pertenecería a una chica.

Comenzamos el recorrido, había de todo, en abundancia, como una tienda de internet y bien ordenada.

-¿Qué es lo que buscas?  -cuchicheé en su oído.

-Un pene, un vibrador.  –no dejaba de mirar todo el arsenal del sexo que había en las estanterías, bien guardado en sus fundas de plástico.

Detrás del mostrador nos observaba un tío-tía, seguramente un travesti y muy guapo, salió del mostrador y le perdí de vista un momento hasta que volvió a aparecer al principio del pasillo y se fue acercando.

Llevaba una minifalda negra con la cintura plateada, lucía sus largas piernas enfundadas en medias doradas y con zapatos de alto tacón, una blusa muy ajustada resaltaba su generoso pecho y por la cara podría pasar por una chica de unos veinte años.

-Os veo perdidos, ¿puedo ayudaros en algo?  -era sumamente amable y con maneras de mujer pero la voz sonaba profunda y algo áspera.

-Solo mirábamos.  –acerté a decir ya que Jacobo miraba detenidamente un enorme pene de dos cabezas negro y brillante.

-Bien, si necesitáis alguna ayuda no tenéis más que decirlo.  –nos miró largamente de arriba abajo y se dio la vuelta.

-Espera.  –la voz de Jacobo lo detuvo y se dio la vuelta con una bonita sonrisa.

-Queremos un pene, algo que vibre para regalar a un amigo.  –volvió a acercarse y señaló el paquete que Jacobo tenía en sus manos.

-¿De qué edad es vuestro amigo?

-Como nosotros. –respondió Jacobo, ahora todo quedaba en sus manos.

-Entonces devuelve eso a la estantería, creo que resulta demasiado, venid conmigo. –hicimos como nos pedía y nos guió hasta el mostrador, abrió varios cajones y extrajo varios dildos de distintos tamaños y formas.

-Os recomiendo éste, es divino y solo da placer. Esta hecho de gelatina con varias velocidades, igual o mejor que un pene de verdad, podéis tocarlo es de muestra.  –Jacobo lo cogió y lo pasó por su mano cerrándola sobre él.

-Se nota muy suave, prueba tú.  –me daba corte  manosear la verga de silicona delante de la chica. Se lo cogí e hice lo mismo que él, no era como una verga pero se sentía agradable en la mano.

-¿Qué te parece?  -me preguntó mi primo.

-Ella lo sabe mejor.  –le entregué el pene a la chica.

-Os lo puedo asegurar, son diecinueve centímetros de placer puro y vibra como un diablillo.  –saco una fingida risa femenil.

-Os aconsejo también un lubricante al agua que lo convertirá en un pene envuelto en su leche.  –se sonrió coquetamente.

-No va a necesitar un macho con esto, lo suple casi perfecto. ¿Os lo envuelvo para regalo? Y os regalo unas pilas por ser tan guapos.  –Jacobo se quedó tan fresco y a mí me subió el calor a la cara.

-Deseáis algo más, hay muchas más cositas lindas. –pensé en que podría tener algo para cumplir la fantasía de Julio, peo no me atrevía a decirle.

-Verás, a un amigo se gusta taparse para pasar por chica, pensaba en algo erótico de ese tipo. –me dirigió una lánguida mirada y movió sus manitas en el aire.

-¡Ay!, a tu hombre le gustas femenina, tengo unas cosas preciosas, unos babydoll magníficos que con una medias a medio muslo te van a quedar de ensueño.  –en principio no se sabía por qué pensaba que el amigo al que me refería era yo, pero no se lo iba a discutir.

-No, había pensado en algo para tapar lo de abajo simplemente.  –le hablaba aparentando frialdad y como que no me importaba.

-Claro, que tonta soy, una tanguita reforzada por delante, que te lo recoja bien, son preciosas y con algún detallito de encaje, espera, voy a enseñaros.  –la chica cada vez se tomaba más confianzas y ahora se dirigía a una estantería contoneando las caderas, volvió con varias cajas en unos segundos.

-Mira esa es deliciosa, tu hombre creerá que eres una niña  y no dejará que se te note…, ya sabes, y mira que dibujitos tiene. Le vas a encantar.  –no sabía que decir y solo deseaba Salí de allí de estampida.

-De acuerdo, me parece bien, puedes envolverla.

-¿También para regalo?  -para cortar la conversación no le respondí y le dije que si con la cabeza. Jacobo se sonreía viendo mis dificultades para relacionarme con la chica.

