Luis, Jacobo y un verano 17 Y más

Sabían a la verga de Jacobo pero tenían algo más, como si a través de la piel transmitiera lo que sentía en ese momento, como si los labios pensaran y me dijeran que le gustaban los míos y que no deseaba que se separaran.

Fueron unos días un poco locos donde solo pude ver a Julio y a Bruno a la hora de la cena y en alguna comida. Para realizar sus compras, se encargó mamá los dos días que tuvo libre y la tía después, no nos permitieron ir a Jacobo y a mí, según ellas para no entorpecer.

Siempre iba una de ellas y Julio, por supuesto con Bruno que era de su edad y sabría asesorarle. Nos sentimos de alguna manera olvidados, relegados a un segundo término.

La casa cambió, mis padres estaban desenfrenados al tener a Julio con nosotros, todo era poco para él, no sentía celos, de ningún tipo, era solamente la constatación de lo que pasaba. Era tan distinto a mí, tan diferente que sentían una rara atracción hacía él, renegaba a veces de mi condición, de ser una mariquita ante él tan viril y machote.

El poco tiempo que pasaban en casa Bruno se encargaba de que estuviera con gente, sus amigos y amigas, la tontita de Verónica y sobre todo su amiga Patricia que parecía que no había visto nunca a un chico y perseguía a Julio descaradamente.

Parece que ya se había olvidado de cuando Bruno la follaba hasta que se canso de ella  para ocuparse de su amiga Vero.

Organizaron una fiesta ese fin de semana para que Julio conociera a las amistades de mi primo, nuestros padres decidieron confiar en ellos y acordaron cenar fuera para dejarles la casa libre, luego se irían de fiesta. El problema era que Bruno no quería que nosotros estuviéramos, imagino que no deseaba que viéramos  lo que sucedería.

La tía se encargó de buscar la solución y llamó a la madre de Felipe, amigo nuestro pero lo era más de Jacobo. Mi primo me dejó solo el pasado año en mis clases de ballet y Felipe, como no podía ser de otra manera, se apuntó a patinaje, imagino que este año sería igual aunque no lo habíamos hablado.

No sé muy bien el motivo pero este chico no me gustaba, no era solamente a mí, tampoco a Bruno. Era un chico delgaducho, no muy diferente a nosotros en eso, bien formado y de estatura más baja, unos hermosos ojos demasiado grandes para la cara tan pequeña. A veces era vivaz y otras tímido, dependiendo de los temas que tratáramos. Su nariz respingona  y unos labios rojos y carnosos que pedían ser mordidos, resultaba lo más bello de su rostro y no sería extraño que alguien los hubiera probado, el pelo negro con melena que cubría sus orejas y las puntas elevadas.

Algunas veces, en la piscina, me había fijado en sus voluminosos pechitos de aureolas de color café con leche y pequeños pezoncitos, un perfecto cuerpo de varoncito con un prodigioso culo alto y redondo.

El motivo de mi antipatía no lo podía explicar y en realidad a su descripción física, para nada desagradable, unía un carácter tranquilo y amigable. Los raros debíamos ser Bruno y yo.

Mi tía nos dejó para pasar la noche en su casa, no alejada de la nuestra y en la misma calle. Ya habíamos estado allí otras veces, como él en las nuestras, a diferencia de Bruno, nosotros no teníamos muchos amigos que vivieran cerca.

Después de jugar en su habitación bajamos para cenar, nos lavamos la boca y como tiene televisión en su habitación nos pusimos a verla. A nosotros nos resultaba extraño, en nuestras casas no permiten que tengamos televisión salvo la del salón y cocina aunque tenemos ordenador y de pantalla muy grande.

Nos tumbamos en el suelo enmoquetado, pensé que tendría que dormir  allí como en alguna otra ocasión, su habitación solo tiene dos camas pequeñas tipo litera y por no dormir solo en otro cuarto prefiero hacerlo en el suelo mientras ellos lo hacen en las literas.

Comenzamos a ver una peli por cable, era de chicos jóvenes y nos enganchó enseguida, niños a los que entrenaban para ser soldados, que lucharían contra alienígenas cigarras, naves espaciales, juegos de flotar ingrávidos, rencillas entre el chico guapo y otro, el malo muy feo, todo ese conjunto que nos gusta tanto, lo cierto es que era bonita con muchos juegos de guerra y no respirábamos emocionados y en tensión a veces viendo peligrar a los chicos protagonistas.

Terminó la peli y cerré los ojos imaginando que el chico guapo me abrazaba como hacía a su compañera de reparto.

-Oye Felipe, no tienes canales de porno.  –abrí los ojos espantado, Jacobo miraba risueño a Felipe que estaba rojo como un tomate.