-¿Algo más amores?  -Jacobo le contesto que no necesitamos otras cosas, de momento, y eso lo remarcó. La chica comenzó a envolver los artículos, al hacerlo con mi tanguita me guiño un ojo y metió un tubo de gel como el que Jacobo compró. Uno de los hombres esperaba para que le cobrara lo que tenía en la mano. Mientras envolvía no dejaba de hablar.

-Ya sabéis, tenemos de todo, y os digo de todo. Si vosotros quisierais…, pagan muy bien ciertos servicios y chicos como vosotros podéis tener lo mejor, ¿ya me explico?  –estaba ya que no podía aguantar, el señor mayor que esperaba, casi un abuelo, nos miraba evaluando lo que podíamos ofrecer.

Pagamos y aún por el pasillo la podíamos escuchar intentando vender la tienda y lo inmaterial que estaría en otra parte. Jacobo me sujetó del brazo mientras se reía queriendo contenerse.

-¿Acabaremos nosotros así Jacobo?  -yo lo decía preocupado y a él le entro la risa otra vez.

-No es tan malo, si él es feliz nosotros también lo podríamos ser.  –esa aventura acabo de momento, en casa cada uno guardamos nuestro regalo, yo deseaba probarlo, que llegara la noche para vestirme con ese mágico tanga que, según la dependiente, me convertiría en una niña y le encantaría a mi hombre.

Desperté con la ilusión  de que Julio llegaba a la tarde. Me preparé muy contento y abrí el cajón del sinfonier donde guardaba el tanguita comprado con tanto esfuerzo y decisión,  y las braguitas que había robado del armario de mamá. Le di un beso y lo pasé por mi mejilla esperando que a Julio le gustara.

Fui un rato donde mis primos, solo estaba Jacobo y le pedí que viniera a recoger a Julio, había quedado con Felipe y otros chicos de su clase para ir al cine y no podía venir, me hubiera gustado que estuviera y poder reír un rato contándole lo de León y el profesor.

Dejamos el coche en un parking cerca de la estación y nos dispusimos a esperar, yo nervioso y creo que mamá más. Miraba constantemente el gran reloj sobre la cristalera de colores con motivos de labores de pesca, agricultura, e industria que la componían. Cada vez que el minutero saltaba sentía un sobresalto en mi pecho. Tenía que dejar ese sentimiento que me inspiraba Julio y que terminaría con nuestra relación de amigos.

Un día me dijo que lo nuestro no podía ser, que mis abuelos y padres no lo entenderían, no era cierto, el problema no era ese. Todos mis pensamientos y augurios negativos desaparecieron cuando anunciaron la llegada de su tren. Nos acercamos a la escalera de acceso a los andenes,  era doble y no sabíamos cual cogería, nos quedamos esperando en el centro, entre las dos, como casi todo el mundo.

No habían pasado dos semanas desde que marchó y me parecía que habían transcurrido años. Traía su mochila y una maleta de ruedas que mamá le compró, sonreía y visto desde debajo de las escaleras parecía un dios. Dejo la maleta para cogernos a mamá y a mí por cintura y estrecharnos contra él ocupando los dos brazos. Me mareaba su olor, ¡qué loco estaba Dios mío!, ¡loco!, ¡loco de amor imposible! Tenía que quererle como a un amigo, un hermano y mi corazón pedía más.

Cogí su maleta para llevarla y él seguía con su brazo en la cintura de mamá. Una pareja perfecta, la madre joven y guapa con su hijo arrogante y hermoso, sentía orgullo de verles así y seguí detrás de ellos.

Julio traía algunos encargos que tenía que comunicar al abuelo, Carmen se encargó del equipaje, mamá de meter el coche en el garaje y nosotros subimos las escalinatas de la casa de los abuelos. Igual que en la hacienda aquí estaban en la biblioteca, los besé y el abuelo mando sentar a Julio, hablaron durante un rato, contestando también las preguntas de la abuela y me estaba comenzando a aburrir.

Mamá encargó a Carmen que preparara una cena informal para celebrar la vuelta de Julio.

Bruno y Julio tenían mucho que hablar y después de la cena subieron a su habitación, Jacobo y yo pasamos al salón para ver televisión y hablar de lo que habían hecho a la tarde y de la peli que habían visto.