-Hay uno, pero dan esas pelis muy tarde.  –miró hacía la pared donde colgaba un reloj de enanitos que custodiaban la esfera asomándose a su alrededor.

-Ya habrá empezado.  –miré el reloj y eran más de las dos de la mañana, la película que habíamos visto resultó larga. También me di cuenta de que Felipe sabía muy bien la hora en que comenzaban a dar esas películas.

-Busca ese canal, Luis y yo no tenemos muchas oportunidades de ver esas cosas. –Jacobo me pegó con el pie sin importarle que Felipe lo viera. Este manejó el mando pasando los canales rápidamente, estaba claro que Felipe veía a veces el canal porno, se sabía el número de memoria.

La peli había comenzado y en ese momento una rubia artificial mamaba la verga de un tipo mayor, sujetaba la polla con las dos manos, era larga y solo chupaba unos cinco y seis centímetros, el resto los encerraba en sus manos blancas con uñas muy largas pintadas de rojo.

El tipo le iba quitando el sostén, tenía dos buenas tetas, redondas y tiesas, se notaba que eran de silicona pero eran bonitas, blancas como la leche y los pezones rosas. El señor gruñía arrebatándole la ropa. Tirando de sus braguitas negras para meterle sus dedos en la vagina, sin pelos como la verga del tío.

La escena no era del todo de mi agrado y ninguno de los dos actores me incitaba a la lujuria, prefería mirar a Jacobo como se comenzaba a acariciar el bulto que se formaba en su pantalón de pijama. Si hubiéramos estado solos ya se la estaría mamando. Solamente de pensarlo mi pene se comenzó a erectar.

Había descuidado a Felipe y a la pantalla mirando a mi primo, cuando giré la cabeza vi a Felipe que miraba lo mismo que yo, con los ojos muy abiertos, también a él le gustaba más lo que Jacobo escondía que lo que la pantalla enseñaba.

Creo que Jacobo se tocaba a propósito la verga intentado alguna de sus jugarretas.

-Felipe, ¿no piensas que podíamos hacer algo para que mi primo aprendiera?  -estaba claro que algo tenían entre ellos y mi  primo quería que participara en ello sin forzar a Felipe.

Al chico se le puso cara de asombro y me miró paralizado, le había cogido de sorpresa, Jacobo se sacó la verga, la cogió por la base como ofreciéndosela a nuestro amigo.

-Seguro que a Luis no le importa, vamos dale unas chupaditas como tú sabes. –el pobre chaval no dejaba de mirarme y sin darme cuenta comencé también a acariciarme la verga que me estaba ya picando.

-Bueno.  –respondió simplemente. Se aproximó a mi primo y este se quitó el pantalón corto que se había puesto, no llevaba nada debajo y su minga quedó al aire, doradita y con el glande cubierto. Felipe se lamió sus gordos y apetitosos labios, estaba ansioso por comenzar a comerle la polla y no creo que algo le detuviera ahora.

Jacobo abrió las piernas  y el chico se colocó entre ellas, tumbado y a unos milímetros su cara de la polla, la cogió en sus pequeñas manos de largos dedos y comenzó a observarla, parecía que era una especie de adoración hacia el falo de Jacobo.

-Ven Luis, acércate para ver una real mamada bien hecha.  –me coloqué a su lado y no perdía detalle observando los movimientos de Felipe.

Quitó la capucha de la verga y apretaba el glande para que se abriera la uretra, como una boquita que pidiera ser besada, sacó la punta de su lengua rosa y húmeda y comenzó a querer meterla por el minúsculo agujerito. Las piernas de Jacobo se movían nerviosas a veces cuando Felipe empujaba hasta conseguir afinar su lengua y penetrar un poquito.

Movía la lengua como todo un profesional chupa vergas, rodeando el glande a izquierda y derecha y golpeando el frenillo hasta abrazar el glande con sus labios, chupando hasta que sus mejillas se hundían.

Jacobo suspiraba elevando el culo del suelo y llevó su mano encima de la mía para acariciar mi pene.

-Estás cachondo, ¿te gusta como lo hace Felipe? Tiene la boca muy rica. Ayúdale un poco en lo que hace.  –me di cuenta de cómo el chico me hacía sitio a su lado, estábamos algo estrechos los dos entre las piernas de Jacobo y me coloqué de rodillas, no quería aplastar mi dura verga contra el suelo.

Comencé lamiéndole los huevos y bebiendo la saliva que caía por el fuste de la boca de Felipe, ahora abierta y metiendo media polla. Subíamos nuestros labios por el tronco mojados en saliva hasta la punta de la verga y allí, unos veces él, otras yo metíamos la ciruela carnosa y tierna en nuestra boca para recoger el precum que se le escapaba a Jacobo.

Sucedió sin pretenderlo, al menos por mi parte fue así, los labios de Felipe y los míos se encontraron chupando la cabecita de la polla, se rozaron y no podíamos separarlos, eran tiernos, estaban húmedos, de un rojo intenso y empujamos nuestras cabezas para tener mejor contacto.

Sabían a la verga de Jacobo pero tenían algo más, como si a través de la piel transmitiera lo que sentía en ese momento, como si los labios pensaran y me dijeran que le gustaban los míos y que no deseaba que se separaran. El encanto se rompió cuando mi primo empujo nuestras cabezas para que continuáramos dándole placer y chupando de su palo.

Jacobo lo debía pasar muy bien y no cesaba de gemir, murmurar nuestros nombres diciéndonos que éramos sus putitas, lo bien que se la chupábamos, me estaba poniendo a cien lo que sucedía, sus palabras, el roce de los labios de Felipe cuando nos encontrábamos en nuestra labor de dar placer a mi primo.

-Parar, dejarlo o me corro y aún no quiero. Quítate la ropa, voy a darte por el culo.  –así se dirigía a Felipe, estaba claro que ya lo habían hecho más veces y mi primo y confidente no me lo había contado.

Dejamos de chupar su polla y se puso de pié para retirar de una vez la ropa que le quedaba, también Felipe se apresuraba a cumplir la orden de Jacobo y yo seguía tumbado de espaldas, apoyado sobre mis codos, mirando cómo se revelaban sus bonitos y juveniles cuerpos, esplendorosos y tiernos, con las pollas duras apuntando al techo.

-Tú desnúdate también. ¿A qué esperas? -Jacobo me hablaba a mí, y sin levantarme comencé a quitarme mi ropa. Observé a Felipe parado de pié mirando mi verga, algo mayor que la suya que a su vez lo era más grande que la de Jacobo, pero las tres muy parecidas, juveniles y tiernas, la suya descapullada y con el glande más grueso que el talló, ahora rojo contrastando con la blancura de su piel.

-Ahora ocúpate de la polla de Luis, te va a gustar. –no se lo tuvo que repetir dos veces, Felipe deseaba complacer a mi primo en todo y por descontado comerme el trozo de carne que no dejaba de mirar con los ojos muy abiertos.

Yo quedé en la misma posición en que estaba antes Jacobo y Felipe en lugar de tumbado se colocó de rodillas con sus codos apoyados en la moqueta, sabiendo lo que Jacobo quería, y sin más procedió con mi verga como hiciera con la de mi primo.

Se sentía delicioso, el empujar de su lengüita querido penetrar mi uretra, las caricias de su lengua muy caliente rodeando el capullo de mi verga, me confirmaba lo que pensé al verle comer la polla de Jacob, Felipe había comido algunas pollas, esos labios tan preciosos sabían lo que era dar placer hasta desear vaciar la carga de mis huevos de una vez.

Mi primo tenía enterrada su cara entre las nalgas de Felipe, podía ver solamente su pelo zanahoria, escuchar las lamidas que pegaba a su culito. A veces debía ser tanto el placer del chico que dejaba unos segundos en suspenso las chupadas de mi verga o de mis huevos para sentir las sensaciones que Jacobo le proporcionaba succionando de su anito.

A pesar de sus parones era delicioso y al final lo agradecía para alargar el placer y no correrme muy rápido. No podía evitar suspirar y mover mi abdomen nervioso, excitado. A veces alargaba una mano y acariciaba mi pecho, arrugando mis tetillas con sus dedos haciéndome daño y teniendo que cerrar los dientes para no gritar, no sé si de placer o dolor, lo sabía combinar a la perfección. Felipe sabía mucho de esto, más de lo que mi primo podría haberle enseñado.

Jacobo dejó de chuparle el culo, levantó la cabeza para mirarme.

-Este culito es delicioso, cuando está excitado sabe comerse las pollas, tienes que probarlo un día Luis, luego si quieres, ahora voy a darle mi verga, la está deseando.  –debía ser cierto, Felipe se inclinó apoyando su pecho en el suelo, subiendo su culo, preparado para recibir la polla de Jacobo.

Me dejó abandonado, concentrado para sentir el taladro que Jacobo apoyaba en la entrada de su ano.

-Ábrete el culo. Quedó con su cara apoyada en la moqueta y llevó sus manos a las nalgas tirando de ellas, dejando expedito el camino para que mi primo le partiera.

Jacobo empujó su cadera y el glande se perdió dentro de Felipe, éste arrugó los labios y cerró los ojos, seguía tirando de sus nalgas para separarlas más si pudiera, soltó una para agarrar los testículos de mi primo y los pasó por el trozo que aún faltaba por meter.

-Métela toda Jacobo.  –murmuraba con su boca enterrada en la tela a la vez que tiraba del escroto hacia él. La tenía toda dentro y abría los labios expeliendo el aire que metía por la nariz en sus pulmones. Se palpaba su culo abierto rodeando con sus dedos la verga de Jacobo y lo apretaba para hacerle hueco.