Nos estábamos lavando la boca, Julio se había dado una ducha y tenía el pelo mojado, se lo había vuelto a cortar dejándose menos de un centímetro, un claro contraste con el mío tan largo.

-Me han dado recuerdos para ti.  –dejé de cepillarme los dientes para mirarle extrañado a través del espejo.

-Eduardo. -fue la contestación a mi muda pregunta.

-¿De qué lo conoces?, parecía muy interesado por ti.  –no había ningún misterio que ocultar.

-Hablados en alguna ocasión Jacobo y yo con él, cuando fuimos al pueblo, además es amigo tuyo.  –él se calló y yo también. No me interesaba seguir esa conversación, quería que me pidiera que durmiera con él, aunque fuera para hablar y no lo hizo.

Se despidió y se fue a su habitación. No estaba dispuesto a que me estropeara mi regalo sorpresa y fui a mi habitación para recoger el tanga y mi traje de dormir. Volví al baño. Lavé bien mi culito por dentro y por fuera. Me apliqué crema en abundancia introduciéndola con mis dedos  y me perfumé.

Por fin llegó el momento de colocarme el tanguita haciendo que la tira se me introdujera por la hendidura de las nalgas y no se viera. Ensayé varias posiciones delante del espejo, algo de mi verga y el bulto de los testículos se me notaba, pero tirando el culito para atrás resultaba casi perfecto. Solté mi pelo y lo aireé para qué tapara parte de mi cara. Mordí mis labios para que se pusieran más rojos y me miré en el espejo adoptando la pose que me había gustado.

Me vi guapísimo, o guapísima, solo me faltaba tener algo de tetitas de mujer para pasar por una chica y muy bonita, los reflejos dorados de mi cabello dulcificaban más si cabe mi cara.

Me puse el traje de dormir y me encaminé a la habitación de Julio, tenía como siempre la puerta entornada y sin luz, temí que ya estuviera dormido aunque no había tardado tanto. La luz que entraba por sus ventanas era suficiente para ver su cama y a el tendido y tapado con el edredón. Llegué hasta él, el brillo de sus ojos reflejando la luz me dijo que aún no dormía.

-¿Puedo dormir contigo, o no te apetece?  -puse mi más dulce voz de niño pequeño y mimoso y él, por toda respuesta, se apartó para dejarme sitio y retiró el edredón, estaba desnudo lo que pude ver de él.

Encendí la lámpara de la mesita y cerró un par de veces los ojos deslumbrado, esperé a que se repusiera, me quité la chaqueta del pijama, el pantalón y me coloqué en la posición que me gustaba y ocultaba mi aparato reproductor.

Le vi abrir los ojos, ¿asombrado?, ¿deseoso?, ¿atónito? Su mirada encerraba muchas cosas y su sonrisa también, animado seguí contoneándome y exagerando las posturas que adoptan las chicas hasta que se sentó en la cama, apoyando la espalda en el cabecero para mirarme mejor.

-¿Qué te parezco? ¿Estoy bien?  Sujeté con coquetería mi barbilla lanzándole un beso.  –era la mejor representación de púber putita que podía hacer.

-¡Es increíble!, eres una chica.  –no pude aguantar y me tiré sobre él.

-Entonces bésame como besarías a una chica. –me senté sobre él abrazando sus costados con mis piernas y colocando mi culo, cubierto por la tira del tanguita, sobre su pene oculto por el edredón pero que notaba muy duro, como si me hubiera sentado sobre un cilindro de mármol.

Apartó mi cabeza para que dejara de besarle y separó nuestras bocas.

-Luis, estas preciosa, eres una linda nenita.  –me miraba como si yo fuera de porcelana, una cosa delicada y que no se pudiera tocar, solo sus dedos se enredaban en mis largos cabellos apartándolos de mi cara.

-¿Cómo se te ha ocurrido?  -peinó mi ceja izquierda, ya me habían crecido los pelos y la cicatriz no se veía, solo se sentía si la tocabas como ahora estaba haciendo él, no se detuvo, siguió con su dedo el perfil de mi nariz hasta encontrar mis labios rojos, allí apretó para que los abriera y recibiera su dedo, y se lo chupara envolviéndolo en mi lengua y pegándolo al paladar al chupar fuerte, es una sensación que me encanta.

-Luis, cada día me enseñas una faceta nueva de ti, te amaría, lo haría con locura…, se detuvo y sacó su dedo que yo no quería dejar de chupar y produjo un chasquido al desprenderse de mi lengua.