Mi primo comenzó a sacarla y Felipe ponía cara de gozo sintiendo cada milímetro de polla al salir, yo me masturbaba despacio, para no perder la dureza de mi pene, esperando que Felipe se decidiera y volviera a mamarla, deseaba volver a sentir su tierna boca enterrando mi polla en ella.

Resignado a esperar, acumulé saliva en mi boca y la dejé caer en la punta de mi pene, la restregué junco con el precum que me salía, sentía delicioso envolviendo el capullo de mi verga en la mano, pasando los dedos por el frenillo, pero nada comparable a la boquita de Felipe.

El chaval solo se preocupaba de su placer y dárselo al que le follaba, Jacobo le levantó y le sujetó por los hombros, su cara ahora llegaba a veces a golpear mi pene debajo de él pero mantenía su boca cerrada y los ojos, no se enteraba y tuve que agarrar su cabeza y dirigirla a mi polla mientras mi primo se la metía muy rápido.

Felipe entendió la llamada de mis manos y abrió la boca, pero solo para que se la follara, su concentración no le permitía mamarla como antes lo hacía. Jacobo estaba a punto de llegar al final, se tiraba para atrás metiendo su verga con fuerza y Felipe se atragantaba con mi polla metida hasta la garganta.

-Ya, ya me voy, ¡qué culito más rico!  -colapsó sobre su espalda, se estremecía en sus postreras metidas apoyado en la espalda de Felipe obligando a este a enterrarse mi verga en su boca, se apoyó con sus manos en mis muslos para apartarse y poder respirar, y le ayudé tirándome para atrás.

Jacobo sudaba sobre la espalda del chico, con su cara sobre su piel, jadeando le dio un beso y elevó el torso, golpeó con fuerza la nalga derecha de Felipe que emitió un ligero quejido con parte de mi polla dentro de su boca.

-Ahora es tu turno.  –y sacó su verga del culo de Felipe que sonó con un plopppp pegajoso.

Parecía mandar en él chico, me pareció muy fuerte y retiré la verga de su boca mirándole a los ojos, entendió que le pedía permiso y reprodujo una sonrisa mientras movía su cabeza asintiendo.

-Haz lo que te dice Jacobo, pero hazlo durar un poco. –sabía que el muchacho se había quedado a la puerta de tener un orgasmo, y mi primo no le había dejado llegar sacando de golpe su verga.

-¿Cómo quieres que te lo haga?  -quise ser amable aunque lo que deseaba era meterla de una vez y follarle para correrme. Acerté al preguntarle, se tendió sin más y abrió las piernas sujetándolas con sus brazos sobre sus hombros.

Dos minutos más tarde estaba enterrado en él entrando y saliendo, sentía que me llegaba la leche por la verga y entonces Felipe abrazó mi cuello obligándome a pegar mi pecho al suyo.

-Córrete mientras me besas.  –no tuve otra opción y apretó para que uniéramos nuestras bocas. Me ahogaba queriendo sentir mi polla moviéndose y con su lengua dentro de mí, acariciando sin parar el interior de mi boca.

Sentí un espasmo al dejar mi primer chorro de semen en su culo y como resbalaba de mi boca la saliva que él atrapaba y succionaba de mi boca, comenzó a temblar y morder mi labio, nos estábamos corriendo a la vez, yo en lo más profundo de su ser y él entre la piel de nuestros abdómenes.

Temblábamos los dos como flanes sacados del molde, elevaba su cadera para rozar su pene con mi vientre a la vez que sacaba y metía un trozo de mi polla en su ano.

Mientras le miraba, asombrado de la potencia de mi eyaculación, pensaba en que hacía pocos minutos no me gustaba este chico y resultaba ser genial, su cuerpo, todo él y la forma de mamar y dejarse follar por nuestras vergas.

Nos habíamos limpiado y cuando volvimos a la habitación proyectaban en la pantalla una peli de tíos, mejor que la visionada antes, pero estábamos cansados, satisfechos y Felipe apagó la tele.

La oscuridad nos envolvía, decidieron dormir conmigo en el suelo y tendimos una sábana y un edredón cruzado para taparnos.

-¿Qué te ha parecido mi primo?  -Felipe no contestaba y Jacobo repitió la pregunta con alguna pequeña variación.

-Me gusta, si, Luis me gusta. -mi primo reía, imaginé su sonrisa sardónica y ácida.

-Lo vamos a pasar bien los tres, seguro que será así.  –tenía razón, así resultó durante años y compartimos muchas cosas de nuestra vida juvenil, momentos de intimidad, fiestas donde él y mi primo me llevaron, algunas que me gustaron y otras no.

Continuará?