-Lo sé Julio, me amarías con locura si fuera una chica, si como pinocho dejara de ser de madera  y me convirtiera en humano…, pero no tenemos hada madrina, me conformo con que me dejes estar contigo, solo eso.  –no le dejé responder, me apoderé de su boca, mordí amorosamente sus labios, acaricié la dureza de su pelo corto y en punta y abracé su cuello, enterré mi rostro en él para musitar en su oído.

-Fóllame Julio, méteme la verga y déjala un ratito que la sienta dentro de mí.  –aparté el edredón para que su polla tomara contacto con mis nalgas, retiré la tira del tanguita y sujete su verga para orientarla en mi ano, me fui sentando sobre ella que fue abriéndose camino en mi culo, lo hacía muy despacio, dejándome caer sujeto a sus hombros, mi ano se contraía aspirando su verga y resbalaba dentro de mi hasta llega al fondo y quedan sentado sobre sus testículos.

Julio seguía sentado con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, las piernas estiradas y yo sentado sobre él, con toda su potencia y juvenil adolescencia en mi vientre, palpitando lleno de vida y caliente, flexioné ligeramente mis rodillas para alzarme y llegar con mi boca a la suya, quería moverme lo menos posible, lo suficiente para, mientras nos entregábamos las bocas, las lenguas, el aliento, sentir su miembro atravesar mi cuerpo pero que no se corriera.

Así estuvimos minutos, ¿horas?, lamiéndonos los labios, acariciando nuestras lenguas, mordiéndonos el cuello, besándonos el rostro para volver a los labios, besos que duraban minutos, eternos, entregándole todo el amor que mi corazón podía atesorar y escuchándole hablarme quedo al oído.

-¡Qué bonita eres! Tan dulce y estas tan buena, tan buena.  –y entonces levantaba el culo para mover la verga dentro de mí, y yo elevaba mi cuerpo para evitarlo, para no dejarle que en su excitación se fuera y eyaculara, para hacer eterno ese momento sublime, el mejor que había pasado con Julio, donde me estaba haciendo ser y sentir como una mujer querida, amada y deseada porque me veía bella.

-¡Por favor!, ¡por favor! Deja que me vaya, no lo soporto Luis. –comencé a flexionar mis rodillas, arriba, abajo, despacio, deprisa, excitándole al máximo hasta que recogió las piernas, sujetó mi cintura y se colocó encima de mí dándonos la vuelta, ahora suyo era el poder, no dejaba de mirarse en mis ojos taladrando mi culo sin parar, sudando respirando delicioso, aparté mis piernas sujetando con mis manos los talones de los pies, me abrí, me desgarré para que entrara hasta causarme dolor…, y gozo.

Me había corrido dentro del refuerzo del tanguita y no me había dado cuenta, mi cabeza estuvo siempre en el golpear de su yunque en el fondo de mi vientre hasta que se vació vertiendo su semen en mí.

Me levanté para ir al baño a limpiarme, el tanguita estaba lleno de leche así como mis nalgas, después de lavarme fui a mi habitación y me puse una de las braguitas de mama, de seda con un poco de pata y color salmón, recogí una toalla que humedecí y volví a la habitación de Julio.

Estaba en la misma posición que le dejé pero su brazo izquierdo lo había puesto encima de sus ojos, no podía verme, limpié su cuerpo de todo rastro de nuestra unión y besé su vientre, entonces me di cuenta de que empezaban a salirle pelitos en el ombligo, me pareció muy erótico.

Apagué la luz que nos había alumbrado todo ese tiempo y me dispuse a volver a mi habitación.

-No te vayas, quédate.  –me tendí a su lado y nos tapamos con el suave y ligero edredón, hacia horas que la calefacción se había apagado y sentía algo de frío.

Me despertó un ligero ruido, abrí los ojos para ver que la luz lo inundaba todo, papá y mamá salían de la habitación de Julio, mamá se volvió y puso un dedo en sus labios pidiéndome que no hablara, que guardara silencio, luego la agitó para que volviera a tumbarme  pero antes tiré del edredón para volver a cubrirnos.

Sonreía volviendo a quedarme dormido, Julio permanecía sobre la cama, desnudo mostrándose todo él en su varonil grandeza y yo con las braguitas de seda de mamá, subidas y mostrando mi tierno y blanco culito, todo eso lo cubrí con el mullido y vaporoso edredón.

Continuará?